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Seminario
Puntuaciones sobre el autismo.
Cuestiones preliminares

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autismo@edupsi.com

Organizado por PsicoMundo y Fort-Da

Dictado por :
Viviana Inés Monserrat Aráoz y Margarita Maria Barrionuevo


Clase 6

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Transferencia- Juego

Los problemas de diagnóstico se precipitan cuando se habla de autismo, exacerbándose la pretensión de determinar la causa. Las concepciones deficitarias desde posiciones seudo-analíticas, insisten: no hay sujeto, no hay transferencia, no hay fantasma, no hay juego.

La propuesta es continuar interrogándonos por el autismo y por las respuestas terapéuticas que se brindan. Seguir leyendo los efectos que estas posiciones producen, partiendo de la aceptación en la que el analista es el que cede la posición al sujeto. Que no hay especialización y que el analista sostiene una suposición esencial, la suposición que hay saber en lo que el paciente dice sin saber. Que hay verdad en esos dichos que se dicen sin saber. En sus dichos, los significantes están sabiamente articulados, como si cada uno de los significante llamara secretamente a otro, a otro ... y a otro. Y ahí, se registran nuevos ensambles que se producen sobre viejos elementos: un fallido, un sueño, un juego, algo que se salió del libreto, un plus.

Este saber, a producir en transferencia, es el saber textual. Es el saber que no sale del texto, el que va de un término del texto a otro término del texto. Llamando texto a lo que puede leerse en el discurso del analizante.

Entendiendo el psicoanálisis como práctica, al saber depositado hay que ponerlo en suspenso porque el análisis no es la aplicación de un saber o una teoría. La recomendación freudiana es tomar cada caso prescindiendo del saber acumulado.

El sujeto supuesto saber es el ratio de la transferencia a condición de que el analista le deje el campo libre a este sujeto supuesto saber y no se confunda con él.

Pero el síntoma no sólo queda referido a una cuestión de saber, porque de ser así, quedaríamos en la deriva infinita de la significación, en el análisis interminable. El síntoma no solo presenta la cara del mensaje o de la metáfora, también el síntoma es función de letra y de goce. De modo tal que no se define sólo por un "eso quiere decir" sino por un "eso quiere gozar".

Además de la suposición que hay saber en lo que dice sin saber, hay otro supuesto en juego: hay goce en el síntoma. Es decir que además del mensaje del sujeto que todo síntoma conlleva también está lo que implica de goce. Sin la suposición de goce no apelamos a la responsabilidad subjetiva y se cae en las terapéuticas a medida: en buscar su bien, en normalizarlo. Aplicando una serie de operaciones de remiendo.

Si la búsqueda es establecer un lazo distinto que haga lugar a nuevas respuestas del sujeto, este lazo implica otro imaginario. Implica un gran esfuerzo de modificar nuestra perspectiva habitual, que es el muro del lenguaje.

Ante niños que se presentan como ciegos , sordos o mudos, subsumidos en la manipulación de un objeto inerte e indiferentes a todo lo que los rodea o niños que parecen habitados por una pesadilla ajena (como poseídos y donde la característica es la masividad de la angustia), lo fundamental, es cómo desplegar la transferencia y el juego.

Diferente es el intento de atrapar la causa. Expresado este intento en distintas formulaciones tales como: porque falló la metáfora paterna o porque no hay deseo materno o porque el padre no hizo funcionar la ley. Desconociendo que la causa del sujeto está siempre perdida, que sólo hay causa en lo que renguea, siempre persiste un resto que existe en su no realización.

Como analistas no podemos desatender este enigma, este lazo sobre la ausencia de comunicación encarnada. En el niño con síntomas autistas no se trata de ubicar un origen sino darle el estatuto de cifra de la acción humana.

El lazo etiológico para Freud se rompió no sólo en lo que se refiere a la seducción infantil, sino también en la concepción del trauma en sí mismo. Trauma que encontraba su fuerza en el tiempo de su interpretación. Es decir que la vía analítica nunca presenta el acontecimiento separado de su interpretación.

Esto significa que el saber inconsciente se compagina y escribe con otro , pero no un otro anónimo ni lejano, sino presente, puntual. Y donde el acontecimiento posee un papel fundamental. En esta red (sistema de relaciones de transferencia complejas, no lineales, no predecibles) el analizante es lanzado a una indeterminación crucial que hace no imaginable al sujeto. Disipándose toda garantía respecto a la existencia de una causa determinada y localizada.

En el camino analítico nuestro puntos de referencia habituales se oscurecen. No hay teoría ni práctica que pueda agotar el encuentro y el desencuentro con lo real. Lo que implica que de ese real no hay sistema posible. Es lo que permite al psicoanálisis continuar. Lo que permite que las preguntas vuelvan a brotar.

En "La tópica de lo imaginario" Lacan toma una cita de Freud de "Introducción al Narcisismo" para mostrar la diferencia entre demencia precoz, esquizofrenia, psicosis y neurosis: También el histérico o el neurótico obsesivo al igual que el psicótico, en tanto la influencia de la enfermedad los domina, pierden su relación con la realidad y, sin embargo, el análisis nos demuestra que no han roto su relación erótica con las personas y las cosas. La conservan en su fantasma, esto es, han sustituido los objetos reales por otros imaginarios basados en recuerdos o han mezclado ambos y, por otro lado, han renunciado a realizar los actos motores necesarios para la consecución de sus fines con tales objetos.

Como se lee, ya desde Freud, hay fantasma, hay lazo con los objetos, tanto en la neurosis como en la psicosis. Y como señala Lacan en Apertura a la Sección Clínica 77 respondiendo a la pregunta de J. A. Miller: si en la psicosis se aplican sus matemas S/, a, S1, S2; responde: "si, categóricamente sí"

Estas indicaciones muestran que a las diferentes estructuras patológicas, hay que pensarlas no como déficit sino como distintas posiciones subjetivas ante la falta que nos constituye. La estructura del sujeto es una. El fundamento es no hay relación sexual lo que da lugar a la clínica de las posiciones subjetivas. Es la clínica de las diferentes maneras de responder a la falla estructural. Esto implica darse cuenta que no hay estructura no fallada. Como no hay estructura no fallada, el tratamiento no es llevarlo a ella o a las innumerables operaciones de remiendo que se proponen, sino es llevarlo a que pueda responder de otra manera.

Leyendo el libro "Clínica de los Fracasos del Fantasma" de Silvia Amigo, supuse que su propuesta era que cuando trastabillaba el fantasma se abría un espacio para desplegar la transferencia analítica que posibilitara que un acto del sujeto pueda advenir, que la asociación libre de lugar a su verdad, que despliegue otra versión de la castración que le permita responder de otra manera. Pero su propuesta clínica era otra. Ella postulaba que como no se constituye el fantasma fundamental hay que aplicar una clínica "diferente". En donde ella parte de la premisa que el dispositivo analítico es privativo de las neurosis (y no de todas porque hay algunas en que plantea un déficit: fracaso del fantasma) y la posibilidad de la transferencia depende de: "contar de la disponibilidad de la zona sobre la que se escribe el goce fálico, o aquélla de la escritura fantasmática del objeto a [...]" Además de clasificar imparte indicaciones técnicas precisas de cómo intervenir: " maniobra imaginaria literante. En giro levógiro sobre el nudo –es decir dirigiéndose a hacia lo real- se puede intentar escribir analíticamente el hueco de –fi, permitiendo la literalización, la escritura de cuerda imaginaria de la imposibilidad de respuesta al goce del Otro" (pag. 78)

Entonces me dije: ¿desde que lugar se sostiene esta propuesta?: parece ser "tratar" de reparar la imposibilidad de respuesta al goce del Otro. Pero el goce del Otro no existe y a ese goce se lo hace consistir precisamente con el fantasma. Entonces para ella ¿se trata acaso de la importancia de sostener el goce del Otro?

Lacan en su S.16 dice: " en la raíz misma del fantasma, de esa gloria de la marca, la marca sobre la piel donde se inscribe, en ese fantasma, aquello que no es nada más que un sujeto que se identifica como objeto de goce". Señala además, lo que sucede cuando debido al fantasma los significantes son capaces de unificar al sujeto. Como el fantasma suelda o congela una significación al identificarse como objeto de goce.

Ya sabemos que en psicoanálisis el lenguaje es cuerpo: parletre. El cuerpo sufre la flagelación del significante. En nuestro cuerpo, en nuestras emociones, en los sueños, en los actos fallidos se expresa el inconsciente. Se trata de un tipo particular de registro a modo de cifra, cifrado de impresiones de goce en el organismo, que por eso, deviene cuerpo erógeno. Ahí no hay nada que se piense.

El cuerpo habla y nos pone de manifiesto lo que nos pasa a nivel de las emociones (goce del cuerpo): "me puso los pelos de punta", "se toma las cosas muy a pecho", " se me parte la cabeza", "me dio en el hígado", "se me retuercen las tripas". No se trata de una vinculación causa-efecto de modo que lo somático causa lo psíquico y viceversa. No. Se trata de un complejo entramado entre organismo, percepciones, palabras (como decía Hipócrates: "no hay enfermedad sino enfermos "). Lo que se expresa tiene un sentido afectivo. Cualquier enfermedad es la expresión de lo que pasa en un ser humano. Los distintos modos de enfrentar la adversidad. Versiones que hay desplegar en transferencia.

Lacan tuvo que reformular la teoría del narcisismo para hacer lugar a la locura. Era preciso una teoría del sujeto que formulara nuevas articulaciones al punto de dar un giro a la cuestión misma de la transferencia y otro imaginario que incluya el objeto a.

Como el objeto de la satisfacción esta perdido, el sujeto queda atrapado en el desencuentro, en el mal encuentro con el objeto. La relación del sujeto con el objeto es de angustia por que no lo puede aprehender. La clínica del autismo es la que más cuestiona la creencia de la relación primaria evidente a un objeto (que sería dado y previo).

El objeto a remite no sólo a que de cada identificación algo resta sino también que en cualquier discurso esta en juego el cuerpo. Hay un compromiso corporal: llamo o no llamo... me pongo tenso, transpiran mis manos, me corre frío por la espalda, siento cosquillas en el estómago.

En el S.10 Lacan introduce la "separtición fundamental" para definir la separación del sujeto y el objeto, por ejemplo: el seno es un objeto y no un objeto materno. Este concepto le sirve para distinguir otra separación cuya inexistencia produce angustia(p.ej: el seno vaciado). Esto lleva a distinguir el lugar del deseo (el deseo soportado por el fantasma) y el deseo en acto (la falta ligada a la satisfacción, siendo la angustia la señal de esa falta colmada). Dos cortes diferentes: "La relación con la falta se sitúa más allá del lugar en que ocurrió la distinción del objeto parcial [...]".(15/05/63)

Lacan se esfuerza en distinguir punto de angustia y punto del fantasma: todo fantasma desde que se apela a él, es para que no angustie. El fantasma suple la relación que no existe. Más allá del fantasma, es la pulsión la que está en causa. Esta falta constitutiva de la satisfacción se plantea más allá de la constitución del deseo por el fantasma.

Para-ser es un neologismo que Lacan utiliza cada vez con mayor frecuencia para señalar como se escamotea la pérdida y se coloca al ser. Se intenta reunificar este A barrado. En todo enunciado significativo se trata de reescribirlo como s(A) (significado del Otro).

Cuando se postula que hay que constituir el fantasma (como en S. Amigo) se pretende normalizar: hay que alcanzar la estructura que dicta la "norma". No importa con que argumentos se cae en la psicogenésis, en la psicopatología: se sostiene el fantasma de dominio, el goce del aparato.

Hay un quehacer propiamente psicoanalítico frente a lo que no es representación sino presencia. Ante la pulsión debe pensarse en referencia al objeto, al goce y al acto. Es en la posibilidad de influir, sobre el régimen de goce de un sujeto por la vía del acto analítico, donde radica la posibilidad de un cambio.

En su Clínica de los fracasos del fantasma, S. Amigo dice: El fantasma de la propia desaparición es el primer paso de la creación de un fantasma normal. Claro que al usar el ordinal "primer" estoy ya afirmando que tiene que haber segundo, tercero, cuarto [...]

Si es posible llegar a un fantasma "normal": ¿no se esta sosteniendo acaso el fantasma de la omnipotencia del Otro?

"Dedicaré mi atención exclusivamente a las apreciaciones que sobre la génesis de la fobia y de sus condiciones estructurales nos permite apreciar el caso. No me detendré a considerar el desarrollo del análisis y sus consecuencias de cura".(S. Amigo pag. 151)

¿Se trata de buscar la Génesis? ¿... de una búsqueda religiosa? ¿... de establecer un saber referencial?

S. Amigo determina previamente por cual cuerda es posible intervenir y lo que hay que producir: maniobra imaginaria literante.

Al tomar el caso de Helene Deutch : Fobia a las gallinas (S. Amigo pag. 165) dice:

...muchacho calificable... de "inconstitución parcial, por falta de identificación a lo imaginario del Otro real"

Es de señalar que esta "inconstitución" se presenta de este modo, relativamente fácil de solucionar, en niños adolescente, quienes se encuentran en medio de los movimientos de estructuración.

Si de un adulto se tratara, la inconstitución se habría de pagar con el carísimo precio de una grave patología duradera.

¿Cuál? Locura histérica, responden algunos autores. Fracasos de fantasma es el sintagma que me he permitido acuñar para intentar aprehender esta posibilidad de falla en la tercera identificación.

"La inconstitución" de S. Amigo postula una concepción desarrollista, sostiene que la madurez se alcanza. Desde esta posición piensa que se llega a la finalización del Edipo con la castración, olvidándose que el complejo de Edipo es un mito y no un patrón de normalidad.

Si el fantasma es una pantalla que impide el contacto con lo real, de mantenernos en el plano de sí el fantasma está o no constituido evitamos la confrontación con el sin-sentido. Con la falta que nos constituye (no hay relación sexual), con lo real que nos funda. Sin registro operativo de las diferencias.

Silvia Amigo va en contra de atribuirle a la experiencia la dimensión de acto. Nada del acto es sostenible si no se coloca en el comienzo aquello que concierne al final: el de-ser. Cuando trastabilla el fantasma es que puede introducirse una pregunta ante el enigma, no sin angustia, por el deseo y es en la locura donde el fantasma obtura toda pregunta.

La falta constitutiva de la satisfacción es una cuestión que se plantea más allá de la constitución del deseo por el fantasma. Y ¿qué hay más allá del fantasma?: la falta de objeto, falta que se puede asumir en diversas versiones en transferencia.

Cuando Lacan se interroga ¿cómo operar con el goce, con lo pulsional? (interrogante que Freud introduce en su texto Más allá del principio del Placer), responde con la escritura. Escritura como factor que apunta a la construcción misma de ellos, donde interviene la letra como "instancia", poniendo en correspondencia conjuntos vecinos. Escritura del acontecimiento que en la escena transferencial se produce.

Hay que abandonar la pretensión del saber previo y posicionarnos como analizantes de la experiencia, escribiendo las escenas, de las que como analista formamos parte.

Poniendo en juego un aspecto de la opacidad de lalengua, la dimensión sonora, la función de los distintos sonidos en una lengua (su discontinuidad, sus vecindades) permiten percibir un ritmo. Donde la tarea del analista no es la de traductor sino la de transcriptor: ¿cómo trasladar el sonido al texto? juego de la lengua que está en el lugar del ser que no hay.

Si caemos en el dualismo de un par ordenador (por un lado el sujeto por otro el objeto a) el ternario como mínima no tiene lugar.

Lacan realiza una nueva formalización de la fantasía freudiana que estará de allí en más escrita por dos letra (S/ y a) y un conector llamado losange (rombo, deseo de, punzón) que introduce una equivalencia que se funda en una no reciprocidad absoluta entre el sujeto y el objeto a. Es la estructura del fantasma que comporta cierta fijeza en relación al objeto.

La maniobra de la transferencia en cualquier análisis apunta a desalojar al paciente del lugar de ser quien venga a completar al Otro. Y si el fantasma es lo que fija al sujeto al deseo del Otro como su objeto, el trabajo analítico tiende al desmontaje y al análisis de esa presencia fantasmática velada.

El analista presta su persona para servir de blanco a cada transferencia, sin por ello identificarse con ese blanco, lo que implica la importancia de su presencia del analista.

Lacan agrega una segunda posición respecto del lugar del analista en la transferencia. Más allá del poder de decisión sobre el sentido de lo que le es dicho (poder discrecional del oyente), en la medida en la que el analista no responde a ese sentido, aparecerá inevitablemente una pregunta: ¿qué desea? ¿qué quiere?. Revelándose más allá la posición del objeto a, en tanto punto de absoluta opacidad. Función del deseo. Función crucial en el sostén de la experiencia. Siendo este punto, el único, al que podemos reconocer el carácter de punto absoluto sin saber alguno (la posición del analista como objeto a).

El elemento tercero en todo análisis es el objeto a que el analista no puede pretender contener. Hay una brecha entre l a causa ignorada y su envoltura: la imagen especular en la que el yo se complace como ideal realizado o como yo ideal. Trampas del narcisismo de las que hay que salir fortaleciendo esa brecha. El analista debe desprenderse de su identificación con el objeto de deseo para retornar a su nada.

El analista es el que opera un clivaje: por un lado acepta el lugar de sujeto supuesto saber y por el otro, no se toma por tal (sabe que no lo es). Entre el lugar y el ser esta la operación misma del acto analítico. Clivaje entre el i(a) y a, entre la apariencia y el objeto a. Lo que permite el pase es la modificación de este imaginario.

Si la mirada y la voz como objeto a determinan al sujeto del modo menos evidente, es ahí que el sujeto encuentra el más radical obstáculo para atravesar el fantasma (el efecto fascinador de la mirada es siempre de detención). Hay entonces un quehacer propiamente psicoanalítico frente a lo que aparece con la opacidad de lo que es presencia.

El fantasma nos permite vivir con la idea que no nos separamos de ningún objeto. El fantasma es lo que tiñe los diversos lazos. Cada lazo porta el estilo con el se que intenta negociar con el Otro (conformarlo, apaciguarlo, acallarlo) de darle satisfacción, de hacerlo consistir en las demandas. Es él lo que fija al sujeto al deseo del Otro como su objeto.

Cuando se sostiene que no hay fantasma, cuando se habla de los fracasos del fantasma, se deja de lado al sujeto pulsional obturando la vía de interrogación en la vertiente del goce: ¿qué lo mueve más allá del placer?. Se obtura el interrogante de su posición de sujeto: ¿cual es la respuesta de ese sujeto a la falta que nos habita?. Porque el sujeto, amarrado por sus fantasmas, se instala en la posición de objeto.

¿Que permite el ingreso al análisis?: la ruptura del saber. El fracaso del fantasma (el deser). La caída del sujeto supuesto saber. Principio que coincide con el fin; circularidad topológica.

Si las psicosis es una respuesta a la falta que nos habita, un trastorno en el ciclo pregunta- respuesta. Ante la pregunta esencial ¿quién soy?, se articula una respuesta con el fantasma. Ante ella, en el caso de la psicosis, la respuesta es una identificación mortífera ideal. El sujeto en la psicosis se coloca en la posición de que él sabe, que él puede enunciar un saber desconocido para el Otro. Puede enunciar: soy la marrana del universo, soy la chica super-poderosa, evitando encontrarse con el abismo.

Si entendemos la clínica como distintas respuestas ante la castración (castración que introduce el lenguaje en nosotros los seres humanos), hay que pensar las diferencias entre psicosis, neurosis y perversión de otra manera. Ya no, como distintas estructuras psicopatológicas que están al servicio del diagnóstico diferencial para determinar previamente el campo de lo "analizable" y derivada de distintos mecanismos: Verdrangung, Verleugnung y Vewuerfung. La práctica analítica no permite profetizar, la intervención del análisis tiene un sentido retroactivo. Parten de un hecho, síntoma, fantasía y conjeturan sobre sus condiciones de realización. No puede decir que tal cosa producirá la otra. Además, para hacer lugar al acto hay que abandonar el saber previo. Esto no implica que se desconozcan las diferencias. Por ejemplo no es lo mismo si el juego de un niño se ubica en una escena o es todo él es el que se pone en juego.

En el caso Roberto de Rosine Lefort el niño deja de ser el lobo: "Roberto exorcizaba ¡El lobo! Digo exorcizaba porque este niño me daba la impresión de ser un poseído. Gracias a mi permanencia pudo exorcizar, con un poco de leche que había bebido, las escenas de la vida cotidiana que le hacían tanto daño." (S1-pag.150) Gracias a su presencia, la presencia del analista, que no desfallece en su función. Su lugar de niño comienza a construirse en el tratamiento. Los pasajes al acto de Roberto encuentran un destinatario.

Entre nosotros, los analistas, hay un fantasma que insiste en su merodeo –mito neurótico- desde el cual se pretende omnipotentemente portar una respuesta, obturando el encuentro con el enigma que la falta produce. Fantasma que hay que dejar caer para que el sujeto encuentre otra respuesta.

Resistencias del analista que impiden desplegar la lógica más allá del fantasma. Lógica que produce una inversión: el significante de una falta en el Otro queda del lado del sujeto mientras que el fantasma queda del lado del Otro.

El interrogante que no se puede soslayar es: ¿dónde está el sujeto? Estará en su mostración, en el acting aut, en el pasaje al acto, en la escena lúdica.

Por ejemplo: ¿cuál es el goce de un niño que se presenta con una voz apenas audible y titubeante cuando pide algo y cuál es el goce cuando con una entonación asombrosa imita la voz de distintos cantantes?

Interrogante que me llevó a otros:¿cuál es el valor semántico del ritmo, cuál es el valor semántico de la música?. Si la voz atañe también al imaginario del sujeto y además, cada vez que se habla se pierde algo de goce, cada vez que hablamos perdemos objetos.

¿Qué hacer con un chico en una situación así?. ¿qué puede hacer un analista?. Pienso que se puede transformar ese "congelamiento" o ese tener "su objeto en el bolsillo" y ubicarlo en una escena lúdica. Que un objeto pueda jugarse en esa escena lúdica.

Un niño apresado por los cuidados obsesivos de su madre se escapa. Este niño realiza un particular fort da que no se presenta a nivel de lo simbólico y que nadie sanciona como juego. No se trata de la pregunta ¿puedes perderme?, en pos de pesquisar el deseo de la madre, sino más bien de una respuesta anticipada: puedo escaparme. Con este niño es necesario instalar una escena lúdica para que pueda abandonar la escena de goce donde se ubica como sostén entre los padres.

Porque si el niño no se encuentra con un vacío donde un objeto (como el carretel) se ponga en juego no hay pérdida quedando el niño a la deriva. No hay registro del vacío, el agujero está tapado.

Y lo que tenemos que ubicar es el "jugando". Si el analista logra en ese momento reconstruir el espacio lúdico, se acrecientan las posibilidades de la reubicación de una voz, de un objeto. Porque si el mundo es especular, el imaginario requiere de un lugar que por conversión podemos plantear como espejo donde nuestro cuerpo queda reflejado. Queda reflejado en un campo, digamos, en un campo que atañe al lenguaje.

Si las pérdidas, las angustias y las ambivalencias, no se inscriben como juego, como ritual, como ceremonia, como actividades que posibilitan la inclusión social, las miradas que nos devuelven son crueles. No se trata acá de determinar ¿qué expresa esto?, ¿qué es lo que manifiesta? Porque lo que se pone en juego es la relación del analista con esta experiencia de lo que no tenemos posibilidad de tener experiencia.

Lo que se pone en juego es la relación del analista con la muerte y con la falta. Lo que cuenta es ¿de qué la está jugando él y de qué la estoy jugando yo?. Acá el analista no es sólo interpretador puesto que también interviene, también escribe y también forma parte del cuadro.

En su lectura del Caso Dick, Lacan (S.1) elabora una hipótesis: dada la mala posición del ojo, el ego pura y simplemente no aparece.

El sujeto tiene un punto de entrecruzamiento complicado, o sea, un punto imposible de representar, por un lado, el cuadro que yo miro y por otro el lugar donde yo estoy. Tal es la ambigüedad de la esquizia del ojo y la mirada; se trata de una tensión entre dos puntos que no logran conciliarse.

La función lógica del objeto a es la de mantener separados ambos puntos, la falla estructural que me impide ser el observador del cuadro sin estar en el cuadro, a la vez que me impide, siendo el observador, verme en el cuadro.

Si la mirada queda entre el sujeto y el Otro se obtura la esquizia entre el ojo y la mirada. Desde esa posición el sujeto se congela como objeto- mirada. Es mirada.

Por eso el niño juega, cual artista, inventando un objeto. Objeto que es una auto-mutilación para realizar el juego del salto. A la locura como al arte no hay que tratarlos, hay que hacer lugar a su juego, a su invención.

Gracias por acompañarnos en este recorrido.

Mara Barrionuevo
A cargo de la dirección profesional del Centro de Estudio, Investigación y Tratamiento de ASANA-TUCUMAN (Asociación Ayuda al Niño Aislado) - E-mail:
barrionuevomara@hotmail.com

Bibliografía

Amigo, Silvia. Clínica de los fracasos del fantasma. Ediciones HomoSapiens

Lacan, Jacques. Seminario 1 Los escritos técnicos de Freud – Editorial Piadós

Lacan, Jacques. Seminario 20 –AUN- Editorial Paidós


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