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Seminario
En el consultorio de Lacan ...
(Acerca de las novelas de los analizantes de Lacan)
Lectura psicoanalítica

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Organizado por : PsicoMundo

Dirigido por : Rebeca Hillert


Clase 3
¿Qué se paga?


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Voy a dar dos clases con este tema. La primera de ellas está centrada en la novela de Stuart Schneiderman. Con gusto voy a responder a comentarios y preguntas.

1 – Con dinero es más barato

Veremos en los relatos que venimos leyendo, cómo procedía Lacan con relación al dinero y a los honorarios. En este punto, como en otros, el analista no se mostraba sujeto a las convenciones usuales.

Para volver a tomar un punto de referencia en la práctica de Freud, recordemos. El pasaje desde la hipnosis a la asociación libre introdujo un cambio fundamental: el paciente comenzó a pagar para que el analista lo deje trabajar. Hay muchas formas de pagar: generalmente, con dinero es más barato. Más barato que con amor o con odio. Más barato que con sometimiento o con desafío. Más barato que con gratitud o ingratitud. Doy un salto para el anuncio de lo que viene. En su libro, Lacan: La Muerte de un Héroe Intelectual, Stuart Schneiderman sostiene una tesis. Sería por la ingratitud de sus discípulos, de quienes todo le debían, el destino trágico de Lacan. El análisis de sus argumentos permitirán un recorrido algo extenso y no habitual para transitar las rotaciones que puede tolerar el tema del pago al analista.

En la práctica del psicoanálisis, sobre todo para quienes lo practican, el tema del cobro de honorarios siempre trae sus complicaciones. La primera de ellas es: ¿y por qué las trae? ¿Acaso el psicoanalista no necesita del dinero para vivir, como cualquier persona que presta un servicio? Los servidores públicos no le cobran directamente a quien de alguna manera solicita atención. Pero los excluyo sin más de esta discusión, porque supongo que ninguno de mis lectores imaginará que puede colocar al psicoanalista entre los servidores públicos. Por lo tanto también dejo entre paréntesis, y fuera de lo que estoy tratando aquí, a los profesionales de la Salud Mental que trabajan en instituciones públicas, en obras sociales o prepagas.

Antes de volver a los testimonios de nuestros autores, no está de más recordar los consejos de Sigmund Freud sobre el tema. Tampoco me parece redundante volver a tomar nota de lo siguiente: el fundador del psicoanálisis, no pretendió que sus "estipulaciones" técnicas fueran tomadas como incondicionales y obligatorias.

En primer lugar, Freud trata conjuntamente lo relativo a tiempo y dinero. 1 Dice reservar una hora fija para cada paciente y cobrarla aunque éste no la utilice, como acostumbra a hacerlo un profesor de música o de idiomas. Si se mostrara más tolerante, su experiencia le demuestra que, transcribo:

"... las inasistencias "ocasionales" se multiplican hasta el punto de amenazar la existencia material del médico."

Más adelante Freud insiste con el tema de los honorarios, con dos argumentos. Uno: el analista debe tratar los temas de dinero sin hipocresía ni mojigatería, al igual que los temas sexuales. Dos: el analista no es un filántropo.

Entonces, si está tan claro, ¿de dónde surge esa complicación mencionada más arriba? Eso que se presenta como problema tanto para el psicoanalista como para el futuro analizante. Surge de esta afirmación de Freud: el psicoanalista tiene derecho a cobrar caro. Me gusta cómo lo escribe:

"..., pero el psicoanalista tiene derecho a adoptar la posición del cirujano, que es sincero y cobra caro porque dispone de tratamientos capaces de remediar." 2

Más adelante retomaré esta afirmación de Freud, discutida por Stuart Schneiderman.

En tiempos de bonanza y bienestar económico, afirmaciones como estas pasan inadvertidas pero, en tiempos de vacas fla cas, provocan indignación y rechazo en "las gentes de bien". También la provocan en esos tiempos (por ahora teñidos de añoranza), en que la lucha contra los privilegios de cualquier índole se convierte en ideal ampliamente aceptado.

Entonces, para el sentido común, el "analista" pasa a ser un "vivo". Abusaría de su poder en la transferencia.

Pero, ya habíamos aceptado con Freud, que la forma de cobro del analista no podía amenazar su "existencia material" , o sea el analista necesita dinero para vivir... Sin embargo, no puede hacerse el vivo, ¿el muerto, entonces?. ¿Por qué? Si fuera cierto que el psicoanálisis es lo que se espera de un psicoanalista, qué debería esperarse del psicoanálisis? No es una cuestión menor, porque... hay que pagarlo.

"El psicoanálisis debería dejar de ocuparse de cómo la gente vive la vida, cómo se comporta. Lo que esto significa, quizás inesperadamente, es que el análisis tiene como tarea principal la reparación de las relaciones que tiene la gente, no con otra gente sino con los muertos." 3

¿Esto vale tanto para el analista como para el psicoanalizante? Por el momento aceptemos la perspectiva adoptada por Stuart Schneiderman, para ponerla a prueba. Ya lo cité en el primer capítulo. Les quedé debiendo su presentación: de Estados Unidos, pasa de ser profesor de lengua inglesa a buscar el psicoanálisis en París. Allí estuvo desde 1973 a 1977, concurriendo a los seminarios y al análisis con Lacan.

Ahora bien, desde un punto de vista sensato, cualquiera (al menos en nuestras sociedades), pagaría para vivir mejor. ¿No es algo extravagante cobrar para que la gente arregle las cuentas con los muertos? ¿Las sesiones de psicoanálisis son una mercancía? El psicoanalista estadounidense aborda estas preguntas. Vamos a seguir sus desarrollos. Quizá el valor del rodeo, resulte del encuentro con algo más y diferente de lo que el autor nos promete en el prólogo: formular "con claridad y precisión" la teoría de Lacan. Por eso, antes de entrar al tema de los honorarios de Lacan según estas ficciones, me voy a dar un paseo interesantísimo por la retórica.

2 - ¿El precio de la gratitud? La tragedia

Stuart Schneiderman viajó de EEUU a París para analizarse con Lacan en 1973. Participó de la historia que llevó a la disolución de la Escuela Freudiana. Se identificó con el grupo reunido en torno a Jacques Alain Miller. El autor lo reconoce como el de la gente que estuvo junto a Lacan. En su libro desarrolla la siguiente tesis: Lacan es un héroe trágico, al final de su carrera, quienes todo le debían, le pagaron con la más despiadada ingratitud. Aunque esta tesis no tiene relación directa con el tema del pago y los honorarios en un análisis, voy a detenerme en este desarrollo por dos razones. La primera: esta tesis tiñe todo el texto y no es posible pasarla por alto sin ignorar totalmente al libro. La segunda razón: la gratitud o ingratitud remiten a una deuda, y por ese costado se vincula con el pago.

Al analista, durante el análisis, no se acostumbra a pagarle con gratitud, sino con dinero. Cuando un analizante agradece en algún momento al analista (no es lo habitual), éste último legítimamente se pregunta qué está sucediendo en la transferencia. Sin embargo, en el caso del libro "Lacan: la Muerte de un Héroe Intelectual" se trata de otra cosa, no del análisis del autor, obviamente. Es sin embargo legítimo preguntarse qué ha pasado con la transferencia, a través de la lectura del relato. Tal vez porque se trata de un homenaje, de una conclusión, o quizá de terminar de nuevo su análisis, dar su testimonio. También persuadir a los psicoanalistas norteamericanos sobre los inigualables aportes de Lacan a la teoría y a la práctica del psicoanálisis.

Además el autor explica por qué escribe. Escribe este libro porque la tumba de Lacan está vacía, "no se lo ha llorado lo suficiente". ¿Por qué el neutro "lo"? En el mismo párrafo pasa a la primera persona del plural (se incluye):

Si los muertos estuvieran cómodos en sus tumbas, entonces estarían enterrados, ordenados y ya no tendríamos nada que ver con ellos. Pero si la tumba está vacía, tenemos que seguir frecuentando su trato. 4

Va a hablar "del hombre Lacan", basándose en su experiencia directa con él, y también a las circunstancias históricas que rodearon "la sucesión", en la institución psicoanalítica, en los últimos años de vida del maestro y tras su muerte. Leamos:

...lo que me interesa es presentar, retóricamente, mi propia experiencia del psicoanálisis con Jacques Lacan. 5

Más arriba:

Mis incursiones anteriores por la literatura, especialmente el estudio de Shakespeare, me habían preparado muy bien para apreciar a Lacan. Sus escritos están exquisitamente elaborados, quizás en exceso, y no son fáciles de comprender. En esto se parecen a la poesía y, tal como la poesía, con un buen material para ejercitar el pensamiento crítico. Pero este parecido es una maniobra, un truco retórico.

Entonces, el autor, para referirse a su propio análisis, va a usar un truco. Su experiencia de analizante le permite maniobrar retóricamente. Descubre lo retórico en Lacan, en la exposición poética y abstrusa de descubrimientos brillantes y fundamentales. Usará la retórica en ese mismo sentido de truco para hablar de su propio análisis. Nos hará creer que habla de los personajes del teatro de Shakespeare. Y lo hará. Apuesto a que es una manera de contar su análisis, y también de ponerle fin. Si me disculpan, voy a copiar la última frase de su libro (lo necesita mi argumentación):

Como homenaje póstumo a Lacan ofrezco estas apresuradas notas. Lleva tiempo hacer un psicoanálisis, pero sólo un momento terminarlo. 6

Estoy haciendo este rodeo, porque sigo en el texto la propuesta del norteamericano: el arreglo de las cuentas con los muertos.

".... Lacan me recordaba al rey Lear. Sin duda Lacan no era un Hamlet que obrara con dilaciones, ni un ser dubitativo, torturado por el narcisismo y la culpa. La de Lacan fue la tragedia de la ingratitud, un drama en el que el único enfrentamiento verdadero con lo real, con los elementos, con la tormenta, se lleva a cabo en forma de tragedia. Como dijo Lacan, el Rey Lear nos muestra que cuando el hombre emprende el camino de su deseo, avanza solo y traicionado." 7

Argumenta por qué habla de ingratitud:

"Cuando en 1981 el debate analítico había llegado a su punto culminante, Lacan escribió una carta en la que exigía que la gente se definiera por él o contra él –quienes no estuvieran con él necesariamente estarían contra él- y en la que pedía nada menos que amor."

"La gente le tenía miedo, tenía miedo de su poder: los psicoanalistas se arrodillaban a sus pies o lo consideraban absolutamente abominable. Y cuando ya visiblemente habían menguado sus fuerzas, cuando ya no podía sostenerse en público para denunciar a los traidores, aquellos a quienes había formado se volvieron contra él como si el derecho se volviera del revés."

Más arriba:

"... La tragedia de Lacan hasta el final se exhibió públicamente, se podría tal vez argumentar que Lacan simplemente quería obtener reconocimiento, que esperaba que aquellos a quienes había formado y capacitado reconociesen su deuda para con él. Y cuando no lo hicieron, cuando fue evidente que no estaban a la altura de sus responsabilidades, entonces Lacan y los lacanianos los atacaron con la mayor violencia y los tildaron de ingratos y traidores." 8

Nos hace partícipes:

"Mientras estuve en París, desde 1973 a 1977, con algunos de mis amigos pensábamos que Lacan era el tipo de hombre que no consentiría en retirarse elegantemente, que no iba a permitir que lo sacaran con viento fresco. A pesar de todas las intenciones y propósitos, eso fue lo que sucedió."

/.../ "En 1979 tuve una breve entrevista con él y me quedó la sensación de que le faltaban la lucidez y concentración que antes había tenido. Y sin embargo continuó trabajando hasta julio de 1981. Algunos autores ponen el acento en este período de su vida con el fin de desacreditarlo, mientras que yo prefiero leerlo como el último acto de la tragedia de Lacan." 9

El autor, insisto, explicita se posición, su lectura, su conclusión. Mi pregunta: ¿Cómo voy a hacer para leer una lectura? ¿Como un alumno lee la clase de un profesor? O (no es contradictorio con lo anterior), a la manera del discurso de la histérica que al dirigirse al amo descubre su castración, la de él y la de ella? O, quizá (tampoco es excluyente), haya algún resquicio para que el saber del texto ocupe el lugar de la verdad, como en el discurso del analista?

Mi primera ocurrencia con respecto a este texto es anotar el punto de partida para asentar la tesis de la ingratitud: el año 1981, y una carta con la exigencia de Lacan, para que se definan por él o contra él.. Al elegir este punto de partida, privilegia esa carta por encima de la Carta de disolución de la Escuela Freudiana de París, del año anterior. En aquella carta Lacan no pide reconocimiento ni amor. Pero hace un llamado. Demanda. El autor argumenta que toda demanda es demanda de amor. Esa carta anterior, tiene un agradecimiento explícito de Lacan a los miembros de la Escuela. Ese agradecimiento de alguna forma cuestiona la tesis del libro. El libro se esfuerza en la linealidad, y omite poner de relieve las contradicciones lógicas. No obstante, me adelanto, sospecho que la escritura del libro no deja de lidiar con ellas, hasta que el analista norteamericano encuentre su propia solución, singular por cierto.

En la carta no citada directamente, hay dos anuncios; el segundo anula en parte, al primero. Lacan disuelve, lo dice con un juego de palabras inequívoco, en 1980. Y a renglón seguido llama a asociarse de nuevo, porque quiere aprovechar la experiencia que agradece:

"Hay un problema en la Escuela. /.../

"Este problema demuestra serlo por tener una solución [solution]: es la dis [digo] – la digosolución, la disolución [dissolution].

/.../

"Que baste con que se marche uno para que todos queden libres, esto es, en mi nudo borromeo, verdadero para cada uno, es preciso que en mi Escuela lo haga yo.

Me resuelvo a ello porque funcionaría, si yo no me le atravesase, a contrapelo de aquello para lo cual la fundé.

/.../

Por eso disuelvo. Y no me quejo de los susodichos "miembros de la Escuela freudiana" – antes bien les estoy agradecido, por haber sido por ellos enseñado, donde yo, por mi parte, fracasé – es decir, me embrollé.

Esta enseñanza es preciosa para mí. La aprovecho.

***

Dicho de otra manera, persevero.

Y llamo a asociarse de nuevo a quienes, en este enero de 1980, quieran proseguir con Lacan.

/.../ Si yo persevero/padre-severo [persevere/pere-severe], es porque la experiencia llevada a cabo reclama una contra-experiencia que compense.

/.../ No necesito mucha gente. Y hay gente a la que no necesito." 10

Arriba hice notar mi primera ocurrencia, con respecto a esta carta elidida. Tengo una segunda anotación: el autor pasa por alto que Lacan persevera, como padre severo. La alusión al padre también complicaría la argumentación:

Al disolver la Escuela Freudiana, Lacan puso fin al psicodrama edípico que algunos querían poner en escena. 11

En el capítulo 5, el autor retomará el tema de la disolución; vuelve a mencionar una carta de Lacan, una declaración "digna del Rey Lear". Allí, "expresó que la cuestión era si aún sus estudiantes lo amaban o no". El norteamericano se lamenta de que las cosas hayan llegado hasta ese punto, "o mejor dicho, que siempre había sido así". Pero en su movimiento retórico la ficción llevará el lamento a otra parte. El analizante se aleja, toma cierta distancia del modelo del Rey Lear.

"Mi reacción personal, cuando me enteré sobre la lucha por unas cartas que leí, fue permanecer lo más lejos posible." 12

Además, Schneiderman compara al Rey Lear con el Próspero de "La tempestad", en función de cómo decidió cada uno de ellos retirarse, y en ambos casos se trata de legados paternos. Tal vez pueda relegarse este hecho, de que en la tragedia ambos protagonistas sean padres, para no caer en una simplificación por el lado de lo edípico. Pero entonces habría que explicar la lógica de la sucesión y la transmisión, sin tener en cuenta la función paterna. Si lo lográramos, nos quedaría dislocada la afirmación de Lacan: yo padre severo.

Con algo de curiosidad vayamos a la tragedia. Habla el Rey a sus hijas (Gonerila, Regania y Cordelia), en el momento de retirarse:

Lear.-/.../ Decidme hijas mías, ya que es ahora nuestra voluntad despojarnos de todo, autoridad, intereses del territorio, cuidados del gobierno: ¿cuál de vosotras, decidnos, nos ama más? Que nuestra mayor largueza se extienda sobre aquella cuyos sentimientos naturales merezcan mayor galardón. Gonerila, primogénita nuestra, habla primero.

Gonerila.- Señor, os amo más que cuanto puedan expresar las palabras; más que a la luz de mis ojos, que al espacio y que a la libertad; por encima de todo lo que pueda evaluarse, rico o raro; no menos que a la vida dotada de gracia, salud, belleza y honor; tanto como ningún hijo amó nunca a su padre, ni padre fue amado. Es un amor el mío que deja pobre el aliento e insuficiente el discurso. Os amo por sobre todo cuanto admite ponderación.

/..../

Regania.- /.../, pues yo me declaro enemiga de cualquier otro goce que pudiera embargar mis sentidos, y siento que únicamente soy feliz con el amor de vuestra estimada Alteza.

La hija menor es desheredada porque ante la orden de hablar, responde: Nada, monseñor. Y agrega, a fuerza de sinceridad, que no lo amará más de lo que su deber de hija le imponga. Así desata la ira de su padre, quien la deshereda con estas palabras:

Lear.- ... Tu franqueza sea entonces tu dote; /.../ por todos los influjos de los astros conforme a los cuales somos y dejamos de existir, abdico de todo cuidado paternal, parentesco e identidad de sangre, y desde ahora por siempre jamás te consideraré como extraña a mí y a mi corazón. 13

Copié los diálogos del comienzo de la tragedia del Rey Lear. Lear reparte su reino entre las dos hijas que declaran amarlo. Ellas lo traicionarán. Pero no pasa por ahí la semejanza señalada en el texto de Schneiderman, aunque más no sea porque Lacan no abdica como sí lo hace el Rey Lear. Pareciera que el paralelo está fundado en la posición de los hijos y súbditos ingratos, y no en la posición de los padres. Son ellos los ingratos. ¿Por qué la tragedia sería la de Lacan? Lacan no fue ingrato con Freud. Con respecto a esto, Schneiderman adopta una explicación: esa fue su maldición.

Podríamos decir que la maldición de Lacan fue ser freudiano, insistir en una descendencia espiritual, y que no quiso transmitir esa maldición a sus seguidores. 14

Acá nos topamos con una corolario de este argumento, para quienes aman a Lacan, como seguidores: es una maldición ser lacaniano.

Pero sigamos. Nuestro autor interpreta la diferencia entre el personaje Lear y Lacan: "Lear no murió por querer morir sino que resistió hasta el final." En cambio, Lacan se sometió al deseo de muerte: "... el deseo de morir se representa mejor cuando la muerte se mantiene a distancia." Entonces, ¿la exigencia de amor, el deber de gratitud, no queda del lado de los discípulos, incluido Stuart Schneiderman? ¿Por qué la ingratitud sería la tragedia de Lacan? Por ahora encuentro una única respuesta: de alguna manera, en alguna parte, no como individuo sino como sujeto, Lacan al igual que el Rey Lear no quiso morir. Además la ingratitud, repito, es un problema de los vivos. ¿Para qué insiste el autor en todo lo que le debemos a Lacan? Y le atribuye además una demanda de amor. Amor con amor se paga. Pareciera que para los hijos los padres no mueren cuando ellos quieren sino cuando los hijos terminan de hacer las cuentas, y ya no le preguntan al muerto qué decía...

Voy a citar nuevamente al mismo autor, escribiendo en primera persona.

¿Tal vez yo sea neurótico y quiera que ustedes compartan mi neurosis?

Si lo soy, ustedes podrían aconsejarme que haga unas cuantas sesiones de psicoanálisis para resolver mis conflictos internos. ¿Por qué no? Por supuesto, Lacan fue mi analista y mi análisis finalizó hace varios años. Además, Lacan está muerto y, si yo quisiera volver a él para hacerle alguna pregunta, sólo podría lograrlo en una ficción o en un sueño. 15

El texto conduce a conjeturar que el norteamericano vuelve a Lacan para hacerle algunas preguntas. Juguemos a que Stuart está en el momento de escribir esto, en el lugar de Miranda, la hija de Próspero. Ambos se hallan en la isla donde llegaron, luego de ser echados al mar por el usurpador del ducado de Milán, hermano de Próspero. Pasados 12 años de vivir aislados del mundo, Próspero le revela a su hija la traición de que fuera objeto. Ella escucha y pregunta los detalles. Luego, Próspero, gracias a su conocimiento de las artes liberales y el manejo de las ciencias ocultas consigue sus propósitos. Perdona a sus enemigos, después de vencerlos. Propicia el casamiento de su hija. Por último, según declara, se retirará a Milán, donde "de cada tres de mis pensamientos, uno se consagrará a mi tumba". Último acto:

Próspero.- /.../ He inflamado el trueno de fragor espantable y henchido la robusta encina de Júpiter con su propio rayo. Conmoví los promontorios sobre sus sólidas bases y arranqué de raíz el pino y el cedro. A mi mando se han abierto las tumbas, han despertado a sus durmientes, y los han dejado partir, gracias a mi arte potentísimo. Pero aquí abjuro de mi negra magia; y cuando haya conseguido una música celeste, como ahora reclamo, para que el hechizo aéreo obre según mis fines sobre los sentidos de esos hombres, romperé mi varita mágica, la sepultaré muchas brazas bajo tierra, y a una profundidad mayor de la que pueda alcanzar la sonda, sumergiré mi libro. 16

Retomo. Schneiderman "en sus apresuradas notas", comparó la tragedia de Lacan con la del Rey Lear. En el último capítulo dirá que va a terminar esa historia con la muerte del Rey Lear. ¿Terminará también ahí su gratitud, con eso que ofrece como homenaje? Antes había juzgado que

/.../ lo que aquí nos interesa es cómo una tragedia se puede transformar en una comedia o en un romance: en el sentido shakespereano del género romántico. He querido mostrar cómo un Lear puede convertirse en un Próspero,... 17

Volveremos sobre el tema cuando tratemos el problema de la ética. No obstante adelanto: para el autor, el fin de análisis se da en la posición de Próspero. O sea, más allá de cómo interprete el deseo de Lacan y su tragedia, el trayecto del libro se debate entre el amor declarado hacia su analista y el juicio crítico. ¿Sería Lacan quien al no alcanzar la posición de Próspero no habría terminado su análisis, o el propio autor de estas notas? Es probable que haya estado luchando un tiempo con lo percibido como ingratitud propia.

La ingratitud o desagradecimiento, al diccionario me remito, significa el olvido o desprecio de los beneficios recibidos.

 

3 – La demanda de amor

Retomo la pregunta dejada en suspenso. ¿Por qué el analista cobra caro? En principio, porque resulta penoso para el analizante vérselas con la ingratitud. El analista no demanda amor. Sólo honorarios. Por eso también, quien "trabaja" es el analizante. Según la calidad de su trabajo será el beneficio que obtenga. ¿Y por qué paga el analizante si trabaja? ¿Sólo para no sentirse en deuda? No, el analizante trabaja cómo la histérica en su discurso. Desde esa posición, le demanda al amo saber. De ahí que se diga: el trabajo analítico comienza cuando el analizante está en el discurso de la histérica, ocupando el lugar de agente. En ese discurso lo producido es saber. El analizante puede creer que paga ese saber que supuestamente tendría el amo.

Entonces, propongo poner a jugar la cuestión de la gratitud – ingratitud con relación al goce de un saber. En el discurso del Amo, el goce de un saber (S2), produce un objeto: a, como plus de gozar. Quienes participan de ese saber, como miembros de una organización de masas, están en situación de participar también de ese goce. Y es por ese goce que se sienten en deuda con el amo, cuando ese plus de goce, producido por el trabajo del saber, queda registrado en el haber del narcisismo. No es lo esperable de un análisis. Pero dejemos esto por ahora. Voy a remarcar una diferencia: el trabajo del saber, en la repetición, no es lo mismo que el trabajo del psicoanalista, por el cual, cobra. El analista trabaja y cobra, pero no para que el analizante trabaje, sino para que el saber del inconsciente trabaje, como medio de producir goce. El analista trabaja en el reverso del discurso del amo. Ya lo he dicho, (se impacienta Lacan):

/.../ el trabajo es para mí y el plus de goce para ustedes.

/.../ Si el analista trata de ocupar este lugar arriba a la izquierda que determina su discurso, es precisamente porque no está ahí en absoluto, por sí mismo. Es ahí donde estaba el plus de goce, el gozar del otro, adonde yo, en tanto profiero el acto psicoanalítico, debo llegar. 18

El gozar del otro estaba en el "a". El medio de producir "a", es asociar libremente, dejar hablar al saber del inconsciente. 19

Voy a retomar el tema. Por ahora retengo esto: el analista trabaja. Da vuelta los discursos, por los que se fue dejando envolver, los pone del revés.

En resumen: el analista no está ahí para ser amado, sino para que el analizante ame. Se le paga con dinero. Si hay que pagarle con amor, debido a un sentimiento de gratitud, ya no se trata del analista en su función.

De nuevo al diccionario. Gratitud: Sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera.

¿Y qué pasó? Schneiderman nos presenta a un Lacan, analista y hombre, que le hubiera creado obligaciones. Puede ser por lo siguiente: para el autor su homenaje encierra un distanciamiento del hombre al que amó. En el momento de rememorar su análisis, hace las cuentas con Lacan. O, en el momento de hacer las cuentas con Lacan, rememora su análisis. Lo identifica en su posición con el Rey Lear. A nivel del ideal Schneiderman elige a Próspero. ¿No es ese un signo de ingratitud para un amante? Me inclino a sostener en mi lectura, esa explicación. En el mismo movimiento, se decide por Próspero y acaba con la tragedia de Lacan, tragedia que no aceptó hacer suya.

 

Siguiendo el texto de Schneiderman, su tesis sobre la tragedia de Lacan, nos alejamos del consultorio. Fue así porque tomando el hilo de la ingratitud, el autor nos llevó a la demanda de amor.

¿Cómo separar el tema de los honorarios del analista del de la demanda? Porque, cuando el analista comunica lo que cobra, muestra una de sus cartas. ¿Eso implica una demanda? El riesgo de que la demanda quede del lado del analista no puede descartarse con una fórmula. No hay exorcismo que garantice al futuro analizante esto: su analista no podrá ser engañado por el llamado del amor. Si el analista cobra, no atiende por amor. Entonces, atiende por interés. Por dinero. Necesita del paciente. Estamos nuevamente en la ruta de la demanda.

Con respecto al manejo del dinero por Lacan circulan muchas anécdotas. Recuerdo cómo lo refirió Allouch en una de sus clases en Buenos Aires (así lo escuché). Lacan abría el cajón lleno de billetes metidos de cualquier manera, para guardar lo que acababa de cobrar. Así exhibía sin recato alguno que no le hacía falta lo que se le daba, para él equivalía a una gota en el mar. Si el analizante interrumpía su análisis, eso no afectaría las finanzas del analista. El artificio, por ostensible, delataba la falsedad del mensaje, por eso era eficaz.

Ahora, leamos cómo expone el norteamericano este tema:

Daré algunos ejemplos de la técnica de Lacan para que no quede ninguna ambigüedad. Uno de sus gestos más interesantes y exasperantes era disponer pilas de billetes en su escritorio para clasificarlos y contarlos. Podría pensarse que ésta es la imagen del avaro que cuenta su dinero. Y dentro de la transferencia una interpretación adecuada del analizado sería que al analista sólo le interesa el dinero y sólo recibe a sus pacientes porque le pagan. Probablemente esta interpretación es reconocible para cualquiera que ha tenido cierta experiencia en análisis.

El gesto de Lacan hace evocar una imagen y una interpretación. Abre una pregunta en el analizante. No es una demanda. La demanda se caracteriza por su incondicionalidad. No está condicionada a satisfacer algo, de una determinada manera. Es demanda de presencia o de ausencia: de amor. Eso es lo que la distingue de las necesidades. Desde los comienzos Lacan enseñó a distinguir necesidad, demanda, deseo. En el nivel de la demanda, hay un ofrecimiento. Uno ofrece un pedido para ser atendido. El avaro que imagina este analizante, cuenta billetes; ni acepta ni rechaza. El gesto no es de demanda. Despierta curiosidad. Y nuevamente el analizante se pregunta por lo que quiere decir, y ya pasa al terreno del deseo, busca la interpretación:

Entonces, ¿es eso lo que Lacan quería decir con este gesto? Otra forma de interpretarlo es ver que el analista, que quiere demostrar que tiene mucho dinero, como era el caso de Lacan, también quiere decirle a su paciente que no lo hace por dinero. En términos de deseo, aquel que tiene mucho dinero obviamente no quiere dinero, su deseo no se puede contar en miles de francos. Lo que Lacan decía es que la verdadera cuestión no es a quién ama o no ama, sino lo que desea. ¿Qué desea entonces, como analista representando el rol del magnífico Otro? Esta es la pregunta que el gesto plantea, y el analizado no quiere escucharla. El desarrollo del análisis lleva del reconocimiento de que el analista quiere algo a que el analizado le diga lo que él, el analista, quiere. Una vez que el analizado se expresa en estos términos, entonces el analista interpreta para dar a entender que él desea, pero lo que desea no es eso.

¿Por qué en este caso Lacan hacía un gesto en lugar de ofrecer una interpretación? La razón, como yo lo veo, es que el dinero, aunque pueda ser un tema muy interesante para el analizado, no es lo que realmente se cuestiona. Lo que interesa es la cantidad de posibles obstáculos en la senda para plantear la cuestión del deseo. 20

El autor-analizante se pregunta por el significado del gesto de su analista. En principio obtiene dos respuestas, una anula a la otra: lo hace por dinero, no lo hace por dinero. Así llega a replantear el problema: ¿Qué desea entonces, como analista representando el rol del magnífico Otro? Esta es la pregunta que el gesto plantea, y el analizado no quiere escucharla.

En este fragmento, insiste la posición de interrogarse por el deseo del analista, no por el deseo del Otro, sino por el deseo de ese magnífico Otro, representado por Lacan en la transferencia para el analizante. Magnífico puede ser un significante cualquiera, pero en relación al dinero no es cualquier significante.

El significado de magnífico es grande, espléndido, suntuoso. También se refiere a un título de honor. Pero lo magnífico es su etimología. La comparte con magnetismo. Por allí desembocamos en la transferencia, nuevamente en el amor.

¿Cómo uno va a cobrar por amar o por ser amado? Estar advertido de la falta de reciprocidad en el análisis ayuda a la posición del analista, pero puede llevarlo a la zona del sadismo. En principio, para que no haya dudas, mejor cobrar caro y en dinero, sin esperar reconocimiento. Y después...

Siendo el dinero un significante, ¿por qué Lacan lo ofrecía impúdicamente como mirada?

4 - La carta robada

En la próxima clase vamos a ver qué sucedía con el pago de las sesiones según el relato de Pierre Rey y Betty Milan. Pero para avanzar un poquito: cuando Pierre Rey consulta, estaba fundido económicamente, había perdido casi todo en el juego. Sin embargo, Lacan no tomaba en cuenta la situación del paciente en el momento de cobrar o de citar para el día siguiente, todos los días de la semana. Y le cobraba muy bien.

Otra vez: ¿por qué un analista cobra caro?

Voy a traer aquí referencias del propio Lacan. En su clase del 26 de abril de 1955, está analizando el cuento de Edgar Alan Poe, "La carta robada". Con respecto a quienes van al consultorio "a confiarnos su verdad", afirma taxativamente:

"Estos sujetos nos relatan sagradas historias, y por este hecho no estamos en absoluto en el orden de lo sagrado y del sacrificio. Todos sabemos que el dinero no sirve simplemente para comprar objetos, sino que los precios, que en nuestra civilización están calculados al centavo, tienen por función amortizar algo infinitamente más peligroso que el pagar con moneda: deberle algo a alguien." 21

Sagrado: deriva de santo, augusto y sacrificio es un término de la familia.

No puedo menos que recordar sumariamente la historia del cuento. Encierra dos situaciones que debemos explicar para desplegar el tema de los honorarios.

Primero el cuento.

Un ministro D., hombre sin escrúpulos, roba a la Reina una carta. Ella había sido interrumpida por el Rey y sorprendida luego por el ladrón cuando trataba de ocultarla dejándola sobre su mesa distraídamente.

El prefecto de policía ha sido encargado por la Reina, de buscarla, y devolverla a su dueña, víctima de extorsión. Usa los métodos habituales de registro minucioso. No la encuentra. Le pide ayuda a Dupin.

Dupin, estudioso, investiga, resuelve el tema. Antes de entregar la carta al Prefecto, cobra sus buenos honorarios. Aquí me voy a detener. Aunque no dejo de anotar una situación sugestiva en el relato. Antes de entregar la carta, Dupin se había dado un pequeño gusto. Había sustituido la carta robada por otra. En la falsa, que ocupaba el lugar de la robada en casa del ministro, había escrito un mensaje, gozando por anticipado, imaginando la furia que despertaría en el ladrón. ¿Para qué lo hizo?

Copia estos versos:

"Un designio tan funesto/ si no es digno de Atreo, es digno de Tiestes".

Se refiere a una saga. Atreo odiaba a su hermano Tiestes, que había seducido a su mujer. Se vengó matando al hijo de aquel y se lo sirvió en banquete. Fue muerto por el hijo de aquel y su propia hija.

De ese modo, Dupin queda, casi sobre el final, involucrado en la trama de la historia. Entonces, dos preguntas: ¿Por qué le deja ese mensaje al ladrón? ¿Por qué cobra recompensa en dinero? Lacan las responde más o menos así.

Dupin cobra para no quedar atrapado en el circuito de quienes en posesión de la carta, quedan "poseídos" por ella. Obligados a callar: su valor reside en ser una verdad que no puede ser publicada, porque si se conociera su contenido, perdería su importancia. Confiere poder a su dueño mientras no se use, y constituya una amenaza. Opera una significación: feminiza al poseedor, porque no puede hablar de ella.

La carta tiene un significado: el estar oculto mientras circula. Las propiedades del objeto no tienen relevancia, el contenido del mensaje es desconocido.

Su valor de verdad reside en el hecho de la significación que realiza: su poder reside en que el significado, en tanto referente, falte.

Dupin, poco antes de pedir el cheque de 50.000 francos por sus servicios, introduce una historia. Atribuye una respuesta a un médico inglés a quien un avaro rico pretende, explicándole ciertos síntomas, en medio de un reunión social, obtener gratuitamente un consejo.

"Lo que yo le aconsejaría – repuso Abenethy – es que consultar a un médico". 22

Comenta Lacan:

¿No estaríamos en efecto justificados para sentirnos aludidos cuando se trata tal vez para Dupin de retirarse por su parte del circuito simbólico de la carta – nosotros que nos hacemos emisarios de todas las cartas robadas que por algún tiempo por lo menos estarán con nosotros "en sufrimiento" (en souffrance) en la transferencia? ¿Y no es la responsabilidad que implica su transferencia la que neutralizamos haciéndola equivaler al significante más aniquilador que ha de toda significación, a saber el dinero?" 23

La neutralidad del analista en la transferencia está referida en Freud a la no elección de los resultados del análisis.

La significación en el psicoanálisis de Lacan, en sentido estricto es la significación del falo. El falo es el significante de la falta de significado, designa en su conjunto los efectos de significado".

/.../ el significante tiene función activa en la determinación de los efectos en que lo significable aparece como sufriendo su marca, convirtiéndose por medio de esta pasión en el significado". 24

El falo tiene una función: aniquila el sentido, instaurando su posibilidad. La significación apunta a la verdad, divide al sujeto. Por eso, al cobrar el dinero, la verdad de Dupin queda por fuera del juego. Y sin embargo, el personaje no resiste la tentación de cometer su venganza, y obtener así una satisfacción suplementaria. ¿Por qué?

Sigo la explicación de Lacan. Él califica el acto de "explosión pasional". Cuando la realiza, Dupin ya había identificado a la carta. Estaba a la vista, colgada sobre la chimenea". Prepara la propia, "experimenta una rabia manifiestamente femenina". Es efecto de ser poseído por la carta.

¿Qué queda del significante, -arroja Lacan- cuando ya no tiene significación? Ya está invalidada cuando sale de las manos del Ministro. Entonces, del significante, queda la presencia de la muerte. Al final, nos llegan las facturas, "hay que pagar las consecuencias de los propios actos".

Queda por señalar algo, y luego abandonar el tema a la vista de quien quiera verlo.

¿Cuál es la posición del analista, depositario de las cartas robadas desviadas de su trayecto, esas cartas traídas por el correo de la transferencia? ¿Cuál es su posición con respecto al saber inconsciente?

El analista no cobra para abrir las cartas, chusmear, investigar. ¿Cobra por guardarlas, aceptarlas?

Notas

1 Freud, S.: Sobre la iniciación del tratamiento. Amorrortu Ed. Buenos Aires, 1980. XII. Pág. 128.

2 Ídem, pág. 133

3 Schneiderman, Stuart. Op. cit. pág. 69.

4 Schneiderman, pág. 18.

5 Schneiderman. Pág. 9.

6 Ídem. Pág. 189.

7 Ibidem. Pág. 29.

8 Op. Cit. Pág. 31

9 Ídem. Pág. 30

10 Lacan. Carta de disolución. Revista Escansión Nro. 1. Argentina. Julio 1989

11 ídem. Pág. 35.

12 Ibidem. Pág. 102

13 Shakesperare, W: Obras Completas. El Rey Lear. Tomo II. Ed. Aguilar. Madrid 1988. Pág. 549/50

14 S. Schneiderman. Pág. 103

15 Op. Cit. Pág. 14.

16 Shakesperare, W. La tempestad. Acto quiento. Aguilar. Tomo II. Pág. 1017.

17 Schneiderman. Op. Cit. pág. 176

18 Lacan, J. El seminario. Libro 17. Piados, Argentina. 1992. pág. 55.

19 Ver clase.

20 Schneiderman, pág.132/3

21 Lacan, J: El seminario. 2. Piados. Barcelona. España. 1983. Pág. 306

22 Poe, Edgar A. Cuentos completos. Tomo 2. Alianza edit. Madrid. 1989. Pág. 525.

23 Lacan, J. Seminario de la carta robada. Escritos II. S XXI edit. México. 1976. Pág. 37.

24 Ídem. Escritos I. La significación del falo. Pág. 282.

 


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