Seminario
En el consultorio de
Lacan ...
(Acerca de
las novelas de los analizantes de Lacan)
Lectura psicoanalítica
wwww.edupsi.com/consultorio
consultorio@edupsi.com
Organizado por : PsicoMundo
Dirigido por : Rebeca Hillert
Clase 5
La interpretación
Transferir clase en archivo
.doc de Word para Windows
La clase de hoy aborda este difícil tópico, siguiendo los textos. No pretendo un desarrollo lógico ni una teoría de la interpretación.
1 Enigma y cita
Lacan interpreta un sueño. Veamos cómo:
¿Y yo qué voy a contarte, caballero? Te diré que te he visto, allí donde no brilla la Osa Mayor sino la Cruz del Sur, y donde crecen las bananas enanas, violetas a pintitas o color de sol, entre un piar de pajaritos a cuál más raro?
Dígame repitió, interrumpiéndome el pensar
Lo único que tengo para contarle es que lo vi.
¿Dónde? preguntó sorprendido.
Soñando. Usted estaba en mi tierra, subido a un árbol de mangos y comiendo zapote, y yo, sobre otra rama, tomaba guaraná, nuestra bebida nacional. Nos divertíamos en compañía de un ángel retinto coronado de hojas de ipé. Usted silabeaba nombres de frutas, ca-ram-bo-la, ma-ra-cu-já, a-ba-ca-xi. Apenas decía ca de carambola, un loro se posaba. Decía ram, y otro. Ararajubas, araras rojos, jandaias giraban a su alrededor picoteando el zapote. "Deme, deme, quiero uno", le decían, y usted los alimentaba como podía, repitiendo: "La que me quiso me llevó, la que me quiso me llevó, me llevó..." Y después se voló, acompañado por el ángel y seguido de papagayos y periquitos verdes.
¡A mejor mundo me habré ido! exclamó. 1
La interpretación se hace en transferencia. El analista ya estaba en el contenido manifiesto del sueño. ¿Pero cómo? Lo dicho no apunta a ninguna resistencia ni a ningún afecto. El sentimiento se desprenderá para el analizante de lo enunciado.
Lacan, recurriendo al matema del discurso del analista, explica.
"Para el analizante que está ahí, en el $, el contenido (latente) es su saber. Estamos ahí para conseguir que sepa todo lo que no sabe sabiéndolo. Esto es el inconsciente. Para el psicoanalista, el contenido latente está del otro lado, en S1. Para él el contenido latente es la interpretación que va a hacer, en tanto es, no ese saber que descubrimos en el sujeto, sino lo que se añade para darle un sentido. Esta observación podrá resultarle útil a algunos psicoanalistas." 2
Discurso del analista
Vamos a anotar: para el psicoanalista y para el analizante, el contenido latente no está en el mismo lugar. Para el analista está en el lugar de la producción, para el analizante en el lugar de la verdad. Como el matema está escrito de manera que entre la producción y el saber hay disyunción, la consecuencia es que el analista no completa ni devela el saber del inconsciente del analizante.
El S1, en el fragmento citado, es la frase: ¡A mejor mundo me habré ido! El saber, S2, es el inconsciente trabajado en el texto del sueño. Se trata, conjeturo, por la repetición en el enunciado, de un movimiento de ir y venir, posarse y volar, picotear.
Para recordar, estos son los lugares en el discurso.
Entonces, el analista agrega o resta. Para que tenga sentido lo que el analizante dice. Con lo cual no se produce ni superposición ni complemento. Cuando hay complementación y no encuentro, se produce la resistencia. ¿Por qué? Es como un cerrarse de la boca sin aberturas.
En el sueño trascripto, Lacan vuela por el cielo con un ángel, o sea: el sueño quiere decir que está en el cielo, ha ido a mejor mundo. Es mejor ese mundo porque así lo dice el relato de Seriema. Lacan ha muerto.
Veamos ahora qué forma toma la interpretación. Se trata de una frase exclamativa. Es una afirmación pero dada como una suposición: "me habré ido". Está en primera persona. Así el analista queda implicado en lo que dice sin prólogos del tipo: "parecería...."; usted cree que..."; "quizá le gustaría verme muerto". Es importante, distinguir la duda de la conjetura o suposición. Lacan no tiene un modo obsesivo de proceder cuando analiza. Esto lo pone en consonancia con lo que podríamos llamar una gramática acorde al deseo.
La interpretación: ¡A mejor mundo me habré ido!, es un enigma, hay que completarlo también. Ponerlo en un contexto, agregarle un enunciado, para que la enunciación revele el lugar desde donde el enunciado se escucha. Es una enunciación, un medio decir. Da sentido al enunciado, pero no lo dice todo.
No lo dice todo porque por estructura es imposible. Pero eso es así, lo quiera o no el analista; lo acepte o no. Lo interesante en la interpretación es que habilita al analizante a continuar asociando, despierta en él sentimientos o los libera. No lo cierra en una comprensión. Es decir: ni cierra, ni explica.
Seriema, brasilera, estaba analizándose en París.
El capítulo donde relata el sueño comienza hablando de un viaje que va a hacer, de vacaciones. Lo hace, y lo trascripto pertenece a la sesión de su regreso.
Siempre añorando Brasil; al Doctor, se lo llevaría, muerto, únicamente.
Un análisis imposible, había escrito en otro lugar. Eso es lo que quería. De vacaciones. Y que el maná caiga del cielo, como fantaseó en alguna parte.
Dos formas puede adquirir la interpretación, desde el momento que no puede decirlo todo: enigma o cita.
El enigma es una enunciación sin enunciado. La cita, un enunciado sin enunciación.
En las novelas, encontré interpretaciones en forma de enigma. Busquemos una cita. En la cita se apela al autor. La cita más pura consiste en repetir lo dicho por el analizante. Pero puede tener otra forma, cómo la insistencia, para que quien habla sea quien se escuche, quien se cite a sí mismo. Así ocurre en la siguiente sesión de Seriema; el día anterior le había parecido ver ratas en el edificio donde se alojaba. La portera lo desmintió:
Son ideas suyas y así diciendo se marchó.
Cómo hubiera querido que ya fuera mañana, para contárselo al Doctor, que una vez más me escucharía sin casi hacerse oír.
Esta frase presenta de manera muy expresiva el estilo de intervención de Lacan: "me escucharía sin casi hacerse oír". Todo lo contrario a un político o a un educador. Sigo:
¡Una alucinación! exclamé, no bien hube llegado, escudándome en el saber psiquiátrico para no ser de loca rotulada.
¿cómo? preguntó el hombre como quien se interesa, pero que en modo alguno se sorprende.
Sí, sí repetí, sugiriendo la gravedad de lo ocurrido.
¿Y qué fue exactamente lo que vio?
Ratas. Pero no había nada.
¿Qué cosa?
Ratas, le digo. Una rata o dos.
¿Cómo? se atrevió a insistir, como si ahora sí estuviese sorprendido, diciéndose tal vez que se hallaba en presencia de la mujer de las ratas, como Freud lo estuviera del hombre.
Una ra-ta balbuceé, descomponiendo sin querer la palabra y oyendo así la primera sílaba del nombre que evité pronunciar desde mi adolescencia: Ra-ji.
Diga, diga insistió el Doctor con aire imperativo.
Raji, el nombre de mi padre.
Llegados a este punto se levantó. Que me las arreglara como mejor pudiese con la palabra o el nombre de los que tanto huyera, ahora materializados en una rata imaginaria. Había llegado el momento de habérmelas con mi padre. 3
Ahí arriba, una cita como interpretación. La sorpresa y el efecto provienen de que quien enuncia, se cita. Cito a mi vez:
"El enigma es la enunciación con el enunciado, espabílense. La cita es: yo planteo el enunciado, y el resto, es el sólido apoyo que ustedes encuentran en el nombre del autor, cuya carga les endoso." 4
Es de la carga, que se hace cargo quien habla. El caso mencionado, es del nombre propio del padre, citado en la interpretación, de que tiene que ocuparse la autora de la cita. Y:
"A su manera, la cita es también un medio decir. Es un enunciado del que os indican que sólo pued e admitirse en la medida que ya participáis de cierto discurso..."
¿Y qué mejor participación que repetirse, en la propia cita?.
Cita y enigma son formas del medio decir, y es por eso que pueden vehiculizar una interpretación:
"La interpretación quienes la usan se dan cuenta se establece a menudo por medio del enigma. Enigma recogido, en la medida de lo posible, en la trama del discurso del psicoanalizante y que uno, el intérprete, no puede de ningún modo completar por sí mismo, no puede, sin mentir, considerarlo como algo efectivamente manifestado. Cita, por otra parte, tomada a veces del mismo texto, de tal enunciado. Así es que puede pasar por algo efectivamente manifestado, sólo conque se le adjunte todo el contexto. Pero entonces uno apela a su autor." 5
Subrayo: "uno no puede de ningún modo completar por sí mismo". Es valiosa esta enseñanza, Lacan no se erige en conductor, no hace interpretaciones desde su saber.
Hay una diferencia entre el enigma y la cita. Sólo esta última es algo "efectivamente manifestado" .
Esto tiene sus consecuencias. Cuando interpretamos, y nos descubrimos mostrando lo que al otro le sucede, nos apartamos de nuestra función. Ahí podríamos detenernos y dar paso a la única palabra que dirige el curso de las asociaciones llevando al saber al lugar de la verdad.
"Un saber en tanto verdad esto define lo que debe ser la estructura de lo que se llama una interpretación." 6
Ese saber, S2, está en el lugar de la verdad en el discurso del analista. Recordemos que cada letra tiene diversas funciones según el lugar que ocupe en el discurso de que se trate. Por ejemplo, S2, en el discurso del amo, funciona como el saber del esclavo.
2 Interpretación en transferencia
Habíamos anotado que la interpretación se hace en transferencia. Nos detend remos en ese punto.
"Ya no me empeñaba en seducir, como tampoco en demostrar, en aspirar, en rivalizar.
Tengo que decir que poco antes me administró una lección magistral. Cierta tarde, exasperado por alguno de sus silencios o tal vez por una de sus raras intervenciones -, le solté rabiosamente:
- ¿Imagina acaso que no soy tan inteligente como usted?
Me miró con una mansedumbre que desarmaba, lanzó un suspiro de fin del mundo y murmuró:
- ¿Quién le ha dicho lo contrario?
Se acabó el adversario: KO."
Lo contrario a no ser tan inteligente, es ser tan inteligente. ¿Y quién le ha dicho que es tan inteligente, Pierre Rey? Si se la cree, cosas suya, para qué discute con Lacan. Y, el engreimiento conjugado con la rivalidad, también es algo suyo, mi querido escritor... Eso parece que dijera. Hay que considerar el tono de voz. El cuidado puesto por Lacan para que no suene a beligerante, sino a blando y apacible.
Una interpretación enigmática. La enunciación: "quién, yo no...".
Estudiemos su relación con la transferencia.
Ya desde su forma, está corrida de toda relación dual, especular: quién, cómo: pregunta, no confronta.
Con respecto a la transferencia, en "La dirección de la cura", Lacan realiza una crítica en tres direcciones. Las tres direcciones en que se imponía la cura por ese entonces... 1958.
- Primero: el punto de vista gentecita y de interpretación de las defensas.
- Segundo: las teorías centradas en la relación de objeto.
- Tercero: las que dan cuenta de la cura como introyección itersubjetiva.
Vayamos al primer punto: el genetismo. Está sostenido sobre la idea de Anna Freud de un desarrollo paralelo y progresivo de las fases libidinales y de los mecanismos de defensa del Yo. Fue rebajado en la práctica, desde una meta de hegemonía del principio de realidad, a un ideal de adaptación social y conformismo. Los seguidores de Anna Freud se deslizan así a una práctica educativa, cuyo patrón de medida está dado por el ego autónomo, libre de conflictos, del analista en último término.
Las intervenciones sobre la transferencia tomadas como resistencia operan por sugestión, ya que son enunciadas desde el poder que detenta el analista, al no desentrañar el efecto de error o engaño inherente a lo que representa, para el analizante, el lugar desde donde su terapeuta le habla. Aquí residiría, lo que Lacan llama, la resistencia del analista.
En cuanto a las teorías que sustentan el punto de vista de la relación objetal, cuyo primer referente es Abraham, Lacan centra su crítica en que ésta consideran la capacidad de amor como dato diagnóstico y pronóstico. Oponen lo pregenital a lo genital para proponer esto último como supremo fin a alcanzar en relación al objeto. Esta concepción contradice las posturas freudianas sobre la sexualidad humana como fundamentalmente infantil. Lacan no concuerda con la idea de que "la genitalidad adulta" que conduce a la reproducción subordine y ordene a la diversidad de las pulsiones. En verdad, para el psicoanálisis, toda pulsión es parcial.
El segundo. Opone el carácter pregenital al genital. La transferencia, como capacidad de amar "mide el acceso a lo real".
El carácter pregenital tiene un aspecto destructivo, incoercible. El carácter genital no deja de ser una petición de principios.
El tercer punto de vista para encarar la transferencia: la relación con el analista es dual. En Strachey por ejemplo, se trata de la identificación con el superyó del analista. Las objeciones que hace Lacan a esta teoría de la cura derivada de los analistas discípulos de Melanie Klein, se centran en que ellos conciben la relación analítica como dual, a al analista como objeto privilegiado sobre el cual recaen en última instancia todas las operaciones fantasmáticas. Lo cual no invalida que se produzcan efectos analíticos, pero a través de una acento y proliferación de lo imaginario.
Si tomamos cualquiera de las tres corrientes, hallamos algo esencialmente en común. En todas ellas el analista dirige al paciente hacia un objetivo de superación, con lo cual no hay forma de escapar de la relación narcisista con otro, el analista como conocedor de los ideales de la salud, por decirlo de alguna forma. Superación de modos de defensa primitivos. Superación de relaciones de objeto pregenitales. Superación de la distancia con el analista en la introyección intersubjetiva.
Amar el bien, suponer que es el bien lo que el analista ofrece, conduce a una relación de a dos en la transferencia.
Pero, para quien se analiza, esa dimensión, dual de la transferencia siempre está presente. No está de más fijarse un poco en cómo trata de hacer algo con eso, otro de los autores que estamos leyendo: Godin.
En los primeros pasos del análisis no cabía ninguna duda, yo do cuanto Lacan decía o hacía tenía el valor de un signo que indicaba la senda: él sabía. Con el progreso de la cura, más tarde, una parte de esta "suposición de saber" caía y dejaba sitio a la ansiedad de lo que esperaba al cabo del camino. Entonces se corporizaba la cuestión de sus intenciones, relacionándose con lo que él Lacan podía desear: "¿Qué quería?". Tal cuestión se insinuaba, insidiosa, y no escatimaba el aplomo o la ingenuidad de que daba pruebas. 7
Lacan le había preguntado en la primera entrevista si sufría de síntomas obsesivos. Pero leamos:
Se había construido me repito como un medio, tal vez, de relativizar el amor de transferencia y de responder a ello; ya que la posición en que Lacan se había ubicado poco a poco le garantizaba un imponente crédito de esta transferencia llamada positiva: le era difícil aligerarse de ello, cosa que se comprobaba a menudo, de distintas maneras.
En esa sesión que ahora evoco yo había dicho una frase a Lacan, y, distraído o en forma soñadora, me había remitido a otra sin relación con mis palabras. La repitió al revés, y yo tuve que rectificar. Esto le ocurría, era otro medio de desplazar el discurso que a veces también daba resultados. Sólo que , bueno, esta vez no dio ninguno, salvo el de sugerirme un posible deslizamiento hacia la sordera. Sobre la vereda conté mi pequeña historia a - ¿cómo llamarlo? aquel que, en facción delante del portón, se proponía recibirla, y de hecho la esperaba. "Se está volviendo un poco duro de oídos, deduje, ya no oye muy bien, pero al final de la jornada se lo puede excusar por todas las sandeces que oyó y escuchó... ¿no te habías dado cuenta?" Sin duda, no había sido todo lo respetuoso que era necesario y nuestro diálogo habría podido detenerse aquí. Pero no. Esta conclusión molestó a mi interlocutor del momento, y, disgustado, casi agitado, me dijo: "Eres tú quien no comprendió nada se agitaba cada vez más como si yo hubiera dicho una locura-, no es duro de oídos, hizo como que te había oído mal y te hizo una interpretación... Sólo que tú no lo quieres entender... verás que tiene razón". Incluso envuelta en su aire doctoral, esta explicación no me hizo cambiar de parecer. Me importaba un bledo. Si era una interpretación, como él decía, tendría sus efectos sin que tuviera que reconocerla siquiera; en cualquier caso, no tenía necesidad de saber la índole del malentendido. Lo dicho estaba. Pero la reacción de mi compañero de diván me planteaba otra cuestión, accesoria en esa época, que recupero ahora, apenas modificada pero más embarazosa. Para algunos pacientes o alumnos, lo que hacía o decía Lacan siempre era genial. Era genial, el analista ideal, hasta el único analista, después de Freud, porque cierto era que había existido Freud.
La posición única de Lacan, en Francia, en el psicoanálisis, puede caracterizarse en pocas palabras: era un analista entorpecido por su posición de maestro de escuela, incomodado por su éxito, lo cual forzosamente disminuía su práctica./.../ Admiradores o detractores erigían su estatua, inamovible. 8
Es interesante seguir constatando cómo observaba Godin a sus "hermanos de diván". Además estaban los que muy temprano por la mañana iban a "control".
Los más antiguos, pues, en control o en análisis con Lacan, querían mostrar que tenían una práctica bien asentada; se sentaba de otra manera. Se observaba como un esfuerzo para no ser confundido, en la mescolanza, con la mercancía no seleccionada; ellos no estaban neuróticos, y mucho menos locos. Sabían y venían a perfeccionar su saber. "¿Usted está en formación?", me preguntó uno de ellos a quien saludé por haberlo encontrado, ya, por demás. "No, estoy en análisis." Yo ignoraba ese término de formación, aseptizado, que recubría púdicamente la práctica un poco loca del diván y hacía de ella una etapa de un curso profesional.
Ellos habían acabado de una buena vez es lo que querían decir con el sufrimiento e la cura y cierta relación con Lacan hecha de sumisión. /.../
Uno de ellos, por otra parte, era su copia casi idéntica. Esto debía parecerle gracioso a Lacan- , tener esa suerte de sosías frente a él; el mismo corte, el mismo color de pelo, ropa idéntica, el mismo armazón de anteojos y las misma inclinación de cabeza para mirar, la misma marca de automóvil, únicamente difería el modelo acaso señal de un poco de modestia-. Pero, extravagancia, el moño que todavía ostentaba fechaba la construcción de esa imagen; algo se había fijado, detenido en ese momento, de lo que daba fe ese moño. 9
3 - Descifrar
Pierre Rey interpreta uno de sus sueños.
Una mañana me despierto.
Una frase soñada se impone a mi memoria: "Anthony Quinn se asomó a la ventana."
Sin intentar descodificar, me viene a la mente una primera interpretación. A propósito de "Anthony Quinn", instintivamente leo"An Two, ni Quinn".
"An Two" ("an", es decir, año en francés, "two", en inglés, es "el Año Dos" del poema "Oh, soldados del Año Dos"). El sueño me remite, pues, a un hecho que se produjo cuando yo tenía dos años, en el Año Dos de mi edad. Pero -¿por qué no? también podría referirse a Víctor Hugo, y entonces se aludiría a mi "yo victorioso" ("Víctor Ego") o a mi padre, y de mi padre a la Ley, de la Ley a sus representantes, de sus representantes a la libertad, de la libertad a la cárcel, de la cárcel a un bloqueo psíquico, del bloqueo a los barrotes, de los barrotes al metal, del metal al papel, del papel a la escritura, de la escritura a mí mismo, etc.
/.../
Quedan las dos últimas sílabas de "Anthony Quinn"... "ni quinn". Siempre sin tratar de descodificar, pero imponiéndose a mí mismo a pesar mío, entiendo que " Ni" es la primera parte del diminutivo del nombre de mi madre, y Quinn, si se lee "Queen", en inglés significa la reina, la reina madre. Pero esta "reina" de Queen" también puede articularse en torno al "Rey" de mi nombre, hecho que según lo acepte o lo rechace, modificará el sentido general de la letra, y en consecuencia, de la totalidad de mi sueño.
Tampoco nada me impide relacionar el "Quinn" con el "s´est" de "sést penché", se asomó, que lo acompaña, lo cual daría "Quinn-s´-est", es decir con ayuda de una minúscula alteración fonética, "Quinn-cé", "coin-cé"...
Según el diccionario, coin-ce: verbo transitivo. Significa: arrinconar, encajonar, acorralar, calzar, atascar. Poner, introducir. Familiarmente: pescar a alguien, pillar. Al asomarse lo pescó, podría ser. O, él estaba arrinconado, puesto al descubierto. También, como se verá más adelante, algo humillado.
Continúa Pierre Rey:
/.../ Porque, sin el carácter específico de la situación analítica, de la transferencia que implicaba y de su encuentro con la singularidad de mis propias asociaciones, yo nunca hubiera podido hacer funcionar las claves de la elucidación,, cuyos signos nada me hubiera permitido identificar, y desde luego aún menos descifrarlos para descodificar el sentido de mi sueño remitiéndome a un hecho de mi niñez que más tarde debía ocupar su lugar entre los síntomas surgidos del invernáculo en el que se desbrozan los significantes, anudando, haciendo y deshaciendo, según el azar de su libre entrelazamiento, nuestro destino. (120).
Estoy preocupado... Anoche hice una especie de análisis salvaje. Sin duda hubiera sido mejor no abrir la boca.
El día anterior, para ayudarla a salir de una situación de angustia provocada por uno de sus sueños, sentí el irresistible deseo de revelar su sentido a una amiga.
Está usted perfectamente capacitado para hacerlo me dijo en seguida Lacan. (125/6)
Un movimiento contrario a la humillación, el de Lacan. Quizá tengamos que saber diferenciar, en nuestro oficio el uso de la agudeza verbal, diferente a la ironía que puede llegar a avergonzar.
Y bien, si Pierre Rey supo descifrar su propio sueño y el de una amiga, podemos deducir cómo analizaba e interpretaba Lacan.
Lo vuelvo a citar, en la dirección de la cura:
"Ningún índice basta en efecto para mostrar dónde actúa la interpretación, si no se admite radicalmente un concepto de la función del significante, que capte dónde el sujeto se subordina a él hasta el punto de ser sobornado por él.
La interpretación, para descifrar la diacronía de las repeticiones inconscientes, debe introducir en la sincronía de los significantes que allí se componen algo que bruscamente haga posible su traducción precisamente lo que permite la función del Otro en la ocultación del código, ya que es a propósito de él como aparece su elemento faltante." 10
4 El sujeto
El hecho que para mí recibe la máxima importancia es el respeto. Es concebir al deseo como responsabilidad, que es lo mismo para este caso que capacidad. Cuando se determina por ejemplo la inimputabilidad con respecto a una acción, a los efectos jurídicos, no se reconoce ni deseo ni responsabilidad, por lo tanto no se reconoce a un sujeto de esa conducta que se está juzgando.
Una analizante que se dedicaba a la creación artística, decía que ella, en su trabajo, amasaba el pan. Los analistas no amasamos. Pero algo se amasa en nuestros análisis. Y la teoría que da rigor a nuestra práctica también genera diversos efectos.
Voy a hacer un rodeo para hacer más gráfico a que se refiere la ética del psicoanálisis en la interpretación. Según vemos, hay un límite, a veces no muy nítido, entre la abstinencia, la responsabilidad y el respeto por el otro, de parte del psicoanalista, y la negligencia. Voy a retomar el testimonio de Claude Halmos sobre la supervisión con Lacan del tratamiento de un niño. Digo retomar, porque ya lo hice en otra oportunidad. Cito el testimonio:
En 1976, tuve que ocuparme de un niño de ocho años, psicótico, que había hecho varias tentativas de defenestración. No sabía leer y había sido expulsado de la escuela porque decía obscenidades de adulto. /.../ Su delirio consistía en inventarse un hermano gemelo al que había dado un nombre de pila y al que ponía en escena instalándose cabeza abajo y con los pies en el aire. Lacan subrayó que se trataba de un caso límite entre la medicina y el psicoanálisis. "Hace veinte años, no los tomaban en análisis", dijo; "hoy, hay que tomarlos". La madre del niño era delirante, la abuela materna era internada con frecuencia así como el tío materno. El padre era perverso y ponía en escena la locura familiar. Me dijo de sopetón: ¿No tendrá usted de todos modos la pretensión de salvarlo?11
Me interesa destacar de lo citado hasta aquí lo siguiente: es porque el inconsciente tiene un estatuto ético, que la conducción de un psicoanálisis exige en primer lugar un posicionamiento ético del analista. Esto es lo que Lacan le dice a Halmos, que tome al niño en análisis y que no pretenda salvarlo.
Sin que aparezca la contradicción no duda en crear las condiciones reales para que este tratamiento tenga éxito: separar al niño de su familia. Veamos:
Aunque su estado no le permitía decirlo claramente, los comentarios que hacía el niño durante las sesiones sobre sus dibujos y sus modelados me hicieron pensar que había sufrido y tal vez seguía sufriendo agresiones sexuales en su familia por parte de un hombre; por parte del padre o del tío con la complicidad de la madre. Me fue difícil darlo a entender a mis colegas y a la justicia que, como no tenía pruebas, creían en fantasías. Sin embargo, años más tarde, la hermana menor del niño, que, por su parte, no deliraba, llegará un día a casa de su ama de cría mostrando su calzoncito desgarrado y diciendo que sus padres habían "jugado con ella".
Lacan me creyó. Me escuchó sin mirar nunca ni los modelados, ni los dibujos y me alentó a apelar a la justicia para que retiraran al niño de su familia. A todo lo largo de la cura, me ayudó a actuar en la realidad para proteger al niño y a llevar a buen término con él, al mismo tiempo, una análisis clásico. La cura consistió primero en volver a poner para el niño el mundo sobre sus pies, después en ayudarlo a reconstruirse. Muy pronto pidió que le diera yo el biberón. Lacan me dijo que aceptara:" Hágalo, después de todo es un lactante.
Por tratarse de un caso límite entre la medicina y el psicoanálisis, la intervención sobre la realidad no fantaseada se justificaba. Observemos que el analista se hace cargo de sus conclusiones, interviniendo sobre la realidad. Lacan no deja de acompañar al analista, escuchándola como analizante, para que este pueda jugarse en la cura que dirige. Esto me parece crucial: la telefoneaba todos los días en momentos críticos. Si no miraba las producciones del niño, es porque confiaba en la palabra del analista. Esta confianza, refuerza la perspectiva ética del psicoanálisis. Otro punto: deshecha la edad cronológica; caracteriza a este chico como lactante.
Una vez la analista olvida avisarle al niño de una consulta médica. Lacan concluye, a partir de esta disociación de la analista, que probablemente se trate de un esquizofrénico.
Quizá lo más interesante de este testimonio sea la siguiente intervención de Lacan.
El paciente había sido operado.
Después de la operación, el niño empezó a decir que ya no quería venir a las sesiones. De hecho, me había hecho ocupar, en la transferencia, el lugar de una madre capaz de darle la vida y me interrogaba para saber si esa madre podía soportar que él viviera sin ella. Pero yo no le entendía y no sabía qué decirle. Lacan sin darme indicaciones, me dijo: "Va a encontrar usted lo que hay que decirle y me telefoneará para decirme lo que le ha dicho." Al decirme eso Lacan me indicaba lo que debía decir al niño: que era capaz de arreglárselas solo. Se lo dije. Escogió continuar el análisis y poco a poco salió de su locura.
El efecto se produce porque Lacan no da indicaciones; no aconseja, es decir en la transferencia no usurpa ningún lugar parental.
El respeto sin condiciones por la producción del sujeto, de ese significante que suma, restándose al supuesto todo, ese "serás capaz de arreglártelas solo", insiste sobre el acento ético de la cura. Hubo un recorrido entre el biberón y esta última situación relatada. Aunque en el tratamiento, es a través de la demanda que se hacen presentes la transferencia y la pulsión, no basta con no satisfacer la demanda, a veces habrá que hacerlo, se trata de separar esa demanda de la pulsión. No agrego mucho si digo que se trata de la pulsión oral en el pedido del biberón. En el otro, la comunicación de no querer ir más a las sesiones, ¿cuál es la satisfacción exigida? Un corte con el goce imaginado del Otro materno. Este corte, si creemos en lo que dice la analista, ensancha el espacio para los rodeos pulsionales, una vez que la pulsión de muerte, ocupa su lugar a través de la voz y la palabra del analista. Digo pulsión de muerte porque está en juego la privación de la madre, que incluye su ausencia e inaugura la falta real de un objeto simbólico.
El analizante, niño o adulto, no viene para que el psicoanalista lo moldee.
Melanie Klein sabía que los niños no recurren al analista para dejar de ser maleducados. Esta también era una posición ética. Pero, a diferencia de Lacan y sus discípulos, era ella como analista, la que trabajaba incansablemente durante las sesiones, a la manera de una preciosista traductora de fantasías. En cambio, los que nos decimos lacanianos, realizamos un gran esfuerzo en la disciplina de la abstinencia; ponemos a trabajar al analizante. Acotamos lo indispensable para que de esa producción, que no es nuestra, se haga dueño el sujeto. Creo que este aspecto es más importante para marcar las diferencias con los análisis lacanianos, que el de la interpretación o no de las defensas. Es más importante porque es básico. Si el analista traduce, agrega sentido. La cura se tornará densa.
Voy a citar otra definición de interpretación, dada por Lacan, en La Tercera:
"La interpretación, dije, no es interpretación de sentido, sino juego con el equívoco."
5 - La presencia del analista
A veces, una palabra, una corta frase adoptaban el resplandor intenso de la interpretación y componían en otra lectura lo que hasta entonces se había escrito; o bien un gesto único, una entonación, una mímica desplazaban un fragmento de una historia que se habría creído fija.
Ahora bien, no es su manejo del lenguaje y del habla lo que aquí quiero retener, sino esa otra cosa que me parece más delicada, efímera y frágil, al mismo tiempo que fuerte y masiva: esa presencia que, tejida en la misma palabra del analizante, se añade a ella como la dirección de su texto. Condición para el desarrollo de la cura, no era ni su suplemento ni su ornamento. Su modo de estar presente, de ser necesaria, hacía pesar de otro modo la rapidez de las sesiones. Y Lacan, así como se había caracterizado diciendo de un analista que dependía "de la lectura que hace de su analizante", mostraba que no estaba ni ensordecido ni cegado, en una palabra, afectado por sus pensamientos estancados, perturbado o fascinado por su saber. Su consultorio, ya desde la entrada, hablaba de esa presencia difusa, palpable y fugitiva, leve y pesada pero todos los calificativos, a mi juicio, apenas pueden sugerir esta realidad-, ligada a la organización del lugar, que, en el curso de todos estos años, se había desplazado: él habitaba su oficina de un modo diferente. 12
Lacan se refiere a la presencia del analista en su seminario XI. No descarto que este analizante esté imbuido por el marco conceptual de Lacan, y por eso use el término de presencia. Pero no es eso lo relevante. Él describe en varios capítulos la calidad de esa presencia concreta. En lo citado más arriba, se conecta con la interpretación. Lacan se refiere a la presencia del analista como manifestación del inconsciente. Merece un breve desarrollo. ¿Por qué? Por dos razones: no hay interpretación fuera de la transferencia, es decir, sin sujeto supuesto saber. La otra razón, la presencia del analista es opaca, forma parte del enigma, del no todo que se pueda decir: ya sea por ostentación, o por neutra y muda.
En el seminario mencionado, Lacan afirma que el campo freudiano "es un campo que por su naturaleza se pierde". Hay un movimiento del sujeto, de pulsación, se abre y se cierra de inmediato, para luego abrirse de nuevo. En esta pulsación hay una pérdida. Es necesaria la presencia del psicoanalista como testigo de esa pérdida. También como causa, tanto una causa por sostener como una causa perdida.
La interpretación, aparece en el momento de cierre del inconsciente, cuando se manifiesta la transferencia.
¿Cómo descifrar la "técnica de Lacan" en la sesión?
No había nada que comprender, salvo que era de duración variable.
Así como variaban los otros ingredientes de la sesión: su mirada, su voz,, su lenguaje. Su voz, que me llegaba como un eco deformado de la mía, partía de un tono suave, susurrante, grave, para trepar alegremente a los agudos tratando de concordar perfectamente con la palabra justa, oscilaba como la aguja de un sismógrafo. Lacan jugaba sobre una extensa gama de "si" infinita: se integraban a mis frases o bien, irritantes, esperaban en el exterior, como un celador escolar. Del mismo modo, sus "¿Y luego?", "¿y entonces...?" que, punzantes, burlones o indiferentes, se oponían a sus "muy querido" sibilantes o trémulos. E, igualmente sobrecogedor, como un calderón, pesando con todo su peso, su silencio.
Tenía términos escogidos, amanerados incluso, obsoletos, todo esto compuesto en una sintaxis también amanerada, y luego, en la misma sesión o la siguiente, hablaba el argot parisino de lo bulevares, lleno de guasa y burla, mezclado con expresiones groseras cuando no con improperios que no pegaban exactamente con la idea del psicoanalista ilustre, /.../ 13
6 - Fuera de sentido
Si hubiera un secreto para la interpretación, sería tal vez, evitar nutrirla de sentido, con lo cual deja de tener efecto de interpretación.
El hecho de aligerar el peso del sentido angustiante, tiránico, inhibitorio, según los caso, se consigue también apuntando al fuera de sentido.
Cito de nuevo a Godin:
Lacan funcionaba sobre el borde de esta zona imposible. Había afinado sus medios, sus instrumentos, los había deslindado de cierto desperdicio. Cada vez más intentaba aferrar ese real, aproximarse a él, jugando con la presión de su presencia para hacerlo subir a escena.. /.../
Sus juegos de manos, de pies, sus olvidos, sus fintas, sus arrebatos o sus verdaderas iras, sus cierres de puertas, y apertura de ventanas, escapándosele todo eso en parte, perforaban el sentido, llamaban un fuera de sentido./.../
Él actuaba una figura del fantasma, se dejaba actuar esa figura, se dejaba derivar en el goce que centraba la cura. Ya que esos comportamientos calificados por Freud de Agieren, esas conductas que el analizante vuelve a desempeñar en la cura son una invocación. Ellas requieren una réplica. O, para decir las cosas de otro modo, el acto del analista es la respuesta necesaria a los " actuares" del analizante, a sus conductas mediante las cuales se rememora a despecho de él mismo. Lacan, mediante sus acciones que, mínimas, restringidas, sin embargo ocupaban toda la escena, participaba en el surgimiento de ese fuera de sentido. Desempeñaba su parte en esa escena en que el analizante se aproximaba a la cosa, ese objeto que él había sido, seguía presente, para el deseo de Otro omnipotente. No tan enganchadas en la "parleta" las palabras constituían como un cimiento menor, un suelo movible-, las sesiones mostraban otra textura; y esos actos repetidos nos conducían, en una suerte de angustia hecha de su proximidad, a bordear ese goce mortífero; el equívoco se volvía más radical, más pesado. Él insistía, y acaso pensaba haber entrevisto un sendero más eficaz par ir hacia ese encuentro esperado y temido. 14
El fuera de sentido, el actuar en una zona delicada, donde el equívoco resulta no tener eficacia, donde la angustia es convocada, tal vez sea la materia más peligrosa con la que tiene que vérselas el psicoanalista. Pienso que en esa zona la mejor brújula es la transferencia. Quizá la única brújula.
Notas
1 Milan, B.: op. cit. pág. 63-64
2 Lacan, J. El seminario. 17. Piadós. Pág. 119.
3 Milan, B. Op. cit. pág. 100/1
4 Lacan, J.: Seminario. Libro 17. Piados. Argentina. 1975. pág. 37
5 Ídem. Pág. 38
6 Lacan, J.: Seminario. Libro 17. Paidós. Argentina. 1975. pág. 37
7 Godin. Op. Cit. pág. 54.
8 Ídem. Pág.62/3
9 Ibídem. Pág. 91/2
10 Lacan, J. Escritos I. La dirección de la cura. Pág.225.
11 Roudinesco Elisabeth, Lacan, FCE. Bs As. 1994, pág. 575 Idem
12 Godin. Op. Cit. pág. 58.
13 Godin, op. Cit. pág. 50-1
14 Godin. Op. Cit. pág. 186-7-8.