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Seminario
En el consultorio de Lacan ...
(Acerca de las novelas de los analizantes de Lacan)
Lectura psicoanalítica

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Organizado por : PsicoMundo

Dirigido por : Rebeca Hillert


Clase 6
El tiempo en la sesión breve


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Este seminario consta, si no hay modificaciones de 8 clases. Con gusto iré respondiendo las preguntas, en la medida que las siga recibiendo.

Esta clase, se la dedico a la sesión breve y a los cortes de sesión, o escansiones.

1 – Brusco final da la sesión

Desde el punto de vista práctico, o económico, a la "terapia" se le echa en cara su excesiva duración. Es un tópico que los textos que estamos leyendo no abordan. Pero sí todos se ocupan del tiempo de cada sesión. Lacan dejó de lado la estipulación consensuada en el mundo del psicoanálisis "oficial": sesiones de cincuenta minutos exactos. En Buenos Aires, se introdujo, en el análisis lacaniano, con el enfoque de lo que se dio en llamar "tiempo libre". Se fundamentaba en el "tiempo lógico", que comprende: el instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento de concluir. Retomaré la explicación de este punto más adelante.

Enseguida me propongo examinar, siguiendo los textos de las novelas que leemos en estas clases, el tema de la lógica del tiempo de las sesiones en el consultorio de Lacan. Creo que es de suma importancia insistir en lo siguiente: el mismo maestro enseñaba y advertía a sus discípulos, no debían imitarlo. Por lo tanto, en este punto tan sensible y difícil, según lo entiendo, no caben irresponsabilidades con el corte o interrupción arbitrario de las sesiones. La razón es simple: ninguno de nosotros está revestido con la transferencia imaginaria con que cargaba Lacan, por lo que tampoco puede intentar actos que dejan de serlo por esa misma razón. Es decir, un corte arbitrario de la sesión, que no provenga de un Lacan, no despierta ninguna pregunta en el analizante, ninguna pregunta con respecto al deseo del Otro. Por eso es inútil para la cura.

Comencemos este tema con estos párrafos de Stuart Schneiderman:

El comienzo del verdadero análisis lo indicaba el gesto que le dio mala fama a Lacan en el mundo del psicoanálisis: la sesión breve. La primera es sin duda la más memorable. Llegamos a nuestra sesión, digamos, con un humor bastante bueno, llenos de cosas para decir, sobre nuestro pasado, presente, fantasías, sueños, lo que sea. El analizado tiene mucho para decir porque aun las entrevistas preliminares han comenzado a producir un efecto: toda clase de cosas llegaron burbujeando a la superficie y nada produce más satisfacción que contárselas al amigable analista. Entonces comenzamos la sesión con algunos comentarios introductorios y pasamos al tema que queremos elaborar, analizar, reflexionar, comprender. Queremos que el analista escuche esto porque es realmente importante. Pero apenas comenzamos a hablar del tema, apenas las palabras que lo identifican pasan por nuestros labios, Lacan se levanta de la silla de repente y declara terminada la sesión, finalizada, concluida. Y lo hacía sin consideraciones, con una total falta de buenos modales a los que estábamos acostumbrados. Cuando termina, termina, sin reclamo, ni retroceso, ni revisión o reconsideración. Lo que quede por decir tendrá que esperar. El final de la sesión, inesperado y no deseado, era como un despertar abrupto, cono si un sonoro reloj despertador nos arrancara de un sueño. (Una persona lo comparó con el coitus interruptus.)1

En este párrafo quiero señalar los cambios de persona en la conjugación de los verbos. Los considero marcas de la enunciación en el enunciado. Esto es, en la diferencia entre la enunciación y el enunciado el sujeto se delata.

Entonces, comienza en la primera persona del plural: Llegamos a nuestra sesión, etc. Luego, de inmediato, pasa a la tercera persona: el analizado tiene... Sigue cambiando de persona, y del plural al singular, hasta que menciona a Lacan. Ahí el tono descriptivo se acentúa, como mostrándonos la escena: Y lo hacía sin consideraciones... etc. Todo está escrito en el presente del modo indicativo. De golpe pasa a un pretérito imperfecto, de rememoración: Y lo hacía sin consideraciones /.../ era como un despertar abrupto.

Este cambio produce en el lector la sensación de que quien relata está siendo afectado por la situación. Esto era así, nos dice, como si dijera: yo lo viví, o a mí me sucedió.

El testimonio deja bien claro que no se trataba para el analizante de ningún tiempo lógico. Se trataba más bien de la interrupción brusca. No era que el analista esperara conjeturar o adelantar una precipitada conclusión, sino que hacía callar al analizante, o mejor dicho, con seguridad: hacía callar al narcisismo del analizante.

La asociación libre está signada por el amor de transferencia. Esto como una generalidad, puedo afirmarlo. El amor está regido por la falta. Repitamos la fórmula de Lacan: amar es dar lo que no se tiene a alguien que no lo es. Por lo tanto la falta está en quien da amor y en quien lo recibe. En la doctrina de Lacan, el significante de la falta es el falo. El amor, entonces, tiene el falo como referencia. La sesión breve hace callar al amor, por eso puedo decir sin lugar a dudas que acota el goce fálico.

Lo relativo al odio, surgirá en la próxima clase.

Vimos en los textos citados en varias oportunidades, cómo Lacan permitía en las entrevistas preliminares lo que Pierre Rey llama el pavoneo, es decir, el despliegue narcisista. El comienzo del análisis encontraba a un analista menos dispuesto a la amabilidad.

No voy dejar de repetir durante el curso de estas clases, lo que no por sabido pierde su relevancia. En el análisis se trata en transferencia. La escuela kleiniana abusó de la interpretación de la transferencia imaginaria, centró ahí todo el análisis. Con Lacan esto se modifica. En la transferencia hay un sujeto supuesto que sabe, y despierta amor. ¿Hablar de amor es perder el tiempo? Voy a hacer un rodeo por dos citas de Lacan:

"En efecto, lo único que hacemos en el discurso analítico es hablar de amor. Y ¿cómo no percatarse de que, con todo lo que puede articularse desde el descubrimiento del discurso científico, ello es, pura y simplemente, perder el tiempo? El aporte del discurso analítico es que hablar de amor es en sí un goce, y quizá, después de todo, esa es tal vez la razón de que emergiese en un punto dado del discurso científico." 2

Cuando Lacan habla de perder el tiempo, en este seminario, está hablando de goce, de lo que no es útil, de lo que no produce bienes, de lo que no sirve para nada. De ahí que lo compare, al discurso analítico, con el de la ciencia. Este último sí que no es una pérdida de tiempo, por las ganancias, por las utilidades que produce. Hay en hablar un goce específico; voy a citar a Lacan nuevamente:

"El universo no es más que flor de retórica. Este eco literario podría tal vez ayudar a comprender que el yo moi puede ser también flor de retórica, que crece en la maceta del principio del placer, que Freud llama Lutzprinzip, y que defino como lo que se satisface con el bla-bla-bla." 3

De esta forma, Lacan pone del mismo lado al yo, al principio del placer y al parloteo en sesión. La pregunta es: ¿cómo va a cortarse esa satisfacción en el principio del placer, para que pueda entrar en análisis el más allá del principio del placer? Y antes: ¿para qué abrir las puertas del infierno de ese más allá del principio del placer? ¿Por qué no dejarlo fuera de las sesiones? ¿Por qué provocarlo? Para empezar, una respuesta sencilla: para que el análisis no se mueva entre el engaño y el desengaño amoroso con la persona del analista. Eso sí representaría una pérdida de tiempo.

Retomemos lo escrito por el mismo analizante citado más arriba:

De esta manera, el analizado se encontraba arrojado a la realidad, expulsado en el mundo sin nada más que un "que le vaya bien". He presentado este tema con el deseo de muerte porque mirando hacia atrás creo que esta es la única forma que tiene sentido. En realidad, ésta no es la forma en que viví la experiencia. Por el contrario, me sentí inmerso en la transferencia y traté de comprender lo que pasaba, de mitigar el rigor del deseo de Lacan, de seducirlo para que concediera más tiempo, de dar razones convincentes para justificar lo que parecía ser una función de una especie de destino imprevisible, de hacer valer la esfera del yo sobre esta cosa que desafiaba a la autoridad, que era tan poco apta para que la atrajera la esfera de la conciencia que esta misma esfera sólo se podía destruir por el esfuerzo.

La presión combinada de la brevedad de las sesiones y su imprevisible interrupción crean un estado que intensifica ampliamente la propia tendencia hacia la libre asociación. Cuando se nos ocurre algo lo decimos casi inmediatamente, con espontaneidad, porque no hay tiempo para meditarlas, para encontrar la formulación más adecuada. Se estimula al analizado, con muy poca sutileza, para que llegue al punto, que no dilate las cosas o se vaya por las ramas, o aun que no trate de preparar al analista para escuchar comentarios desagradables. Casi por definición el Yo (ego) nunca puede ser el amo de la sesión breve. 4

Recordemos: Lacan había llamado al Yo, (ego, moi), flor de retórica. Entonces, si ese Yo no se satisface con su bla-bla-bla, en la sesión breve, ésta, la sesión breve va en sentido contrario al principio del placer.

Además, el autor menciona el deseo de muerte, como la referencia para darle sentido al corte. Estoy de acuerdo. Es una referencia a la íntima relación entre castración y goce. Luego voy a desarrollar esta idea, que por otra parte se encuentra desplegada por un psicoanalista porteño 5. Por otro lado, es por demás interesante que el analizante reconozca la necesidad de adjudicar un sentido (vuelvo a citarlo): "He presentado este tema con el deseo de muerte porque mirando hacia atrás creo que esta es la única forma que tiene sentido". Aunque no se puede obviar que el fuera de sentido se pone también en juego en cada corte de sesión. Pero, el punto interesante para mí es el siguiente: lo que hacía Lacan tenía que tener un sentido, no podía ser caprichoso. Relaciono esto con dos temas importantes. Uno: el imaginario tiende a encontrar a Otro gozador. Por eso, partir de suponer que lo que hace el analista no es caprichoso, significa no identificarlo con un todopoderoso que puede gozarnos a su antojo. El otro punto, se relaciona con el saber: Lacan sabría por qué hacerlo así. Tiene algún sentido, aunque no lo conozcamos. O mejor: el sentido es hacernos vivenciar que no conocemos el sentido de lo que el otro hace.

 

2 – El despertar

Ahora voy a referirme al tema del despertar, nombrado por el autor en lo citado más arriba: /.../ era como un despertar abrupto.

Hace poco llego a mis manos una revista, Psicoanalítica 6. Ahí leo un artículo: Sueño y despertar, una pregunta a Lacan. La buena fortuna me lo trajo, viene al tema que estoy tratando. Es la trascripción de unas notas de Catherine Millot, de una respuesta de Lacan a su pregunta: Al deseo de muerte, ¿hay que situarlo del lado del deseo de dormir o del deseo de despertar?

Voy a citarlo:

"A fin de cuentas, sólo el lenguaje da testimonio de estar entroncado con la muerte. ¿Es eso acaso lo que está reprimido?. Es difícil afirmarlo. Es pensable que todo el lenguaje sólo se haya hecho para no pensar en la muerte que, en efecto, es la cosa menos pensable que haya. Es por eso que concibiéndola como un despertar, digo algo que está implicado por mi pequeño nudo SIR.

Estaría más inclinado a pensar que el sexo y la muerte son solidarios, tal como lo prueba el hecho de que sabemos que son los cuerpos que se reproducen sexualmente los que están sujetos a la muerte."

Entonces concibe a la muerte como un despertar. ¿Y al despertar como en relación con la muerte? Sí, más arriba dice que "el despertar total es la muerte".

"Uno no se despierta jamás, los deseos mantienen los sueños."

Esta frase es a mi entender, crucial para el tema. Adelanto una síntesis: la interpretación es de deseo, el corte de sesión sólo puede referirse a la muerte, como deseo de muerte, no deseo de seguir durmiendo. Y también digo que se desprende lo siguiente: el deseo está hecho para no despertar, para no pensar en la muerte. Por lo tanto, hace falta el corte de la sesión porque la interpretación no se arrima lo suficiente al imposible despertar.

3 – La escansión

Sigamos viendo cómo plantea el tema otro de los autores. Notemos que también califica a las sesiones de breves, no habla de tiempo libre, como acostumbramos a hacerlo en Buenos Aires.

Ha habido muchos comentarios acerca de las sesiones breves. /.../

Atropellaban demasiadas ideas comúnmente admitidas para no pasmar a los que fundan sus certezas en las leyes de una costumbre./.../

Al principio Lacan me dejaba hablar todo lo que yo quisiera, sin dudar en darme nuevo impulso si notaba una vacilación, una pausa. En una segunda fase, como yo deseaba sobre todo no oír lo que él tenía que decirme, era yo quien le cortaba febrilmente apenas quería interrumpirme. Luego me sometí a su ley: la verdadera elaboración del trabajo se hacía sobre todo en los intervalos que separaban dos sesiones. El despacho sólo desempeñaba un papel de catalizador.

En esto coinciden varios testimonios. Más aun, Betty Milan, escribe la historia de sus antepasados en cada capítulo del libro, después de reproducir el modo de cierre de la sesión. La forma de la novela presenta su rememoración separada del relato de lo que sucede en las sesiones. Ella reconstruye una sesión:

¿Quiere que le diga lo que oí en lo de Egun, llamado Bab... ¿Egun Baba?

¿Cómo dice? -¡Qué lengua más rara!- debía estarse preguntando el Doctor, tan desorientado como yo lo previera. Ni brasileño, ni árabe.

Egun Baba, el antepasado de los africanos que se me apareció en el sueño repitiendo Seriema...

¿Sí?- insistió

Decía ema-eme-emi... Ser-i-ema

¿Cómo?

Ema, eme, emi...- ¡Emi, Dios mío, que en árabe significa madre! -¡Ser, del verbo ser, y madre! -¡Ser madre!

Eso es, Seriema, hermana mía. Hasta mañana.

Seré una dulce madre, emi, como nos llamaba Hila repitiendo bajito: "cuidado, emi,", "una lechita rica para mi emi"? ¿El hijito esperado tendrá ojitos de miel y labios de granada?

¿Pero cómo, de qué modo se emi? ¿Cómo mi tía Mena, hermana de Jarja, que sólo existía para alimentar a sus hijos y almacenar más alimento con que seguirlo nutriendo?....

Continúa el texto rememorando con relación a la tía Mena. O sea, la sesión le disparó recuerdos de historias de familia y un anhelo de hijo. Todas las asociaciones se dieron, si nos guiamos por la novela, en su texto, luego de la sesión, o mejor dicho, fuera del consultorio y de la presencia física del analista.

Volvamos a Pierre Rey. Vemos que esto de jugar con sílabas y letras, no lo hacía sólo nuestra ya querida Seriema.

En seguida comprendí lo que quería decir escandir una palabra aislada en el centro de una frase cuyas sílabas iban a habitarme hasta que revelaran fulminantemente una interpretación. Lacan se levantaba bruscamente, era allí donde yo debía buscar, en aquel punto preciso de suspensión que él me indicaba. Podía situarse en cualquier momento tan pronto como me acercaba a una salida cuya abertura, sin aquel despliegue brusco de su cuerpo, con la silla echada para atrás y el suspiro de agonía que era habitual en él, hubiera permanecido invisible para mí. ¿Diez segundos, veinte minutos? Lo ignoraba. El tiempo no tenía nada que ver con aquello: cuando falta la intensidad, podría ser el tiempo sin duración de la muerte. Entonces advertí que la noción de incertidumbre que había introducido en las sesiones cortas en realidad recreaba la función misma de la vida: hacer que las cosas se movieran reproduciendo esos accidentes que la hacían viva, precisamente porque en ella todo es precario, incierto, sin que nada nos sea dado, sin que nada pueda considerarse adquirido. Por oposición, la rutina con sus seguridades de la hora fija me parece a posteriori como un confort que no alteran ni la obstinación del mutismo ni la petrificación de lo ya dicho repetido en la monotonía de un tartamudeo. 7

Nuevamente, lo que Pierre Rey señala es un trabajo que va en sentido contrario al de la búsqueda de cierto confort. Va en sentido contrario al del principio del placer. Pero esto no era así desde un comienzo. Primero el paciente se instalaba en el bla-bla-bla, obtenía su satisfacción como lo cuenta este autor. Más adelante las cosas variaban.

 

4 – Incertidumbre y angustia

Otro punto a destacar: la incertidumbre sobre la duración de cada sesión. Entiendo que no es una incertidumbre angustiosa. ¿Por qué no lo es? Porque el corte vendrá en un momento justo, no antojadizo, si nos guiamos por la expectativa transferencial del analizante, y también si nos fiamos de ella. Cito de nuevo cómo lo escribe Rey:

Lacan se levantaba bruscamente, era allí donde yo debía buscar, en aquel punto preciso de suspensión que él me indicaba. Podía situarse en cualquier momento tan pronto como me acercaba a una salida....

La incertidumbre, por lo pronto, es un espacio señalizado por el Otro. Pero también está el otro a quien el analizante habla, sin contar con la garantía de que va a satisfacer su deseo, el deseo del Otro. No va a completar al Otro, ni colocarse en el lugar de su falta:

Un día, después de haber vaciado todo el buche, tuve la sensación de que iba a levantarse; pero no lo hizo. Sentado frente a su escritorio, seguía, como si hubiese olvidado mi presencia, trazando ideogramas en un bloc de papel. Súbitamente turbado por la ausencia del volumen de mi voz en la estancia, me agité nerviosamente en mi silla; él seguía sin despegar los labios. Al otro lado de la puerta yo sabía que los pacientes se acumulaban. O sea, que era imposible que me impusiese durante demasiado tiempo esa tortura nueva de mi propio silencio. Diez minutos después seguía garrapateando.

Con los músculos tensos, crispado, me disponía a abrir la boca -¿para decir qué?- cuando masculló su habitual monosílabo para dar nuevo impulso a la conversación, con aquellas lánguidas inflexiones tan suyas:

-¿Sí?

-Nada – dije con agresividad.

Transcurrió otro cuarto de hora sin que ninguno de los dos pronunciase ni una sola palabra.

-¿Sí?

-¡Nada!

Ese "nada" me impedía advertir la insoportable angustia que, por su intensidad, hubiera tenido que darme la medida de las cosas que estaba reprimiendo.

-¿Sí?

-Nada.

Una hora después salía de su despacho. Destrozado. No había podido extraer n i el menor sonido de mi garganta, exceptuando aquel "nada" rabioso que me remitía a un "todo" cuya extensión confusamente advertida me petrificaba. En el curso de los meses siguientes, Lacan, con intervalos caprichosos, renovó la desazón de las prolongaciones hasta el momento en que la intensidad de mi turbación me obligaba –por fin- a comprender lo que podía ser la fuerza de una resistencia. 8

El analizante pasa de la turbación a la angustia.

Estos afectos se anuncian con claridad. Él esperaba un corte que no sucedió. Pero, además, lo vuelvo a citar, percibió algo en su analista: "como si hubiese olvidado mi presencia". Y agrega, repito: "Súbitamente turbado por la ausencia del volumen de mi voz en la estancia, me agité nerviosamente en mi silla; él seguía sin despegar los labios."

Justamente, en el seminario de la angustia, en su primera clase, Lacan se refiere a la turbación. La escribe en la coordenada del movimiento, como la mayor caída del poder, de la potencia. Dice: "La turbación nada tiene que ver con la emoción"..., sino con un llamado al desorden, incluso al motín.

¿Qué sucede? El turbado analizante nota que su voz, falta. Habitualmente no oímos la falta de nuestra voz. Es decir, en este momento de la sesión, hay un exceso de presencia de la voz, porque ambos están callados. Entonces va a surgir la angustia. Esa voz, al Otro no le hace falta, está garrapateando. Esa falta de la falta del objeto voz, para el Otro, eso que se llama la falta de la falta, angustia. A la nada y al todo no les hace falta nada. A esto lo llama Pierre Rey, resistencia, represión. Me parece secundario determinar si se trata de eso, o como propongo, esa cosa todo completa y todo vacía, esa nada de nada que hace un todo. Ahí no llega la demanda del Otro. Entonces, me permito pensar que la brevedad y el urgente corte de cada sesión se habían convertido en la demanda del Otro. Como si el analista le hubiera estado diciendo: "con esto, hasta aquí por hoy, ya me basta, estoy satisfecho, puede irse hasta mañana." En cambio, con la prolongación de la sesión, parece como si le dijera: "Quiero más", o "lo que dijo no alcanza".

Surge la angustia cuando no sucede lo esperado, siendo lo esperado un reconocimiento de que el objeto que uno ofrece se ubica en el lugar de la falta del Otro.

El hecho de la prolongación de las sesiones pone más de relieve a las sesiones breves.

5 – Malos modales

Ahora, le toca el turno a la dama:

El Doctor fijaba la hora pero puntual no era. ¿Sería caprichoso? ¿Tan poco le importaba hacer esperar? ¿Lo exigía a modo de prueba?, me preguntaba en la antesala, encadenando dudas.

Aquí el valor de la hora era relativo. ¿Podía ser de otra manera? ¿No lo habían echado de la multinacional a causa del tiempo de las sesiones, y por querer que éste dependiese de lo que se decía?¿Y no había pagado con su expulsión definitiva por haber contrariado la sacrosanta regla de los 50 minutos? 7.../

Ni 50 minutos, ni atender de acuerdo con el orden de llegada. ¿Era el señor del tiempo? Aparecía en la puerta de la sala, miraba a uno, miraba al otro, vacilaba balanceando el cuerpo como un péndulo y después tendía la mano hacia el elegido como haciéndole una ofrenda. ¿Qué lo llevaba a decidirse? ¿Por qué a veces me hacía entrar apenas me veía y en otras ocasiones me dejaba para el final?9

Aquí sí. Seriema imagina, o imaginariza, al señor del tiempo. Se pregunta por él. Y enseguida procede a preguntarse por el deseo del señor. Qué, por qué, Lacan era un maestro en provocar la pregunta por el deseo. Y el Otro, ¿qué me quiere? Se salta de la relación con el otro a la relación con el Otro. Están presentes ambas preguntas: qué es lo que lo lleva a decidirse y por qué me deja o me elige. La primera se dirige al Otro, y la segunda al otro.

Seguimos:

Aquí la llaman la brasilerita- me comentó al día siguiente./.../

¿Hay sangre india en su familia?

Una pregunta inesperada.- Intentaba saber si aun remotamente era selvática? Si descendía de aquellos seres que se trepaban en cueros a las naves europeas, creyendo embarcarse rumbo al cielo? /.../

Sólo libaneses inmigrantes.

¿Qué más?, interrogó, imperativo, cambiando de tono.

Ahora estoy aquí, en Francia. Extranjera entre estatuas.

El actor que había en él entró en escena:

El país, la casa, la familia.... La gran aventura, de un continente al otro...-¡Como si hubiera venido a descubrir América!

Y así diciendo me devolvió a la calle, y a América, la que yo habría de descubrir a través suyo. Al indicarme la epopeya me fascinaba y me amarraba.

A decir verdad, yo buscaba justamente amarras para liberarme de América. Llegaba a Francia para olvidarme del Brasil, tierra de inmigración malquerida que los antepasados no me legaron.

El analista hace una interpretación que trastoca un sentido coagulado. Ese sentido explicaba un anhelo encerrado por la idea de lo malquerido por sus antepasados. Aparece ahora lo que sí ellos habían querido: hacer la América. Hacer la América, en el discurso del analista, se desprende como producción, S1.

Discurso del analista

a -- $
S2 S1 (producción)

El corte de sesión coincide con esta caída de un sentido que obtura y el relanzamiento de otro modo de "comprender" la historia de sus antepasados y además sitúa la repetición en la epopeya. Más arriba citamos el corte de una sesión contada por Pierre Rey que también coincidía con lo que libera la interpretación.

En lo citado hasta aquí, y en clases anteriores, comprobamos que el corte de sesión no obedece a un solo principio explicativo. Recordemos por ejemplo cuando Seriema llega a su sesión sin el dinero para pagarla. Inmediatamente Lacan, sin más, le ordena que vaya al banco a buscar dinero y vuelva al día siguiente. Como si no la atendiera.

En la sesión que transcribo aquí, el corte coincide con una interpretación que va en contra del sentido otorgado por el yo de Seriema a su búsqueda. Incita, por lo tanto a otra comprensión de sus actos y de la dirección que éstos tienen. Aquí el corte es una apertura. En el caso anterior era como un empuje a no postergar una acción.

Hay otros cortes de sesión que sólo sancionan la conclusión a la que ha llegado el analizante.

Aun puedo señalar otro tipo más de corte de sesión: aquel que no tiene ninguna relación aparente con el sentido. Un sinsentido no, un fuera de sentido: váyase. Punto. Se acabó.

Esto tiene otra arista que me parece interesante destacar. Si el analista se reserva el derecho de decidir cuándo termina la sesión, es por el género de acontecimiento que una sesión significa. No se trata de un diálogo corriente. No hay dos sujetos, ni dos personas, menos todavía "fijese, cómo lo comprendo, a mí también me pasa". No hay reciprocidad.

Pasemos a otro testimonio:

/.../ En invierno o en momentos en que estaba fresco, una simple ojeada decía si había gente o no,, y otra más detenida cuántos, primer momento o último tiempo de la sesión. Durante un largo período no quise sacarme el abrigo; después de todo, ¿valía ese trabajo un momento tan corto? Permanecía con él puesto, cosa que Lacan había observado: "¡Pero va a tener demasiado calor, mi querido! ¡Sáquese su abrigo!" Debía tener algo más en mente, porque ya estaba de pie y se dedicaba a sacármelo; luego fue rápidamente a colgarlo y volvió, contento con lo que había hecho, y, mirándome, me dijo: "Está mucho mejor así", lo cual, en la extraña sensación de desnudez en que me encontraba, yo no hubiera podido decir. Fue una de sus primeras interpretaciones en acto.10

Lacan lo puso al descubierto. Desnudo su pensamiento: ni vale la pena sacarme el abrigo. Me recuerda eso que escribió Freud sobre el paciente que no cierra la puerta del consultorio, ¡total no hay nadie en la sala de espera!

Como modo de cortar en seco toda recriminación sobre la duración de las sesiones –entre otras cosas-, Lacan exhibía a veces su figura huraña, lista para morder, y su "venga", que silbaba entre sus dientes, cortaba en aquel a quien se dirigía el germen o el inicio de una protesta.

/.../Otro Lacan, digamos, un avatar del mismo, era bromista, sonriente, en ocasiones meloso más allá de lo soportable...

/.../ Yo prefería más moderación a ese exceso de atenciones. Ese "buen día, muy muy querido –insistía-, qué contento estoy...." me inquietaba, me perturbaba como si presagiara una cosa indecisa, anormal. Porque, vitrina de su humor, su rostro tenía esa inconstancia de los cielos de Irlanda de verano, y su sonrisa, ocultando algunos designios, podía desaparecer tan rápido como había aparecido. "Le gustaría –me dijo, y aquí floreció su amplia sonrisa, mientras hacía una pausa- volver esta tarde?" La pregunta quedó enganchada a esta sonrisa. Yo había esperado más de una hora y esa perspectiva propuesta no me entusiasmaba nada. "Gustarme no es exactamente el término."

Primero me puso contento esta leve réplica que le devolvía su palabra –a todas luces, él hubiera preferido que me gustara-, luego me sentí molesto, embarazado por mi juego y esa apariencia de seguridad, pero ya estaba dicho. "¡Entonces venga!", dijo rabiosamente. Supe que sería una sesión breve; por otra parte, ¿no había ya terminado? ¿No estaba contenida por entero en esa breve conversación?

¿De dónde proviene esa molestia, ese embarazo? Vuelvo a remitirme a las clases de Lacan en el seminario de La angustia. Voy a copiar un párrafo, relativo a la etimología de la palabra embarazo, ya que embarazo es el término elegido para nombrar aquí a la forma más ligera de angustia:

"... si advierten que embarras es muy exactamente el sujeto S revestido de la barra, que la etimología imbarricar hace, hablando con propiedad, la alusión más directa a la barra (bara) como tal, y que además tal es la imagen de lo que llaman la vivencia más directa del embarazo. Cuando ya no saben qué hacer de ustedes, cuando no encuentran tras qué parapetarse, es de la experiencia de la barra que se trata, barra que por otra parte puede asumir más de una forma. "

Luego agrega que embarazo en español, significa mujer encinta. Es decir, atravesada por su deseo de hijo.

Con esto pareciera que Godin, frente al deseo del Otro, o de Lacan, no tiene parapeto, queda embarazado. Y aquí la demanda del Otro no es lo que el analizante esperaba y es eso lo que lo divide como sujeto.

/.../Lacan prescindía del carácter estable, la simpática neutralidad, la untuosidad, todas esas cualidades que supuestamente bosquejan el justo retrato del buen psicoanalista –sin hablar siquiera de "esa bondad analítica con que nos machacan los oídos", como él decía-. Él mostraba que uno debía prescindir de ello para esa práctica que es el psicoanálisis. Más aun, que ésas no eran ni nunca habían sido cualidades.

/.../ En estas condiciones, es posible comprender que el cruce de la sala de espera por Lacan fuera algo para ver y oír. /.../ 11

/.../ Sus pies, siempre deslizándose, atravesaban la sala de espera –choc, choc, ruido leve, crujido, frotamiento regular de las suelas sobre la alfombra-. Y esto le daba la oportunidad de practicar la que, a mi juicio, era una de sus estratagemas favoritas.

Miraba a alguien a su izquierda, y con la mano derecha designaba con una señal, un gesto, a otro paciente:"¡Venga!" –esa economía de movimientos era una maní en ese lugar-. /.../ Había un momento de inseguridad, había sembrado la confusión. "¡No, usted no!...¡Usted!... ¡Y bien, venga usted!,7...7

A partir de ese momento había que ser ágil y raudo...

/.../ Luego la puerta se convirtió en un problema, una cuestión dolorosa o no; y pasar a Lacan camino a su oficina rubricó el abandono ¿Iba a cerrar o no esa puerta?

/.../ ¿Cómo hacer con esa puerta?

/.../ También era posible hablar, es decir, pedirle que la cerrara; que tirara hacia él ese grueso tapón de jarra de vidrio con extraños reflejos y lo girara. Pero eso también implicaba ese mismo riesgo de cerrar la sesión y provocar una respuesta del tipo: "Está muy bien, querido, hasta mañana. ¡Es formidable! Y partir incrédulo, un poco zamarreado. Debía haber una razón para hacer o decir lo que él había hecho o dicho. Pero ¿cuál?

Aparte. En este mismo capítulo Godin menciona a los otros pacientes de Lacan que él observaba, las diferentes respuestas de ellos, los comentarios en el café. Godin está entre esos analizantes a quien los otros le interesa mucho. Ya Lacan le había preguntado en la primera entrevista: "¿No tiene síntomas obsesivos?" Pero dejemos esto por ahora.

La sesión breve contradice las normas de urbanidad, de diálogo y amabilidad. Lleva a la precipitación. Deja que la asociación libre tenga lugar entre sesiones. Es una especie de despertador para no seguir durmiendo. Para no soñar despierto. Resulta una forma de decretar que la pregunta por el deseo del Otro no tiene que llevar a la postergación del acto.

Además tiendo a creer que la sesión breve fue el recurso que encontró Lacan para cortar con la extrema idealización hacia su "persona". Una forma de decir: no se satisfagan satisfaciéndome.

Seguramente habrá que profundizar en la teoría del deseo y del goce para fundamentar la breve duración de cada sesión. Por el momento, creo lo siguiente: la sesión es eficaz si la transferencia es muy fuerte, si la suposición al saber del inconsciente está en función.

Por lo expuesto, arribo a la conclusión de que, al menos por los testimonios leídos, Lacan no se guiaba exclusivamente por "el tiempo lógico", para el corte de las sesiones. Aparece una tendencia: acotar el bla-bla-bla, o sea la satisfacción narcisista, fálica.

6 – El tiempo lógico

Pero, ¿a qué se llama, en Buenos Aires al menos, el tiempo lógico? Al tiempo que conduce a un acto: el acto de concluir. Voy a explicarlo sintéticamente, siguiendo el clásico escrito de Lacan: "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma". No se me escapa que es un tema que podría tratarse mucho más extensamente.

El tiempo, en su densidad, es tratado a través del siguiente problema: el director de una cárcel elige a tres prisioneros. Promete la libertad a quien resuelva un problema y dé cuenta de una manera lógica, de cómo arribó a la conclusión. Hay 5 discos, 3 de ellos blancos y los otros 2 negros. Se colocarán en la espalda de los hombres, uno a cada uno. Los presos sólo ven los discos que tienen los otros. Cada uno tiene que decir cuál es el color del que tiene puesto. El prisionero que acierte y salga de la habitación primero, tendrá la libertad. El caso es así: saldrán los 3 juntos, afirmando cada uno que es portador de un disco blanco. Será lo correcto.

Lacan relata así la conclusión que pone en boca de ellos:

"Soy un blanco, y he aquí cómo lo sé. Dado que mis compañeros eran blancos, pensé que, si yo fuese negro, cada uno de ellos hubiera podido inferir de ello lo siguiente: ´Si yo también fuese negro, el otro, puesto que debería reconocer en esto inmediatamente que él es blanco, habría salido en seguida; por lo tanto yo no soy un negro´. Y los dos habrían salido juntos, convencidos de ser blancos. Si no hacían tal cosa, es que yo era un blanco como ellos. Así que me vine a la puerta para dar a conocer mi conclusión."

A esta conclusión se llega en tres movimientos temporales.

Instante de la mirada: si estuviera viendo dos negros, yo sería blanco. Esto se excluye instantáneamente, porque veo dos blancos. Es una formulación impersonal, el tiempo aquí es fulgurante. Lleva a la formulacisiguiente, dado que el problema es saber si "yo" soy negro.

Tiempo para comprender: si cada uno de los blancos viera un negro, al ver que ninguno de los otros sale antes, es porque ninguno vio dos negros. Es decir, se reconocieron como blancos. Es un tiempo objetivo. Ahí los sujetos se definen por reciprocidad. Hace falta ver qué hace el otro. Si vuelve uno a suponer que es negro, que hay un solo negro, se detiene, los otros también; pero se precipitan simultáneamente hacia la puerta, porque ninguno de los tres, ve que el otro pueda considerarse negro, ya que prosigue hacia la puerta.

Momento de concluir: es un juicio. Si no hay decisión de salir, el sujeto no alcanza la solución verdadera. Al anticipar cada uno su certidumbre, ésta se verifica. O sea, es porque cada cual decide salir, que se verifica que es blanco.

La certidumbre no se obtiene del Otro, quien explicaría qué es lo que uno tiene, de que color es el disco que porta. En el momento de concluir se juega el sujeto.

¿Se guía la sesión breve por esta lógica? Lo menos que puede afirmase es que evita las dilaciones, convoca al momento de concluir, pero no puedo pensar como equivalentes la sesión breve y las modulaciones del tiempo lógico. Lo que doy por seguro, tienen en común es que su referencia no es el tiempo cronológico. Pero la sesión breve no tiene en cuenta sólo el tiempo lógico del sujeto del acto. Por una razón: el analista sólo conjetura el momento de concluir del sujeto, ya que no coinciden el lugar de producción y el de la verdad en el discurso. Mientras, como dije en la clase anterior, el analista está en S1, el lugar de la producción en el discurso del analista, para el analizante la verdad está en S2, el lugar del saber inconsciente. Por lo tanto, sus respectivos tiempos sólo se superponen cuando hay encuentro, y este encuentro por estructura, es fallido.

Entonces, dado que no es el Otro, o nadie que pretenda revestirse de Otro, quien puede relevar al sujeto de su momento de concluir, ¿cómo hace el sujeto la experiencia de que no responde a la demanda del Otro? Es decir, que no trabaja según las pautas y las precisiones que el Otro impone.

Partamos de lo siguiente: el neurótico ubica como objeto de su deseo, la demanda del Otro. El analizante, cuando asocia libremente, imagina responder a la demanda del analista. Está en posición histérica, dirigiéndose al amo, o al padre idealizado. Históricamente, así comenzó el psicoanálisis. Breuer le comentaba a Freud el tratamiento que dirigía. Anna O. le hablaba a Breuer. Lacan, refiriéndose a la experiencia de la rememoración en análisis, nombra a la demanda:

"Pero de lo que se trata en la rememoración, uno no podía saberlo al principio – no se sabía que el deseo de la histérica era el deseo del padre, a mantener en su estatuto. No resulta nada sorprendente que, para beneficio del que toma el lugar del padre, se rememoren las cosas hasta las heces." 12

El inesperado corte de la sesión da por inoperante a la demanda del Otro. Así el deseo del analista, más enigmático que nunca pasará a primer plano. Se transformará en una pregunta inagotable. Esta pregunta va a perder todo interés cuando el análisis llegue a su fin; mejor dicho, cuando esta pregunta pierda interés, el análisis llegó a su fin. Lo retomaremos en la última clase.

Notas

1 Schneiderman, S. Op. cit. pág. 139/40

2 Ídem. Pág. 101.

3 Lacan, J. Seminario 20. Paidós. Pág. 71

4 Ídem. Pág. 141.

5 Me refiero a Norberto Rabinovich.

6 Psicoanalítica. Editorial CPN. Buenos Aires. Argentina. Año 2. Número 2/3.

7 Rey, P. Op. cit. Pág. 73-4

8 Rey, P. Op. cit. pág. 75-6

9 Milan, B. Op. cit. pág. 45

10 Godin, J-G. Op. cit. pág. 67

11 Godin. Op. Cit. pág. 111 y siguientes.

12 Lacan, J. Seminario XI. Barral editores. 1977. España. Pág. 60.

 


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