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Seminario
Depresión
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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : Dr. Gerardo Herreros


Clase 3
Entre lo natural y lo demoníaco
La melancolía del Renacimiento a la Ilustración
(1)


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"Such as have... Saturn... misaffected in their genitures... such as are born of melancholy parents... as offend in those six non-natural things, are of a high sanguine complexion... are solitary by nature, great students, given to much contemplation, lead a life out of action, are most subject to melancholy. Of sexes both, but men more often... Of seasons of the year, autumn is most melancholy. Jobertus excepts neither young nor old..."

Robert Burton: Anatomy of Melancholy, 1621

INTRODUCCION:

Se denomina Renacimiento al movimiento cultural de los siglos XV y XVI, surgido originalmente en Italia y propagado al resto de Europa. Si bien existen discrepancias sobre sus límites, podríamos citar su inicio en 1453 con la toma de Constantinopla por los turcos y su consideración nos viene bien para poder pensar ciertos cambios en la concepción de la melancolía, en relación con los vaivenes del pensamiento naturalista, filosófico y cristiano.

Por otra parte, previo a la Ilustración, incluímos también el período Barroco, entre el 1600 y el 1740, que gira culturalmente en torno a la contrarreforma católica.

Estas épocas se caracterizan fundamentalmente por dos cuestiones, la vuelta a la antigüedad clásica contra el teologismo medieval y el nacimiento del humanismo como corriente del pensamiento antropocentrista, confiada en las posibilidades del hombre y el progreso indefinido. Los paradigmas científicos-filosóficos se encontrarán entre Descartes y Hume. Recordemos que son los siglos de Erasmo de Rotterdam, Juan Luís Vives, Leonardo, Copérnico, el descubrimiento de América, la imprenta y la reforma luterana.

Pero también se caracteriza en el campo que nos ocupa, por una fuerte influencia de la Iglesia católica que, temerosa de los sismas, lanza una acometida contra los detractores mediante la puesta en forma de un aparato de espionaje y castigo llamado Santa Inquisición.

Continuaremos en esta etapa previa al origen de la psiquiatría con la diacronía de los términos depresión y melancolía. No se trata de un revisionismo histórico, sino más bien intentar establecer las coordenadas del rumbo que quiero dar, introduciendo las variables históricas y los aportes que sentaron las bases de lo que hoy pensamos en torno a este llamado "trastorno".

Aun en el Renacimiento, si le preguntáramos a un médico qué es la depresión, no sabría que contestar ya que la palabra no existía, al menos en el campo "psi". Es más, ni siquiera existía ese recorte del campo del saber. Diferente, pero no menos complejo, sería si preguntáramos por la melancolía.

MELANCOLIA: GENIALIDAD, LOCURA, DEMONOLOGIA

ENTRE LA RAZON Y LA EMPIRIA

Habíamos culminado la clase pasada con las conclusiones que nos deja el pensamiento medieval en torno a la melancolía. Por un lado toda la corriente naturalista parcialmente olvidada en ese período -salvo por los árabes- del interjuego físico de los humores y por otro la fuerte influencia cristiana incorporando los conceptos de pasión y del bien y el mal.

Habíamos visto que la tradición aristotélica, retomada por santo Tomás, suponía una concepción totalmente diferente a la actual entre cuerpo y alma. Se trataba de una unidad no divisible.

Sin dudas, el corte tajante conceptual entre las pasiones del alma y los trastornos del humor que marcaría definitivamente el pensamiento occidental, se debe a Descartes (1596-1650), cuyo tratado Las pasiones del alma (1649) abre la vía, por una parte, a la concepción puramente fisiológica del humor y, por otra, a la psicología de los estados de ánimo.

Descartes introduce una nueva concepción del alma, consistente en separarla definitivamente del cuerpo. A la idea aristotélica del alma como forma del cuerpo, o la tomista de animus y anima, indivisibles, la sustituye la de un alma hecha de puro pensamiento, distinta del cuerpo, considerado como pura extensión:

Examiné después atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar alguno en el que yo me encontrase. Pero que no podía fingir por ello que yo no fuese, [...] conocí por ello que yo era una sustacia cuya esencia o naturaleza toda es pensar, y que no necesita, para ser, de lugar alguno, ni depende de cosa alguna material; de suerte que este yo, es decir, el alma por la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo (2) y hasta más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es (3).

Expulsando así al alma del cuerpo, en adelante Descartes tratará las pasiones como fisiólogo o como psicólogo, según las considere en el plano corporal o en el plano del pensamiento. Las pasiones del alma, en esta nueva perspectiva, se convierten en puros fenómenos de conciencia que pueden ser incluidos entre los errores del ser humano, pues su causa no se encuentra en el mismo lugar donde parecen producirse: no está en el alma, sino en el cuerpo (4) (5), como también se desprende de sus Reglas para la dirección de la mente (6).

Por otra parte, en el otro extremo, es con Francis Bacon (1561-1626) que surge el empirismo moderno, que plantea en oposición a Descartes que toda ciencia debe basarse en la experiencia sensible y no el cogito. Así como el racionalismo cartesiano se apoya en las matemáticas y en juicios universales necesarios, así el empirismo que posteriormente hallará su máximo representante en Hume, se apoyará en las ciencias naturales.

Si bien los siglos comprendidos entre el XV y el XVII, alternarán entre estas dos concepciones que naturalmente modificarán la idea de la melancolía, el pensamiento renacentista y barroco del alma, es que ha sido creada y no engendrada, y por lo tanto no puede corromperse. De allí que estas concepciones naturalistas y racionalistas no se deben a un desprecio del alma, sino más bien a una elevada consideración de la misma. Posición que veremos posteriormente en varios psiquiatras clásicos considerados como biologistas, siendo que lo eran porque no se les ocurría pensar en una corrupción del alma, es decir, serían más psiquistas que los psiquistas.

La sede de las pasiones, según Descartes, ha de estar en la fisiología del cuerpo, precisamente en la glándula pineal, localizada en el centro del cerebro, desde donde irradia a través de todo el cuerpo. En consecuencia, para Descartes, el estado de ánimo es en realidad la idea de un estado del cuerpo. La tristeza, por ejemplo, se convierte en un fenómeno esencialmente nervioso: es, dice, "un dolor que ofende a los nervios".

GENIALIDAD Y LOCURA

Es la melancolía Renacentista, en su vertiente natural, un delicado temperamento que puede ir de la genialidad a la locura y esto estará dado por los "niveles" de la bilis negra.

Los humores, sufren la influencia de la edad, la estacíón del año y la hora del día. Así la melancolía posee la particularidad de ser el humor que corresponde con el final del dia, el otoño y la decadencia de la edad. De tal modo, es el humor que precede inmediatamente a la noche, al invierno y la ancianidad, en las que domina la pituita; y los médicos subrayan de buen grado, como vemos en Laurens, que los flemáticos "son por lo común estúpidos y pesados, tienen tardo el juicio y como adormecidas todas las potencias nobles del alma". Diríase, entonces, que en contraposición a la bilis amarilla, la melancolía es el más bello y último esfuerzo de la naturaleza antes de que se entregue el ser a las ataduras del sueño y de la muerte. De hecho, a manera de maravilloso resumen, todas las energías del ser parecen darse una especie de última y suntuosa cita en el tiempo de la melancolía. Nuestros médicos que, por influencia del neoplatonismo, parecen haber reflexionado sobre un célebre problema de Aristóteles, según el cual la melancolia y su hermana, la epilepsia, caracterizan a los hombres geniales, se complacen en celebrar las paradojas de la melancolia.

Si no tomamos en consideración, primero, más que el temperamento melancólico, ¿no resulta sorprendente comprobar que los melancólicos, como observa Paré, sean "graves y listos, fraudulentos, tramposos; quejumbrosos, tristes, pesarosos, gruñones, parcos de palabra; crueles, obstinados, inexorables", y que, no obstante, "las personas de gran corazón y magnanimidad han sido en su mayoria melancólicos, asi como harto ingeniosos, sabios y prúdentes"?. Bien pudo un autor llegar a la conclusión de que "entre todas las complexiones destempladas no hay una que sea más excelente que la melancólica cuando se mantiene dentro de los limites de la salud".

He ahí la grandeza de la melancolia; destemplada, esta complexión es, sin embargo, la que forja a los hombres de gran entendimiento, y hay que admirar, como dice Guibelet, que "un poco de humor sujeto a corrupción, y que comúnmente pervierte la integridad de las funciones del alma, pueda aún tornar más perfectas sus acciones". Pero he aquí, al mismo tiempo, su miseria: el melancólico anda siempre cerca de la locura, ya que la melancolia es como el vino: este humor, "aunque agudice el entendimiento, como lo hace el vino bebido con moderación, si es demasiado abundante y excesivo, e imbuido de algún vicio, es sumamente perjudicial para el espiritu".

Así la melancolía expresa la notable paradoja de que basta con una "media vuelta de clavija", según la expresión de Montaigne, para pasar de la sabiduría a la locura: "Platón dice -explica Montaigne- que los melancólicos son más disciplinables y excelentes: asi también, no es cierto que tengan tanta (8) propensión a la locura." Platón no habla aqui más que de los temperamentos melancólicos; pero ya que el término melancolía abunda en muchos más sentidos puede ser considerado como la figura ejemplar de esta experiencia que puede alternar entre la normalidad y la locura (9).

Vemos aquí nuevamente esta oscilación histórica del continuom entre normalidad y locura que se inscribe en el eje de un más y un menos, un exceso o un defecto, en oposición a la concepción de diferencia cualitativa entre un estado y otro. Por otra parte, desde el final de la Edad Media hasta la Ilustración, la locura se organiza polarmente: las que se caracterizan por irritabilidad y violencia con "ensoñaciones" alegres debido a adustión de la sangre, que "viven desmesuradamente y cantan siempre"" y en el otro polo, los que se distinguen por el abatimiento y la morosidad. Es en este amplio e inespecífico polo donde se ubica la melancolía. Es decir, las clásicas discusiones que siglos más tarde, el DSM IV borraría de un plumazo con sus asépticos "trastornos".

LA MELANCOLÍA Y EL MAL

Al retorno a la concepción natural de la melancolía, se opone, en un mundo occidental convulsionado, el esplendor de la Santa Inquisición (11). Si a ello sumamos la consideración de que el alma en tanto incorruptible, sólo podría ser poseída por Lucifer, se explica entonces la proliferación de las cazas de brujas. Es ya clásica la descripción de un fin medieval y comienzo del Renacimiento marcado por la consideración demonológica de la melancolía en particular y de la locura en general. Pero tal vez es lo que se llamaba melancolía el blanco más propicio para los inquisidores.

La melancolia tiene como causa un "humor negro y fangoso" y cabe recordar que la melancolia se corresponde con la tierra, o la simboliza, según la expresión usual. De ahí su rasgo distintivo: la negrura (lo que confirman los gramáticos, para quienes ater –negro- es sinónimo de terra. Sin duda lugar de lo carnal y sede de los males). Observad a un hombre de naturaleza melancólica: le descubriréis, dice Abraham "un rostro moreno o negruzco", acompañado, señala Ambroise Paré, "de una mirada inconstante, feroz y huraña, triste, taciturna y enfurruñada", en tanto que el cuerpo se le sentirá "frío y duro al tacto". Esto es tanto como designar sus cualidades principales: la frialdad y la sequedad; pues bien, son estas cualidades propias de la tierra, y sabemos que "el color más natural de la tierra es el negro", lo confirma los sueños de los melancólicos, pues "a veces -nos asegura Paré- son del parecer de que ven diablos, serpientes, casas oscuras, sepulcros y cuerpos muertos, y otras cosas semejantes". Cuando su mal ha degenerado en locura, "se sienten transportados en algunos discursos y sueños tenebrosos". ¿Cuál podría ser la explicación de esto sino la negrura?

Si les llega a ocurrir que se imaginen, como dice Guibelet, "la muerte del alma, que es su condenación", si los hay que "buscan los sepulcros" o "se pasean por las ruinas de viejos y antiguos edificios" o "corren durante toda la noche por los bosques", si hay otros que creen ser perros, pájaros, demonios o lobos, se comprenderá esto fácilmente gracias a la comparación de Galeno, que Guibelet nos recuerda: "Tal y como las tinieblas espantan a los niños, así la negrura del humor melancólico semejante a la noche envuelve la claridad del alma con sus tinieblas"; ahora bien, "el alma que se halla envuelta en la oscuridad del humor recibe su impresión y no pide más que tinieblas".

"Animal salvaje, tenebroso, desconfiado, solitario, enemigo del sol" (12), según la fuerte descripción de Du Laurens, el melancólico es presa de un mal que tiene por causa lo que Capivacci llama la affectio tenebricosa.

Es entonces cuando Satán, serpiente, sapo o demonio con los pies ahorquillados y cuerpo velludo, hace su aparición. Las concepciones teológicas de los descendientes de los celtas y bárbaros, superficialmente transformadas por el cristianismo, transigen repartirse el universo entre el diablo y los santos, es decir, la tierra y el cielo. Los espíritus infernales aparecen sobre el escenario de un mundo nuevo, donde la ciencia de los antiguos no tenía lugar, y aquellos espíritus que el mundo antiguo consideraba inspirados por Apolo, por las Musas, por Baco o quizá por Venus, fueron desde entonces poseídos por Belcebú o Asmodé.

La melancolía corresponde entonces al domimo y la fe, y su curación era pnvilegio exclusivo de los sacerdotes y veremos luego el papel de los médicos. Los Teólogos exorcistas, muy poco enterados del funcionamiento del sistema nervioso y de su papel y peleados con Aristóteles, escribieron la historia de la locura en el ocaso de la Edad Media y mediados del Renacimiento, mientras que la ciencia emigraba hacia los musulmanes. El formidable Malleus maleficorum - martillo de los hechiceros - toma el cariz de tratado de la locura. La supervivencia de costumbres paganas adaptadas al gusto de la época, y las creencias en la magia, se disimulaban bajo la propia cubierta de la religión, y el culto a los santos era exactamente pagano casi en todos sus detalles.

Fue la época en la que abundaban los pozos y las fuentes cuyas virtudes misteriosas devolvían la razón a los que la habían perdido. Sumergidos en las aguas purificadoras, los enfermos se despojaban de sus taras, se desembarazaban de sus demonios y renacían lavados ya de todos sus pecados. En Cornualles, donde una antigua palabra armoricana significaba a la vez bautizar, mojar y vaciar, había también una vieja costumbre que consistía en bautizar a los locos.

Hacia el final de la Edad Media la creencia en la posesión se extendía hasta tal punto que se instaura una autentica demonología y se forman procesos que sustituyen a la medicina parroquial y a toda la tradición escolástica. Lucifer y Belcebú, Satán y Asmodé, eran las estrellas máximas de un infierno superpoblado que contaba, según Jean Wier, espíritu de los más independientes de su época, con 7.450.926 demonios divididos en 1.111 legiones sometido todo este ejército a 72 príncipes.

Grandes hogueras iluminaron Europa y los enfermos mortales eran quemados con los herejes, los alquimistas y los nigromantes. Colonia quemaba 300 brujos al año; en Nuremberg, Ginebra, París, TouIouse y Lyon se alcanzaba la cifra de 200 al año.

Las confesiones se obtenían mediante tortura:

Formo parte de una secta que jura obediencia al diablo; los niños que aún no han recibido el sacramento del bautismo son los únicos que llaman nuestra atención; sin embargo, no tememos atacar, a veces, a niños bautizados sobre los cuales se olvidó hacer la señal de la cruz; si un recién nacido reposa tranquilamente en su cuna bajo la vigilancia maternal, nosotros, con la fuerza de nuestras invocaciones y el prestigio de nuestras ceremonias le hacemos perecer; tan pronto como los padres persuadidos de que su infante ha sucumbido bajo una asfixia o bajo cualquier mal imprevisto, cumplen sus últimos deberes con el objeto de su afecto, nosotros nos acercamos y el pequeño cadáver es robado a la tierra; es arrojado en una marmita de agua hirviendo y se separan los huesos de la carne.

El espíritu monástico habia esparcido un ascetismo religioso que se acompañaba de desprecio al cuerpo, nido de los placeres carnales, depósito poco digno y corruptible para un hombre de ciencia. El aspecto de la locura, después del de la muerte, obsesionaba la imaginación de los hombres. La locura era un vicio y una marca de degradación para el ser humano: había firmado un pacto con Satán que habitaba en el cuerpo y libraba duro combate con el alma, y asi el melancólico exteriorizaba ser un esclavo de los infiernos.

Esta concepción permaneció hasta el Barroco. Leamos esta descripción tomada de Postel:

Entre ellos hay algunos maniacos o melancólicos que presentan estos síntomas, unas veces más violentos, otras más calmados, y paralelamente autores de palabras y actos sobrenaturales y monstruosos, que dejan ver con evidencia que están poseídos por un demonio: de donde les viene el nombre de posesos o endemoniados que se les da. Además de toda suerte de conductas depravadas del espíritu que hemos visto, a menudo permanecen sumidos en un mutismo interminable, hasta tal punto es cierto que el demonio sabe de sobra cómo burlarse de los hombres y cómo hacerlos caer en engaños. Igualmente, se abstienen a veces de alimentarse, mucho más allá del umbral natural de tolerancia, no obstante sin sufrir por ello lesión alguna; a veces, tuercen, pliegan y encorvan el cuerpo hasta un punto que, como he visto con mis propios ojos, no sería normalmente de ninguna manera verosimil sin sufrir luxación de las articulaciones. O bien, profiriendo profecías y anuncios herméticos, son adivinos y predicadores, o se expresan en lenguas que no hablaban ni comprendian cuando estaban sanos de espiritu, como si el demonio hablase por su boca.

Plater, Praxeos medicae...,

(Capitulo III. "Mentis alienatio"), edición de 1625.

Se nota claramente en este ensayo, que el campo psicopatológico de la melancolía Barroca, es sumamente amplio y vago incluyendo lo que hoy conocemos como psicosis, o neurosis, o trastornos neurológicos, pero por otro lado totalmente imbuída del demonio, única explicación al escándalo de un alma enloquecida.

MELANCOLIA ENTRE EL DIABLO Y LA MEDICINA

Nada tiene de sorprendente, pues, que el diablo afecte a los melancólicos. "Los cuerpos que el diablo posee interiormente son melancólicos, pues este humor es el verdadero sitio en que al diablo le gusta estar, y en el cual hace efectos tan extraños". Sería erróneo pensar que los médicos se contentaban con atribuir estos fenómenos a causas naturales y que los teólogos sólo pensaban en la posesión demoniaca.

La gran mayoría que cree a pie juntillas en la presencia activa del diablo, certifica las explicaciones de los médicos y explican por sí mismos, en todos sus detalles, la teoria de los humores. El demonólogo Martín del Río no niega tampoco las explicaciones de los médicos, pero discute únicamente este razonamiento: "Las enfermedades pueden originarse en causas naturales; en consecuencia, los demonios no pueden mandar enfermedades." Por su parte, el médico Jourdain Guibelet escribia: "Es insensato querer atribuir todo a los demonios. Es ignorancia pretender achacar a los humores infinidad de efectos que resultan imposibles a la naturaleza."

En este perído de transición paulatina de lo sobrenatural a la primacía de la naturaleza en el campo médico, lo sobrenatural demoniaco no se opone a lo natural; lo utiliza. Si el diablo, como hemos visto, siente predilección por la melancolía, no solamente es porque se le parezca sino también porque le abre el camino. Del Río no se abstiene de hacer advertencias médicas cuando escribe:

De esta manera, excita las enfermedades melancólicas. Pues desde el principio agita la bilis negra que está en el cuerpo y empuja los humos a las celdas de los sentidos interiores. Después, aumenta este humor mediante el acceso de las cosas candentes, o bien lo retiene e impide evacuarlo. Causa la epilepsia, la parálisis y enfermedades semejantes mediante la aportación de jugos más espesos y a veces tapa el ventriculo del cerebro, y otras veces las raíces de los nervios. Causa la ceguera o sordera al acumular excrementos nocivos en los ojos y en las orejas.xxx

Belcebú no podría perturbar los órganos si no se ayudase del humor melancólico en su guerra con el alma pura que intentará conquistar. Así el demonio irá perdiendo fuerza ya que si necesita de la naturaleza enferma, su poder no sería tan importante y así los médicos se iráin haciendo más competentes para tratar estos casos, ya que la cura del desequilibrio humoral le impediría a Satán cometer sus atropellos

En este sentido, el diablo no obra de manera distinta a la de un agente natural, sería supersticioso creer que los sacerdotes que exorcizan a los endemoniados les hacen mascar ruda porque esta planta tiene la virtud de expulsar a los demonios: No, en verdad pues sería un gran milagro expulsarlos del cuerpo si con la medicina se hiciese esto; más bien, dicen los naturalistas, como esta hierba es muy adecuada para el humor melancólico, pues consume los vientos, parte los humores crasos y viscosos, sustrae o más bien disminuye el sujeto y el instrumento de que se vale el diablo para cometer sus ilusiones, engaños y estratagemas.

Entonces, la tarea del médico es fácil de definir: tanto si el diablo maneja el humor melancólico como si éste, por sí mismo, fomenta las enfermedades, el médico, al actuar sobre la causa próxima, combate el mal. Ésta era ya la opinión de Avicena, a quien estos médicos gustan de citar.

Aun cuando se sospeche la presencia del diablo, el médico está capacitado, de tal modo, para intervenir. De acuerdo con está manera de ver lás cósas, se invitó a los médicos, por largo tiempo, a examinar a los sujetos sobre quienes pesaba la sospecha de hechicería y más aún de posesión.

De este modo, se va produciendo el divorcio cartesiano entre cuerpo y alma. Así el alma será para los teólogos y la filosofía y el cuerpo para la medicina.

Las paradojas de la melancolía se inscribirán entonces de manera diferente y mixturada en manos del Inquisidor, del filósofo, del médico o del poeta

El primer texto inglés completamente consagrado a la enfermedad "afectiva" fue "Anatomía de la Melancolía" de Richard Burton, publicada en 1621. Era una revisión erudita de dos milenios de sabiduría médica y filosófica, el texto también da la perspectiva de un melancólico. El concepto de desorden afectivo introducido por Burton, que no era médico, era bastante amplio incluyendo desórdenes del humor y muchos de los padecimientos hoy considerados como psicosomáticos, incluso mencionaba la hipocondría. Aunque él describió enfermedades melancólicas, también categorizó las varias formas de melancolía de amor y pesar. Particularmente impresionante era su catálogo de causas, culminando en la conceptualización que es epigrafe de esta clase.

Los seis aspectos no naturales que Burton refiere, son a los factores medioambientales como la dieta, el alcohol, los ritmos biológicos, y las perturbaciones de las pasiones como el intenso amor. El propio Burton no indicó predominios de edad y como casi todos sus predecesores, favoreció al varón en la preponderancia, en lugar de la mujer como actualmente se subraya (13). Finalmente, consideró a ambos, el melancólico (contemplativo) y el sanguino (de sangre caliente) los temperamentos para ser substratos de la melancolía.

Por otro lado, no podemos dejar de mencionar la educación:

"Los malos padres, madres dejadas, tutores, amos, maestros demasiado rigurosos y demasiado severos, o demasiado remisos o indulgentes, son a menudo las fuentes de esta enfermedad [la melancolía]. Los padres como tienen la tutoría y vigilancia de niños, los ofenden muchas veces y en eso ellos son demasiado duros, siempre amenazando, reprendiendo, peleándose, fustigando o golpeando, por medio de ello, sus pobres niños así se descorazonan y ellos nunca después de esto tiene algún valor, una hora alegre en sus vidas o pueden tomar placer en algo. . . ." (14).

En la próxima clase, comenzaremos con la Ilustración y el nacimiento de la psiquiatría, lo que modificará sin dudas a la melancolía en tanto surgirá la nosografía moderna.

 

Bibliografía:

  1. André, Serge: Carlos o el discurso maníaco. Céline o la pasión de la miseria. En La impostura perversa. Ed. Paidós, 1995. (Original: L´impossture perverse. Ed. Du Seuil, París. 1993)
  2. Anglo, Sydney: "Melancolia and Witchcraft: the Debate between Bodin, Wier and Scot", in Folie et Déraison à la Renaissance, Éditions de l'Université de Bruxelles, 1976.
  3. Carpio, Adolfo: Principios de Filosofía, Ed. Glauco, 1993.
  4. Gambra, Rafael: Historia sencilla de la filosofía. Ed. Rialp, 1979.
  5. Gourinat, Michel: Religión y Filosofía. En: Introducción al pensamiento filosófico. T I. Ed. Itsmo, Madrid. 1974 (original: De la Philosophie, Librairie Hachette, París. 1973).
  6. Kaplan, Harold & Sadock, Benjamin: Comprehensive Textbook Of Psychiatry/VI (Ctp/VI). Sixth Edition. Williams & Wilkins, 1995.
  7. Postel, J. y Quétel, C. (Compiladores): Historia de la Psiquiatría. Op. cit.
  8. Redondo, Agustín y Rochon, André (eds.), Visages de la folie (1500-1650), Paris, 1981
  9. Ristich de Groote, Michèle: La locura a través de los siglos. Op. cit.

Notas :

(1) Luego de un descanso prolongado, retomamos las clases del seminario. Dado lo especial de la comunicación por Internet, me interesa introducir el nivel coloquial que todo seminario requiere.
Les comento que he recibido varios mails sobre las clases pasadas que no los he hecho públicos debido a que eran preguntas específicas o notas personales.
Actualmente el número de participantes inscriptos asciende a 250. Así que no están solos.:)
Y si tienen aportes o comentarios a las clases que sean de interés general, los reenviaré al resto.

(2) Subrayado mío.

(3) Descartes, R.: Discurso del método. Ed. Hyspamérica, 1983.

(4) Descartes, R.: Tratado de las pasiones del alma. Ed. Planeta, 1989.

(5) André, Serge: Carlos o el discurso maníaco. En La impostura perversa. Op. cit.

(6) Op. cit. Hyspamérica Ediciones, 1980

(7) Seguiremos desde cerca en este tramo a Postel y Quétel con su brillante "Historia de la Psiquiatría"

(8) Subrayado mío.

(9) No podemos dejar de notar como se va configurando la diferencia entre salud y enfermedad en el mundo occidental, y en esta misma línea, el concepto de salud mental que desvelaría a más de uno.

(10) Grabado Renacentista con imágenes de tortura por la Inquisición. ("Iglesia católica: el Vaticano abre los archivos de la Inquisición romana", Enciclopedia Microsoft® Encarta® 98 © 1993-1997 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos)

(11) En agosto del año 1233, Gregorio IX había creado este terrible aparato de investigación y represión, verdadera policía con sus tribunales especiales ante los que comparecían los herejes y brujos, todos acusados demagia negra y de inteligencia con los ángeles caídos.
La Inquisición fue una institución eclesiástica creada para "velar por la fe" y, por lo tanto, encargada de localizar, procesar y condenar —si llegara el caso— a las personas halladas responsables del delito de herejía. Este tribunal funcionó en muchos países y con cierta autonomía, así, según los jueces y las directrices episcopales, la herejía se confundía con el desorden público. Con la aparición del protestantismo y su rápida propagación, el papa Pablo III creó el Santo Oficio —o Congregación de la Inquisición o, simplemente, Inquisición romana—, que se ocupaba exclusivamente de asuntos de dogma y centralizaba todos los procesos dogmáticos del orbe católico. Así funcionó hasta 1965, cuando, para borrar el siniestro pasado de este tribunal, se creó la Congregación para la Doctrina de la fe, órgano todavía vigente y que se ocupa de mantener la ortodoxia dogmática de la Iglesia.
Un hecho significativo de reconocimiento de errores pasados se dio en 1992, cuando el papa Juan Pablo II pidió perdón por el proceso seguido contra Galileo Galilei y le restituyó su nombre y saber y como muestra del "examen de conciencia" de la Iglesia católica ante la llegada del nuevo milenio, recién el 10 de enero de 1998, un portavoz oficial del Vaticano anunció que se iban a abrir al público muchos de sus archivos, entre ellos los de la Inquisición romana. (
"Iglesia católica: el Vaticano abre los archivos de la Inquisición romana", Enciclopedia Microsoft® Encarta® 98 © 1993-1997 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.)

(12) No incluímos aquí el gran capítulo de la licantropía que inundará los textos y pensamiento Renacentista.

(13) No olvidemos que si el temperamento melancólico se atribuía a la genialidad, poco lugar le quedaba a la mujer, relegada socialmente.

(14) Comprehensive Textbook Of Psychiatry. Op. Cit.

 


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