Seminario
Epistemología:
Una mirada post-postivista
http://wwww.edupsi.com/epistemologia
epistemologia@edupsi.com
Organizado por : PsicoMundo
Dictado por
:
Dra. Denise Najmanovich
Clase 12
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Queridos todos:
Nos encontramos nuevamente para compartir una clase de nuestro seminario. He recibido algunos aportes muy interesante que he reenviado para compartir con todos. No siempre encuentro tiempo para responder a todas los planteos puesto que cada participante se interesa por aspectos diferentes de la temática que en muchos casos requerirían varias clases para poder abordarlos. Además, muchas cuestiones serán tratadas más en profundidad en el futuro, por lo que no me resulta preocupante el no responderlas inmediatamente.
De cualquier manera pienso que es provechoso para todos la participación y a mi, particularmente, me resulta muy grato tener un feedback de ustedes. Así que una vez más les agradezco a los que ya han participado con sus aportes, preguntas, críticas e invito a los demás a sumarse.
Cordialemente
Denise Najmanovich
Clase 12
La construcción social de la creencia "representacionalista"
En primer lugar quisiera ubicarme en el contexto de la reflexión cartesiana. La elección de Descartes no es "necesaria", sino que se relaciona con mi objetivo de presentar la problemática de la representación relacionándola con la emergencia del sujeto y con el derrumbe del aristotelismo y la consiguiente sensación de inseguridad y angustia que esto trajo junto con el sentimiento de libertad y expansión (ya comentado en relación al espacio).
Descartes inició el camino de la duda conmovido profundamente por la crisis del aristotelismo. Lo inquietaban tanto la gran cantidad de preguntas que dentro de las concepciones del gran filósofo griego no era posible plantear, como lo que podía considerarse errado en la sabiduría heredada.
El derrumbe cada vez más evidente del escolasticismo y su incapacidad para pensar los fenómenos de la época se hacía cada vez clara. Al respecto declaró el gran pensador francés:
De la filosofía diré solo que habiéndola cultivado los más selectos espíritus que han existido durante largos siglos, no hay hoy ningún punto que no sea discutido, y consiguientemente que no sea dudoso (...) " (Descartes, R. "Discurso del método")
Recordemos que Descartes nació en 1596, un buen tiempo después surgimiento del humanismo y el desarrollo del renacimiento ( circa 1400 ), de la "exteriorización" y "abstracción" del espacio realizada por los pintores y arquitectos. Convivió con la gran explosión del "universo cerrado" de las esferas y fue testigo de los desarrollos de Galileo y Kepler en apoyo de las concepciones copernicanas. La imprenta (1453) estaba ya cómodamente instalada en Europa y la expansión de las publicaciones había adquirido un ritmo vertiginoso. La producción de ingenios y autómatas estaba en plena expansión y la metáfora mecánica ya permeaba el imaginario social. Posterior a Maquiavelo (1469) y al "l'uomo universale" renacentista, el campo donde Descartes habría de sembrar sus ideas estaba preparado para recibirlas. El gran filósofo Francés dio forma "clara y distinta" a una concepción que ya impregnaba la imaginación de muchos de sus contemporáneos.
Su extraordinaria tarea de reflexión filosófica, de sostenimiento de la duda para llegar a una certeza fundamentada, su búsqueda de ideas "claras y distintas", debe verse sobre el telón de fondo de la caída de la poderosa filosofía aristotélica, del estallido del sistema del mundo ptolemaico, de la profunda crisis religiosa provocada por los movimientos de la reforma y la contrarreforma, de la transformación de los vínculos sociales medievales y el desarrollo de la vida ciudadana que floreció en el renacimiento, la expansión de la imprenta y con ella la de la lectura que abrió todo un mundo de nuevas posibilidades, para arribar a la conformación de una nueva mentalidad: la "civilité". Es en esta trama que se teje la historia y el significado de una filosofía centrada en el problema del conocimiento y la representación.
Descartes compuso sus obras con el ruido de fondo del derrumbe final del escolasticismo. Refiriéndose a la filosofía y a las ciencias, declaró:
" Estos grandes cuerpos son muy difíciles de levantar cuando están caídos, y aun de sostener cuando están quebrantados, y sus caídas forzosamente han de ser muy rudas". (Descartes, R. "Discurso del método")
Las matemáticas eran una excepción por la certidumbre y la evidencia de sus razonamientos. Respecto a las otras ciencias dijo que, puesto que tomaban sus principios de la filosofía, no se podía haber construido nada sólido sobre tan frágiles cimientos.
Tal era su desconfianza de los saberes recibidos que no vaciló en sostener que le parecía que el mayor provecho que le procuró su educación era el de haber descubierto cada vez más su ignorancia.
El "padre" de la filosofía moderna no ahorró expresiones coloridas y emotivas respecto a su estado de ánimo y al clima en el que se desarrollaron sus meditaciones. Lejos de la aséptica prosa académica que hoy nos inunda, su pluma no evitó presentar sus sensaciones personales, ni recurrir al Francés en lugar del Latín como acto político que afirma la separación de una comunidad erudita establecida (la escolástica) e invita a la creación de una nueva: la de los seguidores de la razón "pura". Para comprender la fuerza que lo anima debemos escucharlo en diálogo vivo con sus contemporáneos y en el paisaje en que estaba embebido su pensamiento.
Sólo las matemáticas le parecían confiables. De la lógica dijo que si bien posee muchos preceptos útiles, "sus silogismos y la mayor parte de sus otras instrucciones sirven mejor para explicar a los otros las cosas que uno sabe o, para hablar sin juicio de aquello que se ignora" (Descartes, R. "Discurso del método").
Frente a una sociedad en plena transformación, embebido en un paisaje en que la diversidad crece y se expande, angustiado frente a la caída de los saberes que hasta hace poco tiempo se habían juzgado eternos, Descartes emprende la búsqueda de una verdad incontrovertible, garantizada y única. En sus propias palabras:
"considerando cuántas opiniones diversas pueden ser sostenidas por gentes doctas, pero que no puede haber más que una sola verdadera, reputaba yo casi por falso todo lo que era meramente verosímil". (Descartes, R. "Discurso del método")
La pluralidad de opiniones era considerada por Descartes como sinónimo de crisis del pensamiento, una muestra de falta de fuerza y claridad, casi podríamos decir una afrenta a la razón. Y así es, cuando concebimos la idea de una verdad única. Idea común al monoteísmo y a la filosofía representacionalista (tanto en su versión empirista como racionalista).
Ahora bien, Descartes no acepta la pluralidad de puntos de vista , pero tampoco acepta la autoridad de los viejos maestros ¿quién podrá entonces garantizar el conocimiento? Descartes no se propone como una nueva autoridad, ni pretende para sí el "dudoso" rol de portavoz o interprete de Dios, sino que propone una nueva fuente de legitimidad, un nuevo sustento para la construcción cognitiva: el Método. No debemos olvidar que estamos en plena crisis de "autoridad ". La reforma había socavado profundamente las pretensiones de la Iglesia como intérprete única de la palabra divina y el neoplatonismo desafiaba muchas de las tesis aristotélicas que habían constituido la base de la teología tomista. Mientras Galileo y Kepler tomaban la posta que había dejado Copérnico y desafiaban la concepción ptolomeica del universo, Lutero y Calvino cuestionaban la autoridad papal como única interpretación de la palabra de Dios.
Resulta llamativo que el mismo pensador que trae a escena al sujeto lo despoje en el mismo acto de toda legitimidad como agente cognitivo. La estrategia utilizada es de un exquisito refinamiento que vale la pena analizar con cierto detalle. El "Discurso del Método" comienza con la declaración de que "el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo", pues el "poder de juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso, que es lo que denominamos buen sentido o razón, es igual en todos los hombres". Esta democratización de la razón, es un giro verdaderamente revolucionario para la época: iguala al siervo y al señor, al noble y al campesino, al rico y al pobre. El "sujeto racional" no tiene dueño privilegiado, nos pertenece a todos por igual, es "la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales". Lo que distingue a los hombres entre sí no es la posesión de la "razón" sino la forma de utilizarla, ya que para Descartes "no basta con tener buen espíritu; lo esencial es aplicarlo bien". La autoridad que hasta entonces habían gozado algunos hombres sabios y/o santos es transferida a un proceso impersonal, abstracto, genérico: el Método. Este será la "propiedad" de una nueva clase de sabios, llevando la vieja asimetría por nacimiento a una nueva diferenciación que producirá una nueva diferenciación: la "nobleza de toga" (en referencia a la creciente influencia y lugar social de aquellos que utilizan el conocimiento como forma de ascenso social).
Ya Galileo había sostenido el lema de las "dos verdades" la del texto bíblico y la que Dios escribió directamente en la naturaleza. El método cartesiano también se propondrá leer "en el gran libro del mundo". Fiel al espíritu viajero de la época Descartes confió en la sabiduría que encontró por si mismo estudiando el texto del universo. Al igual que Galileo imaginó un universo escrito en caracteres matemáticos, y desarrolló un método de lectura del mismo que caracterizará a buena parte de la producción intelectual de la Modernidad.