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Seminario
El fantasma y la clínica psicoanalítica
Su lógica

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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : Alfredo Eidelzstein


Clase 13


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Se trata de la última reunión de este curso; siempre me pregunto cómo transmitir y en esa perspectiva, me plantée cómo organizar y preparar esta última reunión, de manera que resultara inscripta en nuestro trabajo como tal, esto es, implicando cierto espíritu de cierre; mi decisión fue no dejarla abierta a puntuaciones o a preguntas.

Me da la impresión, especialmente respecto del trabajo de este año en este curso, que quizá resulte necesario distinguir tanto como sea posible el momento de concluir, que es más o menos el estado en el que vengo a presentar mis lecturas y mis elaboraciones, seguramente en coincidencia con el momento de concluir de algunos, y por otra parte el tiempo de comprender de muchos y hasta el instante de ver para otros, aquellos que se encuentran por primera vez con la problemática de la que se trata.

Esto no quiere decir que no podamos llegar juntos a una conclusión; mi cálculo no alcanzaba a determinar si podía ser hecha hoy; puede ser que requiera por parte de ustedes más tiempo; quizá los trabajos, para quienes los elaboren, sean una forma de favorecer ese momento o bien será el resultado de próximos encuentros.

Entonces, siguiendo esta línea, decidí no darle a la retórica un lugar predominante en el trabajo de hoy, como tampoco a la topología; no trabajar con perspectiva, ni siquiera con lingüística ni tampoco con filosofía o con el problema de la historia de la sofística. Les voy a proponer consagrarnos a la letra de Lacan y para hacerlo, dedicarnos al texto de los Escritos, "Posición del inconsciente", que presenta la problemática de la que nos ocupamos aquí de punta a punta, de diversas formas, pero a lo largo de todo el año, a saber: cómo a partir del vel alienante –esto es, de una verdadera lógica cuyo punto de partida es el concepto de alienación- se produce una oposición entre el psicoanálisis y la lógica simbólica, entendida como lógica del fantasma. Partiendo de aquí se puede constituir una teoría que justifique sostener: "No hay relación sexual".

"Posición del inconsciente" atraviesa totalmente esta problemática. Alienación y separación -lo dije la vez pasada- tienen a mi entender entre nosotros un estatuto de teoría prejuiciosa, pero estoy convencido que si uno no es muy cuidadoso en la lectura de Lacan, es muy posible que venga a situar allí algo de la índole del propio pre-juicio. Me importa acentuar este aspecto, indicado en la construcción misma del término, esto es, llegamos a encontrar en Lacan aquello que ya estaba antes en nosotros.

¿Qué son los prejuicios? Por ejemplo, que alienación implica el inicio del sujeto en el hogar del Otro; en cuanto a la separación, que supone en el sujeto la parición gracias a la cual se libera del sometimiento al Otro. Entre ambas se producen varios errores conceptuales de importancia, todos ellos en una dimensión temporal.

En primer término, esa concepción supone un tiempo lineal: nacemos esclavos del Otro, alienados a él y luego, en el decurso de una vida, por suerte algunos logran liberarse; entre quienes no lo consiguen, hay quienes emprenden un análisis.

Ahora bien –y es lo que voy a tratar de demostrar con la letra de Lacan- alienación y separación, particularmente cuando se trata de la causación del sujeto, no admiten una concepción lineal del tiempo, según la cual el desarrollo del sujeto vendría a situarse en términos de la evolución de una estructura, planteo abierto a todos los errores teóricos posibles. Cuándo aparece la castración, si es antes del autoerotismo o después de la elección de objeto, en qué momento (...). Todo este tipo de errores teóricos deriva de esa concepción lineal del tiempo.

Acerca del problema de cómo se transmite y por qué de pronto aparecen la alienación y la separación, nociones muy novedosas que Lacan introduce en esta nueva lógica y que tienen el estatuto del descubrimiento y la invención radical, y acerca de por qué aparecen prejuicios, tenemos una tesis propuesta por Lacan, de la que me voy a ocupar valiéndome de un texto mío.

Cada vez que alguien enuncia una concepción subversiva sobre el sujeto (por ejemplo: Freud, Lacan con alienación y separación), no sobre lo real, como sería el caso de la ciencia -porque el descubrimiento revolucionario en ese terreno tiene otro estatuto- y debe transmitir su descubrimiento, su invención al otro, recibe eso mismo que enuncia en forma invertida desde el otro. No se puede evitar este efecto estructural de la demanda: recibir en forma invertida estos descubrimientos invenciones.

Subversiones del sujeto que les propongo como una manera de volver al statu quo ante. Tendríamos aquí la verdadera causa de la existencia del post-freudismo como un retorno al estado anterior a Freud, de modo que cabría calificarlos más exactamente de pre-freudianos. Un efecto de la misma naturaleza podría plantearse respecto de los post-lacanianos, ya que la estructura de la demanda no se modifica porque seamos lacanianos, no veo ningún motivo para que no pase lo mismo con la enseñanza de Lacan.

De modo que voy a procurar hacer de alienación y separación las nociones mediante las cuales pensamos la causación del sujeto, tratar de encontrar allí lo verdaderamente subversivo avanzado por Lacan. El texto elegido, "Posición del inconsciente", tengo la impresión que es especialmente oportuno porque nos va a permitir (y me parecía muy bueno que para el cierre del trabajo del año pudiésemos hacerlo así), incluir como cuestión fundamental en nuestras nociones de inconsciente y de sujeto del inconsciente, mediante las operaciones de alienación y separación, la posición del analista, ya que la posición del inconsciente es la posición del analista.

Esto quiere decir dos cosas: la primera, obviamente, la posición respecto de la concepción del sujeto del inconsciente; la segunda hace a la posición del analista en la escena analítica. Me pareció oportuno que podamos anudar una y otra. Esto es, que sostengamos la teoría del inconsciente en nuestra concepción teórica y además, según lo indicado por Lacan en "Posición del inconsciente", la posición que le corresponde al analista en la escena analítica.

Hay una gran desventaja –ya lo deben estar calculando- en haber elegido ese texto como instrumento para producir el cierre del trabajo del año; ella reside en el tiempo acordado, una hora y media, para recorrerlo. Por cierto, no tengo la menor idea de cómo vamos a hacer. Me propongo a citarlo muchísimo a Lacan –por eso les decía que vamos a trabajar hoy su letra-, procurando hacer sólo los mínimos comentarios que se imponen para ir articulando, alrededor de esas citas, temas relacionados con lo trabajado durante el año.

Dice Lacan (pág. 813): "Aprovecharemos esa ocasión para explicarnos sobre nuestra doctrina del inconsciente...". El problema aparece planteado aquí directamente; la ocasión de la que se trata es el Congreso de Bonneval, organizado por Henri Ey. En función de todas las intervenciones que Lacan había tenido hasta entonces, se lo invitó en 1964 a presentar un escrito que diera cuenta de ellas. Lacan aprovecha para presentar su doctrina del inconsciente.

"(...) Este miramiento -por la doctrina del inconsciente, dice Lacan, en este caso- no es político, sino técnico..." –aun cuando la política no estuviera en absoluto ausente de ese congreso-; vale la pena que todos nos sorprendamos porque Lacan no suele utilizar la noción de técnica, sobre todo en 1964. Este miramiento técnico "(...) Corresponde a la condición siguiente, establecida por nuestra doctrina: los psicoanalistas forman parte del concepto de inconsciente, ..." -o sea, según la doctrina de Lacan, en el concepto de inconsciente están incluidos los psicoanalistas.

Me parece que en esta perspectiva Lacan es muy taxativo cuando dice "los psicoanalistas" y no "EL psicoanalista", no dice que obviamente para la noción de inconsciente hay que trabajar la noción de psicoanalista. Se refiere a los practicantes, "... puesto que constituyen aquello a lo que éste se dirige.".

Los analistas están en la noción de inconsciente porque el inconsciente se dirige a los analistas, y esto ya nos plantea a los psicoanalistas como un lugar. Es aquello hacia donde se dirige el inconsciente. "No podemos, por consiguiente dejar de incluir nuestro discurso sobre el inconsciente en la tesis misma que enuncia, que la presencia del inconsciente, por situarse en el lugar del Otro, ha de buscarse en en todo discurso, en su enunciación.". Entonces, justamente por ser la doctrina del inconsciente, la posición de los psicoanalistas respecto del inconsciente no será, porque están ellos mismos incluidos en el inconsciente, susceptible de ser establecida en función del contenido, del enunciado, sino a partir de la enunciación.

Ejemplo típico de este problema: ¿cuántos psicólogos absoluta y esencialmente no psicoanalistas conocen ustedes que buscan dar cohesión a su doctrina teórica diciendo que son de orientación psicoanalítica? Quizás ahora ya no tanto, pero hace algunos años, todos eran de orientación psicoanalítica. Lacan considera que si los psicoanalistas están dentro del inconsciente, cabe aplicarles las tesis que corresponden al inconsciente, esto es, que el inconsciente es, en lo esencial, el registro de la enunciación y no el de los enunciados. De modo que no basta decir "Soy psicoanalista", sino que está en juego la posición que uno tiene respecto del inconsciente.

Y ¿cuál es la posición que uno debería tener como analista respecto del inconsciente? Ocupar el lugar hacia donde el inconsciente se dirige –y no decirse "de orientación psicoanalítica". Según esta hipótesis, "El sujeto mismo del pretendiente a sostener esa presencia -el sujeto que querrá ser analista- el analista, debe, en esta hipótesis, con un mismo movimiento, ser informado -esto es, no sólo recibir información, sino puesto en forma, debe ser informado- y puesto en entredicho,...". En francés Lacan dice "puesto en causa", informado y puesto en causa, "....o sea: experimentarse sometido a la escisión del significante.". Debemos soportar nosotros mismos, como sujetos, ser sometidos a la escisión del significante.

Bien, quizás el trabajo que tengamos que hacer alrededor de los conceptos de alienación y separación sea de esta índole: aceptar lo que esas nociones puedan implicar como escisión del significante. Pasemos entonces directamente, con esta introducción de la página 813 de "Posición del inconsciente", a los párrafos donde está planteado el problema de la alienación y la separación.

Dice Lacan en la (pág. 818): Al inconsciente "Se lo encuentra gobernando las dos operaciones fundamentales en que conviene formular la causación del sujeto. Operaciones que se ordenan en una relación circular, pero por ello recíproca.".

Vamos a sacar ya mismo las conclusiones. Primero, en lo que hace al tiempo lineal; como les señalara al comienzo, no es el considerado por Lacan en lo que hace a estas operaciones; por el contrario, se trata de un tiempo circular, una circularidad que no implica la reciprocidad. Esto es, si suponen un círculo establecido por dos puntos, A y B, Lacan advierte que no se puede decir que es lo mismo de A a B que de B a A, no es recíproco.

Considerando ese tiempo circular, ya tenemos la sensación precisa de contar con una muy buena teoría para fundamentar que la separación no es a situar después de la alienación. En en el saber más corriente al respecto en nuestro medio, es prácticamente obvio considerar que el tiempo uno es la alienación, el tiempo dos la separación. ¿Pero cómo ubicarlos en un tiempo circular? Mayor es el problema todavía si encontramos al inconsciente gobernando ambas operaciones; lógicamente hablando, el inconsciente está antes, quiere decir que se parte del inconsciente, alienación y separación -las dos operaciones de la causación del sujeto- con una relación temporal circular. Ven que esto ya no coincide con lo que solemos entender.

Sigue diciendo Lacan (pág. 819): " La primera, la enajenación, (alienación), es cosa del sujeto."; el texto en castellano consigna siempre "enajenación", incluso en las ediciones nuevas; corresponde sustituir ese término por el de alienación. Aprovechando que hemos leído todo el texto, podemos decir que ya aquí tenemos por qué alienación y separación no son recíprocas: en efecto, si la alienación es cosa del sujeto, la separación es cosa del objeto, por lo tanto no son mecanismos recíprocos.

De modo que la teoría según la cual la separación implica que el sujeto se separa del otro no corresponde al planteo lacaniano. No es desde la posición de sujeto que la separación es teorizada por Lacan, sí lo es la alienación. "En un campo de objetos, no es concebible ninguna relación que engendre la enajenación (alienación) si no es la del significante. Tenemos por origen el dato de que ningún sujeto tiene razón para aparecer en lo real, salvo que existan allí seres hablantes. Es concebible una física que dé cuenta de todo en el mundo, incluyendo su parte animada. Un sujeto -en cambio- sólo se impone en éste por la circunstancia de que haya en el mundo significantes que no quieren decir nada y que han de descifrarse.".

Entonces, no hay ningún motivo para que en un mundo tal como, por ejemplo, lo estudia la física, haya el surgimiento de sujetos. Si lo hay, es porque deben cumplirse condiciones anteriores: en primer lugar, que haya seres hablantes; segunda condición, derivada de la primera, que esté implicado el significante y una tercera que la especifica, por cuanto la presencia del significante supone: a) que no quieren decir nada, y b) que han de descifrarse.

"Conceder esta prioridad al significante sobre el sujeto -como ven, para que haya sujeto debe haber previamente significantes, y para que haya significantes, debe haber sujetos hablantes- es, para nosotros, tener en cuenta la experiencia que Freud nos abrió de que el significante juega y gana, si se puede decirse, antes de que el sujeto se percate de ello, hasta el punto de que en el juego (del chiste) del Witz, del rasgo de ingenio, por ejemplo, sorprende al sujeto. Con su flash; -en el chispazo del chiste- lo que ilumina es la división del sujeto consigo mismo.".

Entonces, quisiera proponerles dos cuestiones temporales. La primera, tal como partimos de la cita que elegí, es aceptar que para Lacan el inconsciente está antes de las operaciones de causación del sujeto; la segunda, que el juego del significante, juega y gana, no solamente que los significantes copulan entre sí, sino que juegan y ganan antes que el sujeto se percate de ello. A este juego del significante que está jugado y que gana les propongo llamarlo "ello". Quiere decir que nos encontramos con el problema que se nos vuelven a confundir inconsciente y ello, por cuanto afirmamos que ambos son antes del sujeto.

"Pero que se la revele no debe enmascararnos que esa división no procede de otra cosa sino del mismo juego, del juego de los significantes... de los significantes y no de los signos.". De modo que, como podrán apreciar, la división del sujeto no está causada por el Otro, sino por el juego de los significantes.

Lacan aprovecha para subrayarlo en ese momento: significante, no olviden es la noción opuesta a signo. "Los signos son plurivalentes: representan sin duda algo para alguien: pero de ese alguien el estatuto es incierto, lo mismo que el del lenguaje pretendido de ciertos animales, lenguaje de signos que no admite la metáfora ni engendra la metonimia.

Ese alguien -al que remite el signo- en última instancia, puede ser el universo en cuanto que en él circula, nos dicen, la información.".

Pero entonces aquí aparecen dos funciones del círculo distintas; ya dijimos que la estructura temporal de la alienación y la separación era circular y aquí nos dice Lacan que la información en el universo también circula; es por eso que agrega: "Todo centro donde ésta -la información- se totaliza puede tomarse por alguien, pero no por un sujeto...". Si toda la información que circula en el mundo puede ser totalizada en un centro de información, éste puede perfectamente ser entendido como "alguien", pero jamás como un sujeto; eso será a lo sumo alguien o algo, pero nunca un sujeto, porque sujeto es justamente un círculo en el cual el centro es concebido como vacío. Tendremos que pensar entonces la alienación y la separación en una relación circular, con un centro vacío.

Sigo porque Lacan es muy explícito y cada vez vamos a entender más: "El registro del significante se instituye por el hecho de que un significante representa a un sujeto para otro significante. Es la estructura, sueño, lapsus, y rasgo de ingenio, de todas las formaciones del inconsciente. Y es también la que explica la división originaria del sujeto." Es la primera vez que aparece la noción de originario en Lacan, no para designar la alienación, sino la división del sujeto, en función de la cual se puede postular que el inconsciente está antes de la alienación y la separación, porque lo verdaderamente originario es que el sujeto nace dividido; esa es la condición que permite dar coherencia en una perspectiva propia al psicoanálisis a la alienación y la separación.

"El significante, produciéndose en el lugar del Otro todavía no ubicado, hace surgir allí al sujeto del ser que no tiene todavía la palabra, pero al precio de coagularlo." En francés, el verbo utilizado por Lacan es "fijar", y efectivamente entre las acepciones indicadas por el diccionario está "coagular", de modo que la traducción es correcta, pero les advierto que hay otras, más usuales, entre ellas "fijar". Podemos decir así que el ser queda fijado –ya veremos a qué-, y agrega Lacan: "Lo que allí había listo a hablar, -esto en los dos sentidos que el pretérito imperfecto, en francés,como en el español, da al había, el de colocarlo en el instante anterior: estaba alli y ya no está, ..." el ser que había, e indica, por otra, una modalidad del tiempo, no del espacio, de modo que estamos pensando siempre el ser y el sujeto en el tiempo. Por eso es tan importante que tengamos una buena teoría del tiempo para la alienación y la separación.

Entonces, Lacan señala que corresponde aplicarle al ser que había la lógica propia de ese "había", donde queda indicada una acepción según la cual estaba allí y ya no está, pero también otra que indica la presencia de ese ser previa al surgimiento del sujeto, de modo que se puede entender que si "... pero también en el instante siguiente: -ya no está, hubiera podido estarlo- un poco más y estaba por haber podido estar-, lo que había allí desaparece por no ser ya más que un significante.".

De modo que ese "había" indica dos cosas: un instante después -es el ejemplo más típico de Lacan- y la bomba estallaba; aplicado al ser, ¿qué comporta? Que tanto puede entenderse en términos de "Ya no está más" como en términos de "Puede estar a punto de advenir". Y el ser con el que tendremos que trabajar todo el tiempo es entonces un ser con esta estructura temporal. Esto es muy importante porque más tarde, cuando Lacan se ocupe de la técnica del analista, planteará que ella tiene una estructura temporal y es por eso que acentuaremos tanto la función del corte de la sesión, porque este problema tiene una estructura temporal.

Continúa Lacan: "No es, pues -el hecho- que esta operación -la alienación- tome su punto de partida en el Otro lo que hace que se la califique de enajenación (alienación)..." –como ven, afirma exactamente lo contrario de lo que decía en la primera de las dos clases del Seminario XI que cité la vez pasada. No es porque se nace en el Otro que se postula la alienación en psicoanálisis, sino porque en el origen el sujeto ya está dividido, ya lo está en ese "había" aplicado al ser y que tiene al menos dos acepciones: no sabemos si ya no está más o si está a punto de advenir.

Sigue diciendo Lacan (ya estoy a la altura de la pág. 820): "Que el Otro sea para el sujeto el lugar de su causa significante no hace aquí sino motivar la razón por la que ningún sujeto puede ser causa de sí.".

Entonces, siguiendo lo formulado en el párrafo anterior, decíamos: no es porque el significante está en el Otro que el sujeto sufre la alienación, sino porque lo que hay en el Otro son significantes y eso produce un efecto de división originaria. Lo que causa que el significante esté en el Otro es que el sujeto no puede ser causa de sí, causa sui, como se pensó en el Medioevo este problema "Lo cual se impone no sólo porque -el sujeto- no sea Dios, sino porque ese Dios -como tal- no podría serlo, si hemos de pensarlo como sujeto...". Es el problema que tienen todos los pre-púberes o chicos de los últimos años de la primaria, cuando se preguntan de dónde sale Dios. Si se lo preguntan como sujetos, no se lo pueden responder en términos de causa sui.

Ahora bien, sostener que es en el Otro donde se produce la causa del significante es lo que impide que se pueda postular jamás -porque este es un efecto de estructura- que el sujeto pueda ser causa de sí y en consecuencia, queda cerrado el camino para todo ideal de libertad en esta doctrina. No hay, ni al comienzo ni al fin del análisis, ninguna posibilidad de concebir a nuestro sujeto en libertad, porque no le es accesible la condición de ser causa de sí mismo. "(...) La enajenación (alienación) reside en la división del sujeto que acabamos de designar en su causa." –y no al hecho que surge en el Otro.

"Adentrémonos en la estructura lógica. Esta estructura es la de un vel, nuevo en producir aquí su originalidad." Se trata de un nuevo tipo de "o" en lógica y Lacan indica que es aquí mismo donde se inaugura en su enseñanza; para situar su valor, hay que remitirlo a la estructura matemática de la reunión, tal como la trabajamos bastante la vez pasada.

"(...) Esta reunión es tal que el vel que llamamos de enajenación (alienación) -el vel alienante- sólo impone una elección entre sus términos, eliminando uno de ellos, siempre el mismo sea cual sea esa elección." -O yo no pienso, o yo no soy-. Si la lógica es la reunión, el término que quedará eliminado siempre será el mismo, el repetido, o sea "yo". "Su prenda se limita pues aparentemente a la conservación o no del otro término, cuando la reunión es binaria."

"Esta disyunción se encarna de manera muy ilustrable, si es que no dramática, en cuanto el significante se encarna en un nivel más personalizado en la demanda o en la oferta: -de la que da cuenta la fórmula, "La bolsa o la vida" o bien "La libertad o la muerte"- la bolsa o la libertad,..." Como habrán notado, Lacan propone que una se sitúa del lado de la demanda y la otra del lado de la oferta. Es muy evidente que la primera corresponde más a la demanda que el sujeto recibe del otro, que podemos transcribir diciendo: "Debes elegir entre las dos opciones que te ofrezco", en tanto la segunda es una oferta del sujeto al otro: "Desiste de tu intento de dominar el país; de lo contrario lucharé y mi oposición llegará al extremo de la libertad o la muerte". ¿Se entiende cómo está planteada la oferta? "No invadas el país porque lucharé hasta la muerte".

Lo importante que yo quería destacar en este punto respecto de ambas frases, tomadas de la lengua y muy conocidas por todos, es que ambas traen de una manera invertida, como oferta y demanda, los problemas de la vida y de la muerte. En lo que hace a la segunda, "La libertad o la muerte", me parece que no cabe ninguna duda, tal como dice Lacan, que no le deja al sujeto sino la libertad de morir. Otro tanto puede decirse de "La bolsa o la vida": si uno elige la bolsa, pierde una y otra –y si elige la vida, habrá de vivirla "descornada", según figura en la traducción al castellano. Mis diccionarios dicen que no existe esa palabra en nuestro idioma; en francés, el término "écorné" –que etimológicamente reenvía a perder los cuernos- tiene un sentido figurado de ruptura o pérdida de una parte importante de lo que se tiene, por ejemplo, una herencia o una obra de arte; me parece que Lacan elige esa palabra porque luego el ejemplo clínico sobre el cual se armó la polémica es el del unicornio. Pero el problema es que en francés el término quiere decir la pérdida de una parte y me da la impresión que en castellano no quiere decir nada, que no existe esa palabra.

(Respuesta a una pregunta): "Cercenado" podría ser, pero me parece que la metáfora de Lacan implica la pérdida de una parte del cuerpo; está diciendo todo el tiempo: "se encarna" en forma dramática en "La bolsa o la vida", "La libertad o la muerte". Y el término que utiliza entonces en francés connota la pérdida de una parte, indicando la pérdida de los cuernos en el animal. No sé si hay un equivalente en castellano.

"(...) nuestro sujeto está colocado en el vel -de modo que no se ubica en "Yo no soy" ni en "Yo no pienso", sino en el "o"-. nuestro sujeto está colocado en el vel de cierto sentido que ha de recibirse o de la petrificación...". De modo que Lacan opone para ambos términos de la elección alienante, por una parte, el uno que remite a la petrificación, por otra, el dos que remite al sentido. Obviamente, sólo va a trabajar aquél que remite al sentido, porque el que remite a la petrificación ya está directamente écorné, en tanto sujeto petrificado, ya está perdido. Pero Lacan advierte "Pero si se queda con el sentido, es en ese campo (del sentido) donde vendrá a morder el sinsentido que se produce por su cambio en significante. Y es ciertamente al campo del Otro al que corresponde ese sinsentido; aunque producido como eclipse del sujeto..."

Se trata de situar así la maniobra del analista. Si efectivamente nos encontramos frente a un sujeto y éste ha hecho la elección por el lado del sentido, hay que reintroducir el verdadero lugar del sujeto mediante una maniobra: la de sustituir el sentido por el significante; por esta vía se reintroducirá el sinsentido. Esto es, se volverá a presentificar la parte perdida por la elección alienante. La maniobra procura entonces no quedarse en la apariencia del sentido; no estamos diciendo que no lo haya, creo que la mayoría de los sujetos están entre la petrificación o el sentido pleno, tan sólo para aquellos que se enfrenten a un analista que produzca la maniobra de sustituir sentido por significante podrá volver a aparecer el sinsentido, o sea la parte perdida dentro de esa elección del sujeto que es la del sentido.

Agrega Lacan entonces algo fundamental, la segunda parte de este párrafo que ya leí: "Y es ciertamente al campo del Otro al que corresponde ese sinsentido aunque, producido como eclipse del sujeto...". El sinsentido corresponde a la estructura del campo del Otro. ¿Por qué? Porque ese campo está hecho con significantes y no con signos. Pero la reintroducción del sinsentido como maniobra del analista ¿qué va a afectar? La elección hecha por el sujeto para salir del vel alienante. Si la elección era el sentido de su vida, mediante la operación significante, el analista reintroduce el sinsentido como propiedad del campo del Otro. ¿Pero el sujeto dónde lo hallará?, en el eclipse que se le produce a él, porque ha perdido el sentido de su vida.

"La cosa vale la pena de decirse, pues califica al campo del inconsciente a tomar asiento, diremos, en el lugar del analista, entendámoslo literalmente: en su sillón..." De modo que la maniobra del análisis opera mediante la sustitución del sentido que alguien pudo haber tomado para escapar a la alienación originaria, a la división originaria, la del sentido. Si la maniobra del analista es sustituir sentido por significante, reintroducirá entonces el sinsentido del campo del Otro y ahí surgirá el campo del inconsciente. ¿Dónde? En el lugar mismo de la maniobra, esto es, en el sillón del analista. En este texto trabajamos todo el tiempo la posición del analista respecto del inconsciente. La maniobra tiene lugar si el analista opera respecto de la elección del sujeto en el vel alienante.

¿Cómo situarla? Ya que concebimos al sujeto originariamente dividido, o sea localizado en el "o" (o tal cosa o tal otra), el sujeto viene en la posición de haber elegido el sentido -si eligió la petrificación, no viene. Si eligió el sentido, la maniobra del analista será sustituir el sentido por un significante y así reintroducirá el sinsentido correspondiente al campo del Otro y que aun así producirá la sombra sobre el sujeto, porque el sujeto intentó localizarse en el sentido. Al producirse el sinsentido, el sujeto mismo se verá ensombrecido. El resultado inevitable de la maniobra será que el inconsciente se dirija al campo del Otro, localizado en la experiencia en el sillón del analista a un punto tal que, en un gesto simbólico, debiéramos cederle al inconsciente el sillón del analista. Lacan lo pone entre comillas cuando señala que se trata de "(...) "gesto simbólico". Es la expresión usual para decir: un gesto de protesta, y este tendría el alcance de inscribirse en oposición contra la consigna que se ha delatado tan lindamente en la grosera divisa, ..." –e introduce aquí un neologismo en francés, "francglaire", indicando la mezcla del francés y el inglés y volcado al castellano por otro neologismo, "frantosijés", no sé por qué, no tengo la menor idea de cuál fue el criterio de la traducción.

Lacan está diciendo que habría que dejarle al inconsciente que venga a ocupar nuestro sillón, habría que cederle el lugar, correrse para que el inconsciente, producto de nuestra maniobra, se venga a sentar allí. Considera que esto fue sustituido por la grosera maniobra operada por la mezcla de Francia e Inglaterra, forjemos esa palabra, "francglaire", directamente brotada de la ÿm aÿÿa, "amatia", esto es, la ignorancia, término que escribe con toda intención en letras griegas, porque el ignorante no sabe que allí está leyendo "ignorancia". Aquélla encarnada en el psicoanálisis francés por una princesa, Marie Bonaparte.

"(...) para sustituir el tono presocrático del precepto de Freud: 'Wo Es war, soll Ich werden'...", -"Allí donde ello era el yo debe advenir", Lacan señala que la maniobra verdadera consiste en cederle al inconsciente el sillón del analista. Agrega que la fórmula freudiana fue leída en Francia por la princesa Marie Bonaparte, quien salvó la vida de Freud, pero tradujo esa fórmula presocrática haciéndola equivaler a un planteo según el cual el yo – Lacan agrega, entre paréntesis, seguramente el del analista- debe desalojar al ello -por supuesto, el del paciente. Lacan nos está proponiendo algo que es absolutamente inverso: se trata de que el inconsciente venga a ocupar el asiento del analista.

Tal nuestra teoría de la alienación, tal la maniobra del analista. Unas líneas más abajo, agrega Lacan: "(...) Pasemos a la segunda operación, -escuchen cómo hay que pasar- en la que se cierra la causación del sujeto, -el cierre- para poner a prueba en ella la estructura del borde en su función de límite...".

De modo que esto se cierra con la estructura propia de la separación, que siendo un borde, funciona como un límite. "... pero también en la torsión que motiva el traslape del inconsciente...", entonces tenemos cierre (superficie cerrada), un borde y la inversión. Y Lacan va a decir que justamente esto es así porque está motivado por el traslape del inconsciente. Traslape es un término muy poco usual, del que sólo queda una presencia residual en "solapa", que pertenece a la misma familia de palabras; "traslapar" es la forma en que se traduce al castellano ese verbo utilizado por Jakobson, "overlapping", para indicar, si ustedes recuerdan lo que trabajamos juntos, que una cosa se superpone a la otra.

Tenemos así una estructura que contando con un borde debe ser cerrada, cierre que implica una inversión. Me parece que la estructura a la que se refiere Lacan es ésta, susceptible de ser concebida por nosotros, en primer lugar, como una banda de Mœbius. En realidad, yo preferiría que la pensemos sólo como las mismas rayitas, o sea, como un ocho interior, pero me limitaré estrictamente a señalarles que si colocan sobre una banda de Mœbius un guante -algo imposible, en la medida en que los guantes tienen una estructura tridimensional y la banda no tiene sino dos dimensiones, pero hagamos el ejercicio intelectual-, un guante de esos que son diferentes según estén destinados a la mano derecha o a la izquierda, por ejemplo, un guante izquierdo y le dan toda la vuelta alrededor de la banda de Mœbius, llegarían a la increíble situación de que producirían un guante para la mano inversa. ¿Se entiende la torsión de la que se trata? Bien, la relación que guardan entre sí la alienación y la separación es de esta índole.

Separación es la inversa de alienación en este sentido, en el sentido de ser una estructura cerrada, circular, implicando esencialmente la función de un borde que opera como límite (una vez más, no hay que olvidar aquí la intervención del analista como corte) y finalmente una inversión.

Los topólogos siempre hacen el mismo chiste. Cuentan que si viviésemos en un mundo de dos dimensiones y allí a los sujetos bidimensionales se les perdiera un guante, por ejemplo el derecho, no tendrían ningún problema en recuperarlo ya que bastaría servirse del que les queda, el izquierdo, y dándole toda la vuelta a la banda de Mœbius encontrarían el derecho. Los topólogos agregan: lástima que en función de esa maniobra perderían el que tienen.

"Pasemos a la segunda operación, en la que se cierra la causación del sujeto, para poner a prueba en ella la estructura del borde en su función de límite, pero también en la torsión que motiva el traslape del inconsciente. Esa operación la llamaremos: separación..." Aquí me parece que los malos entendidos son máximos. "Reconoceremos en ella lo que Freud llama 'Ichspaltung' o escisión del sujeto, ..." Primer problema: hasta ahora yo había formulado todo siguiendo el planteo lacaniano, según el cual la escisión del sujeto era la alienación, no la separación. Y además –segunda cuestión- Lacan considera que el texto freudiano a considerar sobre este tema es "La escisión del Yo en el proceso de defensa", publicado póstumamente. Por suerte, Lacan agrega: "... y captaremos por qué, en el texto donde Freud la introduce, la funda en una escisión no del sujeto, sino del objeto (fálico concretamente)...".

Acá Lacan cambió bastante las cosas; siempre había utilizado este escrito de Freud que estamos considerando para dar cuenta de cómo venía a ser localizada allí la división del sujeto. Pero en esta etapa, las teorizaciones lacanianas cuentan ya con una formulación mucho más sutil y desarrollada, que permite plantear algo inédito hasta entonces. Apunta a la cuestión de saber por qué si hasta entonces la Ichspaltung corresponde en Freud a la división del sujeto, ahora aparece alineada del lado del objeto.

Ocurre que Lacan no había podido producir las dos operaciones de causación del sujeto, que como ustedes ven son dos, pero se cierran en una única estructura. La primera, la alienación, no es nacer en el Otro sino nacer dividido; la segunda, la separación, atañe al objeto. "La forma lógica que viene a modificar dialécticamente esta segunda operación se llama en lógica simbólica: la intersección, o también el producto que se formula por una pertenencia a- y a-. Esta función aquí se modifica por una parte tomada de la carencia a la carencia, por la cual el sujeto viene a encontrar en el deseo del Otro su equivalencia a lo que él es como sujeto del inconsciente..." Lacan dice que la segunda operación, lógicamente segunda, pero que se cierra en la primera como una única operación, es aquella de la intersección de una falta y otra falta. Así, dado que la localización del sujeto en la alienación, en sentido estricto, se da en el "o" y si el sujeto quisiese ponerse de un lado, perdería el otro -pérdida localizable a nivel del sujeto-, lo propuesto por Lacan acá es que en el deseo del Otro hay una maniobra para hacer: la de hallar en el Otro su carencia.

La maniobra del sujeto es la intersección de su falta primordial con la falta que halla en el Otro determinada por su deseo. Ven que el deseo del Otro no es primordial aquí, sino que constituye una maniobra por medio de la cual el sujeto, vía el deseo del Otro, opera con la alienación que es producto de la estructura. De modo que lo original del sujeto es ser producto de los significantes, esto es, originariamente dividido; esta división es de la lógica de la alienación / reunión, que comporta una pérdida, especialmente del yo –recuerdan lo que decíamos: "O yo no soy o yo no pienso"-, de alguna modalidad del yo.

La otra operación que al sujeto le queda frente a su carencia es superponerla a la carencia del Otro, que ahora llamaremos deseo del Otro. "Por esta vía el sujeto se realiza en la pérdida en la que ha surgido como inconsciente, -por la falta- por la carencia que produce en el Otro, según el trazado que Freud descubre como la pulsión más radical y a la que denomina: pulsión de muerte. Un 'ni a-' es llamado aquí a llenar otro 'ni a-'.

Tenemos en primer lugar así, por la división inconsciente, el sujeto planteado como carencia y lo que se produce entonces es una sustitución de mi carencia por la carencia del otro; una superposición, maniobrada por mí, de mi carencia a la carencia del otro -se dan cuenta que ya se va organizando el horizonte del "Puedes perderme". Éste supone operar con que yo sea perdido, con ubicarme yo en el lugar de la carencia, pero cuando se lo pregunto al Otro, lo que estoy haciendo es maniobrar mi carencia respecto de la falta del Otro como deseo.

"(...) ' Separare', separar, aquí termina en 'se parere' engendrarse a sí mismo. Eximámonos de los favores seguros que encontramos en los etimologistas del latín en este deslizamiento de sentido de un verbo a otro..." Pero Lacan no siguió la etimología, pasó de un verbo a otro verbo. "Sépase únicamente que este deslizamiento está fundado en su común aparejamiento en la función de la 'pars'...", esto es, en cuanto a ese pasaje de un verbo al otro; Lacan señala: "sólo se autoriza en que ambos tienen la parte".

¿Qué quiere decir esto? ¿Qué hizo Lacan con los dos términos? La intersección, de ahí que afirme que esto se autoriza solamente por la parte –y la parte, como es sabido no es el todo. Algo a menudo repetido, pero sin explicitar en función de qué. Lacan agrega al respecto: "(...) Pues debería acentuarse que nada tiene que ver con el todo...". Esto es, la universal afirmativa, la universal negativa -nada tiene que ver con todo-, la parte no tiene que ver con el todo.

"Hay que tomar partido sobre ello, juega su partida por su propia cuenta. Aquí, es de su partición de donde el sujeto procede a su parto. Y esto no implica la metáfora grotesca de que se traiga de nuevo al mundo...".

La maniobra, así, no consiste en parirse. Eso sería grotesco para el mismo Lacan que acaba de proponerlo. Separare (se, separación, parare) implica que para guarecerse del significante bajo el cual sucumbe (S1 o S2), el sujeto ataca a la cadena que hemos reducido a lo más justo de un binarismo en su punto de intervalo. Para guarecerse del S1 o S2, "O yo no pienso o yo no soy" impuesto por la cadena significante, la maniobra del sujeto para escapar de la oscuridad que le produce el "o" de la elección, consiste en localizarse en el intervalo que se repite entre uno y otro: S1 – intervalo - S2.

La más radical estructura de la cadena significante es el lugar frecuentado por la metonimia, vehículo -por lo menos eso enseñamos- del deseo. Ya ven que la teoría del deseo también cambió en Lacan. En la última página de "La instancia de la letra", Lacan consigna: "...el síntoma 'es' una metáfora (...) como el deseo 'es' una metonimia"; en el texto que nos ocupa hoy, ya no sostiene lo mismo; la metonimia es aquí el vehículo del deseo, que no equivale a decir que el deseo es metonimia.

¿Por qué no es lo mismo? Porque para dar cuenta de la estructura del deseo nos hace falta siempre algo que sea cerrado, contrariamente a la fantasía generada en todos nosotros por la idea de metonimia, la del deseo como algo abierto, desfilando de S1 a S2 para llegar a S3 (...) Es la teoría que creemos que Lacan propone para el deseo como metonimia; pero no puede ser así porque la alienación debe cerrarse con la separación. Lo único que hace la metonimia es ser vehículo, en la medida en que nos vuelve a presentar cada vez el intervalo.

"(...) En todo caso, -dice Lacan- bajo la incidencia en que el sujeto experimenta en ese intervalo Otra cosa para motivarlo que los efectos de sentido con que lo solicita un discurso, es como encuentra efectivamente el deseo del Otro, aun antes de que pueda siquiera nombrarlo deseo, mucho menos aún imaginar su objeto...".

Así, será en el intervalo de la cadena donde al sujeto le queda la opción de escapar al sentido: "Esto es lo que me dices, ¿pero qué es lo que quieres?". Esto que quieres puede ser una metáfora del intervalo, ya que está más allá de lo que dices, presentificado en la misma cadena por la reiteración de la función del intervalo.

En el intervalo como carencia en la cadena, se le va a manifestar al sujeto la función deseo del Otro, aun antes de pensarlo como deseo y de imaginarle un objeto; aun antes de que el sujeto le imagine un objeto, ya se encuentra con el deseo. ¿Dónde? En el intervalo en la cadena. ¿Por qué? Porque será la manifestación de la falta en el Otro. ¿Y por qué le puede interesar a alguien la manifestación de la falta en el Otro? Porque la maniobra del sujeto es rescatarse de la falta de la alienación en el significante, vía una operatoria respecto de la falta en el Otro. No dijimos por qué, pero dijimos que podrá escapar a la división en que lo deja el significante operando con la falta del Otro.

"Lo que va a colocar allí -la falta del Otro en el intervalo- es su propia carencia bajo la forma de la carencia que produciría en el Otro por su propia desaparición.".

Me parece que verdaderamente se nos escapó en lo más común de nuestras lecturas sobre la alienación y la separación que ésta reenvía, no a la familia de palabras por donde llegamos a "parirse", sino francamente a la desaparición. Si alguna forma de parirse comporta, será bajo la forma de la desaparición. Porque justamente de lo que se trata en ella es de localizar la carencia de uno sobre la carencia del Otro, preguntándose si uno puede llegar efectivamente a ser tomado como objeto de la carencia del Otro: "¿Puedes perderme?".

De modo que no se trata en absoluto de parirse, a la manera de lo que comporta un parto, sino de producirse como la falta del Otro. Pero si uno se produce así, será solamente como falta. No corresponde entonces recurrir a la teoría tranquilizadora del parto, que siempre implica la ilusión de que algo de la índole del niño viene a cubrir la falta. Lacan señala que el rescate de una falta supone ponerla a trabajar respecto de la falta en el Otro, esto es, plantearse que el Otro podría llegar a perder algo; esa carencia en el Otro supone que podría perderme a mí. Para el sujeto se trata, entonces, de la desaparición de una parte de sí mismo que le regresa de su alienación primera.

¿Cuál es esta alienación? La que comporta una pérdida de una parte de mí. ¿Cómo regresa esa parte al sujeto? Como pérdida en el Otro. Es de lo mismo en tanto que pérdida; es de lo otro ya que antes de ser una pérdida, era una parte mía y ahora pasa a ser una pérdida en el Otro. Pero lo que colma así no es la falla que encuentra en el Otro sino, en primer lugar, la pérdida constituyente de una de sus partes y por la cual se encuentra constituído en dos partes.

"(...) Aquí yace la torsión por la cual la separación representa el regreso de la enajenación –alienación-. Es que opera 'con' su propia pérdida, que vuelve a llevarle a su punto de partida...". La salida de la pérdida es operar con la pérdida. ¿Ven el círculo? Se completó una vuelta porque ahora opera con su pérdida, se cerró porque volvimos al mismo punto, pero no de la misma manera, sino vía el Deseo del Otro.

"Sin duda el "pudiera perderme" es su recurso contra la opacidad de lo que encuentra en el lugar del Otro como deseo, pero es para remitir al sujeto a la opacidad del ser que le ha vuelto de su advenimiento de sujeto, tal como primeramente se ha producido por la intimación del otro...". El "pudiera perderme", dice Lacan, en realidad es encontrarse con la opacidad del Deseo del Otro.

¿Por qué el Deseo del Otro sería opacidad? Porque es el nombre que se le da al intervalo en la cadena. Es lo que falta en la cadena; si es lo que falta, si es el intervalo que cada vez se reproduce, vehiculizado por la metonimia, será para mí opaco; para dejar de serlo, debería poner un significante, pero si pongo un significante ya no es más intervalo. La opacidad del Deseo del Otro me hace entrar en relación con la opacidad de mi ser. Antes decíamos "carencia a carencia"; ahora, formulado mucho más precisamente, decimos: es la opacidad del ser sustituida por, elaborada mediante la opacidad del Deseo del Otro.

Se dan cuenta que, por ejemplo, la demanda del Otro no podría cumplir nunca esta función porque la opacidad no es inherente a su estructura, ya que admite perfectamente ser establecida en significantes: "Finalmente he descubierto lo que quieres: tal cosa". Ese es el registro de la demanda. Sólo el Deseo del Otro puede ponernos a trabajar respecto de la opacidad del ser, porque el deseo es, justamente, aquello que localizo como opacidad en el Otro, en tanto queda definido por el intervalo en la cadena.

"Es ésta una operación cuyo diseño fundamental volverá a encontrarse en la técnica -esta operación se la halla en la técnica del analista- Pues a la escansión del discurso del paciente -el corte- en cuanto que el analista interviene en él, es a la que se verá acomodarse la pulsación del borde por donde debe surgir el ser que reside más acá.".

El ser del sujeto queda absolutamente opacificado en la carencia por la alienación primera, pero se recupera si se atraviesa cierto borde, cierto límite, el límite que separa mi lado del lado del Otro. Si puedo llegar a superponer uno y otro en cierto punto, podré atravesar un límite; habré salido entonces de mi lado para estar del lado del Otro.

Esa posibilidad de atravesar el borde se da vía la intersección de una carencia y otra. Quiere decir que el intento del sujeto por escapar a la opacidad del ser supone atravesar ese límite, ese borde. Si la maniobra del analista, en vez de ser una demanda pasa a ser, justamente, desde una perspectiva estructural, un símil artificial de ese borde, si empieza a ser un corte, veremos que en el transcurso del tiempo se articulará a él este límite de la estructura –y podríamos evocar aquí lo que dijimos acerca del guante derecho y del guante izquierdo, mi carencia, la carencia del otro-, porque le ofrecemos al sujeto en vez de un campo de significantes, una maniobra de estructura de límite.

La idea de Lacan es que a ese borde se le vendrá a superponer, a articular, todo lo que tenga la misma estructura de borde. ¿Cuál es el borde aquí? Aquello que hace pasar de la carencia de uno a la carencia del otro. "(...) La espera del advenimiento de ese ser -se plantea- en su relación con lo que designamos como el deseo del analista en lo que tiene, de inadvertido, por lo menos hasta la fecha, por su propia posición, tal es el resorte verdadero y último de lo que constituye la transferencia.". ¿Ahora queda claro por qué? Si se trata de aquello que hay que aportar para que se produzca la estructura de borde –y el analista es quien representa la función del Otro-, ¿cuál tendrá que ser su aporte para que se puedan superponer la falta en uno y la falta en el otro, además del borde que permita hacer el pasaje, que habilite la pulsación, de una a otra? ¿Qué tendrá que ofrecer el analista además de su sillón para que lo venga a ocupar allí el inconsciente? Su falta, ya que de otro modo no se puede reproducir la estructura.

Es esta maniobra del analista, fundamentalmente mediatizada por la técnica del corte desde la posición del deseo del analista, la que va a dar la estructura de la transferencia, ya que la introducción del deseo del analista cohesiona algo de la índole de la falta. "Esto es lo que me dices, pero ¿qué es lo que quieres?" -enunciado del analizante hacia el analista. Este "¿qué quieres?" es el deseo del analista.

¿Por qué es una función estructural y sin haberla postulado explícitamente, Lacan puede poner a trabajar la noción? Porque lo requiere el planteo que avanza, para que se presente la pérdida fundamental, la del ser del sujeto. Esa pérdida exige que se produzca algo de la índole de una falta en el Otro, organizada mediante un corte. Entonces, si el analista aporta como técnica el corte y una falta artificial –el deseo del analista-, podrá venir a superponerse toda la estructura de causación del sujeto, la alienación y la separación.

Agrega Lacan: "Por eso la transferencia es una relación esencialmente ligada al tiempo y a su manejo." Porque tiene que brindar el límite, el único límite verdadero que tenemos es el límite a nivel del tiempo y el límite a nivel del tiempo vendrá a ser aquello que permitirá que el sujeto superponga el límite que hay en la estructura.

Sigue a este párrafo la extensa presentación por parte de Lacan del mito de la laminilla, acerca del cual sólo vamos a decir lo que pueda ser transmitido rápidamente, su versión a la manera de un cuentito. En primer término, entiendo que hay una diferencia estructural entre dos mitos de Lacan, el del Seminario10 sobre la mantis religiosa, sustituído por este otro de la laminilla, algo que me parece muy interesante.

El mito de la laminilla imagina la posibilidad de que la placenta, como una superficie bidimensional, se encarne en un organismo, por ejemplo una ameba, un animal que pudiese matar al propio sujeto; más que esto no podemos decir, sin olvidar algo que Lacan destaca con muchísima precisión, como es el hecho que la placenta, sin lugar a dudas, es la parte del embrión que se pierde como condición para nacer, para acceder a la vida, en todas las especies cuya reproducción es sexuada. Si nosotros fuésemos producto de animales unicelulares que se dividen, no tendríamos que vérnosla en absoluto con la placenta que se pierde; si ella es la condición para advenir a la vida, es porque somos seres sexuados.

Este mito viene a sustituir al de la mantis religiosa, que ponía en el origen la angustia que me produce el deseo del Otro. Al hacerlo, me parece que Lacan invierte la relación y pone en el origen una falta, la de una parte de sí, del lado del sujeto.

Sigo adelante, haciendo la salvedad del cambio de nombre al que había procedido Lacan: antes de designarlo decentemente como "laminilla", lo había llamado "Hommelette" y aprovechándose de la expresión de que no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos –esto es, hace falta romper y perder algo; una indicación también presente en la advertencia tan popular según la cual "Son tan amarretes que no comen huevos por no tirar la cáscara"- Lacan advierte que conviene no olvidar lo específico de nuestra condición de vivíparos, a saber, que el huevo adentro de la madre no necesita cascarón; su equivalente es la placenta que se pierde con el nacimiento.

Un trabajo muy interesante que se podría hacer sería el de articular carencia a carencia, porque del lado del feto se pierde la placenta y del lado de la madre se pierden las membranas caducas -caída por caída- y aquí nos encontramos con un problema de traducción, porque el texto en castellano dice: "(...) Supongámosla, ancha crepa para desplazarse como la amiba, ...". En el diccionario "crepa" no figura; forma parte en todo caso del vocabulario del lunfardo, donde significa "muere" ("crepar" / "crepó"). El término en el texto francés es "crêpe" 1, tela o tejido con pequeños pliegues, cuyo uso original era la confección de un cierto tipo de cofias; probablemente ya algunos de ustedes habrán pescado de qué se trata, porque estamos directamente remitidos al motivo por el cual Freud suponía que él estaba en condiciones de inventar el psicoanálisis.

Continúa Lacan y su propuesta es la de sustituir "hommelette" (que es ese neologismo simpático que él hace) por "laminilla", esto es, a "hommelette" le sustituye "lamelle" y considera por separado "homme" y "lamelle". Podemos decir que se trata de un trabajo similar al de Freud con "Signorelli".

Y precisa Lacan: "(...) Con la salvedad de su nombre que vamos a cambiar por este otro más decente de 'laminilla' (por lo demás la palabra 'omelette' no es más que una metástasis (...) Esta imagen y este mito nos parecen bastante apropiados para figurar tanto como para poner en su lugar lo que llamamos la 'libido'.

La imagen nos presenta la 'libido' como lo que es, o sea un órgano, ..." Cuando lo leemos por primera vez -pueden ser las primeras treinta o cuarenta veces-, decimos "La libido, ¿un órgano?"; pero no perdamos de vista que es la placenta, que sin duda es un órgano muy importante para la vida, salvo que hay que perderlo justamente para poder vivir.

Habrán reparado en la fantasmagoría inventada por Lacan en este mito de la laminilla / placenta, donde nos habla de esa ameba que viene a pegarse a la cara y a matar; hay miles de pésimas películas futuristas donde estos bichos son como una gelatina verde asquerosa, provenientes de algún rincón del universo y animadas con las peores intenciones, pero me parece que se podría encontrar esta función mortífera en la condición de la vida como tal, en lo que ella comporta de oculto y no sólo para la ciencia moderna. Así, por ejemplo, hasta no hace muchos años, la condena que significaba la doble circular del cordón umbilical, donde el conducto alimenticio de primera importancia durante la gestación venía oscuramente a convertirse en la horca que mata al nuevo ser.

Decimos de la placenta que efectivamente es un órgano de primera importancia, el órgano perdido como condición para vivir. Y agrega Lacan: "(...) Nuestra laminilla representa aquí esa parte del viviente que se pierde al producirse éste por las vías del sexo.".

De modo que Lacan ya no trabaja con la hipótesis según la cual el objeto perdido por excelencia es el de la necesidad, sino que lo ha sustituido en este mito del origen por una pérdida que es, fundamentalmente, la de un órgano vital, al que le asignará el nombre de libido. Su pérdida es la condición para sostener la vida.

Avanzo un poquito más: "(...) Al ser representada aquí por un ser mortífero, -la placenta- marca la relación, en la que el sujeto toma su parte, de la sexualidad, especificada en el individuo, con su muerte.".

Dos cosas: primero, por ser seres de reproducción sexuada, el sexo remite a la muerte; somos mortales porque somos productos de reproducción sexuada. Pero aún más: la parte en la cual nuestra condición de vida se plasma en el embrión vivíparo, eso será lo que viene a inscribir la muerte como condición de vida, como el órgano perdido. Entonces, considerando el modo según el cual esto se representa en el sujeto, lo que impresiona es la forma de corte anatómico que asume, donde se decide la función de ciertos objetos de los que es preciso decir que no son parciales, sino que tienen una situación muy aparte.

Veníamos de la alienación y la separación. Lo que remite a separación y separare, dice Lacan, sólo tienen en común la parte. Para nosotros, los sujetos humanos, debido a nuestras condiciones reales de nacimiento, lo que vendrá a representar la parte será el órgano perdido, y serán representantes del órgano perdido (que llamaremos libido) todos los objetos.

En este punto hay, nuevamente, una rectificación en la enseñanza de Lacan. En efecto, la estructura de esos objetos no comporta que sean fundamentalmente parciales (como todavía lo formulaba hasta "Subversión del sujeto...", cuatro años antes), sino que tienen una situación muy aparte. Son aquello a concebir en términos de límite, de borde, una frontera entre el organismo y el órgano. No son parciales porque no son el todo, sino porque pueden llegar a representar un corte.

De modo que el objeto oral, anal, escópico, invocante, ahora vendrán a cumplir una función en lo que respecta a la causación del sujeto, pero no como parciales, en el sentido de que no son un todo -ya que la correspondencia lógica del todo es la nada-, sino en tanto están aparte, separados. En efecto, "(...) Pues de recordar la relación de parasitismo -respecto del cuerpo de la madre que supone la reproducción- en que la organización mamífera pone a la cría, desde el embrión hasta el recién nacido, respecto del cuerpo de la madre, el pecho -objeto oral- aparecerá como la misma clase de órgano, que ha de concebirse como ectopía de un individuo sobre otro, -que en los primeros tiempos de la gestación- que la placenta realiza en los primeros tiempos del crecimiento de cierto tipo de organismo, el cual queda especificado por esta intersección." Así, la libido será el órgano perdido como condición de la reproducción sexuada y de la vida, cuya contracara, ya inscripta en nosotros, es la muerte, la pulsión de muerte.

Segunda cuestión: los objetos (el pecho, por ejemplo) empezarán a cumplir su función en tanto y en cuanto remitan a este objeto (la libido, el objeto perdido). ¿En qué medida? En la medida en que representen una ectopía y una falta; tiene que darse la operación lógica de la separación de esa intersección. Quiere decir que ahora, para Lacan, los objetos deben estar colocados aparte, esto es: resulta separado aquello que está en intersección entre un conjunto y el otro. El conjunto A estará en intersección con el conjunto B; la parte de A en intersección, separada y la parte de B en intersección, separada. Dos ectopías.

Así, el pecho perfectamente puede venir a cumplir esta función porque es francamente imaginarizable en tanto ectopía de la boca como zona erógena y también lo es en la medida en que puede ser separado del cuerpo de la madre.

Sigue aquí la referencia de Lacan al cuadro de Tiepolo, el de los senos de Santa Ágata en la bandeja. ¿Se entiende por qué el objeto oral puede ser perfectamente el pecho y nunca es la leche? Porque el pecho, anticipándose a lo que se da en la inscripción de la castración, se separa de la boca. Pero a su vez, es fácilmente imaginarizable como separable del cuerpo del Otro. Entonces, la separación podrá venir a articular la parte perdida de mí y la parte perdida del Otro.

"(...) Lo importante es captar cómo el organismo viene a apresarse en la dialéctica del sujeto. Ese órgano de lo incorporal en el ser sexuado, eso es lo que del organismo el sujeto viene a colocar en el tiempo en que se opera una separación." Separación que tiene estructura temporal, circular para colmo, como la lógica del significante lo impone; está en juego en ella el órgano separado, "incorporal", separado del cuerpo, es decir que nuestro ser, en tanto ser sexuado, será fundamentalmente aquello que implique en el organismo la pérdida del órgano.

"Por él es por el que de su muerte, realmente, pueda hacer el objeto del deseo del Otro.", puedo convertirme en objeto del deseo del Otro siempre y cuando me piense como el órgano que puede perderse del cuerpo del Otro. Allí reside el valor del "¿Puedes perderme"? Es el inverso al "carne de mi carne". Como el niño respecto de la madre en ese "carne de mi carne", la pregunta es no sólo el corte, sino la carencia. Si puedo ser la carne de tu carne, ¿qué te falta? La carencia; "Por cuyo intermedio vendrán a ese lugar el objeto que se pierde por naturaleza, el excremento, o también los soportes que encuentra -el sujeto- para el deseo del Otro: su mirada, su voz." La actividad de la pulsión se consagra en dar la vuelta a esos objetos y restaurar su pérdida original.

Voy concluyendo: "(...) No hay otra vía en que se manifieste en el sujeto una incidencia de la sexualidad." Se acuerdan que hace un rato planteaba la pregunta acerca del ser del sujeto que queda más acá. Pues bien, se trata del ser sexuado. Lacan señala que no hay otra forma en que se manifieste la incidencia de la sexualidad, como no sea este girar en derredor de estos objetos. ¿Qué índole de objetos? La parte, es decir, algo que está separado del cuerpo del sujeto y además, está perdido. La pulsión, en cuanto representa la sexualidad en el inconsciente, es siempre una función parcial, pulsión parcial.

Esta es la carencia esencial, a saber: aquello que podría representar en el sujeto el modo que asume en su ser lo que es allí macho o hembra no puede ser inscripto, ya que para nosotros como sexualidad solamente se inscribe el recorrido pulsional, equiparable en cierta medida a este recorrido circular de la alienación y la separación, que no es sino el recorrido en torno del objeto escindible (porque ya no se trata de la escisión del sujeto sino del objeto) y perdido.

En la medida en que desde la posición de sujeto jamás puede como macho relacionarse con alguien como hembra ni viceversa, no habrá relación sexual. En efecto, me pondré en contacto con el otro del otro sexo girando en torno de lo que puedo superponer de mí en él, esto es, lo inorgánico de cada uno.

El discurso que venimos trabajando nos conduce en esta dirección: "(...) la sexualidad se reparte de un lado al otro de nuestro 'borde' en cuanto umbral del inconsciente,..." -y con esto concluyo-: la relación sexual será entonces pasar de un lado al otro del borde donde se va a localizar la pulsación del inconsciente, S1, S2 y su intervalo."(...) Del lado del viviente en cuanto ser apresable en la palabra, en cuanto que no puede nunca finalmente y enteros advenir en ese más acá del umbral que no es sin embargo ni dentro ni afuera, no hay acceso al Otro del sexo opuesto... -su único acceso- ...sino por la vía de las pulsiones llamadas parciales donde el sujeto busca un objeto que le sustituya esa pérdida de vida que es la suya por ser sexuado."

De modo que no habrá nunca la posibilidad de que aparezca la función del otro sexo al cual me relacione, porque la inscripción de la sexualidad en mí tan sólo me limita a contornear en el otro el órgano faltante en él, por su condición, que es la mía propia, de ser sexuado. En ese sentido estamos los dos homologados; no hay dos sexos; el ser sexuado implica que hay un órgano que falta, separable del cuerpo, en función del cual todo cuanto la relación puede hacer es contornearlo, atravesando un umbral y el otro. Hacerlo nos aparta de la masturbación.

"Del lado del Otro, -del lado del viviente- desde el lugar donde la palabra se verifica por encontrar el intercambio de los significantes, los ideales que soportan, las estructuras elementales del parentesco, la metáfora del padre como principio de la separación, la división siempre vuelta a abrir en el sujeto en su enajenación (alienación) primera; de ese lado solamente y por esas vías que acabamos de decir, el orden y la norma deben instaurarse, las cuales dicen al sujeto lo que hay que hacer como hombre o mujer."

Así, del lado del viviente no hay ya sexualidad, sino que es cuestión de la parte perdida y del atravesamiento del umbral como determinantes del girar de la pulsión en torno de la falta en el otro. Del lado del Otro sí hay lo que inscribe algo de la índole del hombre o mujer, pero no es más que el intercambio de significantes. Los ideales que estos soportan, las estructuras elementales del parentesco y la metáfora paterna como principio de separación.

Para concluir, un pequeño párrafo que seleccioné para ustedes: "No es verdad que Dios los hizo macho y hembra, ...". O sea, si es que en algún punto el ser humano logra la relación sexual, es justamente en la cultura, no es como resultado del malestar en la cultura que no hay hombre y mujer.

Son las estructuras elementales del parentesco, el intercambio, la metáfora paterna, los que produce el orden y la norma que nos dicen qué es ser hombre y ser mujer. Pero Dios nos creó (y acá de vuelta la metáfora de la costilla, Adán, Eva y demás) como efecto del significante, entendido como el encuentro primero en la sustancia viva. A ese nivel no somos sexuados y me parece que es muy interesante establecerlo, porque nuestra fantasía es exactamente inversa. Nosotros suponemos que en la carne es donde más se nos conserva la función del sexo y el problema se plantea porque en la cultura no sabemos bien cómo posicionarnos. Pero no es así: la falta está inscripta en la carne, ya que funcionará como sexuado en mí el órgano faltante. Y la única salida supone contornearlo mediante la puesta en función del órgano faltante en el Otro. En esto somos equivalentes, ahí no hay macho ni hembra. Somos dos cuerpos a los cuales les falta el órgano producto del sexo. Es en la sociedad y en la cultura, vía la norma, en donde se puede recuperar algo de la índole del hombre y la mujer, quiere decir que a pesar de lo que suponíamos, especialmente a nivel de la carne, es donde no hay relación sexual.

Fin del curso

Notas

1 - "Crêpe" es también, en francés, una clase de panqueque y/o tortilla –según las regiones-; como Lacan acaba de hablar de "hommelette", homófono de "omelette" = tortilla, no es nada extraño que haya jugado también con esta otra imagen. (n. de la R.).


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