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Seminario
La formación del analista

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Organizado por : PsicoMundo
Coordinado por : Lic.
Mario Pujó


Clase 10
La relación a la palabra y el uso del lenguaje
Elena Lacombe

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En «La dirección de la cura...», Lacan, a propósito de la pregunta sobre el ser del analista en su práctica, plantea que en la historia del psicoanálisis surgieron dos respuestas diferentes.

La pregunta se presentó muy tempranamente y fue Ferenczi quien, de manera atormentada, respondió primero proponiendo la confesión del analista al paciente del abandono que experimenta hacia el final del análisis. Lacan no considera necesario pagar tamaño precio para que, como analistas, advirtamos que la falta en ser del sujeto constituye el corazón mismo de la experiencia analítica.

La escuela inglesa, tal vez por su frialdad objetiva, pudo plantear una segunda respuesta acercándose más a articular, en opinión de Lacan, la relación al Otro en la que el ser del sujeto encuentra su estatuto, pudiendo así distinguirla de la relación inter-humana.

En este contexto, Lacan menciona a Ella Sharpe quien, con pertinencia, supo ubicar las verdaderas preocupaciones del neurótico al encontrar en su deseo de justificar la propia existencia, un testimonio de su falta en ser. Punto de partida que seguramente le resultó esencial en su original hipótesis sobre la adquisición del lenguaje.

En cuanto a la formación del analista, Ella Sharpe exige una suerte de omnisciencia para leer correctamente las intenciones del discurso del paciente, para lo cual la cultura literaria debe, según ella, ser puesta en primer plano en todo programa de formación.

La elección de las lecturas obligatorias propuestas por Sharpe se halla, en opinión de Lacan, guiada por su propia experiencia clínica, lo que le permite proponer en principio una indicación feliz, pertinente en lo esencial.

En sus «Original papers», publicados en el International Journal of Psychoanalysis en julio de 1930, en un capítulo dedicado a la formación del analista, Ella Sharpe propone: "En el análisis de un adulto la reconstrucción de los días de la infancia es un proceso esencial. Las fantasías, las creencias, los juegos jugados, los juegos no jugados, serán el sendero central hacia la vida inconciente. Para calificarse como analista plantearía como obligatoria la lectura de los siguientes libros: Nursery Rhymes, los libros de Alicia, La Caza del Snark, Grimm, Andersen, los libros de Brer Rabbit, Water Babies, Struwelpeter, Undine, Rumpelstilxkin, Peter Ibbetson, Grandes Mitos y Tragedias, las obras de Shakespeare. Si fuera parte integrante del comité de formación plantearía un examen sobre esos libros como una prueba final por la cual el futuro analista podrá sostenerse o caer." Son obras en las que predomina la imaginación y que forman parte de la tradición oral y escrita de la cultura anglosajona.

Centrémonos en la recomendación de la lectura de Lewis Carroll [Los libros de Alicia, La caza del Snark], quien es también sugerido de manera enfática por Lacan, específicamente en relación a la formación del analista de niños. Las razones invocadas por Lacan para esa recomendación se plantean en primer lugar en oposición a la lectura de Piaget, ofreciéndose como una alternativa. Si se tratara de construir un saber para iniciarse en la práctica con niños es preferible Carroll a Piaget. Con la lectura de "Alicia en el País de las Maravillas" el futuro analista captaría algo que encuentra sus fundamentos en la profunda experiencia que Carroll tenía sobre las ocurrencias del niño. Gracias a ella, Carroll puede enseñarnos sobre la dimensión del juego del sin sentido como tal.

Las sugerencias de Sharpe y de Lacan contrastan, por ejemplo, con las de Paul Schilder, quien previno a la Sociedad Psicoanalítica de Norteamérica sobre el riesgo de "exponer a los niños a la peligrosa corrupción de los libros de Lewis Carroll", considerándolo "un escritor particularmente destructivo".

La particular relación de Lewis Carroll con las niñas ha dado lugar a muchas conjeturas, pero debemos suponer que no transcurrieron por la paidofilia ni por la puerilidad, a la luz de los testimonios de las niñas que efectivamente tuvieron contacto con él. La mayoría de sus amiguitas [tuvo unas trescientas que publicaron sus reminiscencias], lo recordaron con amor, agradecimiento y veneración. "El Sr. Dodgson me exigió esa independencia de criterio que yo antes nunca había tratado de ejercitar por mí misma. En su presencia me sentía a la vez importante y humilde, y gozaba la gracia conferida a una colegial ignorante por la magnanimidad de un hombre a la vez orgulloso y humilde y muy grande y muy bueno. Era tan paciente con las limitaciones de una, tan comprensivo, tan infinitamente amable!", escribió Edith Rowell quien, a los veintiún años, cuando ya no lo trataba, leyó en The Times la noticia de su muerte, y no la podía creer: "Tan vivido y vital me lo había imaginado siempre, que nunca había imaginado posible la vida sin él." (1)

Este amor, catalogado de "raro", difícil de entender, se sostenía desde una dimensión que ni Carroll ni las niñas podían vislumbrar. Borges la nombra como una "magia".

Nosotros podríamos afirmar que se fundamenta en el particular uso del lenguaje del que Carroll era capaz. El podía, como los niños, ejercitar activamente el poner a prueba el poder del significante. El juego con el sin sentido que desplegaba con genio poético, le permitió escribir una obra inmortal, y, a los niños, encontrar el sentido de su consistencia como sujetos hablantes.

Ese ejercicio activo, todo niño lo requiere como momento central para su entrada en el lenguaje, es decir, al tener que arreglárselas para entrar en un mundo en que la gente le habla y que es en principio el mundo que se le ofrece. El poner a prueba el poder del significante que para el adulto entrometido se presenta como sin sentido, es de un valor inestimable para el niño porque sólo a través de él puede realizar el pasaje entre las dos operaciones metafóricas requeridas para su apropiación de la lengua. Sólo llega a la segunda (que consiste en cruzar dos cadenas significantes) saliendo de la primera, nombrada por Lacan como primitiva, porque es pura y simple sustitución significante, por ese ejercicio activo. Que Lewis Carroll lo posibilitara en su propia discursividad, seguramente hizo que fuera su persona para las niñas que lo conocieron, y su obra, para los niños que lo leen, fuente de locución insustituible.

"Hice una insignia con una cinta negra y la cosí sobre mi enagua, justo debajo de mi blusa. No podía llevar la señal de luto a la vista; la gente preguntaría qué era, y después de todo no se trataba de un familiar; sin embargo, yo sabía que de algún modo tenía que llevar luto por el Sr. Dodgson".

Ella Sharpe recomienda la lectura de Carroll, entre otros, para que el discurso del paciente pueda ser escuchado por el analista en un nivel de pertinencia que no condene a la interpretación a una traducción estéril en términos de teoría.

En su artículo "Problemas psicofísicos revelados en el lenguaje: un examen de la metáfora", publicado en 1946 en el International Journal of Psychoanalysis, Ella Sharpe se propone "considerar un aspecto particular del tratamiento psicoanalítico, a saber, el valor que tiene la comprensión del lenguaje metafórico utilizado por los pacientes con capacidad verbal. Las palabras sirven, a un tiempo, para revelar y ocultar pensamientos y emociones. En el tratamiento psicoanalítico, nuestra tarea consiste a menudo en pasar a través de andanadas de palabras para llegar a la experiencia sensorial y los pensamientos asociados. Pero también las palabras pueden revelar la unión de ambos, y contamos con una gran ayuda si aceptamos este criterio y podemos reconocer la frase reveladora. La metáfora fusiona en el lenguaje la experiencia sensorial y el pensamiento. El artista los fusiona en un medio material o en sonidos, con o sin palabras. El principio es la metáfora."

Para Sharpe, las metáforas individuales utilizadas en análisis revelan las experiencias de los años olvidados, y, según su teoría, la metáfora sólo puede desarrollarse en el lenguaje o en el arte, cuando se llega a controlar los orificios corporales. Planteo con el que no parecen coincidir aquellas interpretaciones psicoanalíticas que entienden la obra de Carroll como un despliegue de su analidad.

Para Sharpe, la metáfora espontánea utilizada por un paciente resulta ser, cuando se la examina, epítome de una experiencia olvidada. En la metáfora, las experiencias psicofísicas reprimidas han encontrado las imágenes verbales en el preconciente que las expresan. Las imágenes verbales más tempranas son los sonidos de las palabras y de ahí la importancia de la fonética y el valor que encierra escuchar las asociaciones fonéticas de un paciente.

Con lo que ella indica una vía que se abrirá veinte años más tarde con Lacan. Pero su teoría, al enfatizar el poder del significante como tal, le permitía una literalidad en la escucha y un envidiable ingenio para los juegos de palabras. "A partir de que hemos escuchado determinados sonidos por primera vez, designando una imagen sensible determinada, las palabras sufrieron un desplazamiento, tanto del punto de vista del individuo como de la raza. Adquieren un segundo sentido y trasportan ideas abstractas, pero no pierden, en tanto que se trata de la reserva inconsciente de nuestro pasado, la significación concreta que poseían cuando los escuchamos y utilizamos por primera vez. La individualidad de una palabra consiste en la sumatoria de sus significaciones pasadas y presentes. El valor de un sueño no reside por lo tanto solamente en el descubrimiento del material latente por el intermediario del contenido manifiesto, sino en el lenguaje utilizado para hacer el relato del sueño y para comunicar las asociaciones que ayudarán a su elucidación. Más allá de los diversos valores psíquicos emergente de la expresión de sí en tanto que tal, el lenguaje utilizado para traducir esta expresión de sí llevará en sí misma su propia significación".

Comentemos un ejemplo de esta teorización en su práctica clínica y una sugerencia general. "Una paciente me esclareció en relación una inhibición relativa a la lectura de un periódico, inhibición de la cual se quejan frecuentemente. "No he leído el periódico esta semana. No sé lo qué pasó. No le eché ni un vistazo". En el curso de la sesión, las asociaciones aparentemente azarosas la llevaron a constatar que estaba menstruando. Recordé entonces el tema por el cual la paciente había comenzado la sesión: "No leí (read) el periódico. No sé lo qué pasó". Me dí cuenta entonces que el sonido red (rojo) está ligado primariamente por el niño a una sensación coloreada, y que la utilización más tardía de read, perfecto o participio pasado del verbo to read no deja de contener esa primera significación. [Red (rojo) y read (perfecto o participio pasado del verbo to read, leer), tienen la misma fonética en inglés]. Así yo había sido llevada hacia la huella de una experiencia vivida, a saber la visión de la sangre menstrual en sus toallas (el papel), habiendo esta visión suscitado angustia."

"Los nombres de lugares elegidos por el sueño que le asignan un papel en la acción dramática permitirán a veces elucidar el problema: Bournemouth, Barmouth, Wales, Maidenhead, Virginia Water, Hyde Park Corner, Chile, Spion Kop, Lyon Corner House, Covent Garden son algunos ejemplos típicos de nombres de lugares". Como esos nombres de lugares son intraducibles, dejo al lector de otros idiomas la posibilidad de encontrar, según sus propias asociaciones, equivalentes en su lengua.

Para concluir, las perentorias sugerencias de Ella Sharpe y de Lacan de abrevar en determinados textos, se demuestra en ajustada coherencia con sus propios desarrollos teóricos y clínicos. Pero, además, revelan que ambos ven la necesidad de transitar otras fuentes que las que ellos mismos han transitado, y, al hacerlo, reconocen que en la formación de un analista un savoir-faire que ellos mismos proponen como de difícil transmisión. De allí que se haga necesario aconsejar el estudio de quienes pusieron en acto ese saber hacer, como una valiosa ayuda en el camino de su adquisición.

(1) Eduardo Stilman. "Noticia" in: Lewis Carroll. Los libros de Alicia. Ediciones de La Flor, Best Ediciones, Buenos Aires, 1998.

* Elena Lacombe es Médica Psicoanalista. Ejerce actividades de docencia y de supervisión en distintas instituciones hospitalarias de la Ciudad de Buenos Aires.

Tel. (54.1) 374-0635


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