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Seminario
La formación del analista

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Organizado por : PsicoMundo
Coordinado por : Lic.
Mario Pujó


Clase 20
¿La supervisión imposible?
Ricardo Scavino

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Agradezco a Mario Pujó, coordinador del seminario sobre Formacion de los analistas, y a Michel Sauval, Director de Psiconet, la invitación a participar en este seminario con algunas notas de lectura, de trabajo, a agregar al debate en su serie.

I - Toda consideración sobre la formación del analista encuentra su raíz, su fundamento, en la experiencia analítica misma -de donde la exigencia de un análisis introductorio para operar en su campo-, de la que hay que partir para la elucidación de los requerimientos y consecuencias que el sostenimiento de su práctica implica, más un principio de lógica colectiva que constituye su política. Esta se inscribe en ese movimiento de retorno que se anuda a la transmisión del discurso y que posibilita al analista la disposición de su acto.

En Análisis terminable e interminable, el análisis didáctico en su formulación minimal se basta de encender la mecha, de articular en la experiencia lo que Freud llama "convicción del inconsciente". Freud encontró una manera de poner en forma dicha convicción y de articular su transmisión, en el modo en que concibió el dispositivo analítico, lo que llamamos ahora discurso del analista. Habrá que ligar esta condición a la solución hallada por Freud al problema del análisis infinito(1) al fundar la Ich Spaltung en una rajadura del objeto fálico(2), para articular como posición del Inconsciente el nudo de la formación del analista.

Para responder a los requerimientos de formación, el psicoanálisis encontró tempranamente su forma clásica en el ternario formado por la enseñanza, el análisis didáctico y el control, que fue objeto, a lo largo de su historia y los tiempos de institucionalización, de consideraciones y exigencias diversas en lo que hace a la selección, autorización, habilitación y garantías, que no siempre respondieron a principios analíticos.

La demanda de análisis por ejemplo, sometida al régimen de autorización previa, recibía de entrada la calificación de terapéutica o didáctica; devenida candidatura, era dirigida hacia la lista de didactas y al programa de formación. En la Nota Adjunta al Acta de Fundación de su Escuela en 1964(3), Lacan zanja: "El único principio cierto a plantear, y tanto más cuanto que ha sido desconocido, es que el psicoanálisis se constituye como didáctico por el querer del sujeto, el cual debe estar advertido de que el análisis cuestionará ese querer, en la medida misma de la aproximación del deseo que encubre". Pone así en el eje de las consideraciones sobre la formación del analista la cuestión misma de su deseo, de la posición que debe ser la suya si ha de responder a las exigencias que le plantea el ejercicio y la ética de su función.

En su orientación, Lacan hizo un señalamiento decisivo al localizar un momento conclusivo y resolutorio en el análisis marcado por la formación retrospectiva y la caducidad de lo que instituye la transferencia (sujeto supueso saber), en relación al cual centró su indagación sobre lo que se pone en juego en el pasaje de analizante a analista (momento del pase), correlativo de la caída del A en (a), emergencia de la función deseo del analista. Propuso en su «Proposición...» un dispositivo para someterlo a examen y verificación, y, sobre éste, montó la organización de su Escuela.

Es de cierta mutación sobrevenida en la economía de su deseo de la que se espera, lo que lo vuelve apto para convertirse en el "hombre de paja del sujeto supuesto saber"(4) con su analizante, con el margen que preserva en la autonomía de su iniciativa, abriendo en el caso de levantar su opción, y visto de lo que se trata, un campo de indagación sobre lo que puede decidirlo a moverse a ello en un "pasaje al acto advertido".

La elaboración de esas razones, así como los criterios que pueden validar dicha experiencia y el dispositivo acorde a tal fin, constituye un paso extraordinario para la elucidación de su función, tanto más si se compara con las consignas seculares de la asociación psicoanalítica internacional a propósito de la selección de candidatos, donde se hace retroceder la cuestión (si no se la esquiva decididamente), al volcar estos criterios hacia lo no marcado del sujeto por la experiencia misma en la que podría autorizarse, al determinarla con anticipación, apelando incluso a algún "ser innato" del analista.

En tanto no es de una formación del sujeto de lo que se trata, la que suele reducirse al intercambio de signos para advertidos -el psicoanálisis no es una disciplina como otras, no otorga su calificación al modo de un título o diploma -, el pase exige del psicoanalista que tenga a bien creer en el Inconsciente para reclutarse"hasta el punto de reducir su formación a las formaciones del Inconsciente"(5)

II. La supervisión. En la trayectoria que conduce a un analizante a autorizarse y a ejercer como analista, la supervisión ocupa un lugar particular, cuya exigencia corrió pareja con su falta de conceptualización -a excepción, si se quiere, de los trabajos que centraron su abordaje en los resortes de la contratransferencia, y los efectos sobre el analista del ejercicio de su función ...

Si en el discurso analítico, como formula Lacan, "el analista no se autoriza sino de él mismo"(6), ¿cuál es su sentido y naturaleza? ¿No es influenciada por la relación con la institución, por los lugares que se ocupan y su relación al poder, no menos que por cierto ideal teórico y modelo universal del analista?

Los llamados "análisis de control", es decir los análisis bajo supervisión, su exigencia instituida y reglamentada dentro de los programas de formación, promovidos a cierta altura del análisis didáctico, y que culminan en una evaluación del candidato: que se proponga en ellos la elucidación de las dificultades del analista vinculados a los residuos transferenciales o puntos inadvertidos de su propio análisis, la elaboración conceptual de la práctica, o la transmisión de una técnica, al devenir prenda de un régimen de formación, no se sustrae en ellos algo esencial de su proceso, propiciando una recuperación engañosa del sujeto supuesto saber en su lazo a la institución?

La intervención correctiva, aun la transmisión de una técnica, de un savoir faire, como vertiente imaginaria de la transmisión, en su forma no expuesta, velada, ¿no opera una sutura al impedirse interrogar el deseo del analista en beneficio de un ideal teórico o técnico, es decir un standard?(7)

Y aun allí donde su práctica está lo suficientemente desregulada, en tanto resulta notoriamente sensible a lo que se elabora en una comunidad analítica dada, al peso considerable de las consignas, las pertenencias institucionales, las relaciones de poder, ¿no arriesga a menudo en su incidencia –eventualment modulada por la proliferación de las diversas "clínicas" (de las adicciones, de los bordes, de la neurosis), no menos que de las entrevistas preliminares, del grafo, el sinthome, lo real, el semblant, la no relación sexual, etc.- a convertirse en una forma velada de regulación y standarización, allí donde resulta menos de un examen intrínseco del material, y de la entrada que da la posición efectiva del analista en el caso, que del punto de doctrina que se está considerando, o aún de una figura ideal de analista?

Retendremos apenas su función de velo, al recoger lo que se observa en las supervisiones institucionales en las que el supervisor se aplica generalmente a elaborar construcciones, cuando su medio-decir logra -en el mejor de los casos- indicar, aludir, el más allá del deseo, y la posición del analista, sin cerrar con referencias objetivantes, consignas teóricas o técnicas, la posibilidad de una lectura transferencial, la única que permite aproximar tentativamente una operación que requiere articular planos diversos y no esta dada de antemano.

III Supervisar, ¿para qué? Librado a su propia iniciativa, es corriente que un analista que se autoriza de sí experimente, en ocasiones, a propósito de determinado paciente, o de ciertos momentos de su práctica, la necesidad de hablar de ello a otro analista, supuesto poder recibir y encauzar ese decir. Puede motivarse en las dificultades de hacerse con la lógica del caso, ya sea por las dificultades propias que presenta un determinado paciente, los momentos de agravamiento o de urgencia en los que siente que ha perdido los pedales de la cura, necesitando reencontrarse, sus puntos ciegos, y, más frecuentemente aún -este punto podría generalizarse- en los impasses a los que precisamente el desarrollo de la transferencia conduce."El mejor fruto que podría sacar de este ejercicio el supervisando sería aprender a mantenerse él mismo en la posición de subjetividad segunda en que la situación pone de entrada al controlador", dice Lacan en Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis, en una de sus raras referencias a la supervisión.

De esta forma local, puntual y derivada de cierta necesidad interna surgida de un análisis en particular, a la que responde la nominación y la práctica del obstáculo, se distingue la que surge de la necesidad de verificar -y esto es importante porque constituye un punto de transferencia / formación- que el curso del análisis, sus efectos, los cambios que discierne, sus hallazgos mismos, responden a principios analíticos. Se observa entonces que puestos al examen de sus condiciones, y tras cierta transformación de los síntomas bajo el juego interpretativo, estos ofrecen alguna perspectiva, cierta anticipación si no de su final, al menos de cierta condición ligada a él. La cuestión responde menos a un problema formal, en el sentido de algo que podría deducirse, que al problema de cómo, a partir de qué, podemos deducir en psicoanálisis; y conviene partir de la idea de que no se puede deducir a partir de conceptos sino de la posición efectiva que toma el analista en el caso.

Ofrecido a la prueba de verdad de verificar sus condiciones en la construcción formal de los ejes de la dirección de la cura, su exigencia apunta al sostén de las condiciones del discurso analítico, permaneciendo ligado -es su nota de disciplina- al señalamiento de cuestiones locales del material que promuevan la elucidación o la construcción de la lógica del caso. Se encuentra por ahí abierta a una función de enseñanza, y sirve a los fines de la construcción de un saber operativo, que funciona como una evidencia estable de la eficacia analítica. Pero esta función ordenadora cuya utilidad es generalmente admitida y reconocida, ¿no constituye al mismo tiempo su impasse y su debilidad?

En la lección del 18-11-75 del seminario 23, Lacan nos dice: "Sucede que yo me doy el lujo de controlar, como se llama a eso, a un cierto número de personas que se han autorizado ellas mismas, según mi fórmula, a ser analistas. Hay dos etapas. Hay una etapa en la que son como el rinoceronte, hacen más o menos cualquier cosa y yo los apruebo siempre – en efecto siempre tienen razón. La segunda etapa consiste en jugar con este equívoco que podría liberar el sinthoma. Pues es únicamente por el equívoco que la interpretación opera."

Y es que hace falta que el analista -que se autoriza de él mismo- intervenga, interprete, haga "más o menos cualquier cosa" –algo que habría que matizar-, tome posición. Lacan no se muestra aquí muy exigente: "yo los apruebo siempre [en efecto, siempre tienen razón", nos dice], lo que parece estar muy lejos de una intervención correctiva, pero que basta para instalar el equivoco sobre el cuál -es la segunda etapa- se podrá jugar para liberar el sinthoma.

Si bien no se excluye que el analista pueda advertir que su dificultad responde a una falta de análisis siendo devuelto a su posición de analizante para elaborarla, o que pueda vacilar aquello en lo que se autoriza (el propio análisis, el fantasma, incluso su extravío del que señala Lacan se autoriza el analista medio)- y es entonces la angustia y el querer salirse de ahí lo que domina-, o aún la ignorancia sobre tal o cual punto de doctrina, por lo que el espacio de supervisión se constituye como un lugar de elaboración de la clínica, o de interfase entre los aspectos doctrinales y la singularidad del caso, lugar de transmisión, de enseñanza, pero para alcanzar su límite habrá que partir de lo que eventualmente se constata: que el objeto analista es constituido por la operación del artificio analítico, lo que significa que él se hace objeto a merced de la revelación analítica, que su estatuto de objeto se subordina al hecho de que él es "el hombre de paja del sujeto supuesto saber"(8); que por su interpretación es puesto en posición de que se le desuponga sobre su saber, de ser esa misma desuposición, reducido por ahí a un objeto que, a causa de su modo de producción causa el deseo para su analizante(9), por lo que su contribución no rebasará en ningún caso los limites de su artificio, más allá de los aprovechamientos que encuentra el analista de ofrecerse a ella. Podrá medirse la distancia entre el deseo de ser analista, que es la resistencia del analista expresada en una identificación, y el deseo del analista tal como se vuelve efectivo y operante en la cura(10). Para decirlo de otro modo, citando un ejemplo: quien quiere ser analista encuentra que la histérica resiste; en cuanto al deseo del analista, se revela insatisfecho, es decir soluciona la transferencia. (11)

De lo que puede deducirse:

1. que la condición de legibilidad que eventualmente se desprende, sólo resulta de la implicación del analista en el material, de su inclusión en el caso -pues al incluirse éste se constituye-, a falta de lo cual la interpretación aparece abierta a todos los sentidos, o limitada por la doxa ambiente, o los aspectos de doctrina convocados.(12)

2. que el desarrollo de la cura, su salto -salto de león nos dice Freud-, debería permitir demostrar que el desarrollo teórico supuesto poder encuadrar o articular la lógica del caso, resulta subvertido por el desarrollo de la transferencia y su utilización en términos de saber supuesto.(13)

3. que de acomodarse sobre este punto la supervisión deviene imposible -¿habrá que decir real?-

Por ello se trata menos de la agudeza o la perspicacia con que se ajusta el lente sobre la cura, que de la ceguera o el velo que permiten localizar la inclusión del analista en el cuadro. Es así, suerte o apuesta de practicante, que la dinámica de la cura, la fuerza propia de la transferencia, permita localizar la inversión por donde la posición del analista resulta cernida en el terreno del objeto -lo que requiere del buen corte para desprenderlo-, poniendo en entredicho su función.

Diciembre de 1999

Notas

(1) en su texto inconcluso sobre la escisión del yo .

(2) J. Lacan. La Dirección de la Cura. En Ecrits.

(3) Anuario de la ECF, p.74

(4) Scilicet 2/3

(5) Introducción a las paradojas del pase. J.A.Miller. Ornicar?

(6) lo que no refiere a ninguna autoinvestidura narcisista o representacional, ni obliga a suponer ningún ser, pues converge hacia el representante y la marca que recibe del lenguaje

(7) "si el saber como hacer es a la vez el operador y el contenido de la transmisión, entonces el fin del análisis se hace defendible como identificación con el yo del analista, al igual que en cualquier aprendizaje " El debate entre Freud y Ferenczi: saber como hacer o saber estar ahí". P. Julien. Ornicar?

(8) C.Soler. Anticipaciones del fin. En Estudios sobre la psicosis. De. Manantial

(9) Sobre el deseo del analista. E. Porge. En Ornicar?

(10) "...lo que del deseo del analista se objetiva es ese efecto de pérdida en la encrucijada de lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real, es el objeto a que el analista encarna como retorno de su enunciación". Sobre el deseo del analista. E. Porge. En Ornicar?

(11) El saber supuesto. Ed. Alfasi. Carlos Faig

(12) Esta única condición viene a rodear lo que queda al pie del muro de la tarea de interpretar, desde donde interpela al analista (Che Vuoi?).

(13) Si los conceptos no escapan del fetichismo de la mercancía habrá que extremarlos, hacer que terminen volviéndose perfectamente inútiles para poder usarlos; solo entonces, cernida la operación a la que responden, alcanzan su eficacia, a falta de lo cual se traducen en un mero intercambio de signos dentro de un sistema de equivalencias generales en donde todo es traducible.


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