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Seminario
La formación del analista

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Organizado por : PsicoMundo
Coordinado por : Lic.
Mario Pujó


Clase 4
Transmisión y psicoanálisis
Alicia Benjamín

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He sido invitada a participar en este seminario, y agradezco esa invitación, para trabajar la cuestión de la transmisión en su relación al psicoanálisis. Este título nos abre a varias perspectivas. Una de ellas, la primera y más obvia, es la que hace a la transmisión del psicoanálisis como un saber articulado; este abordaje no deja de tener relación con otra perspectiva: la relación del psicoanálisis con la transmisión misma, con la posibilidad de transmitir un saber por la vía de la enseñanza; y, en particular, la implicación mutua del psicoanálisis con los modos actuales de transmisión, con los modos que lo simbólico toma en nuestra actualidad.

En la 4evista Psicoanálisis y el Hospital N° 4El dinero en la cura») (1), me ocupé de la cuestión de la enseñanza del psicoanálisis tal como podemos pensarla a partir de Freud y Lacan. Hablamos de un saber que supone como base la convicción subjetiva de la existencia del Inconsciente; convicción que supone el trabajo analítico de un sujeto. A la vez, tanto Freud como Lacan intentan hacer transmisibles los resultados de la labor analítica: esto es, objetivar estos resultados en su comunicación, diferenciando al psicoanálisis de experiencias místicas e inefables. Entonces, ¿qué hacer con esa presencia ineliminable del sujeto en su relación al inconciente?

Por otra parte, ¿cómo transmitir una praxis, un saber que tiene como premisas lo estructural del malentendido, y que sabe de lo innombrable del deseo singular? Esto nos lleva a establecer una diferencia primera: no es lo mismo "aquello que se dice" -los enunciados- que "el lugar desde donde se dice" -la enunciación- . Esta diferencia es fundamental para lo que voy a plantear.

En el Seminario X, Lacan indica que la posición del enseñante -la de él mismo al momento de dictar su seminario- ha de ser la del analizante; es decir, la del sujeto. ¿Cómo entender esto? En principio, nos indica una diferencia en cuanto a la posición del analista (que a esta altura, ya está pensado en relación a la función del agalma). El trabajo analítico de ese sujeto, como saldo, ha dejado por un lado la convicción de no poder ser dueño de lo que se dice: de no poder unificar los enunciados con la posición inconciente desde la cual los enunciados son posibles. Este es un efecto subjetivo ineliminable. Dicho de otro modo, el lugar desde el cual puede enunciar lo que enuncia, ese lugar está elidido; pero es esa misma ausencia, esa no articulación plena la que nos indica la presencia de un sujeto. Recordemos el famoso ejemplo: el niño que dice «Tengo tres hermanos, Pedro, Pablo y yo» (2). Momento previo a poder descontarse de lo que él cuenta, este niño aún existe, diríamos, en tercera persona, visto desde el Otro, sin que aún pueda haberse restado de esa cuenta (en este caso, una cuenta que podrían hacer sus padres, los cuales tienen, ellos sí, tres hijos).

Por otra parte, quien está sujeto lo está a un Otro; no es pues, el lugar del Otro del lenguaje el que ocupa el enseñante, quien, al momento de su acto de transmisión, no se cree el Otro -o mejor dicho, no debiera creerlo-. Esto me recuerda una película de hace algunos años: La sociedad de los poetas muertos. Ejemplo de un maestro que hace consistente un Otro, que se ubica en ese lugar, y que en una seducción insensata, busca verse en la mirada fascinada de sus alumnos. Un joven, educado severamente, comienza a descubrir nuevos terrenos: al modo en que el sujeto mismo puede realizarse, el chico miente, da rodeos, arma su escena de ficción en la cual puede ir posicionándose de modos diversos. El amo-maestro no acepta estos rodeos, no acepta en definitiva al sujeto; asume una tarea imposible: hacer una nueva versión de padre (liberal, divertido, opuesto punto por punto al padre que le ha tocado en suerte a este chico); posición que arroja al joven por fuera de las redes en las que podía comenzar a producir una separación de sus padres, a su modo y con sus rodeos inevitables; arrojar por fuera que culmina en un suicidio.

En contrapunto, otra película: El maestro de música. Su tarea es paradójica: él intenta transmitir aquello que es del Otro, del alumno mismo; transmitir lo más propio de quien recibe su enseñanza; parafraseando a Goëthe, se trata en esta enseñanza particular de permitir que cada quien "conquiste lo que ha heredado". Este maestro tiene como destino inevitable, una vez "usado", su destitución, su caída. En esta película, es él quien muere.

Entonces, el psicoanálisis, tanto en cuanto a la práctica misma, como en cuanto a su enseñanza, supone la dimensión ineliminable de la transferencia: esto es, la dimensión de la presencia de un Otro/sujeto. Pero esto coexiste con la necesidad de verificar el saber que se va produciendo en su campo, y esta verificación supone el poder dar cuenta de la lógica de cada cura. La noción de "transferencia de trabajo", acuñada por Lacan, permite articular ambas dimensiones, y situar de modo pertinente quién es el analista cuando no está funcionando como tal: es alguien que no deja de contar con el saldo dejado por su análisis, exponiendo un saber nunca sabido en su totalidad.

Al comenzar establecí una diferencia entre "lo que se dice" y "el lugar desde donde se dice", articulando lo primero a los enunciados pronunciados efectivamente, y lo segundo a la dimensión del sujeto, nunca decible, al lugar mismo desde el cual son posibles los enunciados, así como al acto mismo de enunciar. Esto es una oposición fundamental, sin la cual las paradojas son interminables. Por ejemplo, la famosa aporía del "Yo miento": si el enunciado es verdadero, entonces el sujeto miente, con lo cual es una mentira, entonces ... y así sucesivamente. Sólo puede resolverse si diferenciamos el plano de los enunciados del de la enunciación: "lo que se dice" de "quién lo dice". Llegamos al colmo de la paradoja en el famoso chiste citado por Freud: " - Adónde viajas? - A Cracovia. -¡Pero mira qué mentiroso eres!, se encoleriza el otro. Cuando dices que viajas a Cracovia me quieres hacer creer que viajas a Lemberg. Pero yo sé bien que realmente viajas a Cracovia. ¿Por qué mientes entonces?" Decir la verdad para engañar...

Planteamos que los enunciados, por estructura, no pueden incluir al sujeto: el niño sólo puede decir "verdaderamente" cuántos hermanos tiene una vez que se descuenta de lo que cuenta. O sea, que la mirada total es un imposible.

En Bouvard y Pécuchet, Flaubert nos muestra este imposible en lo que Calvino ha dado en llamar "la epopeya enciclopédica": dos copistas que pretenden unificar los diferentes saberes de cada disciplina, naufragando en las contradicciones que encuentran cada vez: opiniones de diferentes autores, experiencias encontradas, etc. Reniegan de su personal y limitado punto de vista, el cual, al precio de renunciar al todo, les permitiría servirse de ese saber de alguna manera efectiva. Se podría decir que viven en un "zapping enciclopédico".

Ahora bien, ¿qué ocurre con este hecho de estructura en una época en la cual el "todo" es, paradójicamente, la "medida"? Desde negocios y canales de televisión funcionando las 24 horas -todo el día- , hasta la información permanente de los flashes informativos -casi en tiempo real- , pasando por la posibilidad de "estar siempre comunicados" (vía Internet, vía los 0-600). Esta continuidad sin intervalos puede constatarse en algo tan cotidiano como los programas de radio en FM a lo largo de gran parte del día: "diálogos" permanentes entre un locutor o locutora y oyentes anónimos. ¿De qué se habla? ¿A quién? ¿Para qué? ¿Surge algo nuevo a partir de esas conversaciones? ¿Se transmite algo? Se podría decir que poco importa todo esto, porque de lo que se trata es del hablar mismo: el ruido del discurso tiene existencia propia, "el medio es el mensaje".

En este terreno -cuyo alcance universal es cada vez mayor- el lenguaje tiene una presencia total y a la vez una pobreza llamativa, ya que nada nuevo surge de allí; con Lacan, diríamos que no hay "efecto metafórico", no hay surgimiento de nuevos sentidos. Y si algo de esto acaso llega a producirse, es reabsorbido inmediatamente en la metonimia incesante, sin funcionar como corte, como punto que permita leer retroactivamente lo dicho hasta ese momento.

El psicoanálisis -su praxis, su enseñanza- supone un plano diferente al de esta "universalización del discurso". En el Seminario VII Lacan dice: "El ordenamiento del servicio de los bienes en el plano universal no resuelve sin embargo el problema de la relación actual de cada hombre, en ese corto tiempo entre su nacimiento y su muerte, con el propio deseo...". Deseo que, por estructura, no es articulable plenamente en los enunciados pero que a la vez es el motor por excelencia de los actos de un sujeto. Es esta la nueva verdad que la experiencia freudiana trae y que Lacan intenta recobrar; y para eso, es necesaria una enseñanza que renueve el campo del saber; es decir, que dialogue con los discursos de la época, que se articule en ellos pero manteniendo su diferencia específica.

Al principio vimos cómo Freud es solidario del ideal científico de transmisibilidad del saber; planteamos, a la vez, que no hay entendimiento verdadero de lo que se trata en ese nuevo saber del psicoanálisis, si no se ha tenido la experiencia del inconsciente. Lacan retoma esto a partir de su teoría de los discursos. No voy a trabajarla, sino simplemente señalar cómo el discurso del psicoanálisis no se identifica al de la ciencia, aunque lo suponga. Así, se trata de formalizar lo que la experiencia del análisis enseña, y en esto es deudor del ideal de la ciencia; pero "el verdadero trabajo del análisis está escondido por estructura", ya que siempre hay una hiancia entre lo transmisible y la experiencia, entre lo formalizable y lo real que resiste a su simbolización. Y este real, tanto en Freud como en Lacan, implica la sexualidad humana como fundamentalmente conflictiva, disruptiva, imposible de satisfacer plenamente, o siquiera de ser nombrada coherentemente.

De esto último tenemos una prueba curiosa: el llamado "sexgate" protagonizado por el presidente Clinton. Más allá de sus connotaciones políticas innegables, de la utilización del episodio por parte de la oposición, es gracioso ver cómo estar a las puertas del Siglo XXI no implica tener resuelta la relación entre las palabras y la sexualidad: ¿son las "relaciones impropias" relaciones sexuales? ¿Cuál será el discurso que lo determine: el jurídico, el moral, el biológico?

Sin duda, el discurso del psicoanálisis tiene algo que decir de eso, y es que es impropio de la sexualidad que "la" relación sea posible; es esto lo que nos hace hablar tanto y, en el mejor de los casos, aludir a lo innombrable con humor.

 

Lic. Alicia Benjamín. Psicoanalista. Docente de la Cátedra «Psicoanálisis: Escuela Francesa - II», Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires. T.E: (560) 374-5765.

 

N O T A S

(1) Alicia Benjamín. «La transmisión y sus límites». Psicoanálisis y el Hospital - Publicación semestral de practicantes en Instituciones Hospitalarias Nº 4: El dinero en la cura. Ediciones del Seminario, Buenos Aires, Noviembre de 1993, páginas 45-47.

(2) Jacques Lacan. Seminario Libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidos, Buenos Aires.


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