Seminario
La formación del analista
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Organizado
por : PsicoMundo
Coordinado por : Lic. Mario
Pujó
Clase 9
La escritura del insconsciente: un renovado modo de
leer
José L. Slimobich
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Desarrollaré en este trabajo, de una manera resumida, aquello que nos permite situar la función del analista respecto a las palabras del que acude a su consulta. Ante todo recordamos que si alguien demanda un tratamiento, lo hace por un sufrimiento. A ese sufrimiento expresado en las palabras que nos dirigen y en las cuales busca esclarecer las razones de dicho sufrimiento, se le pide al analista que, con su interpretación, muestre las razones inconscientes de dicho proceder y de esa manera muestre, en verdad, lo que está en juego en dicha demanda.
Así, tenemos que el único bagaje con el que cuenta el analista para acercarse a la cuestión planteada por su paciente es: primero, por un lado, lo que el paciente efectivamente relata, la asociación libre, que se corresponde por parte del analista con aquello que Freud dio en llamar la atención flotante. La asociación libre supone que el que nos habla tratará de comunicarnos sus pensamientos con la menor censura posible y, del lado del analista, la atención flotante supone que éste suspenda las opiniones y los juicios personales que posea sobre lo manifestado por el paciente. Sin embargo, en segundo lugar, el analista escucha desde algún sitio. Este sitio se compone de lo que se llama la formación que dicho analista posee.
Con los instrumentos de su propio análisis, de su supervisión, de sus grupos de estudios y de sus propias lecturas, construye el modo de abordar lo que el analizante plantea. Curiosamente, también requiere que algo no esté aún develado, en tanto no todo lo que el paciente habla puede ser pasado por el saber del analista. Más aún, al exigirnos Freud no acotar nuestra escucha en lo sabido, esperamos del tratamiento la presentación de algo que sea absolutamente propio al analizante, en los nudos de sus historia personal.
Así podemos denominar este conjunto de saberes del analista: el analista lee en el texto que le presenta el analizante con todo el bagaje adquirido, pero para poder situar algo nuevo, que le es absolutamente propio al paciente. Modo de abordar la lengua original en la cual el inconsciente habla en cada cual, y que es lo que apunta a develar la verdad que el síntoma guarda. Dicha lengua que habla en cada cual, de modo inconsciente, es lo que Jacques Lacan llama "lalangue", o sea, el modo vivo y concreto en que el lenguaje se ve efectuado. Tenemos, entonces, que el síntoma sólo puede develarse en su verdad en el camino de dicha lalangue. Recordemos que el síntoma es un función del inconsciente que, por lo tanto, sólo puede responderse de él vía el análisis del inconsciente.
La pregunta que corresponde ahora es: ¿Cómo acceder a dicha verdad, si no se puede responder con el saber del analista, si lo que se trata de hallar es una verdad reprimida, original para cada sujeto? Para responder a esta pregunta tendremos antes que captar el siguiente punto. Aclaro que esta formulación que desarrollaré me pertenece. Esta parte de lo siguiente: cuando se habla, se escribe. Efectivamente hablamos con palabras, entretejemos con ellas nuestro pensamiento, y tratamos de alcanzar a nuestro interlocutor con lo que queremos expresar. Tratamos de que se comprenda exactamente lo que queremos decir. La mayoría de las veces tenemos que dar rodeos, avanzar y retroceder en el intercambio de palabras para lograr nuestro objetivo. Sea cual fuere, sea narrar la verdad, mentir, engañar, enviar un mensaje a un tercero, etc... ¿Qué es lo que perturba una comunicación directa? ¿Por qué no somos comprendidos inmediatamente? Tenemos entonces una primera respuesta: cuando escuchamos, y sin percatarnos de ello, de un modo inconsciente nos referimos a lo que hemos leído en lo que escuchamos. Por ello, como quien dice, vamos al grano; incluso la frase: "leo tus intenciones", nos muestra de manera evidente esta lectura. Efectivamente, ¿cómo se pueden leer las intenciones si no se las han dicho? Quienes tratan de responder a esta pregunta lo intentan hacer desde las teorías del gesto o del tono, que muchas veces componen ciegamente lo que se trata de comunicar. Aceptar que se lee supone darle un estatuto, el que le brinda esa escritura, a una objetivización, y no a una lectura supuesta.
Se ve, entonces, de qué manera fuerte está planteado el leer como un modo de acceso vía la palabra, y sin otro medio que ella, al inconsciente. Pero esto supone aceptar que el inconsciente escribe.
Llegados a este punto, debemos aclarar a qué escritura nos referimos. No es la escritura del libro ni la pizarra, no es la escritura que el escritor escribe sobre un papel, es una escritura en la palabra. Esta escritura es invisible si no es efectuada desde una posición determinada. Para desarrollarla debemos partir del concepto de discurso: éste se puede definir diciendo que cada ser que habla, más allá de las palabras que profiere, habla de una manera ordenada lógicamente. El discurso va más allá de las palabras, nos muestra desde dónde hablamos y nos revela la posición del sujeto que habla, más allá de las palabras, más o menos transitorias. Brevemente, el discurso es el modo en que se realiza el vínculo social. Para ejemplificarlo rápidamente podemos tomar la excepción, lo que está fuera de discurso. Nos referimos específicamente a la psicosis. El psicótico habla pero no es sencillo discernir desde dónde habla; hay en su palabra un fuera de discurso que le impide el acceso al vínculo social. La teoría del discurso ha sido desarrollada extensamente por Jacques Lacan en el seminario 17 (L'envers de la psychanalyse), donde nos muestra de qué modo está compuesto, y donde coloca el amor como pivote de la posibilidad del cambio de discurso.
Como se ve, lo transitorio de las palabras y la efectuación lógica de la posición desde donde se habla están en el psicoanálisis desde hace mucho. También el término leer. Así lo narra Freud en el sueño de la inyección de Irma, donde nos señala textualmente: "Leo claramente la fórmula: TRIMETILAMINA". Es decir que Freud consideró que el leer del psicoanálisis podía suceder en el interior del sueño. Recordemos al pasar que luego de este sueño, Freud escribe a pie de página que espera algún día ser recordado por haber encontrado el sentido de los sueños. Es verdad, al leer "trimetilamina", Freud reconoce allí una solución en su doble acepción : fórmula orientada a la ordenación de una solución química, y la solución simbólica del problema presentado por este sueño, que es proseguir en el camino de encontrar la solución en las palabras de su paciente Irma en sus asociaciones, y no en los prejuicios y sensaciones displacenteras que siente Freud por el hecho de que su paciente no mejora. Así se nos aparece la alegría de Freud al descubrir que no se trata de su persona lo que está en juego.
Constatamos de este modo lo que le brinda a Freud dicho leer. Eso hace que Freud nos entregue términos que han sido cuidadosamente dejados de lado, quizá también por el propio Freud. Efectivamente, no olvidemos que buscó el reconocimiento de la comunidad científica de su tiempo, orientada por el positivismo. De allí nace la exigencia, para el psicoanálisis, de un borde de cientificidad que no lo encierre en una provincia psicológica y esotérica. Es por eso que el psicoanálisis debe situarse en los grandes debates del pensamiento contemporáneo, rechazando un código de secta. Más aún, cuando el psicoanálisis, si bien nace como respuesta a lo patológico, no hace de dicha patología algo particular, sino que muestra el síntoma, el sufrimiento cotidiano, como forma de presencia universal del inconsciente. Aunque dicha presencia en el ser que habla sólo puede ser aislada uno por uno, en su particularidad. Por ello, esto rechaza cualquier idea de inconsciente colectivo, aunque no lo que es para todos en el cada cual.
Como se ve, intentamos mantener la singularidad de lalangue.
Si se acepta, entonces, esta escritura en la palabra, el segundo movimiento es mostrar cómo se puede leer, o mejor dicho, cómo puede ocupar el analista el lugar del lector.
Para ello apelamos a algo común, la lectura de un libro: al abrirlo, de él surgen imágenes, pensamientos que van hacia el que lee conmoviéndolo de un modo tal, cuando lo que lee le interesa, que otorga verosimilitud al relato que lee, aunque éste sea una pura ficción. El texto debe guardar coherencia, aunque sea presentado bajo un modo incoherente. Nos sentiremos sacudidos, interrogados, enriquecidos. Despertará en nosotros admiración y afecto por el autor y, si es posible, lo recomendaremos a otros. Hay libros, sin embargo, que cerramos apenas transcurridas unas pocas páginas, porque no llega a tocar nuestro interés, o sea, no mueve ningún elemento del deseo. De algún modo podemos decir, con propiedad, que en el acto de leer el libro somos leídos por él. El libro lee el deseo inconsciente y nos toma más allá de nuestra voluntad. Hay lecturas que, por comprometer hondamente el deseo, no podemos realizar.
El leer en la palabra del analizante toma de estas características generales y rechaza otras.
Efectivamente, el texto del analizante que presenta con sus palabras, más allá de gesto y tono, puede ser tomado como una narración. Ella puede ser dramática, trágica, cómica, etc... Casi siempre el argumento central de dicha narración son las venturas y desventuras del sujeto del inconsciente comprometido con las palabras que le dirigieron en su infancia con sus consecuencias en lo que actualmente rige sus vidas. En esta narración intentamos ubicar al sujeto y el objeto con el que está comprometido. Sabemos que el sujeto es del inconsciente y que el objeto pertenece al campo de la pulsión. Recordemos que la pulsión es el concepto que hace presente la destrucción y la muerte. Esa búsqueda del desaparecer explica porqué hay resistencias a la cura. Deseamos morir y desaparecer. Esta potencia inaceptable del pensamiento de Freud, causa horror. Esos objetos de la pulsión animan la senda donde el sujeto transcurre con su modo de gozar. Este goce toma su fuerza, su poder, en la pulsión fundamental de muerte, que también puede ser llamada de destrucción. Así, complicamos esa narración, pues, tanto el sujeto como el objeto quedan anudados en el camino de lo que llamamos el deseo.
La interpretación del analista apunta a modificar el vínculo entre el sujeto y el objeto, para permitir al que habla poner distancia de un sufrimiento sin razón.
Como vemos, entonces, a diferencia de un leer el libro, el leer del analista debe objetivar los pensamientos inconscientes en la narración y poder, a su vez, entregarlos a la lectura del analizante. La pregunta que subsiste es: ¿Cómo se hace esto, cómo el analista puede leer dichos pensamientos inconscientes? Recordemos que hemos acentuado al inconsciente que escribe. Ahora es preciso aceptar un elemento teórico, totalmente aceptado por las ciencias contemporáneas, y rechazado por la racionalidad del campo psi. Este elemento es: lo anticonceptual. Efectivamente, no hay un concepto que permite captar dicho leer como la aplicación sencilla de una fórmula codificada. Es anticonceptual, en principio, por el hecho de que no hay ningún yo que pueda decir: "yo leo", y en ese sentido esta formulación se aparta cuidadosamente del "yo pienso" cartesiano. Se sabe que de este yo pienso deviene, para Descartes, la existencia.
Para el analista que lee, la única existencia posible es la lectura que presenta a su analizante. Esto implica que la posibilidad del leer parte de un concepto: la desapropiación. Es por ello que Jacques Lacan nos recuerda que el analista no es un santo, pero en parte juega a ello. Respeta el deseo que, objetivo, se presenta a su leer, dejando de lado aquello que anima al yo. Primer elemento, entonces, de difícil captación es la desapropiación.
¿Por qué decimos difícil? Por varias razones. La primera es que esta desapropiación devuelve al analista a tomar contacto con una inermidad primordial, fundamental, en tanto así se presenta el ser que habla en el mundo, en su nacimiento. Efectivamente, el analista nace al deseo, llamado deseo del analista, cada vez que lee. Dicho leer no tiene otra garantía que sea el trabajo que, a partir de ahí, realiza con esa lectura comunicada el analizante. Pero, el segundo elemento de garantía es que dicho leer debe necesariamente tener un vínculo con lo que el paciente efectivamente ha hablado. Pues recordamos que dicha escritura se escribe sobre las palabras efectivamente pronunciadas por el analizante. Así nos alejamos de cualquier esoterismo, y el devenir asociativo del analizante muestra esta conexión impensada hasta ese momento.
Vemos que el que lee, lo hace porque ocupa una función. Esta función es la del analista pero, vez a vez, el que ocupa el lugar del analista debe reasumir el lugar del leer. Pues éste no puede ser adquirido sino bajo el modo de una praxis, es decir, una práctica simbólica. No es un término que se sostenga sólo de un concepto. O, como lo señala Jacques Lacan, este leer no se tendrá nunca como propiedad, es urverdrüngt, reprimido original.
No es con los aparatos de la conciencia, entonces, que tenemos acceso a ese leer. Es desde este sitio donde pueden admitirse ciertos conceptos que, de otro modo, nos resultan lejanos en su comprensión. El analista se autoriza a sí mismo, en la efectuación del leer, y por otros en la mostración de dicho leer.
No lo tendremos nunca, sólo podremos mostrarlo. Lo cual no quiere decir que no exijamos lo máximo de las conceptualizaciones teóricas y racionales. Hay, sin embargo, un gran problema en el campo psi para la aceptación de estas conceptualizaciones, debido al carácter regresivo que, con respecto a la filosofía y a la ciencia, ha asumido el conjunto de la comunidad. El capitalismo, por su parte, no ha ayudado a la tarea, pues éste empuja al positivismo y deja de lado cualquier producción que demuestre la existencia de un sujeto del inconsciente, y mucho menos algo que escape a la férula del yo, operación que realiza la escritura del inconsciente.
Desde el punto de vista fenomenológico, esta escritura se nos presenta huyendo, fugaz. Puede suceder en cualquier conversación. En ocasiones, alguien relata algo y cuando le pedimos que lo repita, lo ha olvidado, como si esa vez ya pasada hubiese leído y hablado lo que leía, como si el texto se hubiese borrado de su mirada. Es por ello que no leemos sobre dichas palabras con la visión, sino con la mirada. Recordemos que Jacques Lacan en el seminario 11 (Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse) desarrolla minuciosamente la diferencia entre visión y mirada, quedando la visión excluida para que la mirada se despliegue. Tanto la visión como la mirada se hallan ordenadas por el símbolo. Recordamos para dicho descripción, que no podemos captar absolutamente nada si no partimos del hecho de que, el ser que habla, es sujeto de lenguaje, más allá de toda biología que se nos presenta como necesaria pero no suficiente.
Asimismo, el término lenguaje comporta tanto la palabra como la escritura, o sea que el ser hablante habla y escribe cuando habla. Esta concepción que aparece aquí señalada se encuentra fácilmente en los filósofos. Ellos no tienen ninguna dificultad en aceptar que hay una escritura en la palabra, aunque rechazan la idea que pueda presentarse en un sujeto que habla. Lo ven en general, rechazan lo singular. También los matemáticos aceptan la idea de un salto al límite, o sea la idea de que un concepto, al transformarse, pasa por algo que rechaza el concepto anterior, y aún no ha asumido un nuevo concepto. Momento anticonceptual de toda teoría cuando éste se genera en la práctica. Este es el caso que estamos presentando y por eso su mostración se hace necesaria en la práctica de un análisis.
Recordemos que el inconsciente escribe en una lengua exactamente igual a la que nos maneja en la conciencia. Pero, a su vez, esta escritura del inconsciente es rechazada porque nos muestra en tanto sujetos divididos entre la palabra que decimos y lo que escribimos, si alguien lo lee. Esto es verdaderamente importante: así como la lectura de un libro comienza cuando este se abre, la escritura del inconsciente y su leer se efectúan en el mismo instante.
No hay una escritura del inconsciente sin lector. Y no hay ningún lector sin esta escritura. Una y otro están anudados de un modo tal que es impensable producir algo por fuera de este anudamiento. En cierta forma, el analista está desprevenido. Es decir que suspende el saber, que es su cursor de lectura habitual (recordemos lo que antes decíamos sobre el aparato de saber que el analista construye, y con el cual lee), para permitir el advenimiento del saber inconsciente del analizante, que se efectúa como escrito.
Quizá el mejor modo de acentuar lo que aquí se plantea es presentando un pequeño fragmento clínico donde se puede observar las secuencias de escritura que se presentan.
La comunicación trata sobre alguien, a quien llamaremos X, que desde hace tiempo muestra su preocupación por la posibilidad de tener un hijo. Desorientación y vacío comienzan a acosarla.
Tomaré el fragmento de una sesión. Apenas comienza esta sesión, se lee lo siguiente:
- "Usted sabe".
Esto lo presento como primer elemento de la escritura.
X prosigue relatando sus sensaciones habladas:
-"En el edificio donde habitaba vivía otra familia, judía ortodoxa, en la cual había muerto un niño apenas nacido. X, con sus pocos años, pensó en pedir ese niño para jugar, dándose cuenta luego que era un niño muerto".
No la invadieron remordimientos, sino algo extraño que desde entonces la acompaña y que nunca la ha abandonado. Esto aparece exactamente formulado en la siguiente pregunta que se da a leer, y que es el segundo elemento de la secuencia de escritura:
-"¿Dónde van los judíos cuando mueren?"
Este es el segundo pensamiento inconsciente que se formula en su análisis, adviniendo como escrito. Pregunta transferida al análisis. Alguien o algo sabe responder. ¿Responder a qué? A la causa de la angustia.
En efecto, un niño muerto deja (abandona) al ser frente a la experiencia imposible: "nada de vida". No es posible esa experiencia a ningún ser hablante. Pues el cuerpo subsume lo inextricable de la vida y la muerte, y es imposible captar lo uno sin lo otro.
Finalmente se presenta el término:
- "muñeca".
Tercera secuencia de la escritura.
¿Así encontramos la significación de lo que angustia? La pregunta por los niños judíos y su destino dirigida al "usted sabe" del analista, luego el término "muñeca", muestran su posición de sujeto dividido entre lo vivo y lo muerto, entre el niño muerto y el muñeco, del cual el término "muñeca" muestra que es ella, la analizante, como sujeto del inconsciente, la que está en cuestión. Situación angustiante, si las hay, pues "la muñeca" no siente ni el agravio ni el halago, ni el amor ni el odio. Por supuesto, esta verdad transforma las relaciones del sujeto con su realidad. Pues la verdad sólo se muestra en la transformación, no en la intelectualización. Lo que se propone lograr un análisis, no es que el sujeto explique lo que le sucede, sino que sepa hacer con eso que le sucede, es decir que sepa hacer un corte. ¿Que le permita qué? La respuesta es: un acceso a la escritura del inconsciente, donde el deseo se manifiesta saliendo de su guarida para hacerse presente, aquí y ahora, en dicha escritura. Agregamos entonces que esta escritura, más que historia, realiza una presencia de lo contemporáneo. Un aquí y ahora, un ya, del cual nada queremos saber, que produce sus efectos en el yo.
Desde ese contemplarse objetivo nace lo vivo: un nuevo significante creador, un nuevo amor.
Es comprensible que resulte inaudito a lo que llamamos el leer, pero sobre todo a lo que se lee. La lectura es diferente a la interpretación, las secuencias de escrituras presentadas no son interpretaciones del analista, son lecturas realizadas desde su posición de analista.
La interpretación parte desde el analista hacia el inconsciente, es una intromisión en el inconsciente, que hace juegos de escrituras con lo que el texto del inconsciente escribe. La lectura encuentra lalangue, común y vulgar, anudada a nuestra lengua conceptual, la lengua de Freud y de Lacan.
Resumiendo: la lectura porta lalangue al concepto; la interpretación porta el concepto, o sea nuestra lengua teórica a un anudamiento con lalangue.
* Psicoanalista. Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana, de la Escuela Europea de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.