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Seminario
El grafismo y su relación con lo incosnciente
Su interés en la práctica psicoanalítica con niños

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grafismo@edupsi.com

Organizado por Fort-Da

Coordinado por :
Diego Soubiate


Clase 9


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Escritura, trazo, dibujo
Su estatuto en los tiempos instituyentes

Mirtha Benitez

Agradezco a Diego Soubiate la idea del Seminario, el proyecto llevado a cabo y la confianza que depositó en mí al invitarme y que me ha dado la posibilidad de pensar, escribir e intentar trasmitir alguna cuestión respecto de este tema, tan explicado por la psicología y no tan así desde nuestra práctica como analistas.

Historia y escritura. Escritura y lenguaje

Hagamos un poco de historia para situarnos en el tema que nos proponemos: sabemos que el hombre ha dejado marca de su existencia en pinturas rupestres, jeroglíficos, testimonios escritos, que reflejan la necesidad de surcar el camino de su avance en la historia.

La historia de la escritura nos enseña que escritura y lenguaje van de la mano, en tanto la emisión vocal acompaña al hombre desde que es hombre y su intento de dejar marca trazada es inherente al camino que éste va transitando desde que existe.

Es conocido que en materiales prehistóricos la marca de trazos hechos por el hombre es constatable desde tiempos remotos. Lacan mismo dice en relación a esto: " la emoción que sentí al encontrarlos marcados en pequeñas filas sobre una costilla de antílope ". Sigue Lacan: "Hay en el material prehistórico, una infinidad de manifestaciones de trazados que no tienen otro carácter que el de ser como este trazo, significantes y nada mas" 1.

En este recorrido que el hombre ha hecho por la historia de la escritura, ese trazo, marca de su existencia, se va perfilando como próximo a la imagen: ideograma o ideografía, luego pierde ese carácter de imagen para pasar a lo escrito: escritura cuneiforme. Pero lo mas fuerte se halla en el salto cualitativo; en el pasaje de los signos reconocibles a una serie de caracteres muy limitada en número, que no remite ya más a las cosas invocadas esquemáticamente, sino a los sonidos de las palabras de la lengua hablada.

La escritura es la que siempre y en todas partes nace para mantener un registro de contabilidad, de ahí se entiende la emoción de Lacan cuando encuentra esa serie de trazos que se sucedían unos a otros en la costilla del antílope prehistórico, constancia de la presencia del ser hablante y de su necesidad de armar serie, de contar, de armar una contabilidad. En un segundo tiempo, como decíamos, la escritura tiende a fijar a través de pictogramas precisos y unívocos las cosas que representa: animales, objetos. Y luego ese tan importante salto cualitativo, pasando de los signos reconocibles a una serie de caracteres muy limitados en número, que no remite ya más a las cosas invocadas esquemáticamente, sino a los sonidos de las palabras de la lengua hablada. De hecho el "rebus" 2 del que nos habla Freud en el libro de los sueños, participa de este salto.

Freud utiliza el término rebus explícitamente en el capítulo «El trabajo del sueño», de La interpretación de los sueños 3, para indicar que lo supuestamente pictórico en un sueño debe interpretarse como un rebus, llevándolo a un texto, pasaje de la imagen al texto que se articula en un decir. El antecedente del rebus, en los sumerios y los egipcios, muestra la complejidad ya mencionada. Aunque la escritura de ellos todavía es estrictamente figurativa de lo real así transcripto, crean un procedimiento de escritura metafórico-metonímica de su lengua hablada..

Un pictograma, un jeroglífico, por medio de este procedimiento van a designar no ya lo que representan, sino algo totalmente distinto, de fonetismo equivalente o vecino. La fonetización de una representación, o sea, de una especie de escritura, basta para producir al menos otra, o, dicho de otro modo, el fonema correspondiente a una imagen real es anticipador de otras imágenes, virtuales e implícitas (rompiendo la ilusión de una sola escritura de imágenes).

Lo que equivale a decir que la articulación homofónica de una representación permite su pérdida, en provecho de una o de varias otras: realiza así el pasaje de la univocidad visual a la equivocidad fonemática, «estructura literante (dicho de otro modo: fonemática) -dice Lacan- en la que se articula y se analiza el significante»

Lo que queda subrayado por Lacan en relación a la génesis del trazo, es que en éste se halla lo mas borrado del objeto, en el sentido que el trazo surge de lo no alcanzable del objeto, es entonces testimonio de su pérdida, de la pérdida de objeto y a su vez retiene algo de él. El trazo, queda como marca de una falta, de una ausencia de objeto, de una pérdida de objeto en la entrada al lenguaje de todo ser hablante.

La escritura entonces no es primaria, es el producto del lenguaje, pero la escritura esperaba ser fonetizada. Es así que, en dicho salto cualitativo, las marcas distintivas sobre las cerámicas egipcias se volvieron signos de escritura. Lacan establece el lazo entre el einziger Zug, el «rasgo unario» freudiano, es decir, una de las tres formas de la identificación, la identificación con uno de los rasgos del objeto (identificación al rasgo) 4 y esta génesis de la escritura. Por ejemplo en el pretendido ideograma, el rasgo es lo que resta de lo figurativo que es borrado, reprimido, rechazado. El rasgo retiene algo del objeto, su unidad, que hace uno y a la vez como decíamos es testimonio de su pérdida. Lo cual se constata claramente en la imposibilidad de dibujar de los niños autistas, imposibilidad de que sus trazos se constituyan como "trazos", en tanto efecto de que la pérdida de objeto se producido. Pérdida que resulta una ganancia simbólica para el sujeto, ya que abre la dimensión del deseo y el camino para la constitución de la neurosis en el niño.

Aunque la letra y la escritura no devienen términos psicoanalíticos sino con Lacan, ya existen en Freud numerosas referencias a la escritura, desde el Proyecto de psicología (1895) y las cartas a Fliess, hasta el texto titulado: Nota sobre la «pizarra mágica» (1924).

La pizarra mágica ilustra la oposición entre el sistema percepción-conciencia y el inconciente. De un lado tenemos la hoja de celuloide, siempre dispuesta a recibir nuevas inscripciones o percepciones, y del otro la pizarra de cera, que guarda indefinidamente todas las huellas escritas, es decir, todas las huellas mnémicas. Esta utilización metafórica de la escritura no prejuzga en nada sobre el papel de la escritura concreta en el funcionamiento subjetivo tal como Freud lo pone en evidencia. En primer lugar, en los mecanismos del sueño, que compara de buen grado con el rebus (ya mencionado) o la escritura egipcia, la imagen tiene valor de significante y no de significación. Si bien el jeroglífico es un dibujo simplificado, no está para representar allí por ejemplo un buitre o un instrumento agrícola, que es lo que figurativamente podría representar.

El dibujo es de hecho utilizado por su valor de letra, porque el nombre del objeto representado participa fonéticamente en la composición de un significante que no tiene nada que ver por ejemplo con un pájaro, que es lo que aparentemente representa.

Para ejemplificar el valor significante, el valor de letra de un dibujo, se me ocurre el dibujo que un analizante adolescente evoca, en el que, la imagen de una herradura fue leída por él como una cerradura, aludiendo al agujero de la cerradura por la que espiaba cuando era niño el baño de las niñas.

Si bien queda claro que la lectura que hacemos en nuestra práctica analítica no se trata de la escritura alfabética usual, sino que se trata de una escritura fonemática, ciertamente privada y fuertemente dependiente de la lengua del soñante, particular e inherente a su propia subjetividad.

En ocasiones, el sueño no se priva de usar la escritura común, como en el sueño del «Hombre de las Ratas» 5, donde las letras «p, e» (para condolencias) [en el texto de Freud, en francés: «pour condoléances»], se trasforman mientras escribe en «p, f» (para felicitar) [ibid., «pour féliciter»]. En lo concerniente al lapsus calami, en el nivel de la interpretación Freud no lo distingue del lapsus linguae. Sin embargo, hay ejemplos que interesan específicamente a la escritura y no al fonema.

Hay que concluir de ello que el inconciente sabe leer [afirmación de Lacan en el Seminario XX, «Aún»]. Numerosos ejemplos clínicos lo demuestran. En el «Hombre de los Lobos» 6, la letra V o W juega un papel central. Freud la encuentra en la V del reloj que marca la hora de la escena primaria, en la apertura de las piernas de las muchachas, en el batir de las alas de la mariposa o en las alas arrancadas de la avispa (Wespe), que el «Hombre de los Lobos» pronuncia «espe», castrándola de su W para encontrar allí las iniciales de su nombre "S. P"., arriesgándose a verla resurgir en los lobos (Wölfe), a los que debe su sobrenombre.

Es constatable entonces que, escritura, trazo, dibujo están sujetos a las leyes del inconsciente, a las leyes del significante enraizadas en la estructura del lenguaje. Es esta estructura de lenguaje la que hace posible la operación de lectura de un dibujo, de un sueño, de un lapsus, de un síntoma.

El dibujo del niño, se leerá entonces como un pasaje homofónico hacia la letra de la escritura inconciente que la origina. Tal lectura es posible porque es literalmente una representación de palabra que depende como tal de la existencia del inconsciente y es así que el valor de significante, en la imagen que patentiza un dibujo no tiene que ver con su significación imaginaria.

Un dibujo en el contexto analítico no representa simbólicamente nada para ser interpretado hasta que se hable de él, ya que su autor puede no saber, ni querer saber el alcance de lo que ha producido, aunque sepa lo que ha dibujado imaginariamente.

Lo que el dibujo dice del sujeto y le dice al sujeto solo es leíble en transferencia, esta manera de pensar el dibujo se contrapone a interpretar los simbolismos del dibujo en función de cierta estandarización, según la cual, a tal dibujo le corresponde tal significación, soslayando al sujeto del inconsciente que emerge en cada producción subjetiva.

 

Los niños y el dibujo

Los niños desde muy pequeños dibujan, los púberes dibujan, algunos aparentemente no tan niños ni tan púberes, dibujan. Para los más pequeños parece un ejercicio casi ineludible que comporta un intenso placer en la representación de algo figurable o se constituye en una especie de descarga pulsional motora, cuya satisfacción está en el ejercicio mismo de la acción.

Vamos a situarnos en lo que hemos dado en llamar tiempos instituyentes, son los " tiempos" en que la niñez transita desde la posición de dependencia del niño del Otro que lo constituye, niño objeto del Otro, al mismo tiempo sujetado al deseo del Otro, hacia la asunción de una palabra propia que le permita ir madurando una respuesta subjetiva, función paterna mediante, a lo traumático del encuentro con la castración materna.

Este tránsito que es la niñez, está vertebrado por el complejo de castración, complejo enhebrado en la dramática edípica: núcleo de las identificaciones y en el trabajo que la pulsión realiza en el cuerpo del niño.

El niño en este tiempo constituye su neurosis, articulando el significante al cuerpo y, por lo tanto, recortando el objeto de la pulsión, que será protagonista en el armado del fantasma. Este armado es clave en el recorrido infantil, pues le permitirá al niño tejer un "acolchonado" simbólico, ficción mediante, para responder a la falta en la estructura, y velar así, el desamparo inicial.

Todo este recorrido es difícil y complicado para el niño, se vale para ello de herramientas simbólicas como el juego, las fantasías y el dibujo. A su vez el dibujo refleja los avatares del recorrido de la niñez descripto recientemente. En dichos avatares se encuentra, como decíamos, el de la pulsión y el del armado de la imagen corporal que se gesta y nutre en la experiencia del Estadio del espejo.

"Lo que importa sobre todo es captar que, en todo caso, el circuito de la pulsión tal como Lacan lo describe 7, opera cada vez que el niño dibuja". Si no hay acceso a la metáfora paterna, un dibujo sólo es un torbellino de rizos, de rayaduras, un garabato, un gancho. Si se juega en él algo de la metáfora y de la homofonía: estas testimonian un lugar de resguardo para el sujeto (recel: ocultamiento, resguardo significante) en de los significantes que lo representan. .

Me parece de una importancia capital este lugar de resguardo y de orden que son los significantes, ofreciéndose como un colchón simbólico que le permite ir tramitando al niño a través de sus producciones este difícil pasaje que es la infancia. El psicótico, el autista, dibujan a veces de otra manera, pues lo que los distingue no es carecer de este lugar de resguardo, sino no tenerlo en el Otro, que este lugar en el Otro permanezca en ellos deshabitado.

Es en este sentido que, cuando se termina de constituir esta imagen corporal, es cuando en el dibujo se logra la figurabilidad que la acompaña, entonces los vaivenes pulsionales en el armado de dicha imagen corporal se ven reflejados en la producción gráfica. Por ejemplo: un niño puede realizar el dibujo de la figura humana, lo mas parecida a la figurabilidad de la misma, cuando el pasaje por el Estadio del espejo, sostenido desde lo simbólico, desde el deseo del Otro, ha ordenado la emergencia de lo pulsional y el yo como acto psíquico queda producido. Y es en ese momento lógico que la producción gráfica, queda representada en una imagen que toma valor significante. Para el sujeto infantil muchas imágenes toman valor significante: los lobos para el Hombre de los lobos, el caballo y la jirafa arrugada para Juanito.

Recordemos el diálogo entre Juanito y su padre en relación a la "jirafa arrugada", que podrá según entiendo "ilustrar" sobre el valor significante del dibujo:

«¿Has tenido miedo?».Le pregunta el padre a Juanito en referencia a que la noche anterior había concurrido a la habitación de los padres.

Juanito: "Había en la habitación una jirafa grande y una jirafa arrugada, y la grande ha gritado porque yo le he quitado la arrugada. Luego dejó de gritar, y entonces yo me he sentado encima de la jirafa arrugada».

Padre: «¿Qué? ¿Una jirafa arrugada? ¿Cómo era? ».

Juanito: «Así». (Coge rápido un papel, lo hace un bollo, y me dice:) «Así estaba arrugada».

Padre: «¿Y te has sentado encima de la jirafa arrugada? ¿Cómo?».

El padre insiste: «¿Qué quiere decir "una jirafa arrugada"? Sabes bien que a una jirafa no se la puede comprimir como a un pedazo de papel».

¿A una jirafa tan grande se la puede tomar con las manos?».

Juanito:: «A la arrugada yo la he tomado con la mano».

Padre: «¿Y dónde estaba la grande entretanto?».

Juanito: «Mira, la grande estaba parada más allá».

Padre: «¿Qué has hecho con la arrugada?».

Juanito: «La he tenido un poquito en la mano y me le he sentado encima».

Se puede desprender de este diálogo entre Juanito y su padre aquello a lo que Lacan se refiere en el Seminario de "La Identificación" Op. Cit., como una "bella mecánica", refiriéndose al pasaje que se le hace posible a Juanito, gracias al recurso simbólico del significante, desde una jirafa enorme, con cuello largo, voraz, que lo atemoriza, a un papel al que él puede arrugar y al que nombra como "jirafa arrugada", pasible de ser tomada por él, de apoderarse de ella, hasta sentarse encima.

Por este mecanismo ha reducido a esa jirafa inabordable a un simple bollo de papel, gracias a ese artilugio significante que es sin duda una "bella mecánica", que tiene esa función de "resguardo" (recel), clave para el armado de la subjetividad.

Ahora, voy a tomar un ejemplo de mi práctica como analista, que me parece testimonia del estatuto del dibujo en los tiempos instituyentes:

Un niño de 9 años, L, es presentado por sus padres como inquieto, agresivo con sus pares y con los adultos en algunas oportunidades. Consultan luego de un episodio en el que escupe a la maestra de la escuela cuando esta intentaba separarlo de otro niño en una de sus tantas reyertas escolares. "Estaba sacado" –dice L-"Me dicen loco". ¿Quienes? –"Mis compañeros, porque reacciono mal".

Las dos primeras entrevistas transcurren en relatos de historias de viajes de sus padres, trae revistas de lugares bellísimos, cuenta anécdotas de los padres en las que él no está incluído, ya que él se queda con sus abuelos maternos porque tiene que ir a "esa escuela". En el tercer encuentro, viene con su mochila a cuesta, muy pesada aparentemente, saca su cartuchera y me pide una hoja para dibujar. Me mira y me dice:- ayudame, ¿qué puedo dibujar? Antes de que le responda, comienza y dibuja una locomotora muy detenidamente, los vidrios de la ventanilla a los que remarca atentamente dejan ver un conductor, le agrega vagones. Le pregunto acerca del conductor y el rumbo del tren. El tren va al norte, recorre pueblitos de la Argentina, el que maneja también está de viaje aunque trabaje, le encanta viajar. Le digo: ¿Este es tu propio viaje? Sí, voy a muchos lugares, estoy acá,( se dibuja dentro de la locomotora) me dejaron entrar a la cabina. Pinta muy cuidadosamente. Escribe: LOCOMOTORA y dice: - que raro ¿no?, está mal esta palabra, tendría que decir LOCO-MOTOR y si no, LOCA-MOTORA. ¡Es muy divertido! -¿Por qué? Le pregunto-. L: -A mi abuela (abuela materna) le dicen LOCA y a mí LOCO, ella se pelea con los vecinos todo el día, pero ella es loca de verdad porque estuvo en una clínica, la tuvieron que atar y darle inyecciones porque estaba re-sacada, ahora está re- bien.

"L" es la inicial de su nombre, letra que lo nomina y a la vez la LETRA que, da cuenta de la relación de identificación que él mismo establece entre su abuela materna y él: LOCA- LOCO y que se testifica también en "sacada-sacado", ambos "sacados" por la proximidad del semejante: vecinos o pares, quienes, en uno y otro caso, los nombran como "locos", además que, se pone de manifiesto claramente el trabajo psíquico sobre la diferencia sexual y la próxima elección de sexo.

La locomotora vehiculiza significantes, es en el pasaje de un significante a otro, es en el "entre" un significante y otro, que el sujeto se produce y la significación de la expresión gráfica toma su lugar.

Este dibujo para "L", tiene la importancia de ser un recurso simbólico entre otros que le permitirá ir atravesando esos pueblitos del interior, constituyendo su propio viaje hacia encontrar un norte, que le ponga distancia a la demanda del Otro. Viaje de la pulsión por los vericuetos del cuerpo y sus objetos que encuentran un marco en la "amarra" significante.

Mas allá de otras consideraciones que podrían hacerse sobre este breve texto clínico, mi interés reside en subrayar la importancia que tiene la expresión gráfica en tanto imagen que toma valor significante, que puede ser leída a la letra y es en este sentido que todo dibujo, mas que encontrarle la significación según lo que representa estandarizadamente, toma el valor de una escritura a leerse en transferencia.

Esta "bella mecánica" como la llama Lacan, es posible porque el andamiaje significante es una "amarra", un resguardo para el sujeto y, especialmente en este caso, para el sujeto en constitución.

El sujeto en los llamados "tiempos instituyentes" se vale de la mecánica del significante que hace su trama en el dibujar, el soñar, el escribir, el jugar que le permiten al niño ir tejiendo su neurosis y la respuesta fantasmática que enmarcará una determinada satisfacción con el objeto.

Una manera particular, una manera propia de goce con el objeto que acotará y a la vez lo separará del goce del Otro primordial materno que lo amenaza, amenaza tal como la que " L" descubre en la posible identificación con la locura con su abuela materna y que Juanito grafíca tan ejemplarmente en el relato del sueño de su jirafa.

Mirtha Benitez
Psicoanalista. Miembro del equipo de la revista Fort-da, del sitio PsicoMundo. Participante asociada de la Asociación de Psicoanálisis del Sur, Bernal. Participante de la Escuela Freudiana de la Argentina, Ciudad de Buenos Aires. Actualmente, supervisora y docente de residentes en psicopedagogía de equipos y servicios de salud mental de los hospitales Pena (Centro de Salud nro.10), Durán, Argerich (Centro de Salud nro. 15), en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.Supervisora del Equipo de Psicopatología del Hospital Municipal de Florencio Varela. Supervisora del Equipo de Niños y Adolescentes del Centro de Salud Ramón Carrillo, Ciudad de Quilmes.


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