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Seminario
Bordes del psicoanálisis con el texto jurídico

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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : Lic. Luis Camargo


MODULO PRIMERO
"DEL PADRE"

Contribución del Dr. Juan Dobon


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Presentación

  • Lo que se leerá a continuación es una conferencia dictada por el Dr. Juan Dobon en el marco de las "Ias. Jornadas de Psicología Jurídica", que bajo el tema "Intervenciones en el campo psi-jurídico", organizamos y realizamos en el mes de setiembre en Tierra del fuego, Argentina. El estrecho ligámen de su contenido con lo que llevamos desarrollado hasta aquí en nuestro seminario, sumado a la exquisita precisión conque su autor da cuenta -entre otras cosas- de las consecuencias de las vacilaciones de la función del padre (y como él agrega, del nombre y la Ley) en la praxis concreta de los equipos interdisciplinarios, me llevaron a solicitarte a este colega y amigo su autorización para incluir la conferencia a modo de colaboración con el seminario "De filiaciones...", a lo cual accedió gentilmente.

    Juan Dobon es psicoanalista, jefe del Servicio de Internación en Psicopatología del Htal. Piñero de la ciudad de Buenos Aires (Arg.), consultor de la Sociedad Argentina de Psicopatología (SAP), investigador del Instituto de Sociología Jurídica de Oñati (Pais Vasco-España) y director del Posgrado "Etica y dispositivos clínicos (campo psi-jurídico)" de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

  • L.C.

     

     

    "EL EQUIPO MULTIDISCIPLINARIO: LABERINTOS DE OBEDIENCIA FINGIDA"

    La propuesta que decidimos presentar dada la variedad de disciplinas que nos convoca, es pensar al equipo multidisciplinario o interdisciplinario (los que configuran tratamientos hospitalarios, manicomiales, carcelarios, jurídicos o de minoridad) como un equipo tomado en una estructura de laberinto.

    Entonces voy a intentar dar cuenta de por qué a este campo virtual del campo psi-jurídico, lo llamamos laberintos de obediencia fingida. Hay una resonancia con "obediencia debida" que espero poder allanar y marcar porque la estructura de fingimiento se diferencia por ejemplo, de la estructura de la ficción y de la estructura del engaño. Es algo mas complejo.

    En cuanto a los temas que pensaba desarrollar, básicamente quería comenzar con uno que me parece puntual en el tiempo que habitamos, en este fin de siglo, en este próximo tercer milenio, y es que asistimos a una vacilación y caída de por lo menos tres funciones: la función del padre, la función del nombre y la función de la ley. En ese punto creo que, como marcaba Luis Camargo, coincidimos los funcionarios del día con los de la noche, en asistir a la queja, al sufrimiento, al dolor, a la marginación que provoca la vacilación y caída de estos tres valores: el padre, el nombre y la ley.

    En relación a la caída del padre, me refiero al padre como función, mas allá del sexo me refiero al padre cuestionado, al padre representado en distintas funciones de lo social, desde el abogado al médico de cabecera al pater familii, al maestro (al docente me refiero: uno debería separar y preservar la palabra "maestro" para algunos, todos los demás somos enseñantes o a lo sumo docentes; hay menos maestros de lo que se cree) y también al padre encarnado en una de las funciones de la Justicia, que es el Juez. Esta caída de la función del padre, esta vacilación, tampoco le es ajena al político. No es casualidad que estos discursos que atraviesan la ciudad, en realidad padezcan algo en común, que es la falta de credibilidad. Durante siglos -de esto da cuenta el Derecho Positivo-, la función del padre se sostuvo en la autoridad, en la posibilidad de sostener o sostenerse en nombre del Poder. A partir de la separación de la Iglesia del Estado (me refiero en los Estados modernos) queda del lado de la Iglesia la posibilidad de establecer mandatos y preceptos en nombre de la credibilidad y la fe. Y del lado del poder estatal, cada vez mas la creencia y su poder emanan de la autoridad. Al vacilar esta función, al vacilar la credibilidad en la autoridad de quien detenta la función, aparece un envés. Ese envés es lo no dicho de esa falta de credibilidad, que tiene un nombre: se llama corrupción.

    Una palabra que va a atravesar creo este encuentro, porque si algo tienen en común un abogado y un psicoanalista es la pregunta por su ética, es esta palabra, justamente, ética, que como toda palabra cuando se emplea demasiado uno debe recapacitar si no es una moneda que comienza a desgastarse con su uso. En un país que ha sido la "reserva moral de occidente", entre comillas, que a fin de siglo en cada encuentro de psicoanalistas, en cada encuentro de abogados, en cada encuentro de políticos, resurja esta palabra, ética, nos debiera detener por lo pronto en diferenciar moral de ética. Moral como lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo. Moral como el valor de cada uno que habita en la ciudad. Moral como acción ineludible para un ciudadano responsable. Pero, qué es la ética? Bueno, no vamos a abrir un debate sobre qué es la ética. Recién escuché una cita de Nietszche, y más allá del bien y el mal, la ética sigue siendo la pregunta por la acción moral. Es ese plus que tenemos algunos, es decir los que debemos ejercer una práctica responsable, de poder preguntarnos por las consecuencias de nuestra acción moral. Eso es la ética. Pero en un país decía, que era la reserva moral de occidente, todo el tiempo se confunde ética con moral. Entonces, se escuchan frases tales como "ese sujeto no tiene ética" o vamos a decirlo en nombre propio "mi ética es la de...". La ética no se proclama ni se declama, la ética no es materia opinable. Pero me van a decir desde el campo psi, "¿entonces los tribunales de ética que son?". Los tribunales de ética en realidad son un subrogado de un tribunal de moral; es decir las consecuencias que ha tenido la acción de ese ciudadano -profesional en el caso que nos interesa-, al habitar la ciudad, al desarrollar una tarea responsable. El problema es que cuando vacila la función del padre, cada vez se utiliza mas la palabra "ética", cuando en realidad lo que se clama, o lo que se pide es más moral, lo que falta es más moral.

    El psicoanálisis es una práctica seria (no diría científica), seria porque como sabemos algunos que lo sostenemos, hace serie. Pero sabemos que es necesario por lo menos tres encuentros, tres marcas, para que haya serie, quizás este sea el primero. La palabra ética, nos enfrenta de pleno con el laberinto. En la ciencias llamadas "positivas", el que ejerce una disciplina, una profesión, queda eximido aparentemente bajo cierto rango de neutralidad, de ser evaluado. El primer aporte que hace el psicoanálisis -que no es una originalidad del psicoanálisis, sino que es una originalidad de las disciplinas críticas, me refiero a la sociología crítica, a la criminología crítica a la historia critica-, es la de implicar al observador como sujeto de lo observado. Por supuesto que en el psicoanálisis, esta práctica, esta relación entre los actos y el saber, tiene un nombre (y voy a caer en tener que nombrar o precisar algunos conceptos que quizás no compartan en su contenido), pues básicamente la relación de saber, acto y amor es lo que en psicoanálisis se llama transferencia. La pregunta por esa relación entre el saber el amor y los actos para un psicoanalista marca su ética.

    ¿Qué para un abogado? Desde ciertas posiciones críticas del Derecho se incurre en el mismo error de dejar por fuera al observador, dejar por fuera al sujeto de la evaluación, cayendo en una práctica que en el campo psi la conocemos o la conocimos en los años sesenta. Muchas veces la criminología critica se parece a la antipsiquiatría, en el sentido de tener dificultades a la hora de manifestarse como una conjetura para un sujeto individual que no sea el de la referencia social, para no caer en una práctica absolutamente contestataria sin consecuencias. La antipsiquiatría, al menos en el Cono Sur, no ha tenido las consecuencias que se deseaban. Lo que no invalida cierta proposición de sostener la crítica como uno de los valores éticos. Pero la critica sin producción es una critica por lo menos, poco responsable.

    El laberinto entonces, está configurado por esta multiplicidad de discursos.

    En un equipo interdisciplinario donde lo conforman profesionales del campo "psi" (psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas, psicopedagogos, abogados, asistentes sociales, médicos, psiquiatras biologistas, existencialistas...y podría seguir), es muy difícil pensar en que esa estructura no se "babelice", como la Torre de Babel: pero en el instante de la caída, no en el momento de la construcción. Cuando Babel se construyó, todos podemos suponer que era un proyecto creíble; si no hubiera habido credibilidad en el acto de la construcción, de algún entendido entre los distintos discursos, nadie se hubiera animado a tamaña obra. El problema es el instante de la caída. Y creo que asistimos a la caída de Babel.

    Laberintos de discursos, entonces, dónde abrevan discursos de corte netamente positivista, como el de la ciencia jurídica (no toda, parte de ella), discursos de neto corte positivista y experimental como el de las neurociencias, enfrentados a discursos, digamos, "de la singularidad". En uno de estos encuentros en el País Vasco, en Oñati, me decía un jurista español, Uñagurre, quien fue uno de los que reformó el Código Penal hace unos años, que en realidad, otra vez la "peste", argentinos y psicoanalistas, vienen aquí a darnos la "tabarra" (como dicen ellos) con esto del "sujeto". Y es cierto, ahí donde aparece reiterada y recurrentemente este concepto de sujeto, detrás hay una ciencia, o al menos una disciplina que se ocupa de la singularidad. Hay al menos, tres sujetos, diferentes: el sujeto jurídico, de acuerdo al positivismo, a uno de sus soportes, Kelsen, el sujeto histórico, el de la referencia social, que es el mismo sujeto que la biología médica retoma, que es el sujeto bio-psico-social ( de este sujeto voy a hablar), y luego un sujeto muy particular en su definición, que es un sujeto efecto de lo que se dice, efecto de la palabra. Lo llamamos sujeto de lo inconsciente, pues lo inconsciente tiene estructura de palabra, no algo más oscuro ni más complejo que la palabra, que ya lo es bastante. Esa estructura de palabra hace que lo inconsciente sea básicamente "lo no dicho": no es algo oculto, misterioso, mágico, más que la palabra. Pero, ¿qué de la palabra le otorga carácter de inconsciente?. Pues, lo no dicho. En este sentido, la definición más simple de ética que puedo decir, es que la distancia entre las acciones y la palabra, es decir los dichos, marca la distancia con la ética. Solamente cuando esa distancia, en algunos instantes, se reduce a un mínimo cero, es decir, cuando lo dicho es acto, cuando alguien dice "sí, juro" y está jurando en serio, es decir, hace serie, y se hace cargo de esa palabra, ese es un acto ético.

    Entonces, estos tres sujetos de la palabra hablan de tres singularidades diferentes. La ética, entonces, en los laberintos está construida de palabras. Casi como axioma, les diría para el trabajo multidisciplinario, de acuerdo a mi experiencia hospitalaria (yo soy un hombre del hospital público, que en Bs. As. todavía sigue siendo un valor), lo que aprendí con el tiempo es que el verdadero laberinto es el de las "falsas normas". Es cuando las normas no están dichas: resonancia con lo inconsciente. Es cuando la norma no está escrita: no hay nada más despótico que un jefe caprichoso; se parece a una mamá caprichosa, que quiere hoy con la misma vehemencia algo, y al día siguiente lo contrario.

    No es un pedido de moral: es un pedido de ética. En este sentido piensen, en esta sociedad de fin de siglo, "toyotista", no "fordista", los jefes son cada vez más jóvenes. Tendrán autoridad, pero la pregunta es:¿tendrán credibilidad?. Serán eficientes, mientras sirvan a la cadena de producción. Entonces, otro concepto que hay que cuestionar, es el de la agencia de control. Ya no hacen falta tantos dispositivos de control. La sociedad toyotista se autocontrola a través de mecanismos de segregación, mucho más elaborados y mucho más fáciles de aplicar: la falta de trabajo, el narcotráfico y sus "?supuestas" luchas contra él.

    Ese laberinto de discursos atrapa al sujeto, al asistido y al asistente. Esto es lo que decía que marcaba las diferencias éticas con las disciplinas positivistas. En un equipo multidisciplinario acontecen hechos que resultan casi axiomáticos. La caída de la función del padre hace que nos agrupemos, configuremos equipos multidisciplinarios dónde vamos a asistir al "sujeto total", desde lo bio-psico-social-legal, etc.. Esa persona "totalmente" asistida, en realidad es asistida como un objeto, total. Las personas que los analistas asisten son personas que les falta, son personas carenciadas, menos en lo económico que en la existencia. No hay una palabra que pueda nombrar nuestro ser, sino que tal vez, hay palabras que resultan muy efectivas. Ser "delincuente", ser "adicto", ser "político"...a veces todo eso junto, no alcanza para nombrar el estatuto de existencia para ese sujeto. en ese sentido, los analistas planteamos que el sujeto está dividido entre la verdad de su existencia, entre lo que lo mueve por el mundo, y lo que sabe o puede hacer saber de esa verdad. Casi axiomáticamente decimos: división entre saber y verdad. Pero podemos decirlo más simple: un sujeto que cae detenido por tenencia de droga, se debate por lo menos entre dos significantes, dos palabras: o delincuente o enfermo. Y ese sujeto, al que algún dispositivo intenta abordar como persona total, se encuentra alienado en un efecto de subjetividad muy particular que llamamos el "sujeto de la referencia social". Desde la referencia social se le ha dado un nuevo nombre, que lo representa ante los demás, que lo completa, que lo asiste, y si molesta, lo expulsa. Como todos los objetos, están destinados a caer, sobre todo en una sociedad de consumo de objetos. Ese sujeto, persona total, es asistido por dispositivos configurados por un equipo al que en general le asisten problemas. Los más frecuentes para el equipo "multi" en el laberinto de obediencias fingidas, son el malestar, las peleas. El malestar es estructural, es la diferencia, es la discriminación. Discriminar se debe diferenciar de segregar: la discriminación es aceptar la diferencia, aceptando al diferente. Sucede que por estructura siempre hay odio al diferente, no hay amor al diferente. Ese odio al diferente es el odio a la manera diferente de gozar que tiene el otro: eso se llama segregación. Se segrega cuando se odia al diferente, y no sólo se odia sus diferencias, sino a las maneras en cómo se relaciona con sus objetos y el placer.

    Las peleas en un equipo son efecto de la obscenidad. No es que alguien muestre las piernas un poco más, o que alguien diga una palabra del estilo acoso, etc.. Se trata de la obscenidad de una escena en otra escena: esa es la definición de obsceno. Cuando en un equipo de trabajo la figura del jefe ya no es la del jefe, sino la de una "mamá angustiada", pues eso es un jefe caprichoso, cuando esa colega confidente ha traicionado la confidencia como esa hermana traiciona una confesión: eso es obsceno. La escena edípica se traslada a la escena de la producción. Siempre repito esto: sólo la producción pincha la obscenidad del grupo. Sólo la producción escrita, la producción de un lugar, de un espacio de trabajo, y la creación y sostenerla, pincha la obscenidad del grupo. El fantasma individual no puede, de esta manera, montarse en la escena. Un encuentro de estas características es un llamado a las diferencias, es un llamado a discriminar discursos, a opinar diferente. En eso también nos parecemos los psicólogos, los abogados, los periodistas: llamados a opinar, opinamos de cualquier cosa. Lo interesante es ver si se puede opinar sosteniendo la diferencia, haciendo marcas: esto para nosotros se llama escribir. No a escribir textos, páginas; me refiero a sostener marcas. Es la única manera que ese jefe caprichoso, sin normas claras, no se transforme en lo siniestro, es decir, lo más desconocido de lo más cercano.

    El segundo punto, es que ese sujeto total que asistimos, en realidad nos genera la idea de que podemos, si cada uno "atiende su juego", asistirlo "totalmente". De hecho, ese sujeto resiste: no es ni delincuente ni enfermo, no es ni toxicómano ni degenerado, no es ni homosexual ni sidoso, etc. Ese sujeto, en realidad, tiene una singularidad muy fuerte, que resiste a toda totalización o fundamentalismo, que se llama, el deseo. El deseo es correlato de la definición de inconsciente que daba antes, es el motor de lo no dicho. Es el motor que hace que las relaciones entre los hombres no se agoten en jerarquías, que no se monten en rangos de autoridad, sino en una inmixión, muy particular, entre el saber y el amor. Las relaciones, tal como planteaba Pierre Legendre (que fue citado por Luis, un psicoanalista y abogado, es decir, portaba las dos pestes), se sostienen y reduplican las jerarquías de la ciudad. El hospital es la casa del médico, tribunales es la casa del abogado; ¿cuál será la casa del asistente social?¿cuál será la casa del psicoanalista?¿cuál la de un terapista ocupacional? Este es el problema: en las casas del abogado y del médico se respetan las jerarquías dadas. Y ahí vienen los psicoanalistas a cuestionar el orden de la casa: craso error. En realidad no se trata de cuestionar el orden de la casa: lo que debería pedir es que haya orden, es decir, que hayan normas claras. Que haya discurso del amo, que en realidad haya discurso universitario, que se enseñe; pero que esas normas sean claras. Las jerarquías del saber entonces, dejan de lado todo otro saber que no sea el aceptado como el orden de la casa. En general este saber es positivo. De hecho, se reproduce el conflicto social, dónde se descalifican los saberes locales, los saberes parciales, los saberes no hegemónicos, los saberes del saber hacer, el saber del artesano, los artistas, los chicos, el saber de las mujeres. Esos son las saberes "malditos", son los saberes mal dichos. Esto no es machismo: el saber de la mujer es mal-dito. Maldito en el sentido de cuestionar una jerarquía fundada solamente en la arbitrariedad. Maldito porque sabe que en realidad, la credibilidad se funda en la inteligencia, en una lógica. En ese sentido las mujeres son mucho más lógicas que algunos hombres. Nietszche decía que se lugar debía estar reservado también para los artistas.

    El peor laberinto, entonces, es el de falsas normas, lo no dicho, lo no escrito. Lo que vehiculiza las peores actuaciones. En un hospital, cuando se autoriza un permiso de salida debiera darse comunicación al juez, debieran funcionar los teléfonos, el juez debiera estar, el médico debiera tener tiempo...pasó el fin de semana. Entonces se autoriza o no la salida. Hay agujeros en la estructura de la ley. Estos agujeros tienen que ver con lo no dicho, con lo no escrito. Claro que frente a esta estructura de no-dicho, o no-escrito, se devuelve con un axioma: apliquemos el sentido común, que, como se dice, es lo menos común que nos habita. Para el psicoanálisis ha sido una mala palabra durante mucho tiempo, dado que nosotros abogamos por el sin sentido del deseo. Pero el sentido común es una de las condiciones para un equipo disciplinario: no para asistir la singularidad del sujeto, sino para la convivencia de ese equipo.

    Otro fenómeno de estructura es que la suma de disciplinas no se complementa, por estructura. A pesar de generar todo el tiempo la ilusión de que si lo abordamos bio-psico-socio-jurídicamente nos estamos complementando, en realidad, cuando funciona, la estructura es suplementaria, no complementaria. Cuando el equipo funciona, siempre algo falta. y ahí es dónde entra ese plus ético que señalaba al principio. Será el sujeto, el asistido, el demandante, el que tenga la posibilidad de llevar adelante ese plus.

    Y por último, en relación a este tema, quería decir que "prevenir", otra mala palabra para los psicoanalistas, pues es muy difícil trabajar avant-coup, es decir, antes de que acontezca el hecho; nosotros somos lectores del acto, no predictores ni oráculo, ni mucho menos científicos que pueden generar la ilusión de que un sujeto es predecible: eso lo dejamos para la psicología neoconductivista. En ese sentido, ¿qué aporte puede traer un psicoanalista? Bien, la prevención básicamente es dar lugar. Término que cualquier juez conoce. Dar lugar a una demanda, dar o hacer lugar a ese sujeto: eso es prevenir.

    Promover (otra mala palabra), además de dar lugar, significa dar un nombre. Un nombre que sea un poco más feliz que el de la referencia social, un nombre que no sea el de adicto o delincuente. Un nombre que ese sujeto se haga para salir a sostener. La violencia es un intento, fallido, de hacerse un nombre. Cuando cuatro chicos se juntan a tomar cerveza en una esquina forman una "banda"; un espacio, un lugar dónde cada uno tiene un nombre. Ese nombre (Tito, Puchi, Muchi) no es un falso nombre, solamente que no alcanza para sostenerse en la escena de lo social. Muchas veces ese falso nombre requiere romper la escena de lo social `para que ese nombre sea oído, sea escuchado. Prevenir entonces, es dar lugar a promover un nombre.

    Cosas de trabajo en equipo.

    Obediencia. Etimológicamente deviene de una palabra latina: obedere; es "oír". Es singular que la obediencia a la ley esté fundada en una relación como la del perrito de la RCA Victor: un perrito sentado al lado de un gramófono que decía "la voz del amo". La voz del amo se oye pero no se escucha, por eso nadie puede alegar desconocer la ley: mucho menos el juez. Esta relación de obediencia, esta relación de sujeción a la voz que dicta las normas, es estructural, y en ese sentido decía que el saber de los niños, de los artistas, de las mujeres, es maldito. No es que las mujeres o los niños desobedezcan al amo, sino que lo escuchan. Escuchar no es lo mismo que oír. Escuchar es llevar el sentido hasta lo imposible, para ahí, romperlo. Por eso el amo se desespera, y pregunta una y otra vez "¿pero que querés?".

    El laberinto entonces, está fundado en una sujeción de obediencia, es decir, en una sujeción sensorial. Promover la escucha, hacer lugar (prevenir), se sostiene solamente si hay escucha, no si se oye. En ese sentido somos llamados como peritos, como terapeutas, como consultores, en el dispositivo de la Justicia o en el de Salud.

     

    Los conceptos de inimputabilidad, demencia, sano juicio, etc., enfrentan a los profesionales psi con un problema no sólo ético sino epistemológico. Desde José Ingenieros en adelante, cada vez que un profesional psi es llamado a evaluar a un sujeto se pregunta acerca de una dimensión que es la del "fingimiento", que es la del "engaño".

    Hay tres o cuatro palabras que en el dogma del campo psi se homologan que son, la "simulación" (José Ingenieros), el "fingimiento", la "seducción" y la "mentira". Bueno, los psicoanalistas, como algunos periodistas, trabajamos con la etimología, y básicamente la diferencia entre "fingir" y "simular" esta fundada en la verdad que se soporta. El fingimiento es un modelar, es una "representación ficcional de una verdad". Por ser hablantes, la presunción de verdadero o falso queda del lado del sujeto. La capacidad de sostener una verdad o un engaño queda del lado del hablante. Los animales pueden simular; de hecho hay animales que se mimetizan con el medio, hay perros que lloran porque tienen hambre (y en realidad lo que quieren es una palmada en la cabeza). Hace falta una estructura psíquica un poco más elaborada para sostener lo que vamos a llamar un "fingimiento a la 2a. potencia", una simulación a la 2a. potencia: fingir que se finge. Sólo el hombre tiene esta capacidad. Este fingimiento a la 2a. potencia complica todas las prácticas y categorizaciones conductivistas o fundadas en la acción. ¿Cómo sabe el psicólogo que ese sujeto no está fingiendo que finge para obtener un resultado? Ahí aparece el discurso positivista de la ciencia y una ilusión: los test. Otra ilusión: la evaluación de la conducta. Otra ilusión: los psicofármacos. Ilusión no en el sentido que no sean eficaces, ilusión en el sentido predictor. Se confunde entonces, el par presunción de verdad o falso con otro par, que es de la mentira y la verdad. No es lo mismo la dimensión de lo verdadero/falso que la mentira/verdad. Como diría Lacan: "Yo, la verdad, miento".

    Fingir a la 2a. potencia nos enfrenta con una estructura psíquica compleja. Hay una sola estructura que tiene dificultades a la hora de sostener el fingimiento a la 2a. potencia, que es la psicosis. La psicosis, no la locura, no los excesos, la psicosis, una estructura psíquica diferente al común de la gente. No es una enfermedad, sino que para el psicoanálisis es otra forma de estructuración de la realidad. Esa estructura psíquica no es que no puede mentir: los psicóticos mienten. Los psicóticos dicen la verdad, falsean los hechos. Lo que no pueden es fingir que fingen, y sostener las consecuencias de ese fingimiento sin que se les desestructure la realidad, al menos, a la manera psicótica.

    Para el Derecho, entonces, resulta tentador consultarle a un psicólogo para saber si este sujeto que está enfrente miente o dice la verdad, si este sujeto, con las conductas que está llevando en su reclusión penal está siendo readaptado, reeducado, rehabilitado.

    ¿Por qué decía que es peligrosa esta vertiente? Porque muchas veces en nuestros regímenes penales, los permisos de salida, los estamentos de aislamiento o reclusión, dependen de conductas observables u observadas por un equipo multidisciplinario. En ese sentido se expande por todo el Código Penal el concepto de "peligrosidad". Y el psicólogo no hace más que alimentar la creencia de que es posible evaluar el concepto de peligrosidad por una conducta, tan simple como hacer la cama o lavarse los dientes. Esto no es una exageración: si se lava los dientes, hace la cama, y mira para abajo, este sujeto, predictivamente, está siendo rehabilitado.

     

    Responsabilidad y Culpa. En el laberinto de obediencia fingida que configuramos como equipo multidisciplinario, muchas veces perdemos la estricta validez de los conceptos y confundimos, peligrosamente, culpa con responsabilidad.

    La culpa consciente, manifestada, dicha como tal, tiene estructura de confesión. La culpa freudiana, el sentimiento inconsciente de culpa, que tiene que ver justamente con lo no dicho del acto, de la acción no es un observable. Solamente se observan las consecuencias de sostener ese sentimiento inconsciente de culpa. ¿De qué manera? Un ejemplo freudiano: los que fracasan al triunfar. Para los que no conozcan el texto, llamativamente, algunos sujetos que son llamados a ocupar un lugar y hacerse un nombre y sostenerlo, justo ahí empiezan a fracasar. Otros, cuando ya tienen nombre, cuando ya ocupan el lugar, se encargan en encarnar el mito trágico del héroe, con pelota o sin pelota.

    La responsabilidad, entonces, no es la asunción consciente de culpa. La responsabilidad al menos para el campo psi, es la asunción de las consecuencias de los actos. Responsabilidad no es asumir culpas: eso es confesión. La responsabilidad se evalúa en relación a la asunción de las consecuencias que ese acto tiene. En ese sentido, es imperioso que nos pongamos a pensar las diferencias entre sanción, pena y castigo. Un sujeto responsable de una acto criminal debe ser sancionado. No puede ser eximido de la sanción. El problema es cuando esa sanción se escribe en el cuerpo: eso es castigo. La sanción escrita en el cuerpo es castigo. Este es un tema que cuando nos juntamos abogados con psi trae malos entendidos. Porque si yo a un criminólogo crítico le digo "yo estoy a favor que un sujeto sea sancionado como responsable de sus actos", el otro puede escuchar en esta Babel que habitamos, que estoy pidiendo castigo. No. Lo que se pide es que al menos desde los dispositivos psi, el psi haga oír a un sujeto responsable. Sancionar por otro lado, es escribir. Cuando se sanciona una ley, se escribe. Cuando uno dice "si, juro" está sancionando un acto.

     

    El saber y la verdad

    Las 4 prácticas que atraviesan un equipo multidisciplinario en general, están regido por cuatro actividades humanas básicas: la ciencia, la religión (creencias, no la iglesia), el análisis (también la crítica, el arte y las mujeres) y la ley/poder.

    Los psicoanalistas tenemos un mito sobre el origen. En general la diferencia entre una ciencia positiva y una ciencia "conjetural" es que los "conjeturales" damos por perdida la búsqueda del origen. Ahí en el origen (el origen de la Ley, del Poder, del hombre, etc.), siguiendo a Freud, debemos abandonar a la hora de inteligir el sujeto la pregunta por el origen, por el tiempo que nos llevaría y por la falta de rigurosidad en la discusión. Solamente si fuéramos todos psicoanalistas podríamos ponernos a cuestionar un mito del origen que en psicoanálisis se conoce como "Tótem y Tabú". Si fuéramos todos biólogos podríamos tratar de entender el mapeo genético. Pero cuando empiezan a hablar biólogos, psicoanalistas, abogados y periodistas, difícilmente nos pongamos de acuerdo sobre el origen. Por eso en ese punto es conveniente dejar un vacío a modo de enigma, pregunta. Desde el psicoanálisis en el origen está la Ley. Porque hay Ley hay deseo. Porque hay norma hay deseo, y no su revés. No es que había deseo y fue necesario fundar leyes que lo regulen. Lo que había previo a la instalación de la Ley no era deseo, sino que era goce, es decir, un placer sin medida, que llevaba al sufrimiento. En este punto, la Ley, que funda al deseo, estructura las relaciones de Poder. Estas relaciones de poder, en teoría, deberían estar sujetas a la Ley, a pesar que los datos actuales (me refiero por lo menos a los últimos veinte siglos...), el Poder ha intentado apropiarse de la escritura y de la reescritura de la ley. Difícilmente alguien que detenta el poder le guste abandonar este lugar.

    Resonancias aparte, hay un eje que va del Poder a la Ciencia. El saber de la ciencia actual es un saber caracterizado en este fin de siglo por un síndrome que yo caracterizo como el "síndrome de las cuatro e": eficacia, estadística, eficiencia y economía. Ese síndrome de la posmodernidad (o de la modernidad, eso está en discusión) rige en algún sentido el vector de la Ciencia. Frente a esto, y frente a lo anónimo de ese síndrome de las cuatro e, aparece cada vez con más fuerza una actividad humana que parte desde el origen, que es la verdad, es decir, la religión, la creencia o la credibilidad.

    En la distancia entre el saber y la verdad surge todo el tiempo un sujeto dividido. Entre pensar aquel mito de Adán y Eva o pensar y debatirse en los avances de las neurociencias. En pensar en que, o es un sujeto que ha perdido la fe y la credibilidad, o en realidad tiene una ataque de pánico porque le bajó la serotonina. En pensar en que ya no hay nadie que pueda asistirlo en términos de una idea, y angustiarse, y tener trastornos de alimentación (anorexia, bulimia, etc.). Ese sujeto entonces que no es ni religioso ni científico, ese sujeto llega entonces a veces, a ser alojado por algunos discursos que le permiten criticar su posición y su distancia en relación a estas prácticas.

    Los dispositivos con los que trabajamos incurren en general, en lo que llamamos los fundamentalismos. Hay fundamentalismos que son inevitables. El fundamentalismo es básicamente una lectura a la letra, sin metáfora, de un texto, que se sostiene con una verdad. El fundamentalismo de algunos psi: un sujeto asiste a una entrevista, tiene una equivocación, el psi lo escucha y lo lee como lapsus (conocen el valor de verdad que encubre ese equívoco en la lengua). Cosa poco seria va a decir el científico, se equivocó, es demostrable que en un discurso que dure equis tiempo un sujeto va a incurrir en un porcentaje de errores: por qué suponer que detrás de esa equivocación existe algo que se llama inconsciente... En ese sentido, los psi caemos inevitablemente en un acto de fundamentalismo de la verdad. Creemos que en ese equívoco hay una verdad encubierta. Ni que decir cuando en los dispositivos de asistencia, el repliegue de todo saber científico se sostiene en función de una verdad comunitaria; de hecho algunos tratamientos de rehabilitación de adictos que se sostienen en algunas corrientes de distintas iglesias, todo el tiempo se repliega en función de una verdad que será rectora y vectora para ese sujeto. Como el psicoanalista no es un religioso, será este primer tiempo de repliegue lo que permita un segundo tiempo de despliegue: de lo que ese sujeto sabe (una vuelta al saber) de esta verdad. Esto se llama acto analítico. Es un acto en dos tiempos: un acto de pliegue, por suponer que en esa equivocación hay una verdad, pero un acto de despliegue que lo distancia de ser un religioso, y lo acerca a una ciencia conjetural. Sólo que en ese saber ya no va a hablar la ciencia, sino que va a hablar el sujeto. Es otro saber, no es el de las cuatro e.

    Voy a ir al otro fundamentalismo, que es el del saber. Este es más complicado. Cuando desde las pericias, desde los tratamientos se nos pide una respuesta veraz o científica de lo que padece ese sujeto, suspendemos toda verdad de ese sujeto en función del saber que la ciencia le brinda. En ese sentido, si no hay despliegue de la verdad de ese sujeto caemos en un fundamentalismo del saber. El saber de la ciencia positiva más allá del saber del sujeto, del uno por uno.

    Hay cosas que son inevitables. Yo hablaba hace un momento del acto analítico como un momento inevitable de pliegue con un despliegue. Un médico, cuando médica, diagnostica, receta, no puede ser un religioso. Un médico cuando realiza el acto médico, inevitablemente por sobre la verdad del sujeto, si hay que operar, opera. Si abre un cuerpo y encuentra tejido con metástasis, no puede despertar al sujeto y preguntarle qué hace o si se va angustiar: debe seguir. En ese sentido, hay acciones de la ciencia que resultan inevitables, y no en el sentido de un progreso, sino que avanza casi matemáticamente, más allá de la voluntad del sujeto.

    El acto médico, el acto del clínico, no puede quedar pegado en esta posición. El acto médico también es en dos tiempos. El saber de la ciencia, el acto científico, y luego un axioma muy simple que los clínicos conocemos desde jóvenes: no hay enfermedades, sino enfermos. Lo que para los analistas se llama el caso por caso. El acto médico también requiere que después de operar ese sujeto también sea escuchado, cosa que a los cirujanos les molesta.

    Por último, en los tratamientos en los que se nos pide una pericia, regida por nuestro arte y ciencia en lo psi, se nos pide todo el tiempo una respuesta científica que resulta inevitable. Sería cuanto menos peligroso pensar que este paso debe ser eximido. La idea es que una buena pericia, un saber-hacer casi ligado con lo artístico, requiere el despliegue. Y esto no es una advertencia tanto a los "psi" como a los "ju". A los jueces, juristas, abogados, etc., que en realidad muchas veces no les importa tanto el tiempo del despliegue. "Decime si es inimputable o no". Es en el momento del despliegue de la verdad de ese sujeto, dónde lo que los parámetros de eficacia y estadística nos brindan, nos permitan hacer oír algo más.

    Una cuestión más acerca de las posiciones críticas y el poder. El que está parado siempre en la posición crítica todo el tiempo, pensando que está eximido de los pliegues, en realidad no es analista, en realidad es un sujeto que está poniendo el cuerpo, y se va a quemar. O sea, va a pagar con su cuerpo y su persona este lugar.

     

    El último punto que tenía respecto al trabajo en equipo, es que frente a la vacilación de la función del padre, de la función del nombre y la de la Ley (me refiero a cada vez que se reescribe la Ley de acuerdo a la conveniencia del Poder), por lo menos debemos sostener tres conceptos: uno es el del caso por caso fundado en el bien decir; el otro es el de la relación con el saber y con la verdad, y no perder de vista que además se juegan relaciones de amor -difícilmente el amor y el deseo entren en los libros de texto positivista, para eso estamos los funcionarios de la noche, los músicos, los artistas, las mujeres y los niños-; y por último, la única dimensión que cabe pensar cada vez y cada caso y una vuelta más, es la ética, como pregunta por la mínima distancia entre los dichos y los hechos.

    Juan Dobon

    Setiembre de 1.997


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