Seminario
Nociones de la Psiquiatría
Francesa
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Dictado por : Eduardo T. Mahieu
Clase 10
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LA CONCEPCION DE LA ESQUIZOFRENIA DE HENRI EY
PRESENTACION
Durante el siglo 20, si el psicoanálisis toma como punto de partida de su teorización de las psicosis el polo de la paranoia, la psiquiatría en general parte de la esquizofrenia. Es el caso de Henri Ey quién hizo de la esquizofrenia el centro de sus trabajos clínicos. Quizás porque constituía, como dice Garrabé (4), el mayor escollo a la utilización del jacksonismo para la construcción de su órganodinamismo. Lo esencial de sus textos sobre el tema, ha sido reunido por Garrabé en Schizophrénie, Etudes Cliniques et Psychopathologiques (3), publicado en 1995.
Henri Ey cuenta él mismo en un seminario dirigido sobre la esquizofrenia en 1975 en Thuir, hospital del sur de Francia y próximo a su Banyuls natal y morada de sus últimos años, cómo el encuentro de su niñez con "un loco", un esquizofrénico, en Céret, fue determinante en su elección de profesión : "...Cuando era niño y bajaba desde la montaña a Céret, encontraba un hombre extraño a quien todo el mundo llamaba "loco"... Me impactaba, como a todo el mundo, su extrañeza. En un medio cultural determinado, el Vallespir, éramos presa de la angustia y del miedo. Aquella es la imagen a la que me refiero hoy para hablar de esquizofrenia, esta imagen totalmente impregnada de enigma, fantasiosa y fantástica, que durante toda mi vida he tratado de comprender..." (1).
La esquizofrenia fue una inquietud constante en el pensamiento de Ey. Asistió a su llegada a Francia, traída por E. Minkowski, en el mismo momento en el cual los primeros grupos de psicoanalistas se formaban en Francia. Fue testigo de la resistencia de sus Maestros quienes se oponían un tanto a esta noción llegada de un país germánico y que amenazaba con barrer descripciones y elaboraciones centenarias sobre la alienación.
En 1924 su proyecto de tesis de medicina gira alrededor de "Les délires des dégénérés et la démence précoce". Seguramente es en ese contexto que en 1926 traduce del alemán "Dementia praecox oder Gruppe der schizophrenien" de E.Bleuler. Una versión resumida, dactilografiada, fue durante casi ochenta años la única referencia que los psiquiatras franceses que no leían el alemán (la mayoría, por ende) disponían de la obra mayor de Bleuler. Seguramente, esta tentativa de ubicación de la demencia precoz, futura esquizofrenia, frente a los délires des dégénérés, cuya auténtica significación es la de bouffée délirante, es decir psicosis agudas, sobrepasaba las capacidades del joven psiquiatra, puesto que su tesis sostenida en 1926 trata de Glicemia y Trastornos Psíquicos, dirigida por Henri Claude. Mucho tiempo después dirá que el problema de las relaciones entre las psicosis agudas y crónicas constituye uno de los problemas mayores de la psicopatología ; no nos sorprenderemos entonces que haya dejado la tarea para un poco más tarde... De 1926 hasta 1933 Henri Ey va a trabajar en Sainte Anne y desde esos años datan sus primeras publicaciones sobre la esquizofrenia. Garrabé retiene : Remarques critiques sur la schizophrénie de Bleuler (en collaboration avec P. Guiraud), 1926, Paraphrénie expansive et démence paranoïde (contribution à l'étude des psychoses paranoïdes). Discussion nosographique, (1930),y en 1933 Les états hallucinatoires à type schizophrénique de l'encéphalite épidémique chronique et le problème des hallucinations ( en collaboration avec Henri Claude), que clausura la primera serie.
Henriette y las mujeres
En 1933, Henri Ey es nombrado Jefe de Servicio en el Pabellón de Mujeres del Hospital de Bonneval, a 140 kilómetros de París. De allí en más, lo esencial de su material clínico provendrá de mujeres internadas en su establecimiento, agregando así una particularidad suplementaria a su obra. En 1934 escribe un texto doctrinal, Position actuelle des problèmes de la Démence précoce et des Etats schizophréniques, y en 1936 publica Quelques aspects de la pensée paranoïde et catatonique. En este último texto, más vale clínico, Ey publica un caso al que no cesará de retornar a lo largo de su obra posterior, su caso princeps : Henriette.
En 1936 es internada en Bonneval una joven en estado catatónica. Su mutismo va a intrigar a Henri Ey, joven jefe de servicio. Ey va a intentar todos los tratamientos que surgen en ese período : cura de Sakel, choc cardiazólico, electrochocs, sin grandes resultados. La estabilización del estado de la paciente será el resultado, más vale, del esfuerzo de Ey para penetrar su mundo hermético y silencioso. Publicó diferentes escritos de esta paciente y su reflexión se nutrió su relación con ella ¿Qué lazo unía esta joven a quién Henri Ey eligió un nombre para sus publicaciones que es el diminutivo en femenino de su propio nombre, Henriette1? Poco antes de su salida, y luego de más de quince años de internación, Henriette dirá a Henri Ey : "Ahora puedo irme. Usted es bello, mi doctor. Yo lo amo, usted es mi padre. Tengo padres del cielo y padres del infierno. Si usted me envía a otro lado, si no lo veo un poco todos los días voy a volverme completamente loca". Tras esta declaración de amor, se separa de su médico. Clervoy se interroga sobre el hecho que Ey la deja - o la hace - partir en el momento en el cual ella declara la presencia de su médico como indispensable para su vida : "Ella le dio las páginas más bellas de su universo incoherente y despedazado ; Henri Ey las publicó. Ella le dio los años más bellos de su psicosis, luego partió finalmente desapareciendo en la noche de su locura" (1). Esta y muchas otras más constituyen lo esencial del material clínico, que Ey obtuvo de las 308 mujeres internadas en Bonneval bajo su responsabilidad y a partir de las cuales construyó sus concepciones sobre la esquizofrenia.
A dicho texto, le siguen dos : en 1950 Psychopathologie des délires y en 1951 A propos de la "personne du schizophrène" de J. Wyrsch, que cierran una segunda serie, aquella que concluye con el monumental trabajo de recopilación de 1955 y constituye el capítulo schizophrénie de L'Encyclopédie Médico-Chirurgicale.
La tercera serie de trabajos parte de 1956, Le centenaire de Kraepelin. Le problème des "psychoses endogènes" dans l'école de langue allemande, en 1958 tres trabajos : su informe sobre el Segundo Congreso Mundial de Psiquiatría en Zürich, Etat actuel de nos connaissances sur le groupe des schizophrénies, en el cual se queja ya del abandono de la clínica en favor de los abordajes terapéuticos, Les problèmes cliniques des schizophrénies y A propos de "l'intervention psychothérapique dans la schizophrénie" de Lewis B. Hill.
Evidentemente el trabajo de 1960, La Conscience y sus reediciones, el Manuel de Psychiatrie y el Traité des Hallucinations (1973) contienen importantes desarrollos sobre la esquizofrenia. Sin embargo de 1958 hasta 1975, año del seminario de Thuir, La notion de schizophrénie, Desclée de Brouwer (1977), la preocupación de Henri Ey se desplaza de la esquizofrenia hacia una conceptualización global del trastorno mental.
El gran esfuerzo de Ey es intentar adicionar el esfuerzo y la intuición psicopatológica de Bleuler, la esquizofrenia como síndrome sincrónico, con la tradición clínica empirista de Kraepelin para quién sólo la evolución permite un diagnóstico, dimensión diacrónica. Intentó integrar los trabajos de las escuelas de fenomenología, bien vivas en aquella época y todos los trabajos que el psicoanálisis elaboraba ya desde hace un cierto tiempo.
Una vez más, uno de sus textos más importantes para la comprensión del pensamiento de Ey sobre la esquizofrenia, fue escrito en español y, hasta hoy, jamás traducido al francés: "La Esquizofrenia según la concepción organodinámica", presentado en Madrid en 1957 (recordemos que es el año siguiente del seminario de Lacan sobre las psicosis, pero el año anterior de la publicación del texto que aparece más tarde en los Escritos Question préliminaire à tout traitement possible de la psychose... ; este texto debe por lo tanto ser considerado como anterior a la profunda revolución conceptual que introduce Lacan en esos años). Este texto presenta una importancia capital. Sigue al monumental esfuerzo enciclopédico de sus artículos para la Encyclopédie Médico-Chirurgicale, pero a diferencia de aquellos trabajos, en éste Ey presenta específicamente su concepción y defiende su punto de vista, el cual se ve a menudo escondido y confundido con el de otros en los artículos de la EMC. Permite entonces un conocimiento más preciso de la idea que Ey se hace de la esquizofrenia. Constituye de ése punto de vista un texto pivote que permite una lectura diferente tanto de los textos que le preceden como de aquellos que le siguen. Presentamos aquí el texto integral de Ey, publicado entonces directamente en castellano.
1) Clervoy (P.), Henri Ey, 1900-1977. Cinquante ans de psychiatrie en France, Les Empêcheurs de penser en rond, 1997, p. 86.
2) Ey (H.), La notion de schizophrénie, Desclée de Brouwer, 1977.
3) Ey (H)., Schizophrénie, Etudes Cliniques et Psychopathologiques, Les Empêcheurs de penser en rond, 1995.
4) Garrabé (J.), Préface à Ey (H)., Etudes Cliniques et Psychopathologiques, Les Empêcheurs de penser en rond, 1995.
Notas
1 Notemos que, en francés, Henri Ey se pronuncia más o menos "anrí é" y Henriette "anriét", la té marcando su pertenencia al género femenino. Sin embargo en catalán, su lengua materna, su apellido se pronuncia "éi".
LA ESQUIZOFRENIA SEGUN LA CONCEPCION ORGANODINAMICA
Henri Ey
Presentado en el simposio organizado en Madrid en 1957 y publicado in "Symposium sobre esquizofrenia", Lopez-Ibor Juan José et coll., pp. 227-241. CSIC, Madrid, España.
Me corresponde hablar a ustedes de la "Concepción organodinámica" de la es-quizofrenia. Pero para intentar la presentación de una hipótesis, de una teoría de la esquizofrenia, es preciso saber de que se habla. Y ustedes saben, que entre la vieja "demencia precoz" de Kraepelin (definida por la indiferencia afectiva, la iner-cia y la evolución demencial) y las "reacciones esquizofrénicas" llamadas también "esquizoides", "paranoides", etc., por ciertos autores contemporáneos, entre la demencia precoz, en sentido estricto y la neurosis narcisista en sentido psicoana-lítico, está precisamente la esquizofrenia, es decir, una enfermedad delirante que disgrega la personalidad. Precisamente de este núcleo esquizofrénico vamos a tratar hoy como punto de partida para la teoría de esta forma patológica de exis-tencia.
La esquizofrenia presenta tres aspectos fundamentales: el síndrome de disociación o de discordancia del pensamiento de la afectividad y del campo de la con-ciencia, síndrome que ha sido como ustedes saben admirablemente descrito por Bleuler, después por Berze y por Gruhle y, sobre todo, por Carl Schneider.
El síndrome delirante, es decir, el conjunto de las experiencias delirantes de despersonalización y de desdoblamiento esencialmente alucinatorias que si bien emparentadas con los trastornos producidos por la mezcalina o el ácido lisérgico (Mayer-Gross, Morselli, etc.), tienen características especiales y destacadas, sobre todo, la de ser no tanto vividas como pensadas, en un complejo de abstracciones y conceptos que constituyen la red de la interacciones humanas, de las comunicaciones y relaciones ideoverbales aquí perdidas. Pero por interesantes y fundamentales que sean estos dos aspectos del pensamiento y de la conciencia esquizofrénicos, yo creo que la esquizofrenia no comienza, no se constituye, sino con la organización autística del mundo de la persona.
NUCLEO DE LA ESQUIZOFRENIA.
Lo que constituye el núcleo esquizofrénico es el autismo, en tanto que es la superestructura que se superpone a la estructura de la disociación y de lo vivido en las experiencias delirantes y alucinatorias y también constituye el sistema de valores delirantes que agrega a estos trastornos, de los cuales él mismo depende.
Porque tal es, en efecto, la estructuración característica de este replegarse, de este enroscarse del ser sobre sí mismo. J. Wirsch os ha hablado mejor, seguramente, de lo que yo puedo hacerlo, de este mundo y de esta persona esquizofré-nica, pero yo querría, a mi vez, penetrar en ellos con ustedes, para seguir después la orientación que nos parezca necesaria seguir en el sentido de lo que se puede llamar "una teoría órgano-dinámica" de la esquizofrenia.
E. Bleuler dice del autismo: "La evasión de la realidad a la vez que el predominio relativo o absoluto de la vida interior, es lo que llamamos autismo" y en relación con el autismo, el ilustre clínico, precisa más aún: "El mundo autístico es para los enfermos tan real como la realidad, puede ser incluso más real que el mundo exterior, deseo y temores constituyen el contenido del pensamiento autístico, el simbolismo juega aquí el más importante papel". Y añade: "Este autismo es la consecuencia de la dislocación esquizofrénica. Ya no hay continuidad lógica, los complejos pueden satisfacerse. Por muy extravagantes que sean, las fantasmagorías de los enfermos no entran en colisión con la realidad. Este modo de pensar está emparentado con el sueño y con el pensamiento de los primitivos y de los niños". Estas líneas extraídas de la obra de E. Bleuler bastan para mostrar cual es en el espíritu de este autor, el autismo; si bien una ruptura de la realidad no es autismo más que en tanto que esta ruptura es efecto de discordancia. La ruptura con el mundo exterior depende de la ruptura de la vida psíquica y es ésta la que libera los fantasmas.
De tal modo que es ciertamente un abuso emplear la palabra autismo solamente para designar la introversión, la actitud de repulsa o el rechazo de la realidad. Según eso, el autismo no sería ninguna especie de conducta negativista, cuyo capuchón protector sería la suprema expresión. Y no habría en este sentido ninguna dificultad en -hablar de actitudes autísticas "recordando la del pensador de Rodin", en el mono sometido a la experimentación con bulbocapnina, como lo ha dicho Baruk.
En cuanto a nosotros, creemos dar su sentido pleno y esencial a la noción de autismo que es el "núcleo positivo" característico de la psicosis esquizofrénica. Bleuler mismo ha escrito: "La palabra autismo expresa a grandes rasgos en lo positivo, lo que Janet llama en el negativo, pérdida del sentimiento de la realidad".
Hoy vamos a considerar como sólo el autismo, núcleo de la psicosis, confiere al síndrome esquizofrénico su aspecto clínico, su valor diagnóstico y pronóstico. Así el autismo, la forma que toma la vida psíquica para constituirse en sistema cerrado de la persona y de su mundo. Esta fórmula, tomada de la fenomenología, parecer difícil de comprender y, sin embargo, es bastante clara y sencilla. Un individuo humano no puede definirse como "alguien", como "existente", en cuanto "persona", si no es distinguiéndose de los otros a la vez que permanece para sí y para los demás en el mismo sistema de relaciones sociales, lógicas y morales, que constituyen para unos y para otros un mundo común a todos. Esta deformación, esta distinción del sistema de valores comunes que afecta a la persona del esquizofrénic-o y a su mundo, es lo que se llama autismo; quizás nadie mejor que J. Wyrsch (1949) ha subrayado esta necesidad de situar en el corazón de la esquizofrenia este mundo enajenado y este mundo propio (Eigenwelt) que en suma, constituye la superestructura patognomónica de las esquizofrenias.
De tal modo, que para describir el autismo correctamente no basta numerar los síntomas de ruptura con la realidad (criterio demasiado vago, puesto que pueden aplicarse a casi la totalidad de los enfermos mentales) o de introversión (criterio que decide más bien una actitud caracterológica esquizoide), o de caída en lo imaginario -(criterio que no distinguiría la esquizofrenia de las psicosis delirantes agudas). Es necesario describir la persona, el mundo y el destino autísticos. Por poco frecuentes que sean en la patología general los análisis clínicos de esta clase, son indispensa-bles; es decir, se necesita recurrir al método del análisis existencial o fenomenológico para hacerlos. No podemos pensar en exponer aquí un estudio, por sucinto que fuera, de esta alteración radical de la persona, del mundo y del destino esquizofrénico. Nos contentaremos con algunas indicaciones destinadas a señalar en qué dirección creemos con E. Minkowski y L. Binswanger, que se debe orientar el estudio profundo del cuadro esquizofrénico. También deseamos indicar, que este análisis estructural tiene en cuenta, necesariamente, los estudios clásicos expuestos de Kraepelin y de Bleuler, los estudios psicoanalíticos (Jung, Freud, P. Schilder, Ferenczi y Schultz-Hencke) y también las más ricas observaciones psicopatológicas (Ch. Blondel, Jaspers, E. Minkowski, A. Storch, H. S. Sullivan, L. Binswanger, etc.), que han profundizado en esta forma de existencia desde que fue erigida en "enfer-medad mental" por Kahlbaum y Hecker.
LA PERSONA AUTISTICA DEL ESQUIZOFRENICO.
Aclaremos, en primer lugar, un mal entendido. Se asimila a veces la experiencia de la despersonalización a la patología de la personalidad esquizofrénica. Es un grave error, que puede tener funestas consecuencias prácticas. Si bien la desperso-nalización forma parte de las experiencias delirantes del esquizofrénico, como hemos visto, no constituye el síntoma específico, puesto que se le encuentra aún más a menudo en la psicosis delirantes agudas. Cuando se habla, por el contrario, de los trastornos de la personalidad del esquizofrénico, se señala una desorganización del ser psíquico enteramente característica.
DISGREGACION AUTISTICA DE LA PERSONALIDAD, LA "SPALTUNG" DE BLEULER.
Es lo primero característico de la persona esquizofrénica. La persona ha perdido su unidad, es decir, en último análisis, su realidad. Esta unidad es mantenida normalmente a través de todas las variaciones contingentes y los cambios que consti-tuyen la trama histórica de su desarrollo. Ser realmente "si mismo" es lo que ya no puede el esquizofrénico, porque su existencia ya no es existencia de persona, o no es más que la de una persona que ha dejado de ser unitaria. Los temas de influencias, de transformación de la personalidad, de ubicuidad, de metamorfosis múltiples y a veces simultáneas son como expresiones pintorescas o anecdóticas de una radical impotencia para mantener la cohesión y la continuidad histórica del yo, el cual, disperso y a veces volatilizado, es un agregado de fragmentos ideo-afectivos anár-quicos. Esta división o dislocación, esta "Spaltung" de la vida psíquica, es un aspecto fundamental de la persona autística. El esquizofrénico ya no dispone de si mismo más que por facetas, cada una de ellas correspondientes a una imagen, a una "más-cara" que es como un fragmento de su persona. Unas veces siente, vive y habla como si fuera un niño, otras como un prisionero, escribe como un matemático, se viste como un hindú, es sucesiva y simultáneamente vagabundo y gran señor, empleando indiferentemente los pronombres personales ("nosotros" en lugar de "yo", "tú" en lugar de "yo") sorprendiéndose de tener un nombre, su identidad se disuelve en una multitud de imágenes, de recuerdos, de ideas o senti-mientos sin ligazón ninguna. Los "desconocimientos sistemáticos" (de acontecimientos, de identidades, de la muerte del cónyuge, de su propio matrimonio, de su virgin-idad o de su internamiento, etc.), son manifestaciones enteramente típicas, de la imposibilidad de hacerse una historia personal y de la tendencia a descomponerse en fragmentos psíquicos dispersos. Esta forma de trastornos está englobada en un conjunto de actitudes y de formas de conducta que testimonian por contraste una asombrosa posibilidad de asir la realidad y de tener una experiencia inmediata correcta; de tal manera que, repetimos, no es a la despersonalización de la mezcalina o al estado hipnagógico, a lo que corresponden estos trastornos de la personalidad, sino a una dislocación de la persona, en tanto que ésta, supone no solo un esquema sino también un ideal de si mismo y una necesidad de concentrarse y para construir su propia persona en sus relaciones con los otros.
Desde este punto de vista, la disgregación esquizofrénica de la personalidad es proyección en lo abstracto de la concepción del mundo y en lo concreto de las relaciones interhumana-s de esta ruptura intrapsíquica que ha hecho elegir a Bleuler el nombre de la esquizofrenia, para designar el grupo de enfermedades mentales que caracteriza. Perdiendo su unidad, el yo pierde, a la vez, sus relaciones con los otros y con los objetos de la "realidad", y de este modo es como el yo del sueño irreal, pero de una irrealidad más total, porque tiende a ser dogmáticamente, en la esfera del juicio abstracto, no tal o cual persona, sino nadie. No es el yo del soñador, sino el yo de un hombre que está abierto al mundo de un sueño plasmado en realidad.
La metamorfosis autística de la personalidad se caracteriza además por la extraversión de l-os fantasmas inconscientes.
El esquizofrénico, se presenta como un hombre introvertido; es decir, dirigido hacia adentro de si mismo o, como sería más justo decir, modificando de arriba abajo, hasta el punto de presentar en la superficie aquello que normalmente está oculto en la profundidad de los seres. Está de tal modo trastornado en la organización misma de su persona, que el mundo de sus fantasías es el que lleva a ser para él la realidad, y si no se teme la paradoja, se podría decir incluso, que su consciente (lo que siente, lo que dice, lo que hace) es su inconsciente. Por tanto, el término de "simbolismo" que se emplea, a menudo, como hemos visto, para designar las ex-presiones afectivo-ideo-motrices de su inconsciente es bastante impropio, porque ya no hay una estructura psíquica que permita o imponga a los contenidos latentes el manifestarse solamente con un revestimiento simbólico. Todo es de tal manera simbólico en la vida del esquizofrénico, en el sentido de una emanación constante de la esfera de las imágenes e impulsos, que ese simbolismo a fuerza de ser directo y masivo no tiene ya significación. Atraviesa de parte a parte el lenguaje y la conducta d-el esquizofrénico y se manifiesta sin rebozo. Esta metamorfosis estructural de la persona vuelta como "dedo de guante, invertida en sus relaciones normales entre consciente e inconsciente, es lo bastante notable para haber llamado la atención a todos los observadores. No hay, por así decir, observación correcta que no ponga justamente en primer plano (y no en el fondo) del cua-dro clínico los complejos, los sistemas de impulsos primitivos que están aquí a flor de piel. Se encontrarán ejemplos abundantes en el libro de Bleuler (1911), en las observaciones publicadas por los psicoanalistas (Freud El caso Schreber. P. Schilder, Nunberg, Schultz-Hencke, etc.), o por los clínicos (L. Binswanger, Sullivan, etc.). La observación publicada por M.Engelson (1934), la de B. Kratman (1944), la que hemos publicado en nuestro Análisis del pensamiento paranoide (1936) o, la observación de Séchéhaye (1950), son documentos fáciles de consultar y muy demostrativos. Las representaciones, mitos, ideas delirantes y alucinatorias, se basan en la mayoría de los casos en temas sexuales; transformación y mitología anatómica de órganos y de sexos, erotización de los objetos y situaciones, simbolismo s-exual de producciones artísticas, sexualización de todos los contactos, del lenguaje y del pensamiento; descripciones de acoplamientos monstruosos, extendiéndose al universo entero, a los astros, a las estaciones, a la infinita diversidad histórica y geográfica del mundo; las fijaciones edípicas son notablemente frecuentes y a veces caricaturescas. Este joven matará a su madre si no le permiten acostarse con ella. Esa muchacha compara a su padre con una serpiente que ella tiene atada con una cinta a su cintura. Otro está siempre en comunicación con su madre a tra-vés del aire, que, según dice, es un instrumento de penetración del esperma. Esta otra, es poseída por su padre que ha entrado en sus intestinos después de su muerte, etcétera. Naturalmente, las típicas imágenes de la castración con cuchillos, los órganos despedazados, la sangre, el desmembramiento del cuerpo, los injertos monstruosos de órganos, el simbolismo del pene cortado, las mutilaciones quirúr-gicas, figuran también en el primer plano de este flujo de fantasías.
Las tendencias homosexuales se encuentran también muy frecuentemente bajo la misma forma de una ostentación exhibicionista de impulsos que cuando no se insertan directa y brutalmente en el comportamiento (atentados sexuales pedo-fílicos, trasvestismo, manifestaciones de un hermafroditismo puesto en evidencia o de una inversión sexual caricaturesca) se muestran en las fantasías delirantes de erotomanía, con objeto sádico, en las fantasías de influencia o de posesión, en las alucinaciones persecutorias o eróticas que satisfacen todas las desviaciones de la elección de objeto homosexual.
Pero es todavía más arcaica la "regresión" de la persona del esquizofrénico, cuando se trata de fantasmas libidinosos más primitivos que no ceden en frecuencia e intensidad a los precedentes. Estas son todas las fantasías sadomasoquistas de los estadios pregenitales. Ya se observa el interés por la analidad (masturbaciones, manipulaciones con excrementos), pero a menudo, los fantasmas sádico-anales, se manifiestan en las producciones verbales o míticas donde se mezclan los impulsos sádicos que envuelven los objetos perversos. Estos atraviesan el cuerpo de parte a parte, salen del ano o penetran en él, o aun con una serie de desplazamientos simbólicos forman entre los órganos, las personas y los fenómenos de la naturaleza, un mundo de formas amenazadoras, etc. También se dan todas las fantasías con-temporáneas de los estadios orales del desarrollo de la libido, (estadio sádico-oral y estadio del canibalismo). Todas las monstruosidades imaginarias de la antropofagia, de la incorporación y destrozo del objeto, todos los fantasmas grotescos o crueles de la agresividad primitiva dirigida contra si mismo o contra los otros que se li-beran sin restricción en estos juegos de aniquilamiento de la primera realidad también analizados por Melanie Klein (1934-37).
Citaremos por fin, el narcisismo para insistir en las fantasías auto-eróticas que caracteriza lo más profundamente posible la vida afectiva del esquizofrénico (Freud, P. Schilder 1928-39).
Este amor de si mismo, de su propio cuerpo, esta reversión del amor sobre si mismo, constituye, en efecto, la figura central de la erótica autística. Hemos de mencionar la importancia de este rasgo sorprendiendo al esquizofrénico ante su espejo con un interés egoísta, conducta exhibicionista y el impudor de sus ficciones megalómanas. Se ve en la catatonía hasta dónde puede llegar este enroscamiento del esquizofrénico sobre sí mismo, es decir, hasta el punto de que ya no hay objetos para él, hasta ese estadio de la vida intrauterina en que todos los valo-res virtuales del instinto se saturan en el limbo de una soledad absoluta en la tran-quilidad de la unión completa con la madre.
Nada tiene pues de asombroso, que las fantasías del traumatismo del parto (0. Rank) y la nostalgia del nirvana de la vida intrauterina, sean quizás las más constantes en la formación del autismo que es, en definitiva, una forma de existencia en que replegado sobre si mismo el esquizofrénico está embebido en el silencio y en secreto sin "ver la luz". Así encuentra en el fondo de si mismo la primera condición humana y sus primeras peripecias comunes a todos los hombres, peripecias que constituyen el "mundo de las imágenes", el hogar lírico fuente de todas las inspiraciones -y de todas las emociones, que como la sustancia de lo maravilloso y lo fantástico vemos en un fragmento del "Jardín de las Delicias, de Jerónimo Bosch" para comprender cómo el fondo de la esquizofrenia es el fondo de la humanidad, ese -fondo que la enfermedad descubre y que el esquizofrénico recobra en efecto, bajo su morfología crítica, bajo su experiencia del imaginario, es el plano de imágenes más primitivas en que el proceso esquizofrénico proyectivo saca a la luz.
La persona del esquizofrénico llega a ser pues una persona autística en la medida que el inconsciente eyectado llega a ser la forma misma del ser, su superficie.
Este proceso de metamorfosis y de dislocación del inconsciente requiere el de las metáforas tomadas del dominio de la biología y de la anatomía: translocación del inconsciente, metaplastia de la infraestructura fantástica, etc. No disponemos de imágenes para aprender un fenómeno tan singular, en el cual la atención de los clínicos (a excepción de los psicoanalistas) no ha recaído bastante. Es ello, sin embargo, lo que en la clínica solicita su interés con la prodigiosa floración de fantasmas a que se reducen la estructura dinámica de la persona autística.
EL MUNDO AUTISTICO DEL ESQUIZOFRENICO.
A esta persona dislocada y fantástica, corresponde un mundo que no por estar como despejado de aquél que nos es común, deja de ser mundo. El mundo para cada uno de nosotros, es, en efecto,. un sistema de valores ideales y realidades un sistema de función del cual ejecutamos los proyectos de nuestra existencia. Desde este punto de vista, el confuso o el melancólico, el enfermo con experiencia onírica o con experiencia alucinatoria aguda o subaguda, no consigue un mundo (no hay verdadera mundaneidad de lo imaginario según Sartre; véase nuestros Estudios Psiquiátricos 1954 (Tomo III). Ellos se esfuerzan en mantenerse aún en el mundo real o zozobran en el sueño o pesadilla. No ocurre lo mismo con el esquizofrénico, para el que la esquizofrenia equivale, precisamente, a la construcción de un mundo establecido sobre los fundamentos mismos de su "peculiaridad" (Eigenwelt), es decir un sistema de valores al que conforma su existencia y que es, todavía "para él" existencia absolutamente subjetiva. En la clínica esta "instalación" del esquizofrénico, en su mundo se manifiesta por el absolutismo de sus aptitudes de su racionalismo, por su negativismo sistemático, sus concepciones abstractas y a veces, los recursos de una inteligencia a veces dislocada, puestos al servicio de una porfiada voluntad de proseguir su sueño, que repetimos, no es un sueño de conciencia oscu-ra a base de imágenes visuales, sino un sueño abstracto a base de ideas, de esquemas ideoverbales. Los montajes abstractos y complicados de escenarios, de teorías científicas, de ficciones, de mitos, (de ideas delirantes en una palabra), se realizan en relación con ese fondo cómico o cosmológico de lo fantástico. Pero este trabajo autístico, esta germinación, esta creación de "otro mundo" se hace por medio de procedimientos que como hemos visto, son destinados, más bien, a tornar este -mundo aún más hermético que hacerlo claro y comunicable. Todo ocurre como si la "cristalización" (A. Achaintre, tesis de Lyon 1947) de este mundo fuera su fin. Es un mundo cerrado e impenetrable porque no toma sus procedimientos de la lógica, sino para frustrar sus leyes y porque están destinado a su propio aislamiento. Estos son los dos aspectos del mundo esquizofrénico que debemos exa-minar aquí brevemente:
En primer lugar estudiaremos el mundo mágico: la persona de esquizofrénico (como hemos subrayado antes) se descompone en fantasmas imaginarios que son como los arquetipos de la humanidad. El mundo esquizofrénico es un mundo mi-tológico donde se encuentran reunidos todos los mitos de todas las edades de la humanidad, porque la representación bien sea alegórica o abstracta, anecdótica o novelesca, de los acontecimientos cósmicos, viene a llenar este mundo de ficción y esta producción reencuentra naturalmente, aquellos grandes temas sobre los que han bordado la imaginación y la angustia humana.
Mitos de Prometeo, de Hércules, de Diana; leyendas de los Nibelungos, cuentos de Hoffman o fantasías de Salvador Dalí, se combinan tumultuosamente todos estos aspectos de la ficción, todas esas fábulas, esos cuentos o esta poesía para formar novelas mitológicas, y son, por decirlo así, reinventadas por los esquizofré-nicos y a veces por esquizofrénicos incultos como hemos podido observar. Ch. Blondel y A. Storch han analizado singularmente bien los procedimientos "primiti-vos", "prelógicos" o "arcáicos" de esta producción paralógica. El mundo objetivo cesa poco a poco de existir y ese "dassein" imposible es sustituido por una extraña red de significaciones artificiales, de comunicaciones místicas, de fuerzas misteriosas, de acontecimientos cósmicos, telúricos o astrales, de máquinas o de personajes que con frecuencia extraen su carácter fantástico, menos de los métodos de guignol o de los films terroríficos (como en los estados oníricos u oneiroides agu-dos) que de una especie de actitud burlesca metafísica y siniestra al estilo de Kafka. Todo es caprichoso e imprevisible, las leyes de la física son artificiales y elásticas, el pensamiento es soberano y el poder de las palabras absoluto, el tiempo y el es-pacio viven, mueren y se mueven, los reinos de la naturaleza son plásticos e inter-cambiables. Los espíritus animan a la materia. Los sueños son tan reales como los acontecimientos de la vigilia. Las reglas de la aritmética son niñerías. El principio de contradicción es una contradicción. Hay efectos sin causa y no siempre una causa produce los mismos efectos. La identidad es puesta en duda a la vez que todos los postulados, axiomas y conocimientos de la razón. Tales son los principios contra-dictorios del conocimiento autístico. Principio de irracionalidad sistemática erigidos a la categoría de una concepción paralógica del mundo.. Pero este mundo quimérico, repetimos no está allí como un inmenso fresco de maravillas, es mas bien una arquitectura ideológica complicada y barroca que acumula sus laberintos y sus callejones y angosta progresivamente el horizonte.
Pero no es sólo mágico el mundo esquizofrénico, sino que es también mutación de las "relaciones de objeto" con el mundo social.
El autismo esquizofrénico trae como consecuencia la ruptura con los demás, hasta tal punto, que cuando se habla de " ruptura con la realidad" se piensa en el fondo de esta ruptura de las relaciones sociales. Para esta "pérdida de contacto" como hemos señalado ya, sólo adquiere su pleno sentido en relación con una pro-funda perturbación del "estar en el mundo" ("estar ahí", "dassein") que es para el hombre proyectarse en la coexistencia con los otros, vivir su vida en comunicación con el prójimo, organizar su existencia en función de los lazos que nos unen a los "objetos humanos" frente a nuestros semejantes en nuestros sentimientos, nuestras creencias, nuestros actos. A este respecto el esquizofrénico presenta dos alteraciones igualmente esenciales. Por una parte, metamorfosea estos vínculos en objetos físicos, y por otra, retorna a las primeras "relaciones de objeto de la libido".
Es muy notable que la atracción, la repulsión, el deseo, el resentimiento, el odio, el amor, los celos; todos los estados afectivos que son los vínculos interhumanos de la coexistencia, se transformen en fuerzas físicas o en formas artificiales, como si toda vida les fuera sustraída, como si en lugar de "vínculos" no hubiera más que dispositivos mecánicos... Sobre todo el lenguaje llega a ser una red de conductores eléctricos, un fluido magnético, etc. Y debemos notar que esta mutación de las relaciones -interhumanas, esta física del corazón y del pensamiento, forman parte de una concepción abstracta y reflexiva del mundo que sobrepasa la experiencia De suerte que todos los clínicos han señalado esta nodal extrañeza, bien que las alucinaciones que muestran son mucho más pensadas y habladas que inmediatamente vividas. Porque expresan, esencialmente, una especie de ideolo-gía más o menos racionalista, un embrollo que disuelve y recompone la realidad de las relaciones interhumanas.
La realidad esquizofrénica está, en efecto, separada de la propiamente dicha realidad y está sometida al principio del placer ("Lustprinzip de Freud") es decir, que el esquizofrénico tiende a retornar a los primeros estadios de las relaciones de objeto, al momento, en que el objeto o no existe o se revela solamente en las peripecias de sus relaciones por el deseo. Porque la existencia del mundo de los objetos - los del mundo físico y sobre todo, los del mundo social- es la fuente de todos los problemas y de todas las dificultades. El niño no llega al conocimiento de los objetos, no establece los lazos con ellos más que a través de una adaptación difícil y de sucesivas inversiones de su libido.
En el esquizofrénico retornan las inversiones más primitivas, y borran, en su provecho, la arquitectura de las superestructuras afectivosociales, y a veces, ellas mismas son vueltas a poner en cuestión. Así, se vacían las relaciones con el prójimo en el medio social habitual y de la vida cotidiana con los "suyos" en el medio familiar con los "objetos" naturales del amor (esposos, hijos, padres). La libido refluye hacia sus fuentes primitivas y tiende a sustituir las fijaciones e identificaciones que se han hecho difíciles (elección de objeto en una persona del sexo opuesto) por las relaciones más arcaicas contemporáneas de las fases sádico-anal y sádico-oral. En este período del desarrollo de la libido, las relaciones con los objetos del mundo exterior están todas ellas contenidas en una relación de "todo o nada" de incorporación y de deyección. Entre los términos de la satisfacción y de la agresividad. Y en efecto, en esta clase de reacción se observa en el negativismo esquizofrénico tal como lo hemos descrito. "El otro" verdaderamente satánico es rechazado, expulsado, mordido como un "objeto perverso" como un "objeto perseguidor" en fin, este reflejo de la libido tiende a abolir el mundo mismo de los objetos, de todos los objetos para no "vivir" más que en una evicción radical de todo "medio" exterior y, particularmen-te de toda problemática social en una sumisión completa y exclusiva al principio del placer.
Por esto, pensamos que la falta de lógica del mundo autístico es la expresión de una necesidad de destrucción del sistema de la realidad, especialmente de las realidades de la relaciones interhumanas.
DESTINO AUTISTICO.
Finalmente hemos de considerar la esquizofrenia, no sólo como una afección, sino como una finalidad de existencia y hablar del "Destino autístico".
El que sea la esquizofrenia una enfermedad del destino, podría ser considerado como una fórmula un tanto curiosa e inmediata en la patología general. Pero si se aplica específicamente a las enfermedades mentales, en general, expresa ciertamente una de las más fundamentales características del mundo esquizofrénico que es en efecto, una especie de "fin del mundo", una manera de ya-no-estar-en-el-mundo-, de limitar y asignar un término a la existencia. El esquizofrénico, en efecto, desde el momento en que se constituye y se organiza su "autismo" no desarrolla más la historia de su existencia, no realiza más el plan biográfico de su destino. La forma misma de este enquistamiento y de esta "esclerosis", es lo que constituye el desecamiento, el languidecer del ser psíquico.
Al no desplegarse más, al no abrirse a los acontecimientos del medio natural y social en que vive, (o al no prestar atención, sino en pequeña medida y como a través de un diafragma cada vez más angosto) el esquizofrénico prosigue su existencia contra corriente al interior -de sí mismo, hacia el mundo imaginario de su subjetividad, erigido en realidad fantasmal. La trayectoria de su existencia se pierde en los meandros de un inexplicable entrecruzamiento de perspectivas sin objetividad. Este caminar hacia el interior de si mismo en la profundidad abisal del hecho arcáico de sus instancias y de sus imágenes simbólicas representan el único "proyecto" a que está reducido su programa vital.
Para él ya no hay problemas de fines, de la vida o de la muerte o más bien hay sólo una solución; la de una tendencia vegetativa a perseverar, a sumirse, a ence-rrarse en su ser como en su nada.
Tal es el hombre devenido esquizofrénico; no puede, no quiere más existir.
Tal es el análisis que constituye la base clínica de una teoría posible, este tipo de enfermedad que describimos más adelante.
El núcleo esquizofrénico, tal como nosotros acabamos una vez más de descri-birlo, debe pues, ser considerado como una forma de existencia, un Dasein, pero una manera de estar-en-el-mundo-que es a la vez una impotencia a abrirse y unas ganas de cerrarse; una especie de ideal al revés "un deber de aniquilarse", volviendo a las modalidades primeras, a los bosquejos más arcáicos de la vida psíquica. De tal manera que la definición misma de la esquizofrenia no puede clínicamente basarse más que sobre los análisis existenciales, del tipo de aquellos de los de E. Minkowsli o de Luis Binswanger. Pues la fenomenología de la exis-tencia esquizofrénica, es la clínica misma de las psicosis esquizofrénicas, en tanto que ella es vivida y pensada en la relación del esquizofrénico con el médico que le tiene bajo su mirada de observación.
Si el grupo de las psicosis esquizofrénicas está caracterizado por esta forma de existencia autística, nosotros debemos, de este hecho, separar las teorías que no tienen en cuenta esta estructura fundamental. Veamos, pues, cuales son las teorías que no pueden satisfacernos por falta de hacernos comprender y permitir explicar esta afección que altera al hombre hasta enajenarlo, y hasta hacer del aislamiento y de la desmembración leyes de su existencia.
Las teorías mecanicistas no pueden satisfacernos, puesto que ellas se definen por su doctrina misma de la mecanicidad del proceso, es decir, que ellas pretenden que no hay nada que comprender psicológicamente en la enfermedad esquizofré-nica, toda entera fabricada por la yuxtaposición de síntomas en mosaico, distribuidos al azar de las alteraciones cerebrales. Tales eran por ejemplo, las teorías que en el tiempo de Kraepelin consideraban que las lesiones corticales o subcorti-cales producían los trastornos de la atención, de la inteligencia, del lenguaje, etc., los síntomas catatónicos, las alucinaciones, las desviaciones instintivas, las impulsiones, las alteraciones cenestésicas, etc. A menudo estas teorías son aún renovadas en nuestros idas y se pueden encontrar típicos ejemplos en las concepciones de Gurevitch o de Von Angyal o la de Benedek sobre la patología del esquema corporal o las de la escuela reflexológica de Pavlov que reducen la esquizofrenia a perturba funcionales elementales de la corteza cerebral. Ciertas interpretaciones neurofisiológicas de los electroencefalografistas, ciertas teorías más o menos ingenuas de -la acción de la lobotomía sobre las conexiones frontotalámicas en el proceso esquizofrénico son de la misma "camada". La doctrina de Kleist (a pesar de acudir a la alteración de sistemas funcionales que son concebidos de manera menos simplista y atomicista, puesto que representa a sus ojos una organización ya menos fortuita), se aproxima a considerar la esquizofrenia como una perturbación fortuita de los centros de los sistemas cerebrales. Pero es bien evidente que se proponen reducir la esquizofrenia a fenómenos aislados. Tales teorías no pueden precisamente, explicar que la esquizofrenia no es una colección de síntomas dispares, si no una modalidad regresiva de la manera de estar-en-el-mundo, de la totalidad del ser y una deformación sistemática del mundo de los valores.
Las teorías psicogenéticas nos aparecen en sentido inverso también poco satisfac-torias pues ellas tampoco pueden darnos una explicación de la totalidad de la en-fermedad esquizofrénica. Tenemos por ejemplo la más conocida de estas teorías, la de la escuela psicoanalista. Todos los psicoanalistas, desde Freud, (Jung, Moeder, Tausk, Nunberg, Schilder, Federn, Rosen, Fromm, Reichmann, etc.), no han cesado, naturalmentente, de referirse a lo que nosotros hemos llamado en nuestra descripción clínica, la extraversión del inconsciente, es decir, a la estructura complexual y arcaica de "la existencia imaginaria del esquizofrénico. Ellos han tenido el acierto de discernir lo que es, en efecto, evidente en esta vuelta del ser psíquico: las modalidades nodales de las primeras relaciones del objeto y la simbólica en el pensamiento y la acción de los esquizofrénicos, los problemas existenciales primitivos. Pero de ahí a hacernos comprender por qué en este caso la capa complexual común a toda la humanidad (según la misma teoría psicoanalítica) permanece o vuelve a ser la forma de organización imaginaria de la existencia esquizofrénica, hay un gran paso. La teoría de la fijación en un estadio primitivo por trauma o exceso de frustración o de gratificación de tendencias libidinosas también es muy débil. En cuanto a la de la regresión a una fase infantil del desarrollo es aproximadamente inexistente, en una perspectiva puramente psicogenetista, y nosotros debemos recordar la frase de Freud en su famosa Introducción al Psicoanálisis: "Nosotros no podemos afirmar que la regresión de la libido sea un proceso puramente psicológico, aunque ella ejerza sobre la vida psíquica una profunda influencia. A no ser que sea el factor orgánico el que predomina en ella". Así a los ojos de los más claros psicoanalistas, la psicogénesis pura no puede explicar la regresión esquizofrénica. Ella no sabría, en todo caso, explicar el síndrome de disociación, de todo lo que constituye el aspecto propiamente funcional de los trastornos psíquicos, puestos tan bien en evidencia por los trabajos de la escuela de Heidelberg,. Por tanto, no podemos aceptar ni las teorías mecanicistas ni las teorías psicogenetistas bajo su forma integral y por así decir, extremista, en razón misma del hecho de que la esquizofrenia comporta una estructura psíquica de intencionalidad incompatible con las interpretaciones mecanicistas y una estructura de insuficiencia funcional incompatible con una interpretación psicogenetista pura. Pero los dos órdenes de hechos sobre los cuales se apoyan estas dos doctrinas, la de la organicidad y la del psicodinamismo del proceso esquizofrénico, merecen que nosotros nos detengamos un instante en su consideración, pues constituyen las coordenadas empíricas de fun-ción, de las cuales debe ser trazada una teoría de la esquizofrenia.
LA ORGANICIDAD DEL PROCESO.
La naturaleza procesual de la enfermedad esquizofrénica, resulta del análisis fenomenológico de la estructura formal de los síntomas esquizofrénicos. (trastornos del pensamiento, síndrome de insuficiencia funcional, carácter de las experiencias delirantes y alucinatorias primarias, desestrutcturación de la conciencia). Resulta también de la evolución típica que es la de un decaimiento, una deterioración, un languidecimiento de la vida psíquica. Desde este punto de vista me parece capital la célebre distinción establecida por Berze entre las fases procesuales y las fases residuales. El cuadro clínico, en efecto, permite tomar en las fases evolutivas del proceso la eflorescencia directa de los trastornos que según luego veremos más tarde, se les puede llamar primarios o negativos; y en las fases de enfriamiento o de de-tención del proceso, la organización secundaria del mundo autístico. Así se puede decir que las fases procesuales son las fases matrices de la vida esquizofrénica. Además esta organicidad está empíricamente demostrada. 1° Por la patología hereditaria y constitucional de la afección, que si bien no puede reducirse a una enfermedad puramente genética, depende ciertamente de la herencia de las propie-dades basales somáticas, vitales y anímicas, que constituyen una de las condiciones clínicamente evidentes de la esquizofrenia. 2° Por los procesos esquizofrénicos sintomáticos que se pueden, a veces, observar como efecto de afecciones cerebrales como la encefalitis, las intoxicaciones a veces, incluso excepcionalmente, por tumores o traumatismos. No basta llamarlas sintomáticas para olvidar que son esquizofrenias. En cuanto a la naturaleza del proceso, se sabe bien que las investi-gaciones no nos han enseñado hasta aquí nada sobre la base anatomopatológica de la abiotrofia cerebral como se decía a principios del siglo (Klepel, Lhermitte) o las imágenes lacunares corticales (Josephy, Win Keeman y Book) algunas veces reveladas en los exámenes post-mortem, o en las biopsias. Los estudios de Wolfe de Ashby sobre la histoquímica cerebral o los de algunos autores con las técnicas microespectográficas de Denis Hill, sobre el E.E.G., etc., no han aportado ninguna respuesta satisfactoria susceptible de esclarecer el proceso más o menos especifico, probablemente menos que más de las afecciones esquizofrénicas. Es posible, sin embargo, que aquellas deban ser afrontadas, sea en el sentido de una perturbación dismetabólica o de inmadurez del sistema nervioso, sea un trastorno del mecanismo extraneural: atonía del sistema reticulo-endotelial o de la inactividad del aparato energético hipofiso-cortico-suprarrenal por ejemplo. Aunque todo esto es mas verosímil que seguro.
LA ESTRUCTURA PSIQUICA.
Es decir, no es menos evidente el valor expresivo de la enfermedad relativamente al sistema de la personalidad. Y ahí aún los estudios profundos de los análisis clínicos o de la fenomenología ponen - como nosotros lo hemos visto ayer - en el primer plano del cuadro clínico una cierta organización del mundo imaginario esquizofrénico en la desorganización del mundo de la realidad, y un cierta organización de la persona autística en la desorganización de la persona integrada en su unidad. De tal suerte, que repitámoslo aún, la esquizofrenia no es solamente una impotencia, una insuficiencia, ella es aún y sobre todo, una cierta manera de ser-el-mundo. He aquí por qué se habla constantemente, a propósito de una vida psíquica subyacente, de caída en el mundo de las imágenes o de un retorno al mundo del sueño. Pues ser esquizofrénico es ser aún un hombre, y un hombre que no cesa en su catástrofe existencial de constituirse aún un mundo, de adaptarse y de unirse a la parte subsistente de si mismo.
Dicho de otro modo los dos grandes hechos que acabamos de recordar : la organicidad y el dinamismo psicológico de la esquizofrenia, son los dos aspectos fundamentales y complementarios de la enfermedad esquizofrénica : su estructura negativa y su estructura positiva como habría dicho H. Jackson, sus trastornos primarios y sus trastornos secundarios como decía E. Bleuler.
Yo he hecho notar hace ya varios años, que la famosa distinción que Eugenio Bleuler introdujo en la clínica y en la teoría de la esquizofrenia, sobre los trastornos primarios y trastornos secundarios, corresponde exactamente y punto por punto a la que Huglings Jackson había establecido entre los signos negativos y los signos positivos. Decir en efecto que el proceso esquizofrénico se manifiesta por trastornos que dependen directamente de él (primarios) y por otros que constituyan la reacción de la vida psíquica (secundarios) o decir que la enfermedad nerviosa determina negativamente la organización de un nivel inferior de la parte positiva subsistente, es decir, la misma cosa afirmar que una enfermedad mental típica como es la esquizofrenia, es una forma de existencia inferior y procesual en tanto que ella es una agenesia o una disolución del ser psíquico, pero que es también, al fin, una forma de existencia. Llamo la atención una vez más, que se trata de una insuficiencia, de una incapacidad, de una deformación todos estos conceptos negativos, pero también es menester decir que es una necesidad, un deseo de ensimismarse y de destruir la realidad, regresando al puro deseo, replegándose en este mismo deseo.
De tal manera, que en esta perspectiva organodinamista, la patología de esta enfermedad delirante de la personalidad que es la esquizofrenia supone: 1° Un estudio fisiopatológico del proceso generador, significando que la patología de la esquizofrenia exige el concurso de métodos anatomofisiológicos y biológicos como vías de acceso del conocimiento etiopatogénico. 2° Un estudio fenomenológico de la estructura formal del síndrome negativo de disociación, tomando por modelo los estudios de Carl Schneider, Mayer-Gross, Berze. 3° Un análisis existencial del Dasein de la conciencia esquizofrénica en tanto que su desestructuración se halla en la base de las experiencias delirantes y alucinatorias (Gruhle, K. Schneider). 4° Un psicoanálisis del mundo de las imágenes que permite captar a través del delirio autístico las tendencias que les unen a los instintos que "simbolizan".
Podemos decir que nuestra concepción órgano-dinamista es polidimensional en el sentido de Birnbaum y de Claude y que responde a la inquietud recientemente señalada por los anglosajones sobre la necesidad de efectuar un corte longitudinal de la vida del enfermo, no contentándose con el simple transversal.
Nuestra teoría, en efecto, hace depender la enfermedad delirante esquizofrénica de -un proceso orgánico. Esto no puede ser dudado por un clínico que haya observado veinte esquizofrénicos y sus familias durante veinte años.
Pero esta teoría pone igualmente el acento sobre el movimiento mismo, sobre el dinamismo de la estructura positiva de la experiencia y de la existencia esquizofrénica. La estructura positiva forma parte integrante efectivamente, del cuadro clínico, para figurar en él la intencionalidad de una vida psíquica que sin cesar desborda la estructura negativa (hasta el punto de ocultarla a muchos observadores). Esta estructura positiva según dice H. Jackson, son los delirios y las mismas alu-cinaciones en tanto que vividos, en tanto que contenidos y continuum de la vida psíquica subsistente, esa es, más generalmente la experiencia autística que añade a las fases procesuales el esfuerzo desesperado por crearse de nuevo un mundo.
Cada síntoma, efectivamente, (basta recordar lo anteriormente dicho en nuestra descripción) está como animado de una finalidad, especie de halo intencional, donde se refleja el autismo. Eso es, el ecart órgano-clinico; es aquí considerable entre la acción destructora del proceso y la reacción psíquica del sujeto, de tal manera, que como también decía Bleuler, casi toda la sintomatología de la esquizofrenia es "secundaria" (positivo). El mismo intentó hablar de una estructura "terciaria" (Congreso de Basilea 1929), subrayando que en su pensamiento, como en la natura-leza de las cosas, el cuadro clínico no está hecho por la yuxtaposición de síntomas en un plano, sino por el movimiento estructural multidimensional.
Y aquí los trastornos positivos; efectivamente, añaden por una especie de super-compensación al déficit del cual dependen, una "catástrofe" que no puede ser vivida más que en el mundo de los símbolos y de las imágenes. Esta catástrofe puede llegar a invertirse en la megalomanía o a degradarse en lo infinito en un simbolismo abstracto de signos que son como reflejos de reflejos otra vez más alejados del mundo. De fracaso en fracaso y de complicación en complicación, se forma la persona autística, según un progreso que es como una retroactividad absoluta de la evolu-ción de la personalidad y de su mundo, como una inversión absoluta de la realidad. Es esta nueva forma de no-existencia, de muerte anticipada, lo que constituye el destino roto del hombre esquizofrénico.
Así, lo que en términos jacksonianos aplicables a la emancipación de los segmentos medulares de la medula seccionada, se llama el aspecto positivo de la enfermedad, es aquí a un nivel inconmensurablemente más elevado (y por supuesto diferente) representado por un deseo sin cesar insatisfecho de escapar al control de la realidad, "deliberando" su propio mundo del mundo de los otros.
CONCIENCIA Y PERSONALIDAD.
Pero, yo querría insistir aún sobre un punto: la patología de la esquizofrenia no se reduce a una patología de la estructura de la conciencia. Esta es efectivamente entrecruzamiento mismo del espacio vivido como escena de la representación es decir, la organización en el campo fenoménico de lo vivido de nuestra experiencia sensible y del tiempo vivido como actualidad de la experiencia. Dicho de otra manera, el sistema de la conciencia es el de la realidad vivida, en tanto que es experiencia sensible. Pero nuestra vida psíquica no es como la de los animales, una sucesión de instantes actuales entrelazados solo abstractamente, por lo que la psicología asociativa llamaba memoria o hábito.
La vida psíquica humana es la organización interna de un sistema de valores que constituye la personalidad con su concepción lógica y ética del mundo.
En las psicologías corrientes y en las psicopatologías habituales, no se tiene en cuenta esta distinción y se confunde el sistema de la conciencia y el sistema de la personalidad, denominándolos con una misma palabra, a veces conciencia, a veces yo, a veces personalidad. Pero nosotros tenemos que tener muy presente en nuestro espíritu: 1° Que la persona, en tanto que sistema representa una forma de organizaci-ón (como la estructura de la conciencia) que es la misma del sistema de integración al nivel más elevado, global y constante. 2° Que este sistema, como el "carácter" de cada uno de nosotros, a lo que se llama así su "valer", es una forma en sí misma susceptible de deformación. De tal manera que nosotros mejor podemos comprender también que la patología mental se divide en dos partes (además complementarias): el campo de la conciencia y el campo de la personalidad. Un estado confusional-onírico, está formado en su esencia por una desestructuración de la conciencia, es decir, por una experiencia de la deformación de la realidad actualmente sensible y el enfermo cura cuando el se despierta como lo hace el durmiente. Pero una psicosis esquizofrénica, si ella también implica (y esto es verdad en una gran medida desde Bleuler, C. Schneider, Mayer-Gross, Berze, etc.), en su aspecto negativo, una desestructuración de la conciencia más o menos per-manente, es en su esencia una enfermedad del sistema de la personalidad en tanto y en cuanto, que el esquizofrénico no es solamente un hombre que vive en lo imaginario sino un hombre que ha transformado el ideal de su existencia en un sistema de valores irrazonables. Efectivamente, la esquizofrenia es una lógica y una ética de contrasenti-do. Esta patología de la persona sin coincidir con la de la conciencia, dependen, sin embargo, entre sí como dependen lo que soy yo, o lo que quiero ser, de lo que yo hago ahora en cada momento de mi experiencia actual. Pero si se comprende que la vida humana excede la experiencia sensible para constituirse en historia y geografía de -la persona, se comprende que hay que estudiar como yo lo he hecho recientement-e, la desestructuración de la conciencia de las psicosis agudas, pero también la desorganización del sistema de la personalidad de la cual la esquizofrenia es el prototipo. Es decir, empezar de nuevo el estudio de las neurosis y psicosis crónicas. Esto nosotros podemos hacerlo en la perspectiva órgano-dinamista, tomando por objeto no solamente un órgano o un aparato (el cerebro o el sistema nervioso) sino la totalidad de las condiciones biológicas específicas o individuale-s, y las construcciones personales de la vida psíquica de un hombre; quiere esto decir en la medida en que ella añade por hipótesis una dimensión antropológica indefinidamente abierta a la desorganización de su ser. Lejos de limitarnos en nuestra perspectiva tal concepción, más bien nos ha de hacer comprender que la enfermedad mental, especialmente la esquizofrenia, es una enfermedad del destino. Enfermedad en tanto que impotencia, agenesia o deformación, enfermedad del destino en tanto que ella transforma esta impotencia radical en principio de existencia o un querer ser esquizofrénico. Porque tal es la ambi-güedad fundamental de toda enfermedad mental y, particularmente, de las enfermedades de la personalidad en la misma medida en que ellas exigen que tengan de dos aspectos: uno negativo y otro positivo.
La negatividad de la enfermedad es el conjunto de causas de los efectos en la destrucción que ella ejerza sobre la organización del ser.
La positividad de la enfermedad es el nuevo equilibrio de fuerzas que se instituye dentro en este desequilibrio.
Pero hay que ir más lejos aún.
A la negatividad y a la positividad, conceptos esenciales de Jackson, corresponde no una especie de dualismo paralelista entre la forma física y el contenido psíquico, sino la articulación vital misma de la integración y en lo integrado en el movimiento evolutivo del organismo y en cada una de sus operaciones. Es decir, que en la pato-logía de la conciencia la desestructuración del campo fenoménico es vivida como una experiencia sensible en lo imaginario. En lo patológico y en lo fenomenológico, la desintegración del sistema de valores personales introduce una "nueva" dirección que, sin embargo, es la más arcáica.
En la esquizofrenia, estos dos aspectos de la patología mental se suman puesto que la desestructuración de la conciencia se completa con una nueva orientación que es una organización "al revés" de la fenomenalidad.
Pero por muy psicodinámica que sea la patogenia de la esquizofrenia, debe ser trazada en las dobles coordenadas de la vida psíquica. Puesto que esta depende de la organización de lo que por eso llamamos organismos, y en la organización de este nuevo organismo que es la esfera de la intencionalidad personal.
De tal manera, que la esquizofrenia no podrá ser objeto de un conocimiento científico total mientras que no sea comprendida en su estructura positiva y expli-cada su estructura negativa en su naturaleza procesual.