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Seminario
Nociones de la Psiquiatría Francesa
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Dictado por : Eduardo T. Mahieu


Clase 11

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LAS ALUCINACIONES EN LA PSIQUIATRIA FRANCESA :
LA "REVOLUCION DE SEGLAS"

INTRODUCCION

Dice Jean Allouch: "creemos, erróneamente evidentemente, leer Lacan cuando Séglas analiza las alucinaciones verbales motrices" (1). ¿Cómo es posible un tal quiproquo? Es lo que trataremos de ver.

Si seguimos a Henri Ey, la historia de la evolución de las ideas sobre la alucinación a lo largo del siglo 19 es la de un enorme contrasentido : "Bajo el imperio de esquemas sensacionalistas1 de la época (de Condillac a Johan Muller, de Cabanis à Taine), la alucinación llamada por Esquirol ideativa, conviccional, imaginativa, es decir delirante, apareció cada vez mas a los clínicos de la época como un fenómeno primitivamente sensorial" (5). Durante casi un siglo, la investigación sobre la alucinación muestra una constante : se ve definida como un trastorno de la percepción, como una "percepción sin objeto", como una experiencia perceptiva que se acompaña de una certitud de la realidad del objeto, sin embargo falsamente percibido. De este modo el interés de los clínicos se centró en la sensorialidad o la exterioridad del fenómeno. El sujeto percibe siempre, de modo erróneo, algo que no existe o que no debe ser percibido. Así es aún en el glosario DSM IV.

Y sin embargo la alucinación puede ser abordada de otro punto de vista, que nos permita ir mas allá del problema escolástico de la percepción, para centrarnos en la cuestión de la subjetividad. De ello se trata el descubrimiento de Jules Séglas, que permitió un giro en la conceptualización del fenómeno. Del libro Hallucinations et Délire de Ey en 1934, pasando por el Seminario sobre Las Psicosis (1955-1956) de Lacan y llegando al Traité des Hallucinations de Ey (1973), el punto de partida es el mismo : las alucinaciones psicomotrices verbales de Séglas. Trataremos de seguir el hilo conductor que nos lleve de Esquirol hasta nuestra actualidad, pasando por Séglas.

¿QUIEN ES JULES SEGLAS?

Louis Jules Ernest Séglas nació el 31 de mayo de 1856. Pertenece junto a su amigo y colega Chaslin a la penúltima generación del cargo de alienistas de los hospitales al cual tuvo acceso en 1886. Su carrera se desarrolla en los hospicios de Bicêtre y La Salpêtrière. Se jubila en 1921 y muere en 1939.

Séglas es ante todo un semiólogo, como Chaslin. A pesar de ser un clínico de excepción, su personaje es un poco modesto y retraído, lo que puede explicar, en parte, el relativo olvido del cual es objeto en la actualidad. La teoría no es su fuerte y quedó siempre en un segundo plano frente a las descripciones y análisis clínicos de los síntomas. Se lo considera en cierta manera opuesto a la enseñanza de Magnan.

Su interés se portó a casi todos los campos de la psiquiatría de su época y sus Leçons Cliniques, publicadas en 1905, resumen las ideas presentes en otros trabajos muy conocidos como los dedicados a la paranoia (1887), la catatonía (en colaboración con Ph. Chaslin, 1888), etc. Lacan recomendaba su lectura. También produjo obras más específicas como el célebre Troubles du langage chez les aliénés (1892) y Délire des négations (1897). Se les deben agregar las casi doscientas paginas del capítulo de semiología de las afecciones mentales que redactó en 1903 para el Traité de pathologie mentale de Gilbert Ballet.

Pero sus innovaciones en el terreno de las alucinaciones, que Lacan tildara de "revolución seglasiana", van a influir mayormente en las ideas sobre el sujeto en el siglo 20. Y ello a través de las obras de Henri Ey y Lacan, quienes manifestaron su deuda con Séglas, como veremos mas adelante.

BREVE HISTORIA DE LAS ALUCINACIONES EN EL SIGLO XIX

Para situar mejor la revolución de Séglas, fijemos un poco la evolución de la noción de alucinación en la historia de la psiquiatría del siglo 19. Todos los autores (5; 8) toman como punto de partida la referencia a la obra de Esquirol. Sigamos sus desarrollos.

Definiciones y algunos antecedentes

El origen etimológico de alucinacíón es según el Littré un derivado del griego "a???", tener el espíritu perdido, error. Según el diccionario etimológico de la lengua española de Monlau, allucination se acercaría a ad lucem para designar su función de iluminación.

La diversidad de los trastornos sensoriales, ilusorios, delirantes, no se había precisado antes del siglo 19. Se le atribuye a Fernel de haber introducido en el siglo XVI el término de alucinación para designar una afección de la córnea. Félix Plater emplea el término para designar la diplopía, pero también como sinónimo de trastornos psíquicos. En 1771 Sagar de Viena definía las alucinaciones como imaginaciones nacidas de los órganos de los sentidos. Boissier de Sauvages atribuía esos trastornos a una intensificación nerviosa, conformemente a las ideas de Malebranche. Tal es entonces el punto de partida: la alucinación es un error de los sentidos producido por un vicio de los aparatos periféricos o centrales y caracterizado por la intensidad de las imágenes que resulta de él.

Oposición esquiroliana entre Alucinación delirante (psíquica) e ilusión de lo sentidos (sensorial)

Se le atribuye generalmente a Esquirol el primer estudio de la alucinación, punto de partida de todos los desarrollos ulteriores en la psiquiatría francesa. "Un hombre que tiene la convicción íntima de una sensación actualmente percibida, mientras que ningún objeto exterior capaz de excitar esta sensación está al alcance de los sentidos, se encuentra en un estado de Alucinación. Es un visionario" (Esquirol E., Maladies Mentales, 1838, p. 159, citado por Ey, 5). Para Esquirol, los órganos de los sentidos y las vías sensoriales no están implicadas y piensa que todo ocurre al interior, en el cerebro o el alma, ambos pudiendo substituirse. Y busca precisar esta diferencia aún más: "el fenómeno de la alucinación no se le parece en nada a lo que ocurre cuando un hombre, en delirio, no percibe las sensaciones como las percibía antes de estar enfermo, y como las perciben los otros hombres. Las nociones relativas a las propiedades y a las cualidades de las cosas y de las personas están mal percibidas y por consiguiente, mal juzgadas; el alienado toma un molino de viento por un hombre, un agujero por un precipicio, las nubes por un regimiento de caballería. En este último caso, las percepciones están incompletas; hay error; las ideas, las sensaciones actuales se ligan mal entre ellas. En las alucinaciones no hay ni sensación, ni percepción, no más que en los sueños o en el sonambulismo, puesto que los objetos exteriores no actúan sobre los sentidos" (Esquirol E., Maladies Mentales, 1838, p. 95, citado por Lantéri-Laura, 8).

Ey insiste sobre el hecho que a pesar que desde Areteo de Capadocia una distinción fundamental se operaba entre alucinación e ilusión, la tradición le reconoce a Esquirol el mérito de dicha separación: "En la alucinación todo ocurre en el cerebro: [ella] le da cuerpo y actualidad a las imágenes, a las ideas que la memoria reproduce sin intervención de los sentidos. En las ilusiones por el contrario, la sensibilidad de las extremidades nerviosas está alterada, debilitada o pervertida; los sentidos están activos, las impresiones actuales solicitan la reacción del cerebro. Los efectos de esta reacción están sometidos a la influencia de las ideas y pasiones que dominan la razón de los alienados, estos enfermos se equivocan sobre la naturaleza y las causas de sus sensaciones actuales", y además precisa "las Alucinaciones no son ni falsas sensaciones, ni ilusiones de los sentidos, ni percepciones erróneas, ni errores de la sensibilidad orgánica como en la hipocondría. Estas últimas suponen la presencia de objetos exteriores o la lesión de las extremidades. Mientras que en la Alucinación no solamente no hay objeto exterior actuando sobre los sentidos, sino que los sentidos no funcionan más" (Esquirol E., Maladies Mentales, 1838, p. 195, citado por Ey, 5). De ese modo, y en ruptura con sus predecesores, para Esquirol la Alucinación aparece como una construcción perceptiva sumamente completa, que se constituye de motu propio sin anomalía sensorial. Se trata de un fenómeno esencialmente psíquico. Su sensorialidad resulta secundariamente de una anomalía de la actividad psíquica. Este hecho identificaba de entrada la Alucinación al delirio, porque dejaba claro que había dos niveles: el primero correspondiendo a las alucinaciones propiamente dichas puesto que para Esquirol los conceptos de Alucinación, delirio, psíquico y cerebral eran sinónimos) y un segundo nivel correspondiente a las ilusiones de los sentidos que dependen del funcionamiento de los órganos de los sentidos y que a dicho título son objeto de un juicio ya sea sano o alterado. Evidentemente la pregunta que deja planteada esta posición es aquella de saber si la Alucinación se confunde con el delirio o si se constituye fuera de él.

Baillarger y la Academia Real de Medicina

Segundo texto esencial del siglo 19 sobre el tema, dice Lantéri-Laura, Des hallucinations, des causes qui les produisent, et des maladies qui les caractérisent (1846) publicado en el Tomo XII de las Mémoires de l'Académie Royale de Médecine (1890), Baillarger va a continuar las interrogaciones de Esquirol. Interrogándose sobre la naturaleza misma de las alucinaciones, introduce una distinción que le es original, la oposición entre alucinaciones psicosensoriales y alucinaciones psíquicas. "Creo que debemos admitir dos tipos de alucinaciones, unas completas, compuestas de dos elementos y que son el resultado de la doble acción de la imaginación y de los órganos de los sentidos: son las alucinaciones psicosensoriales; las otras, debidas solamente al ejercicio involuntario de la memoria y de la imaginación, son completamente ajenas a los órganos de los sentidos, les falta el elemento sensorial y son por ello mismo incompletas: son las alucinaciones psíquicas" (citado por Lantéri-Laura, 8), también llamadas pseudoalucinaciones.

Bajo la presión de los esquemas sensualistas de la época de Condillac, Cabanis, Taine, etc., Ey va a señalar una primera inversión en la dialéctica de la historia de las alucinaciones: la alucinación que Esquirol había definido por su carácter psíquico y delirante se define de ahora en más por su carácter sensorial. Las "verdaderas" alucinaciones deberán comportar el coeficiente fundamental de sensorialidad. De ese modo la alucinación se volvió lo que Esquirol exigía que ella no fuera: un simple accidente de la sensorialidad. De un punto de vista psicopatológico, se va a recurrir cada vez más al modelo linear de la psicología atomística de la época. De un punto de vista patogénico, la "transformación sensorial" de la imagen o de la idea será explicada por la estimulación interna de centros de imágenes conformes a la neurofisiología de los centros cerebrales de la época. De este modo la alucinación se separaba cada vez más del delirio.

Del punto de vista clínico su oposición se volverá fundamental. Por un lado las alucinaciones psicosensoriales, que determinan en el sujeto que las experimentan impresiones tan reales como aquellas que dan las sensaciones normales, y cuyo modelo lo representa el célebre caso del librero Nicolai de Berlín. Por otro lado las alucinaciones psíquicas, fenómenos que conciernen únicamente la esfera del pensamiento: conversaciones de alma a alma, conversaciones sin ruidos, voces puramente interiores, etc. Baillarger se sirve de los testimonios de los místicos que distinguen dos tipos de experiencia: "las voces son, unas intelectuales, y se dan en el interior del alma; las otras, corporales, golpean las orejas exteriores del cuerpo".

 

Las discusiones de 1855-1856

A partir de discusiones entre Delasiauve y Baillarger se va a extender un debate de casi dos años en la Société Médico-Psychologique sobre la cuestión de las alucinaciones. El eje del debate es este asunto de la sensorialidad de la alucinación, cuestión que algunos arreglan por medio de un corte y otros por una graduación. Diversas preguntas son tratadas: ¿existen alucinaciones fisiológicas?; ¿las alucinaciones no son más que la exageración del estado normal?; ¿son compatibles con la razón? (4). Estas interrogaciones van a atravesar el tiempo y cobrar según las épocas, nueva actualidad. Recordemos simplemente una de sus últimas actualizaciones: "Dos casos clínicos históricos en Psiquiatría deben estar presentes a nuestro espíritu constantemente, puesto que todas las ideas, todas las teorías, todas las discusiones sobre las Alucinaciones se refieren invenciblemente a los problemas que ellos plantean [...]: el del librero Nicolai de Berlín, presentado a la Sociedad Real de Berlín en febrero de 1799 y del cual encontramos la observación en Brière de Boismont (Des hallucinations, 1852, p. 49-51), y el del famoso Berbiguier de Terre-Neuve du Thym apodado "el azote de los duendes" (paciente de Pinel) que publicó en 1821 tres volúmenes in 8va llamados: "Los duendes o todos los demonios no son del otro mundo". Es en función de estos casos extremos que se inscribe toda la historia de las Alucinaciones. En el primero, se trata de Alucinaciones "compatibles con la razón" "en un Sujeto sano de espíritu" - en el segundo, de un gran "Delirio alucinatorio" (5, p. 77). Henri Ey va a apoyar entre estos dos casos extremos su separación entre las Alucinaciones delirantes, las "verdaderas", y las Eidolias alucinósicas. Y va a encontrar un apoyo mayor en un texto publicado en Scilicet N° 1, revista en la cual, como sabemos, a excepción de Lacan los autores no firmaban sus artículos : "Basta que un paciente diga: estoy alucinado, o tengo alucinaciones, para que podamos deliberadamente y con certitud eliminar la psicosis y pensar en una etiología tóxica o neurológica". (13). Henri Ey creía reconocer en este artículo el estilo de Charles Melmann, mientras que Lantéri-Laura se lo atribuye en su bibliografía directamente a Lacan.

Retomemos el fecundo siglo 19. Ey piensa que el debate subyacente en 1855-1856 puede formularse en una pregunta que subordina a todas las otras: la de saber si se puede concebir a la alucinación como una sensación anormal, que el sujeto recibe más o menos pasivamente o si debemos ver una ilusión por la cual le confiere valores de realidad a contenidos de la conciencia que no los comportan. Muchos son los autores de este debate: Peisse, Delasiauve, Baillarger, Parchappe, Brière de Boismont, etc. Para Ey, una corriente irresistible se crea a partir de las ideas defendidas por Baillarger, Michéa y Parchappe a favor de una concepción sensorial de la alucinación. La esencia del fenómeno consiste entonces en la creación psíquica de un objeto falso teniendo todos los atributos de un objeto verdadero - accediendo a una objetivación en el sentido fuerte de la palabra (con cualidades espaciales y sensoriales) y sin relación con un objeto del mundo exterior, lo que va a concluir en la elíptica definición atribuída a Ball: la Alucinación es una percepción sin objeto. Esta definición ideal convino a la Alucinación psicosensorial, pero no así a la gran masa de fenómenos alucinatorios delirantes. De este modo se transfirió el modelo de la Alucinación sobre el de la Pseudoalucinación.

Percepción sin objeto

El aporte de Baillarger con su descripción de las Alucinaciones psíquicas encontrará otro problema. Llamándolas "alucinaciones" introducía sin saberlo un caballo de Troya, puesto que en esta variedad "psíquica" no se trata más de una proyección en el mundo objetivo, sino de una objetivación de un fenómeno subjetivo (objetivación psíquica, dice Ey), de un tipo de extrañeza del pensamiento, de las imágenes, de las ideas experimentadas por el Sujeto como extrañas a sí mismo. A partir de allí, el problema de la alucinación deberá orientarse hacia el estudio de todos los fenómenos de automatismo y de desintegración de la personalidad sin que se cese sin embargo de definir a la Alucinación como un fenómeno sensorial.

A fuerza de describir las variedades infinitas de las pseudoalucinaciones se opera una nueva inversión, dice Ey: cada vez más son las "pseudoalucinaciones" consideradas como fenómenos elementales de automatismo que se vuelven las verdaderas alucinaciones.

La definición general "percepción sin objeto" se mantiene de un modo abstracto en los manuales, tratados y discusiones, pero la mayor parte de las especies del género alucinación no corresponden más a este concepto general. La psiquiatría, dice Ey, se estancó en esta contradicción que consistió, y que consiste aún, a considerar las "percepciones sin objeto" como fenómenos simplemente sensoriales, a aplicarles la definición y la teoría de esta sensorialidad aún cuando cada vez más, evidentemente, lo importante no es la sensorialidad cuando el clínico se ve forzado a describir la mas de las Alucinaciones en términos de Pseudoalucinaciones.

El automatismo

Perseverando en su error, dice Ey, los psiquiatras incapaces de unificar todos los fenómenos alucinatorios renunciando a encontrar en la sensorialidad su denominador común, terminaron definiendo naturalmente la Alucinación en su género y sus especies como hechas de "átomos", no solamente psíquicos, sino físicos. Y el modelo linear mecanicista ofrecía sus servicios a esta atomización a través de una voltereta: las alucinaciones sensoriales son el efecto de excitaciones mecánicas fuertes y las pseudoalucinaciones son el efecto de excitaciones mecánicas débiles. De ese modo G. de Clérambault extendió el concepto de Alucinación al conjunto de lo que llamaba el automatismo mental.

Así, la parte inicial de construcción delirante, ideica, afectiva, reservada primitivamente a la alucinación por Esquirol, se desmoronaba al término de una larga evolución y, por una curiosa paradoja, la mecanicidad juzgada necesaria para explicar la sensorialidad anormal de la alucinación, se extendía hasta los fenómenos más intelectuales, los más imaginativos, los más psíquicos, es decir en fin de cuentas, los menos sensoriales. La alucinación terminó así siendo para el psiquiatra y el paciente mismo una "realidad objetiva", la percepción de un objeto físico.

 

LA OBRA DE JULES SEGLAS: ENTRE 1888 Y 1914

La obra de Séglas va a inscribirse en ruptura con el movimiento que Ey acaba de explicarnos. No será en vano que Ey y Lacan lo van a constituir en su punto de partida. La idea que los empuja los dos jóvenes es salir del mecanicismo localizacionista y organicista que insiste, sin mucha inteligencia, en la sensorialidad de la alucinación, aislándola del delirio: "la noción que apreciamos tanto de la estructura mental que funda la unidad de cada forma de delirio crónico y que caracteriza tanto sus manifestaciones elementales como el conjunto de su comportamiento [...] su uso sistemático en la descripción de los diferentes tipos de delirios aquí estudiados hubiera conducido a la mayor parte de entre ellos a disolver más completamente la alucinación psicomotriz en la mentalidad delirante" (6)

1934 - 1935 : Ey y Lacan

En 1934 Henri Ey publica su libro Hallucinations et Délire, con el cual cierra una serie de estudios sobre el tema publicados en diferentes revistas. Es, según sostiene Palem, el libro de juventud que debe ser comparado con la Tesis de Lacan, ya que la tesis doctoral de Henri Ey sobre Glicemia y trastornos psíquicos no recela en ella nada nuevo. No así este libro. Aprovechemos de un pequeño juego de espejos para proseguir con nuestro estudio de las alucinaciones en Séglas, ya que Lacan nos presenta en 1935 el libro de Ey quién, prefaciado por el mismo Séglas, nos presenta las ideas de Séglas sobre las alucinaciones psicomotrices. Empecemos por Lacan quien nos dice: "Henri Ey no ha querido darnos aquí un resumen de sus investigaciones sobre la alucinación. La inmensidad y la heterogeneidad de este problema le han impuesto un programa metódico de investigación y de exposición en el cual el desarrollo de su trabajos anteriores se ha continuado con una rara coherencia. El conjunto está lejos de estar terminado. Este nuevo trabajo no es más que un momento [pero] tiene un valor ejemplar. Y es que los fenómenos alucinatorios estudiados aquí son por sus propiedades un verdadero caso de demostración para el pensamiento del autor. Son, en efecto, las alucinaciones psicomotrices aisladas por Séglas en 1888" (6). Veremos entonces como este ancestro común va a reunir a Lacan y Ey en sus desarrollos sobre las alucinaciones a lo largo del siglo 20.

Lacan continúa diciendo que "es notable constatar con Henri Ey [...] que "la historia de las ideas sobre las alucinaciones psicomotrices, comienza y termina en Séglas". [...] La evolución profundamente subversiva de las teorías de Séglas nos muestra [...] la maravilla de un espíritu que no solamente ha sabido "ver el hecho nuevo" [...] sino que [...] modifica por etapas y casi en contra suyo, el marco mental en el cual lo percibió al principio" (6). Se nos perdonará entonces que tomemos como guía el estudio que hace Ey del pensamiento de Séglas, para abordar Séglas, y ello no solamente por la caución de Lacan. Es sobre todo que "la filiación recibe aquí la sanción del Maestro mismo, quien, desde [1914] encerrado en su jubilación, ha salido para prefacear generosamente este libro" (6). El prefacio que Séglas hace para el libro de Ey va mucho más allá de un padrinazgo al joven pretendiente. En esta ocasión, Séglas va a aprovechar para dejar en claro un cierto número de cuestiones que quedaron pendientes en sus trabajos anteriores y Lantéri-Laura no duda en apelarlo "la última teoría de Séglas" a su mise au point.

Sigamos con la presentación de Lacan quien analiza el problema planteado por las alucinaciones psicomotrices verbales : "La alucinación psicomotriz permite de plantear con un relieve especial y también de resolver con una certitud particular el problema que H. Ey pone en el centro de sus trabajos sobre la alucinación : la alucinación es el parásito que desorganiza la vida mental - el automatismo de baja calaña que, según una concepción elemental como la de Clérambault o muy sutil como la de Mourgue, simula la percepción ; – ella es, en breve, el objeto situado en el cerebro que se impone al sujeto como un objeto exterior? O bien, la alucinación es la organización de la creencia, - parte integrante de relaciones perturbadas entre el ser vivo y el mundo exterior, del cual no termina nunca la objetivación [...] ; – es ella, en fin, la afirmación de realidad por la cual el sujeto perturbado defiende su nueva objetividad?" (6). Dejemos para más tarde la cuestión de ver de qué modo este párrafo puede aclararnos la lectura de la Cuestión preliminar que vendrá más de veinte años después.

Abordemos uno de los puntos clave de esta cuestión. Lacan dice en su informe citando a Ey, "La alucinación psicomotriz, en efecto, parece antes que nada - y apareció históricamente - como encerrando en su modo mismo un "factor poderoso de desdoblamiento de la personalidad"", lo que en nuestra juerga actual se traduce por división subjetiva, división subjetiva a cielo abierto, tal como aparece en la psicosis.

Lenguaje, división, alienación

¿Qué punto de lo que escribe Ey es lo que cita Lacan, por aquél entonces interesado en la imagen y la gestalt? Ey nos va a hablar del "discurso interior" para introducir al problema de las alucinaciones psicoverbales: "Un hombre normal, cuando actúa, piensa y habla, actúa, piensa y habla con el sentimiento de su propia espontaneidad. [...] A menudo, sin embargo, pensamos, hablamos, actuamos sin que intervenga este sentimiento de nuestra espontaneidad. Ocurre que seamos sorprendidos por lo que pensamos, de las ideas que nos vienen al espíritu, de las palabras que surgen de nuestros labios, de los actos que estamos ejecutando. [...] Algunas veces nuestras palabras hablan "solas" [...] y sin embargo tenemos aún conciencia de nuestra espontaneidad, podemos inclusive decir de nuestra responsabilidad. [...] No podemos reflexionar o decidir de algo sin pensarnos como un sujeto y un objeto [...], la formulación del pensamiento exige nuestra propia división". Ya lo dijimos en trabajos anteriores, a pesar de la evidencia que tiene ante sus ojos, Ey encontrará como su propio límite, su convicción en la unidad de la personalidad. Lo que no le impide continuar diciendo "Más que cualquier otra, por su carácter específicamente social, la función del lenguaje lleva en ella misma una tendencia a escapar a la síntesis personal que exige la unidad. Es un fermento de dualidad" (4). Qué sorprendente entrecruzamiento, cuando sabemos hoy que a pesar de su punto de partida seglasiano Ey terminará reduciendo el inconsciente al imaginario, y que Lacan que en comentario de 1935 elogia "la revolución científica actualmente consagrada en lo que concierne a la psicología de la imagen" (6) terminará haciendo del inconsciente lo estructurado por el lenguaje...

¿Qué nos dice Séglas mismo en su prefacio, especie de testamento que lega a Henri Ey? "Lo que caracteriza, en efecto, a la alucinación del oído es que ella toma de ordinario la forma verbal, manifestándose como voces que articulan palabras. Nos sorprende verdaderamente ver como este detalle, tan importante del punto de vista de la psicología patológica, ha sido descuidado por lo viejos observadores, que se dedicaban sobre todo a determinar las características de la así llamada percepción auditiva [...]. Una vez reconocido su carácter verbal, la alucinación, en vez de ser un capítulo exclusivo de la percepción, se vuelve así sobretodo, un capítulo de la patología del lenguaje interior. De ahora en más ya no es posible considerarla como un simple trastorno psico-sensorial [...]. Ahora se vuelve un verdadero "delirio" dando a esta expresión su plena y entera significación" (4). El retorno a Esquirol deseado por Ey se hace a través Séglas y de la estructura del lenguaje. Séglas reconoce que dicho cambio de punto de vista pasa por las pseudoalucinaciones o alucinaciones psíquicas de Baillarger. "En resumen, prosigue Séglas, lo que funda ahora la característica de estos fenómenos es de no manifestarse como más o menos parecidos a una percepción exterior, sino de ser fenómenos de automatismo verbal, un pensamiento verbal separado [détaché] del yo [moi], un hecho, podríamos decir, de alienación del lenguaje" (4).

LA EVOLUCION DE LAS IDEAS DE SEGLAS

Prosigamos nuestra progresión regresiva antes de detenernos en la obra principal de Séglas: el libro de 1892.

1888-1889

En un artículo publicado en 1888, L'hallucination dans ses rapports avec la fonction du langage. Les hallucinations psycho-motrices verbales, Progrès Médical, 1888, n° 33-34, Séglas introduce un cambio fundamental : mostrar que estos "cuerpos extranjeros" eran mucho menos imágenes, ideas, representaciones estáticas, que verdaderos movimientos extranjeros. En dicho trabajo, Séglas señala entre las alucinaciones psíquicas dos fenómenos importantes:

1° las impulsiones verbales del tipo onomatomanía2 impulsiva

2° las alucinaciones psico-motrices, que se dividen en diversos grupos:

a) las alucinaciones verbales motrices puras, que se presentan al sujeto como sensaciones de movimientos de articulación pura.

b) las alucinaciones verbales motrices y auditivas en las cuales se mezcla un elemento sensorial auditivo.

c) fenómenos de tipo pseudoalucinatorio, representaciones interiores de naturaleza kinestésica.

En 1889, Séglas publica un artículo intitulado Dédoublement de la personnalité et les hallucinations verbales motrices, Société Médico-psychologique, Août 1889, en el cual va a insistir sobre el origen motriz de las alucinaciones psíquicas de Baillarger.

En 1892, publica su obra mayor, un libro de 300 páginas llamado Troubles du langage chez les aliénés, Rueff, Paris 1892, sobre el que volveremos en detalle para abordar los aspectos clínicos de la alucinaciones psicomotrices verbales.

1900-1914

En una serie de artículos, Séglas va a terminar por englobar el conjunto de las alucinaciones bajo el grupo de las pseudoalucinaciones de Baillarger, ahora entendidas a partir del modelo de la alucinación psicomotriz verbal. Esta importante modificación es solidaria de una evolución de las ideas, lo que señalaba Lacan en su comentario, que hace que Séglas se separe completamente de la influencia de la teoría de la epilepsia sensorial de Tamburini y Tanzi, que fuera su punto de partida. Puesto que a medida que los fenómenos le parecían cada vez menos sensoriales y más kinestésicos, le aparecían al mismo tiempo como menos ligados directamente al eretismo cerebral (que en realidad continuaba a ser condición necesaria pero no suficiente) Ya vimos que en 1934, la cuestión se plantea entonces en términos de lenguaje.

 

EL LIBRO DE 1892: "TROUBLES DU LANGAGE CHEZ LES ALIÉNÉS"

Dejemos que Lacan nos presente el punto que le parece central en la obra de Séglas para después abordar su texto principal : "Troubles du langage chez les aliénés".

Lacan y Séglas

"Ya se los indiqué la vez pasada recordando el carácter central en la paranoia de la alucinación verbal. Saben el tiempo que tomó percatarse de lo que sin embargo es a veces totalmente visible, a saber que el sujeto articula lo que dice escuchar. Fue necesario Séglas y su libro Lecciones clínicas. Por una especie de proeza al inicio de su carrera, hizo notar que las alucinaciones verbales se producían en personas en las que podía percibirse, por signos muy evidentes en algunos casos, y en otros mirándolos con un poco más de atención, que ellos mismos estaban articulando, sabiéndolo o no, o no queriendo saberlo, las palabras que acusaban a las voces de haber pronunciado. Percatarse de que la alucinación auditiva no tenía su fuente en el exterior, fue una pequeña revolución.

[...]

Entonces, se pensó, la tiene en el interior, y ¿qué más tentador que creer que eso respondía a la excitación de una zona que era llamada sensorial? No sabe nos si esto se aplica al ámbito del lenguaje. ¿Hablando estrictamente hay alucinaciones psíquicas verbales? ¿No son siempre, más o menos alucinaciones psicomotrices? ¿El fenómeno de la palabra, tanto en sus formas patológicas como en su forma normal, puede ser disociado del hecho, empero sensible, de que cuando el sujeto habla, se escucha a sí mismo? Una de las dimensiones esenciales del fenómeno de la palabra es que el otro no es el único que lo escucha a uno. Es imposible esquematizar el fenómeno de la palabra por la imagen que sirve a cierto número de teorías llamadas de la comunicación: el emisor, el receptor, y algo que sucede en el intervalo. Parece olvidarse que en la palabra humana, entre muchas otras cosas el emisor es siempre al mismo tiempo un receptor, que uno oye el sonido de sus propias palabras. Puede que no le prestemos atención, pero es seguro que lo oímos. Un comentario tan sencillo domina todo el problema de la alucinación psicomotriz llamada verbal, y es quizá debido a su excesiva evidencia que pasó a un segundo plano en el análisis de estos fenómenos. Por supuesto, la pequeña revolución seglasiana está lejos de haber aportado la clave del enigma. Séglas se quedó en la exploración fenoménica de la alucinación, y debió modificar lo que su primera teoría tenía de demasiado absoluta. Devolvió su lugar a algunas alucinaciones que son inteorizables en ese registro, y brindó claridades clínicas y una finura en la descripción que no pueden ser desconocidas les aconsejo conocerlas" (7, 23 de noviembre de 1955).

La clasificación clínica de Séglas

Séglas empieza su libro reduciendo las numerosas teorías sobre la alucinación a cuatro tipos: la teoría periférica o sensorial que ubica en los órganos de los sentidos al lugar de la alucinación; la teoría psíquica que la hace considerar como un fenómeno puramente intelectual, un simple hecho ideico; la teoría mixta o psicosensorial y la teoría atribuyendo la alucinación a los centros perceptivos corticales. Esta última es la que cuenta con la adhesión de Séglas. Es allí que Séglas buscará teorizar el curioso síntoma que plantea las relaciones de la alucinación con la función del lenguaje.

Con el propósito de permitir una vista de conjunto del problema de los trastornos del lenguaje en la psicosis, Séglas se aventura en un cuadro sinóptico al cual le reconoce la calidad de un simple agrupamiento que sirva de guía para la exposición.

Divide la cuestión en:

1° Trastornos del lenguaje hablado

2° Trastornos del lenguaje escrito

3° Trastornos del lenguaje mímico

A su vez el lenguaje escrito y hablado reciben una subdivisión:

Hablado:

a) Resultando de trastornos intelectuales

b) Resultando de trastornos de la función del lenguaje

c) Trastornos de la palabra

Escrito:

a) Resultando de trastornos intelectuales

b) Resultando de trastornos de la función del lenguaje

c) Trastornos de la escritura

Las alucinaciones psicomotrices verbales se ubican dentro de las disfasias funcionales, es decir resultando de un trastorno de la función del lenguaje, sin trastornos intelectuales, o sea sin déficit cognitivo. Dichas disfasias funcionales comprenden las amnesias verbales funcionales, las alucinaciones verbales y los trastornos de la palabra, las dislalias.

Las alucinaciones psicomotrices verbales se encuentran en el grupo de las alucinaciones verbales compartiendo la clase con las alucinaciones verbales auditivas (entre las cuales ubica las alucinaciones elementales, las voces y el eco del pensamiento), las alucinaciones verbales visuales (que ilustra con el célebre ejemplo bíblico del festín de Baltazar, el Mené, Thécel, Pharès, del que Lacan hablara en su seminario), y un grupo conteniendo diversos tipos de alucinaciones.

 

LAS ALUCINACIONES PSICOMOTRICES VERBALES

"Hay enfermos que dicen que una voz les habla, pero que, sin embargo, no perciben ningún sonido. Escuchan el pensamiento; es una conversación completamente interior". Atacando el problema de las alucinaciones psicomotrices, Séglas le rinde un homenaje a Baillarger quien distingue como vimos las alucinaciones psíquicas de las otras. Pero como todo homenaje, contiene una maniobra ambivalente en su seno: va a intentar absorber el descubrimiento de Baillarger en su propio modelo. "Para nosotros, en efecto, la alucinación psíquica es una verdadera alucinación al mismo título que las alucinaciones precedentes. Pero ella difiere por su naturaleza misma: es sobre todo una alucinación psicomotriz, interesando la función del lenguaje en sus elementos psicomotores" (15, p. 118-119).

Un primer punto que Séglas piensa dejar bien en claro, es que estas alucinaciones tienen que ver con la función del lenguaje. Insiste con el hecho que distingue estos fenómenos de las alucinaciones psicosensoriales: "las voces no tienen ningún sonido, ningún timbre particular, no vienen desde afuera a golpear los oídos, sino que las escuchan interiormente y sin que la oreja se vea afectada en nada. Escuchan, como decía una paciente de Baillarger, el pensamiento sin el sonido. [...] Así se sirven, para designar los fenómenos que les hacen percibir palabras sin que las escuchen realmente, de términos como: voces interiores, conversaciones de alma a alma, por intuición, por revelación, por sexto sentido... Muchos confiesan que si emplean la palabra voz es faltos de un término que exprese mejor lo que experimentan" (15, p. 121).

Estas alucinaciones implican para Séglas por un lado la intervención de la función del lenguaje y por el otro la exclusión del centro auditivo de esta función. Por extraño que nos parezca, dice Séglas, estas alucinaciones no son más que "alucinaciones verbales motrices". Y a continuación nos presenta su subdivisión de estos fenómenos.

A. Alucinaciones psicomotrices comunes

Este grupo tiene como único interés, justificar la teoría de Séglas sobre la naturaleza motriz de ciertas alucinaciones, que en este caso no tienen ninguna relación con el lenguaje. Son, por ejemplo, la alucinaciones de los amputados, las alucinaciones llamadas miembros fantasmas, en las cuales ciertas personas afirman sentir movimientos y puede describir la posición que se figura a dicho miembro. Para Séglas, dichos fenómenos pueden verse en los alienados y cita el caso de una mujer que sentía en ciertas circunstancias que su brazo derecho "se movía todo el tiempo" como la danza de Saint-Guy, verdadera alucinación de movimientos, concluye.

 

B. Alucinaciones verbales psicomotrices

Séglas considera entre los elementos constitutivos del lenguaje interior a las representaciones mentales de movimientos articulatorios. Se sirve de ejemplos sacados de escritores o de la vida cotidiana, como por ejemplo el hecho que durante la reflexión algunos individuos hablan mentalmente en lugar de leerla o escucharla. Si la representación mental es muy vívida puede ocurrir que en lugar de un pensamiento interior, el pensamiento se vea articulado en voz más o menos baja.

"En las alucinaciones que proponemos llamar verbales psicomotrices, tratamos con fenómenos idénticos [...] y los enfermos que dicen tener voces de este tipo no las escuchan por la oreja con la ayuda de imágenes auditivas de la palabra, sino que las perciben con la ayuda de las imágenes motrices de la articulación. Es lo que expresaba con justeza una de nuestras pacientes diciendo: No escucho, siento hablar"". (15, pp. 125-126).

Es aquí que Séglas va a situar su observación princeps, en la cual distingue los movimientos producidos durante la alucinación, que servirá a Lacan a mostrar que el sujeto es el emisor de su propio mensaje. Inspirado por un ejemplo de Charcot, Séglas nos habla de "Una de nuestras enfermas que tiene voces epigástricas, se expresa así: "Están las que vienen a hablar en la boca y que obligan a la lengua a moverse, pero la boca permanece cerrada y no sale ningún sonido. Comprendo lo que las voces dicen a partir de los movimientos, sin pronunciar nada, ni alto ni bajo". Otras veces ella pronuncia las palabras en voz baja e inclusive en voz alta. Dice que por momentos la voz interior no se acompaña de fenómenos de este género, pero para nosotros pasa desapercibidos. Así, delante nuestro, ella escucha dos voces interiores que conversan. Una dice : "Es una bestia"; la otra responde : "No, el no es una bestia". Digamos como pequeño apartado, que el prejuicio contra la división subjetiva es tal en la psiquiatría norteamericana, que este ejemplo de Séglas, los diálogos alucinatorios, es un síntoma patognomónico de esquizofrenia. Su sola presencia basta para hacer el diagnóstico. "Ocurre que, aunque la enferma diga que sólo esta última frase haya sido articulada al mismo tiempo por ella misma en voz baja, nosotros escuchamos muy netamente las dos frases pronunciadas en voz baja con el mismo tono, sin ninguna diferencia". (15, p. 126).

Por otra parte, la paciente es capaz de distinguir algunos de los interlocutores que se expresan por su boca y cuando ella habla, distingue su voz de las de los otros (Dios; su padre...) por el timbre y la entonación diferentes.

Si Séglas es capaz de descubrir estos fenómenos, es que no los hecha por la borda en provecho de teorías sensualistas (en cierto modo, como Clérambault, es un cierto organicismo lo que le permite alejarse de las concepciones psicologistas de su época). El acento será puesto en las diferentes subjetividades implicadas en el fenómeno. ""No puedo pensar bajo, ello me asfixia y tengo que hablar bajo, y más a menudo en voz alta cuando pienso". Aquí, como en sus conversaciones interiores, dice Séglas, el mecanismo psicológico es el mismo; la única diferencia reside en el hecho del carácter de subjetividad del fenómeno, reconocido en una circunstancia, se ve desconocido [méconnu] en el otro".

A partir de una paciente que siente movimientos de los párpados provocados por un otro, movimientos cuya significación no reconoce, y movimientos de la lengua que en cambio comprende bien, Séglas va a establecer algunas distinciones importantes recurriendo para ello al campo de la significación subjetiva de los fenómenos. Para que ella entienda lo que el del ojo quiere decir, el de la lengua debe moverla al mismo tiempo que el otro mueve el ojo. Ello basta para que Séglas distinga bien estas alucinaciones especiales de una simple interpretación delirante como algunos avanzaron contra sus argumentos. El trastorno que pone adelante Séglas interesa una función intelectual bien determinada, la función del lenguaje, y ello en uno de sus elementos constitutivos, la imagen motriz de articulación. "En esta enferma, en efecto, los movimientos que percibe en los párpados, en las narinas, aunque comparables a los de la lengua, no tienen para ella y por ellos mismos ninguna significación determinada, no le dicen nada. Y esto no tiene nada de sorprendente ya que no pueden despertar por ellos mismos ninguna imagen verbal. Ella necesita, para comprender su sentido, que se acompañen de movimientos análogos en los órganos que sirven a la articulación de las palabras y que, ellos, están en relación con las imágenes mentales diferenciadas, especializadas en el centro motor de la articulación de la función del lenguaje" (15, p. 130).

A través de estos y otros ejemplos, la empresa de Séglas llega a buen término: "tenemos derecho a decir que las alucinaciones llamadas psíquicas por Baillarger no son más que alucinaciones psicomotrices interesando el centro del lenguaje articulado" (15, p. 132). Su modelo se impone como el modelo para las alucinaciones.

A partir entonces de la imagen verbal motriz, que no puede ser localizada en otro lado que en el centro motor general del lenguaje articulado, le permite profundizar la semiología de el campo que acaba de fundar: "la imagen verbal motriz da lugar entonces a alucinaciones de intensidad diferente y pueden ser distinguidas en tres clases:

1° Primero la alucinación verbal motriz sin movimientos correspondientes de la articulación (alucinación verbal kinestésica propiamente dicha);

2° O bien, la alucinación acompañada de un comienzo de movimientos de articulación, pero sin que las palabras sean pronunciadas (alucinación verbal motriz completa);

3° O bien, en los casos más intensos, será la pronunciación completa de palabras, la alucinación se vuelve una verdadera impulsión verbal" (15, p. 139).

El punto en el que Ey va a reconocerse inmediatamente es cuando Séglas afirma que estos fenómenos implican necesariamente "una desagregación más o menos completa de la personalidad". Séglas piensa que estos fenómenos de "desagregación de la personalidad individual", de "automatismo psicológico" acompañan la evolución de la enfermedad: tenues al comienzo, acentuándose más tarde. Le parecen portadores de un pronóstico peyorativo: "marcan un estado crónico y se encuentran en relación con lo que se llama en ellos el desdoblamiento de la personalidad; son la traducción de una disociación psíquica que no hará más que acentuarse acto seguido" (15, p. 142).

C. La impulsión verbal

Estas impulsiones verbales les parecen a Séglas aproximarse tanto a las alucinaciones verbales motrices hasta confundirse con ellas. Son el mismo fenómeno que alcanza su desarrollo máximo. Ayudándose con un ejemplo que va a buscar en Griessinger, Séglas dice "tres años después el primer comienzo de la enfermedad, C.S. comenzó a escuchar hablar en ella. A partir de ese momento le venían pensamientos y dijo palabras que no tenía la intención de decir y que expresó con una voz que difería de la suya de ordinario" (15, p. 146).

También incluye aquí la locuacidad incoherente del maníaco, que sería la más alta expresión de esta impulsión patológica e ilustra sus propósitos con una citación de M. Simon: "Quien ha visto maníacos, sabe que la palabra no se detiene en sus labios, que las palabras, los cantos, los gritos se suceden sin fin, se cruzan, casi osaría decir que se chocan, se confunden, y esto hasta que el enfermo llegue a la fatiga más grande, hasta el agotamiento por el hecho de sus cantos y sus gritos. ¿Qué no es esto sino la exageración de la impulsión de la función lenguaje?" (15, pp. 148-149).

D. La palabra involuntaria e inconsciente

Esta categoría muestra una vez más el desplazamiento que introduce Séglas en su abordaje del fenómeno alucinatorio. Lo más importante no está en una sensorialidad a definir, sino en la relación del sujeto con su palabra. En esta categoría, los movimientos pasan de ser involuntarios a ser inconscientes. Esta inconsciencia es más evidente cuando los movimientos son más acentuados y que el paciente niega haberlos producidos, mientras que el observador puede constatar que los labios se mueven. Esta inconsciencia, continúa diciéndonos Séglas, puede persistir aún en los casos en que los movimientos sean suficientemente intensos para que la palabra sea articulada. "Baillarger ha reportado un ejemplo muy neto [...] "una mujer cree tener alrededor de ella, detrás del cuello, en la garganta, en el pecho, personas que no dejan de hablarle. A menudo, si uno se acerca a la cama y que no se fija más su atención, se escucha un ruido muy débil que se produce en su garganta, en su pecho. Si nos acercamos más y si escuchamos, distinguimos palabras e inclusive frases. Pero todas estas frases, la alucinada pretende que son sus interlocutores invisibles que las pronuncian y es en realidad lo que ella escucha... Por otro lado podemos asegurarnos más aún sobre este fenómeno si le rogamos a la paciente de hacer una pregunta a sus interlocutores invisibles. Escuchamos entonces la respuesta que se forma en su garganta y sin que ella tenga conciencia que es ella quién la hace. [...] Los alienados desconocen [méconnaissent] su propia voz como se la desconoce en los sueños"". (15, p.p. 151).

Y Séglas concluye con un ça n'empêche pas d'exister digno de Charcot: "Por más singular que pueda parecer a primera vista que un individuo pueda hablar en voz alta, a pesar suyo y sin tener consciencia, y atribuir a otras personas las palabras que acaba de pronunciar él mismo y que han golpeado su oreja, el hecho no deja de existir" (15, p. 152).

 

DE SEGLAS A EY

Retomemos nuestra marcha regresiva y cambiemos de dirección para ver de qué modo la revolución de Séglas impactó en la teorización de la alucinación en la psiquiatría francesa en el siglo 20. Sigamos para ello el trabajo conciso y preciso que hiciera François Sauvagnat (13).

El movimiento que empuja a Ey, que se quiere continuador de Séglas, es doble. Por un lado criticar la teoría de la imagen que servía de base a los primeros trabajos de Séglas y substituirle una percepción delirante hecha de "movimientos nacientes", pero sobre todo atacar las concepciones organicistas de Clérambault según quien fenómenos automáticos "neutros" inducirían el conjunto de la vivencia delirante como una simple superestructura. Dos puntos de apoyo: su jefe, Henri Claude para quien la cuestión esencial es la de la pseudoalucinación descripta como psicogénica, derivada de "complejos" de la personalidad, autorizando una explicación psicológica contraria a las alucinaciones "neutras" de Clérambault. Por otro lado una serie de trabajos de psiquiatras alemanes que influenciaran también a Merleau-Ponty, para quienes la cuestión de la sensorialidad exacta de la alucinación es poco decidible en la entrevista con el paciente, puesto que estos dan respuestas contradictorias, cambiantes, poco precisas. El fondo del problema consiste para Ey en un error, es decir fundamentalmente un trastorno de la conciencia, es decir una desestructuración del nivel de la conciencia. "A partir de allí, dice Lacan retomando el comentario del texto de Ey, el rasgo esencial de la alucinación, ya sea la verdadera o la pseudoalucinación, no debe buscarse en el automatismo […] sino en la perturbación del sentimiento fundamental de integración de la personalidad" (6). Esto aparece con mayor fuerza en el libro Hallucinations et Délires en su segunda parte en la cual estudia los síndromes de acción exterior, desarrollados por Henri Claude. "Esta primera parte, dice Lacan, no toma toda su importancia más que después del conocimiento de la segunda. En esta segunda parte, en efecto, Henri Ey reintegra la alucinación psicomotriz en las estructuras mentales y los comportamientos delirantes de los cuales él ha mostrado que no puede ser separada" (6). Para Sauvagnat, una de las claves es que Lacan va a evitar el problema espinoso de las alucinaciones prefiriendo referirse a la interpretación o la intuición delirante y los sentimientos de influencia, compartiendo el trayecto de Ey de absorción de la alucinación en los otros fenómenos delirantes.

DE EY A LACAN

En "Ecrits inspirés: schizographie" (1931) escrito en colaboración con Lévi-Valensi y Migault, Lacan va a describir una serie de fenómenos de una paciente dada por paranoica. Se va a ocupar de hacer un balance de los fenómenos elementales "impuestos", de "acción exterior", rechazando tomar en cuenta el automatismo neutro que teorizaba por aquel entonces Clérambault. El análisis que hace Lacan apunta a desmentir el automatismo mental de Clérambault. En esta paciente, los fenómenos de acción exterior "se reducen a los más sutiles que sean dados en la consciencia mórbida" (citado por Sauvagnat, 11). En este texto, propone de sumar los fenómenos de interpretación delirante a la masa de fenómenos de acción exterior.

El año siguiente, en la Tesis, Lacan nota que el estudio de la interpretación delirante se ha tornado particularmente difícil por la focalización de los autores franceses en la cuestión del automatismo psicológico. Lacan intenta un movimiento que absorba la alucinación desde la interpretación, mostrando que el automatismo pude reducirse en la mayoría de los casos a la simple discontinuidad del delirio con relación a la personalidad anterior. Lo esencial de su trabajo lo va a llevar a desarrollar la cuestión de la significación personal (Krankhafte Eigenbeziehung) de Neisser. La alucinación, apareciendo como un fenómeno más automático corría el riesgo hacerlo alejar de la psicogénesis que defendía en ese entonces.

Sin embargo, en 1946, confrontado otra vez a su amigo Ey, Lacan a mostrarse mucho más crítico con respecto a sus ideas. Al término de error de Ey, Lacan va a oponerle desconocimiento [méconnaissance], que es el término de Séglas como ya vimos. Si, junto a Ey, Lacan nota que en los sentimientos de influencia y de automatismo el sujeto no reconoce sus propias producciones como siendo suyas, todo el problema se centra para Lacan en el hecho que el sujeto tenga conocimiento, que surja un "saber supuesto" absoluto más allá del desconocimiento, punto que Ey no abordará nunca.

A partir del Seminario III Las Psicosis, Lacan va a retornar al problema de la alucinación y para ello vuelve a rescatar la obra de Séglas, discreta entre sus referencias hasta 1955. Desde el momento en que la supremacía de la cadena significante sobre el orden imaginario será más precisamente abordada, teniendo como correlato la diferenciación en el seno del lugar del Otro, del Otro de la ley dando consistencia al Otro del lenguaje, el problema se plantea en términos diferentes.

En la Cuestión preliminar Lacan va a dar una primera teorización del fenómeno alucinatorio a partir del nuevo punto de vista introducido en su teoría. Inspirado por la cibernética, retoma una cierta inspiración del orden de las máquinas, lo que significa un gran cambio de punto de vista con relación a los primeros textos. Este retorno a Clérambault, Sauvagnat no descarta que sea un efecto irónico y que cuando "Lacan dice "Clérambault mi único maestro, ¿hasta qué punto no es para contrariar a Henri Ey?" (12). En todo caso, insistiendo sobre la organización significante del perceptum, Lacan explica que la alucinación verbal no es reducible ni a un sensorio particular, ni a un percipiens, un sujeto percibiente que sería capaz de darle una unidad. Emerge un principio de la entrevista clínica con los sujetos alucinados: apuntar al perceptum y no al percipiens y someterse integralmente a las posiciones propiamente subjetivas del paciente. En lo que concierne a la objetivación, Lacan no la hará el resultado de una síntesis subjetiva como sí lo hace Ey en 1973.

Sauvagnat afirma entonces el caso de un sujeto confrontado a una cadena significante: "el sujeto habla, y lejos de escucharse en una resonancia inefable […] no se escuchará, no podrá escucharse sin dividirse. Pero cuando esto no es posible, es decidir en la psicosis, tres particularidades son identificables: - la voz se impone al, sujeto; - toma una realidad proporcional al tiempo que comporta su atribución subjetiva: este grado de irrealidad más o menos grande es notable en Schreber y depende de la consistencia del Otro; - es distributiva, supone muchos locutores; por definición toda palabra supone varias personas gramaticales (yo, tu, él)" (11, p. 38-39). Así la sensorialización o la objetivación no serán más que índices de la consistencia del Otro. De ese modo es posible considerar que la elaboración progresiva de la metáfora delirante pueda poner fin, o al menos volver menos insistentes las voces alucinatorias.

Con el caso Joyce una nueva formulación del problema tiene lugar. A partir de una presentación de enfermos, el célebre "hombre de las palabras impuestas" va a permitirle retornar a la pseudoalucinación como fenómeno de parasitismo psíquico. Sólo que esta vez será pensado como una intuición, un presentimiento por parte del psicótico de la verdadera naturaleza del lenguaje: de ser un parasitismo psíquico. El paciente que evoca Lacan pasará de las alucinaciones psíquicas a un sentimiento de influencia: "Después de haber tenido el sentimiento, que yo considero sensato, de palabras que le eran impuestas, tuvo también el sentimiento que estaba afectado de lo que llamaba telepatía, por lo que quería decir no que estuviera advertido de las cosas que les ocurrían a los otros, sino que todo el mundo estaba advertido de lo que él se formulaba, aparte de él y muy especialmente de las reflexiones que le venían en margen de las famosas palabras impuestas" (Lacan, citado por Sauvagnat, 11).

EN CONCLUSION

Sauvagnat concluye su trabajo poniendo el acento que, lejos de constituir una ruptura con relación al movimiento anterior de "desensorialización" de las alucinaciones, que Ey había visto en los trabajos de Séglas y Baillarger, la tradición lacaniana se propone de sacar todas las consecuencias. Toda una tradición de la clínica psiquiátrica francesa se encuentra resumida en este eje que podemos construir de Esquirol, pasando por Baillarger y Séglas, y terminando de Ey a Lacan, alrededor de los fenómenos de la alucinación verbal y sus relaciones con el lenguaje. De ese modo el quiproquo que planteaba Allouche al comienzo de nuestro trabajo encuentra su respuesta.

 

BIBLIOGRAPHIE

1. Allouch (J.), Erotique du deuil au temps de la mort sèche, E.P.E.L., 1995, p. 88

2. Billet L. Séglas et l'hallucination verbale motrice, Quarto 1992, n° 28, p. 72 à p. 76.

3. Ey H. Hallucinations et délire. Les formes verbales de l’automatisme verbal, (1934), Préfacé par J. Séglas, réed. L’Harmattan, 1999.

4. Ey H., La discussion de 1855 sur l'hallucination, Annales Médico-Psyhologiques, N° 4, Avril 1935

5. Ey H., Traité des Hallucinations, Masson, 1973.

6. Lacan J. Compte-rendu Henri Ey : Hallucinations et délires, Paris, F. Alcan, 178 pages, L'Evolution Psychiatrique 1935, fascicule n° 1, pp. 87-91

7. Lacan J., Le Séminaire Livre III, Les Psychoses, Seuil, 1981.

8. Lantéri-Laura G., Les hallucinations, Masson, 1991

9. Hulak F., La division subjective à ciel ouvert : Séglas et l’invention de l’hallucination psychomotrice, in Divisions subjectives et personnalités multiples, Presses Universitaires de Rennes, 2001.

10. Sauvagnat F., Vaisserman A., "Phénomènes élémentaires" psychotiques et manœuvres thérapeutiques, Revue Française de Psychiatrie, N° 10, Déc. 1990, pp. 20-26.

11. Sauvagnat F., La question des hallucinations verbales chez J. Lacan, Cahier (ACF-VLB) 1996, N° 5, pp. 31-41.

12. Sauvagnat F., in La Psychose ordinaire, La convention d'Antibes, Le Paon, Diffusion Seuil, 1999, p. 244.

13. Scilicet N°1, Introduction critique à l'étude de l'hallucination, Editions du Seuil, 1968, p. 120-134.

14. Séglas J., L’hallucination dans ses rapports avec la fonction du langage, Progrès médical, T VIII, N° 34, 1888.

15. Séglas J., Des Troubles du langage chez les Aliénés, Rueff Editeurs, Paris, 1892.


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