Seminario
Nociones de la Psiquiatría
Francesa
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Dictado por : Eduardo T. Mahieu
Clase 6.a
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6. Psicosis y ensueño en la psiquiatría francesa (1° parte)
Las relaciones entre psicosis y ensueño se han visto interrogadas desde la antiguedad. La variedad de abordajes va, desde la antiguedad con los filósofos, teólogos, médicos, hasta nuestra actualidad con neurólogos, psiquiatras, psicoanalistas, neurofisiólogos.
Como dice nuestro colega P. Belzeaux (1), los "operadores lógicos" sueño y ensueño, son comunes a la neurofisiología, la psiquiatría, el cognitivismo, el psicoanálisis, y pueden servir para establecer lazos entre las diversas disciplinas, o para marcar divergencias. Las cuestiones de las relaciones entre la Conciencia y el Inconciente, entre el mundo particular del hombre y su mundo común, entre el cerebro y el espíritu (rogamos evitar darle a este término toda connotación religiosa), enfin, un cuestionamiento antropológico, todo ello se ve contenido en este nudo gordiano.
Podríamos pensar que el debate se ha agotado y que la psiquiatría contemporánea ya no tiene nada que decir de una cuestión que sería pura metafísica. Nada de eso. Este debate contiene también las relaciones entre psicosis agudas y delirios crónicos, entre psicosis y confusión mental, entre síntomas positivos y negativos y, en el psiconálisis de orientación lacaniana, las relaciones entre momento fecundo y estabilización imaginaria, entre la deslocalización del goce y su significantización.
No nos proponemos en la mayoría de los casos más que alcanzar un cuestionamiento de superficie y, en el mejor de los casos un planteamiento del problema. La psiquiatría francesa, se sintió de talla para atacar ese nudo. De Moreau de Tours a Lasègue, de Ey a Lacan, y hasta nuestros contemporáneos Maleval, Belzeaux, etc, esta cuestión encierra una gran parte del tesoro clínico de la psiquiatría; la riqueza clínica que generó esta cuestión, es lo que intentaremos rescatar en primer lugar.
ALGUNOS ANTECEDENTES
Henri Ey recuerda algunos de los antecedentes históricos de la cuestión (3, p. 31). Además de Hipócrates, Galeno, Alejandro de Tralles, Ey se detiene un poco para citarnos la frase de Aristóteles: "Es evidente, que la causa que hace que en ciertas enfermedades, uno se engañe aún completamente despierto, es la que en el sueño produce en nosotros el ensueño". También recuerda la frase de Spinoza, para quién "El error no es más que el sueño de un hombre despierto: en un cierto grado se transforma en delirio". Kant también se ocupó de la cuestión afirmando: "El loco es un dormido despierto". Hegel era de la misma opinión: "La conciencia objectiva de los locos se manifesta de muchos modos. Por ejemplo, los locos saben que están en una casa de locos; conocen a sus guardianes; sabe que sus compañeros también son locos, bromean con ellos acerca de su locura; se los emplea a todo tipo de oficios y hasta algunas veces se los utiliza como guardianes. Pero al mismo tiempo sueñan despiertos y están fijados en una representación particular que no podría ponerse de acuerdo con su conciencia objetiva" (Philosophie de l'esprit, citado por Swain - 15). Terminemos este recorrido con la citación de Schopenauer, que Freud mismo citara: "El ensueño es una locura corta, y la locura, un largo ensueño".
LA INTEPRETACION DE LOS SUEÑOS
Sigmund Freud le prestó cierta atención al problema en su célebre Traumdeutung. Le reserva un apartado en el capítulo I, dedicado a la literatura científica sobre los problemas oníricos. Freud recuerda que el problema de "las relaciones del sueño con las perturbaciones mentales pueden referirse a tres cosas: 1° A relaciones etiológicas y clinicas cuando un sueño representa o inicia un estado psicótico o queda como residuo del mismo. 2° A las transformaciones que la vida onírica sufre en los casos de enfermedad mental; 3° A relaciones internas entre el sueño y las psicosis" (5). S. Freud pasa en revista los trabajos científicos dedicados a la cuestión, entre los cuales notamos los trabajos de Maury, Cabanis, Lélut, Moreau de Tours y Maine de Biran. Además Freud recuerda la posición de Griesinger, un autor en el se inspirara varias veces, que "descubre con toda claridad la realización de deseos como un carcácter de la representación, común al sueño y la psicosis. Mis propias investigaciones me han mostrado que en esta hipótesis puede hallarse la clave de una teoría psicológica del sueño y de la psicosis". Sin embargo la vía que seguirá Freud con respecto al tema diverge de la de los psiquiatras: "No habremos de esperar que las perturbaciones mentales nos procuren la explicación definitiva de los sueños, pues nuestro conocimiento de dichas perturbaciones es aún muy poco satisfactorio. En cambio, es muy verosímil que una nueva concepción de la vida onírica influya en nuestras opiniones sobre el mecanismo interno de las perturbaciones mentales, y de este modo podemos afirmar que al esforzarnos en esclarecer el enigma de los sueños laboramos también en el esclarecimiento de las psicosis".
La cuestión es: ¿hasta qué punto metáfora, es decir analogía, y hasta qué punto identidad? Es con Moreau de Tours que dicha oposición hace su entrada polémica en el campo de la psiquiatría.
¿QUIEN ES MOREAU DE TOURS?
Jacques-Joseph Moreau, dit Moreau De Tours, nació el 3 de junio de 1804 en Montrésor, cerca de Tours en donde hizo sus estudios de medicina. Los estudios de psiquiatría los realizó en Paris, con Esquirol, de quién fue el interno durante varios años, en el asilo de Charenton. "La influencia de lo físico en relación al desorden de las facultades intelectuales y en particular en esta variedad de delirio designado por Esquirol bajo el nombre de monomanía", es el título de su tesis, sostenida en 1830. Antes de comenzar su carrera de alienista, parte en un viaje terapéutico acompañando a una rica paciente de Esquirol, a Asia Menor, Siria, Palestina, Egipto y Nubia. Es en el curso de este periplo mediterráneo y oriental, que experimentó el hashish, que se da en cierta forma el origen de su obra psicopatológica. "Descubre, dice Postel, que hay una cierta analogía, e inclusive para él, una verdadera identidad entre la intoxicación por esta droga y lo que él llamaba (en referencia a Maine de Biran y Jouffroy) "el estado primordial del delirio". Los dos estados siendo idénticos, según él, se puede admitir que la locura no es nada más que un estado particular de la intoxicación cerebral comportando una especie de sueño, que se continúa indefinidamente" (11). Este descubrimiento, dice Stagnaro, originó la elaboración de su texto "Del haschich y de la alienación", de 1845", (14) texto que forma parte de las referencias bibliográficas de "La Interpretación de Sueños" de Freud. Junto a hombres de letras y otros médicos, Théophile Gauthier publica en 1946 en la Revue des Deux Mondes : "Le club des hachichins", que frecuentan Baudelaire, Delacroix, Gérard de Nerval y otros, y le dan al hachisch una súbita celebridad.
En 1855, con su segundo trabajo "Sobre la identidad del estado de sueño y la locura", desencadena un debate sobre las relaciones entre ambos fenómenos. Es duramente criticado por Delasiauve. Moreau de Tours será jefe de servicio en La Salpêtrière. Muere en 1884.
IDENTIDAD ENTRE ENSUEÑO Y LOCURA
¿Porqué iniciar la cuestión con Moreau de Tours? Simplemente porque es el primero que plantea una hipótesis de identidad entre el ensueño y la locura.
En su texto sobre Del haschich y de la alienación mental (10), en el cual relata las conclusiones que extrae (y que extrapola) de su experiencia con el haschich, Moreau de Tours afirma su metodología, y a la vez, su hipótesis de partida:
"Tal como se podrá juzgar a continuación, solo necesité calcar de cierta forma los principales fenómenos del delirio [nota de pié de página: Empleo indistintamente las palabras delirio, locura, alienación mental, para designar los desórdenes de la mente ] sobre los desarrollados por el haschich, aplicándole a los primeros el modo de explicación que me daba el examen de lo que me estaba ocurriendo con los segundos.
De esta forma, y guiado exclusivamente por la observación, pero por este tipo de observación que sólo atañe a la conciencia o al sentido íntimo, creí poder remontarme a los orígenes primitivos de todo fenómeno fundamental del delirio.
Hubo un hecho que me pareció el hecho primitivo y generador de todos los demás: lo llamé hecho primordial". Como veremos, Henri Ey va a otorgarle la mayor importancia a esta expresión de Moreau y la va a asimilar a la expresión de Jaspers experiencia delirante primaria, y la va transformar en uno de los pivotes de su concepción órganodinamica.
"En segundo lugar, debí admitir, para el delirio en general, una naturaleza psicológica, no sólo análoga, sino absolutamente idéntica a la del estado de los sueños" (10, p. 23).
De esta forma planteaba un debate en el seno de la psiquiatría francesa, que alcanza nuestra actualidad, puesto que esta controversia entre la analogía o la identidad del sueño y la locura, la encontramos en las relaciones complicadas que mantienen las psicosis agudas y las psicosis crónicas, y por ejemplo, un autor como Maleval no puede dejar de abordar y de tomar posición frente a tal problema en uno de sus últimos libros (9) del cual hablaremos más adelante.
Pero esta obra mayor de Moreau de Tours, contiene una serie de intuiciones clínicas, que también dejarán sus huellas en la psiquiatría francesa del siglo 20. Este texto ejerció una gran importancia sobre Henri Ey quien en su libro editado en 1948 en Lima, Ensueño y Psicosis (3), y del cual el Etude N° 8 de sus Etudes Psychiatriques, considerados por Jean Garrabé (6) como uno de los más importantes de la psicopatología francesa, no es más que una traducción, afirma su total acuerdo con las tesis de Moreau. Celebremos que en aquella época, una de las glorias de la psiquiatría latinoamericana, Honorio Delgado (uno de los personajes que aparecen en La Tía Julia y el Escribidor, de Vargas Llosa ), se encargaba de recibir y anticipar lo más progresista de la psiquiatría mundial, y en particular francesa.
Dejemos a Moreau de Tours ir hasta el fondo de su pensamiento a través de las citaciones de las cuales se sirve Ey para su trabajo: "A medida que, bajo el efecto del haschich, se desarrolla el hecho psíquico que acabo de señalar, una profunda modificación se opera en todo el ser pensante. Sobreviene insensiblemente, sin darnos cuenta y a despecho de todos vuestros esfuerzos para no ser tomados desprevenidos, sobreviene - digo - un verdadero estado de ensueño, pero de ensueño sin sueño!" (3, p. 33).
En una separación que recuerda aquella de Heráclito entre lo koinokósmico y lo idiokósmico, Moreau de Tours prosigue: "Han sido dados al hombre dos modos de existencia moral, dos vidas. La primera de estas dos existencias resulta de nuestras relaciones con el mundo exterior [ ] nos es común con los seres que se nos asemejan. La segunda no es sino el reflejo de la primera [ ] pero sin embargo es completamente distinta de ella. El sueño es es como una barrera levantada entre ambas, el punto fisiológico donde termina la vida exterior y comienza la vida interior. [ ] Pero sucede que bajo la influencia de causas variadas, físicas y morales, esas dos vidas tienden a confundirse, los fenómenos propias a una y a otra, a aproximarse, a unirse en el acto simple e indivisible de la conciencia del yo. Una fusión imperfecta se opera, y el individuo, sin haber abandonado totalmente la vida real, pertenece bajo muchas relaciones, por diversos puntos intelectuales, por falsas sensaciones, por creencias erróneas, etc., al mundo ideal. Este individuo es el alienado, sobre todo el monomaníaco, que presenta una mezcla tan extraña de locura y de razón 1, y que, como se ha repetido tan a menudo, sueña despierto, sin dar otra importancia a esta frase, que a nuestros ojos, sin embrago, traduce con una justeza absoluta el hecho psicológico mismo de la alienación mental" (3, p. 33).
En este texto tan rico de implicaciones teóricas y clínicas, Moreau de Tours abordará otros puntos que hacen nudo en la psiquiatría: la relación del delirio y del error, la relación del sujeto de la percepción y su percepción, dicho en otros términos del perceptum al percipiens, de la alucinación y del sueño, de los aspectos positivo y negativos de la enfermedad, y muchas de sus intuiciones clínicas anticipan otras por venir.
"A nuestros ojos, por simple que se la suponga, por apariencias de razón que desenvuelva, la idea fija no puede ser sino el resultado de una modificación profunda, radical de la inteligencia, de un trastorno general de nuestras facultades. Es el indicio de una transformación total del ser pensante, por lo menos, en los límites de una cierta serie de ideas" (3, pp. 33-34). Comprendemos fácilmente como estos pasages han podido apasionar Henri Ey, quien no dudaba en intronizar a Moreau de Tours como uno de los primeros organodinamistas, avant la lettre. Pero no sólo Ey podría verse de acuerdo con estos propósitos de Moreau. Ellos constituyen una apología de una semiología anti-atomista, es decir que deber ser pensada al interior de una totalidad, forma gestáltica o estructura, más tarde se discutirá
"Se le ha confundido a veces, continúa Moreau de Tours, sobre todo, en los últimos tiempos con el error. Es una falta contra todas las nociones psicológicas. Un loco no se engaña. Obra intelectualmente en una esfera esencialmente diferente de la nuestra, de aquella "in qua movemur et sumus" (en la cual nos movemos y estamos). Como alienado tiene una convicción tal que ni la razón ajena, ni la suya propia podría prevalecer". Qué anticipación fulgurante de la cuestión de la idea delirante, y de un vuelco dialéctico entre un negativo, el error, y un positivo, la creencia que Lacan hace suyo en los Propos sur la causalité psychique. Evidentemente, la cuestión para Moreau de Tours es afianzar su tesis de la identidad entre el ensueño y la locura: "Ningún razonamiento, ningún pensamiento del estado de vigilia podrían enderezar los razonamientos y los pensamientos del estado de ensueño. La misma diferencia existe entre el hombre alienado y el hombre razonable (entiendo que hablamos del mismo individuo), que entre el hombre que sueña y el hombre que está despierto. Las ideas fijas no son, por así decirlo, sino partes desprendidas, verdaderos fenómenos episódicos de un estado de ensueño quien, en los límites de esas ideas, continúa en la vigilia" (3, p. 34).
Recordemos, antes de continuar, que esta obra de Moreau de Tours, figuraba entre las referencias bibliográficas de la Tramdeutung de Freud, quien le consacrara un capítulo a esta cuestión. "En algunos aspectos, dice Moreau, el hombre en estado de ensueño experimenta en grado sumo todos los síntomas de la locura: convicciones delirantes, incoherencia de las ideas, falsos juicios, alucinaciones de todos los sentidos, terrores pánicos, exaltaciones, impulsiones irresistibles, etc., etc. [ ] Una sola facultad subsiste y adquiere una energía, una potencia que ya no tiene límites. De vasalla que era en el estado normal o de vigilia, la imaginación se vuelve soberana [ ] la "folle du logis" [la loca de la casa] se ha convertido en ama". Que el proceso primario y secundario, metáfora y metonimia, el desencadenamiento del imaginario, sean los mismos en el sueño y en la locura, pone de acuerdo a todo el mundo: Moreau de Tours, Freud, Ey, Lacan El punto que va a constituir la línea divisoria de aguas es, como tratáramos de demostrar hace un cierto tiempo (8), es la concepción del hombre normal, de la supuesta maîtrise de la conciencia y que va a enfrentar Lacan a Ey, o sea la relación entre la Conciencia y el Inconciente.
Continuemos la visita guiada que Henri Ey nos porpone de la obra de Moreau de Tours. Moreau comienza a sacar conclusiones: "De estos datos generales resulta: 1° Que no existe propiamente dicho, como lo dijimos precedentemente, alucinaciones sino un estado alucinatorio". Si Ey retiene la atención sobre este punto, es que es uno de los puntos claves de la psicopatología; ¿la alucinación es un elemento patológico que se impone a la conciencia, o un fenómeno patológico que incluye la conciencia percibiente? Pensamos que no es otra cosa lo que dice Lacan cuando afirma en la Question préliminaire lo que tiene de escolástico de pedirles explicaciones al percipiens sobre el perceptum, perceptum sin objeto, que es la alucinación (7, p. 532) exigiendo de tomar en cuenta que la alucinación no es reductible ni a una sensación, ni a la conciencia percibiente. Evidentemente, Moreau vive inmerso en el sensualismo de su tiempo: "2° Debemos ver en las alucinaciones un fenómeno psicológico sumamente complejo [ ] En este estado idéntico (desde el punto de vista psicológico) al estado de sueño, el alma se libra entera a la vida inerior [ ] En el estado normal, pensar es hablar ineriormente; en el caso en el cual se encuentra el alucinado, es hablar en voz alta: el alma no puede entonces hablar su pensamiento sin escucharlo, en virtud del estado particular en el cual se encuentra, estado en el cual todas las creaciones de la facultad imaginativa toman necesariamente formas sensibles. Entonces, cuando pensamos hablamos mentalmente. Ninguna idea se despierta en nosotros si no es por intermedio del signo escrito o sonoro que la representa. Estudiémosnos atentamente y reconoceremos sin pena que, cuando pensamos, escuchamos de algún modo el sonido de las palabras que traducen nuestro pensamiento [ ]. [El alucinado] atribuirá, transportará a seres fictivos, creados por su imaginación, sus propios pensamientos que llegarán a su oreja como si vinieran realmente de otros que él mismo".
LAS DISCUSIONES DE 1855
El año de 1855 ve desarrolarse un vasto debate en la Société Médico-Psychologique sobre la tesis de Moreau de Tours, que es considerada por sus contemporáneos como "organicista". Henri Ey recuerda este debate diciendo que "representa la mejor discusión sobre el problema central que nos ocupa. Bousquet se levanta contra la idea defendida con vigor por Moreau de querer integrar la locura en la organización y el ensueño en un desarreglo del cerebro; observa que si no hay locura sin lesión cerebral, es preciso decir la misma cosa del sueño" y pretende que lo que puede valer para el "delirio" (en el antiguo sentido de la palabra 2) [délire], no podría valer para la locura [folie] que es ante todo error" (citado por Ey - 3, p. 36). La tesis de Bousquet pasa en su momento por "psicogenetista".
Baillarger también interviene en el debate adoptando una postura que podríamos llamar intermedia: "Tratando de establecer que la condición primaria del delirio es el automatismo de la inteligencia, he intentado demostrar al mismo tiempo la analogía que existe entre estos estados y los ensueños, puesto que en los dos casos la condición principal sería la misma [ ] M. Moreau tiene perfectamente razón de aproximar el "delirio" a la "locura", de buscar en los sueños y en los trastornos intelectuales observados en la embriaguez y el narcotismo la imagen, el grado inicial de la alienación mental, y que es una blasfemia decir que la anatomía y la fisiología patológicas no han aclarado la historia de la sinrazón humana" (citado por Ey, 3, p. 37). Muchos otros autores participan al debate. Henri Ey parece lamentarse que a partir de dicho año, la tesis de Moreau de Tours es abandonada: "Es en el terreno de la descripción clínica pura, de las "analogías" y no ya sobre una teoría de la profunda identidad de mecanismo, que el problema de las relaciones del ensueño y de las psicosis en efecto, va a encontrarse ahora colocado hasta Freud" (3, p. 37). Es en ese contexto que el célebre texto de Lasègue debe situarse.
EL CONTRAPUNTO DE LASEGUE
Lasègue nace en 1816 (12). Realizó estudios superiores de literatura y a los 23 años es profesor de filosofía en el colegio Louis-le-Grand de París, uno de los más prestigiosos como ya dijéramos. La amistad de Claude Bernard y Bénédict Augustin Morel (el padre de la teoría de la dégénérescence) lo inclinan por los estudios de medicina. Realiza una tesis doctoral sobre la teoría de Stahl (uno de los más importantes defensores del vitalismo) y empieza una carreara hospitalo-universitaria en los hospitales de París. Desarrolló funciones de perito medico-legal y será jefe de servicio de la célebre Enfermería del Depósito de la Concergería, donde pasarán más tarde Legrand du Saule y G. de Clérambault. Pasa por un defensor de las teorías psicogenetistas de su época frente a otros como Moreau de Tours, Falret, Baillarger. La influencia de la escuela psiquista alemana se hace sentir en sus textos. Sin embargo fué siempre bastante prudente con respecto alos grandes sistemas que florecían en la patología mental, y Postel lo sitúa como un clínico antes que nada.
Y, evidentemente no se trata de un epíteto que lo sitúe en segunda línea. Su contribución clínica es verdaderamente impresionante. Fué el primero a individualizar el delirio crónico de persecución (1852), el delirio a dos (délire à deux) (1877, junto a Jules Falret), el exibicionismo (1877), la anorexia histérica (1873), etc.
Lasègue toma partido contra Moreau de Tours, y trata de distinguir con cierta precisión clínica el delirio crónico del delirio alcohólico, puesto que esencialmente el alcohólico es capaz de "criticar" y de tomar distancia con respecto a su delirio. En suma, "sueña, pero se despierta cada tanto". Stagnaro (14) recuerda que dos años después de su muerte en 1884, sus trabajos fueron reunidos en dos volúmenes bajo el título de Etudes médicales.
"EL DELIRO ALCOHOLICO NO ES UN DELIRIO, SINO UN SUEÑO"
"Para establecer una comparación entre delirio y sueño, hay que determinar, lo que no es cosa fácil, el valor de cada uno de estos términos". Evidentemente, los malentendidos generados por palabras tan vagamente definidas como ensueño, locura, delirio, se encuentran a la base de tal polémica. Lasègue va a librarse entonces a un intento de tipología del ensueño, definido como unestado mitad fisiológico y mitad patológico en el cual las alucinaciones visuales son constantes. Justamente "las alucinaciones de la vista, que constituyen la esencia misma del sueño, ofrecen algunbas particularidades; voy a señalar aquellas que encontramos, en cierto grado, en el delirio alcohólico". Lasègue opone el "hombre sano de espíritu durante el día", al "delirante, exclusivamente en su forma soñante, durante la noche".
Su modelo lo constituye en delirio alcohólico, también conocido como delirium tremens. Intenta en su texto demostrarnos tres hipóteis.
La primera es que el sueño del alcohólico es idéntico al delirio diurno, hecho clínico de gran utilidad en los diagnósticos diferenciales. El reverso de dicha hipótesis, también explícitamente enunciado por Lasègue, es que "ningún alienado sueña conformemente a su delirio diurno".
Lasègue apoya su tesis con sus propias investigaciones (que lamentablemente no aporta en su artículo) y trata de darnos referencias clínicas permitiendo distinguir el delirio alcohólico del delirio del alienado en sus relaciones con el sueño. Afirma que muchos de sus colegas, solicitados con ese propósito, "Fueron unánimes en declarar que el sueño es supensivo del delirio, que si el enfermo sueña - y no faltaría más para que los alienados sean más soñadores que otros hombres - es fuera de las divagaciones de día que su imaginación se despliega. El perseguido no lo es más en sueños, el paralítico general se reposa de sus aspiraciones ambiciosas, el maníaco, cuando duerme, puede tener el sueño plácido de un niño".
Por más discutibles que sean, estos propósitos encierran toda la problemática entre delirium, la confusión, los estados crepusculares de la conciencia, los trastornos psicóticos agudos, del delirio del delirante crónico. Poseen además la virtud de postular una diferencia cualitativa entre el delirio y el ensueño.
En cambio, el delirium tremens posee otras características:
"Se impone al observador de descomponer toda crisis de delirium tremens en tres tiempos:
1° período de delirio exclusivamente nocturno, con regreso a la salud mental durante el día;
2° delirio diurno, pero, todavía a este estadio, predominante por la noche;
3° convalescencia".
Siguen una serie de viñetas clínicas con las cuales Lasègue ilustra sus propósitos, entre las cuales retenemos las siguientes:
"R , de 48 años, técnico en óptica y mercader de vinos, bebedor incorregible según su mujer, a sufrido cirsis frecuentes, bastante duraderas, que se reducen a sueños y a la agitación que seguía al despertar sobresaltado. Despierto, repetía sus sueños como realidades, pero no experimentaba alucinaciones diurnas".
"G , 48 años, a cometido una tentativa de suicidio a dos, arrojándose en un canal con su amante, dos años antes del examen.
Hace un mes, se ve sacudido en su oreja, durante la noche, lo que lo depsierta sobresaltado; en el mismo momento, la idea de que va a ser arrestado le viene al espíritu y no lo abandona más. Alucinaciones visuales confusas; le pasan delante de los ojos cincuenta objetos, que no puede distinguir. Ve gente en la calle que le dirigen gestos amenazadores y huye.
Siguen interpretaciones breves, vagas, que enuncia sin prestarles interés. Probablemente se lo toma por un comunero; se habrían hecho falsos documentos, un mercader de vino está en el asunto y lo ha denunciado, etc. El delirio aparecido bruscamente continúa flotante, sin sistematizarse. Las acciones del paciente son conformes a la indecisión de su inteligencia. Erra en las calles, sin ser agresivo; circula día y noche en las mismas localidades. Cuando se lo interroga, responde pasivamente, y el mejor término a emplear para expresar su presentación sería decir que no está dormido ni despierto".
Una vez admitida la continuidad del sueño y del delirio, Lasègue se aplica a interrogar las relaciones que el delirio alcohólico mantiene con el sueño tal y como aparece fuera de todo trastorno alcohólico, lo cual constituye su segunda hipótesis.
El sueño, porta no esencialmente sino exclusivamente sobre alucinaciones visuales, dice Lasègue. Los otros fenómenos, considerados alucinatorios, no merecen de su parte tal denominación. Las alucinaciones auditivas en el sueño le parecen sumamente confusas. "Entre la cantidad de animales que acosan al alcohólico, no figuran bestian que aullen, ladren o relinchen: son siempre animales mudos, cuanto más un pinsón o un gorrión que depositan una nota agria en el medio del silencio. ¿Son estos fenómenos, para quien conoce su exigente insistencia, las verdaderas alucinaciones del oído?".
Y Lasègue señala un punto clínico interesante en su comparacíón entre los fenómenos alucinatorios auditivos en lo que hoy llamamos psicosis y los fenómenos de delirium:
"Nunca una alucinación auditiva no precede la visual, como: "Ellos me tenían enojo desde hace tiempo, me acusaban de haber formado un complot con sus enemigos; las voces me repetían día y noche: Lo pagarás caro, prepárate, tu asunto está terminado. Temía a cada instante su malhumor. La noche precedente subieron por la ventana" Esta inversión, continúa Lasègue, no existe [en el delirium] y, si es raro que la alucinación de la vista se combina con la del oído, es contrario a la experiencia que la alucinación del oído engendre la de la vista [ ] El alcohólico, al igual que el soñador, está en movimiento incesante, físico y moral, durante la crisis. Sus relatos son largos, pero compuestos de frases entrecortadas, sin lazo lógico. Hechos y no reflexiones, aún menos sorpresa y crítica".
La tercera de sus hipotésis la constituye el hecho, que Lasègue considera que no se le ha atribuído la importancia suficiente, a la posibilidad que posee el deliro alcohólico de suspenderse: "Estas remisiones o más bien estas intermisiones son en general de corta duración y no hay que confundirlas con los períodos de estupefacción muda [ ]. La momentánea interrupción del delirio se hace en las condiciones de todo despertar brusco y pasajero durante el curso de un sueño ahora patológico a cualquier título".
Veamos un ejemplo de Lasègue:
"F , 35 años, trabaja en el mercado de Halles, leve temblor, insomnio desde hace un par de noches, sueño transformado previamente durante unos quince días: "Esta mañana quisieron matarme; yo veía que el equipo era cada día más fuerte; me guardaban rencor porque yo trabajaba más que ellos. Dijeron que estaba muerto. Formaron una banda, no pudieron atraparme, me puse e, guardia, los veía de costado, llamé a los policías, no venían". F. es locuaz, bastante animado. En medio de esta confusión delirante, se le pide que se calle, pero él sigue. Lo tomo por el brazo, lo sacudo como se sacude a un hombre para que despierte, se asombra, me mira, y responde con perfecta pertinencia al interrogatorio sobre su edad, su profesión, sus preocupaciones, su familia, su infancia. De vez en cuando, parece que va a recaer y basta con sacudirlo nuevamente con ciertas interjecciones para que retome el hilo de sus ideas razonables. Lo dejo otra vez librado a sí mismo, fingiendo escribir; retoma su postura; su fisionomía asombrada y recomienza: "Si no ubiera cerrado la puerta, pasaba, mi tabaco estaba en la habitación con el azúcar; idea de envenenrme, corté la soga de la estufa", etc.". Es volver a la razón al alcohólico que duerme despierto.
Para Lasègue, la experiencia se puede repetir indefinidamente con intervalos bastante cortos en el mismo individuo, pero señala que no surte efecto cuando se trata de un enfermo del tipo agudo, febril.
REGIS, CHASLIN Y EL ONIRISMO
Delirium, délire (en el sentido antiguo de la palabra), la demencia aguda de Pinel, la amentia de Meynert, bouffée délirante aiguë, un conglomerado cuyo único denominador común es una desorganización del campo sincrónico de la conciencia. Con Chaslin y Régis, se va a desemembrar la confusión mental u onirismo, que progresivamente va a abandonar el área de la psiquiatría para pasar a las especialidades respectivas, una vez conocidas las diferentes etiologías que la producen. El esfuerzo clínico para aislar el síndrome de confusión mental se sitúa en la prolongación del debate psicosis/ensueño. Es la alteración del nivel de vigilancia y las alucinaciones visuales quienes les darán sus características clínica que la van a alejar progresivamente de la locura [folie], más tarde psicosis. Pero veamos qué enseñanza nos dejaron estos clínicos. La confusión mental se describe a partir de dos síndromes: la obnubilación mental y el onirismo.
Chaslin
Recordemos, antes de abordar otra de las obras claves de Chaslin, que el tema de su tesis de doctorado era "El rol de los sueños en la evolución del delirio". En 1895 publica La confusion mentale primitive texto que, junto a otros, permitirá despejar esta entidad sindrómica. Esta entidad, que Chaslin describe como un "ensueño" posee características propias en el plano sintomatológico.
En su período de incubación Chaslin nota síntomas poco específicos como dolor de cabeza, dolores erráticos, fatiga, sensaciones bizarras e inexplicables, sueño trastornado, ansiedad, irritación. "En medio de estos síntomas vagos, se desarrollan a veces alucinaciones o ilusiones pasajeras, ideas delirantes transitorias o accesos muy breves de confusión, de los que el enfermo parece estar consciente" (2). El período de comienzo está marcado por un acceso de excitación generalizada que hace que el enfermo parezca un maníaco, o bien un melacólico ansioso, o también un alcohólico agudo, nota Chaslin.
En su forma completa, lo que Chaslin llama la confusión mental primitiva propiamente dicha, se ve carterizada por una conversación incoherente, por actos incoherentes, sin objeto visible. Dicha incoherencia ya no tiene nada que ver con la que describirá más tarde en la discordancia. La mejor forma de describirla es de recurrir a la metáfora que utiliza Henri Ey: "la confusión es un trastorno operacional y no un trastorno lógico" (4, p. 340). Chaslin resalta como característico del síndrome la desorientación temporo-espacial: "Así como mengua la orientación espacial, o se pierde o se pervierte, así la orientación temporal ya no es normal; y los recuerdos que el enfermo puede haber guardado suelen ser objeto de error en estas dos "categorías"".
La marcha es variable y suele ser intermitente. Chaslin reconoce dos posibilidaes: la curación puede venir gradualmente y muy rápido en algunos casos o bien evolucionar durante varios meses en una forma de confusión crónica. Evidentemente la demencia y la muerte forman parte de los modos evolutivos clásicos en la era terapéutica de Chaslin.
Cabe destacar que Chaslin contempla formas que llama confusiones leves, entre las que se encuentran formas descripta por Delasiauve y "una forma más tórpida y muy larga que coincidiría con una parte de lo que Meynert describiera con el nombre de forma crónica de Amentia". Como sabemos todos, es refiriéndose justamente a la entidad de Meynert Amentia que Freud hiciera aportaciones fundamentales a la teoría psicoanalítica de la alucinación y de la satisfacción halucinatoria del deseo
Régis
Sin lugar a dudas, es el trabajo de Régis (13), quien acuña el término onirismo en el discurso psiquiátrico. Es célebre su descripción: "Este delirio es, en toda la acepción de la palabra, un delirio de sueño, un delirio onírico. Nace y evoluciona en el sueño, está constituído por asociaciones fortuitas de ideas, por reviviscencias alucinatorias de imágenes y de recuerdos anteriores, por escenas de la vida familiar y profesional, por visiones lo más a menudo desagradables, por combinaciones de sucesos extraños, imposibles, extremadamente móbiles y cambiantes, o dotados por el contrario de una intensa fijadez, que se imponen más o menos completamente a la convicción. En su grado más tenue, este delirio es exclusivamente nocturno y momentáneo: cesa al despertar y no reaparece más que por la noche, ya sea desde el crepúsculo, o más tarde con el vago adomercimiento. En un grado más marcado cesa aún al despertar, pero de modo incompleto y se reproduce durante el día a partir del momento en que el enfermo cierra los ojos y dormita. En su grado más elevado, el delirio no cesa por la mañana y se continúa durante el día, tal cual, como un verdadero ensueño prolongado [ ]. Pero [estos delirantes] no son dormidores ordinarios asistiendo pasivamente a su automatismo mental: son dormidores activos, en movimiento; como los sonámbulos, van del sueño mudo al sueño hablado y al sueño de acción, en una percepción más o menos confusa del ambiente que mezclan a sus concepciones fantásticas, pasan algunas veces a estados segundos según si se los interpela o se los abandona, según si abren o cierran los ojos; también como los sonámbulos, salen de su delirio por un verdadero despertar; finalmente como ellos, guardan a menudo implantados en su espíritu [ ] algunas ideas falsas aisladas, obsesivas, reliquia de alguna de las concepciones principales de su sueño alucinatorio".
Ey, en su comentario de este texto (4) nota el hecho que la escuela francesa haya puesto el acento sobre las alucinaciones visuales, en detrimento de los estados segundos oníricos, tan próximos a los estados crepusculares histéricos. Es el campo de la conciencia quién es, como en el sueño, "espectaculizado", y todo suceso que allí acontece es "visto" como una escena. Ey recuerda que junto a su maestro Claude, contribuyeron a calificar tales fenómenos "alucinosis" visuales, tratando de ese modo de designar ese tipo de fenómenos psicosensoriales, "compatibles con la razón" y de ningún modo asimilables a las alucinaciones delirantes (en el sentido de psicóticas).
En conclusión
Sobre este fondo teórico y clínico, Henri Ey retomará la vieja querella de las rela ciones entre ensueño y psicosis, y algunos contrapuntos con Lacan lo tendrán como tela de fondo. La confrontación entre el organodinamismo y el psicoanálisis lacaniano pasa también por una cierta toma de posición frente a este problema. Es lo que intentaremos abordar en la segunda parte.
Notas
1 Este tema de las relaciones entre la razón y la locura consituye todo otro gran debate de la psiquiatría francesa, y de la filosofía. Es toda la cuestión que encierra la noción de folie raisonnante, folie partielle y monomanie. Remitimos a un trabajo pre vio, en donde tratamos las implicaciones filosóficas que gravitan alrededor de la noción "crítica del delirio" ("La Critique du délire, Introduction à la question. La notion chez des aliénistes et psychiatres, Séminaire du Cercle Henri Ey de Paris, 21 Décembre 2000, http://perso.club-internet.fr/mahwin)
2 Es decir que debe entenderse en el sentido de delirium, de psicosis aguda o de confusión (que aún no estaban separadas), y en ese contexto se opone a locura. Valga como ejemplo lo que dice Piorry, uno de los participantes al debate: "Las razones en que se funda [Bousquet] para establecer esta separación tan tajante para él son las siguientes: El delirio es pasajero, de poca duración, mientras que la locura persiste a veces toda la vida [El] dice que el delirio de un día no basta para hacer un loco" (citado por Ey). Esta distinción vale la pena de ser recordada puesto que toda lectura de los textos clásicos debería tenerla siempre presente..
BIBLIOGRAFIA
1) Belzeaux (P.), Présence du négatif: Ey et Green, en prensa.
2) Chaslin (Ph.), La confusión mental primitiva, in Alucinar y delirar, dirigido por Stagnaro (J. C.), Polemos Editorial, Buenos Aires, 1998, pp.185-196.
3) Ey (H.), Ensueño y Psicosis, Editora Médica Peruana, Lima, 1948, p. 31)
4) Ey (H.), Etude N° 24, Confusion et délire confuso-onirique, in Etudes Psychiatriques Tome III, Desclée de Brouwer, 1954, p.352-353.
5) Freud (S.), La interpretación de los sueños, Obras completas, Biblioteca Nueva, Tomo I, 1996, pp. 401-404
6) Garrabé (J.), Henri Ey et la pensée psychiatrique contemporaine, Les Empêcheurs de penser en rond, Synthélabo, 1997
7) Lacan (J.), Ecrits p. 532
8) Mahieu (E.), Ey, Lacan et la Liberté", L'Information Psychiatrique, N° 5, Volume 75, Mai 1999, pp. 514-520, o Séminaire du Cercle Henri Ey de Paris, 15 avril 1999, http://perso.club-internet.fr/mahwin
9) Maleval (J.Cl), Logique du délire, Masson, 1996
10) Moreau de Tours (J.J.), Del haschich y de la alienación mental, in Alucinar y delirar, dirigido por Stagnaro (J. C.), Polemos Editorial, Buenos Aires, 1998, pp. 22-30
11) Postel (J.) presentación de Moreau de Tours, in Textes essentiels de la Psychiatrie, Larousse, 1994
12) Postel (J.) presentación de Charles Lasègue, in Textes essentiels de la Psychiatrie, Larousse, 1994
13) Régis (E.), Le délire onirique des intoxications et des infections, Bulletin de l'Académie de Médecine, 7 mai, 1901
14) Stagnaro (J.C.), presentación de Moreau de Tours, en Alucinar y Delirar, Polemos Editorial, 1998
15) Swain (G.), De Kant à Hegel, in Dialogue avec l'insensé, Gallimard, 1994, pp. 1-28