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Seminario
Temas de Psicogerontología II
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pgl2@edupsi.com

Organizado por PsicoMundo y Tiempo

Coordinado por :
Dra. Virginia Viguera


Clase 2
Transformaciones psíquicas en el proceso de envejecer
Prof. Psic. Graciela Petriz

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"Los hombres que inventaron el tiempo
han inventado después la eternidad como
contraste, pero la negación es tan vana como él..."

Marguerite Yourcenar

Abordar el tema del envejecimiento desde nuestro ángulo implica investigar las transformaciones que en el plano de lo psíquico se producen en un cierto "momento" del desarrollo, en este caso el "viejo". Nos iremos introduciendo en el pensar los términos de una dialéctica: estructura psíquica - tiempo; construcción de la subjetividad-edad; historia-estructura psíquica, en el marco de las conceptualizaciones freudianas y los desarrollos posteriores dentro del Psicoanálisis.

Tratándose de los viejos, donde el paso del tiempo patentiza la transformación, parece ineludible formular la pregunta: Es el transcurrir que determina?, o lo válido es centrarse en reflexionar sobre las posibilidades de cambio y reestructuración en lo psíquico como elaboración de las transformaciones que en el devenir se producen.

Envejecer es destino, dirá S. de Beauvoir (1), el tema es: ¿cómo envejecemos?

Cómo conceptualizar la vejez

El desarrollo humano es asincrónico en diferentes aspectos. La ciencia hoy nos muestra cómo toma diversas direcciones; mientras algunas estructuras declinan, en particular las biológicas, otras se transforman en sentido diferente, como es el caso de las psíquicas, dando lugar a nuevas adquisiciones o produciendo nuevas significaciones. La tendencia de la ciencia actual en relación a la dialéctica tiempo - desarrollo señala que esto no puede entenderse como una linealidad evolutiva, desde un estado de precariedad a un estado de plenitud, siguiendo el concepto de evolución del paradigma positivista. Hoy nos referimos a las transformaciones que se producen en lo psíquico como un proceso complejo donde el tiempo es una variable entre otras y que no siempre se juega en la misma dirección. Tiempo, estructura, acontecimiento, jugando en cada situación.

Partimos de considerar lo psíquico como efectos de una estructura abierta, dinámica que se constituye y construye en la relación dialéctica con el "otro" conformando una historia sujeta a transformaciones y resignificaciones, donde se jugaran las posibilidades de la permanencia, la repetición y el cambio. (Piera Aulgnier – 19 ).

Hablar de la vejez suele remitir a una larga enumeración de todo lo que se pierde o declina con la edad. Pareciera que el viejo no es más que una sombra descarnada de ese otro ser que fue. Tal es el horror que provoca esa imagen recordatoria de la finitud de lo humano, que imposibilita pensar en otros términos sobre ella.

Un recorrido por diccionarios revisando los temas vejez, viejo, anciano, permite extraer solamente la referencia al tiempo, mucho tiempo. En todo caso, alguna indicación a la posición social y familiar (jubilación - abuelidad).

Sin embargo, el tema de la vejez siempre resulta conflictivo, no sólo para quien la transita, sino también para quien la comparte, trabaja o investiga con él.

"Envejecemos como hemos vivido" (Ajuriaguerra), no siempre se corresponde con el espacio que en el imaginario social ocupa el "ser" viejo, las más de las veces con una fuerte connotación ideológica. Las dificultades que presenta y las resistencias y conductas defensivas que moviliza, resulta de la condición de inconsciente en la que permanecen tanto la ideología como el conflicto. Actitud, las más de las veces prejuiciada, que se ha dado en llamar "viejismo" (Butler – 1973) (2), verdadero obstáculo a la hora de estudiar estos temas. Otras veces en postura contraria encontramos la alusión al peso de la historia y el caudal de vivencias como impedimento para el abordaje psicoanalítico o de su inverso el "deseo no tiene edad", como traba en el trabajo con personas mayores.

Habiendo despejado estas variables, tomaremos a la "vejez" como "otro" momento en el desarrollo y a los sujetos que la transitan los denominaremos de manera genérica "viejos", aún cuando consideramos que es necesario establecer dentro de esta serie, diferencias significativas entre momentos y aún más de un sujeto a otro.

Intentando dilucidar la especificidad de los procesos puestos en juego en la vejez, nos encontramos con:

Desde el punto de vista del desarrollo nos enfrentamos al problema del tiempo y su conceptualización; la pregunta por la edad y su significación en la construcción de la subjetividad.

Un tiempo realista, que registra y tiene en cuenta la sucesividad diacrónica, más ligada a la continuidad correlato de la edad y otro tiempo inconsciente, atemporal, que se mueve con una lógica propia, donde la realidad y el registro de los acontecimientos se inscriben de modo particular e inconsciente en cada sujeto. Como producto del interjuego de ambos tenemos una tercera referencia a lo temporal: la de la historia personal. Historia-historizada, nos dirá P. Aulagnier (3), historia de significaciones y no de sucesos. Historia que se constituye y construye como novela personal, donde quedan huellas que dejan la marca de las elaboraciones que cada sujeto realiza de su prehistoria, de su interioridad y de la realidad, constituyendo de ese modo su subjetividad. "Lo que cuenta es lo que se reconstruye de ellas" (4).

En nuestro campo, los aportes freudianos con respecto a la consideración del tiempo reversible en relación con la irreversibilidad de la cronología, abren a la posibilidad de reflexionar el tiempo de la vejez como aquel en el que historia, repetición, anticipación, elaboración y resignificación conforman temporalidades heterogéneas, coexistentes, que no necesariamente encuentra resolución, así como tampoco implican una sucesión progresiva y determinante.

De los elementos señalados y con los aportes que respecto del tiempo tomamos de otras ciencias, quiero remarcar junto al reconocimiento de los trabajos psíquicos específicos que la dimensión del tiempo cronológico imprime al sujeto, ese tiempo es sólo condición de posibilidad, condición necesaria pero no suficiente en los procesos que se ponen en juego. El tiempo, en la subjetividad, es una dimensión distinta que juega en su simultaneidad y marca la vivencia singular con la que cada sujeto construye su propio devenir.

En relación a la constitución y construcción de lo psíquico, nos encontramos con un nuevo momento de viraje en la estructura.

Estructura que a partir de su momento fundante, tempranamente se constituye en relación a un "otro" que lo determina en una doble movimiento:

Esta estructura tempranamente constituida en sus invariantes, en el devenir se encontrará haciendo rodeos, creando posibilidades, dando lugar a las transformaciones, o poniendo en juego su flexibilidad, su plasticidad o sus resistencias para elaborar los nuevos requerimientos.

Así entonces, al abordar la concepción sobre la vejez, se nos plantea descubrir lo que permanece en el cambio y lo que verdaderamente cambia en la diversidad que suscita cada singularidad.

Incluimos también los cambios en la dirección que evidencia el envejecimiento biológico (condición de posibilidad); declinación y restricción de las funciones. Tiempo de arrugas, de prótesis, donde la motricidad y el sistema sensorial zozobran , así como en oportunidades ocurre con las funciones cognitivas.

En suma, restricción de los espacios y limitaciones para explorarlos y ocuparlos. La pregunta es entonces: ¿Qué estructuras están comprometidas?. ¿Cómo enfrenta y resuelve el sujeto estas pérdidas? ¿Qué elaboraciones son posibles? ¿A qué resoluciones accede?

En el ocaso, cuando la historia pesa, ¿es posible la resignificación?

De inmediato surge como protagonista de estos cambios: el cuerpo. Cuerpo al que desde el Psicoanálisis entendemos como representación. Cuerpo que desde el inicio, en función del proceso de libidinización - erogeneización, del encuentro con el "otro" pasa a ser una "otra cosa" que organismo. Cuerpo significado como representante del yo simbolizado simbolizante, sostén y sede de la estructura constitutiva del sujeto, denominada narcisismo.

Este cuerpo, construcción psíquica, será la representación, el lugar, la sede en que en más de una oportunidad hace estación el reconocimiento de las transformaciones en los que se revelan los cambios biológicos: pubertad, vejez. Cuerpo que frente a las sacudidas de los cambios con contenidos de disminución, declinación, pérdida, jaquea la estructura narcisista, provocando, no pocas veces, el horror frente a su propia imagen. Esta suele aparecer irreconocible, porque a la par que se "ve" modificada, todavía la imagen inconsciente no registra, reconoce, inscribe tales cambios.

Quién es esa imagen?, imagen de la desilusión, ruptura de espejos, motivo de gran parte del sufrimiento que ocasiona el descubrir las marcas del paso del tiempo.

Cuerpo que como anuncia Borges (5) en la poesía

"...y con la tarde un hombre vino
que descifró aterrado en el espejo
de la monstruosa imagen, el reflejo
de su declinación y su destino"

..........................................................

Edipo y el enigma (1964)

Es el reflejo, el lugar donde el tiempo ha dejado sus huellas y es también el lugar de su muerte. La muerte se juega en y por el cuerpo y esto inquieta al sujeto, dando lugar a lo que podemos llamar "crisis de la vejez", momento de entrada, ligado a este enfrentarse con las marcas de un tiempo que señala un ocaso y un fin.

S. de Beauvoir nos dirá "aunque el cuerpo nos envíe señales, son ambiguas" (6) La elaboración psíquica de la metamorfosis corporal se realiza en dos sentidos:

El del cuerpo real y sus representaciones imaginarias, produciendo un movimiento de investidura alrededor de los enunciados identificatorios.

La elaboración simbólica de su representación cuerpo, que le posibilite procesar las pérdidas reconocidas y "piadosamente" (Borges – 1964) acatarlas dirigiéndose a otras metas ligadas ahora a contenidos del "más allá" como expresiones de Eros (la posibilidad de atribuir sentido a la sucesión y la trascendencia) y no a designios del dominio de Tánatos (las mil formas de la negación del paso del tiempo, llegando al extremo del abandono y la enfermedad).

Una aclaración a lo que podría resultar un simple juego de palabras: la posibilidad de simbolizar del hombre mantiene al sujeto ligado a la vida (Eros) aún cuando lo alcancen contenidos que incluyen la muerte, como el reconocimiento de la finitud y la tolerancia ante el reconocimiento de que ya no es posible. Su no reconocimiento, su desmentida, conducen por la vía de Tánatos, en tanto continúa la búsqueda de aquello que los supera, conduciéndolos al fracaso cuando no a la muerte, al imponerse metas irrealizables, las que al fallar dejan heridas profundas que quiebran el narcisismo.

En suma, es el programa del Principio del Placer, en su dialéctica, ese difícil equilibrio entre la consecución del placer que significa eliminar totalmente la tensión y el que se satisface con la ausencia de displacer y dolor. (Freud – 1929-30) (6) "Este principio gobierna la operación del aparato anímico desde el comienzo mismo" y más adelante haciendo alusión a las causas de la desdicha del hombre dice: "desde tres lados amenaza el sufrimiento, desde el cuerpo propio que, destinado a la ruina y a la desilusión, no puede prescindir del dolor y la angustia como señales de alarma; desde el mundo exterior; ...por fin, desde los vínculos con otros seres humanos".

¿Cómo afronta el "aparato psíquico" esta encrucijada, con el placer y el sufrimiento que representa la vejez?

Como venimos viendo, conmueve al sujeto en sus tres fuentes:

Estas transformaciones remiten al trabajo intrapsíquico de elaboración, simbolización, reconocimiento de la pérdida para acceder a lo nuevo, poniendo en funcionamiento el trabajo de duelo tal como Freud lo describiera(7)

El trabajo de simbolización que la actividad intrapsíquica realiza para elaborar las transformaciones de la vejez, dependerá de su capacidad, de su flexibilidad para modificar sus aspiraciones. La resistencia a aceptar el cambio, toma a veces la forma de resentimiento, escepticismo o denigración del objeto. Serían sus expresiones: "Total, para qué? Todo conduce a lo mismo".

Otra respuesta posible es la retracción narcisista; el sujeto de aísla rechazando toda posibilidad de investidura, o su opuesto, la producción de referencias idealizadas; "viejo sabelotodo": "No me lo vas a decir a mí", "Yo ya sé", "¿Qué me puedes enseñar?". En estas líneas se inscriben aquellas depresiones en las que los viejos se empobrecen sin atinar a encontrar los relevos a sus pérdidas, expresado en: "Para qué, si no vale la pena, todo se pierde".

En este marco entendemos que la vejez es el proceso de elaboración y resignificación de la historia de investiduras, que conmocionan las estructuras constitutivas (narcisística, edípica y proyecto indentificatorio), transformaciones de su subjetividad que, cuando se resuelve, alcanza la nueva posición.

En virtud de una estructura psíquica complejamente configurada, con una historia de trazos profundos, los intercambios se sustentan en el campo de las identificaciones consolidadas, donde suelen y pueden lograrse nuevas posiciones como también se establecen nuevas relaciones de investidura. Paradigma de ello son las que corresponden al orden de la genealogía: la "abuelidad" como última versión edípica.

Como toda nueva y compleja situación en la vida, genera una tumultuosa metamorfosis libidinal. Crisis que se tramita en el orden de:

Su panorama identificatorio: ¿cómo adviene el sujeto a la vejez? ¿Desea ser viejo? ¿Qué significa ese deseo y qué oculta? ¿Con qué figuras se identifica?

El Yo, valiéndose de la reminiscencia, revisa en su función de "historiador", los enunciados identificatorios, pone al día sus cuentas, se hace cargo de su Verdad, incorporándose definitivamente en la serie de los mortales. Acata la incompletud, poniendo la omnipotencia en fuerzas que lo exceden (Destino – Dios). Proceso en el que elabora su historia revisando lo logrado y lo no alcanzado, asomándose a pensar lo innombrable de la finitud.

Pero el deseo persiste hasta el minuto final, verdadero desafío aceptar la caída de la omnipotencia y la ilusión de la inmortalidad, que ahora se revelan en forma de "legados" que garantizan la sucesión y la trascendencia; nuevas figuras de lo renunciado que otro (familiar o elegido) irá a cumplir en el Nombre de...

Este trabajo psíquico se acompaña de una reestructuración a nivel del super-yo, en el que se atenúan los contenidos correlato de la genitalidad y adquieren vigor los ligados al otro componente. Predominio del "morirás", para que otros te sucedan; mientras la pulsión reclama satisfacción, trabajo constante del Yo para resolver adecuadamente los requerimientos de uno y de otro.

Aceptar la vejez es salir de la propia imaginaria narcisista, es tomar contacto presente con el pasado vivo, impedir la fractura al conservar la alianza con la generación pasada, a la vez que cediendo en favor de la nueva; es aceptar la transformación reconociendo como "irrealizables" (Sartre) ciertas ilusiones juveniles. Es sostener y mantener el pacto generacional, es reformular el proyecto, acatando la realidad e invistiendo lo nuevo, ahora posible.

El proceso de envejecimiento que se inicia a la par que la vida, aún cuando se patentiza más tardíamente, no puede ser considerado enfermedad mucho menos inhabilitante. Este proceso no presenta un grado de generalidad absoluta ya que los grados de declinación o de deterioro se dan en un abanico de posibilidades. Se trata de una nueva y compleja posición en la vida, atravesada por la historia singular y su procesamiento psíquico a la par que por la particular condición socio-económico-cultural. A cada quien le aguarda una vejez peculiar, así como es singular su novela personal.

REFERENCIAS

(1) BEAUVOIR, S(1968): LA VEJEZ Ed. Sudamericana Bs.As 1970

(2) BUTLER, R. Y LEWIS, M (1973): "Aging and mental health" citado en Salvarezza L. "Psicogeriatría" Ed. Paidos Bs. As. 1988.-

(3) AULAGNIER P (1984).: "Los dos principios del funcionamiento identificatorio : permanencia y cambio" en "CUERPO, HISTORIA, INTERPRETACIÓN"(obra colectiva) De. Paidos. Bs. As. 1991

(4) LACAN J.J. (1953/4): EL SEMINARIO I. Paidos Bs As 1968

(5)BORGES J.L. (1964): ÉL OTRO, EL MISMO en Obras Completas T.I De. EMEGE Bs. As.1989

(6) FREUD, S. (1929/0): EL MALESTAR EN LA CULTURA en Obras Completas T XXI Amorrortu De. 1989 Bs. As

(7) (1920): MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER en Obras completas t XIV Amorrortu de. Bs. As 1989

 

La Plata, 29 de abril de 1998.-


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