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Seminario
Posición del inconsciente

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Dictado por : Alfredo Eidelsztein


Clase 13
Mas/Menos una vuelta

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Voy a retomar la elaboración que hace Lacan del lugar —o la estructura del lugar— que es el que permite la emergencia del inconsciente. Ése va a ser el tema. Obviamente, por haber hecho yo esta elección, quedarán por fuera del curso de este año Marx, Hegel y el retomar la cuestión de la cuestión de la causa, porque la próxima nos vamos a avocar francamente a «alienación» y «separación», y a lo que estrictamente dice Lacan en «Posición del Inconsciente». Porque revisando la cuestión de la estructura de este lugar que obviamente es una estructura topológica, he encontrado que el desarrollo de las nociones de Lacan sobre la estructura topológica de este lugar son francamente importantes en la estructuración de la clínica psicoanalítica; y, por otra parte, lo que yo hallé en el estudio de estos problemas es que hay una gran malentendido con respecto a lo que dice Lacan acerca de este problema. Retomémoslo un poco.

Estábamos hablando de S1 y S2. Decíamos que S1 era la identificación primaria, y lo aquello que esa identificación primaria constituye —el sujeto. Lacan pregunta si alguien vio alguna vez que una pulsión se identificara. No, claro, lo único que se identifica es el sujeto. Así que si hay identificación, hay sujeto. Es interesante porque Lacan nos aporta una nueva dimensión de «identificación».

Entonces, tenemos la cuestión de la identificación primaria. Ustedes se acuerdan de cómo elabora Lacan la identificación primaria o el primer tipo de los tres tipos de identificación freudianas. Lacan describe el primer tipo como «rasgo unario», pero la relación del sujeto al rasgo unario es la de incorporación. Vamos a trabajar ese problema. ¿Qué es la incorporación del rasgo unario, tal como queda en la versión lacaniana? Son todos términos de Freud. Pero habrán visto que tienen otro alcance con la elevación del concepto freudiano al entramado de la lógica propuesta por Lacan.

Hay un punto del que no voy a poder, francamente, dar cuenta, porque es el punto donde, a mí, las cuentas no me dan: la incorporación del padre. Confieso que no puedo entender eso. ¿Por qué la incorporación es «del padre»? No es así en Lacan. En Lacan es la incorporación del padre en el caso de la identificación primaria. Hay un montón de argumentos que corroboran que se trata de la incorporación del padre en la identificación primaria; por ejemplo, la relación entre cuerpo e Iglesia que se establece en psicoanálisis es algo muy importante porque, para Lacan, el atributo de la Iglesia es hacer un cuerpo y toda la relación que eso tiene con incorporar el rasgo paterno. Pero, francamente, yo no puedo dar cuenta lógica del porqué. Y obvio que mi obstáculo es que me resulta «materno» —es un problema de oposiciones, no de por qué es paterno.

Pero tenemos, entonces, la constitución del sujeto a partir de la identificación. Si no hay identificación, no hay sujeto. Sí está claro que no sólo la identificación es del sujeto, porque una vez que se establece que la identificación queda connotada por la lógica del significante, empieza a estar el problema que trae aparejado el significante: siempre, necesariamente, y por definición de «significante», es Otro significante. Así que tenemos no sólo la identificación, sino también la función de lo Otro.

Dada la intervención de lo Otro, tenemos pues toda la lógica del intervalo, la oposición que ya trabajamos entre «fading» y «nada» —son nadas distintas la propia del intervalo y la anterior a la identificación primaria—, y también tenemos ya la dialéctica de lo Otro. En la comunicación humana —dado que es vía el significante—, hay una función propia, específica, de lo Otro. De lo que se trata, para desarrollar la lógica de la posición del inconsciente, es que vía la entrada del Otro a partir de la dialéctica del significante es que se produce el deseo.

Todo esto lo habíamos llegado a decir con argumentos más o menos justificables, y habíamos logrado establecer las propiedades que Lacan le asignaba a este lugar. Las recordamos: a) nunca se llega sino cuando está cerrando, b) el único medio para que se entreabra es llamar desde el interior, y c) no hay un adentro, pero es cerrado.

Sólo haciendo esta lista, que está entresacada de la letra de Lacan —pero que como tal no está en Lacan— y revisándola, se puede establecer que son tres dimensiones espaciales y una temporal.

«Nunca se llega sino cuando está cerrando». Si bien Lacan dice que eso hace que ese lugar no es turístico, y es por un problema temporal, siempre se llega. Podríamos decirlo así: se llega un poco tarde, cuando ya se está cerrando; o bien se podría decir que se llega siempre con cierto desacuerdo temporal. Pero, en cualquier caso, se trata entonces de una dimensión temporal.

Las otras tres son netamente espaciales. «El único medio para que se entreabra es llamar desde el interior, no hay un dentro pero es cerrado». Voy a desarrollar la topología que le corresponde a esta parte de las enseñanzas de Lacan, o sea, dar cuenta de estas nociones. Y, para ello, revisé —creo que es lo que más se adecua— las clases 12 a 15 inclusive del Seminario IX, el de «La Identificación».

Allí tenemos que, para Lacan, la estructura espacial que le corresponde al sujeto es la del toro y, siendo que es la del toro, hay que justificarlo. Luego habrá que establecer que aún con el toro como superficie topológica, no alcanza para dar cuenta de la relación al Otro, aclarando que es una relación al Otro estándar, típica, normalizada; o sea, la que se establece por la ley de la metáfora paterna, ya que la relación al Otro que está por fuera de esta ley, de ella no se puede decir nada sino es caso por caso.

La bibliografía que, creo, en topología es el apoyo más neto a estos desarrollos de Lacan, es la desarrollada por un autor francés publicada en el año ’46. Me da la impresión de que es la que está utilizando realmente Lacan. No sé por qué no lo citó nunca. Es súper reconocido en topología, y hay cosas que dice Lacan que están exactamente dichas, así, por este matemático francés y que, sin leerlo a él, es difícil entenderlo. Me refiero a Freschet, «Introducción a la topología combinatoria», publicado por Eudeba. Observen cuán importante será este manual, que Eudeba lo ha publicado. Es francamente excelente. Está agotado en las librerías, pero se consigue en cualquier biblioteca más o menos seria, porque es un libro de una importancia enorme.

¿Qué es un toro? Yo podría sacar el modelo que traje de él, pero también podríamos tener una definición. Hay muchas definiciones del toro. La que utiliza Lacan es exactamente la que utiliza Freschet, que es el único que yo conozco —de entre los ocho o nueve topólogos que leí— que plantea que «el toro es el producto de una revolución». Es la única superficie topológica que es el producto de una revolución.

La vez pasada yo les había planteado el esquema del toro que le correspondía en Freschet. Había dicho que en un plano, si se traza un círculo, y se hace girar ese plano 360º, se produce una superficie equivalente al toro. Si yo tengo en mi mano un aro y hago girar en torno mío ese aro 360 grados la superficie que ha recorrido ese aro es equivalente al toro. Es una forma de definir al toro. Lacan propone la misma con una pequeña variación y eleva la noción de «rasgo unario» a una dimensión —que es la que yo creo que suele estar mal leída— netamente distinta.

Para Lacan, el recorrido de ese círculo en el plano (¿entienden cuál es el plano? Es como hace el mago que tiene a la chica en levitación y pasa el aro para mostrar que no está colgada ni sostenida por ningún elemento), si hace 360º produce una superficie como la de un toro. Lo que Lacan propone es que cada una de las dimensiones de ese círculo que se establece al lado de la otra, es una vuelta de la demanda. ¿Qué es una vuelta de la demanda? Es cuando la demanda produce, como tal, un recorrido que tiende a ser repetitivo del anterior. En este caso es muy fácil decirlo: parto desde arriba y doy toda la vuelta. A esta vuelta la vamos a llamar "círculo pleno". Y vamos a cambiar «palabra plena» y «palabra vacía» de la enseñanza de Lacan, por "círculo pleno" y "círculo vacío". Y vamos a invertir la relación: «palabra vacía» era vacía de deseo, y "círculo vacío" va a ser el círculo del deseo. Doy toda la vuelta y llego hasta acá arriba. La que empieza aquí, ¿no es exactamente la misma? Así, esta vuelta es la repetición de esta otra vuelta.

Para Lacan, «rasgo unario», si determina esencialmente la posición del sujeto, no es en la dialéctica S1 y S2. No es allí, aunque es donde todos los lacanianos, o la gran mayoría, solemos colocar la función del S1. No es allí, como en la dialéctica hegeliana: S1 acá y S2 allá. Si yo repitiese el recorrido, sería otro S1 acá, y otro S2 aquí, y así sucesivamente.

Decidí empezar por las tres dimensiones espaciales. Dejaremos para el final la dimensión temporal, que también va a tener una forma de ser concebida a partir del modelo topológico que estamos utilizando —el del toro.

Para Lacan, la función radical del rasgo unario es que hace, de algo, uno. ¿Qué puede ser ese algo que se convierte en uno? Cualquier cosa. Pueden ser diez años de mi vida, un período. Es la virtud del orden simbólico humano de hacer, de X cosa, uno; algo que tenga la virtud de operar como uno. Casi, casi es la definición de conjunto. Decir un conjunto es constituir un uno que, por el solo hecho de decirlo así, ya existe como uno. «Rasgo unario», para Lacan, en el sentido más radical de su incidencia en la estructura del sujeto del inconsciente, no es S1. «Rasgo unario» es poder contar la cuenta y decir uno. Y, acá, decir otro uno. Eso es, no importa la cantidad. Es una maniobra de encabalgamiento que el orden simbólico es capaz de hacer. Cada vez que yo conozco una mujer y un hombre en tal relación, si aparece otra mujer y otro hombre en la misma relación, a mí me pasa tal cosa. Así es como se va encabalgando.

Obviamente, donde primero aparece el encabalgamiento, es aquí, y no aquí. Esto no es rasgo unario, porque lo que verdaderamente constituye al sujeto humano es esta maniobra: la de hacer de estos dos, uno. La esencia subversiva de la noción de «rasgo unario» de Lacan es su localización aquí y no aquí. Es aquí donde aparece la repetición —si no, no habría repetición posible. Si yo digo "carnero", "carnero", "carnero", y lo marco en la cacha de mi arma, es lo más primitivo semejante a esta función: son los bastones, las rayitas, en una dimensión, la menos importante.

La radical es poder hacer esto. Es por eso que la vivencia de satisfacción de Freud es citada por Lacan a esta altura, porque tiene esta estructura. Habitualmente, lo que todo el mundo supone —digo, nosotros—, es que la actividad psíquica está apoyada en la satisfacción de una necesidad corporal. Si ya alguno llegó a la posición de creer que no opera eso para sí, ¡bárbaro! Pero duden, duden de cómo entienden «apuntalamiento», pregúntenselo. Porque habitualmente la versión es que lo psíquico aparece cuando hay un plus a esta nivel, y, entonces, a partir del plus del plano de la necesidad, surge lo psíquico. Esto es equivocado y falso porque siempre es puramente psíquico. Freud dice que se asocia la huella simbólica de tal recuerdo a la huella simbólica de tal otro, y eso constituye uno.

Se acuerdan de que en el Seminario 1 Lacan sustituye la huella mnémica por S. En el «esquema del peine»1, Lacan sustituye «huella mnémica» por «significante». Ésa es la maniobra de Lacan, decir que el inconsciente no está estructurado como una memoria salvo por el hecho de que sus elementos son significantes. La vivencia de satisfacción es un hecho eminente y estrictamente humano, o sea que jamás puede provenir de la satisfacción de ninguna necesidad corporal porque en los animales hay satisfacción de la necesidad corporal y a veces en exceso —hay un plus. ¿Nunca llevaron el perro al veterinario, y les dijo que le dieran menos de comer? Se puede dar de comer de más, no es ningún plus, sino el establecimiento de la vivencia de satisfacción como un uno y, a partir de que se la pone como un uno, se la puede contar. Y a partir de que se la puede contar, no puedo observar que repite porque cada vez que uno la cuenta, cuenta otra vez esa X. Quiere decir que «rasgo unario», en Lacan, es la cuenta de cada vuelta y no la cuenta del elemento. Es la cuenta de la vuelta —Lacan dice "estructura de bucle".

Supongan que yo continúo haciendo la bobina que recorra todo el toro. ¿Podría así hacer coincidir el comienzo de la cinta con el final? Sí. Con lo cual, la última vuelta, el final de la última vuelta coincidiría con el comienzo de la primera. Lo cual es bastante parecido al problema temporal que teníamos. El final de la última vuelta coincide con el comienzo de la primera. De manera que uno nunca llega sino cuando está llegando. Cuando uno llegó, dice: "Era aquí. Aquí está la punta y pasó que se cerró". ¿Ven cómo se cierra? No por superposición, sino como dicen los topólogos: por poner una infinitamente próxima de la otra.

Entonces, cuando yo termine de hacer todo el bobinado, todo el recorrido de revoluciones, tendríamos que el toro resulta ser una superficie cerrada. Esto es una revolución. Si alguno de Ustedes es "revolucionario", podrá entender que esto es una "revolución". La revolución siempre fue eso —alcanza con revisar el título del libro de Copérnico, «Acerca de las revoluciones..»—, una revolución es una vuelta que puede repetir.

«Rasgo unario» es contar las vueltas, y no contar los elementos. Allí aparece el sujeto. El sujeto es aquel que tiene la capacidad de aplicar el rasgo unario a los elementos.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: «Rasgo unario» sería cada una de estas vueltas plenas. Cada una implica dos: el primero es ir de abajo hacia arriba, y el segundo movimiento sería de arriba hacia abajo.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Lacan lo propone como un bobinado. Por eso yo me cuidé de indicarles un "por arriba" y "por abajo". Debe ser un "bobinado", y no como esas pulseras que eran una por año de casada, las así llamadas "esclavas" que usaban nuestras tías viejas. Se podría hacer un toro de esclavas siempre y cuando se pongan infinitamente próximas.

Para Lacan hay un problema que es la causa de la repetición, que es la imposibilidad del cierre en la coincidencia, por el uso de la noción de «vivencia de satisfacción». Vivencia de satisfacción es la asociación de una huella mnémica con otra huella mnémica que constituye un uno. Freud dice que la «vivencia de satisfacción» —que no es vivir, sentir, ni nada que tenga que ver con el cuerpo— es una asociación de dos huellas, que cuando se vuelva a cargar ésta, se producirá el deseo que es la tendencia del aparato psíquico a que se cargue la otra, la asociada a ésta. Pero, ¿qué pasará con la segunda? La segunda no puede coincidir porque se cuentan. Entonces, el problema del "¡Otra vez sopa!" es que no es "otra vez" y que, al mismo tiempo, sí es "otra vez"... Ése es el problema de la estructura del material con el que operamos —el significante—, y que es el problema de la cuenta. Si uno dice "Otra vez he matado otro carnero", el problema que se produce allí es que en alguna medida uno está diciendo que se trata de lo mismo. En el mismo proceso de decir que es lo mismo, se establece la imposibilidad de que sea lo mismo, porque el mismo significante puesto al lado de aquél, no es el mismo significante. Si le sacase yo el uno y el dos, si se tratase de un sujeto humano, «S» podría estar queriendo decir la asociación equis de estos dos elementos; y aquí podríamos tener la asociación equis de estos dos y mismos elementos. Con lo cual, lo conmuto igual. Podríamos decir: "He mantenido relaciones sexuales con mi mujer. Ella ha quedado embarazada. He tenido un hijo", escribiéndolo así. Luego, "He tenido relaciones sexuales con mi mujer. Ella ha quedado embarazada. He tenido un hijo", y lo escribo de este modo. Pero no es así, porque lo que sucede es que es "otra vez", pero no es lo mismo tener el segundo hijo que el primero. El símbolo "= hijo" no significa equivalencia, porque el significante deriva su condición de la posición que tiene. De modo que la vivencia de satisfacción es tan importante, no porque uno una vez le chupó la teta a la madre y dijo "¡Ay, negra! ¡Qué mamada!"... No, es importante porque se escribe esto, y una vez que se escribe esto, se empieza a producir el fenómeno de la búsqueda de la repetición del uno y la imposibilidad del hallazgo.

Esta búsqueda e imposibilidad del encuentro —el objeto para siempre perdido y nunca más inscripto en otra lógica que la de la búsqueda de su reencuentro— es una propiedad de los significantes que, articulados así, Lacan lo llama «demanda» y lo escribe con "D" . Quiere decir que la pérdida del objeto es un efecto de la demanda. ¿Cómo se llama la pérdida de objeto? Hay tres tipos de pérdida de objeto. ¿Cuál es la producida por la demanda? La frustración. Y el efecto de S1 sobre el sujeto se llama «privación».

Pero ahora vamos a trabajar la otra modalidad de la falta que se vincula al deseo.

Sea como fuere, la pérdida del objeto es producida por efecto de la articulación significante que siempre implica, nos lleva hacia la búsqueda del re-hallazgo, y que en realidad reproduce la repetición de la falla de ese encuentro —lo único que logramos es volver a producir el desencuentro. ¿Esto es metonímicamente abierto? ¿Es acaso una cadena significante unidimensional, tal como la piensa Fernando de Saussure? ¿Es así como nosotros lo pensamos? Porque nosotros pensamos así: en 1944, no; en el ’49, no; en 1953, no; en el ’78, no; en el ’96, tampoco; por lo tanto, francamente, no tengamos ya muchas expectativas de encontrarlo... Porque creo que cada vez se volverá a producir este desencuentro. Tiene una forma intuitiva de línea, donde cada vez parece escaparse. No pierdan de vista que esto no es así en la propuesta de Lacan. Esto se cierra. Quiere decir que no es todo ni lo único. No es la dialéctica del quedarse llorando porque pudimos demostrar lógicamente que el hallazgo es imposible. No se trata de eso aunque muchas veces parece que se trata de eso. Y no se trata de eso porque esto se cierra. Esto produce un cierre. Quiere decir que no se trata de la estructura de la metonimia. Pero sí tiene que ver con la estructura de la metonimia en la medida en que en la conexión de los significantes es donde se produce la pérdida irremediable del objeto (¿se acuerdan de «Instancia de la Letra...»?). Es en la conexión metonímica donde se produce la falta en ser en la relación de objeto, y la conexión metonímica es así. Salvo que ya tenemos el problema de que no se trata de una linealidad: tiene el efecto de bucle. Se "embucla", por así decirlo. Se "enrula" —tal como diríamos en castellano — por el rasgo unario así entendido, es decir, entendido del modo en que hoy se lo propongo ; si no, no se "embuclaría" nada: S1, S2, S3, S4, S5.... Pero, ¿es que alcanza con S5?, ¿estaría ya todo dicho? No, no está nada dicho, porque no está escrito el que "embucla". Es el problema de cuando hablamos, creyendo que nos entendemos en nuestro idioma "lacanés", diciendo S1, S2 y dando por evidencia incontrastable que en cuyo intervalo yacería el objeto a, el sujeto y vaya uno a saber cuántas otras cosas... Es más, «S1 · S2» no dice nada, incluso lo da todo a malentendido. Porque de lo que se trata es que S1 y S2 hacen S1, es decir, hacen uno. Eso es «rasgo unario». Ése el todo el misterio: que S1 y S2 hacen uno. Entonces, puedo empezar a contar las vueltas; si no, no puedo dar cuenta de la estructura esencialmente repetitiva del sujeto humano.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Manifiestan la presencia del sujeto. Podríamos decirlo así: en lo real, nada cuenta; en lo real, nada se identifica, nada cuenta. Y contar es hacer agrupaciones de cosas discretas, o sea, en lo real están las cosas discretas. ¿Ésta es una clase, o Ustedes son un grupo de alumnos?. Es una maniobra humana increíble, inaccesible por completo a toda especie animal por más inteligente que sea. Mi hija menor siempre me dice que los animales más inteligentes son los delfines. Le deben encantar los delfines, pero en verdad son re-boludos los delfines, no son capaces de contar nada. Y si no se cuenta, todo es distinto. No hay "otra vez" para los delfines. Un delfín no vuelve a comer, no vuelve a mantener relaciones sexuales, ni vuelve a pelearse con alguien. Los delfines no vuelven a encontrarse con nadie porquen para hacerlo, hay que contar. Es en esta lógica del funcionamiento del S1 donde se produce la repetición y la cuenta.

Ahora bien, hay un problema en la cuenta. Tuve que dar todo este rodeo para decirles, finalmente, que hay un problema en la cuenta... El problema es que la estructura de la que se trata no es abierta, sino cerrada. Es importantísimo que sea cerrada porque así queda algo para hacer. En cambio, si la estructura fuese abierta, no quedaría nada para hacer, seríamos bolas de billar eternamente rebotando ‘al pedo’; porque si el hallazgo es imposible, sería siempre andar rebotando, comiendo, manteniendo relaciones sexuales, leyendo a Lacan, hablando, todo sería un escepticismo real; sería como: "Mirá, hermano, ¡¿para qué vas a ir a la cancha a ver a Boca–Racing, si a fin de cuentas no vas a encontrar el objeto?!"... Y no lo va a encontrar. ¡Pobres aquéllos que crean que van a encontrarlo, porque se engañan! Esto nos lleva a un escepticismo real y, entre paréntesis, a una concepción del fin del análisis que la gente nos asigna típicamente a los lacanianos. Los lacanianos tenemos que preguntarnos por qué la gente nos endilga eso, que termina por ahuyentar tanto a la clientela... La gente dice: "Mirá, si te vas a analizar, analizate. ¿Qué querés que te diga, si ya estás decidido? Pero en todo caso, ¡no lo hagas con un lacaniano!". Esto se dice, al menos, en Buenos Aires. En París se practica: se vaciaron los consultorios de los lacanianos y se han vuelto a llenar los de la IPA...

Hay un problema en la concepción de este problema: que se cierra, que esto no está metonímicamente abierto. El deseo es, topológicamente hablando, cerrado, y no abierto. El deseo no es metonímico. Decir que el deseo es metonímico es decir: "Hermano, ¡ni te calientes por tu deseo! ¡Es pura frustración!"... Esto cierra. En la centésima vigésima segunda vuelta, la boca termina mordiendo la cola de la parte primera de la primera vuelta, y eso produce una superficie cerrada.

Una superficie cerrada quiere decir que tiene una parte interior y una parte exterior que se distinguen. La clase 15 —o la 14— es muy topológica, pero muy interesante; quizás, una de las más estructurales del Seminario IX.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Ahí, directamente dice Lacan: el sujeto del deseo es cerrado. "Cerrado" quiere decir que no es abierto, porque las posibilidades en topología son "abierto" o "cerrado". Parece una ‘boludez’, pero no hay tercera alternativa. "Abierto" es contigüidad exterior–interior. "Cerrado" es discontinuidad exterior–interior. Hay un interior y hay un exterior. Pensar que el sujeto del que se trata es cerrado, nos sirve porque vía la cerradura podemos dar cuenta de su condición particular absolutamente distintiva de toda otra condición particular. Si fuésemos abiertos a lo social, seríamos todos fundamentalmente seres sociales.

Si estamos abiertos, estamos todos abiertos por igual: abiertos a lo mismo. Y sin embargo, cada uno de nosotros es absolutamente distinto a todo otro. Para serlo, tenemos que ser cerrados. Caemos en la esfera, el huevo de «El Yo y el Ello» de siempre. Si fuésemos exclusivamente una banda de Möbius, podría haber un hilo rojo que nos agarrase a todos. Ése sería el problema de que el sujeto sea abierto —habría algo que atravesaría a todos por igual. Y una vez que tenés a todos por igual, el sujeto del psicoanálisis se desvaneció.

El sujeto del psicoanálisis tiene propiedades imposibles de perder. Si no, es otra cosa. No es que no exista. No es que yo diga que no existen sujetos sociales, pero en todo caso no es el sujeto con el que practica el psicoanálisis, ni el que concibe el psicoanálisis. Por eso el psicoanálisis no es apto para análisis sociológicos. Puede aportar alguna idea, pero no es apto para eso. Y esto por la sencilla razón de que considera a todo sujeto en su condición particular. Para eso tiene que estar cerrado, lo que queda dentro necesariamente es discontinuo de lo que queda cerrado dentro de éste.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: El efecto del análisis es producir el cierre, es poner en contacto la cola de la vuelta más avanzada con la cola de la primera: "¡Ah! Discúlpeme, no es esto lo mismo que me contó que le pasaba en la infancia con su mamá?". Entonces se hizo un cierre. ¿Cuál es la maniobra del análisis? Producir el cierre. Porque el problema es que el sujeto, caminando el camino, nunca nota que está cerrado. Justamente, la maniobra del análisis es establecer el cierre porque la estructura en sí misma es cerrada. Y si es cerrada, tiene condición particular.

Pero sucede otra cosa más, que es toda la ganancia, y es que para Lacan no es sólo éste el círculo, sino que hay tres círculos a tomar en cuenta. Tenemos éste que se llama "círculo pleno", esto es, el de cada vuelta de la demanda que, pensado de este modo, tiene estructura de ciclo repetitivo —y nosotros, los analistas, tenemos que estudiar los ciclos repetitivos que es lo que habitualmente se le escapa al sujeto.

Ahora bien, si se produce el cierre, o sea, si alguien puede contar con el cierre, si se puede posicionar alguien en que la estructura es cerrada —que no es la metonimia de la demanda frustrante—, se produce una vuelta distinta. Si el sujeto no está en esa posición, entonces hay que establecerla. Si esto está así, entonces puede empezar a contar los ciclos —«rasgo unario»— para contar los ciclos repetitivos. ¿Ven el progreso de la enseñanza de Lacan? Antes era cada elemento, pero ahora tenemos las repeticiones. Las repeticiones se cuentan.

Tenemos una cierta cantidad de vueltas y hemos cerrado artificialmente la superficie. Pero la hemos cerrado provisoriamente, ya que no tiene por qué ser un cierre real, ni siquiera ser definitivo: hoy se puede cerrar así, mañana se puede cerrar de algún otro modo. Si se produce el cierre, se obtiene siempre una ganancia. De eso se trata.

Es que, dado que se cierra, en vez de trescientas sesenta y cinco vueltas, hay trescientas sesenta y seis, es decir, hay una vuelta en más que es lo mismo que una vuelta contada en menos. Es lo mismo, el más uno y el menos uno son formas discursivas del mismo problema. No necesariamente siempre es el menos uno. Cualquiera de nosotros puede elegir —en cuestión de falla de la cuenta del sujeto, no hay nada escrito: es cuestión de gustos. Es exactamente lo mismo más uno o menos uno, porque una vuelta dada en más en vez de trescientas sesenta y cinco, hay trescientas sesenta y seis; o una vuelta contada de menos porque son trescientas sesenta y seis, de las cuales no puedo contar más de trescientas sesenta y cinco. Y no por nada estoy cargoseando vuestras orejas con las "trescientas sesenta y cinco": les propongo, como metáfora, la traslación y la rotación. A mí me parece bárbara. Lacan jamás la utilizó, ni ningún topólogo conocido. Podría quizá ser un error garrafal, pero a mí me parece una forma bárbara de entender este problema. En un año, ¿Ustedes cuánto cuentan? ¿Trescientos sesenta y cinco, o un año? Porque de eso se trata, a saber, que son capaces de decir "un año". Los perros, no; los árboles, tampoco. Pero sí se puede contar cuántos años de vida tienen los árboles y, para colmo, saber si fue lluvioso o seco... El árbol no cuenta sus propios anillos. Peor, en realidad, con la Tierra, ¿qué ha sucedido? Piensen en las vueltas. Ha dado trescientas sesenta y seis vueltas: ha realizado trescientas sesenta y cinco rotaciones, y una vuelta más como resultado de su traslación alrededor del sol. Quiere decir que cada vuelta de esto implica un pedacito de otra que es imposible de contar porque es de otra índole. Tenemos trescientas sesenta y cinco vueltas plenas y una vuelta que es —tal como la llama Lacan— la "vuelta vacía", porque es en torno al vacío. Siempre hay o una vuelta en más o una vuelta en menos en relación a la totalidad de las vueltas —si la superficie se cierra, si no, no.

¿Qué deseo? ¿Quién sabe lo que desea? Nadie sabe lo que desea. ¿Es que no puede saberse nada sobre el deseo? Ése es el otro problema. Si el deseo es inefable, ¿tiene que ser mediante una experiencia mística que vamos a encontrarlo? Si alguno piensa que sí, le pedimos que salga de la sala porque es un enemigo de los psicoanalistas. Si dice que sí, el psicoanálisis sería así la peor y más inútil de las mentiras de este siglo. O sea, se trata de que la superficie cierra, pero sólo al cerrar se produce el efecto más uno y/o menos uno, que es respecto de cada vuelta de la demanda un más allá de la demanda; que cuando se cierra, recién entonces adquiere la forma de una vuelta en más; y porque son trescientas sesenta y seis, y vos dijiste trescientas sesenta y cinco, es una vuelta en menos. ¿Cuántas vueltas das en un año? Son trescientas sesenta y cinco más una, porque son dos vueltas absolutamente heterogéneas entre sí. Siendo que son heterogéneas, cuando estás contando una, no contás la otra. Entonces, la otra puede funcionar en más o en menos, que es la posibilidad que siempre tenemos. Nuestra impresión es que el fracaso del encuentro a veces es por menos y a veces es por más. Siempre es o más uno o menos uno. Son dos modalidades del mismo problema. No veo ningún motivo para suponer que es mejor, que es más "lacaniano", más "real", más "objeto a, causa del deseo" que sea siempre el menos uno... A veces, el fracaso es por exceso, por un plus inadecuado, imposible de evitar, que sólo se establece cuando se produce el cierre —sin cierre, no.

Si se produce el cierre, entonces uno puede empezar a preocuparse por esa vuelta dada en más o contada en más. Ésa es la vuelta del deseo, dice Lacan. Según se produzca esa maniobra de cierre que los sujetos humanos podemos hacer, se abrirá ese más allá ineliminable de la demanda. Y en este esquema, este cierre es equivalente a S1.

Pregunta: Cuando das toda la vuelta, ¿por qué no llamar "S1" a esa última vuelta que se produce?

A.E.: Sí, también, si se cierra vos podés llamarla "S1". Yo puedo decir: "Esta temporada fue una mierda", y podría también decir "Mi vida ha sido una mierda". El encabalgamiento es creciente y la lógica se conserva. Y eso, siempre y cuando no trabajen con metalenguaje.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: La vuelta en más o la vuelta en menos sólo se produce con el cierre.

En nuestra clase de hoy intentamos explicar lo que es la noción de «rasgo unario» según Lacan: hacer uno de cualquier cosa.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: En esa vuelta en más. No, en la rotación se produce la vuelta repetitiva y la pérdida del objeto. El deseo es una forma de recuperar el objeto, pero lo que pasa es que solemos decir que el deseo es la pérdida del objeto. El objeto no se pierde por deseo. El deseo, en Lacan, es una forma de concebir un recupero de la perdida de la demanda. La demanda es lo que hace perder el objeto. El deseo es un recupero que se produce sólo si hay cierre.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Mordés, pero es inoperable porque, ¿qué es «deseo»? Es el plus del más allá de cada demanda. Con ese plus no puede operar. Es como que yo te diga que cada vez que hay una demanda, hay un más allá —no se puede hacer nada con eso. ¿No comprobaste que cuando alguna vez quisiste mucho algo y lo conseguiste, no se era eso en definitiva? Bueno: fin de análisis. Ésta la agarramos enseguida. En los seminario 1 y 2, no hay mucha dificultad para entender «metonimia», «deseo» y «pérdida de objeto». Hay que producir el cierre. Lo que pasa es que, a veces, lleva mucho tiempo el cierre. Hay que escuchar muchas sesiones, muchos meses; y a veces lleva muchos años poder llegar a decir: "¡Ah! ¡Esto cierra acá!". Producido el cierre, hay una vuelta en más o una vuelta en menos con la cual se puede operar. Pero no he dicho, aún, cómo.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Se produce al producirse el cierre de la superficie, la vuelta en torno al vacío. Esto es un toro:

Es como un salvavidas o, si lo prefieren, como un asiento para hemorroides...

Ésta es una vuelta. Aquí voy de arriba para abajo y viceversa. Estoy de vuelta abajo. Puedo empezar de vuelta a subir y bajar. Pero no es en torno a un vacío. Lo que digo es que de esto se escapa todo objeto. A los animales, como no se les produce la vuelta repetitiva, no se les escapa el objeto. Acá se escapa la madre, la teta, y la leche. En la vivencia de satisfacción no pueden atrapar la madre, la teta o la leche. Justamente, cuando se establece este nexo, el objeto natural se ha perdido por efecto de la demanda. ¿Se puede hacer algo más que quedarse llorando por la teta y la leche perdida? Si se produce el cierre, obtenemos una vuelta en más.

Vemos si podemos decirlo un poco más metafóricamente. ¿Qué sería esta vuelta en más? El cierre significa que no tengo una cadena abierta. De todos estas pequeñas porciones, tenemos hecha una. Pero, ¿qué ganancia teórica, práctica, conceptual tenemos? Se recupera el objeto perdido porque tengo un algo. ¿Qué es lo que quiere decir ese más? Con cada porción no se puede establecer. Lo que yo puedo decir es si cierro la superficie. Hay que ver si la cierro bien, si tomé tres vueltas y cerré y son las equivocadas; me convendría haber tomado estas ocho, que eran mucho más esenciales y más importantes, para la estructura de este sujeto, que estas tres. Me equivoqué y cerré antes. Pero si cierra y se puede hacer uno de ese en más, se puede hacer es algo con eso. Cada uno de nosotros puede hacer algo con eso: podés ir hacia eso, recular frente a eso, podés dejarlo para mañana, empezarlo hoy, hacerlo del todo —se puede hacer algo. Pero para que pueda hacerse algo con eso, tiene que tener la estructura mínima de ser un uno. Si la superficie cierra, se puede establecer la vuelta en menos o contada en menos. Ahora bien, ¿se puede decir qué es? Lacanianos, ¡no os asustéis..! No, no se puede decir qué es, porque sería hacer coincidir una vuelta de la demanda con una vuelta del deseo. Sin embargo, es algo: "¿Usted siempre se va a la mierda cuando frente a problemas del saber se engancha con una ‘mina’?". Entonces, ¿qué es el deseo para este tipo? Que tiene "algo" que ver con el saber. Desde luego, no puedo decir qué. Pero hay un "algo" del que se puede empezar a hablar. Hay un algo que, por ejemplo, se puede interpretar. Si está la vuelta en más, lo puedo interpretar. No puedo decir qué es porque la vuelta de rotación no es la de la traslación. No puedo convertir la vuelta de traslación en una vuelta de rotación, no puedo decir vía la demanda lo que es el deseo. Es imposible, ni hay que intentarlo: ¡es ‘al pedo’!

Dependiendo de cómo se cierre, va a establecerse esa vuelta en más o contada en menos que, al establecerla, se puede empezar a decir algo de ella. Pero que pueda empezar a decirse algo de ello no quiere decir que intervengas: "Mire, Usted tiene que empezar a estudiar inglés". Claro que podés decírselo, pero no te vayas a creer que eso es el deseo; en todo caso, eso es demanda pura, demanda del analista —también los analistas demandamos.

Pero si se cierra la superficie, se puede hacer algo con esa vuelta en más, y hasta se puede hacer algo teóricamente con esa vuelta en más: concebirla en una relación a otro toro.

Para que haya una vuelta en más, tiene que ser uno. «Rasgo unario» no es equivalente de "caca"... A mí me parece que, para muchos lacanianos, «rasgo unario» es como caca, como lo peor, que hay que sacarlo porque "el rasgo unario es el amo" o vaya uno a saber qué otra clase de sandeces. Cuando se cuenta, hay un error de cuenta imposible de evitar: el menos uno, o el más uno.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Hablamos de vueltas plenas y de vuelta vacía.

Pregunta: ¿Podés, luego, contar las vacías?

A.E.: No, porque a cada cierre le corresponde sólo una.

Pregunta: De eso no podés hacer una serie.

A.E.: No, porque para eso habría que poder decirla. No se la puede decir, pero sí puede interpretársela. Yo puedo interpretar que para mí el deseo apunta hacia hacer negocios y, después, darme cuenta de que en realidad eso tenía mucho más que ver con mi suegra que con mi deseo. Puedo darme cuenta de que mi deseo tiene que ver con otra cosa, por ejemplo, con saber. No se puede contar "deseo de hacer negocio", "deseo de saber". Cambia la interpretación de esa única vuelta contada en más o menos.

Es importante conservar eso porque el deseo es indestructible, no cambia, no se puede decir qué es. Pero es uno. Si decimos que el deseo es metonimia, entonces no es uno porque la metonimia está eternamente abierta hasta que te morís. Ahora bien, si el deseo es uno, aunque no se pueda decir qué es, se lo puede interpretar: uno puede decir cómo es eso para uno. Hay que establecer que sea uno, para después poder decir algo. Siempre es uno —no podés escribir menos dos, o más dos. Es uno que restará siempre como uno por la imposibilidad de ser dicho. Si pudiese ser dicho, podría pasar a ser dicho, pero como no puede ser dicho, ese más allá de todo lo dicho siempre va a ser uno. El establecerlo permite al sujeto encaminarse hacia ese uno, aunque no sepa lo que es.

¿Puede uno dirigirse hacia el horizonte sabiendo adónde va a llegar? No. Pero se puede ir de culo hacia el horizonte, podés ir al revés de tu vida, pero para ir al revés de tu vida, para que eso pueda ser concebible, hay que establecer que tu vida tiene un sentido, una orientación. Lo que no se puede decir es que se pueda decir la frase, del objetivo, del destino, o del punto de llegada de ese sentido o de esa orientación. No son tantos términos, es una lógica cerrada.

Teóricamente, ¿qué se puede decir de esa vuelta en más que es la del deseo y que es la vuelta en torno al vacío? Que coincide, topológicamente hablando, con un vuelta de la demanda de otro toro enlazado al primero. Eso es bastante evidente. Esta vuelta que estoy agarrando con mis dedos, de este toro pegado con cinta blanca que traído hoy para Ustedes, coincide topológicamente hablando con ésta que es la vuelta en más de éste. Si yo inflo esto y lo hago coincidir, pueden llegar a coincidir. Quiere decir que la vuelta en más del deseo de éste, connota y determina —no causa. ¿Por qué para ella, negocios, y para ella, saber, y para ella, nada, ama de casa? Porque esa vuelta en más tiene una determinación que es una vuelta de la demanda de otro toro. ¿Cuál vuelta? La que elija éste. ¿Qué de las ‘boludeces’ que dice mamá? Eso es a elección, porque nadie puede imponer la demanda —todas las vueltas, aquí, están ofertadas.

¿Quiere eso decir que el otro determina la demanda? No, yo no estoy diciendo que en este toro no hay deseo. El de la cinta blanca es mamá, el que pegué con adhesivo es el nene. Para la mamá hay una vuelta en más también —no estoy diciendo que no hay deseo del Otro. Lo que estoy diciendo es que la determinación sobre esta vuelta en más o contada en menos corresponde en la función de una vuelta de la demanda de este toro —si es que hay este nudo. Este nudo es el único nudo posible de dos toros. Eso es también bastante evidente. ¿Cómo podría juntar dos toros si no es de este modo?

Quiere decir que el deseo, como vuelta en más o contada en menos, con su relación de determinación con la vuelta de la demanda de otro toro, es a consecuencia del anudamiento; y el anudamiento es consecuencia de la metáfora paterna —es el único tipo de nudo que hay, el del Edipo.

Para la maniobra analítica —para terminar con la reunión de hoy—, Lacan concibe un tercer tipo de círculo que es el siguiente: ¿lo ven? Hay un círculo que es éste. Uno es el de la demanda, que se llama "pleno". La «palabra vacía» del comienzo de la enseñanza de Lacan, ahora se llama "pleno" (observen la inversión de la teoría de Lacan...). Está el segundo que es éste, que si Ustedes quieren sería el deseo del Otro, el deseo en relación al Otro. Pero la desventaja de éste es que no se anuda a la demanda de éste. Entonces, Lacan dice que hay una tercera maniobra que anuda los dos tipos de círculos. Hay tres tipos de círculos. Círculo es lo mismo que un borde —ya lo discutimos bastante la vez pasada—, que una línea en el pizarrón, el recorrido de esta cinta. Ahora, ¿es lo mismo que esto, verdad? Porque no me hace falta este relleno para abrazar las dos cosas, ¿no? Ésta es la intervención analítica, que no deja de ser una demanda —hay que decirlo. Se pueden decir cosas maravillosas quedándose callado, se puede producir un efecto fulgurante cortando una sesión, pero para un análisis no alcanza ni quedarse callado ni cortar la sesión: hay que hablar, hay que decirlo. Por ejemplo, ¿cómo producir el cierre de la superficie que permita operar sobre esa vuelta en más? Ésta tiene la virtud de anudar ambos círculos. Con lo cual, se darán cuenta de que no deja de tener la estructura de demanda, pero es una estructura de demanda que no se olvida de incluir en sí el círculo en torno al vacío que es el deseo.

Esta tercera es la que para Lacan es la intervención del analista, es decir, hay una intervención posible del analista, que implica, primero, la producción del cierre. Decíamos que nunca se llega sino cuando está cerrando. Bien, el único medio para que se entreabra es llamar desde el interior, éste, y no el que se podría haber supuesto operando acá adentro —ahí no pasa nada, no hay autoanálisis. Esto es autoanálisis cuando se espera que la verdad salga de las tripas, desde dentro de uno. No hay dentro pero hay interior. Ven que es como en un abrazo: la experiencia analítica es en un abrazo que es un nudo.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Otro ‘chabón’, esto no se produce sin otro ‘chabón’. El Otro es un lugar, no es una persona, que opera encarnado en una persona. Los lacanianos siempre decimos que el Otro no es una persona e influimos a la gente con que se tienen que analizar con nosotros. Si el Otro no es una persona, no hace falta una analista. Y si no hay analista, ¿cómo producir esto? Si no está la vuelta de la demanda implicada, de éste, ¿cómo podés abrazar a éste?

Entonces, tenemos que el único medio para que se entreabra es llamar desde el interior, o sea que hay que abrazarse. Si no se abraza uno a otro, no hay interior posible porque no hay dentro. Así que hay que producir el abrazo con el analista, y, para producir el abrazo con el analista, hay que poner a jugar demandas; y éstas demandas inexorablemente tendrán un más allá que será el deseo.

El problema del analista es justamente qué hacer con su deseo y con el más allá que tiene que estar en la experiencia analítica que no es su deseo, aunque es su deseo. Entre el deseo del tipo, del ‘chabón’, de la persona que es el analista, y el deseo del analista, hay un punto de contacto: estar ahí, hay que estar ahí. El otro día, les conté sobre ese analista francés que decía que no es difícil ser analista, que todo el asunto estriba en seguir siéndolo. El tipo tiene unos sesenta años de edad. Y bien, tiene razón. Después de veinte años de analizar, ya está, ya tuviste muchos pacientes, ya está, todas las cuestiones imaginarias se diluyen, ¿por qué seguir atendiendo gente? Quiere decir que hay algo del deseo de esa persona que la hace poner ahí. El problema es que las demandas de las que se trata no son las demandas del sujeto que es analista, no es tanto el deseo la diferencia, sino la demanda.

Les cuento una anécdota increíble. En mi casa había un piano, y por un motivo que no viene ahora al caso, un lunes a la noche traen otro piano a mi casa. ¡Era la primera vez en mi vida en que había dos pianos en mi casa! Vivo en una casa antigua, ladrillo a la vista. Martes, al día siguiente, una paciente me dice que tuvo un sueño:

— ¿Quiere contármelo?

— Sí, soñé que estaba en tu consultorio, pero era como una casa, con ladrillos que se veían, y había dos pianos...

Yo la miré y... ¡decí que estaba en el diván, porque si no..! ¿Qué sería ahí la diferencia entre la maniobra del analista y la del amigo? El analista introduce no su deseo (¿quién es capaz de introducir, o de dejar de introducir, su deseo?), sino que lo que hace la diferencia es la demanda. En este caso, lo que yo hice es aguantarme —lo digo sinceramente— las ganas de decirle la demanda. De haberme dejado llevar, habría dicho en ese momento: "¿Cómo? ¡¿Otra vez dos pianos?!". Pero en aquel momento intervine pidiéndole alguna asociación con "dos pianos". Hay pacientes que trabajan solos sus propios sueños, y uno no está ahí sino como un mero testigo, pero hay otros que en un momento determinado requieren de un elemento.

Quiere decir que lo que uno oferta es una demanda artificial. En esa demanda artificial hay cierta dimensión de un deseo verdadero. Yo no creo en los que dicen que los analistas somos chusmas incurables, pero hay en efecto un deseo de saber sobre la vida de los sujetos, ¿acaso no se entusiasman cuando hay un paciente nuevo? Y ya no por el tema del dinero, de pagar el alquiler, sino por el misterio de saber cómo será, cómo será el análisis con ese sujeto, las sorpresas, etc. No hay mucha gente que tenga esa vocación de estar vinculada a esa dimensión. Eso tiene que ver con un deseo.

Con lo cual, ven que hay una relación intima entre demanda y deseo, en donde el deseo de uno necesariamente tiende a coincidir con el más allá de la demanda. Y es el más allá de la demanda del analista lo que introduce el «Che vuoi?» , y no el deseo del analista. No hay que olvidar que es el más allá de la demanda del analista. La demanda del analista es lo raro. Lo distinto, lo radical, es la demanda del analista que permite articular lo que el analizante trae y hacer de eso una superficie cerrada. Eso nos brinda su condición particular y, a su vez, también hace de la falta un objeto.

¿Por qué Lacan llama «objeto a» a la causa del deseo? ¿Por qué no lo llama simplemente «a»? Porque se puede operar, porque se puede hacer algo con ello y, para poder hacer algo con ello, hay que tenerlo aunque no se pueda decir. No estoy diciendo con eso que confundo deseo con demanda. No se puede decir qué es, pero se puede operar siempre y cuando sea algo. Y para que sea algo hay que considerar al sujeto como cerrado. Siendo cerrado, aparece la condición particular: el deseo se particulariza y se establece que el deseo es limitado, esto es, que no es metonímico. Si el deseo es metonímico no se puede hacer nada con él. Y me da la impresión de que es lo que aproximaría al deseo en la psicosis que, por faltar el nudo que es el Complejo de Edipo, no cierra. Y por no cerrar es que no se puede categóricamente hablar de «deseo» en la psicosis.

No vamos a seguir con la topología. En la próxima reunión, trabajaremos con «alienación» y en la subsiguiente, con «separación».

Pregunta: [inaudible].

A.E.: En topología, esto es equivalente a una línea cerrada de Jordan. Siendo equivalente a una línea cerrada de Jordan, tiene la estructura de un borde —lo hagas con una cinta, con un hilo o con lo que más gustes. Son tres. El toro tiene que ser cerrado. Si el tercer círculo les resulta difícil, pueden pensarlo así, que es topológicamente equivalente. Es por eso que la teoría de Lacan termina siendo una teoría topológica de nudos. Si Ustedes se quedan con la torsión, es un ocho interior —es lo mismo decir que es ésta que atraviesa a las dos.

Pregunta: Siempre imaginé el ocho interior en un solo toro, no abarcando los dos.

A.E.: Es lo mismo. No es ni más ni menos que lo que dice en «Instancia de la Letra»: anillos de un collar hecho con el anillo de otro collar. Eso es, para Lacan, la cadena

Correcciones: Luciano Echagüe


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