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Seminario
Psicoanálisis y Ciencia
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Tema :
La cuestión de la obra

Clase 1.3 : El estilo

A cargo de : Eduardo Albornoz


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Introducción

 

En la segunda parte del 1er capítulo de su libro, Milner se refiere a algunos aspectos del estilo de Lacan.

Retomemos lo más significativo que plantea al respecto.

Lacan definido como un moderno en lo que respecta al estilo ha abandonado la forma platónica del diálogo "sencillamente porque en los modernos, toda técnica literaria es obsoleta ... todo escrito moderno es un atechnon. Ello hace que sea único en su género, donde se reencuentra la marca del Uno insustituible, característico de la forma de obra ...Lacan se inclina a dejar de lado hasta el residuo de las technai escolásticas, legado por la tradición universitaria (partes, capítulos, párrafos en tanto que distintos de las frases) ...El procedimiento discursivo es la protréptica cuya función es arrancar al sujeto de la doxa para volverlo a la theoría. La protréptica, por otra parte, asume en el espacio del párrafo escrito, la forma atécnica de la conversación erudita. En el espacio de la frase, la protréptica negativa sólo dispone de los recursos de la acusación y la diatriba para desalojar en su movimiento violento a la doxa adormecida de su lugar de reposo... el lexema raro, el semantema inhabitual, la sintaxis tortuosa, han de impedir al lector abandonarse a su inclinación de lengua, hacerle desconfiar de las sucesiones lineales y de las disposiciones simétricas, obligarlo al saber que vendrá". Poco más adelante, y luego de todas estas consideraciones, Milner plantea que "desde el punto de vista del saber, nada hay en los seminarios que no esté en los Scripta" (pág. 29).

 

I

Comenzaré este capítulo desde cero.

Comenzar desde cero es preguntarnos qué es el estilo. Mientras que la escritura ha sido considerada desde los orígenes de occidente como techné, como mero artificio, se ha dejado para el habla la encarnación del logos y de la razón. "El habla sería pues, la verdad, la "naturaleza" y el origen de la lengua, y la escritura tan sólo un vástago bastardo, un suplemento artificial, un hijo innecesario". El estilo, por su parte, podría ser considerado como un artificio en el artificio que es la escritura.

Al revés de la clasificación de los géneros, que goza de una cierta universalidad más allá de los matices (policial, cuento, novela, poesía, Borges pergeñó alguna vez el curriculum), la de los estilos y sobre todo de los estilos contemporáneos no deja de ser oscura.

Para avanzar en nuestra pregunta acerca del estilo, tomemos, en principio la definición del diccionario de la ciencias del lenguaje de Ducrot- Todorov: "elección que debe hacer todo texto entre cierto número de disponibilidades contenidas en la lengua". Definición que pone el acento en que los estilos están en la lengua y no en la psiquis de los usuarios. El estilo es una propiedad estructural, no funcional.

El mismo diccionario propone, para discernir de manera rigurosa los rasgos estilísticos de un texto, un doble acercamiento: "Por un lado hacia el plano del enunciado, es decir , el plano de sus aspectos verbal, sintáctico y semántico... y por otro lado hacia el plano de la enunciación, es decir el plano de la relación definida entre los protagonistas del discurso (locutor/receptor/referente).

El aspecto verbal se refiere al número y distribución de los fonemas y a sus propiedades rítmicas y melódicas. El aspecto sintáctico se estudia en el nivel de la frase y de las relaciones entre las frases, lógicas (de implicación, de inclusión, etc.), temporales (de sucesión) y espaciales (de simetría, de oposición, de graduación), frecuentes estas últimas en la poesía. El aspecto semántico analiza la representatividad (si se refieren a hechos o a reflexiones abstractas), la figuralidad (y no hay expresión que no lo sea), la plurivalencia (todo discurso no evoca solo su referencia inmediata, sino también otros discursos)

En el plano de la enunciación los autores distinguen los indicadores de la situación espacio temporal de los protagonistas del discurso, la actitud del locutor respecto de su discurso en la que se diferencian los estilos emotivo, valorativo, modalizante, etc.

Imprecisamente se habla de estilo de un época, de una obra, a veces se considera el estilo como desvío en relación a una norma. Vimos que Ducrot-Todorov prefieren a todas estas posibles acepciones "la elección que debe hacer todo texto entre cierto número de disponibilidades contenidas en la lengua". No está demás recalcar que la elección es elección del texto. Y si bien no contamos con los elementos que llevaron a Ducrot-Todorov a elegir esta definición no podemos suponer que haya sido ingenua. No se trata de ningún modo de la elección que el autor haría como quien selecciona corbatas en una tienda. El estilo es el lenguaje secreto del escritor, como diría Barthes "un lenguaje autárquico que se hunde en la mitología personal y secreta del autor, ... Sea cual fuere su refinamiento, el estilo siempre tiene algo en bruto: es una forma sin objetivo, el producto de un empuje, no de una intención, es como la dimensión vertical y solitaria del pensamiento... es la "cosa" del escritor, su esplendor y su prisión, su soledad." En el parágrafo III veremos hasta que punto Lacan es solidario con esta apreciación.

 

II

La jerarquización que Milner realiza de lo escrito no deja de estar inscripta en el marco de una valorización que critica y supera ese prejuicio de occidente que va desde Platón a Saussure (al menos a sus discípulos) en el capítulo VI de la introducción del curso. Para esta tradición, el habla sería ese "interior" donde reside el pensamiento y la escritura lo "exterior" , la pura artificialidad que merece ser humillada.

En la "Carta de disolución" del 5 de enero de 1980, Lacan dice: "hablo sin la más mínima esperanza -sobre todo de hacerme entender. Sé que lo hago -añadiendo a ello lo que eso comporta de inconsciente. Está ahí mi ventaja sobre el hombre que piensa y no se da cuenta de que antes que eso habla"

Podemos tomar en consideración estos dos párrafos. En primer lugar la acertada jerarquización de lo escrito por parte de Milner. En segundo lugar el breve párrafo de la Carta de disolución que basta para presentarnos lo esencial de la crítica que en términos muy generales Lacan hace a la filosofía. La ilusión filosófica que Lacan cuestiona aquí es haber creído que el hombre piensa antes de hablar. Por un deslizamiento muy sutil se puede caer en una hipótesis, no por más elaborada menos ilusoria, que sostiene que el hombre piensa antes de escribir.

Esto introduce la cuestión que hace a la esencia del hombre, la esencia del psicoanálisis y del tantas veces reiterado postulado lacaniano fundamental, el ser del hombre es de lenguaje, el "parletre", el término acuñado por Lacan destaca la esencia del hombre, tiene razón Milner frente a los neoplatónicos, no menos cuando escribe que cuando habla. Pero tampoco más.

S i aceptamos que el estilo es una propiedad estructural y no funcional y recordamos que en la Obertura de la recopilación de los Ecrits de Octubre de 1966 Lacan comienza diciendo "El estilo es el hombre mismo" no podríamos suponer un Lacan amo de su decir que seleccionaría a su antojo los modos discursivos.

Sostener "el estilo es el hombre mismo" es plantear en una sola frase la antifolosofía de Lacan, la esencia del hombre "parletre" pero no sólo en tanto "parla", en tanto palabra hablada, sino también y no menos en tanto palabra escrita.

 

III

Si bien es verdad que la base de toda discusión sobre el estilo de Lacan debe tomar en cuenta una polémica que va desde Aristóteles a los semánticos actuales para quienes el ornamento retórico sólo es a lo sumo una estructura aún más superficial que la estructura superficial, incapaz de afectar a las estructuras profundas, sean éstas sintácticas, semánticas o lógicas, también es cierto que teniendo en cuenta lo antedicho, podemos plantear entonces que la complejidad del estilo no será otra que la complejidad del sujeto en la doble vertiente subjetiva y objetiva del término. Y aún más, podemos postular que el concepto de "parletre" en cuyo análisis nos detendremos en una clase próxima, nos permitirá dar un salto se que aunque tal vez no cierre la cuestión nos ubique en otro plano para intentar saldarla.

En su Semiótica y Filosofía del lenguaje Umberto Eco hace una referencia a la Retórica de Aristóteles, éste, luego de analizar como producen y comprenden las metáforas, cambia de enfoque y pasa a referirse a lo que las metáforas permiten conocer, es decir en qué incrementan el conocimiento de las cosas. Para Aristóteles la metáfora no es sólo un instrumento de deleite sino también y sobre todo un instrumento de conocimiento.

No debemos perder de vista que Aristóteles, tanto como muchos de sus discípulos, manifestaba la tendencia de llamar metáfora a todo tropo y a toda figura retórica. Uno de ellos, Emanuele Tesauro era muy consciente de que las metáforas no son fruto de la felicidad inventiva, sino de un trabajo que debe aprenderse mediante ejercicios. A todos ellos Aristóteles ya les había dicho "es necesario derivar la metáfora... de cosas cercanas en el género y sin embargo de semejanza no obvia. Al igual que también en filosofía es signo de buena intuición el aprehender la analogía entre cosas muy diferentes".

Podemos homologar la función cognoscitiva de la metáfora, tal como la plantea Aristóteles a una función cognoscitiva del estilo, es decir de la retórica.

En el texto mencionado, Eco diferencia, analizando diversas figuras de la retórica, la catacresis institucionalizada, transformada en lexema codificado (por ej. "la pata de la mesa") de la catacresis instituyente, que para muchos corresponderá a un momento "auroral" del lenguaje (por ej. "Serpiente monetaria").

El lenguaje crea metáforas porque necesita encontrar modos de nombrar las cosas. Luego la lengua las absorbe, las lexicaliza, las registra como expresiones hipercodificadas. Estas, una vez constituídas, se limitan a decir lo que ya se sabe.

Ahora bien, la tendencia a metaforizar, la complejización misma del lenguaje es consecuencia, en principio, de la ignorancia del léxico apropiado. Es por esta vía que resurgen y se reinventan muchas veces expresiones ya extinguidas de la lengua. Eco analiza esas metáforas elementales que producimos cuando debemos explicarle nuestros síntomas al médico y desconocemos los términos precisos: me arde el pecho, siento punzadas en el brazo, - Docta ignorancia, diríamos nosotros cuando la complejidad es efecto del rechazo de la doxa. No hay proposiciones de saber independientes del estilo. El saber está en el estilo mismo de una manera tal que uno y otro son inseparables.

Lacan no desconocía esto, en los comienzos mismos de su enseñanza postuló la "función creadora de la palabra". Es esta función creadora la que permite "poner delante de los ojos" una relación que dondequiera que estuviese no estaba delante de los ojos, o lo estaba, pero estos no la veían, como la carta robada del cuento de E.A. Poe.

En "El idioma de los lacanianos" Jorge Baños Orellana, extrae un fragmento de un reportaje donde expresa:

-Paolo Caruso -¿Cómo explica ud. que su estilo resulte tan elíptico?

-Jacques Lacan -Es indispensable destacar que en las líneas que abren mi colección de los escritos empiezo por hablar de estilo, utilizando el slogan de el estilo es hombre. En aquel breve texto preliminar ya doy una indicación elíptica de lo que quiere decir la función del estilo jádico, estilo que precisa de la relación de toda la estructuración del sujeto en torno a determinado objeto, que después es lo que se pierde subjetivamente en la operación, por el hecho mismo de la aparición del significante. A este objeto que se pierde lo llamo objeto a minúscula, y en la praxis analítica interviene estructuralmente de una manera avasallante, porque un analista no puede dejar de dar una importancia primaria a lo que se llama relación de objeto. Para dar una ilustración -no es un objeto como los otros-, este objeto es un objeto esencialmente perdido. Y no sólo mi estilo en particular, sino todos los estilos que se han manifestado en el curso de la historia con la etiqueta de un determinado manierismo -como lo ha teorizado de una manera eminente Góngora, por ejemplo- son una manera de recoger este objeto, en cuanto estructura al sujeto que lo motiva y lo justifica (...) Suministro así la fórmula más avanzada de lo que justifica determinado estilo, y a la vez declaro su necesidad ante un auditorio.

El estilo, entonces, es una manera de recoger el objeto. Y es desde este punto de vista de Lacan que podemos cuestionar la idea misma de un saber independiente de lo simbólico. Es una idea positivista. El saber que puede encontrarse en lo simbólico es un saber prisionero del acto mismo de enunciación de ese saber.

"El mundo freudiano, es decir el de nuestra experiencia, entraña que ese objeto, das Ding, en tanto que Otro absoluto del sujeto, es lo que se trata de volver a encontrar"

Ese objeto que no ha sido nunca perdido aunque se trate de reencontrarlo, tampoco ha sido dicho, se desliza entre las palabras y las cosas, en la ilusión que cree que las palabras se corresponden con las cosas. Das Ding, la Cosa, se sitúa entre lo real y el significante.

Con lo que hayamos podido avanzar con estos desarrollos, intentaremos en una proxima clase analizar la proposición de Milner: "desde el punto de vista del saber, nada hay en los seminarios que no esté en los "Scripta".


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