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Seminario
Análisis parcial del concepto de pulsión
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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : Alfredo Eidelzstein


Clase 10

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Clase Nro. 10 - Fecha 27 de agosto de 1999

Voy a recomendarles un libro de neurobiología y neurociencias que se llama «El error de Descartes, la razón de las emociones», del neurobiólogo Antonio Damasio, publicado por la editorial Andrés Bello. Se lo recomiendo porque está siendo algo así como un best seller en neurociencias. Ahí está puesta toda la carne en el fuego, o sea, todo lo que los tipos saben y tienen. Recomiendo leerlo, primero porque me da la impresión de que los psicoanalistas tenemos que estar al tanto de en qué está la investigación en neurociencias —sobre la cual tanto se habla y tanto se dice—, y ver cuál es la posición que nos resta a partir de la consideración de estos estudios. Este libro es de muy fácil lectura, no hay que saber nada de medicina; tiene todos los esquemas, y las explicaciones son muy sencillas. Y si lo leen, verán que el esquema teórico no supera un ápice al del «Proyecto de psicología para neurólogos». Y verán que este libro se ubica muy bien en el contexto de este curso porque no puede armar su esquema sino a partir de un sostenimiento indiscutido del principio del placer. La segunda tópica freudiana —que resulta absolutamente superadora respecto de esos planteos— no pudo integrarla porque precisamente el autor necesita excluirla para la explicación.

El autor se da la corte y se hace el vivo, lo cual está bien porque, para los anglosajones — que son tan cuadrados—, hacerse un poco el vivo está bien… Tiene un capítulo destinado a Freud que se dio el lujo de intitular «Más allá de pulsiones e instintos». Como se hace el vivo, puso eso. Es una obvia cita de Freud aunque él hace caso omiso de la existencia del psicoanálisis. Todo el libro está escrito como si el psicoanálisis no existiese. Lo único que toma en cuenta es la medicina occidental y la medicina alternativa de filiación no occidental. Hace de cuenta que el psicoanálisis no existe. Procedimiento paradójico este, si consideramos que estos tipos son los que precisamente se dan aires de grandes científicos. No creo que sea válido científicamente el procedimiento de no hablar nada de quien no te gusta, en vez de hacerle una crítica racional, sistemática y argumentada científicamente.

En fin, van a ver que todo el esquema de las neurociencias sólo se les arma bien mediante la lógica del principio de placer. Aunque ustedes no lo crean, este libro es de 1996. No crean que estoy citando algo del 80. Todo el esquema explicativo último es la evitación del displacer y la búsqueda del placer, aunque parezca mentira. No distingue ser y existencia, aunque el autor es sincero cuando dice que la neurociencia no implica a la mente en su globalidad. O sea, no puede entender la globalidad de la mente porque, por una parte, ya se descubrió que el sistema nervioso central y el cerebro en especial no funcionan de manera unificada; y, por otra parte, que hay gente que tiene equis problema teniendo un daño en tal lugar, en tanto que otra gente con el mismo daño en el mismo lugar no tiene tal problema, o tiene otro completamente distinto. Dice que la neurociencia no puede explicarlo, pero tampoco acepta utilizar ningún otro sistema integrador explicativo que no sea el cerebro. De modo que plantea que no hay un principio explicativo.

Bien, no teman, no vamos a volver con la Carta Robada… Hoy vamos a ver «Subversión del sujeto» y la fórmula de la pulsión en este escrito. Y, si nos alcanza el tiempo, voy a proponer articular dos clases del Seminario VIII: las clases 14 y 15 de la edición francesa. Saben que el Seminario VIII está editado en francés pero no en castellano por los graves problemas que esa edición francesa tiene. La edición francesa está plagada de errores.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Existe sí una versión pirata. Pero además no se está haciendo edición oficial castellana. El Seminario 5 acaba de editarse en español, apenas seis meses después de haber aparecido en Francia. Pero no sucedió así con el Seminario VIII porque ese seminario, en francés, está plagado de errores. No es una crítica a Jacques-Alain Miller en el sentido de que cambió la letra de Lacan (aunque, en efecto, la cambió totalmente…). Es una edición llena de errores, y tanto es así que hay un libro completo dedicado a indicar y reparar esos errores: «El seminario 8 en todos sus errores», que está sólo en francés y es de la gente de Litoral. Ponen allí el párrafo que deja Miller y lo comparan con el párrafo que tienen ellos de otras versiones de la desgrabación del seminario; y discuten cuál de ellos conviene más. Deben ser unos ciento cincuenta o doscientos errores. Vean que de un libro que tiene doscientos errores importantes, es otro libro el que puede corregirlo. Sea como fuere, yo leo el seminario tomando el libro de los errores. No leo las ediciones piratas. Siempre me resultó muy difícil citar de las ediciones piratas.

Entonces, del Seminario VIII, les propongo las clases 14 y 15 que en la edición francesa se llaman «Demanda y deseo en los estadios oral y anal», y «…oral, anal y genital» respectivamente.

Hay una cuestión muy importante en «La carta robada» —a la que aún no llegamos—, que voy a presentar con dos citas de las páginas 44 y 51 de la edición castellana del primer tomo de los «Escritos». Me parece que nos van a dar la oportunidad de ver el problema de la articulación entre «pulsión» y «deseo» en Lacan. Lo haremos a partir de cómo opera el caput mortuum que propone Lacan, y sobre el cual trabajamos bastante.

Para que ustedes vean cómo se articula el caput mortuum, o sea el objeto a, a la pulsión y al deseo en Lacan, les leo entonces la cita de la página 44:

«Esto podría figurar un rudimento de recorrido subjetivo, mostrando que se funda en la actualidad que tiene en su presente el futuro anterior».

Esto es las tablas Omega y omicrón. Y como comenté la vez pasada, ven que recién a partir de estas tablas es que aparece el tiempo retroactivo; que hasta estas tablas, en la lógica que trabajamos del orden binario, ternario y cuaternario, recién el futuro anterior aparece aquí. No hay entonces recorrido subjetivo si no hay futuro anterior. No tienen nunca una subjetividad medianamente concebida si no saben, respecto de esa subjetividad, cómo el pasado marcaba cierto sentido hacia el porvenir y cómo el presente resignifica el pasado que determina ese porvenir. Si ustedes no tienen eso, no tienen una subjetividad.

«Que en el intervalo entre ese pasado que es ya y lo que proyecta...».

¿Aceptarían que yo lo escribiera así?:

 

¿Entienden por qué estoy escribiendo el pasado así? Porque si es el abuelo, aunque el abuelo esté muerto, el término significante "abuelo" opera en la cadena significante en presente. Si no lo ven, piensen que en vuestra condición de nietos de ese hombre, ese hombre funciona en presente como abuelo. Los otros de la historia siempre funcionan en presente, porque es el par que los determina a ustedes como sujeto en la actualidad. Y lo que Lacan está diciendo es que ese término proyecta sobre cierto futuro. Si ustedes quieren, es la anticipación propia al S1 que hace justamente que Lacan lo llame «significante amo», o sea, que es capaz de proyectar sobre un futuro, que tiene potencia de proyectar sobre un futuro. Y a esta relación Lacan la llama «intervalo».

Y ven, en el esquema, las flechitas entre ambos, que "alfa" proyecta sobre el lugar dos así como la tabla Omega está armada en la proyección de los términos "alfa" y "gama" como primeros y cuartos. Ya hemos trabajado que la especificación de este lugar viene en forma retroactiva a partir del cuarto funcionando como tercero y el segundo como primero.

«Que en el intervalo entre ese pasado que es ya y lo que proyecta se abra un agujero».

Ahí no se abre un agujero. ¿Aceptan que se puede escribir una cadena significante antes de que se cierre como unidad de sentido? ¿Aceptan que se puedan escribir así los elementos discretos? Y, así escritos, cuántas dimensiones implican? Una dimensión. Lo que quiere decir que no tienen altura. ¿Cómo van a escribir un agujero? No se puede, porque el agujero sí necesita de dos. ¿Entienden el problema de hablar de "agujero" en la cadena significante? No va "agujero" en la cadena significante, sino «intervalo», "Inter"- "valo", "Inter"-"vallas", y "vallas" son marcas, lo que hay entre una marca y otra marca. Y eso no tiene que ser marca porque, si lo que hay entre una marca y otra marca es también marca, entonces las tres cosas hacen una única marca.

Intervención: [inaudible].

A.E.: No, lo único que produce el punto final sobre la cadena significante, al cerrarla resignificando el último término el primero, es una unidad; es decir que esos elementos discontinuos pasan a constituir un elemento continuo. Si ustedes revisan el Seminario 5, la primera formulación que Lacan hace del grafo del deseo, para oponer una cadena de otra, es que una la escribe en línea plena y la otra la escribe en línea punteada; y después tiene que dejar caer ese sistema de escritura porque es un error, ya que las cadenas significantes advienen como unidades de significación a partir del punto final. Y, en el grafo del deseo, las resignificaciones están escritas. Al estar escritas, Lacan tiene que abandonar la forma de escritura de línea continua y línea punteada, y la cadena significante siempre se escribe como línea plena; porque si ustedes tienen los dos primeros elementos de una cadena significante que luego se corta porque, por ejemplo, la cinta del grabador se dañó o porque el papel está roto, ahí sí tendrían dos elementos. Pero si ustedes tuviesen el punto final y hubiese una significación que adviene, esa frase pasa a tener valor de unidad.

Entonces, escribimos la cadena significante con trazo pleno por la unidad de significación, sobre elementos discretos que se articulan mediante un intervalo que se intercala entre cada uno de ellos. Los elementos discretos —nunca lo pierdan de vista— no son palabras, sino significantes, esto es, que pueden ser tanto una palabra, como parte de una palabra o aun dos o más palabras.

Mientras que Lacan introduce acá el problema de que se abre un agujero, esa es la diferencia que ustedes siempre tienen que conocer entre «corte» en topología y «agujero». La diferencia en topología se define con mucha claridad: un «corte» produce dos superficies; un «agujero», no. Si se corta una cinta, se producen dos superficies. Pero hacer un corte sobre una misma superficie produce un agujero, no un corte. Así, el intervalo se equipara a un corte, no a un agujero. A pesar de lo cual Lacan dice que hay «agujero».

«...y lo que proyecta se abra un agujero que constituye cierto caput mortuum del significante [...] es cosa que basta para suspenderlo a alguna ausencia para obligarle a repetir su contorno»

De tal modo que, si el caput mortuum se articula a alguna ausencia, Lacan dice que se verifica que se lo empieza a contornear. Podríamos representárnoslo así, escribiendo el caput mortuum del significante como objeto a. Y lo que Lacan está proponiendo es que la cadena significante funcionaría así. Ahora bien, ésta forma de escribir la cadena significante trae sus problemas porque no existen cadenas significantes así. ¿Alguna vez escucharon a alguien hablar así? No. Lo que ocurre es que esta es una forma de escribir la repetición. Supongan que yo escribo S1, S2, S3, S4…

Intervención: [inaudible].

A.E.: Son las vueltas de la demanda. Lacan termina de formalizarlo, mediante el toro y los dos toros abrazados, en el Seminario IX. Sin embargo, todo esto está ya muy anticipado aquí cuando aún no tenía la superficie topológica adecuada. Pero, volviendo al ejemplo, supongan que en la serie aparece nuevamente un S3 luego del S4 y antes del S6. Si fuese una repetición, esto consistiría en que alguien se dijese: "Otra vez me pasó lo mismo". Si nosotros hiciésemos un grafo de esta cadena, podríamos escribirlo así. Y este elemento sería S3, y el que pasa por detrás, por debajo, que para poder g raficárselo a ustedes lo hago discontinuo; es de vuelta S3. Pero es una forma de representar cierta lógica de la cadena significante. Es decir que lo que Lacan está proponiendo con esto es que lo que uno intenta mediante el hablar, especialmente mediante las repeticiones que se verifican en el hablar de la cadena significante, es atrapar eso que funciona como caput mortuum del significante.

Lacan propone que este caput mortuum del significante opera sobre la cadena, no es un puro efecto de la operatoria. Para el caso de la tabla Omega, el caput mortuum podría ser la "delta" para las dos posiciones intermedias, o "alfa" para la primera intermedia y "gama" para la segunda intermedia. Ese es el efecto de la cadena significante completa: produce una caída. Siempre que se empieza a hablar, por el hecho de empezar a hablar, se produce un efecto, a saber, que algo adviene como imposible de decir. No confundan este imposible de decir con ninguna imaginarización del imposible físico, como por ejemplo hacer hervir el agua poniéndola a diez grados bajo cero a nivel del mar, etc. En este último caso se trataría de un imposible físico. Y no nos estamos refiriendo a esa modalidad de lo imposible, sino a que respecto de la posición de equis sujeto, si es un sujeto hablante, se verifica —si está normalmente constituida la cadena significante— que el despliegue de la cadena significante produce por sí mismo un efecto que es el de la imposibilidad de ciertas articulaciones.

Lo que Lacan propone es que eso que ha quedado como imposible de ser dicho obliga a repetir su contorno, o sea, tiene un aspecto causal: eso que se pierde obliga a ser entornado. Podríamos empezar diciendo que eso intenta ser capturado mediante ese entornado porque efectivamente es lo que queda entre los elementos que lo contornean. ¿Entienden que empieza así a ser especificado? Por ejemplo, en este caso del S3, el problema es que S3 nunca va a ser lo imposible de decir. Y, por otra parte, no sé si con S3 me aproximo a una correcta interpretación del objeto a para mí, o si más bien me alejo de ella. Ocurre a veces que, repitiendo, uno se aleja de la elección de su deseo. Pero a veces también uno se aproxima. ¿Cómo saberlo, entonces? Hay que poner algo más que la repetición. Supongamos que una persona siempre se dedicó a hacer corte y confección. No por ello debemos deducir que evidentemente ese es su deseo. Aunque sí es distinto si uno escucha decir: "Yo termino verificando que, siempre, en las mismas coordenadas, me termina apareciendo lo mismo. Evidentemente, ese ‘lo mismo’ es un mensaje para mí que debo asumir en función de…". Eso ya suena distinto. Pero la repetición, en sí misma, no lo dice.

El problema que yo les planteo es el siguiente: ¿esto que se contornea, dado que Lacan habló de intervalo y de agujero, está planteado a nivel del deseo, o a nivel de la pulsión? Porque si es a nivel de la cadena significante, yo tiendo a pensar que se está refiriendo al deseo; pero si es en torno a un agujero del cuerpo, yo voy a pensar más bien que se está refiriendo a la pulsión. Sea como fuere, ustedes tienen que diferenciar si se trata de intervalo o si se trata de agujero, aunque en ambos casos Lacan propone la idea de que se puede contornear igual, haciéndose cargo de las repeticiones; si no hay repeticiones, no se puede contornear ningún objeto en la cadena significante. La cadena significante imaginarizada es: un término, luego otro, luego otro, luego otro, y así hasta el infinito. Esa es un forma de imaginarizarla , pero hay que ver si es la forma correcta de concebirla.

Primer problema: si ustedes la conciben así, ¿cómo conciben la metáfora y la creación poética? Para concebir la metáfora, ya no pueden pensar la cadena significante estrictamente como lineal. En Saussure, la concepción de «cadena significante» es absolutamente lineal, unidimensional, y con un sentido izquierda y derecha. ¿El inconsciente sería una cadena que habría que concebir en paralelo a otra, como la forma que tiene en el grafo del deseo? Si fuera así, sí habría una posibilidad de concebir un agujero en la cadena. Pero ahí se trataría de dos cadenas. Pero para tener dos cadenas hay que evocarlas y ponerlas en relación metafórica. Lo que digo es que para que eso pueda ser inscripto en su lógica uno debería escribir S1 S2 y S1’ S2’, porque el sujeto está diciendo que a S1 se le ocurre articular este S2 con aquel S2. Pero observen que no es una modalidad física de la cadena signif icante, sino una maniobra del sujeto; maniobra que no siempre adviene, sino que a veces uno debe evocarla.

Con lo cual, vean que no es un estado real de la cadena significante, sino una maniobra del sujeto. Es muy importante que ustedes no pierdan de vista que se trata de una maniobra del sujeto. Si ustedes aceptan que es una maniobra del sujeto, se les ha vaciado el inconsciente, porque es una maniobra del sujeto articular una cadena con otra. Pruébenlo. Propónganle a un obsesivo que cuente un sueño: "—Licenciado, lo que pasa es que yo no me acuerdo de los sueños. —Muy bien, adelante, cuente algún sueño en alguna sesión porque es importante". ¿Saben lo que va a pasar en la siguiente sesión? "¿Sabe, licenciado?, tuve seis sueños: ¡me la pasé soñando todo el fin de semana!"… Y, ¿cómo puede ser? ¿Ven que el inconsciente estaría funcionando por la demanda? Entonces, ¿qué es el inconsciente? Es cierta posición del sujeto.

Tenemos, pues, que hay cierto caput mortuum que se puede contornear, o más bien que causa su contorneado a nivel de la cadena significante. Ahora bien, por esta indicación de agujero, ¿no podríamos pensar que también puede ser contorneado con el ida-y-vuelta pulsional? En las primeras reuniones nos preguntábamos cuál era la verdadera forma de articular «pulsión» y «deseo». Aquí tendríamos una sumamente sencilla: aceptar que hay un caput mortuum que es del significante. Termino con la cita para que lo escuchen:

«La subjetividad en su origen no es de ningún modo incumbencia de lo real, sino de una sintaxis que engendra en ella la marca significante».

"En ella" es en la subjetividad. Es lo que sigue de la cita que les estaba leyendo. No tiene que ver con el cuerpo, y la pulsión no tiene que ver con el cuerpo. Y la marca fundamental del significante es el caput mortuum, este efecto de pérdida, de lo imposible de decir. Este efecto, esta marca, tiene un valor causal, e impone un cierto movimiento. ¿Cuál? Operar con esa pérdida, con eso perdido. Si uno lo hace a nivel de la cadena significante, podríamos suponer que se trata del caput mortuum contorneado en la modalidad del deseo; y si uno lo hace mediante un agujero corporal, se tratará de la pulsión. En la próxima reunión vamos a trabajar con el Seminario 11, y voy a intentar demostrarles que el recorrido pulsional, el ida-y-vuelta de Freud, se convierte en el contorneado del agujero. Pero, para eso, vamos a tener que utilizar mucha topología y los desarrollos de ese seminario. Vamos a trabajar esa misma idea, que la pulsión hace algo equivalente pero en torno a un agujero del cuerpo, que también hace un contorneado.

Así, parecería que la diferencia entre deseo y pulsión es que, en el deseo, el contorneado es en la cadena significante, y, a nivel de la pulsión, el contorneado es a nivel del cuerpo real. Pero es por causa del significante, y no por ninguna búsqueda del cuerpo; es efecto de la marca significante. Desde luego, yo no digo que el cuerpo no exija ser rascado, manoseado, manipulado, sino que conviene designar como «pulsión» al contorneado del objeto a, el caput mortuum del significante. Eso es del significante, no del cuerpo.

Ahora bien, si esa es la diferencia, no pierdan de vista que la articulación es el objeto a. De modo que se podría empezar a pensar que el objeto a, causa del deseo, es el mismo que el objeto a que está en causa en la pulsión. Y, ¿qué sería en ese caso el objeto a? El caput mortuum del significante, lo imposible de decir, ese resto que cae de la cadena.

Para convencerlos un poquito más, les leo la cita de la página 51 del escrito sobre La carta robada:

«Lo que ha de retenerse aquí es la rapidez con que se obtiene una formalización que sugiere a la vez una memoración primordial para el sujeto y una estructuración en la que es notable que se distinguen en ella disparidades estables (la misma estructura disimétrica en efecto persiste invirtiendo por ejemplo todas las comillas)».

Las "comillas", en esta cita de la página 51, corresponden al agregado escrito de Lacan en el 66 que se llama «Paréntesis de los Paréntesis». El entrecomillado es una elaboración de ese texto. No vamos a trabajar con eso ahora, vamos a dejarlo caer porque tendría que tomar toda la reunión de hoy para explicar cómo la tabla Omega se convierte en la escritura de Lacan de «Paréntesis de los Paréntesis». Otra cita para que vean que Lacan está diciendo que se trata de la memoración de la rememoración de los términos significantes para la historia de cada uno de nosotros es distinta. Pero a pesar de esa diferencia particular sobre la cual el psicoanálisis se sostiene, hay —como dice Lacan— "disparidades estables", que es un problema en psicoanálisis porque, si consideramos en psicoanálisis a los sujetos en su condición particular, ¿cómo es que tenemos algo para decir? Porque pulsión, deseo, fantasma qué son? Algo que yo tengo para decir que emparienta estas tres subjetividades, o todos los pacientes que yo tengo en análisis.

«Lo que ha de retenerse aquí es la rapidez con que se obtiene una formalización que sugiere a la vez una memoración primordial para el sujeto y una estructuración en la que es notable que se distinguen en ella disparidades estables»

Tomen cualquiera de las letras, organicen una tabla, y van a ver que siempre hay caput mortuum. ¿Con qué letras se arma el caput mortuum? Esa sería la condición particular. Pero que siempre haya un caput mortuum es una condición estructural que va más allá de cada caso, y que es lo único que podemos estudiar los psicoanalistas, lo único que nos podemos transmitir entre nosotros, las disparidades estables, o sea, la estructura.

«Esto no es más que un ejercicio, pero que cumple nuestro designio de inscribir en él la clase de contorno donde lo que hemos llamado el caput mortuum del significante toma su aspecto causal».

Ven que Lacan dice que el caput mortuum es la causa. Lo dice en el agregado de 1966, porque la noción de objeto a como causa, efectivamente es posterior. Y ven que lo imposible de decir es la causa de que intente ser delimitado mediante su contorno.

«Esto no es más que un ejercicio, pero que cumple nuestro designio de inscribir en él la clase de contorno donde, lo que hemos llamado el caput mortuum del significante toma su aspecto causal.

Efecto tan manifiesto cuando se capta aquí como en la ficción de la carta robada.

Cuya esencia es que la carta haya podido producir sus efectos dentro sobre los actores del cuento incluido el narrador, tanto como fuera: sobre nosotros, lectores e igualmente sobre su autor, sin que nunca nadie haya tenido que preocuparse de lo que quería decir. Lo cual de todo lo que se escribe es la suerte ordinaria».

Esta es una cita que yo les propongo tomar de la siguiente manera: es el cierre del escrito sobre La carta robada, el último párrafo. Y me da la impresión de que Lacan nos está proponiendo allí que el trabajo que cada uno de nosotros pudo hacer sobre La carta robada es el mismo que el que él está queriendo enseñar; que hace falta una cierta elaboración de la cadena por parte del sujeto para que aparezca el caput mortuum con respecto al cual uno pueda decir algo. O sea que hay que poner de uno para que esto advenga. Y si uno no pone de uno, esto no adviene: si quieren, las diferencias entre las tablas Omega y omicrón.

Así es que nos quedó elaborada la siguiente cuestión: que el objeto a puede ser equiparado, en su funcionamiento como causa del deseo, con la causa del movimiento pulsional, y que la diferencia sería que a nivel del deseo estaría a nivel de la cadena significante, mientras que en la pulsión estaría a nivel del cuerpo como res extensa cartesiana.

Para que no se extravíen, les propongo no homologar "cadena significante" con "palabra dicha". También les propongo "lo pensado". No hace falta que sea efectivamente dicho, lo que puede grabar un grabador; también perfectamente puede ser aquello que es pensado, o sea, todo lo que ustedes suponen que está en el inconsciente como no dicho pero sí precisamente articulado. En realidad, no hay nada en el inconsciente, pero esa «otra escena», la otra cadena, no necesariamente hay que suponerla como alguna vez dicha.

Algunas veces, Freud sostiene que debe haber sido primeramente escuchado. Es, de hecho, lo mismo que dice Damasio: todo lo que hay en nuestro cerebro, primero tuvo que entrar por la vía de la piel, de los ojos, de las orejas, de la nariz. ¡Es patético el atraso en el que están! Y les confieso que ya creo que no va a resolverse, que va a quedar como un abismo. Piensen que, si esto es el top of the top de las neurociencias, ¿qué nos queda? Mi impresión es que no más que decir: "Perdónalos Señor porque no saben lo que dicen, ya que no tienen la menor idea de lo que es una subjetividad humana"…

Hay en «Subversión del sujeto» dos grandes tramos en los que Lacan desarrolla su noción de «pulsión». Ya conocen uno de esos tramos, el del famoso ejemplo del mensajero que lleva escrito en su cabellera rasurada, sin que él lo sepa, el «codicilo». ¿Saben lo que es un codicilo? Una suerte de testamento, un documento que, antes de promulgarse el código civil español, equivalía al testamento. El Diccionario de la Real Academia nos da una segunda acepción: «disposición de última voluntad, no referente a la institución de herederos hecha como testamento o como adición de un testamento». ¿Entienden entonces cual era el testamento del mensajero? «Máteme». Esa es la primera gran referencia de Lacan a la «pulsión».

Recordarán el momento en que discutimos juntos si "drive", "pulsión" o "instinto". Espero que recuerden que se trataba de algo escrito en el cuerpo, lo cual —me da la impresión— es un intento, por parte de Lacan, de articular esas dos dimensiones. Efectivamente, si puede haber algo escrito en el cuerpo, entonces resolvemos el problema entre lo que dice la cadena significante y lo que se puede decir mediante el cuerpo. No olviden que este ejemplo del mensajero era el que Lacan daba para la «pulsión de muerte».

En las páginas 796 y 797 de «Subversión del sujeto», Lacan viene de comentar el grafo tres, el grafo con forma de signo de pregunta. Ustedes saben que, en francés, sólo hay signo de pregunta de cierre; no hay, como en español, signo de pregunta de apertura. El signo de pregunta en francés —como también en otras lenguas— es sólo de cierre. Entonces, el grafo 3 es signo de pregunta, y este signo de pregunta es la forma mediante la cual Lacan introduce, en la articulación del grafo del deseo, al deseo como más allá de la demanda del Otro con su sostén......................

 

[Cambio de cinta]

.......................... en el "deseo del Otro" que hay que distinguir, porque uno es genitivo objetivo y el otro es genitivo subjetivo. Desarrolla el tema del deseo inconsciente como más allá de la demanda del Otro ("Esto es lo que me dices pero, ¿qué es lo que quieres?"), y desarrolla el sostén fantasmático del deseo, esto es, que no hay deseo si no es sostenido por la vía de la función del fantasma, que es proveer de un objeto; no hay deseo que se manifieste existiendo si no hay una zanahoria para el burro que vela la causa, pero que es la única forma de ponerse en movimiento en torno de la causa. Es la única forma de que el movimiento comience y que se pueda producir este contorneo del objeto a como caput mortuum. Ese es el punto de desarrollo de «Subversión del sujeto».

Ahora bien, hechos estos desarrollos, quiero que presten especial atención a cómo es introducida la pulsión en este escrito, porque, cuando uno lee a Lacan, uno cree que Lacan dice lo que Freud. Como se trata del "retorno a Freud" y los post-freudianos abandonaron o claudicaron lo fundamental de Freud, es Lacan el que dice que Freud dice; y, efectivamente, uno encuentra que Lacan utiliza «pulsión», «fin», «fuente», «objeto» y «meta» en el Seminario 11 (un agujero en la toma de gas, con una dínamo y una pluma de pavo real que hace cosquillas en el vientre de una hermosa mujer) sobre el montaje de la pulsión. Pero es eso casi la ironía máxima de Lacan con respecto a Freud. Y, aunque Lacan diga que si uno lee con cuidado a Freud en «Más allá…», va a encontrarlo, en definitiva es la lectura de Lacan. Así es que, cuando uno encuentra la pulsión en «Subversión del sujeto», uno cree estar siempre en el mismo territorio conocido. Sin embargo, verán que la entrada del concepto de «pulsión» en este escrito es absolutamente distinta. Y me da la impresión de que esa entrada de la noción de pulsión tipifica a la pulsión en la obra de Lacan.

Entonces, cuando termina de desarrollar el deseo como más allá de la demanda del Otro, y el fantasma como sostén del deseo y obturación de la pregunta, Lacan dice:

«He aquí ahora en efecto nuestra atención solicitada por el estatuto subjetivo de la cadena significante en el inconsciente, o mejor en la represión primordial (Urverdrängung)».

¿Qué es lo que es solicitado? ¿Cuál es la pregunta que se le presenta a Lacan a esta altura? ¿Suponemos la existencia de una cadena significante en el inconsciente? La pregunta es la de cuál es el estatuto subjetivo. ¿Qué quiere decir? Qué relación hay entre esa cadena que suponemos inconsciente y el sujeto. Es decir que tenemos una cadena significante, el vector de la intención del sujeto, y la otra cadena. Supongan que esta otra cadena es considerada la cadena inconsciente. Así las cosas, Lacan nos plantea ahora que lo que se nos impone como pregunta es el estatuto subjetivo de esta cadena significante en el inconsciente. La pregunta se articula muy bien con el problema que les planteé acerca del argumento de este filósofo moderno, Wittgenstein, acerca de lo inconsciente. Wittgenstein decía si alguien produce un lapsus y uno le pide asociaciones, empiezan a aparecer asociaciones muy interesantes que justifican el lapsus; pero que si le piden asociaciones sobre ese lapsus a otra persona —que no cometió ese lapsus—, se obtendrán otras tantas asociaciones que también lo justificarán. Por lo tanto, afirma que el inconsciente no existe.

Intervención: Pero el que tuvo el lapsus está implicado.

A.E.: Lacan se pregunta por esta implicación. Esto es lo que se pregunta: ¿cuál es la implicación subjetiva de esta cadena inconsciente? Porque efectivamente se podría poner a trabajar otra cadena, pero sin implicación alguna. Lo que nos estamos preguntando es sobre esta implicación subjetiva, sobre qué relación tiene el sujeto X con la cadena significante inconsciente, o sea con la «otra cadena». Es una pregunta importantísima porque es la que da el plafón ético respecto del inconsciente.

Continúo con la cita:

«Se concibe mejor en nuestra deducción que haya habido que interrogarse sobre la función que sostiene al sujeto del inconsciente,...».

¿Qué es lo que sostiene allí al sujeto?, ¿por qué se lo pregunta? Fíjense en cómo sigue la cita:

«...al observar que es difícil designarlo en ninguna parte como sujeto de un enunciado,...».

Si en el enunciado dice "Yo fui al cine" o "Carlos fue al cine" , no es eso el sujeto del inconsciente; no es lo que lo designa en el enunciado como contenido de esa cadena significante en el inconsciente.

«...por consiguiente como articulándolo cuando no sabe ni siquiera que habla».

O sea, no es el sujeto indicado en el contenido, pero tampoco es quien lo dice en virtud de que él ni siquiera sabe que lo dice. Lacan dice que el problema es que si el analizante no sabe siquiera que eso está siendo dicho. Así es que si nosotros le decimos "Es usted quien lo dice", el analizante podría decir que no, que somos nosotros los que interpretamos que eso es lo que él dice. Entonces, eso queda como que es uno quien lo dice. ¿Ven el problema del estatuto de la implicación del sujeto en el inconsciente?

Retomo la cita:

«...cuando no sabe ni siquiera que habla. De donde el concepto de la pulsión...»

¿Notan de dónde viene el concepto de «pulsión» en la elaboración de Lacan? De la implicación subjetiva de la cadena inconsciente. Cuando el sujeto no es el sujeto del enunciado, ni siquiera el sujeto que habla allí, ahí le hace falta a Laca la pulsión. Efectivamente, después del nivel «deseo» y «fantasma» viene la pulsión.

Intervención: [inaudible].

A.E.: No, cuando tenemos el problema de la implicación subjetiva respecto de la cadena significante inconsciente, es ahí que hacemos uso de la noción de «pulsión».

«De donde el concepto de pulsión donde se le designa...».

Se le designa, ¿a quién? Al sujeto de la cadena significante inconsciente.

«De donde el concepto de la pulsión, donde se le designa por una ubicación orgánica».

Entonces, ¿cómo es que podemos pensar la posición, la implicación, la relación del sujeto, de equis sujeto, respecto a un contenido como cadena significante inconsciente? No como participando del texto, no como articulándolo, porque no lo podemos obtener si él ni siquiera sabe que eso habla. Estamos trabajando a un nivel radical, cuando el sujeto ni siquiera sabe que eso habla. Entonces, Lacan dice que ahí es donde hace falta la noción de «pulsión». ¿Qué especifica la noción de pulsión? Donde se le designa por una ubicación orgánica. Entonces, el sujeto se localiza en alguna parte del cuerpo orgánico, tridimensional. ¿Por qué? Todavía no lo explicó. Esta salida por la vía del cuerpo nos parece algo extemporáneo. Pero prosigamos un poco más:

«...donde se le designa por una ubicación orgánica, oral, anal, etc., que satisface esa exigencia...».

¿Cuál exigencia? La implicación subjetiva, cadena inconsciente pero radicalmente inconsciente.

«...de estar tanto más lejos del hablar cuanto más habla»

Aquí tenemos la clave. ¿Cuál sería, para ustedes, una cadena significante inconsciente? ¿Cuál es la inconsciente? Aquella que determina mis síntomas, los síntomas que todavía tengo. A esa cadena nos estamos refiriendo. Y Lacan dice que es la pulsión la noción que articula este problema porque, cuando se produce, la pulsión cumple la doble exigencia de menos darme cuenta de que eso habla cuanto más habla. ¿Se entiende esta doble exigencia? Supongan que ustedes tienen catarro. Elijan un agujero del cuerpo —el que sea más afín a vuestra subjetividad— para ubicar ese catarro. El catarro es buenísimo porque se puede dar catarro para todas partes, tanto es así que Freud le interpreta la tos a Dora como un sustituto simbólico y por elevación del flujo vaginal porque el catarro de la expectoración en zona oral, es catarro, flujo. Así que piensen en algún catarro, me refiero a algún flujo. Hay en un lugar de los «Escritos» en que el traductor, Tomás Segovia, alguna vez pone una llamada al pie de página de Nasio, en que pregunta por qué no hablar de "flujo", en vez de "pulsión", o "drive", etc. No es para nada una tontería porque después, cuando Lacan trabaja el teorema de Stokes para dar cuenta de la pulsión, efectivamente se trata de flujos rotacionales.

Intervención: además el catarro tiene que ver con la frontera exterior e interior del cuerpo, porque es una mucosa.

A.E.: Claro, por eso lo elijo. Supongan que ustedes tienen un catarro equis, o sea que alguna célula de alguna mucosa empieza a largar un producto anómalo para ustedes; y supongan entonces que, como es anómalo para ustedes y ustedes son ciudadanos de Occidente, frente a un caso así van al médico y le muestran o la zona o un testimonio de ese flujo que puede ser por ejemplo un pañito. El médico, después de estudiarlo en análisis de laboratorio, les suelta la típica y fatídica frase occidental: "Usted, amigo, no tiene nada"… Hay dos tipos de médicos: los que responden que lo que uno tiene es por stress, y los que le sugieren a uno ir a ver a un psicólogo. Son las dos formas de sacarse de encima a ese paciente y no detener el flujo de pacientes: ¡que pase el siguiente! Pero si a uno lo mandan a un psicólogo, la lógica es que ese «flujo» quiere decir algo.

Ahora bien, si uno fue al médico, ese querer-decir, ¿qué estatuto tuvo? Radicalmente inconsciente, porque uno ni siquiera lo tomó como un decir, uno ni siquiera lo tomó como mensaje.

Intervención: Tiene un sentido.

A.E.: No. Si ni siquiera sé que se trata de un mensaje, ¿cómo va a tener un sentido? Es algo en lo que sí soy yo, y que al mismo tiempo no soy yo. ¿En qué medida sí soy yo? En la medida en que se trata de mi cuerpo. Y en el mundo moderno de la racionalidad, donde ya no son los dioses quienes me manejan el cuerpo, yo tengo que ver con este cuerpo que es mío. No obstante, advierto que siendo yo y pudiendo ser eso un mensaje, no sé su contenido. Entonces, en virtud de decir mediante el cuerpo es que yo puedo estar totalmente en posición inconsciente respecto de ese decir, y no sólo o fundamentalmente por el contenido del decir, sino porque ni siquiera sé que eso dice. De ahí el concepto de «pulsión», porque es el estatuto subjetivo de la cadena inconsciente. La cadena estrictamente inconsciente es aquella que se dice mediante el cuerpo, porque es mi cuerpo, pero yo no sé qué dice en cuanto contenido, ni siquiera que eso sea un decir. ¿Ven que tiene las dos propiedades? Es por eso por lo que Lacan introduce la noción de «pulsión»: porque cubre las dos funciones. Es como el codicilo, que es un decir, y no cualquier decir. "¡Mátame!" quizás sea lo más radical que yo he podido decir jamás en mi vida. Y, ¿dónde está dicho ese decir? Está dicho con una parte de mi cuerpo que me atañe, pero en la que ni siquiera sé que hay un mensaje, no ya su contenido.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Un mensaje que me atañe a lo más profundo de mi existencia.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Claro, no la pulsión. La fantasía obsesivizada para ese analizante, ese paciente, mi impresión es que no tenemos por qué pensar que es una pulsión. O sea, no se ha llegado a ese otro nivel del recorrido analítico, porque sabe que algo está diciendo aunque no sabe qué está diciendo con eso que dice. Vamos a decirlo descriptivamente y más ingenuamente, el nivel más inconsciente al cual la experiencia analítica puede conducirlo —y se verifica habitualmente que el recorrido que propone Lacan en el grafo del deseo se articula con lo real de la clínica psicoanalítica—, porque efectivamente cuando se llega al nivel de estar trabajando el deseo y su sostén fantasmático es cuando el paciente empieza a contarte o a preguntarte: "Licenciado, ¿le conté ya que a veces me hago pis encima?". Obviamente, esto es más de mujeres que de hombres; "¿Le conté ya que siempre tengo que estar con un caramelito en la boca?".

Eso es la pulsión: cuando, llegado el nivel de estar trabajando en la experiencia analítica con el más allá del Otro, más allá de las demandas del Otro que implica entrada en análisis; cuando se puso ya sobre el tapete la pregunta por el deseo, que le atañe al analista como «deseo del analista» —son todos los pasos repetidos en la dirección de la cura—, se verifica que advienen siempre este tipo de indicaciones y empieza a aparecer cierto comportamiento, cierta fijación a cierta maniobra corporal, indicada por el sujeto como asociado a esa cuestión, aunque nunca antes lo hubiera dicho en análisis porque nunca creyó que era pertinente su entrada. ¿Ven, pues, a qué se refiere Lacan? No a cuando el cuerpo implica un trabajo al aparato psíquico, sino cuando el sujeto articulado a ese cuerpo se localiza en uno de los agujeros corporales para aprovecharlo para dar el último mensaje inconsciente.

Continuemos con la cita de Lacan que yo voy a trabajar en sus cinco párrafos:

«Pero si nuestro gráfico completo nos permite situar a la pulsión como tesoro de los significantes, su notación como (S barrado rombo D) mantiene su estructura ligándola a la diacronía. Es lo que adviene de la demanda cuando el sujeto se desvanece en ella».

Efectivamente, esto era lo que estábamos preguntándonos. La fórmula de la pulsión en el álgebra de Lacan, S barrado rombo D, implica: en primer lugar, "S barrado" cuando respecto de la demanda el sujeto se desvanece en ella, y por eso es que nos preguntamos por el estatuto subjetivo de esa demanda, porque respecto de esa demanda el sujeto está absolutamente desvanecido, no está ni como contenido ni articulándola, está como falta, es decir, parecería que fuese sin sujeto. En segundo lugar:

«Que la demanda desaparece también es cosa que se sobreentiende, con la salvedad de que queda el corte».

¿Por qué se sobreentiende? Porque estábamos preguntándonos por la cadena significante inconsciente: si es así, el contenido de esa cadena está desvanecido también. Se supone un decir que no tiene ni sujeto ni contenido. Con lo cual tenemos un sujeto desvanecido allí, y una demanda desvanecida también.

Fíjense en las coordenadas que implican para ustedes como limitación el uso de la pulsión en la clínica psicoanalítica. Tiene que darse el caso de un decir que se caracterice por: a) carecer de sujeto, b) carecer de contenido, c) manifestarse a nivel corporal por esta inexorable relación que toda subjetividad tiene con un cuerpo. No existe subjetividad sin cuerpo, y es por eso por lo que implica la posibilidad de coartada al decir "inconsciente", que no lo diga yo, sino que lo dice mi cuerpo. Implicamos siempre una íntima y esencial relación entre la subjetividad y el cuerpo. De ahí que el mensaje pueda ser dicho por el cuerpo, porque mi cuerpo es un partenaire que inexorablemente arrastro conmigo.

Las condiciones para poner a trabajar la pulsión en la clínica psicoanalítica: a) que haya desvanecimiento subjetivo, no porque toda cadena significante implique desvanecimiento subjetivo pero sí la cadena significante inconsciente; b) sin contenido porque si no, ¿qué significa que sea inconsciente? No tiene que haber un Yo que la diga, ni un Yo que sepa que dice; c) localización en el cuerpo.

Intervención: ¿No podríamos llamar a eso una "conversión"?

A.E.: ¿A te referís con "eso"?

Intervención: A esas características. A mí me resuenan todo el tiempo con lo que es un síntoma conversivo.

A.E.: Si es síntoma tiene que ser repetido, gozoso. Y, si es síntoma para mí, ya implica una pregunta. En cambio, lo que yo estoy diciendo es que no, que la relación que tenemos a ese decir corporal no es sintomático. Cuando hablás de "síntoma", ¿hacés alusión al síntoma en sentido analítico, en sentido médico o, por ejemplo, al síntoma en sentido marxista?

Intervención: En sentido médico.

A.E.: Nosotros no trabajamos con el síntoma en el sentido médico.

Intervención: En relación con el cuerpo, donde no sabe que porta un mensaje, ni tampoco sabe acerca de su contenido. Puede ser, ¿por qué no?, la presentación de un padecimiento que se puede convertir en un síntoma conversivo.

A.E.: ¿Por qué es que agregaste "padecimiento"? Yo nunca dije que la relación sea afectivamente displacentera, ni siquiera podemos suponerlo. Si hemos pensado la pulsión, la hemos pensado en términos de satisfacción, ¿no? ¿Por qué tengo siempre un caramelito en la boca? ¿Por qué no lo he tomado como un mensaje? ¿¿Por qué no me doy cuenta de que eso es un mensaje? Porque me gusta. Eso no es síntoma. El síntoma en el sentido analítico no puede establecerse como tal mientras no advenga a la subjetividad como pregunta; porque si no, uno tendría que advertir al analizante de que tiene un síntoma. Uno supone que es el síntoma que lleva a alguien a análisis a preguntarse por eso. ¿Por qué? Por el monto de displacer que Freud tuvo que explicar como formación de compromiso. Si no fuera así, uno no se lo preguntaría. Nadie viene a consultarnos porque esté manteniendo estupendas relaciones sexuales con su cónyuge. Tiene que haber un displacer ahí, si no ¿para qué iría a uno a ver al analista? Tiene que haber un exceso, un plus del padecimiento cotidiano condensado en un síntoma. Ahora bien, si el sujeto no advierte que es un síntoma, hay pues un doble trabajo para hacer.

De lo que se trata en la pulsión es más bien de satisfacción. De modo que jamás iba a consultar por eso. ¿Ven cuán facilitada está la vía para que sea un mensaje desvanecido como sujeto y desvanecido como demanda? Para que haya síntoma debe haber un sufrimiento que es lo que vale decir "síntoma", porque si la solución de compromiso no es doliente, no es síntoma de un compromiso, ¡es síntoma de una solución!

Intervención: [inaudible].

A.E.: No, yo digo que no es lo mismo. Creo que debemos aprovechar los enormes desarrollos de Lacan para habilitarnos a producir diferencias. Pero, justamente, el hecho de que podamos diferenciarlo con más nitidez no es que lo desvincula, sino que te permite la articulación más precisa. ¿Para qué viene este tipo a contarme su vida mediocre y no del todo satisfactoria? Sépanlo, falla el síntoma. Así trabajan atentos de que lo primero que tiene que suceder en ese análisis es el advenimiento del síntoma, que no se pongan a interpretar a la madre y al padre, el pase, el silencio, aumentar los honorarios, y toda la tontería y la parafernalia, sin siquiera tener un síntoma. Una vez que tienen síntoma, dado que implica un goce, algo del cuerpo estará indicado, salvo que sea una idea obsesiva. En los síntomas conversivos histéricos, por ejemplo, sí uno puede dejar anotado en su ficha del paciente, en su hoja del paciente, en el cuadernito del paciente, aquella parte del cuerpo que uno sospecha pueda estar involucrada. En Dora, por ejemplo, podemos anotar la garganta, pero no es el síntoma.

¿Por qué es tan oscura la pulsión? Porque casi ningún análisis llega al punto de analizar la pulsión, porque ya está hace mucho resuelto el síntoma. La mayor parte de los analizantes deja el análisis cuando se levantan los síntomas. Se levanta el síntoma y deja de venir. Muchos no quieren más que eso, y tienen todo el derecho de no querer más que eso. Sin embargo, alguien puede ir más allá y tratar de saber algo más sobre el deseo, y las relaciones entre sus fantasías y el deseo. También puede suceder. Si es analista el analizante, no puede saltearse ninguna etapa y lo va a tener que hacer completo. Son muy buenos pacientes los analistas porque tienen que recorrerlo por completo, no pueden irse antes, al menos si quieren ser analistas.

A partir de ahí, luego de haber advenido el deseo, la persona sabe lo que quiere. Los neuróticos habitualmente entran al análisis con esto extraviado, porque han perdido el objeto a del deseo que le ofrece el fantasma por la demanda de los padres, porque eso quiere decir ser neurótico. Entonces un trabajo a hacer es sustituir la demanda de los padres por el objeto, como si la chica en vez de elegir los tipos que le gustan elige tipos en función de lo que calcula va a gustar al papá y a la mamá. Ahí es S barrado rombo D, en vez de a que es el objeto que yo deseo. Entonces, una vez que esto ha quedado establecido y rectificado, una vez que el sujeto ha encontrado aquello que interpreta desear, también puede interrumpirse el análisis, terminarse francamente, o bien puede plantearse el estatuto del mensaje más profundamente inconsciente. En la segunda tópica, ese mensaje más profundamente inconsciente sería el Ello, la sede de las pulsiones. Para Lacan se trata del Ello, de ese mensaje más profunda y radicalmente inconsciente....................

 

[Cambio de cinta]

...................el sujeto haciéndose cargo de la demanda del Otro. Entienden que no estoy diciendo que dice con el cuerpo. ¿De qué manera tiene que decirse para que sea eso el Ello? Sujeto desvanecido, demanda desvanecida, localización del sujeto en un agujero del cuerpo. ¿Ven la vuelta tan peculiar que dio Lacan a las elaboraciones de Freud? Porque no es lo que decía Freud del Ello como sede de las pulsiones lo que enraíza en el cuerpo, y que desde el cuerpo viene como un caos de la caldera del magma borboteante. No es para nada eso, sino cómo se dice el mensaje del Ello. Obvio, se dice sin ningún contenido porque si no, no sería el Ello. Y tampoco lo dice el sujeto porque si no, no sería inconsciente. El Ello es inconsciente y, efectivamente, Lacan toma la posta cuando Freud dice de la íntima articulación entre Ello y pulsión; porque Lacan plantea que se dice mediante el cuerpo, que es una coartada espectacular porque es mi cuerpo que de pronto se pone a hablar. El estatuto por fuera del análisis de la pulsión es absolutamente inabordable, sólo es propio a la experiencia analítica. Jamás se puede decir de alguien que tal cosa sea la pulsión. Eso es propio y específico de la experiencia analítica que ha llegado hasta sus últimos tramos, o sea, el borde del fin del análisis donde advenga la pregunta por el Ello. La pregunta por el Ello del sujeto que se puede manifestar es aquella que requiere estas coordenadas.

Bueno, detengámonos hoy aquí. Vamos mucho más lentamente de lo que yo suponía, pero es igualmente divertido. Seguimos entonces con las páginas 796 y 797 de «Subversión del sujeto». Del Seminario 11, la próxima les indicaré las clases del desmontaje de la pulsión para la subsiguiente.

Notas

Desgrabación: Lic. Nancy Fontana

Correcciones y establecimiento del texto: Lic. Luciano Echagüe


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