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Seminario
Análisis parcial del concepto de pulsión
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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por :
Alfredo Eidelzstein


Clase 13

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Clase Nro. 13 - Fecha: 8 de octubre de 1999

El tema de hoy es la pulsión tal como es elaborada en el Seminario 11. Articularemos la pulsión con: a) la satisfacción; b) la sexualidad; c) la muerte, no como efecto de lo simbólico sino como muerte real; y d) a partir de esta introducción de la muerte real, en primer lugar, la pulsión va a ser definida fuertemente en relación con la satisfacción (las definiciones de pulsión van a ser distintas de las que trabajamos hasta ahora); y en segundo lugar, la concepción de Lacan ya no va a ser la del «mensaje inconsciente», sino que va a tener otro estatuto. Lamentablemente, lo de pulsión respiratoria no va a poder ser desarrollado. Ni siquiera me queda claro siquiera si hoy pueda terminar con este plan. No obstante, a quienes estén interesados en el tema de la pulsión respiratoria, les propongo que me llamen y armamos un grupito y una reunión.

Preparé once citas que extracté del Seminario 11. Son muchas, pero se darán cuenta de que la noción de «pulsión» atraviesa prácticamente todo ese seminario. A pesar de la exigencia de tiempo que el comentario de esas citas nos impone, no quería dejar de establecer también, con otro sistema de citas, dos cuestiones. La primera es la articulación de la pulsión y el deseo. Verán que en lugar de distinguirlas con precisión, el progreso de su enseñanza lleva a Lacan a articularlos más profundamente, y, sin una lectura precisa, hasta podríamos llegar a confundirlos. La segunda cuestión, aunque de esto estén ya algo hartados, voy a volver a tomar los cuatro elementos del montaje de la pulsión desarrollados por Freud, tal como los lee Lacan en «Pulsiones y sus destinos», para volver a hacerles escuchar cómo para Lacan lo más determinante en su «retorno a Freud» es leer en Freud todo aquello que de la pulsión no tiene que ver con lo biológico.

Francamente, es notable la insistencia de estos temas en este seminario. Lacan no sólo retoma, acentúa y jerarquiza en su enseñanza las desviaciones que él quiere establecer respecto de lecturas de Freud hechas por psicoanalistas post-freudianos, o puntos en que él no coincide con Freud, sino también —así lo entiendo yo, encontrándolo entre líneas—, las de sus propios alumnos, procurando rectificar la forma en que estaban comprendiendo su enseñanza.

Les propongo que esta notable acentuación vuelta a hacer por Lacan del estatuto no biológico, y hasta antibiológico, de la pulsión debe ser porque él escucharía entre sus alumnos, o sus discípulos —como él los llama—, la conservación de la idea de la pulsión como una instancia que inscribe lo biológico corporal en el psiquismo.

Entonces, primero, solamente tres citas de Lacan para que ustedes escuchen, si uno no trabaja con mucha precisión e intentando dar una respuesta, cómo se confunden deseo y pulsión. La primera es de la página 159 del Seminario 11, en donde Lacan dice:

«La libido es la presencia efectiva, como tal, del deseo».

Si yo les hubiese hecho la pregunta, en un multiple-choice, "La libido es la presencia efectiva, como tal,…", con las opciones: a) del cuerpo; b) de la pulsión; c) del deseo; d) ninguna de las anteriores; e) todas; muy difícilmente uno solo de ustedes habría elegido la del deseo. Seguramente, muchos habrían elegido la pulsión. Y alguno que todavía no logré convencer tal vez habría elegido el cuerpo.

Libido es la presencia efectiva como tal del deseo. Aquí tenemos un trabajo para hacer, porque nos faltan los nexos lógicos para justificar una aseveración tan categórica.

La segunda cita es de la página 175, en donde Lacan dice:

«A la función de objeto del pecho —de objeto a causa del deseo—».

De nuevo, muy difícilmente alguno de ustedes elija en un multiple-choice la opción de que el pecho, como objeto, es causa del deseo. Lo habría puesto por ejemplo como objeto de la pulsión oral, ¿no es así?

«A la función de objeto del pecho —objeto a causa del deseo según la noción que yo propongo— tenemos que concebirla de modo que nos permita decir el lugar que ocupa en la satisfacción de la pulsión».

¿Ven la vuelta que le dio? El pecho es objeto a, causa del deseo, y hay que decir de qué modo participa en la satisfacción pulsional. La mejor fórmula me parece la siguiente: la pulsión le da la vuelta, lo contornea. No tenemos cómo justificar esta afirmación de que el pecho es objeto a causa del deseo con lo que hemos dicho hasta hoy. Y cómo funciona en la satisfacción de la pulsión es, de vuelta, la noción que presenté a ustedes del contorneo, la pulsión le da la vuelta.

El tercer argumento, para que ustedes se den cuenta de cómo terminan confluyendo «pulsión» y «deseo» en una articulación que vamos a tratar de establecer hoy, no voy a leerles una cita. Esto está repartido en tres o cuatro lugares del Seminario 11; es la polarización que Lacan establece entre las cuatro pulsiones, que él propone desarrollar: por un lado la anal y la oral, por el otro la escópica y la invocante; siendo que, para Lacan, la oral y la anal quedan profundamente vinculadas a la pulsión, y las pulsiones escópica e invocante profundamente asociadas al deseo.

Ya eso mismo puede ser contradictorio en los términos, ¿entienden? Hemos clasificado cuatro pulsiones, y hemos dicho que la diferencia entre esas cuatro es la de dos contra dos: dos de esas pulsiones se articulan con la pulsión —hasta parece ya una tontería decirlo—, y dos de esas pulsiones se articulan con el deseo. ¿Y las otras dos? Ven que es un sistema bastante complejo, muy cerrado. Yo voy a proponerles hacer un trabajo para ampliarlo y establecer los nexos lógicos que nos permitan, al menos, dar una versión razonable.

El otro punto que les había propuesto trabajar —antes de los vínculos de la pulsión con la sexualidad, la satisfacción y la muerte— es el desmontaje de la pulsión que propone hacer Lacan. Ya hicimos juntos algo de esto, pero habrán visto que cuando yo recorto un párrafo y se lo leo, suena distinto a veces de como yo lo leo en el conjunto de todo el escrito de todo el seminario. Con lo cual, de vuelta, quiero hacer una maniobra, extractar cuatro parrafitos para que ustedes escuchen cuál es la línea que Lacan propone en esa clase que se llama el «desmontaje de la pulsión», que a mí me parece que es la clase de ese seminario. Es un seminario muy conocido y muy trabajado en la comunidad psicoanalítica; es incluso el más conocido en todo el mundo por fuera de la comunidad psicoanalítica; se puede decir que es el seminario más exitoso de Lacan. Por ejemplo, en el mundo anglosajón universitario, es el único texto de Lacan citado. Jamás encontrarán citados, salvo por alguien infectado por el virus lacaniano, los Escritos. Pero sí el Seminario 11, porque tuvo mucha pegada: en los Estados Unidos impactó mucho la teoría escópica, la teoría de la visión en Lacan, ya sea en el mundo artístico, en el mundo de análisis de las obras pictóricas como en el mundo de la cultura en general. Así que esa es una entrada fuerte. Mi impresión es que la clase del «Desmontaje de la pulsión» genera la ilusión de estar creyendo que Lacan acepta, en su «retorno a Freud», tal cual lo que Freud concibió sobre la estructura de una pulsión y cuáles son sus elementos.

Escuchen estos párrafos que extracté. En la página 171, Lacan dice:

«Digamos que esos cuatro términos sólo pueden aparecer disjuntos».

O sea, el montaje de la pulsión implica la articulación de cuatro elementos. Para Lacan, la característica fundamental y la única manifestación clínica posible de los cuatro elementos de la pulsión es que aparezcan separados, cosa que habitualmente no se acentúan en lo que Lacan lee de Freud. Esos cuatro términos solo pueden aparecer disjuntos. En la página 172, el empuje, el Drang:

«La constancia del empuje…».

No sé si se acuerdan de que en las clases primera y segunda yo les planteé el problema de la constancia y del empuje y la ausencia de una explicación razonable al respecto por parte de Freud. Van a ver la explicación de Lacan:

«La constancia del empuje impide cualquier asimilación de la pulsión a la función biológica, la cual siempre tiene un ritmo»

De manera que del Drang, del empuje, Lacan va a tomar exclusivamente la constante Kraft de Freud, y va a decir que es eso lo que toma de Freud y sólo eso, porque caracteriza a la pulsión. ¿Qué? Que no tiene nada que ver con ningún funcionamiento biológico. ¿Cuál es el funcionamiento biológico? El ritmo, el círculo circadiano o cualquiera que ustedes quieran, para arriba, para abajo. Cuando Freud propone el constante Kraft, para Lacan eso no se trata de lo biológico.

Pasemos a la meta, Ziel. Página 174:

«Entonces, no puede decirse que en lo que toca a la satisfacción no se alcanza la meta. Sí se alcanza».

Ahora bien, el problema que Lacan levanta de la satisfacción, el único, es el problema de la sublimación. Cuando la satisfacción se caracteriza por serla, hay satisfacción, no alcanzando a la meta, y sin que haya represión. ¿Entienden por qué tiene que poner la salvedad de ser sin represión? Lo dice Freud: la satisfacción pulsional sublimatoria es sin represión. Lacan lo destaca porque con la represión nosotros podemos invertir todos los términos, porque la represión es el retorno de lo reprimido. Con lo cual, al invertir todos los términos, uno puede decir que al ser lo contrario es justamente que uno se satisface de no satisfacerse. Para Lacan, lo característico de la satisfacción, de lo que él lee en Freud, es la sublimación. Y, efectivamente, les propongo cómo puede ser que el cuerpo se satisfaga en la sublimación, que es una satisfacción pulsional específicamente humana caracterizada por no alcanzar la meta.

Ahí es donde dice Lacan esa frase tan paradójica de que él está ahí hablando y que bien podría copulando en lugar de eso. ¿Por qué no podría él obtener la misma satisfacción que al copular cuando está hablando, hablando en el sentido de la clase que está dando? Podríamos pensar que está bien, que hemos entendido ya lo de lo no biológico, pero, igualmente, ¡no es lo mismo copular que hablar! Lo que Lacan está proponiendo es que si bien no es lo mismo, lo increíble es que el sujeto humano sí se satisface hablando. No podemos decir que sean lo mismo copular y hablar, pero sí que hay satisfacción en el hablar. ¿Cómo puede ser que haya satisfacción al hablar? Ahí propone lo de "satisfacción paradójica", porque es sin llegar a la meta. Y con "satisfacción paradójica" nos propone una definición de pulsión. La satisfacción paradójica: cuando la satisfacción es pulsional, esto es clínica psicoanalítica pura. Un paciente, un analizante —díganlo como quieran—, si tiene una satisfacción paradójica, ahí pongan «pulsión». Si la satisfacción que obtiene no es paradójica, no se trata de pulsión aunque se masturbe todo el tiempo sin parar, aunque coma todo el tiempo sin parar, aunque vomite todo el tiempo sin parar, etc. Esa no es una clínica de las pulsiones.

Para Lacan, lo propio de la pulsión es cuando la satisfacción es paradójica.

Revisen en vuestra clínica, y van a ver que es así, que ustedes tienen anotado en la cabeza que la pulsión es un concepto fundamental que nunca usan para nada salvo que se dé el caso de que encuentren allí una satisfacción paradójica. Porque la satisfacción en sí misma, por más que sea mucha, por más que sea continua, no nos significa la entrada de la pulsión. ¿Cuándo sería, para nosotros, la entrada de la pulsión? Cuando un paciente dice, por ejemplo: "Me la paso copulando, me encanta… Pero yo no quiero eso". Esa es la pista. Porque si no le gustase, uno ya no le preguntaría por qué lo dice, sino que uno le propondría empezar a trabajar con eso. Solamente nosotros aplicamos la noción de «pulsión» cuando empieza a aparecer, por parte del sujeto, cierta indicación de contradicción en la satisfacción que encuentra. Es la única aplicación clínica de la noción de «pulsión», y no ninguna exigencia de trabajo que el cuerpo imponga a lo psíquico.

Ahora, el objeto. Lacan da tres propiedades del objeto de la pulsión, tal como lo lee Freud: en primer lugar, ningún objeto de ninguna necesidad puede satisfacer a la pulsión. Así que si ustedes tienen que algún objeto de una necesidad satisface, entonces no se trata de pulsión porque pulsión es algo cuya satisfacción debe ser paradójica y por fuera de un objeto que satisfaga una necesidad. En segundo lugar, en la página 175:

«En cierto modo, al dar con su objeto la pulsión se entera, precisamente, de que no es así como se satisface».

De vuelta. Búsqueda del objeto, búsqueda del objeto, búsqueda del objeto, hallazgo del objeto, intento de obtener una satisfacción con el objeto. Si se la obtiene, entonces, ¡felicitaciones!, ahora fúmate un cigarro y échate a dormir… ¿Qué más podría decirse? Si cuando encuentra el objeto se produce una contradicción, entonces eso es la pulsión, pero sólo por el advenimiento de la contradicción.

Y la tercera definición del objeto, en la página 175: la pulsión contornea al objeto a, y para ese contorneo Lacan propone la palabra francesa «tour», como la carrera Tour de France. Y tour efectivamente significa "vuelta", "revolución", "rodeo", "circunferencia", "perímetro", "giro", todas esas indicaciones. Pero Lacan dice que es insuficiente, que para pescar bien de qué se trata en las relaciones entre la pulsión y el objeto hay que pasar de tour en francés a turn y trick en inglés. Turn es también "vuelta", "revolución". Ustedes saben también que es invertir el sentido, ir para otro lado, dar la vuelta. Y trick es truco, juego de naipes, juego de manos, o sea un engaño realizado mediante un objeto.

Con lo cual tenemos que lo que Lacan indica como objeto tiene dos propiedades. Primera: aquello en torno a lo cual se aplica un recorrido circular; segunda: algo de la índole de un truco como el truco de un mago, algún objeto mediante el cual se produce esa vuelta que es una vuelta de engaño; para producir esa vuelta de engaño, hace falta un objeto. Esas son las dos propiedades que Lacan destaca del objeto.

Finalmente, la fuente, Quelle, en la página 176:

«¿Por qué las zonas llamadas erógenas se diferencian por su estructura de borde mientras que otras zonas participan de las funciones vitales?».

De vuelta, ven que en cada una de las cuatro definiciones Lacan se encargó de distinguir la pulsión de lo biológico, de lo vital; no solamente para decir que no es eso, sino para reduplicar el "no es eso" ya que implica la entrada de una contradicción en la satisfacción. Y, efectivamente, en la satisfacción de las necesidades participa un conjunto de zonas. La zona llamada erógena, para Lacan, se caracteriza por tener una estructura de borde.

El montaje de la pulsión siempre implica cuatro elementos inarmónicos puestos en relación. Es el modelo del montaje de la pulsión de las páginas 176 y 177 que les leí en su momento. Lacan dice:

«Es un montaje sin ton ni son, pura paradoja [...] Una dínamo enchufada a la toma de gas de la que sale una pluma de pavo real que le hace cosquillas al vientre de una hermosa mujer que está allí presente para siempre en aras de la belleza del asunto»

Ese es el montaje de la pulsión, o sea, cuatro elementos cuya articulación entre sí es imposible en sus propiedades naturales. Así es que ustedes encuentran en la clínica el montaje de la pulsión cuando encuentran la articulación de elementos contradictorios que no participan del circuito de la necesidad y que implican una satisfacción paradojal para el propio sujeto.

A partir de allí, pues, dos definiciones de «pulsión» que nos encargaremos de comentar hoy. En la página 173:

«[...] el único alcance de la función de la pulsión para nosotros es poner en tela de juicio este asunto de la satisfacción»

Es decir que cuando ustedes trabajan la noción psicoanalítica de «satisfacción», es precisamente para ponerla en tela de juicio. Y la noción que se utiliza para poner en tela de juicio la satisfacción es la de «pulsión». Mi impresión es que los psicoanalistas no trabajamos así. Nosotros tenemos que la pulsión es la vía de la satisfacción, y cuando queremos trabajar problemas, pensamos en síntomas, en inhibiciones, en pulsión de muerte; es decir, los agregamos a la pulsión porque seguimos trabajando todo el tiempo con que la pulsión es la entrada de la necesidad de satisfacción corporal en la subjetividad humana. Para Lacan no es así. Para Lacan, trabajar con la noción de «pulsión» implica el problema de la satisfacción contradictoria.

Intervención: [inaudible].

A.E.: ¿Del montaje de la pulsión? Podríamos hablar, por ejemplo, de varios casos de hombres neuróticos no perversos que se satisfacen sexualmente con hombres. Si uno escucha su relato, se establece con mucha claridad que el objeto de su deseo es la mujer, mientras que hallan la satisfacción en el hombre. Esa es una satisfacción pulsional en el sentido de Lacan, porque es contradictorio y no hay ningún síntoma allí. No es que no tenga erecciones, o que no pueda conseguir partenaire. Una persona que tiene partenaires masculinos —regulares o aleatorios—, cuya satisfacción que halle en el encuentro sexual con hombres —activa o pasiva— sea la satisfacción que halla, no es merma, no es un problema de merma, no es eso. Mientras que sí muy claro, si se escucha lo que dicen, que el objeto que desean es la mujer.

Intervención: vos decís que en la satisfacción pulsional hay algo que entra en oposición al deseo.

A.E.: No, porque la pulsión no se distingue así del deseo, porque pulsión y deseo entornan al mismo objeto.

Intervención: [inaudible].

A.E.: ¿Por qué sería un síntoma? El síntoma se define en términos positivos. ¿Qué atributos le darías a esto para que sea un síntoma?

Intervención: [inaudible].

A.E.: ¿La repetición de qué?

Intervención: [inaudible].

A.E.: ¿Por qué dan tan inmediatamente estatuto de síntoma todo lo que se presenta como contradictorio? Así se nos desvanecen todas las diferencias conceptuales. Lo digo rápidamente: no todo lugar donde hay un problema es un síntoma. Mi impresión es que para hablar de síntoma debe haber algo de la índole de cierta posición del sujeto. Yo empezaría a escuchar si hay algo de la índole del "no puedo".

Intervención: [inaudible].

A.E.: ¿Por qué eso sería un síntoma? Mi impresión es que tiene que haber ciertas condiciones precisas mejor definidas para llamarlo "síntoma", porque si no, siempre la pulsión va a confundirse con el síntoma. Lo que yo digo es el establecimiento de cierta contradicción en la satisfacción que se encuentra. En todo caso, el síntoma sería cierta contradicción en la satisfacción que no se encuentra.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Les digo cómo yo pienso estas cosas, porque ya nosotros nos hemos encontrado varias veces con este problema. Mi impresión es que hay como dos grandes políticas. Lo voy a metaforizar con el grafo del deseo, aunque estamos ya mucho más lejos del grafo del deseo. Hoy traje grafos que son muy distintos al grafo del deseo. Mi impresión es que, o se toma al grafo como si fuese una sola cosa, como si fuese el agua dentro de una olla, o bien se toma al grafo como si ustedes lo cortasen con tijera y pusiesen cuatro cosas separadas. No sé si se entiende; o bien sé que el síntoma es lo mismo que la pulsión, y que el deseo es lo mismo que el fantasma, y que el fantasma es lo mismo que la pulsión, y entonces todo es igual, y todo da igual; o bien se trabaja como que son cosas absolutamente inarticulables; y me parece que la virtud del grafo es que nos da todos los conceptos en su específica diferencia, cada uno de ellos recibe un matema distinto, y, a pesar de recibir un matema distinto, están pensados en la relación que mantienen. Así, uno puede obviamente bajando de pulsión pasando por fantasma llegar a síntoma, pero por ejemplo no por eso se puede decir que síntoma y pulsión son lo mismo. Es claro que la satisfacción paradójica de retorno que uno obtiene en el síntoma razonablemente se articulará con cierta satisfacción pulsional, porque esa es la satisfacción que el sujeto encuentra. Pero me da la impresión de que no ganamos nada si borramos las diferencias entre pulsión y síntoma.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Y además te quedaría siempre la parte terapéutica de un análisis. No podrías continuar un análisis una vez que lo terapéutico fue realizado, porque luego uno puede preguntarse por la modalidad de satisfacción que haya, siendo que no es sintomática. A pesar de eso, le despierta una pregunta por esa contradicción.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Es claro: la pulsión, para Lacan, sólo adviene con una pregunta en análisis. No hay clínica de la pulsión por fuera del análisis. Es después de la transferencia, es exactamente como vos decís. No es ninguna manera de copular ni de satisfacer el cuerpo; tiene que ser en transferencia, porque tiene que introducir lo contradictorio; y lo contradictorio solamente adviene si alguien se pregunta por su modalidad de goce.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Puede ser solapado o no solapado, con una pregunta que ilumine esa cosa solapada, porque si no, ¿cómo accedés a eso? No es visible. No es algo visible. El sujeto tiene decir: "Escuche lo que me pasa: a mí me gusta esto, y no me gusta", o al revés. Miren, un familiar mío se murió como consecuencia de comerse trece chorizos a la pomarola. No es broma, hablo en serio. Se suicidó en el Hipódromo, comiendo chorizos a la pomarola. Tenía altísimo el colesterol, una operación de triple by-pass cada dos años, pesaba doscientos kilos; tenía ya el certificado de muerte inminente. Así, sin más, se fue al Hipódromo un domingo y se mandó trece choricitos a la pomarola y, por supuesto, no tardó en sobrevenir el infarto. Ahora bien, eso no es la pulsión, porque él nunca pudo hacer de eso pulsión. Si hubiese entrado en el dispositivo analítico y se hubiese preguntado por lo que implicaba esa modalidad de comer, quizá se habría preguntado si era eso lo que quería, si era morir lo que quería. ¿Qué es este borde de comer y morir? Habría hecho de eso pulsión. Pero nunca fue pulsión. Y vean que no tiene nada que ver con lo biológico, sino una posición subjetiva, y además la más profunda posición subjetiva que sólo adviene —como dice Lacan—, una ve z instalada la transferencia. Luego, la pulsión.

Vamos ahora a dos o tres posiciones de Lacan ultra-novedosas. Nadie lo había propuesto así. Van a ver cómo Lacan plantea la sexualidad humana de una manera absolutamente novedosa.

Entonces, sí, ahora vienen unas diez citas. En la pagina 184, antes del esquema, Lacan dice, comentando los Tres Ensayos de Freud:

«A saber que, en lo referente a la instancia de la sexualidad, la situación es la misma para todos los sujetos, así sean niños o adultos...».

Es fuerte. La sexualidad infantil es igual a la sexualidad adulta. Como obviamente no puede ser así, vamos a preguntarnos cómo puede ser así. Lacan las equipara. ¿Cómo puede ser que las equipare, si no son iguales? Dice:

«... —todos se enfrentan sólo con la sexualidad que pasa por las redes de la constitución subjetiva, las redes del significante, la sexualidad en los desfiladeros del significante— la sexualidad sólo se realiza mediante la operación de las pulsiones...».

O sea que, en este sentido, es como en Freud: la pulsión inscribe la sexualidad en el psiquismo. Efectivamente, esto es lo que dice Lacan.

«...en la medida en que son pulsiones parciales, parciales respecto de la finalidad biológica de la sexualidad».

Entonces, la sexualidad se inscribe para el sujeto mediante la pulsión. ¿Con qué propiedad? Ya que es sólo mediante la pulsión, lo único que hay de sexualidad para el sujeto es por la vía de la pulsión. Al ser sólo por la vía de la pulsión, esto impone condiciones a la sexualidad, ¿cuáles? Que la pulsión es parcial, ¿qué quiere decir? No aquello que dicen los lacanianos en general, esto es, que la satisfacción no es plena. Lacan dice que las pulsiones son parciales porque no levantan la finalidad biológica. Es respecto de la finalidad biológica que son "parciales", y no respecto de la satisfacción. Lacan no dijo que la satisfacción no sea plena. ¿Cómo dijo Lacan —según Alfredo Eidelsztein— que es la satisfacción de la pulsión? Paradójica, contradictoria. El no-todo no va por ahí. El no-todo que está acentuando Lacan es que la pulsión es el único representante de la sexualidad en el psiquismo. Ahora bien, ¿cómo la representa? Sólo "parcialmente". Lo que levanta de la sexualidad es no-todo.

«La integración de la sexualidad a la dialéctica del deseo.. .»

¿Ven cómo se articula? Es por la vía de la pulsión, pero integración de la sexualidad con el deseo. Sigo en la página 184:

«La integración de la sexualidad a la dialéctica del deseo requiere que entre en juego algo del cuerpo, que podríamos designar con el término de aparejo —entendido como aquello con lo que los cuerpos pueden aparejarse en lo que toca a la sexualidad, que ha de distinguirse de aquello con lo que los cuerpos pueden aparearse».

Aparearse es copular. Lacan no habla de la copulación, sino de que la sexualidad se articula al deseo mediante la pulsión. Esta es la entrada del cuerpo. Ahí tienen una primera pista para distinguir entre «pulsión» y «deseo». La pulsión implica al cuerpo; el deseo no necesariamente. Y, ¿qué del cuerpo? Algo que funcione como un "aparejo", como el aparejo que usan los barcos, ese dispositivo, el mero instrumento. Yo les preguntaría: ¿eso es simbólico, imaginario o real? Es gancho, lo que puede desplazar una mesa; es gancho, siempre tiene que haber algo de gancho para que sea la pulsión, si no, no; si no, se desvanece toda posibilidad de distinguirlo del deseo. La pulsión implica el funcionamiento del cuerpo entendido como aparejo. Si es gancho, ¿qué habrá del otro lado como atributo? Un agujero. Efectivamente, entran los cuerpos en escena, pero entran en esta lógica, en la lógica de algo que engancha con algo.

Intervención: ¿en pareja?

A.E.: Pero en pareja no emparejada, ni siquiera la pareja del andrógino. Lo que Lacan está atacando es el mito del andrógino. No se trata del hombre con la mujer y, de hecho, hemos comprobado —es lo único radical que nunca hemo s podido olvidar de Freud— que el objeto no tiene nada de natural; pero no por eso deja de tener ciertos atributos que lo hacen posible. ¿Cuáles? Los atributos del enganche, cierta propiedad que sea favorable al enganche.

Intervención: [Acerca de la relación y de la diferencia entre síntoma y pulsión].

A.E.: No porque dos cosas tengan el mismo atributo se parecen en nada.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Que el sujeto tiene que decir "no puedo". Entienden que uno no puede hablar de síntoma si alguien no lo refiere como sintomático.

Intervención: ¿No hay acaso dos estatutos del síntoma, uno egodistónico y otro egosintónico?

A.E.: No hay síntoma egosintónico. Eso es andar por la vida diagnosticando. No es síntoma en el sentido analítico. Es muy importante que establezcamos la diferencia porque, estableciéndola, se obtiene la diferencia en el plano de la dirección de la cura. Lo que tenés que hacer es sintomatizar.

Intervención: ¿Previo a esta sintomatización sería la pulsión?

A.E.: No, puede ser nada, puede ser que mi mujer me mandó. Si no hay síntoma, ¿cómo va a haber pulsión? Si ni siquiera se pregunta por lo que no puede, ¿cómo va a preguntase por la satisfacción paradójica?

Intervención: [inaudible].

A.E.: Es lo más profundamente subjetivo del sujeto. Podríamos decir que está en potencia, que ni siquiera está realmente, ya que sólo está realmente y se ha realizado cuando el sujeto testimonia de su existencia. Sólo se realiza, pasa a lo real, cuando el sujeto testimonia de su existencia; si no, no. En todo caso, estará en potencia. Por otra parte, como está en potencia, uno nunca va a saber cómo va a manifestarse. Si no advienen estas cosas, si uno no lleva al sujeto a enfrentar estas coordenadas fundamentales, puede ser que la cura transcurra sin encontrar ese curso, su curso. Eso no viene per se. El inconsciente no lleva a esto, la asociación inconsciente no lleva a esto; el inconsciente sólo es capaz de responder a lo que se planteó antes, es una máquina de producir respuestas, pero no dirige la cura. El inconsciente no es el analista. En ese punto me distingo de algunos lacanianos que proponen que, por ejemplo, los sueños sean su propia interpretación, porque ahí me parece que confunden la respuesta con la dirección de la cura, y la interpretación no es respuesta de la asociación, sino que implica un cálculo de la dirección de la cura, hacia dónde conviene ir y hacia dónde no, qué cosas conviene levantar y qué cosas dejar caer.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Claro, porque si no, se llega al jungismo de la asociación automática, que es lo único que puede producir el inconsciente, una respuesta, pero nunca la dirección de la cura.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Más allá de eso, una vez planteada la pregunta por esta modalidad paradójica y contradictoria del goce, de la satisfacción, lo único que le queda al sujeto es hacer de eso su propio mensaje: Wo Es war soll Ich werden, levantarlo como su propio y más profundo mensaje. Lo cual puede llevar mucho tiempo, quedar trunco; no necesariamente implica acabar. Hay gente que está muy bien con tenerlo delante de su nariz, y hay gente que prefiere pegarle la vuelta. Uno puede ver la estatua de frente, pero a veces uno puede darle la vuelta. ¿Hasta dónde es el recorrido? Hasta donde el sujeto quiera. Ahí, la clave de la posición del analista es no posicionarse como algo necesario, a diferencia de lo que puede ser el momento del comienzo del análisis en donde haya cosas graves en juego. O sea que la última es la del analista como no necesario. Esto es de suma importancia, que el analista se oferte a dejarse caer es como se acompaña esta última fase, cosa que es tan difícil porque los analistas tenemos mucho narcisismo cifrado en nuestra condición de analistas, y por eso lo que menos aceptamos es dejarnos caer al final. De ahí que haya tan pocos finales de análisis. No porque no haya un porcentaje de neuróticos dispuestos a llevar la cuestión hasta el final, sino que muchas veces el analista no deja de plantearse como necesario.

Hay toda una filosofía de eso en Buenos Aires. Hay muchos pacientes que tienen culpa cuando plantean que van a dejar de venir. Muchas veces he visto que se les plantea eso porque tienen la sensación de que el analista va a tironear para que sigan viniendo. Y me parece que eso resulta no solamente de ciertos fantasmas que el sujeto pueda poner sobre el Otro, sino que hay cierta costumbre en esta ciudad de que el analista ahí tironee. Y me parece que tironea precisamente para no caer, para no dejar de ser, ya que después de ese momento el analista vale tanto como cenicero de motocicleta… Nada, vale menos que nada. Cuando uno deja de ser analista de alguien, uno es nada, un nada. Con lo cual, ese último período es muy importante para que se produzca algo de la índole del pase, que el analista esté en posición de no considerarse necesario, ni él ni el análisis, ni nada: todo desiderativo. Para eso, tiene que dejar de estar tirando del síntoma, porque el síntoma te da una posibilidad de intervención que es el punto de apoyo del sufrimiento. Y este final es sin sufrimiento. En todo caso, es por deseo de saber de qué se trata en esa contradicción.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Claro, ¿y qué dejaría de ser "lo fijado"? Yo te propongo la «condición necesaria». No hace falta que cambie de objeto. La fijación no implica la permanencia en el tiempo del mismo objeto, sino la condición necesaria de ese objeto. Y como el objeto es contingente, la fijación pasa. Por eso yo decía que el fin del análisis pasa por el hecho de que el analista, como objeto, no se posicione como necesario; en caso contrario, si no está produciendo fijación, que es lo que tendríamos que trabajar en contrario, no hace falta que venga, uno no hace falta. Es muy importante elaborar eso, porque para muchos sujetos puede convertirse en una fijación el ir al analista. Y así, difícilmente el análisis sea la forma mediante la cual se producirá el levantamiento de la fijación.

Pasemos al final. Salteamos las once citas. Vamos directamente al esquema. El primer esquema, el de la página 185 de la edición castellana, lo corrijo porque está bastante mal hecho. En el esquema de Lacan, el que está en el seminario, falta este corte. Lo que quiere decir es por arriba y por abajo. Al faltar, no queda claro que el lazo sale del agujero para volver al agujero. Lacan propone que se hace en torno a un objeto, pero que el goal se hace aquíá. Los términos que utiliza son del inglés, aim por trayecto y goal por gol, por hacer un gol; y hacer un gol es volver a la zona. En la clase, destaca muy bien que no se trata de pegarle al pájaro, que es como habitualmente entendemos la pulsión. Y otra corrección para que lo visualicen mejor: ustedes se dan cuenta de que esto es así, ¿no? Esto es obvio para ustedes. Sí, pero si uno no lo hace…

Entonces, de vuelta, aquí el mismo esquema. Nosotros creemos que se trata de esto, o sea, de una tendencia que sale de afuera, como la lengua del sapo, que está pegada al revés; que la suelta, que pesca la mosca y que se la manda para adentro. Nosotros entendemos que la captura del objeto es así, y que la satisfacción se produce en el encuentro del objeto. Sin embargo, Lacan dice que no, que para nada es así, sino que todo lo que caracteriza a la pulsión tiene estructura circular y que este recorrido es circular. De manera que el gol se produce cuando vuelve. Por eso es tan importante el entornado del objeto. La flecha vuelve al agujero, eso es gol y marcan uno. ¿Entienden los dos recorridos circulares? Porque esta distancia desde el origen de la flecha es eliminable, no interesa. El recorrido pulsional sería algo así, como un rombo y otro rombo entremezclados. Es en torno al circuito de la zona erógena que es circular, un recorrido circular de la pulsión. ¿Por qué? Porque, para Lacan —y por eso la sexualidad infantil es exactamente igual que la sexualidad adulta—, se caracteriza por lo que la pulsión inscribe de muerte.

¿Qué inscribe de muerte la pulsión? El real de la muerte con que va a trabajar aquí Lacan no es el efecto del significante. Para Lacan, de lo que se trata en la pulsión es una teoría muy novedosa, muy increíble, a saber, que aquello que la pulsión inscribe como muerte es que, dado que somos una especie animal sexuada, la reproducción sexuada implica la muerte. ¿Se acuerdan? Los unicelulares se producen por división y no hay muerte allí —el experimento de Waisman con el plasma germinal —. Recuerdan que Freud dice que, después de dos mil reproducciones, si uno cambia el caldo alimenticio, no hay ningún cadáver, porque los unicelulares, como las amebas, se reproducen por partición; y, al reproducirse por partición, entonces no hay cadáver. Pero esa es no sexuada. Cuando la reproducción es sexuada, necesariamente los portadores —como decía Freud— del plasma germinal, son contingentes y mortales respecto de su plasma germinal inmortal.

Y bien, Lacan lo plantea directamente así: la reproducción sexuada implica la entrada de la muerte. Ahora bien, ¿es simbólica, imaginaria o real? Esta es real. Ni siquiera tiene que ver con el significante. Mil millones de años antes de que haya advenido el significante en el mundo, la reproducción sexual ya traía la muerte. Fíjense desde qué lugar trae la muerte Lacan. Y va a decir que lo que la pulsión implica de muerte es que la reproducción sexuada hace perder a la vida, y el mito que produce es el mito de la laminilla, precisamente para dar cuenta de esa vida perdida. Lacan dice que la placenta puede ser metaforizada por un huevo, y que para que el hombre salga debe romper —tal como ocurre con la omelette— los huevos… Lamentablemente, es una metáfora de esto. A veces no se logra lo que uno quiere si no se pierden otras cosas.

Entonces, Lacan dice que metaforizando la placenta como si fuese un huevo, el mito es que cada vez que se rompe la placenta se rompe el huevo para que nazca el ser viviente. En la apertura se pierde, no se puede evitar que se pierda, la vida. La vida misma se ha perdido porque lo que nace así es mortal, ya no será inmortal. Se acuerdan de que decíamos que el semen es el plasma germinal inmortal, pero el ser que está allí no lo es. Entonces, cada vez que pierde, se reproduce la ruptura de la placenta. Para que advenga el ser, el ser viviente, esto es real. No tiene que ver el efecto del significante. Otra cosa es el sujeto en la hiancia que también se articulará con esto, pero no es la causa. La causa es la condición real de la especie sexuada. Lacan dice que es imposible que no se pierda la vida. Así, lo que cada uno de nosotros busca mediante la sexualidad no es, como dice el mito del banquete, el complemento sexual, sino la parte perdida de sí mismo.

¿Cuál es esa parte perdida de sí mismo? La vida misma, porque uno nace en y a la condición mortal. Entonces, lo que Lacan propone es que este recorrido intenta recuperar eso que se perdió en la ruptura de la placenta. No es más que un mito. Y les advierto que en las páginas donde produce el mito —204 y 205—, dice que el mito es cómico, que participa de la broma, que tiene su lado chistoso. Lo dice de las tres formas. Así que no vayamos a tomarlo demasiado en serio. Empero, los chistes siempre tienen la intención de transmitir algo de la verdad…

Para Lacan, la sexualidad infantil y la adulta son iguales. ¿En qué consisten? En la búsqueda de esa parte perdida de sí mismo. Y es muy importante que no se olviden de que esto, en francés, quiere decir "otro"; que la "a" es de «autre». En Lacan, la a minúscula designa tanto el objeto causa del deseo como el semejante. Entonces, tanto para Freud como para Lacan, esto no se cumple si no implica al semejante. Freud mismo dice que la diferencia entre lo masturbatorio y lo no masturbatorio, lo puro satisfaccional, es el "sí" del sí mismo, aunque el sujeto fantasee con alguien: necesita del elemento del otro.

La pulsión es la entrada de la sexualidad. Y la sexualidad entra parcialmente. ¿Por qué parcialmente? Porque implica siempre la pérdida de una condición, de la condición vital, porque implica la mortalidad. Ahora bien, la pulsión intenta producir la captura de eso perdido. ¿Cómo operaría eso perdido? Produciendo el cierre del agujero. Lacan produce el mito de la laminilla para indicar que en el mundo humano, dada la estructura del sujeto humano hablante, donde el sujeto mismo se localiza en el intervalo, el cierre verdadero real del agujero es imposible. Y por eso produce, en forma de mito del objeto que taparía esto, una lámina infinitamente delgada, que es por cierto un objeto imposible. No existe ningún objeto en la realidad que sea infinitamente delgado. Hay objetos que son delgadísimos, como la lámina de oro, que es uno de los metales que se pueden laminar más finamente; pero a pesar de eso, siempre tiene algún espesor. En el caso de que perdiese el espesor, ¿qué tipo de objeto sería? La laminilla es un objeto bidimensional, sin espesor. Entiendan que es imposible. Para Lacan, la búsqueda en torno al otro del objeto que cerraría, se hace a través del escenario del Edipo. O sea que el Edipo cumple la función de aportar el escenario para producir el engaño. ¿Cuál engaño? El engaño de creer que es por el aparearme en el sentido del aparejo, no del andrógino, a otro cuerpo. Así, yo conseguiría cubrir mi falta. Eso se produce mediante el Edipo, que no es otra cosa que el escenario que produce ese engaño. ¿Cual engaño? Que la parte perdida de mí, voy a……………………

 

[Cambio de cinta]

……………….que hay que explicarles a los adolescentes cómo se hace para copular. ¿Por qué hay que explicárselo? Porque no se trata de copular. En nosotros está perdido el instinto de copular. Se trata de producir el engaño de tal manera que uno vaya a buscar la parte perdida de sí a través del campo del otro. Es por eso por lo que a nosotros siempre nos resulta anómalo cualquiera que se satisfaga con un consolador o una muñeca de plástico, aunque en los términos de Lacan es perfectamente natural y normal.

Lo que Lacan propone es que el Edipo funciona produciendo el engaño que nos hace recorrer por el campo del Otro. De suerte tal que, en realidad, no somos exclusivamente masturbatorios. ¿Entienden? Dado que nacemos en un campo donde hay adultos que representan ese campo, tomamos la escena que armaron esos adultos como la escena, la trama mediante la cual se arma el engaño de creer que es a través del campo del Otro como se va a producir lo que es en realidad la búsqueda de la parte perdida de sí. ¿Por qué la mujer no se arregla con un consolador? ¿Porque siempre hay una sensación de algo fallido? Porque no ha operado una estructura de engaño, no la estructura natural. Es una doble inversión la que oferta Lacan, y el Edipo ahí no es nada más que un engaño.

Yo no les voy a proponer Dafnis y Cloe porque me parece bastante pobre como metáfora. Les voy a proponer en cambio una mucho mejor: «El despertar de la primavera» de Wedekind. Infortunadamente es muy difícil conseguirla. La única edición que conseguí es fotocopiada, de la editorial Quetzal. Me parece incluso que es la única que se publicó en español (seguramente por obra de algún lacaniano loco…). Este Wedekind, a quien Lacan prologa en el año 1974 —eso está en «Intervenciones y Textos 2», de Manantial—, es un alemán que escribió esta obra en 1891. Y hay una sesión entera del grupo de los miércoles de Freud, la sesión del 13 de febrero de 1907, toda ella dedicada a discutir esa obra. Yo tengo todos estos materiales. Les recomiendo leerla porque es espectacular, cómo se plantea allí la entrada de la sexualidad en el mundo en un grupito de adolescentes, y los resultados que eso tiene para cada uno de ellos. Lo más interesante es que todos acceden a la sexualidad de manera muy manifiesta por la vía de los sueños. Es magnífica. Ahí no hace falta ninguna vieja que venga a contarles nada.

Otra cosa que quería presentarles del esquema es que no se olviden de que esto sigue así, que al cuerpo humano hay que tomarlo como un tubo, de culo a boca, de boca a culo; y tomar como que los brazos y las piernas son los seudópodos. No, no lo son: son extremidades verdaderas. Pero podríamos tomarlos como seudópodos, como un tubo estiradito. Siendo un tubo estiradito, un cilindro, no pierdan de vista que en el otro esquema, en el de la página 194, tienen que hacer así. Si lo acuestan, verán que se trata de este esquema. Son esquemas muy elementales. A ambos les falta el agujero abajo.

Entonces, ¿dónde se ubica el sujeto en el esquema de la 194? En el agujero. El sujeto está en el interior del agujero de la zona erógena. ¿Y el Otro? Es el campo del afuera, el inconsciente, campo del Otro. Obsérvenlo, ¿el inconsciente es el campo del Otro? No digo tonterías cuando digo que el Edipo son los padres que proveen la tramoya, aunque les dije también que viene de los sueños, porque los sueños vienen del Otro. No vienen del interior de uno. ¿Ven que el inconsciente está del lado de afuera?

Si el sujeto se localiza en el agujero del cilindro y el Otro es lo de afuera, les pregunto: el interior del cilindro ¿es de adentro o es de afuera? Supongan que lo de afuera es gas celeste o gas rosa. Ese gas también atravesaría el interior del cilindro. De modo que ciertamente hay comunidad topológica entre el sujeto y el Otro. Así que de lo que se trata es de atrapar al Otro, y atrapando al Otro, en ese mismo movimiento circular, será el único intento posible de atrapar al sujeto porque hay comunidad topológica.

Observen los dos esquemas. ¿Ven la a minúscula? El esquema es este. Este esquema, para ustedes, ¿es igual a este otro? Ustedes tienen este agujero, pero el problema residen en si lo ven de frente o acostado. Ahí está todo el problema. Yo lo pongo así. Estamos diciendo que el recorrido pulsional es un círculo. Lo que yo les propongo es la pregunta de qué diferencia hay si yo lo acuesto. No hay ninguna diferencia porque es la misma otredad la que estoy capturando, ya que el interior del cilindro es otredad. Con lo cual el sujeto y el Otro quedan en el mismo campo. La pulsión es, pues, la función que justamente, en ese lazo, atrapa ambas funciones. Y el Edipo es la tramoya que brinda la oportunidad de ir a buscar en el campo del Otro el complemento de sí.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Ahí, el progreso requiere una maniobra más. Yo les hice el reverso, les puse la laminilla, que sería el único verdadero tapón. La banda de Moebius en este esquema, en la topología de Lacan, sería justamente la estructura de la superficie de la laminilla. Y te advierto que es imposible tapar un agujero con una banda de Moebius, por la torsión. Si ustedes empiezan a coser la banda de Moebius a un agujero, llega un momento que no tienen cómo resolver la la semitorsión. Así que hay dos metáforas del objeto: una es la de una lámina de dos dimensiones, que es imposible; la otra es la banda de Moebius que es en efecto posible de sumergir en el espacio tridimensional; pero, si bien se puede hacer en el espacio tridimensional, es imposible de coserla tal como se hace en topología, que es punto a punto, con un agujero circular que es el cross-cap. El cross-cap es una esfera que se cierra como banda de Moebius, produciendo así una superficie topológica imposible de sumergir. Una esfera agujereada es posible de sumergir en el espacio tridimensional; una banda de Moebius, también. Pero si está cosido, se produce un objeto imposible de sumergir en el espacio tridimensional, que es la estructura de la realidad para el sujeto humano según Lacan.

Vean que el Edipo no provee lo real del objeto. Observen que ha caído totalmente el deseo por la madre como auténtico deseo. Eso no es más que una ficción. Si ustedes quieren, una ficción salutífera. En todo caso, sería el pecho el objeto del que se trata. Pero tienen que distinguir entre las dos modalidades que caracterizan al objeto a: por un lado, ser absoluto vacío, y por eso es que puede coincidir topológicamente con el sujeto, que es intercalar. Pero en la lógica de la pulsión, nunca se olviden de que el aparejo del cuerpo introduce también una dimensión de objeto tridimensional. O sea, si el deseo se soporta en el fantasma, ahí tenemos que en el deseo soportado por el fantasma el sujeto aparece porque está inscripto allí aunque sea veladamente; y ahí, el objeto del deseo, el objeto a, se puede metaforizar como la zanahoria del burro. ¿Qué sería, en ese caso, la zanahoria del burro? El objeto deseado, lo que no tengo y quiero, es decir aquello que me es provisto por el fantasma.

En la pulsión, la pulsación está soportada por el aparato del cuerpo. Si bien coinciden el objeto como vacío en ambos, el objeto causa del deseo es pura falta, y en la pulsión es puro vacío, lo que está dentro del agujero. Ahí no hay que olvidarse de que la zanahoria no funciona como el objeto del deseo. Ahí ya no sería la zanahoria del burro, sino la zanahoria. ¿Entienden la diferencia? Es por eso por lo que en el cierre del curso del año pasado yo les proponía la gran diferencia de dialécticas que tiende a producir el objeto del deseo tal como está postulado por el fantasma, que implica un movimiento desiderativo; porque lo que deseo es lo que típicamente no tengo, cuando el soporte de la dialéctica de la pulsión tiende a ser más bien lo que cubre el vacío como objeto tridimensional; y al ser objeto tridimensional, tiende a fijar mucho más la posición del sujeto.

No sé si se acuerdan en este momento del Seminario 11 que estoy comentando. Recuerden que Lacan introduce allí al perverso. Es muy sorprendente que introduzca al perverso, porque no introduce las otras patologías. ¿Por qué la perversión? Porque la perversión, justamente, invierte ambas condiciones. ¿Cómo es el sujeto en la pulsión? Ausente, círculo, vacío, el agujero mismo, acéfalo. En la satisfacción pulsional de la perversión, a diferencia de la pulsión, el sujeto aparece, se localiza. El perverso justamente se caracteriza en su escena fantasmática —me refiero al perverso típicamente el fetichista— por el recurso al objeto, porque el fetichista es aquel que en la escena requiere de la presencia del objeto real, al alcance de la mano. Tiene que estar ahí, y tiene que estar indicado que está ahí, tiene que estar al alcance de la mano. El látigo tiene que estar. No alcanza con pensar que estaría bueno incluir un látigo en la escena, tal como podría darse en el caso de los neuróticos. En la perversión, especialmente la perversión de las perversiones, la fetichista, el objeto tiene que estar en la escena en su carácter tridimensional.

Por eso es que, en esa clase, Lacan articula la perversión, porque se emparienta en este punto a la oposición entre deseo y pulsión. ¿Cuál? Que el objeto del deseo es lo que apunta la orientación del fantasma: recibir un título, comprarse una casa, etc., en todo caso nunca sería la casa que ya tenés. Nunca el objeto de mi deseo es la casa que tengo, porque cualquier imbécil podría creer que cumpliste tu deseo. En la medida en que lo cumpliste, ya no es más tu deseo. El fantasma es lo que provee ese objeto. Ese sí es imaginario–simbólico, el objeto del deseo que vela el objeto a causa del deseo, real e imposible.

Mientras que la pulsión, que inscribe la satisfacción pulsional, requiere del aparejo del cuerpo. Al requerirlo, será un cuerpo agujereado, y el sujeto estará localizado en los agujeros del cuerpo. El objeto tendrá, así, dos caras en el deseo: la de ser causa y la de ser del deseo. Pero el "del deseo" funciona como la zanahoria del burro, como aquello que lo pone a caminar. El fantasma provee el sostén al deseo, que genera el objeto del deseo que pone en movimiento. En tanto que el objeto causa, en la pulsión, soy yo mismo como perdido, es la parte perdida de mí. ¿Entienden que a escribe el objeto pero escribiéndome a mí? ¿Cómo tiende a taponarse eso? Con un objeto real. Por eso el trick del que habla Lacan, o la varita, o la galera, o el conejo, según los gustos de cada uno.

Así es como terminan de oponerse en Lacan, a esta altura, «deseo» y «pulsión». Se articulan íntimamente porque el objeto causa es el mismo. En ambos se trata de mi condición: «ser» de un lado, «viviente» del otro. Pierdo el ser, pierdo la condición viviente. La modalidad de deseo y pulsión. La diferencia es que el deseo se soporta con el fantasma, y no la neurosis. Es la forma normal de soportar el deseo. Esa forma te pone en movimiento. Mientras que la pulsión te deja fijado porque provee un objeto tridimensional como velo, porque se orienta en un agujero del cuerpo. Por este motivo es que yo les proponía que, en última instancia, si convenía hablar de «muerte» en Lacan, mi impresión es que no convenía en el sentido del deseo de muerte, porque no hay nada más vital en el sentido del movimiento que el deseo. Mientras que sí la pulsión tendía a inscribir lo mortal, no sólo porque para Lacan la esencia de la pulsión es haber perdido la condición viviente, sino porque es lo que más fija y lo que menos posibilidad de movimiento da.

Notas

Desgrabación: Lic. Nancy Fontana

Correcciones y establecimiento del texto: Lic. Luciano Echagüe


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