Seminario
El sufrimiento de los
niños, según Lacan
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Organizado por Fort-Da
Dictado por : Pablo Peusner
Clase 10
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Segunda parte:
"El sufrimiento de los niños según Jacques Lacan"
Décima Clase.
Buenas noches. Retomaremos hoy el argumento de la reunión pasada, en lo referente a situar cierta diferencia entre un "lenguaje infantil" y un "lenguaje adulto". Recibí algunos mails con preguntas de ustedes en este lapso. Como supongo que han tenido de reflexionar -y también de leer la desgrabación de nuestra última reunión de trabajo- abramos el espacio para resituar esas preguntas.
Pregunta: ¿cómo podemos situar el acto enunciativo en tu esquema?
Recordemos antes el esquema que propuse en la reunión pasada -les anticipo que irá complejizándose en la medida en que avancemos con el argumento.
Lo que en esquema escribí como "el decir" es el acto enunciativo, el acto, el acontecimiento en el mundo de que algo se ha dicho. La voluntad de lo que el hablante quiso decir se recupera en "lo dicho", no en el decir. Es al evaluar "lo dicho" que el hablante descubre que su voluntad le ha jugado una mala pasada. Es desde una posición en "lo dicho" que alguien puede confesar "yo no quise decir éso" -pero ya es tarde, ya lo dijo. El acto enunciativo produce lo dicho y en lo dicho siempre aparece algo más, algo menos o algo distinto de la voluntad de decir. A ése elemento, lo escribí en el esquema -algo caprichosamente- con la letra "a".
Ahora bien, de este lado izquierdo del esquema se inscribe el acontecimiento del decir, un acontecimiento que es fechable en el mundo: se puede afirmar que tal día a tal hora alguien habló. El problema de la diferencia entre lo que quiso decir y lo que se dijo, se traslada al lado derecho del esquema al momento de escuchar o entender -según dice Lacan. Creo que es momento de inventar nuestro neologismo para solucionar este problema del verbo entendre en francés. Digamos, entonces: "que se diga, queda olvidado tras lo que se dice, en lo que se escuchaentiende" .
Pregunta : ¿"El decir" sería el enunciado?
No, al revés. Lo que en el esquema aparece como "el decir" sería la enunciación. El enunciado sería lo dicho, lo que un grabador puede registrar. Mi enunciado es lo que este grabador está grabando y lo que después se va a desgrabar. Ustedes que están aquí acceden a mi enunciación . Quienes lean van a tener que hacer una conjetura de mi enunciación. En todo caso es probable que en lo que yo esté diciendo diga mucho más, diga mucho menos o diga muy distinto de lo que yo quería decir, de lo que yo estaba dispuesto a firmar como dicho por mí. Y es fundamental para ello reponer la función del que escuchaentiende, porque sólo desde allí aparece la diferencia.
El hablante siempre está dispuesto a firmar como dicho por él lo que en el esquema aparece como "lo dicho", a afirmar que eso fue dicho "par moi " admitan que lo escriba en francés, en español sería "por mí". Lo que en el esquema aparece como "lo dicho" es lo que yo podría firmar como dicho por moi.
El problema es que muchas veces esto que estoy dispuesto a firmar toma otro valor porque se agrega "a" y, entonces, si yo considero "lo dicho + a" ya no me animo a firmarlo: "si yo no quise decir eso ¿quién lo dijo? ".
Les propongo provisoriamente que tomemos lo dicho + "a" como el discurso del Otro.
Pregunta: - ¿Por qué a no podría estar del otro lado?
Porque para que aparezca es necesario que eso se escucheentienda. Propongo que "a" no forma parte del acto enunciativo, "a" es un fenómeno que se registra porque hay Otro que escuchaentiende, por lo tanto tiene que estar de este lado.
Pregunta: Y si no hay nadie que escuche o entienda, Otro no podría sancionar qué quiso decir eso.
Efectivamente. Revisemos el esquema.
Ésto ["lo dicho"] es lo que yo quiero firmar como lo que yo dije pero este plus [+ "a"] aparece cuando es escuchadoentendido por Otro. Es un fenómeno de immixtión de Otredad.(1)1 Ustedes saben que he trabajado muchísimo sobre ese concepto. Es imposible establecer exactamente dónde está ese elemento que en el esquema indico con la letra "a". Sí sabemos que requiere de la introducción del Otro para producirse. Ese Otro es, según Lacan, quien supone la existencia de la instancia que escuchaentiende.
Ahora bien, el asunto consiste en ver si yo (moi) que estaba tan dispuesto a firmar el texto de "lo dicho", estoy dispuesto a asumirme como sujeto de ese discurso que resulta de "lo dicho + a"; o sea, si estoy dispuesto a decir que "lo dicho + a" lo dije yo (je). El asunto es ver si el hablante está dispuesto a instalarse como sujeto gramatical, sujeto que -en francés- para la primera persona del singular se dice je.
Bueno, después retomamos si hay más preguntas.
Ahora, quisiera revisar algunas ideas de Lacan que van a ayudarnos a resolver esta lectura. En el Seminario I, en la clase titulada "La báscula del deseo", en el inicio del segundo apartado de la clase, Lacan propone que el ego es un concepto psicoanalítico de Freud y que el je es un término verbal -es decir, son cosas totalmente distintas. Es en esta línea que propone que el je nace, gramaticalmente hablando, en referencia al tu (tú) y, entonces, Lacan cuenta cómo es que se aprende a decir je.
Dice así -página 189 de la edición francesa:
"El niño repite la frase que se le dijo con el tu, en lugar de hacer la inversión con el je."
No he traducido ni tu, ni je. Mantengámoslo así. Los niños repiten y no hacen la inversión. Si uno les habla en segunda persona, cuando contestan, lo hacen en segunda persona, no hacen la inversión a primera. Por ejemplo, uno pregunta: "¿Tenés hambre?" y la respuesta es: "Sí, tenés hambre".
Y Lacan dice:
"Se trata de una vacilación en la aprehensión del lenguaje. Nosotros no tenemos derecho de ir más allá".
Cuando Lacan dice "Nosotros no tenemos derecho de ir más allá" les propongo leer allí una indicación: hay que ir más allá. Pero, en principio, el planteo es que para los niños hay una inversión que no se produce, es decir, la inversión que va del tu al je, es una inversión que no está. En esta misma clase sigue hablando de lo posición del niño. Dice que el niño no sabe nada respecto de sus deseos y, entonces, lo instala en la posición de la ignorancia. La posición de ignorancia exige cierta relación dialéctica con la verdad. O sea, para ignorar hay que estar en relación a la verdad, pero, fundamentalmente:
"Ignorar es un estado propio del sujeto en tanto que habla".
Entonces, Lacan sitúa una posición en el lenguaje que hay que hacer coincidir con la ausencia de la inversión del tu por el je y con la posición de la ignorancia. Dicho ésto va a establecer una diferencia tajante entre la ignorancia y la posición que él va a llamar de desconocimiento. Es decir, desconocimiento no es ignorancia, son dos cosas distintas. Y afirma que el desconocimiento es función de la inversión, o sea, si se logró invertir el tu por el je, entonces, la posición ya no es de ignorancia sino que es de desconocimiento. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia fundamental es que:
"El desconocimiento exige una cierta organización de afirmaciones y negaciones a las que el sujeto está attachée ."
Encontramos esta afirmación en la página 190. El sujeto está attaché. En la edición española tradujeron "apegado". No está del todo mal, pero es incompleta. En realidad, se trata del participio pasado del verbo attacher, que en el contexto toma valor de adjetivo. Puede traducirse como "pegado", "fijado", "ligado", también como "que está al servicio de" o "ligado por una relación de dependencia (que puede ser de diversos tipos)".
Observen ustedes que Lacan sitúa una "organización de afirmaciones y negaciones". Les propongo leer allí el sistema de afirmaciones y negaciones organizado por la lógica de Aristóteles, es la lógica del sentido común, apoyada en el triple principio lógico: identidad, no-contradicción y tercero excluido. Y noten ustedes que se afirma que el sujeto está ligado, pegado o también en relación de dependencia respecto de dicho sistema. Lacan decía que "en todo analizante hay un discípulo de Aristóteles"(2)2. Nuestros pacientes suelen exigirse y exigirnos esa buena lógica, tan pegada al sentido común -aunque a veces vacilan porque no pueden sostenerla. Cierta posición de los analizantes demanda la resolución de un problema en términos de una elección entre dos posibilidades: si una de ellas es verdadera, la otra no puede sino ser falsa. "Dejo el trabajo o sigo en el trabajo", "Me separo de mi esposa o sigo con ella". Los problemas suelen tomar este formato y chocan con el principio de tercero excluído. También "si la amo, no puedo odiarla" -en tales casos la condición de no-contradicción es apabullante. Y también aparece ese principio que supone la identidad de la posición subjetiva, desconociendo el valor relacional de la misma: "yo siempre tengo que ser igual: en el trabajo, en mi familia, en mi círculo de amigos..."
Para mostrar el contraste, les quiero contar una anécdota personal. Mi pequeño hijo suele ver por la televisión un programa infantil protagonizado por unos trenes -tal vez algunos de ustedes lo hayan visto, se llama "Thomas y sus amigos". Motivados por el entusiasmo respecto de los trenes, decidimos con mi esposa llevarlo a pasear en tren y entonces hicimos el recorrido del "Tren de la Costa". Hubo un problema: él está acostumbrado a ver por la televisión trenes a vapor, locomotoras antiguas, furgones... y el "Tren de la Costa" es ultra moderno, uno de los últimos bastiones de la década menemista. Él no esperaba éso. Luego de algunas discusiones, le dije que, en realidad, era el mismo tren pero disfrazado y agregué: "no digas nada, es un secreto, está disfrazado para que otros chicos no lo reconozcan, pero es Thomas". Mi pequeño hijo, muy feliz por compartir el secreto conmigo, se lo contó a media voz a su mamá: "Mamá, estamos viajando en Thomas, pero está disfrazado". Mi esposa, intentando participar del juego, le preguntó de qué estaba disfrazado Thomas. La respuesta era inevitable: "Está disfrazado... ¡de Thomas!" (risas).
Mi hijo usa el lenguaje de un modo muy anti-aristotélico (al menos en esta pequeña anécdota que les cuento). Si Thomas está disfrazado, su disfraz debería hacerlo parecer otra cosa que sí mismo -es el fundamento del principio de no-contradicción.
Ahora bien, también en el análisis o mejor dicho, en ciertos momentos puntuales del análisis, un analizante puede vulnerar la lógica aristotélica, puede hacer coexistir lo verdadero con lo falso, puede reconocerse como no-idéntico a si mismo, puede sospechar de la reducción de sus opciones a una lógica bivalente... Y así como les conté la anécdota de Tomás (ese es el nombre de mi hijo), también es cierto que en ocasiones, cuando pregunta acerca del equipo de fútbol por el que alguien simpatiza y obtiene como respuesta dos equipos (uno de primera y otro de segunda división, por ejemplo) exige con vehemencia que se opte por uno, porque "no se puede ser de dos cuadros a la vez".
Espero que con tantos ejemplos, haya quedado claro que no es un problema cronológico, que las diferencias no responden a edades, ni a etapas, sino que son dos posiciones enunciativas que se presentan en oposición -únicamente deducibles a partir del acontecimiento que situamos como "el decir".
Habíamos situado, entonces, el sistema yoico como una organización de afirmaciones y negaciones. Resulta llamativo que, en psicoanálisis lacaniano, el moi tenga por función el desconocimiento -y no, justamente, la adaptación a la realidad. En este sentido les propongo que Lacan hace del moi una posición ante el lenguaje. He aquí una nueva definición del moi presente en el Seminario I que es de 1953. En la clase 18 que fue titulada "El orden simbólico", Lacan retoma la relación del niño al lenguaje. Traduzco de la página 255 de la edición francesa:
"El niño tiene también una palabra. Ella no es vacía. Ella es tan plena de sentido como la palabra del adulto. Ella es incluso tan plena de sentido que los adultos pasan su tiempo maravillándose de ella -"¡Qué inteligente que es el pequeñín! ¿Vieron lo que dijo el otro día?" Justamente, todo está ahí.
(...) La palabra admirable del niño es probablemente palabra trascendente, revelación del cielo, oráculo del pequeño dios, pero es evidente que ella no lo compromete para nada."
Es una afirmación fuerte. La palabra del niño es tan plena de sentido como la del adulto es decir, si un niño nos dice "no te quiero más", nos produce el mismo impacto que cuando nos lo dice un adulto. Sin embargo, dice Lacan, no lo compromete, ¡no lo compromete!
Aquí conviene indicar, entonces, que Lacan habla de "niño" pero que, en realidad, se trata de un fenómeno del lenguaje infantil. Quien habla con lenguaje infantil, quien asume esa posición enunciativa ante el lenguaje, no queda comprometido por lo que dice, no es responsable de ese dicho, no debe "hacerse cargo" de esas palabras... Tienen razón, entonces, todos los psicoanalistas que invocando la lógica de la responsabilidad y del "hacerse cargo" afirman que no es posible el psicoanálisis de niños -a modo de ejemplo podemos nombrar a Jean Michel Vappereau (por tomar sólo uno que hemos conocido personalmente y que goza de cierto prestigio). Tienen razón, es cierto, siempre y cuando se trabaje con la lógica de la responsabilidad. Si el análisis se trata de hacerse responsable de la palabra, el análisis de sujetos que asuman como posición enunciativa el lenguaje infantil no existe (observen aquí que, de nuevo, perdemos la diferencia entre "niño" y "adulto"). De todas maneras, no es esta la línea de trabajo que les propongo leer en la obra de Lacan -tal vez esté, no digo que no. Sólo que no me parece la más "curativa", ni la más cercana a cierto sentido que puede darse a toda su obra.
Y un párrafo aparte merece un problema teórico central en nuestra teoría. Para quien asume la posición enunciativa del lenguaje infantil, la palabra no lo compromete con el Otro del lenguaje: por lo tanto, puede usar las palabras como tenga ganas. ¿Se acuerdan cuando "El Chavo" hacía un dibujito y el Profesor Jirafales le preguntaba qué era? Él respondía: "Una chiforímpula. ¿Me salió idéntica, no?" Nadie acusaría al Chavo de neologismo psicótico en ese caso.
Ahora bien, en la posición enunciativa del lenguaje adulto, dice Lacan que...
"Se trata de ligar al sujeto a sus contradicciones, de hacerle firmar lo que dijo y de comprometer así su palabra en una dialéctica."
Esa es la posición propia del lenguaje adulto: la exigencia de "hacernos cargo". Y es una exigencia que, se supone, provee a los intercambios dialécticos, a los diálogos que establecemos, cierta coherencia. En todo caso, para quien se posicione desde una enunciación que llamamos lenguaje adulto, la contradicción de su argumento debe ser presentada por su interlocutor -operando así un segundo tiempo dialéctico.
Y acá viene el golpe de gracia. Dice en la página 244 de la edición francesa:
"La historia pasada, vivida, del sujeto, que nosotros buscamos alcanzar en nuestra práctica (...) no podemos alcanzarla sino por medio del lenguaje infantil en el adulto (...)
Ferenczi ha visto magistralmente la importancia de esta cuestión -¿qué es lo que en un análisis hace participar al niño en el interior del adulto?- La respuesta es absolutamente clara -lo que es verbalizado de una forma irruptiva."
"Lenguaje infantil en el adulto". El lenguaje infantil ya no es un problema de ser niño o ser adulto, de tener pocos o muchos años de vida, el lenguaje infantil es una posición enunciativa: en principio, una posición que reniega del sistema organizado de afirmaciones y negaciones provisto por la lógica de Aristóteles; y también un sistema que no compromete al hablante por su responsabilidad en lo dicho.
Ahora bien, Lacan afirma que esta posición enunciativa que llamamos de lenguaje infantil, es la vía para alcanzar lo que queremos alcanzar en el análisis. Y noten ustedes que el modo de aparición del lenguaje infantil en el adulto es mediante una forma irruptiva -es decir, una forma que rompe con el discurso ordenado y establecido por la lógica del triple principio aristotélico. Éso debe irrumpir. En conclusión: queda claro que el lenguaje infantil en el adulto es una posición enunciativa. Y también queda claro que pareciera ser la posición enunciativa que Lacan exige para que alguien pueda analizarse.
Nosotros, analistas de niños, deberíamos también establecer que la posición exigida para que un niño pueda analizarse se corresponde con un lenguaje infantil en el niño. De esta manera no damos por asegurado que un niño a causa de su edad se presente siempre posicionado en el discurso a partir del lenguaje infantil.
En el Seminario de "La angustia", Lacan dedica dos clases a realizar una crítica de la teoría del lenguaje de Jean Piaget -específicamente, sobre el problema de lo que Piaget llamba el "lenguaje o discurso egocéntrico" del niño (este mismo problema será luego retomado en la clase 16 del Seminario XI. Allí Lacan habla del "error piagético". Dejemos esta referencia para otra ocasión).
En la clase del 12 de Junio del realiza el siguiente planteo. Otra vez, sugiero que cuando Lacan habla del "niño", nosotros leamos ahí una referencia a la posición del lenguaje infantil:
"¿Qué sabe el niño de lo que dice? ["lo que dice", les propongo leerlo en mi esquema como "lo dicho"]. Pues bien, esta es la cuestión, precisamente. Precisamente, si no sabe lo que dice, es muy importante advertir que sin embargo lo dice..."
Cuando se habla desde la posición enunciativa que nombramos como la del lenguaje infantil, no se sabe lo que se dice, pero se lo dice. Adviertan que otra vez vuelve a poner el acento en el acto enunciativo del "decir" y no en el contenido de "lo dicho". Así se habla en el análisis: ¡Cuántas veces hemos hablado sin saber lo que estábamos diciendo!
Ahora bien, hablando desde una posición enunciativa que coincida con el lenguaje adulto... ¿Se sabe lo que se dice? É ste es el problema: habitualmente, creemos saber lo que decimos.
La última referencia, no quisiera agotarlos. En el Seminario XXIII, el Seminario sobre Joyce, titulado "Le Sinthome", Lacan dice en la clase del 17 de febrero del 76:
"¿Cómo es que no sentimos todos que unas palabras de las que dependemos nos son de alguna manera impuestas?"
¿Cómo puede ser, pregunta Lacan, que nosotros creamos que las palabras que decimos las decimos nosotros porque queremos decirlas, porque somos libres y tenemos libertad para decirlas?
"La cuestión es más bien saber por qué un hombre normal no se da cuenta de que la palabra es un parásito. Que la palabra es un enchapado. Que la palabra es la forma de cáncer de la que el ser humano está afligido."
Aún hablando desde una posición que coincida con el lenguaje adulto tampoco se sabe lo que se dice. Y ésto porque las palabras nos son impuestas, estamos enfermos de ellas... Lo que sí sabemos es que las decimos.
Retomo mi esquema de la pizarra. Les decía, entonces, que trabajamos en dos niveles: por un lado, el nivel de "el decir", "el acto enunciativo", el "que se diga" -son todos los nombres que Lacan le dio a este lugar. Del otro lado está, "lo dicho" o "lo que se dice". Yo les proponía que, como una ley del lenguaje, aparece siempre al lado de lo que se dice o lo dicho "a".
En el análisis, la posición del lenguaje adulto tiende a hacer un fuerte hincapié en "lo dicho". El paciente en análisis está siempre dispuesto a firmar "lo dicho" con el moi siempre y cuando eso dicho esté en correlación con ese sistema aristotélico de afirmaciones y negaciones al que el sujeto queda sometido-"olvidando" ésto ["el decir"]: el acto enunciativo, olvidando el acontecimiento en el mundo de haberlo dicho y, en general, tratando de reducir "a" a "lo dicho". Tratando de producir para lo que llamamos "a" un significado de ruido, de equivocación, de falla, de un problema menor.
Para que un adulto se pueda analizar hace falta que "lo dicho + a" leído como "discurso del Otro", se ponga en concordancia con el je. Es decir que el hablante, en su acto enunciativo, esté dispuesto a asumirse como la persona gramatical, como el sujeto de ese discurso que -por definición- es del Otro.
Con lo cual, observen que tenemos la necesidad de postular la immixtión entre el sujeto y el Otro, en esta flecha que une el "discurso del Otro" con el je. Tal vez tengamos aquí una manera distinta de comenzar a pensar algo acerca de la posición enunciativa requerida para que alguien se analice: que se ponga en concordancia el acto enunciativo, la posición del sujeto en tanto que je con el discurso del Otro entendido como "lo dicho + a".
Ahora bien, dijimos que quien enuncie desde la posición promovida por el lenguaje infantil no tiene ninguna necesidad de firmar lo dicho. Así les propongo leer la cláusula de Lacan en la que afirma que "no lo compromete a nada": no es necesario que el hablante lo firme. Él lo dice y si produce efectos que nosotros llamamos "a", en más, en menos o en diferencia- el sujeto se apropia de eso. En el caso del niño que habla desde la posición de lenguaje infantil, es manifiesto que está feliz de los equívocos, de las barbaridades y de la risa que nos produce a nosotros cuando sancionamos éso en más (o en menos, o en diferencia) que dijo.
Con lo cual, mi propuesta es que la posición del lenguaje infantil se apoya fuertemente en el "que se diga" y en "a". El "que se diga" en los niños está presente en la necesidad de exigirle al Otro que cumpla con el acto enunciativo.
Ejemplo: Le he prometido a mi hijo: "-El sábado vamos a la cancha". Llueve torrencialmente y mi esposa explica: "-Mirá mi amor, no van a ir a la cancha porque está lloviendo mucho". ¿Qué dice el nene? "-Pero si papá me prometió". Lo importante para él es el acto enunciativo, no el contenido, porque según el contenido el hubiera podido responder así: "-Bueno, vos me dijiste que íbamos a la cancha pero llueve, entonces, no vamos a la cacha, vamos otro día, el partido se suspenderá". Si se responde por el contenido, es necesaria una lógica: "si llueve se suspende, si se suspende se pasa para otro día, si se suspende no voy". Pero para los chicos lo que es exigido es reponer el valor del acto enunciativo: "vos me dijiste".
Para terminar este recorrido que ciertamente fue extenso, quiero leer una anécdota de este librito que se llama "Hola Lacan. Ciertamente, no" que es el libro de anécdotas de Jean Allouch sobre Lacan. El relato se llama "El secreto de Lacan". Dice así:
"La escena ocurre en una ciudad extranjera donde Lacan acaba de presentarse como conferencista. Los notables están ahí presionando al maestro para que revele su secreto. Lacan pone mala cara y no le contesta a nadie. Pero lo vemos pronto dirigirse a la joven y encantadora mujer que se encuentra a su izquierda para preguntarle al oído: -¿Me permite que le diga mi secreto? Apartada del psicoanálisis pero esposa de un pequeño psicoanalista la elegida contestó: Verdaderamente, me encantaría escucharlo. Y Lacan le dice: -Mi secreto es que tengo cinco años".
Doy por concluído aquí. Si quieren podemos charlar un rato sobre esta propuesta.
Pregunta: (inaudible)
A mí lo que me parece que es importante que quede transmitido es, primero, que existe una posición enunciativa que funciona como la excepción al "q ue se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escuchaentiende". Para ello es fundamental comprender que el lenguaje infantil es posición enunciativa -tanto como Lacan dice que «hombre» y «mujer» son posiciones enunciativas. Tercero, Lacan afirma que la posición enunciativa infantil es la requerida para asumir la posición analizante.
Pablo Giordana: Habría que ver con qué articula esta posición, creo que con la posición de Otro. En el caso del análisis, se puede entender un analista favoreciendo, como decías vos, la posición del lenguaje infantil en el adulto, aunque también en un niño...
Tu pregunta apunta, exactamente, a un punto de mi argumento que no desarrollé. He aquí el problema:
"Queda olvidado" es la represión. Pero la represión es social. Con lo cual, la posición enunciativa que llamamos lenguaje adulto es una exigencia de la represión, es decir, es un mandato social. Si no existiera la cultura todos hablaríamos lenguaje infantil, si no lo hacemos es por una exigencia de la cultura .
¿Cuál es la función de la cultura? Constreñir a la renuncia pulsional, educar, obligar a hacer cumplir la lógica de Aristóteles, hacernos olvidar el " que se diga" -por eso, en algún sentido, el psicoanálisis es bastante anticultural.
Estamos algo extenuados. Dejemos aquí. En nuestro pr óximo encuentro hablaremos sobre la noción de "juego " en el psicoanálisis lacaniano de niños. Hasta entonces.
Desgrabación y Establecimiento: Pablo Giordana.
NOTAS.
(1) Si algún lector desconociera los desarrollos de Lacan sobre esta noción, los remito a los siguientes artículos, todos disponibles en forma gratuita en la web:
Lacan, Jacques. "Acerca de la estructura como immixtion de Otredad, condición sine qua non de absolutamente cualquier sujeto" (Conferencia de Baltimore - 21 de octubre de 1966) en www.acheronta.org/acheronta13
Peusner, Pablo. "Acerca de la entrada del término "immixtion" en la obra de Jacques Lacan (nota filológica)" (2001) en Revista Acheronta, número 14 (diciembre de 2001) www.acheronta.org/acheronta14
Peusner, Pablo. "Pertinencia del término immixtion en la definición del sujeto tal como se lo entiende en el marco de una ética propia del psicoanálisis" (Backstage, Episodio I y Episodio II). Todos en www.apertura-psi.org/textos
(2) Cf. Lacan, Jacques. "El sueño de Aristóteles"(1978) en "Estudios Psicoanalíticos 2 - Locura: Clínica y suplencia". EOLIA, DOR, S.L. Madrid, sin fecha.