Seminario
Transferencia y Resistencia
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Organizado por : PsicoMundo
Dictado por : Lic. Mario Elkin Ramírez
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Donde el amo era el analista debió advenir
La noción de resistencia aparece por primera vez en los Estudios sobre la histeria, en la descripción de un pasaje clínico , donde Freud (1895 : 73) dice (1) : " la enferma pareció no entenderse con el médico, se agotó en una tenaz resistencia contra todo lo que con ella se emprendía...". Desde el principio, la resistencia se define en el contexto de la relación médico-paciente. Dicha relación no es aún nombrada como transferencia; pero, más adelante, en este mismo texto, Freud la denota , en la enumeración de los casos en que la relación médico-paciente se ve perturbada y la buena disposición del analizante desaparece con la dificultad - en los casos donde se presenta la resistencia - "cuando la enferma transfiere a la persona del médico representaciones displacientes emergidas durante el análisis". Transferencia y resistencia son, entonces, nociones íntimamente ligadas desde su origen. La definición de resistencia implica la explicación de transferencia; y explicitar de la naturaleza de la transferencia impone hablar de la resistencia como uno de sus impases.
Es de anotar que Freud, en la primera ocurrencia relacionada con la resistencia, toma la precaución de señalar, en la descripción del hecho, que desde un principio la paciente no se entendió con el médico. Pero, no se puede concluir, que ese malentendido y el cariz incomprensivo de esa relación, sea la causa de la tenaz oposición de la paciente a la labor terapéutica que con ella emprendía el médico. Esto conduciría a una de las desviaciones contra las que Lacan llama la atención, y que centra el problema en la relación médico-paciente, como una relación a dos.
Ante la dificultad que Freud encontró cuando alguna de sus pacientes declaraba no recordar nada, desarrolló una estrategia consistente en imponer sus manos sobre la frente del paciente; método, éste, que requería la completa colaboración y atención voluntaria del sujeto. Era un método que Freud ensayaba porque apenas estaba inventando el análisis.
Freud habla en el texto referido de la presión que hacía con las manos sobre la cabeza del paciente; combinando así la sugestión con la hipnosis. - Esta referencia es importante, por cuanto introduce la presencia del analista como resistencia. El procedimiento colocaba a Freud en incómodas situaciones cuando no podía hipnotizar al paciente completamente. Pero, más que un obstáculo - a causa de una incapacidad de Freud - era un inconveniente que la técnica misma presentaba; y que lo llevó a inventar el psicoanálisis, renunciando a procedimientos terapéuticos que hoy, gracias a Lacan se puede decir, estaban inscritos bajo la égida del discurso del amo. En una referencia a propósito de la paciente llamada Elisabeth von R, Freud (1895: 120) dice:
"Me resolví , pues, a plantear, a la consciencia ensanchada de la enferma, la pregunta directa por la impresión psíquica a que se anudó la génesis primera de los dolores en las piernas. A este fin me proponía poner a la enferma en hipnosis profunda. Pero por desgracia, hube de percibir que ninguno de los procedimientos que yo poseía para este objeto la llevaba a un estado de consciencia diverso de aquel en que me había hecho su confesión. Sólo me quedó alegrarme cordialmente de que esta vez omitiera espetarme con aire triunfante: vea usted, no estoy dormida, no me pueden hipnotizar. En ese aprieto se me ocurrió aplicar aquel artificio de la presión sobre la cabeza, la historia de cuya génesis he detallado en la precedente observación sobre Miss Lucy. Lo puse en práctica exhortando a la enferma todo cuanto en el momento de la presión emergiera ante su visión interior o pasara por su recuerdo. Calló largo tiempo y luego confesó, por mi esforzada y relata la escena clave que explicaba su dolencia. En relación a Miss Lucy dice: Pronto me deshabitué a emprender aquellos ensayos destinados a determinar el grado de hipnosis, pues en toda una serie de casos ponían en movimiento la resistencia de los enfermos y me arruinaban la confianza de que yo necesitaba para el trabajo psíquico más importante. Además, a poco andar me cansó escuchar una y otra vez, tras el aseguramiento y la orden: usted se dormirá !duérmase! , esta respuesta en los grados más leves de hipnosis: pero, doctor si no me duermo " (el subrayado es nuestro).
Se observa cómo Freud, que estaba inventando el psicoanálisis en esa época, narra de manera franca las dificultades que encontraba en esa labor, por ello dice que se alegraba cordialmente, en el caso de Elisabeth von R., de que al menos no mencionara esa frase que lo ponía en aprietos; pues, ya no había la resistencia del procedimiento anterior con Miss Lucy.
Mas allá de la acepción oscurantista que ahora se renueva en el entorno terapéutico relacionada con el hipnotismo, en la época de Freud era una técnica científica. En 1920, en Psicología de las masas y análisis del yo describe en un capítulo llamado "enamoramiento e hipnosis", aquello de lo que se trataba en el hipnotismo. La cita tiene que ver con la transferencia. Es un pasaje donde se esclarecen los sentimientos que se presentan en la situación analítica, y donde se describe la similitud entre varios estados: la sumisión a un líder, la sumisión al objeto de amor y la sumisión al hipnotizador. La comparación estriba en el hecho de que el hipnotizador, el amante o el líder, son colocados en un lugar particular llamado ideal del yo; una de las instancias ideales que luego derivan en el Superyó. El yo quedaba, entonces, sometido a una somnolencia que pasa por la voz y por el imperativo !duérmase! ; y, a partir de ese estado, se le exigía que contara algo que no había relatado conscientemente.
Así, la hipnosis era y es, un procedimiento de dominio. El médico tenía que estar investido de autoridad para desarrollar esta práctica. No todo el mundo era hipnotizable, y Freud no se reconocía con gran habilidad para hipnotizar; pero, lo que interesa es que la oposición del paciente al hipnotismo ya en ese momento Freud la llamara resistencia. Era precisa la confianza, la autoridad y la creencia en el terapeuta y en el procedimiento. Por ello dice (1920): "sólo noté que en algunos pacientes el impedimento se remontaba un paso atrás; se rehusaban ya al intento de hipnosis...sería no hipnotizable quien tuviera un reparo psíquico contra la hipnosis y lo exteriorizara como un no querer".
Se observa cómo el terapeuta o el procedimiento tenían que estar en un lugar idealizado. Pero, como las histéricas hacían trabajar a Freud, se le resistían a ser hipnotizadas; y es, de esta forma, gracias a esa resistencia y al trabajo para esquivarla, como pudo descubrir el psicoanálisis.
Poco a poco Freud debió situarse en otra perspectiva. Parafraseando la sentencia: Wo es war soll ich werden, se puede decir, que el trayecto de Freud fue que este: allí donde el amo era, el analista debió advenir. En efecto, no hay nada más inverso al analista que la posición del amo; más, aún, cuando, tal como Lacan lo dice en otro lugar, el discurso del amo es el inconsciente. Y para contrarrestar sus efectos, no se puede ocupar el lugar del inconsciente mismo, sino otro, diametralmente opuesto al del amo. Al respecto, en el mismo texto, Freud (1920) escribe:
"Puedo recordar la sorda rebeldía que, incluso en aquella época, experimenté contra la tiranía de la sugestión, cuando un enfermo que no mostraba bastante flexibilidad oía que le gritaban: Quest ce que vous faits donc? Vous vous contrasugestionnez!. Me decía en mi fuero interno que era la más palmaria de las injusticias y de las violencias, que el enfermo tenía buen derecho a utilizar la contrasugestión. Mi resistencia,- subrayo la palabra- tomó más tarde la dirección más precisa de sublevarme contra el hecho de que la sugestión que lo explicaba todo tuviese a su vez que hurtarse a la explicación".
Ante los reparos y la resistencia a la hipnosis, Freud pasó sutilmente a la sugestión; a la presión de las manos sobre la cabeza del paciente. Una vez las retira éste debía recordar inmediatamente aquello que no había logrado en estado de consciencia normal. La hipnosis presentaba otro impase; los pacientes en estado hipnótico podían recordar algunos contenidos que, al ser comunicados en su despertar por parte del médico, el sujeto bien podía negarse a creerlos. En consecuencia, todo el esfuerzo se reducía a la obtención de un saber sin efectos para el sujeto; porque luego el médico tenía que empeñarse en convencerlo, a partir de los datos obtenidos, de que sí había dicho todo aquello. No era algo conquistado por el sujeto mismo; porque se encontraba sumido en un estado, en el que no se daba cuenta de lo que decía. Al respecto, Freud (1920) tiene una perspicaz definición de la resistencia:
"Tales experiencias me dejaron la impresión de que un mero esforzar [Drängen] podía hacer salir a la luz las series de representaciones patógenas cuya presencia era indudable, y como ese esforzar costaba empeños y me sugería la interpretación de tener que superar yo una resistencia transpuse sin más ese estado de cosas a la teoría según la cual mediante mi trabajo psíquico yo tenía que superar en el paciente una fuerza que contrariaba el devenir consciente (recordar) de las representaciones patógenas".
Cuando Freud abandona la técnica de la hipnosis, renuncia también a una posición de amo; pues, queda desprovisto de medios. Lacan lo dice al reconocer que en el caso de Lucy R. se resuelve, de manera hermosa y fácil; mientras que en otros casos, como Ana O, por ejemplo, a pesar del método, el trabajo continúa en medio de resistencias, pero, intuyendo aquello de lo que se trataba, a partir de las indicaciones de las pacientes mismas, cuando ellas le decían: "no me mande, no me interrumpa, no me diga, no me hipnotice, déjeme hablar". En ese dejar hablar, Freud configura su método. Se da cuenta que la técnica más correcta es que el sujeto hable libremente; es decir, sin ningún procedimiento de hipnotismo, de sugestión, de preguntas inductoras o de orientación del discurso, sino, libremente, sin dormirse, sin presión, y que hable cuanto se le ocurra. Freud afina así cada vez más la reflexión, y describe cómo descubrió y configuró la técnica a partir de las sugerencias de las histéricas: no me interrumpa, déjeme deshollinar la chimenea. En ese sentido, abandona la posición de amo, y comienza a percibir que el amo está inscrito dentro de la palabra misma; pues, es quien determina que un sujeto asocie una cosa y no otra, o que se resista a deje pasar determinados contenidos. Si abandona esta posición, el analista poco a poco se coloca en otra; encuentra el buen lugar; ¿cuál?; Es lo que se ira dilucidando.
Lacan dice que el analista no es quien dirige y domina, sino quien escucha de manera particular. Se busca con este nuevo método que el sujeto se dé cuenta de lo que va emergiendo en su palabra, y así pueda subjetivarlo. Esto es diferente a presentarle un material producido bajo hipnosis y que puede no reconocer como suyo.
Por su parte, Freud encuentra que, con la presión de las manos sobre la frente del paciente - método de sugestión- , el sujeto siempre recuerda algo; pero, no siempre se haya dispuesto a comunicarlo, sino que, al contrario, trata de reprimir de nuevo lo evocado. Al respecto, Lacan señala que Freud procedía eliminando los síntomas, como acertijos, uno por uno; Y en el instante en que levantaba sus manos - mímica del levantamiento de una barrera- el sujeto recordaba aquello de lo que se trataba.
Mas, al encontrar esta conducta negativa en el paciente, Freud deduce que se trata de una crítica ejercida por el sujeto sobre la ocurrencia, por encontrarla, por ejemplo, carente de significación, de importancia o de conexión con la pregunta; o por tratarse de algo que al comunicar suscita displacer en el sujeto.
La Resistencia es un fenómeno de discurso
De acuerdo con lo precedente, al displacer como causa de la no enunciación se suman motivos significantes: como la conexión lógica con la pregunta, el interés y el significado; a motivos intelectuales que se convierten en razones para que el sujeto dé una negativa a enunciar lo recordado.
Como se ha podido observar ha habido un desplazamiento de la resistencia, por razones transferenciales, a razones intrasubjetivas que atañen al juicio intelectual del sujeto y su afectividad.
Es en esta labor donde Freud (1895: 120) (2) muestra la necesidad de: "atribuir a la resistencia que la enferma mostraba en reproducción de sus recuerdos una más profunda significación". Se trata de la significación de una energía de oposición, de una fuerza próxima o, incluso, equivalente a la represión. Al respecto Freud (1895: 122) dice: "la resistencia que opuso repetidas veces a la reproducción de escenas de eficacia traumática, correspondía realmente a la energía con la cual había sido expulsada de la asociación la representación intolerable".
Como se aprecia, la resistencia toma su fuerza de la represión. Lo que esclarece algo más del concepto; pues, se sabe que aquello a lo que el sujeto se resiste es a la evocación de una representación intolerable; una escena de eficacia traumática - se trata de una resistencia a la enunciación de los significantes de la escena. Es algo a lo que Lacan (1953: 19) le saca partido al enunciar que la historia no es el pasado. Esto es esencial, por cuanto los contemporáneos de Lacan ponían el acento en la rememoración intelectual o afectiva, aún llamando la atención -tal como lo hace Maurice Bouvet- a propósito de la intelectualización o la simple catarsis. En este sentido se quedaban en una técnica pre-analítica si se quiere; ya que el contexto en que Freud describe el pasaje citado - Estudios sobre la histeria- , se refiere a nociones como abreacción por la palabra o integración en la cadena significante de las asociaciones traumáticas reprimidas o, por lo menos, expulsadas de la asociación consciente.
Lacan (1953: 62), siguiendo a un Freud más tardío - el de Recuerdo, repetición y elaboración-, concibe la cura no como un procedimiento de anamnesis, sino que piensa el progreso analítico a partir de un elemento constitutivo esencial, estructural: la reconstrucción completa de la historia del sujeto. En ese sentido, a lo vivido y revivido, Lacan opone la historia. Antes de un análisis, un sujeto no posee historia, sino pasado; no las coordenadas de ese pasado.
Y es que en efecto, no se trata de revivir un acontecimiento pasado- por la irreversibilidad del tiempo, su carácter de pasado lo hace imposible de ser vivido de nuevo-; en cambio, pueden evocarse los significantes y los afectos concomitantes a esa vivencia o fantasma. Se trabaja, entonces, con el discurso sobre ese fantasma o acontecimiento. Esto se opone a cierta idea que se cultivó durante un tiempo en psicoanálisis, un poco en la misma línea de la catarsis; se trataba de llevar al sujeto hasta el acontecimiento pasado para que abreaccionara el afecto y, de este modo, reinscribir la representación traumática.
Si es con el discurso con el que se trabaja, es allí donde necesariamente hay que situar la resistencia a enunciar. En esta perspectiva la resistencia es un fenómeno de discurso, consistente en su interrupción, silencio y duda. Freud, a su manera, dice que se trata de una resistencia a la reproducción de escenas traumáticas. Hay que precisar en ese sentido varias nociones implicadas: Reproducción es reproducción en el discurso, - no revivir- ; y es reproducción significante de escenas traumáticas. Esto induce la noción de trauma.
Y ¿qué es un trauma? En los Estudios sobre la histeria Freud da cuenta de como las enfermedades psiconeuróticas son consecutivas a traumas sexuales. Un trauma acontece en dos tiempos: el primero a partir de un acontecimiento, por ejemplo una seducción, en un momento en que el sujeto no tenía los significantes para interpretar la situación como tal, este acontecimiento no es traumático por sí mismo; y el segundo donde captura dicha significación. El modelo del trauma para Freud es el traumatismo físico, según el cual, la efracción de un tejido o de un órgano depende de un flujo de excitaciones provenientes del exterior. Para Lacan, la efracción de la que se trata es una efracción imaginaria; y es allí donde se origina el valor traumático. Lacan es cuidadoso y dice que dicha efracción imaginaria no debe ubicarse después del acontecimiento; pues hay una Prägung - una acuñación del acontecimiento traumático- se trata de una efracción imaginaria; por cuanto, en el momento del acontecimiento, el sujeto no disponía de los significantes para interpretar la escena como una seducción. Esta Prägung se localiza en un inconsciente no reprimido; pues la Prägung no fue integrada al sistema verbalizado del sujeto, o sea que no alcanzó la significación. Por ello permanece, al decir de Lacan, limitada al dominio imaginario.
El trauma exige un segundo evento, posiblemente banal en sí, pero, en un momento en que el sujeto dispone ya de significantes de la sexualidad. Ese segundo, evento despierta el primero, y el sujeto adviene a la comprensión après-coup del primer suceso como de carácter sexual. En este segundo momento, como dice Lacan (1953: 281-283), la Prägung retorna, en la medida en que el sujeto avanza en un mundo simbólico más organizado. Esta Prägung se alcanza por una retroactividad - nachträglich - y adquiere en el plano imaginario el valor de trauma, siendo una primera integración simbólica para el sujeto. En este momento de la retroactividad, el trauma cumple una acción represora. Como dice Lacan: "en ese momento algo se desprende del sujeto en el mundo simbólico mismo que está integrando. A partir de entonces, esto ya no será algo del sujeto. El sujeto ya no habla más de ello, ya no lo integrará".
No obstante, lo anterior se constituye en el núcleo de la represión, el núcleo de los síntomas. La represión comienza allí a ejercerse a partir del rechazo inconsciente de ciertos significantes de significación inconciliable con el conjunto de los otros significantes que constituyen, por ejemplo, la consciencia y la atracción desde el núcleo de la represión Un formidable ejemplo de la teoría traumática está expuesto por Freud en el caso Emma, en el Proyecto de Psicología para neurólogos y ha sido explicado en otro lugar (3).
El evento es para Freud susceptible de ser inventado, fantaseado. Por su parte Lacan resalta la ambigüedad del término traumático, cuando su dimensión fantasmática se le revela a Freud como más importante que el acontecimiento mismo. Al respecto, en el historial del Hombre de los lobos Freud formaliza definitivamente el descubrimiento de la realidad psíquica y el hecho de que un fantasma -es decir, una formación imaginaria - pueda tener un valor traumático tan importante como un acontecimiento realmente vivido.
Lo traumático es entonces, la comprensión, el advenimiento del sentido. Los significantes que dan sentido al primer acontecimiento sexual, y que dan cuenta de cómo un sujeto gozó el afecto de angustia, displacer o vergüenza hacen que el sujeto reprima estos significantes, y conforme con ellos un núcleo patógeno. Este núcleo se vuelve cada vez más importante para Freud, en la concepción que tiene en esta época de las psiconeurosis.
Desde esta perspectiva, lo interesante, más que la verificación de si esto o aquello es exacto; si pasó realmente, es el encuentro con los significantes y los afectos que describen el acontecimiento o la fantasía. Esto permite enlazar con la resistencia.
¿ Que es la resistencia? Para Freud el titubeo, la duda, el silencio dan cuenta de que allí hay algo difícil de pasar por la palabra. Se trata de una resistencia a la que Freud le da una significación particular, ya que la constituye en señal de la cercanía del sujeto en su discurso a un núcleo patógeno.
Volviendo a los Estudios sobre la histeria Freud deduce de su trabajo con sus analizantes que era posible conseguir por el apremio de la exigencia la emergencia de las series de representaciones patógenas. Este apremio constituía para Freud un esfuerzo del que dedujo que su trabajo consistía en vencer la resistencia del sujeto. Su descubrimiento (1895:146), se concretó en la teoría de que: "por medio de su trabajo psíquico, había que vencer una fuerza psíquica, fuerza que contrariaba el devenir consciente (recordar) de las representaciones patógenas, una fuerza psíquica opuesta en el paciente".
Se tiene una primera concepción de la resistencia. No es el paciente quien se resiste, sino que hay que superar en él una resistencia. Esta no es consciente, sino una fuerza que contraría. Por ello es singular que se sugiera, por su uso impersonal, que se trata de una resistencia en el paciente y no del paciente. Lo cual es importante porque toda una corriente psicoanalítica atribuía las resistencias a una voluntad contraria del sujeto.
Freud infiere, además, que dicha energía es la misma que participa en la génesis de los síntomas histéricos, y que impide percatarse de la representación patógena. Se trata, entonces, de una resistencia que él recibía al esforzarse en orientar la atención del paciente hacia la representación patógena, y en la que sentía la misma repulsa que hizo el síntoma al rechazarla, por ser inconciliable con la cadena de representaciones corrientes. Al respecto dice Freud que es la misma fuerza del yo, la repugnancia del yo, la que reprimió de la asociación, a la representación patógena y la que se opuso a su retorno a la memoria.
A partir de una concepción ulterior de la represión, se sabe que la represión es igual al retorno de lo reprimido. Luego, entonces, la resistencia no sería otra cosa que un segundo momento de la represión que mantiene cerrado el paso hacia la consciencia a la representación patógena; La resistencia en ese sentido, no es un mecanismo psíquico en sí mismo, sino, una forma a través de la cual la represión se manifiesta en la situación analítica. Es por esto que Freud describe su labor como: vencer esa resistencia a la asociación, puesto en itálicas en el texto original. Por esto, decía que se trataba de algo en el paciente y no del paciente. Se encuentra en el sujeto y tiene por objeto la asociación de los significantes; lo que confirma una vez más que la resistencia es un fenómeno de discurso; inherente, propia del discurso, al igual que la represión. Es en esta vía en la que es posible hablar de resistencia del discurso.
Al descubrir este hecho, Freud recurría al artificio de la presión sobre la frente; artificio del que dice es una habilidad para sorprender al yo, para eludir, por breve tiempo, su defensa, pero, el yo en los casos importantes reflexiona y desarrolla de nuevo la resistencia. Freud (1895:152-153) hace equivaler, en ese sentido, resistencia y defensa del yo Es un punto del que habrá luego que hacer una pequeña disgresión, porque de aquí se deriva una importante desviación en psicoanálisis.
Luego de lo anterior, Freud hace una descripción de las formas en que la resistencia se exterioriza. En ellas muestra la frecuencia con que los pacientes, aún los más dóciles e inteligentes, olvidan el compromiso contraído al comienzo del tratamiento de decir todo lo que se le ocurriera aunque le pareciera inoportuno o desagradable comunicarlo; es decir, sin crítica alguna.
Ya se había dicho sobre algunos de los motivos de la resistencia, como el encontrar descontextualizada una idea, sin relación al tema o por desagrado. Esto conduce a otra ambigüedad; porque aproxima la resistencia a la censura voluntariamente ejercida por el paciente. Este, por alguno de estos motivos, quiere silenciar algo o evadirlo al hacer comentarios sobre el tictac del reloj, el piano de la habitación de al lado, es decir, alusiones al presente de la situación analítica,, y por tanto, en alguna conexión con la transferencia. Ante esta situación Freud respondía: Nada de eso, ha tropezado usted ahora con algo que no le es grato decir y quiere eludirlo. Es una manera de invitarlo a reconocer una causa intrínseca al discurso, más que una causalidad exterior.
En esta misma época (1895) también Freud reconoce la denegación, aunque sin desarrollar su mecanismo, dentro de formas de resistencia formuladas en el estilo de: "Ahora se me ha ocurrido algo, pero no tiene nada que ver con lo que tratamos. Se lo diré a usted, sólo porque lo quiere saber todo; Ahora se me ha ocurrido algo, pero seguramente me lo ha sugerido usted; Ahora se me ha ocurrido algo, pero me parece que no se trata de un recuerdo, sino de una pura invención mía en este momento".
Son formas discursivas en las que Freud reconoce el trabajo de la resistencia; hábiles negaciones, luego de las cuales el enfermo enuncia despreciativamente la ocurrencia buscada desde tiempo atrás, pero desprovista de afecto. Estas representaciones aparecen como princesas vestidas de mendigas. En efecto, hay que recordar que el efecto de la represión es la separación del afecto de la representación; por lo que ésta puede aparecer en la consciencia a condición de haberse separado del afecto.
Otra manera de exteriorización de la resistencia es la incoherencia del material mnémico emergente. Surgen representaciones incompletas, borrosas o fragmentarias. Un ejemplo es el de un sujeto que recuerda un torso femenino, cuyas vestiduras se entreabren por descuido, y solo después logra completar el torso con una cabeza de una persona conocida. Se trata de un procedimiento igual al de la censura del sueño. Lo que hace pensar que la censura puede estar al servicio de la resistencia; o que es la censura una forma de resistencia. Hay que considerar que aquello que se interpreta de un sueño es su relato, el que puede ser de una resistencia como fenómeno de discurso.
Freud (1895: 153), reconoce un hecho de gran interés para la relación de la transferencia y la resistencia. Al respecto dice: "para el progreso del análisis es, naturalmente, de extrema importancia que el médico conserve su autoridad sobre el enfermo, pues, sino, dependerá de lo que éste quiera o no comunicarle".
La transferencia en el sentido que tendrá más adelante, como resorte de la cura, - del progreso del análisis; depende de la autoridad que el analista tenga para el analizante; porque esta autoridad será el medio de oponer a la resistencia o censura consistente en que el analizante, sin esa autoridad, es decir sin una disimetría en la relación analítica, selecciona el material. Aquí transferencia se opone a resistencia; y es en nombre de esa autoridad supuesta al analista que el analizante dirá todo lo que el analista desea saber. Se sabe que esa autoridad después tendrá con Lacan otro nombre.
En este orden de ideas, Freud se pregunta por los medios para vencer esa resistencia continua; y la respuesta es sorprendente: "de muy pocos; esto es, de aquellos que, en general puede emplear un hombre para ejercer una influencia psíquica sobre otro". De plano ha de situarse frente a la transferencia como un medio para vencer la resistencia; así su lenguaje esté aún colmado de expresiones del orden de la sugestión, a esto se enlaza lo de la autoridad, pero, enmarcada en el terreno de la sugestión en la relación médico-paciente. Aquí la transferencia todavía es la sugestión. Sin embargo, también dice que el analista puede valerse de la paciencia. Es el analista el que debe ser paciente; mientras que el paciente es impaciente.
Entre los medios esbozados también cuenta la "instrucción y comunicación de los detalles del maravilloso mundo de los procesos psíquicos". Tal como - Lacan releva la expresión a propósito del hombre de las ratas - un adoctrinamiento; lo cual, esto tendrá todo un sentido. Se trata de convertir el analizante en colaborador, como dice Freud:, "llevándole a observarse a sí mismo con el interés objetivo del investigador"; es decir, transmitiéndole algo del deseo de saber. La expresión "maravilloso mundo de los procesos psíquicos" habla de ese deseo. Incluso, entusiasmo de Freud, es su propio deseo en juego.
A lo anterior agrega que la más poderosa palanca para vencer la resistencia es que, luego de haber acertado los motivos de la misma, hay que intentar desvalorarlos, - mediante la interpretación. Esto es preciso leerlo con sumo cuidado, ya que otra gran desviación del análisis, criticada por Lacan, es aquella que desvió el análisis del discurso al análisis de las resistencias. Cuando para Freud cesa la posibilidad de concretar la actividad analítica en fórmulas - si se quiere técnicas-, como las que ha enumerado, confía en la transferencia en nombre de un actuar lo mejor que le sea posible al terapeuta; es decir, que confía en el buen sentido del mismo. De algún modo dice que cada uno tendrá que inventarse los medios, - su técnica- , lo que en cierto sentido, es depositar la responsabilidad para vencer la resistencia en el saber hacer del terapeuta, ya que hacer lo mejor que se pueda es, también, decir: como mejor pueda. Freud encuentra aspectos interesantes de esa acción cuando dice:
"actuamos como aclaradores, cuando una ignorancia ha engendrado un temor, y como confesores...intentamos, en fin, hacer al paciente todo el bien que permite la influencia de nuestra personalidad y la medida de simpatía que el caso correspondiente es susceptible de inspirarnos".
Hay aquí una oposición entre aclaración e ignorancia. La ignorancia será una pasión a la que se liga el yo, supuesto colaborador; pero, al que después se vio obligado a renunciar. Es importante resaltar, además, que aquello que es susceptible de inspirar simpatía es el caso y no el paciente. Es esencial tener esto presente; porque si no se caería en el mismo error de los teóricos de la contra-transferencia, como se verá más adelante.
La resistencia se vence con la transferencia, si se entiende por tal la influencia de la personalidad del analista sobre el analizante. Es con el deseo de saber que despierta la simpatía por el caso en lo que podrá vencerse la resistencia. Ese deseo de saber, tal como lo demuestra Serge Cottet, en su texto sobre Freud y el deseo del analista, es una manera discreta de introducir justamente el deseo del analista; un deseo que tiene una dimensión ética, cuando se lee la sugerencia de Freud de que, finalmente, se trata de hacer al paciente todo el bien que permite la influencia de la personalidad del analista. Ese, "todo el bien", retornará después en la crítica del furor sanandi. En todo caso ya se puede ver en el horizonte cómo el deseo del analista será uno de los medios de oponerse a la resistencia, como otra de las sugestiones contrarias a la resistencia que utiliza el analista.
Todas estas consideraciones sólo son coherentes si se cuenta con una concepción particular del aparato psíquico, del discurso, de la situación analítica y de la dirección de la cura. Porque si se trata de una resistencia encontrada en el sujeto, es preciso decir dónde; lo cual habla de algo que es estructural y que se concreta en la materialidad de la palabra, en tanto la resistencia es un fenómeno de discurso. Dicha materialidad Freud la describe a partir de una metáfora pseudo-anatómica. Una tópica del discurso, que de paso permite legítimamente, acercar la concepción del núcleo patógeno al núcleo de la represión; pero, que exige un desarrollo suplementario. Esta construcción tópica de lo que es la materialidad del discurso y del aparato psíquico, se ve en el Freud (1895: 158) de esta época: "El material psíquico se nos presenta como un producto de varias dimensiones y, por lo menos de una triple estratificación". Es una metáfora recurrente; se trata de una arqueología. Al respecto Freud dice:
"...Existe primero un nódulo compuesto por recuerdos [de sucesos o procesos mentales] en los que ha culminado el factor traumático o hallado la idea patógena su más puro desarrollo. En derredor de ese nódulo se acumula un distinto material mnémico...a través del cual hemos de penetrar en el análisis, siguiendo tres órdenes diferentes. [Se observa] Primeramente una ordenación lineal [similar a los archivos donde se hallan inventariados los recuerdos de manera minuciosa. Esta agrupación de significantes esta:] linealmente estratificada; es también análoga a un paquete de legajos que forman un tema. Esta linealidad puede corresponder muy bien a un orden cronológico...Estos temas muestran una segunda ordenación al encontrarsen concéntricamente estratificados en derredor de un nódulo patógeno, en este punto Freud añade que son estratos de resistencia creciente en dirección al nódulo, y con ello, zonas de la misma modificación de consciencia". (Los corchetes se han agregado, la puntuación ha sido un poco modificada para insertar la cita).
Como se destaca, en la superficie está lo fácilmente reconocible y aceptado conscientemente por un sujeto; luego, entre más se profundiza, la dificultad crece hasta tropezar cerca del nódulo con significantes que el analizante se niega a reproducir. Esta estratificación concéntrica, se complementa, además, con una tercera ordenación conforme al contenido ideológico, a partir de un enlace por medio de "hilos lógicos" que llegan hasta el nódulo. Dicho enlace, en cada caso, corresponde a vías irregulares especiales de múltiples cambios de dirección. Es una ordenación más dinámica que tópica, representada por líneas quebradas de complicado trazado. Al respecto agrega:
"yendo y viniendo de la periferia a las capaz más profundas y de éstas a la periferia, se aproximan cada vez más al nódulo. Es una línea en zigzag análoga dice Freud a la que trazamos en el tablero de ajedrez en la solución de los problemas denominados saltos de caballo".
Se trata de otra metáfora que le place; pues, en otro lugar comparará un análisis a una partida de ajedrez de la que se sabe la apertura y el final, pero no el desarrollo. Este enlace lógico constituye un sistema de líneas convergentes que representarían "focos" en los que irían a reunirse dos o más hilos; Focos a partir de los cuales continuarían unidos, desembocando en el nódulo, varios hilos independientes unos de otros o unidos por caminos laterales, en la diacronía del discurso. De esto trata el siguiente desarrollo.
Lacan ocupado de la desviación del psicoanálisis, que deslizó a los analistas del análisis del material al análisis de las resistencias, revisa esta construcción freudiana en Variantes de la cura tipo (4). Allí actualiza la noción de resistencia reconocida por Freud:
"en un efecto manifiesto en la verbalización de las cadenas del discurso en el que constituye su historia. Procesos cuya concepción (Freud) no vacila en dotar de imágenes al representar esas cadenas como englobando en su haz el núcleo patógeno alrededor del cual se flexionan, para precisar que el efecto de resistencia se ejerce en el sentido transversal al paralelismo de estas cadenas. Llega incluso a plantear matemáticamente la fórmula de proporcionalidad inversa de este efecto a la distancia del núcleo respecto de la cadena en curso de memorización, encontrando en ello, por eso mismo, la medida del acercamiento realizado."
Es decir a mayor distancia del núcleo menor resistencia y viceversa. En este punto Lacan precisa que:
"si la interpretación de la resistencia en acción en tal cadena de discurso, se distingue de la interpretación de sentido por la cual un sujeto pasa por una cadena a otra "más profunda" es sobre el texto mismo del discurso donde la primera se ejerce, sin embargo, incluyendo sus elisiones, sus distorsiones, sus elisiones y hasta sus agujeros y sus síncopas".
Como se observa, es un aplanamiento de la estratificación, al solo discurso lineal. Aquí se observa la prolijidad de la lectura lacaniana de Freud. Este, en una terminología pseudo-biológica; aquel, en una conceptualización seudo-lingüística, pero, siguiendo la lógica de su enseñanza. Pues, si el material se organiza en estratificaciones, lineales, temáticas, concéntricas, lógicas, a la resistencia, en consecuencia, habría que reconocerle ordenamientos equivalentes y análogos.
Sin embargo, al hablar de estratos, Lacan no los extrapola de manera simple al discurso para sostener, por ejemplo, que también existen estratos de discurso, y, en consecuencia, interpretaciones diferentes de la resistencia, según el ordenamiento de los significantes. Lacan coloca entre comillas la expresión "más profunda"; porque, si se toma a la letra, podría pensarse que hay metalenguajes - lenguajes de un estrato que se refieren a otros de otros estratos- ; Mas bien dice que, aún tratándose de interpretaciones que apuntan bien a la resistencia o al sentido y que se sitúan en estratificaciones distintas, se sitúan en el texto mismo del discurso donde se reconoce la primera, y que incluye interrupciones y deformaciones del discurso. Es decir que invita a reconocer la estratificación, lo superficial y lo profundo como repliegues del mismo discurso.
Este comentario es contemporáneo de Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis, donde introduce la idea del inconsciente estructurado como un discurso; lo cual es algo completamente límpido desde esta perspectiva, ya que el mismo Freud dice que hay gradaciones de consciencia en los distintos estratos. El núcleo es inconsciente; los estratos van de la periferia al centro, es decir de la consciencia al inconsciente. Luego al aplanar esto en el discurso se invita a reconocer el inconsciente, estructurado como - una dimensión de metáfora- un lenguaje.
A la luz de lo precedente, es comprensible lo que sucede en el discurso de un sujeto en la situación analítica. En el Seminario I, Lacan comenta de nuevo este pasaje, a propósito de la resistencia. La triple organización por estratos del material psíquico que plantea Freud. Es una organización que implica "estratos de resistencia" creciente hacia el núcleo, decreciente hacia la superficie. Por ello dice:
"Los estratos periféricos contienen, de diversos temas, aquellos recuerdos que se rememoran con facilidad y fueron claramente conscientes; cuanto más hondo se cala, con mayor dificultad se disciernen los recuerdos que afloran, hasta que, en la proximidad del núcleo, se tropieza con aquellos que el paciente desmiente aún en la reproducción".
He aquí una descripción del discurso de un sujeto en el proceso analítico: El sujeto comienza desde la periferia en dirección al núcleo, hablando con fluidez y locuacidad, de modo ligero, sin ningún problema; cuenta lo que cree saber de su historia; pero, al acercarse al núcleo comienza a encontrarse con capas de resistencia cada vez mayores. Ya no encuentra nada que decir; le es difícil hablar de esas cosas; y, poco a poco, la resistencia aumenta, cada vez más densa. El sujeto se vuelve más lacónico; se le van acabando las palabras; se acerca a un indecible, lo cual, en esta lógica, es buen signo por cuanto se comienza a sitiar el núcleo patógeno. ¿Qué es en núcleo patógeno?: la pequeña escena narrada con una resistencia cada vez mayor en la medida en que se la aproxima: y que comporta el carácter traumático por excelencia, según su teoría de la época. Hasta que "por fin, suelta el bocado", es lo que Lacan recuerda que Freud enunciaba como la fórmula matemática que hace que "la fuerza de resistencia sea inversamente proporcional a la distancia en que se encuentra el núcleo patológico."
Lacan llama la atención sobre el hecho que esas capas de resistencia corresponden también a zonas de alteración de la consciencia. Cada estrato sería correlativo a un grado de consciencia; es decir, que él está tratando de incluir el inconsciente dentro de esa topología del discurso. Es como si el núcleo patógeno, el nódulo reprimido, lo que habla del inconsciente como lo inaccesible, lo completamente inconsciente; y de allí hubiera una gradación a lo consciente. Este ir de lo interior a lo exterior, es verificable en el discurso del sujeto.
Lo anterior es una comparación donde se encuentra otra tópica del aparato psíquico cuya constitución siempre preocupó a Freud; Desde 1895. Se observa que es una construcción del aparato anímico, singularmente inferida a partir del discurso de sus analizantes; es decir, de la materialidad de ese discurso, de su cualidad consciente o inconsciente, de la aparición de la resistencia y de todos los tropiezos de dicho discurso, incluyendo el silencio.
De lo que se trata en la dirección de la cura es de la construcción de ese núcleo patógeno, de la escena traumática, de lo que será después el fantasma fundamental. Pero antes de ello, la cura se dirige a un vencer cada vez mayor de la resistencia; hacia el límite de la simbolización; y hacia donde algo ya no puede pasar por la palabra, pero insiste, y angustia. Porque la resistencia no es la reticencia, a la manera consciente, en el sentido de lo que el analizante quiere ocultar. Hay una estratificación de estados de consciencia; lo que quiere decir que la resistencia es también inconsciente, y , por ello, no es sólo del yo como los contemporáneos de Lacan la habían considerado.
La resistencia está vinculada a las relaciones entre la consciencia y lo inconsciente. La separación de cada estrato, para volver a la construcción, es el lugar donde se puede ubicar la resistencia. En el umbral de cada instancia hay que vencer una resistencia para pasar a la otra. La novedad es que esto es verificable en el discurso de los sujetos. En el titubeo, en el silencio, se verifica que la resistencia está actuando en el discurso cuando un sujeto pasa de una estratificación a otra de sus contenidos; cuando hay una deformación actuando en la materialidad del discurso.
Todas estas metáforas freudianas son esencialmente construcciones teóricas basadas en la estructuración de la palabra de sus analizantes. El concreta la materialidad del discurso en las formas de organización del material. Si Freud hubiera tenido el concepto saussuriano de signo lingüístico, compuesto por el significante y el significado y cuyo tiempo es tanto diacrónico como sincrónico, sucesión de fonemas, y cadena significante, es seguro que hubiera recurrido a él tal como lo hizo Lacan. Entre tanto, sus construcciones no hablan más que de sus tentativas de cernir la materialidad del discurso, en esa construcciones semi-biológicas. Medio siglo lo separaba de Saussure; y, por ello, en vez de metáfora y metonimia habla de nociones sacadas del asociacionismo.
Lo presentado de Freud, es lo más exhaustivo sobre la resistencia, que escribió en la época. Lo más interesante para este recorrido es que, luego, liga todos estos datos con la transferencia. En efecto (5), dice haber encontrado que: "un importante papel corresponde a la persona del médico en la creación de motivos encaminados al vencimiento de la resistencias" donde en muchos casos "el interés terapéutico, y la paciente amabilidad del médico bastan".
Cuando la relación médico- paciente sufre alguna perturbación, Freud observa que también: "desaparecen las buenas disposiciones del enfermo y al intentar el médico investigar la idea patógena de turno, se interpone en el enfermo la conciencia de sus diferencias con el médico."
Esta circunstancia es para Freud, de indeseable importancia y se presentaba en el análisis catártico haciendo fracasar incluso el procedimiento de la presión en la frente. Es el caso cuando la perturbación de la relación médico-paciente se convierte en fuente de resistencia; y esto, esencialmente en tres casos: El primero:
"Cuando la enferma se cree descuidada, menospreciada u ofendida por el médico o ha oído algo contrario a éste o al tratamiento. Es este el caso menos grave. El obstáculo queda fácilmente vencido con algunas explicaciones mutuas, aunque la susceptibilidad y el rencor de los histéricos pueden manifestarse a veces con insospechada intensidad."
Este pasaje exige un comentario: el sentirse menospreciado, descuidado u ofendido, es en realidad un sentimiento que puede surgir en cualquier relación con otro. El analista es allí reclamado en el lugar de cualquiera otra persona; en el lugar de un semejante. Además, es un motivo narcisista, cuando el sujeto pide ser apreciado, cuidado y considerado por los demás; motivo este que, en cualquier relación puede conducir a un disgusto, una riña o una ruptura. En la relación analítica, esto tiene una consecuencia suplementaria; la aparición de la resistencia.
Lo anterior podría ilustrarse con los matemas de Lacan, al decir que este motivo se ubica en una cierta simetría donde es requerido el analista, en una relación imaginaria de aÞ a; lugar donde la susceptibilidad a la supuesta agresividad puede esperarse. El otro, es el caso cuando el sujeto ha oído algo contrario relacionado a la persona del analista o al tratamiento. El matema que serviría, S(A); siendo la A tachada, ya que, así sea por la vía imaginaria, se pretende tachar el significante del Otro, como motivo imaginario, en tanto concierne a la persona del médico.
El caso dos, descrito por Freud, dice:
"cuando la enferma es presa del temor de quedar ligada con exceso a la persona del médico, perder su independencia con respecto a él o incluso llegar a depender sexualmente de él. Este caso es más grave, por hallarse menos individualmente condicionado. El motivo de este obstáculo se encuentra contenido en la naturaleza de la labor terapéutica. La enferma tiene entonces un nuevo motivo de resistencia, la cual se manifiesta ya, no sólo con ocasión de determinado recuerdo, sino en toda tentativa de tratamiento".
Freud no dispone del concepto de transferencia, en el sentido de un concepto fundamental del psicoanálisis, para calificar lo que aquí llama la relación médico-paciente; pero sabe muy bien de qué se trata. Sabe que la naturaleza misma de la transferencia y de la labor terapéutica del analista hace que se establezcan lazos. Como se observa, es algo más universal que el primer caso; y, por ello, depende menos de la individualidad. Esto no se le escapa a Freud como lazo de naturaleza erótica; de allí los temores de la paciente.
El caso tres es de extrema importancia. Al respecto dice: "Cuando la enferma se atemoriza al ver que transfiere a la persona del médico representaciones displacientes emergidas durante el análisis." Aquí, transferencia tiene el sentido de desplazamiento de representaciones, de significantes; pero, lo señala en itálicas, esa transferencia al médico se lleva a cabo por una: "falsa conexión...en tales transferencias sobre la persona del médico no se trata sino de una engañosa imaginación que se desvanece al terminar el análisis".
Es verificable que hay aquí una especie de desestimación de la transferencia por parte de Freud, se sabe que en el dispositivo creado por él esa falsa conexión cobrará una gran importancia; mientras que, aquí, es uno de los motivos de la resistencia, distinto del otro sentido de la resistencia; - la del discurso- . Esa falsa conexión que toma la persona del médico como representación privilegiada, - como significante privilegiado-; esa falsa conexión es la manera como se crea la transferencia. Se trata de un nuevo fenómeno inherente entonces a la cura - a todo tratamiento dice Freud -, y caracterizado a partir del hecho que despliega sentimientos tiernos, hostiles o eróticos.
El primero, al ligar el deseo de saber del analista y el interés intelectual del paciente, puede hacer avanzar la cura en tanto vence la resistencia. Los otros dos, al contrario, hacen obstáculo y se oponen al progreso de la cura, porque hacen aparecer la detención de las asociaciones.
La primera elaboración de Freud sobre la transferencia es, pues, como transferencia de sentido; como desplazamiento, como metonimia; por supuesto que después tendrá un significado más específico, pero, al decir desplazamiento, se iguala la transferencia al proceso de las formaciones del inconsciente. A esa luz, el analista aparece como soportando ese proceso; por cuanto, sobre él, recae un contenido deformado.
Hay una tesis lacaniana, fechada y con otras implicaciones, por supuesto, pero que desde aquí se puede entender, a saber, que: "el analista es una formación del inconsciente".
La transferencia aparece en los Estudios sobre la histeria en los tres sentidos señalados, como un obstáculo a la continuación del trabajo, esto es, como resistencia. Freud llega incluso a calificarla como una nueva patología , luego hablará de neurosis de transferencia. Aquí, es como una salida entre poética y ética; pues, a la objeción de que el tratamiento, a través de la transferencia, puede convertirse en un nuevo motivo de sufrimiento, alega que es un medio de transformar el sufrimiento neurótico, en sufrimiento corriente.
Se puede revisar la lectura de Lacan de estas referencias freudianas, para tratar de profundizar más en esta relación. Respecto a la resistencia, llamada por Lacan, del discurso, parte de manera singular, como por su parte Freud infiere, de la organización de los significantes de un sujeto. Lacan observa en el Seminario I (6), que el fenómeno de la resistencia está situado exactamente en los dos sentidos de la ordenación del material, en un sentido longitudinal y otro radial. La resistencia se ejerce en el segundo sentido cuando se quiere aproximar a los hilos que están en el centro del haz.
Freud no disponía de la noción de soporte material de la palabra, tal como en nuestros días es posible, dice Lacan, que si Freud dispusiera de ese paradigma, hubiera tomado, como elemento de su metáfora, la sucesión de fonemas que componen una parte del discurso del sujeto. También señala que:
"Freud define el nódulo patógeno como aquello que se busca, pero que el discurso rechaza, que el discurso huye. La resistencia es esa inflexión que adquiere el discurso cuando se aproxima a este nódulo. Por tanto sólo podemos resolver la cuestión de la resistencia profundizando cual es el sentido de este discurso... histórico".
Es la tentativa de caracterizar el núcleo patógeno freudiano, como algo que al sujeto se le escapa en su discurso; le huye, incluso, el discurso rechaza; pero, se coloca al sujeto en la tarea de su búsqueda, de alguna manera, el núcleo sería causa de búsqueda. Hay un sentido histórico, que es la concepción lacaniana de la época, de lo que es el análisis, la búsqueda del sentido histórico, lo cual, es lo que promete la comprensión del fenómeno de la resistencia.
Otra referencia a este problema, se encuentra en la Introducción al comentario de Jean Hippolite (7). Allí, Lacan declara que, la resistencia en su esencia sólo puede ser comprendida, a partir de la dimensiones del discurso en que en el análisis se manifiesta. Compara la metáfora freudiana del núcleo patógeno, y la construcción concéntrica del discurso a su alrededor a:
"un pentagrama en que el sujeto se desenvuelve "longitudinalmente", para emplear el término de Freud, en las cadenas de su discurso, según una partitura de la que el núcleo patógeno forma el leitmotiv. En una lectura de esta partitura, la resistencia se manifiesta "radialmente", y con un crecimiento proporcional a la proximidad que toma la línea un proceso de desciframiento de la entrega acabando la melodía central. Y esto hasta el punto de que este crecimiento subraya Freud puede tomarse como la medida de esa proximidad."
Se trata, de algo más que el embellecimiento de la metáfora freudiana; pues, el leitmotiv, lo constituyen los primeros acordes, o la primera aria de una ópera o de una sinfonía, a partir de la cual, se construye toda entera; es la base de su construcción. En ese sentido, el núcleo patógeno cobra el valor de base estructural del discurso- y de la resistencia-; el resto, no será mas que variación del mismo, y, por tanto, repetición discreta o construida, cuando no, retorno, en los momentos dramáticos de la pieza-vida. Lacan ha dicho que el discurso a seguir en el análisis, es esencialmente histórico; la repetición está escrita en su partitura, así como la represión, y su retorno. La progresión en el discurso, será tanto longitudinal - hallando en ese sentido al sujeto; sujeto del discurso- y radial, que es la forma de lectura del discurso, que encuentra la resistencia en la tendencia a la melodía central, por descifrar. Lacan continúa:
"Es en esa metáfora que algunos han querido encontrar el índice de la tendencia mecanisista del cual el pensamiento de Freud vendría. Para aprehender la incomprensión de la que esta reserva hace prueba, solo basta referirse a la búsqueda que hemos hecho sobre los esclarecimientos sucesivos que Freud ha aportado a la noción de resistencia, y especialmente en el escrito en que estamos [esta vez se trata de la Denegación de Freud] donde da la más clara fórmula."
Es lo que se pretende en este Seminario; alejarnos de esa tendencia mecanisista, en la que, a partir de la revisión de las referencias, inscribiría aparentemente a Freud en el mecanisismo; pero, Lacan esclarece la fórmula de la resistencia, deducida del texto freudiano:
"¿Que nos dice Freud en efecto? Nos descubre que [la resistencia] es un fenómeno estructurante en toda relación de la verdad en el diálogo...La dificultad más corriente es la de la discordancia entre significado y significante, que da la represión y que determina toda censura de origen social. La verdad siempre se comunica entre líneas...el sujeto llegado a ese límite de lo que el momento permite a su discurso efectuar de la palabra, que se produce el fenómeno del Freud nos muestra el punto de articulación de la resistencia a la dialéctica analítica."
Lacan concebía en la época (1954), que el análisis se desarrollaba en un diálogo, justamente, dialéctico. Es el Lacan, que Jacques Alain Miller denomina, hegeliano. El mejor ejemplo de esta concepción, es el comentario del caso Dora, en su escrito Intervención sobre la transferencia (8), donde enmarca el análisis freudiano en una serie de vuelcos dialécticos y de desarrollos de la verdad.
En el pasaje citado, se encuentra que Lacan hace equivaler el núcleo patógeno, a la verdad. El núcleo patógeno se había aproximado conceptualmente al trauma y al fantasma; aquí se aproxima, además, a la verdad. La verdad del sujeto, su verdad más íntima, es la que se organiza como el leitmotiv de su discurso; y por ello, es a descifrar ente líneas; porque el leitmotiv se revela en la partitura entera. Pero, además, esto tiene un lugar: el diálogo analítico, en la medida en que es un diálogo que conduce a la revelación de la verdad. En ese contexto, la resistencia aparece como un fenómeno estructurante de la relación del sujeto a la verdad.
Si la resistencia es un fenómeno estructurante del discurso, es imposible imputarla a una mala voluntad del sujeto; se trata de algo inherente al progreso del discurso del sujeto hacia su verdad. Lacan permite además, pensar la resistencia en términos de la lingüística estructural.
Un signo lingüístico está constituido por un significante, separado por una barra del significado, al cual se remite: S / s. En esa barra, media la dificultad mas corriente, que proviene de la represión, como una discordancia entre el significante y el significado; es allí que también se puede pensar la resistencia; talvés, ubicada en el lugar de la barra que separa el significante del significado, aunque, se sabe, que el viraje de Lacan desde la lingüística hacia la "lingüistería" cambiará esta relación; al decir, que esencialmente, un significante remite otro significante, representando un sujeto.
¿Dónde ubicar, en esa moderna concepción, la barra de la resistencia? ¿es lo que separa el agente de su verdad, y el otro, de su producción? ¿es lo que pasaría a escribir la impotencia y lo imposible, entre los términos de un discurso? ¿Es acaso, lo que separa el significante del sujeto y del goce, en el discurso del amo? ¿Es la resistencia lo que separa el sujeto de su goce y a los significantes amos del saber, en el discurso histérico? ¿Y si es lo que, en el discurso universitario, separa el saber de los significantes amos, y el goce del sujeto? ¿finalmente, en el discurso analítico, acaso es aquello, que separa el goce del saber y el sujeto de los significantes amos? Cuando estas separaciones, a la vez atesoran, esconden, alienan a lo separado. Son preguntas que quedan en suspenso, para cuando el desarrollo del Seminario, permita responder.
En la referencia que se trata de analizar, hay una definición de la resistencia: es aquello que está en el límite, de lo que el discurso permite efectuar a la palabra. Esto hay que comprenderlo, en el contexto de la introducción lacaniana de los términos: lenguaje y palabra, en el Informe de Roma(9), sin dejar de seguir, lo que la noción de discurso devendrá en su obra.
En todo caso, aquí la resistencia se describe como fenómeno estructurante; tiene estructura de límite, de umbral; en un momento dado, de la palabra, respecto a la que el discurso puede efectuar. Son referencias esenciales, por cuanto fue la falta de la referencia a la palabra y el lenguaje, según lo señala Lacan en La dirección de la cura (10), lo que extravió a algunos analistas en la vía de la interpretación de las resistencias.
Esa referencia a la palabra y a la estructura del lenguaje, es esencialmente, respecto a la concepción del significante captado, donde un sujeto se subordina a él; y, en ese punto, el sujeto es sobornado por el significante. Es la manera de expresar que un significante representa un sujeto, para otro significante.
Que un sujeto advenga a un significado, a su verdad, es lo que Lacan llama a descifrar; debe franquear una barra, la barra de la resistencia; en ese sentido, la barra es la resistencia a la significación. Es el momento de recordar, que al contrario de la Pragüng, es la significación la que provoca el traumatismo.
Una nueva referencia de Lacan a la metáfora freudiana del núcleo patógeno, se encuentra en el Seminario XI. dice allí, que (11):
"En ciertos momentos del monólogo infantil, calificado imprudentemente de egocéntrico, se observan juegos propiamente sintácticos. Estos juegos pertenecen al campo preconsciente, pero forman por así decir, el lecho de la reserva inconsciente. La sintaxis, desde luego, es preconsciente. Pero tiene que ver con la reserva inconsciente que escapa al sujeto. Cuando el sujeto cuenta su historia, actúa latente, lo que rige a esa sintaxis y la hace más ceñida. ¿Ceñida con respecto a qué? A lo que Freud desde un principio de su descripción de la resistencia psíquica, llama un núcleo".
Es Jean Piaget quien califica de egocéntrico, el monólogo infantil; el interés de esta crítica de imprudencia, será al delimitar la noción de ego, relacionada con la resistencia. Freud relacionaba las zonas de la modificación de conciencia, con las capas concéntricas en derredor del núcleo.
Freud adjudica al preconsciente las representaciones de palabra, los significantes, Lacan ubica, por esta razón, en el preconsciente, la sintaxis ; pero, determinada por la reserva inconsciente, cuyo dominio escapa al sujeto, y en última instancia, ciñe la sintaxis ; esto quiere decir, que ciñe el discurso entero al núcleo patógeno. En esta referencia dice, además:
"Decir que ese núcleo se refiere a algo traumático, no es más que una aproximación hay que distinguir la resistencia del sujeto de esta primera resistencia del discurso, cuando se procede al ceñimiento en torno al núcleo. Porque la expresión "resistencia del sujeto" implica en demasía un yo supuesto, y nada asegura -cuando nos acercamos al núcleo- que éste sea algo que aún justifique la calificación del yo. El núcleo ha de ser designado como real".
Diferencia, entonces, dos resistencias: la del discurso que es a la que se ha consagrado hasta ahora mayor tiempo, y la resistencia del sujeto, la primera es la que aparece por el hecho de que el discurso se anuda al núcleo, y de allí las determinaciones sintácticas que escapan al sujeto ; núcleo, designado aquí como real, y ya se saben las consecuencias de esta nominación a la altura de este Seminario (1964) ; acaba de introducirse, un año antes, la noción de goce y de objeto (a), como lo real por excelencia, desde esta perspectiva, el núcleo patógeno legítimamente se puede asimilar al objeto (a) ; objeto causa del deseo ; de allí la referencia del Seminario I, donde se veía en este núcleo la causa de la búsqueda del sujeto ; en los términos de la época, búsqueda del sentido de su historia. Pero, además, objeto condensador de goce, y es en esa medida, que desde el principio, se asimiló a las formas del horror del sujeto : dígase trauma, fantasma, o real.
En cuanto a la resistencia del sujeto, Lacan comienza a poner en cuestión, la asimilación de ese sujeto al yo. Lo cual deberá esclarecerse luego.
La resistencia, nido de lo simbólico y de lo imaginario
Una última referencia de Lacan a esta construcción freudiana se encuentra en 1972 (12). Allí resume algo de su enseñanza anterior diciendo:
"Lo que traté de denunciar en la Dirección de la Cura y los principios de su poder, es justamente la contaminación que resulta, y que está ligada a los hechos del lenguaje. A saber, que es a la noción de resistencia, a la que debe justamente el nido a esas divisiones categóricas de Simbólico e Imaginario; esta noción de resistencia, debe reservar el dominio señalado en el esquema de Freud. Hay un núcleo alrededor del cual se inicia un discurso; es claro, si hay cosas que el discurso rodea, alrededor de aquello que no se llega sino a sitiarse, [cerrarse] cada vez más, sólo se logra dejar la traza de lo que necesita justamente esa separación. Traté de escindir, de mostrar alrededor de que debe separar, finalmente, lo que se revela de imaginario y lo que se revela de un imposible de decir. -Lo digo en mi vocabulario presente- se encuentra aprehendido,...hay una distinción a hacer entre lo que es enunciado al inicio del análisis de la ambivalencia amor-odio, que obedece a lo mismo de esencial: el ser del otro, y lo que hay de esencialmente imaginario en relación de agresividad."
La noción de resistencia ha ido lejos. Lo que dice Lacan es que incluso, fue la que sirvió de nido a las categorías de simbólico e imaginario ; pero, en la referencia anterior, había dicho que el núcleo era lo real ; luego entonces, las tres categorías R.S.I. se originan a partir de la reflexión lacaniana de este esquema freudiano. Es a partir del núcleo de lo real que se construye lo simbólico, el discurso ; y ese discurso no hace más que sitiar cada vez más ese real. De ese real proviene la resistencia, como fenómeno estructural, inherente al discurso ; lo que impone primero el señalamiento de algo imposible a decir, de lo imaginario.
Es una aproximación de respuesta al interrogante planteado sobre la relación entre resistencia y discursos. La resistencia apunta a algo del orden de lo imposible a decir. Es de ese real, de donde proviene el imposible a decir del núcleo ; pero, hay que diferenciar ese real de lo imaginario, de lo que se revela de imaginario en la transferencia, la cual, al comienzo del análisis, se liga a la otra forma de resistencia : la del sujeto, pero bajo la fenomenología del amor, del odio y de la agresividad. Fenómenos de los que habrá que ocuparse, en la medida en que este recorrido, se pueda verificar cómo esta noción toma consistencia en la obra de Freud y en el comentario de Lacan.
La resistencia, finalmente, cobra otra dimensión inherente al límite del discurso, el límite de lo simbólico ; pero, no sólo como umbral, si no, todo el tiempo presente, torpedeando lo simbólico desde lo real ; la resistencia, como manifestación de lo real, está en permanencia agujereando lo simbólico -recuérdese el juego de palabras de Lacan, cuando designaba lo traumático troumatique como trou-matique, para señalar que había allí un agujero, un hueco, trou, en la cadena significante-. Mientras que, lo imaginario entrega la clave de la relación de la resistencia del discurso con la transferencia.
En la descripción de la resistencia, en los Estudios sobre la Histeria, Freud reseñaba como un tercer caso, aquel en el que el sujeto transfería, a partir de una falsa conexión sobre la persona del analista, un contenido ; es algo que se señalaba, como esencialmente imaginario, y que aquí cobra sentido con este desarrollo. Más aún, a la luz de otra referencia de Freud, que puede evocarse en corto circuito. Se trata de aquella que, en La dinámica de la transferencia (1910), Freud liga la resistencia del discurso, a la de la transferencia a la persona del médico, de significantes displacientes ; mediante una explicación: lo que un paciente transfiere, es un elemento del complejo patógeno reprimido, que puede "aferrarse a la persona del médico" ; es decir, algo de lo real, el núcleo patógeno, que se articula a lo imaginario de la persona del analista.
Es, porque la falsa conexión hace aferrar el elemento patógeno a la persona del analista, que surge la transferencia ; y, es esta la razón por la cual, el analista puede convertirse en objeto de amor, de odio, en fin, de transferencia.
Notas
(1) Freud Sigmund, Estudios sobre la histeria (1985) en Obras Completas, Biblioteca Nueva, Trad. Luis López ballesteros, 3ra edición, 1973, p.73. En adelante, se citarán los textos colocando entre paréntesis el año de la publicación, y después de los dos puntos, la página donde se encuentra la referencia citada, en este caso (1985 : 73), cuando se trata de textos del mismo año, se añadirá a la fecha una nomenclatura suplementaria (1912a.)
(2) Lacan Jacques El Seminario libro I, Los Escritos técnicos de Freud, Paidós, Barcelona, 1983, p.19
(3) Ramírez, Mario Elkin, Develamientos del fantasma y otras lecturas lacanianas, Medellín, Verba Scripta, 1992, pp. 121-132
(4) Lacan Jacques Variantes de la cura-tipo en Escritos 1, Siglo XXI, pp.321-322
(5) Freud Sigmund, Estudios sobre la histeria, Obras Completas, Biblioteca Nueva, p.166-167
(6) Lacan Jacques El Seminario, Libro I, Los Escritos técnicos de Freud, Paidos, p.64-65
(7) Lacan Jacques Introducción al comentario de Jean Hippolite sobre la Verneinung de Freud, en Escritos I, Siglo XXI, p.356
(8) Lacan Jacques Intervención sobre la transferencia, en Escritos, Siglo XXI.
(9) Lacan Jacques, Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, en Escritos, Siglo XXI.
(10) Lacan Jacques La dirección de la cura y los principios de su poder, en Escritos, Siglo XXI.
(11) Lacan Jacques, El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidos, p.76.
(12) Lacan Jacques , Jacques Lacan en la Escuela Belga de Psicoanálisis, conferencia del 14 de Octubre de 1972, publicada en Quarto.