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Seminario
Transferencia y Resistencia

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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : Lic. Mario Elkin Ramírez

Clase 10
La resistencia al servicio del Arte

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La resistencia al servicio del Arte

En Personajes psicopáticos en el teatro dice Freud:

"En el neurótico, la represión está siempre a punto de fracasar; es inestable y requiere esfuerzos incesantemente renovados para mantenerse, esfuerzos que podrían ser evitados mediante el reconocimiento de lo reprimido. Sólo en el neurótico existe, pues, una puja de índole tal que pueda convertirse en asunto dramático; también en él, empero, el dramaturgo despertará no sólo el placer derivado de la liberación, sino también la resistencia consiguiente a la misma" (1).

Se trata de un texto donde Freud analiza algunos personajes del teatro de Shakesperae, especialmente Lady Macbeth y Hamlet, personajes psicopáticos que, sin embargo, logran una identificación en el espectador. Lady Macbeth, ustedes pueden mejor ir a las fuentes que conformarse con los datos que traigo aquí, es la tragedia del poder, que un día se me ocurrió pensar podía ser la cuarta pasión, tal como el odio, el amor o la ignorancia. El poder es una pasión que ha atravesado el género humano, al punto que desde cierta perspectiva, la historia de la humanidad es la historia de sus guerras por el poder. En todo caso Macbeth empuja de manera enfermiza a la consecución del poder a cualquier precio, y para ello pasa por hacer asesinar a todo el que se hace en un momento dado obstáculo a sus planes. Siendo en última instancia un drama de asesinato logra no obstante la simpatía y la identificación del público, por representar el asesinato primordial cuya culpa recae sobre todos los hombres, según Freud lo elucidará después en su Tótem y tabú.

Hamlet es un neurótico obsesivo, Lacan dedicó varias sesiones del Seminario sobre El deseo y su interpretación a la reflexión del Hamlet, aquí se trata de la ambivalencia de los sentimientos edípico y la búsqueda del deseo, por ello el espectador se identifica a estos personajes. Pero el punto que nos interesa relevar es que la obra de arte, permite el reconocimiento de lo reprimido, en el fugaz instante de su representación, se trata de complejos que sin embargo en la escena acaecen sobre terceros, los artistas. Hay un ahorro de represión liberado, y según la concepción freudiana sobre el chiste, es este ahorro lo que se experimenta como placer, pero en realidad, no es un saber con consecuencias, porque luego se moviliza igualmente la resistencia que viene a oponerse a que esos contenidos sean realmente reconocidos. Esto es, que sea un saber con pretensiones de transformar un sujeto, como sucede en un análisis.

"Uno de los prerequisitos de este género artístico - continúa Freud- consiste en que la puja del impulso reprimido por tornarse consciente, aunque identificable en sí misma, aparece tan soslayada que el proceso de su conscientización llévase a cabo en el espectador mientras su atención se halla distraída y mientras se encuentra tan preso de sus emociones, que no es capaz de un juicio racional. De tal modo queda apreciablemente reducida la resistencia, a semejanza de lo que ocurre en el tratamiento psicoanalítico cuando los derivados de los pensamientos y afectos reprimidos emergen a la consciencia como resultado de una atenuación de la resistencia y mediante un proceso que no se halla al alcance del propio material reprimido...En términos generales quizá podríase dejar establecido que la labilidad neurótica del público y el arte del dramaturgo para aprovechar la resistencia y para suministrar un preplacer, son los únicos elementos que fijan límites a la utilización de personajes anormales en el teatro" (2)

El artista soborna el espectador, en el punto en que puede de manera soslayada burlar la represión, mientras éste se haya preso de sus emociones, o cautivado por la estética del texto, de la calidad interpretativa, incapaz de juicio racional alguno. Esta distracción opera como en el tratamiento analítico, ante la emergencia de lo reprimido, que tiene por efecto, la disminución de la resistencia, en virtud de la asunción del sujeto de dichos contenidos. Y mientras el dramaturgo utiliza la resistencia para suministrar el preplacer del ahorro de mociones, el analista permite al sujeto el vencimiento de la resistencia correlativo a la instauración de lo reprimido en la consciencia, se pretende que dicho logro de saber tenga mayores efectos y eventualmente mayor placer para el sujeto gracias a la liberación de ese esfuerzo constante de represión. Represión que de paso, señalamos aquí, aparece equivalente al retorno de lo reprimido.

El aprovechamiento de la resistencia es una de las condiciones para fijar los límites de la utilización de personajes psicopáticos en el teatro, sin resistencia ya no habrá placer en dicho teatro, de la misma manera que un asesinato no puede ser sino horroroso. La utilización de la resistencia por el dramaturgo, tempera las cosas de tal modo que incluso un asesinato se ennoblece.

Si intentamos una diferencia entre represión y resistencia, diremos desde aquí, que mientras la represión es un mecanismo, la resistencia, es algo que se inscribe no en el orden de lo intrapsíquico, sino en el orden lo intersubjetivo, referida al otro. Es una hipótesis de trabajo que podemos poner a prueba. Ya que la noción de resistencia cada vez se inscribirá más del lado de la situación analítica, del método, inherente al ejercicio, mientras la represión viene a designar un mecanismo intrapsíquico, muy específico.

En el texto sobre El psicoanálisis y el diagnóstico de los hechos en procedimiento judiciales dice Freud.

"Para vuestra labor - la de los jueces- os interesará saber de qué manera procedemos nosotros los médicos en el psicoanálisis. Después de que el enfermo nos ha relatado por vez primera su historia, le invitamos a abandonarse por completo a sus asociaciones espontáneas y a manifestar, sin reserva crítica alguna, todo lo que se le venga a las mientes...Pero el enfermo, al que se recomienda la más absoluta obediencia a la regla de comunicar sus ocurrencias, no parece hallarse en situación de hacerlo. Retiene algunas de ellas, trata de justificar con diversas razones, alegando que se trata de algo insignificante, impertinente o totalmente sin sentido...En esta conducta del paciente vemos una manifestación de la "resistencia" en él dada, que no le abandonará ya en todo el curso del tratamiento. Este concepto de resistencia ha logrado máxima significación para nuestra inteligencia de la génesis de la enfermedad y el mecanismo de la curación...Cuando el paciente no se atreve ya a infringir la regla que se le ha impuesto observamos, sin embargo, que de cuando en cuando se corta, vacila y hace pausas en la reproducción de las ocurrencias, cada uno de estas vacilaciones es para nosotros una manifestación de la resistencia y nos sirve de señal de la pertenencia al complejo de la asociación de que se trate" (3).

Podemos verificar, la ganancia que obtenemos en el hecho de referirnos a los textos de Freud, si se me permite la expresión, a los textos implícitamente técnicos, pero explícitamente mas distantes de la técnica analítica. Hemos podido verificar lo que se deriva como concepción de la transferencia y la resistencia en los casos de Freud, en Los Estudios sobre la histeria, en Dora, y como lo veremos en Juanito y otros. También podemos proceder yendo a los textos de síntesis del mismo Freud, o como hace Lacan ir a los textos explícitamente referidos a la técnica. Pero hay una ventaja suplementaria en nuestro proceder, pues si bien es lento, nos encontramos, como en este pasaje, con anotaciones técnicas insospechadas.

Nos dice, por ejemplo, que la asociación libre no es espontánea al comienzo de un análisis, el sujeto antes relata lo que ha construido de su historia, lo que sabe de sí, lo que ha logrado construir, de manera acertada o no, pero eso no es asociación libre, podrá ser racionalizaciones, un saber que le ha servido para sostenerse en el mundo, o justificar sus formas de goce; su producción generalmente no se hace por asociación libre, pero en rigor puede tratarse a igual título que el material que luego asocie, por atiborrado de citas de Freud o de Lacan que sea, es a considerar como asociación libre en el sentido en que se oirá para el analista con el mismo interés que sus formaciones de síntomas o lapsus. También se puede asociar libremente con la teoría. Pero lo que en general hace el sujeto al iniciar un análisis es un relato de lo que sabe de sí. Hasta que ese material se le agota y dice, "bien doctor, ya le he dicho todo", entonces demanda una devolución, un consejo, una etiqueta con su diagnóstico, pero podría decírsele que ahora puede entonces iniciar el análisis. Es decir en el mejor tono socrático, que comience a decir lo que no sabe de sí, lo inconsciente. que se abandone a sus asociaciones, puesto que antes quería no abandonarse, sino tener un discurso coherente, erudito, sostener una imagen al analista, como se la ha sostenido al resto de sus semejantes. Al pedirle que diga lo que se le ocurre hay sorpresa, a veces desconcierto y fuga; alguna vez un filósofo se fue de mi consulta muy decepcionado al enterarse de que incluso hablar de sus padres de su novia, lo conduciría a su ser, mientras el esperaba un ejercicio de mayor trascendencia, entonces no gustándole hablar de lo banal que se le ocurría prefirió irse.

Es difícil la asociación libre, porque es abandonar la crítica, enunciar incluso el sin sentido, lo insignificante, sin la preocupación de sostenerle una imagen al analista, decir lo impertinente, vencer los diques de la racionalidad, la sensatez, lo correcto, mas los otros que hemos enunciado, la moralidad, la vergüenza, el pudor, la compasión, etc. en suma permitir que la verdad inconsciente emerja, no el 80 %, como me decía alguien. Pero digamos que cuando esto se logra ya no se trata de una omisión consciente para embellecer su historia, surge la resistencia propiamente dicha, la que se expresa a pesar del sujeto, en las vacilaciones, los cortes, las pausas, los silencios de su discurso. Se trata de una resistencia que, Freud advierte, no abandonará el sujeto durante todo el curso del tratamiento, luego entonces siempre habrá que contar con ella.

Semiología de la resistencia

Es aquí donde Freud dice que la resistencia ha permitido la génesis de nada menos que la etiología, la causa, el origen de la enfermedad mental, su mecanismo y su tratamiento. Tan importante se vuelve esta noción. Y más aún, el hecho de que hay una semiología de la resistencia; En la medida en que en sus manifestaciones se ven indicios, señales de que la idea que se silencia, o sobre la que se vacila, sobre la que se ejerce la resistencia, pertenece al complejo patógeno, a la verdad, allí oculta. Vemos que desde este punto de vista, lo esencial no se pasa en lo que el sujeto dice, sino en lo que calla.

"En psicoanálisis, - continua diciendo Freud- el enfermo nos ayuda a vencer la resistencia, pues espera del examen un beneficio: la curación; en cambio, el delincuente no colabora con vosotros y trabajará su yo contra todo...La labor del psicoanálisis es, para todos los casos, absolutamente uniforme: trátase de descubrir complejos que han sido reprimidos a causa de los sentimientos de displacer concomitantes con ellos y al que al intentar llevarlos a la consciencia hacen surgir indicios de la resistencia. Tal resistencia está como localizada: nace en el límite entre lo consciente y lo inconsciente. En vuestros casos se trata de una resistencia procedente por entero de la consciencia" (4).

Es singular que diga que el delincuente trabaja su yo contra todo. mientras que del analizante se espera que trabaje no contra todo, si espera un beneficio. Es una idea que después formalizará diciendo que se podría esperar una eventual colaboración de la parte sana del yo, en favor del tratamiento analítico, pero son más los momentos en que reconoce el peso de la resistencia, y finalmente la poca disposición del paciente a colaborar e incluso a curarse.

Una descripción metapsicológica

Pero podríamos decir que aquí ya hay una tentativa de descripción metapsicológica de la resistencia. Si nos atenemos a la definición de la metapsicología como una exposición de un proceso desde el punto de vista tópico, dinámico y económico. Respecto al último punto, en los Tres ensayos, trataba de poner la resistencia en el orden de la pulsión, por ejemplo cuando el niño se resistía a defecar en la bacinilla, y prefería el placer pulsional del erotismo anal en el acto excretorio, o cuando hablaba de resistencia de una pulsión contra otra. Luego dará la descripción dinámica utilizando algo así como el paralelogramo de las fuerzas, y aquí da una descripción tópica, al situarla como localizada , entre la consciencia y lo inconsciente.

No lo dice de manera afirmativa, dice como, es decir, metafóricamente. Y lo hace para diferenciarla de la reticencia del criminal a revelar algunos contenidos de los que tiene consciencia. Aquí se trata de una resistencia en el sentido de un recuerdo inconsciente que no se quiere dejar emerger, es decir, de algo no sabido conscientemente por un sujeto; sabemos que el nivel de comparación , el "como" se presenta porque después este lugar lo tendrá la represión y la censura. Aquí hay desde la tópica una ambigüedad entre resistencia, represión y censura, y nuestro esfuerzo en nuestro recorrido será el de diferenciarlos.

Sabemos además que esta resistencia, como pausa, vacilación, silencio, es a nivel del discurso que se presenta, como vacío de discurso, es decir que en el discurso es donde puede situarse dicha tópica, habrán niveles conscientes, e inconscientes en un discurso; discurso que siempre es dirigido a alguien, es decir, intersubjetivo, y es en ese "lugar del discurso" entre el nivel consciente e inconsciente del mismo que se sitúa la resistencia. Si con elementos a posteriori leemos esto, diremos que mientras la represión es un mecanismo intrapsíquico, situado entre la consciencia y lo inconsciente, destinado a la contención y rechazo del material discursivo a un nivel inconsciente. La resistencia se expresa más en un nivel intersubjetivo, ya no en el orden de la construcción del psiquismo, sino de la teorización de la cura, implica la referencia al terapeuta, en la medida en que éste se hace oyente, escucha, lugar de dirección de ese discurso, por tanto la resistencia se presenta más del lado de la intersubjetividad, en una tópica del discurso, que finalmente es la única materialidad que aparece en un psicoanálisis. Esto nos permite, si aceptamos esta premisa, tal vez, diferenciar el mecanismo de la represión de la noción de resistencia. y no reconocerla como inherente a ninguna tendencia intrapsíquica, ni a la pulsión, porque ya vimos que hay resistencia contra la pulsión, en los diques culturales, pero tampoco es inherente a dichos diques, porque también Freud nombra resistencia a la repulsa de la pulsión contra la tentativa de culturizarla, es decir que la resistencia no es inherente a ningún mecanismo intrapsíquico, eso la hace una noción dinámica, no algo en sí mismo, no un sustantivo sino un adjetivo, para la oposición de una tendencia a otra. Tanto más cuanto que al hablar de vacíos en el discurso, resistencia del discurso, puntos de no saber, el sujeto tiende a taponar esos agujeros con la presencia del analista.

La resistencia es la expresión de la represión en la situación analítica

En el texto sobre El delirio y los sueños en la "Gradiva" de Hensen Freud dice que: "Existe un género de olvido que se caracteriza por lo difícil que resulta, aún a los más enérgicos estímulos exteriores despertar el recuerdo, como si una resistencia interna se opusiera a su resurgimiento. Este olvido ha recibido en psicopatología el nombre de ‘represión’ (5). Aquí equipara represión a resistencia interna, pero como repulsa a la emergencia de lo reprimido. Represión es el sustantivo que nombra un mecanismo psíquico, resistencia el adjetivo que califica dicho proceso, al compararlo, a la resistencia, como si una resistencia interna existiera, llamada "represión". Si invertimos el razonamiento podríamos igualmente decir que la resistencia es la expresión en la situación analítica de la represión.

"Reprimido es una expresión "dinámica" que tiene en cuenta el juego de fuerzas psíquicas y afirma la existencia de un impulso a exteriorizar todos los efectos psíquicos, entre ellos también los del devenir consciente; pero, así mismo la de una fuerza contraria, una resistencia capaz de impedir una parte de estos efectos psíquicos, incluyendo nuevamente los de la percatación por la consciencia" (6)

Ahora es la represión la que recibe el calificativo de dinámica. Hay en este texto una ambigüedad conceptual entre resistencia y represión, y quizás nuestra imposibilidad de diferenciación conceptual radica en el hecho de que estamos pidiendo a este momento de la obra de Freud, 1909, un rigor conceptual al que él no puede aún aportar una respuesta, esto muestra la profunda coherencia de la obra de Freud. Aquí encontramos, en nuestro estudio, una pregunta, un problema abierto, Freud también se dio cuenta de esto, y escribió en 1917, en las Lecciones de introducción al psicoanálisis una lección, la XIX, dedicada a la diferencia, la conferencia se llama precisamente resistencia y represión. Pero aquí, en el texto de la Gradiva y en el de los procesos judiciales se confunden ambas nociones.

En el párrafo en cuestión dice que la represión, tiene en cuenta así mismo la fuerza contraria, la resistencia a que los procesos devengan conscientes, es decir que la resistencia aquí es una forma de la represión, califica en general un proceso o una tendencia reactiva a otra tendencia o proceso.

"Los síntomas del delirio - agrega más adelante- fantasías y actos no son otra cosa que transacciones entre las corrientes anímicas opuestas, y en una transacción se satisface siempre una parte de las exigencias de cada uno de los correspondientes, pero también cada uno de ellos tienen que renunciar a parte de lo que quería conseguir...Una vez surgido el delirio, este conflicto puede muy bien no terminar jamás. Ataque y resistencia se renovarán tras de cada formación transacional, y ninguna de éstas llegará a ser considerada suficiente" (7).

Nos da igualmente una definición dinámica de los síntomas, del delirio, de las fantasías y los actos, finalmente, de las formaciones del inconsciente, como formaciones transacionales donde cada tendencia es parcialmente reprimida y parcialmente satisfecha. Es una definición física, la que evocamos del paralelogramo de las fuerzas que al encontrarse dan una resultante. Pero, lo que nos interesa es la confirmación de la resistencia como noción no inherente a un proceso en particular, sino generalizada incluso en un terminología guerrera como opuesta al ataque. Es en este sentido que se expresa en algunas ocasiones en relación a la situación analítica, como si en dicha situación la resistencia fuera la representante en la transferencia de la represión. O al revés, como si la represión se manifestara en la transferencia como resistencia, habrían más consecuencias que se desprenden del párrafo, por ejemplo que en la medida en que una tendencia renuncia a una parte de sí en la formación del síntoma, tratado como significante, como señal, como signo de algo, no todo el sentido del síntoma se revela en el mismo en virtud de la resistencia que se opone a él, y las concesiones que debe hacer a la represión para emerger a la consciencia. E igualmente, en la medida en que en un síntoma hay una parte de la satisfacción de ambas tendencias, esto conlleva el hecho de que haya un placer en el síntoma, así sea un placer abyecto, que explica el por qué el sujeto se aferra al mismo, por cuanto obtiene en él una ventaja, sea primaria o secundaria, lo cual es uno de los motivos de la resistencia.

"Interpretar un sueño equivaldría por tanto- continúa Freud- , a sustituir el contenido manifiesto por las ideas latentes, deshaciendo la desfiguración a que dichas ideas han tenido que someterse ante la censura de la resistencia" (8)

Es el mismo sentido que examinamos cuando nos ocupamos de la resistencia en la Interpretación de los sueños, y que Lacan precisa al diferenciar censura y resistencia, tal que lo hemos retomado, unas páginas atrás. Aquí explica el mecanismo de la producción de los pensamientos latentes del sueño, y como la resistencia es burlada.

"Durante el reposo nocturno, la depresión de la actividad psíquica trae consigo la de la energía de la resistencia que los poderes psíquicos dominantes oponen a lo reprimido. Esta depresión es la que hace posible la formación de sueños, los cuales constituyen para nosotros el mejor acceso al conocimiento de lo anímico inconsciente" (9).

Es interesante que diga que durante la vigilia hay poderes dominantes, que llevan consigo la energía de la resistencia a lo reprimido ¿cuales?,. Pero en estado de reposo los pensamientos se abandonan en virtud de este relajamiento de los poderes diurnos, a la elaboración inconsciente y luego se conectan con la percepción produciendo el sueño. Quizás dichos poderes no sean más que la moralidad, los diques culturales, etc. de donde proviene la resistencia a la emergencia de lo reprimido, por una inconciliabilidad, tal que su concepción primera de las neurosis lo proponía.

Luego Freud se ocupa del relato propiamente dicho del cual resumiré lo esencial para nuestro problema. Se trata de un joven llamado Hanold, que sufre un apasionamiento por las figuras marmóreas, y encuentra alguna vez "la Gradiva", es decir un bajo relieve pompeyano de una mujer que avanza, es lo que quiere decir Gradiva, la que explende al avanzar, y su avance está plásticamente representado en el pie levantado. Hanold cae completamente enamorado de esta figura y se dedica a buscarla.

"El antiguo bajorrelieve despierta luego este dormido erotismo y hace devenir activos a los recuerdos infantiles, más a causa de una resistencia existente en Hanold contra el erotismo no pueden los mismos adquirir eficiencia sino en calidad de inconscientes" (10).

El pie levantado es para Hanold, un divino detalle, una condición de amor, que podríamos especular es para él también una condición de goce, tal como el Hombre de los lobos para quien ver una mujer en cuatro patas, limpiando por ejemplo el piso, era condición suficiente para ser fulminantemente flechado por el amor, esta posición le evocaba su nana Grucha, quien él había visto en esta posición. Para Hanol era al parecer el pie levantado, también por causas infantiles. Esto nos explica que un Binet hubiera escrito El fetichismo en el amor, en verdad no es fetichismo, pero es un como si, por cuanto esos divinos detalles, como los llama J.A. Miller, a cuya reflexión dedicó todo un curso, son condiciones de goce, y por tanto condiciones suficientes para despertar el amor.

Una cura por el amor

Hanold encuentra a Zoe, Mujer no de mármol sino de carne y hueso quien, a juicio de Freud, en la historia es la terapeuta de Hanold y por un venturoso azar fue a la vez un amor de infancia con una marcha similar a la Gradiva, la pieza termina evidentemente en un reencuentro posible del objeto perdido, en la persona del terapeuta quien a la vez era el objeto erótico amado en la infancia y perdido, esta vez no para siempre. Entre tanto Hanold erigía una gran resistencia a su vida erótica y había desplazado su curiosidad sexual a las figuras de mármol, Zoe, encarnación de Gradiva lo cura por amor y se ofrece a la vez como el objeto de dicha pasión despertada del letargo del olvido. Pero esto sucede con algunos avatares por ejemplo, un viaje para huir de Zoe, una evidente resistencia. "El viaje corresponde, pues, a una enérgica movilización de tal resistencia contra el ataque que el anhelo erótico lleva a cabo en el sueño y a un intento de fuga ante la amada, corpórea y presente prácticamente significa una victoria de la represión" (11). Resistencia al anhelo erótico, tratado en la estrategia histérica del deseo insatisfecho. "El viaje es emprendido ciertamente en contra de las ideas latentes...De este modo triunfa siempre el delirio en cada nueva lucha entre el erotismo y la resistencia" (12). Esta huida del amor, representa el deseo histérico, que anhela lo que no tiene pero al ver las posibilidades reales de satisfacción próximas, emprende presuroso la huida.

Aquí resistencia es la repulsa al amor, a la emergencia del deseo erótico, resistencia que proviene de las inhibiciones de Hanold, que se defiende de sus deseos. "Más conocedor [el poeta] que sus críticos de la esencia del delirio, - continúa Freud- sabe que a la génesis del mismo han contribuido conjuntamente el deseo amoroso y la resistencia al mismo" (13). Es una descripción dinámica de la creación del delirio, como resultante entre el deseo erótico y otra fuerza que se resiste a su emergencia.

"Todas aquellas perturbaciones análogas al delirio de Hanold - a las cuales damos el nombre de psiconeurosis - tienen como antecedente la represión de un fragmento de la vida pulsional, y para decirlo ya, de la pulsión sexual, y toda tentativa de hacer llegar a la consciencia la causa inconsciente y reprimida de la enfermedad provoca necesariamente la renovación de la lucha entre dicho componente pulsional y los poderes que tienden a mantenerlo reprimido. El proceso de la curación completa es el resurgimiento del amor, si es que podemos dar este nombre a la reunión de todos los heterogéneos componentes de la pulsión sexual, y esta recaída amorosa es indispensable, pues los síntomas a causa de los cuales se sometió el enfermo a tratamiento no son sino residuos de anteriores luchas de represión y retorno a la consciencia, y sólo por una nueva crecida de las mismas pasiones que han provocado el combate pueden tales restos ser ahogados y removidos. Todo tratamiento psicoanalítico es, por tanto, una tentativa de liberar el amor reprimido que había hallado en un síntoma un insuficiente exutorio transacional.

He aquí entonces una descripción de la génesis de las psiconeurosis, una represión de componentes de la pulsión sexual que tienden a emerger en la consciencia, pero a las que se opone a su emergencia una nueva represión, o como dirá más adelante la represión propiamente dicha, aquí ambiguamente asimilada a una resistencia a su emergencia.

Es singular la verificación que desde la antigüedad presocrática las cosas se planteen un poco en los mismos términos, existe un Pathos, unas pasiones, tendencias en el sujeto, en conflicto con un Ethos, una ética o moral, un precepto que se le opone, que se resiste a su imperio, sobre esta base se han construido las religiones de la renuncia, desde el culto órfico, hasta el cristianismo, pero la genialidad de Freud es ver en este conflicto la etiología de las neurosis.

Pero lo que retiene nuestra atención del párrafo citado es una definición muy clara de lo que pasa en la transferencia, Freud dice que en el tratamiento se trata de liberar el amor reprimido, hacerlo actual, el psicoanálisis en ese caso es también una cura por amor. Pero no un amor cualquiera, un amor definido como la reunión de sus componentes tiernos y sensuales que son los componentes heterogéneos de la pulsión sexual. Una emergencia del amor en la que el sujeto recae, es una expresión singular recaer en el amor, como se recae en una enfermedad, es la manera literaria, si se quiere, de hablar de la transferencia, en la que se actualiza el amor pasado. Esta renovación del amor, permite que crezcan las mismas pasiones que produjeron el conflicto inicial, eso explica los fenómenos de transferencia, y su intensidad; No obstante la finalidad de este reflorecimiento de las pasiones de antaño, es para que puedan encontrar su lugar, removidos, analizados, liquidados o ahogados. Todo esto se mueve en un psicoanálisis, y por eso se llora, y se elabora.

Hay aquí una idea que volverá en los escritos técnicos de Freud, a saber, que es necesario despertar los demonios, que no se pueden vencer in ifigie o in absentia, que es preciso actualizarlos para poder combatirlos, incluso lo había dicho ya de manera burda, no se puede ahorcar a un reo ausente. Es inevitable entonces la transferencia. Es entonces posible que en ese despertar el síntoma se agrave, porque las represiones se levantan, es lo que algunos sujetos verifican al decir que el análisis por un tiempo los puso peores, pero no es posible de otro modo según esta lógica. De paso encontramos que si lo que se pone en escena en la transferencia, es el amor, la ternura, la sensualidad o el odio desprendidos de la pulsión sexual, entendemos la definición de Lacan según la cual, la transferencia es la puesta en escena de la realidad sexual del inconsciente.

"Más cuando esta coincidencia de nuestro procedimiento con el descrito por el poeta en su "Gradiva" llega a su grado máximo- dice Freud- , es al añadir que también en la psicoterapia analítica la pasión nuevamente despertada- sea amor u odio - elige siempre como objeto a la persona del médico". "Claro que, como ya indicamos antes, el caso de Gradiva es un caso ideal que la técnica médica no puede jamás alcanzar. Gradiva puede corresponder al amor que ha logrado llevar desde lo inconsciente a la consciencia, cosa que al médico le está vedada. Además, es ella misma el objeto del anterior amor reprimido y su persona ofrece en el acto a la tendencia amorosa libertada un fin apetecible. En cambio el médico ha sido hasta el momento de la cura un extraño para el enfermo y tiene que procurar volver a serlo una vez terminada su misión terapéutica, sin que muchas veces le sea posible aconsejar a su curado enfermo cómo puede emplear en la vida la recuperada capacidad de amar" (14).

Es en este punto donde su comparación entre el amor de transferencia y el amor corriente encuentra su límite. Pues el artificio poético, hace de Zoe el analista ideal, aquel en el que coincide el amor de transferencia con el objeto amado y recuperado del pasado, reencontrado de manera auténtica en la misma persona, Zoe. Es una circunstancia imposible de ofrecer en un análisis. Los afectos despertados eligen en el análisis al analista como objeto, pero aquí radica la diferencia, se trata de un amor no correspondido. Es un nuevo Ethos el que aquí se propone, el amor de transferencia es disimétrico, es lo que desarrollará Lacan en su Seminario sobre la Transferencia, a partir de su reflexión sobre El banquete de Platón, y que podrá decir que si bien el analista puede contener el Agalma, el objeto que ama el analizante, esto lo coloca en el lugar de un amado, Erómenos, pero es un amado que no se vuelve amante, Erastes. Sino que ama el saber. Es un amado que no ama sino que analiza. Zoe en cambio era los dos. Conjugaba en sí misma el saber sobre lo reprimido inconsciente de Hanold y el hecho de haber sido el objeto de su amor reprimido,

El analista ideal, el imposible

El analista antes del tratamiento no era el objeto amado del pasado, era un extraño, deviene amado u odiado, por la situación artificial, terapéutica, pero luego de lograr que el sujeto, encuentre un justo lugar a esos sentimientos en su vida, el analista dice Freud, procura volver a ser el extraño de antes. Este es un punto que luego se pone en cuestión en el psicoanálisis, ¿cual es el devenir de la transferencia? ¿cual es el destino de la transferencia al final del análisis?, unos han dicho, la aniquilación de la transferencia, otros se despedían del analista con lágrimas en los ojos, y éste emocionado le deseaba buenos vientos. O la amistad. En el Campo Freudiano se ha encontrado otra manera de proceder con esta transferencia de amor residual y es transformarla en transferencia de trabajo, que es algo de lo que hablaremos en su momento. No es entonces aconsejar al final al sujeto sobre que hacer con su amor liberado, el podrá elegirlo, de acuerdo con la ética que haya conquistado.

Podemos decir algo más, aparecería como si hubiera un amor verdadero y un amor ficticio, pero la transferencia es amor verdadero. Luego del descubrimiento de la realidad psíquica para Freud verdad y realidad psíquica son homogéneas. La realidad psíquica es la cualidad de algunos procesos psíquicos en los que está implicado el deseo y el fantasma, y en virtud de dicha cualidad para el sujeto estos procesos, producen la sensación de realidad, su espesor, su convicción, su señal de realidad. Podemos entender que Lacan exprese que la verdad tiene estructura de ficción. Tanto más cuanto esto coincide con el criterio freudiano en relación a la teoría, al saber que un analizante encuentra en su análisis, y es que sea un saber o un conocimiento, que produzca en la cura efectos de verdad, esto es transformaciones en el sujeto que no sean debidas a la sugestión, sino al saber liberado de la represión. Es porque la verdad contiene esa parte de ficción que puede expresarse de manera mítica o por la fantasía. No gratuitamente Freud llamaba teorías sexuales infantiles, a las construcciones del niño para explicar los enigmas que lo asusan, teorías, es decir, ficción en el sentido de Bentham, como fixión, como fijación, con el espesor de la verdad. De aquí se desprende el que Lacan no oponga la teoría de la transferencia como semblante a la transferencia como real. Dice: "La transferencia no es nada real en el sujeto" sino un signo de estancamiento.

Esta transferencia e interpretación, en su dialéctica imposibilitan la concepción de la transferencia como relación personal. La confianza depende del efecto de verdad de la construcción, para Freud es algo más que concordancia entre ella y el real, la construcción pretende llenar la laguna simbólica. Lo que se infiere es que en el tratamiento el analizante puede transferir sobre el analista el significante del amor, sus contingencias, sus señales, pero eso no es nada real, sino simbólico, es lo que se llama el significante de la transferencia. Gradiva es un modelo ideal, porque contiene el objeto (a) de Hanold, causa y objeto del deseo, mientras en la relación analítica la transferencia es un obstáculo, un estancamiento del análisis, que se resiste a su continuación, algo que hace del analista un significante que no responde al amor. Y cuya presencia lo corre de la posición de semblante, para aparecer como resistencia.

En el texto sobre las Generalidades del ataque histérico Freud habla de que las deformaciones del ataque consistentes en la inversión antagónica de las inervaciones y la inversión del orden temporal, permiten percibir la intensidad de las resistencias que se oponen a lo reprimido en su emergencia en el ataque histérico (15). Ejemplos de ello son el hecho de que el sujeto en sus ataques represente el acto de abrazar convulsivamente hacia atrás, hasta anudar sus manos sobre la columna vertebral, o el conocido "arco de círculo" del gran ataque histérico, que no son más que la negación por inervación antagónica de una posición apropiada al coito. Del otro género es el ejemplo, que una histérica represente en su ataque que comienza por la fase final de una escena de seducción, con movimientos correspondientes al coito representados en sus convulsiones, y luego se levanta y en una habitación contigua habla con un interlocutor imaginario.

Se establece en esta referencia la relación entre resistencia y deformación del ataque, ya que ésta última permite ver la intensidad de la primera. Es como si entre mayor resistencia a la emergencia de lo reprimido, mayor será la deformación temporal o secuencial del ataque. Es algo semejante a la proporción entre la resistencia y la medida de deformación del sueño, provocado por la censura. Aquí no nos dice Freud cual es el mecanismo que provoca la deformación en el ataque; un mecanismo similar a la censura del sueño, censura de la resistencia decía para aquel. Pero es claro que la resistencia considerada así, incluso desde un punto de vista económico ¿no será otro nombre de la represión propiamente dicha?

La referencia a esta clínica es para nosotros, si se quiere fechada. No es muy frecuente encontrar hoy, histéricas con el gran ataque y el arco del círculo. Por supuesto que también el inconsciente se ha sofisticado con el psicoanálisis. Pero, en la época si era muy frecuente. Incluso la clínica de Charcot en la Salpertriere, era una clínica de la clasificación. Leyendo su obra se infiere que se trata de un gran amo, que ha organizado pabellones de histéricas ordenadas a partir por ejemplo de alucinaciones visuales, las de serie azul, las de serie violeta, etc. (16). En la época era científico la idea de la metaloterapia, ahora es mas bien una superstición, se creía un poco a la manera presocrática que la esencia de los metales influían en los comportamientos humanos, y entonces ataban a las enfermas trozos de metal en diferentes partes del cuerpo, al punto que parecían sus celdas y pasillos asentamiento de los caballeros de la tabla redonda que paseaban sus siluetas, como Quijotes medievales llevando sus armaduras.

Notas

(1) Freud, Sigmund, Personajes psicopáticos en el teatro, Obras Completas, Biblioteca Nueva, III tomos, Madrid, p. 1275

(2) Ibid. p. 1276

(3) Freud, Sigmund, Personajes psicopáticos en el teatro, Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid,

(4) p. 1280

(5) Ibid. p.1282

(6) Freud, Sigmund, El delirio y los sueños en la "Gradiva" de Hensen, Obras Completas, Biblioteca Nueva,, III Tomos, Madrid, p.1301

(7) Ibid. p.1309

(8) Ibid. p.1311

(9) Ibid. p.1316

(10) Ibid. 1318

(11) Ibid. p.1310

(12) Ibid. p. 1320

(13) Ibid. p. 1321

(14) Ibid. p.1333

(15) Ibid. p.1334

(16) Freud Sigmund, Generalidades sobre el ataque histérico, Obras Completas, Biblioteca Nueva, III Tomos, Madrid, p.1359

(17) Mario Elkin Ramírez y otros, Las histéricas de serie azul, fragmentos de la clínica de Charcot, en ELEMENTOS II, Cuadernos de psicoanálisis, Medellín, Mayo, 1985.


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