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Seminario
Transferencia y Resistencia

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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : Lic. Mario Elkin Ramírez

Clase 7
Los momentos de la transferencia y de la resistencia

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¿Anticipaciones subjetivas del analista?

En las Notas del Seminario del hombre de los lobos (1), Lacan recuerda que el estudio del caso Dora, reveló que la transferencia estaba ligada a las anticipaciones subjetivas del analista, y que en cambio la contratransferencia podía ser considerada como la suma de prejuicios del analista.

Es una oposición sobria, he argumentado lo mejor que he podido, siguiendo claro está los comentarios de Lacan, el por qué la contratransferencia es la resistencia del analista cuando pone en juego la suma de sus prejuicios. En cambio, la expresión anticipaciones subjetivas, sugiere otro comentario. Es claro, que se trata de una posición enmarcada dentro de la dialéctica en que considera se desarrolla el análisis, donde la anticipación es un tiempo, un cálculo si se quiere, para tener una dirección de la cura, pero además dice anticipación subjetiva del analista, lo cual por el momento es tan oscuro para mi como seguramente para ustedes ¿prefigura esto una posición del analista en la transferencia? ya hemos tratado en todo caso de precisar que el sujeto no es el yo, y en ese sentido la implicación del yo del analista es lo que introduce la contratransferencia, mientras que aquí dice sujeto, es esa anticipación subjetiva. Es un afaire a suivre.

R.S.I. de la transferencia y la resistencia

Menos oscura aparece la conferencia de Lacan del 8 de Julio de 1953 (2) llamada Lo simbólico, lo imaginario y lo real, es un texto que prepara su Discurso de Roma, Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, y del que he traducido para ustedes apartes que pueden permitirnos dilucidar la noción de momentos de la transferencia y la resistencia, soberbiamente explicados con esas nociones cada vez más fecundas en Lacan de Real, Simbólico e Imaginario.

Hemos visto cómo Freud procedió con la transferencia en el caso Dora, en este mismo orden de ideas Lacan, tal como lo había considerado en su Intervención sobre la transferencia y retomado alusivamente en las Notas sobre el hombre de los lobos, el análisis es dialéctico, concepción de esta época de su enseñanza.

En este texto, R,S,I, (1953), articula dialécticamente la transferencia a la resistencia en el curso de un análisis. Dice que hay que mantenerse en el registro simbólico y en esta perspectiva percibir:

que el sujeto se resiste; que esa resistencia no es algo como una simple inercia opuesta al movimiento terapéutico, como en física se podría decir que la masa resiste a toda aceleración. Es algo que establece un cierto lazo, que se opone como tal, como una acción humana, a aquella del terapeuta; pero a condición de que el terapeuta no se equivoque. No es él, en tanto que realidad a quien se opone, es en la medida en que, en su lugar, se realiza una cierta imagen, que el sujeto proyecta sobre él.

En verdad estos términos no son más que aproximativos. Es en este momento igualmente que la noción de pulsión agresiva nace...ya que es a partir de este momento en que ...las funciones esenciales de esas relaciones imaginarias, aparecen bajo la forma de resistencia.

Hay muchas cosas que decir sobre todo esto [y es cierto que] el análisis de nociones tan diferentes como los términos de: resistencia, resistencia de transferencia, transferencia como tal...la posibilidad de comprender en relación a esto lo que hay que llamar propiamente "transferencia" y dejar a la resistencia. Creo que todo esto puede fácilmente inscribirse en relación a esas nociones fundamentales de simbólico e imaginario.

Miren como un análisis podría muy esquemáticamente, inscribirse desde el comienzo al final.

En este punto quiero anticipar un esquema que he reconstruido a partir de lo que dice en la estenografía que es de difícil lectura. y una secuencia: rS-rI-iL-iR-iS-sS-SI-SR-rR-rS.

El interés para nosotros es que nos articula la transferencia y la resistencia a nociones que se consolidarán cada vez más en la obra de Lacan, como son lo simbólico y lo imaginario, pero por primera vez en el curso de un análisis, concebido hasta cierto punto como circular.

rS es la posición de partida. El analista es un personaje simbólico como tal, y es a ese título que usted viene a encontrarlo, en tanto que él es a la vez el símbolo en sí mismo de la omnipotencia, que es ya en sí mismo, una autoridad, el maître - amo, maestro- . Es en esta perspectiva que el sujeto viene a encontrarlo y que se coloca en una cierta postura que es un poco esta: "Es usted quien tiene mi verdad", postura completamente ilusoria, pero que es la postura típica.

Vemos aquí una intuición, decir que el analista es buscado en una posición simbólica, es lo que más adelante llamará, el analista como encarnación de un supuesto sujeto saber; tal vez hoy matizaríamos el hecho de que éste sea un lugar de omnipotencia, pero sigue funcionando lo ilusorio, es decir la posición de semblante necesaria para que ese sujeto pueda entrar en un análisis, y en efecto analizarse. Aquí Lacan dice que es una postura típica, después verá en ella una condición generalizada. Es una manera de indicar en este lugar fases de la transferencia y la resistencia, es al menos una de las lecturas posibles. La transferencia se inicia aquí sobre un plano simbólico. Acudiendo a un analista en tanto símbolo. Freud es buscado por el padre de Dora, en ese lugar, el lugar del profesor que sabía, Dora en cambio comienza a ponerlo a prueba, pero también se trata de la verdad en su caso, como en general el de todo neurótico que se acerca a un análisis.

rI, tenemos aquí la realización de la imagen. Es decir, la instauración más o menos narcisista, en la cual el sujeto está en una cierta conducta que es justamente analizada como resistencia ¿esto en razón de qué? de una cierta relación iL = imaginación/imagen.

En este momento se verifica la emergencia de una primera resistencia que podemos propiamente llamar una resistencia imaginaria, es el punto en el que el analista no solamente será un símbolo, otra valencia se le añade, él realiza una imagen que lleva consigo una carga de imaginación para el sujeto. Esto en virtud de un efecto estructural, podemos decir, del hecho de toda relación dual, según Lacan ya lo ha demostrado en su Estadio del espejo. En el caso Dora, Freud es asociado, al padre y al señor K. Hereda sus atributos y afectos, sin haber participado, hasta allí en nada, para que le fueran transferidos.

Es la captación de la imagen que es esencialmente constitutiva de toda realización imaginaria, en tanto que consideramos como instintiva

Podríase decir que es un primer momento de exacerbación imaginaria del analizante respecto a la imagen del analista, su curiosidad por saber de su persona, o asociarlo a un lugar en el catálogo de sus imágenes pasadas.

¿Qué es lo que la constituye la experiencia analítica? Por el momento la coloco en un círculo. Luego de esto tenemos iR que es la continuación de la transformación precedente; I es transformado en R.

Lo imaginario se transmuta en un real que en la época sabemos es igual a la realidad, luego entonces, la realidad del analista, es tal vez el surgimiento de su presencia, súbita toma de consciencia que se trata de un sujeto allí sentado escuchando al analizante. Este concepto de presencia del analista, después tendrá una formalización más precisa. Es la historia del Freud fumador impenitente, pero también de aquel señor que habla y habla y pretende saber del objeto de deseo de Dora.

Es la fase de resistencia, de transferencia negativa, o incluso al límite de un delirio, que hay el análisis.

El desarrollo es impecable, ustedes ven cómo la resistencia ya en otro plano distinto a lo imaginario, es decir en el de la realidad se coloca en correlación con la presencia del analista, con su cambio de estatuto.

Después ¿qué pasa? si la salida es correcta, si el sujeto no tiene las disposiciones para ser psicótico (el cual se quedó en el estado iR) se pasa a: iS - la imaginación del símbolo. Tenemos, en el análisis, mil ejemplos de la imaginación del símbolo. Por ejemplo el sueño. El sueño es una imagen simbolizada.

Si la salida es correcta, es decir, que hay una lógica que encadena estos momentos del análisis, y que conduciría de un lugar a otro, si no es así habría que buscar el error en la salida que se le haya dado a la transferencia. Pero además nos dice que a este lugar son conducido por dicha lógica sólo los neuróticos. Es una nota interesante, el psicótico se queda en iR, es decir en algo del real de la presencia del analista, que podrá entonces hacer parte del ejército de persecutores del sujeto por ejemplo, cuando éste se da cuenta de su presencia. Hay allí un límite. Esto es que el psicótico no pasa a la imagen simbolizada. Es por esto que las formaciones del inconsciente tienen que tener otro estatuto en la psicosis, no hay represión, sino forclusión, y en ello ausencia de posibilidad de metaforizar, eso es lo que quiere decir imagen precisamente simbolizada. Para la neurosis, podemos en este punto considerar, el momento lógico de la emergencia de todos los llamados, sueños de transferencia. El analista comienza a ser una imagen simbolizada.

Aquí interviene : sS - quien permite la inversión. Que es la simbolización de la imagen. Dicho de otra manera, lo que se llama "la interpretación". Esto únicamente después del franqueamiento de la fase imaginaria que engloba un poco esto: rI,iL,iR,iS.

He aquí una preciosa indicación del tiempo de la interpretación, cuando el sujeto ha franqueado una cierta fase imaginaria del análisis, no antes. Hay que esperar esto y saber leer los indicios de ese franqueamiento. Hay un tiempo para interpretar. Cuando un vuelco se ha dado, no podemos dejar de pensar que se trata de los mismos vuelcos dialécticos de los que ya Lacan ha hablado, es la misma expresión Renversement. Es preciso entonces un cierto giro en el análisis para poder proponer la interpretación. ¿Es lo que en Dirección de la cura y los principios de su poder llama una rectificación subjetiva? es probable. una modificación en la posición del sujeto, respecto al posicionamiento imaginario de su relación con la realidad, algo del orden de la subjetivación, ya que la "fase simbólica" del análisis se inicia aquí.

Dora no era una psicótica, pero tal vez fue la precipitación de la intervención de Freud, cuando ella no había aún franqueado esa fase imaginaria lo que precipitó su salida como incorrecta. Esto quiere decir que por pensar en la interpretación del caso, del contenido, no puede descuidarse la dimensión imaginaria de la transferencia y su franqueamiento. El primer tiempo del análisis, no es en esta perspectiva el tiempo de la interpretación.

Podemos tal vez colocar además los vuelcos dialécticos en los puntos de intersección que forman límites dentro del círculo mismo, es decir en los momentos de cambio de fase. Es una hipótesis. se situarían en rI, iS y sR.

Comienza la elucidación del síntoma por la interpretación (sS) SI. Luego tenemos SR que es, en suma el fin de toda salud, que es no (como se cree) adaptarse a un real mas o menos bien definido, o bien organizado, sino hacer reconocer su propia realidad, dicho de otro modo, su propio deseo.

Este párrafo confirma en efecto que hay un momento en el análisis para la interpretación del síntoma. Y luego se aproxima el sujeto a la fase real. Un análisis no se acaba al primer giro. Pero en cambio, si nos dice que el fin, el objetivo es una relación diferente con la realidad. Nos aclara de que realidad se trata, no la realidad organizada, digamos social, no es el ideal americano, sino una realidad de su deseo, adaptarse a la realidad es correlativo del reconocimiento del deseo, es podríamos decir, un mismo movimiento, una consecuencia lo uno de lo otro, quiero decir la adaptación a la realidad consecuencia del reconocimiento del deseo. Recordemos que en la época esto no era una noción banal para Lacan, él hace del reconocimiento del deseo un fin del análisis y su consecuencia diremos aquí es el deseo de reconocimiento a nivel de los otros, es decir algo como la reivindicación, el hacer reconocer a los otros que ese es su deseo. Es notable además la aproximación entre deseo y realidad, como si el deseo mismo constituyera para el sujeto esa nueva realidad. La realidad de su deseo, que no es la de un delirio.

Reconocer el deseo, hay que entender que quiere esto decir. El deseo es inconsciente, no se trata del deseo en la vía de los ideales, no es el deseo de ser un ideal. Puede ser el tener el falo, o serlo, ser el falo que falta a los hombres, es algo así, no es del orden del ideal, no es ser el padre ejemplar, el marido intachable, el funcionario impecable. Es otro asunto. El reconocimiento de su deseo, conlleva tener vida propia, implica la construcción de unas condiciones reales o bien para encaminarse a su realización o para renunciar a la abyección fantasmática en la que ese deseo se realizaba como imperativo de goce. Una ética está implicada.

Un sujeto que ha reconocido algo de su deseo, no necesariamente se hace más cómodo para los demás, no es ese el sentido de la adaptación. Un marido no necesariamente va a estar muy contento cuando por un efecto de reconocimiento del deseo en un análisis, su esposa se haga insumisa, que se le salga de la posición fantasmática donde para él estaba bien ubicada. Sobre todo que ese reconocimiento conlleva un no ceder más en su deseo.

Como lo señalé alguna vez - continua Lacan- hacerlo reconocer por el semejante; es decir simbolizarlo.

No es la imposición del propio deseo dilucidado, a los otros. Hacerlo reconocer a los otros es simbolizarlo.

En ese momento reencontramos rR, lo que nos permite llegar al final a rS, es decir exactamente de donde partimos. El análisis es circular y ...puede comprender varias veces ese ciclo. iL es la parte propia del análisis, es lo que se llama equívocamente "la comunicación de los inconscientes"...el sS, es la simbolización del símbolo. Es el analista quien debe hacer esto. No tiene dificultad en ello, en tanto él es ya un símbolo. Es preferible que lo haga con completud, cultura e inteligencia. Es por esto que es preferible, que es necesario que el analista tenga una formación tan completa como le sea posible en el orden cultural. Entre más usted sepa, más esto valdrá, y este (sS) no debe intervenir luego de un cierto estado, después de franqueada cierta etapa.

Y en particular, es a ese registro que pertenece, del lado del sujeto...El sujeto forma siempre una cierta unidad más o menos sucesiva, cuyo elemento esencial se constituye en la transferencia...El rR es su trabajo, [el del analista] impropiamente designado bajo el término de esa famosa "neutralidad bienaventurada" de la que se habla equivocadamente, y que quiere simplemente decir que, para un analista, todas las realidades, en suma, son equivalentes; que todas son realidades. Esto parte de la idea que todo lo real es racional e inversamente, y es lo que debe dar esa bienaventuranza...que debe conducir a buen puerto su análisis.

Resalto entonces rI como momento de la resistencia imaginaria, iR lugar de la resistencia o transferencia negativa, sS como simbolización del símbolo. Allí aparece la transferencia mal llamada comunicación de inconscientes, y momento de la interpretación finalmente, rR, como momento de dilucidación de la llamada neutralidad analítica.

La contratransferencia es la razón dialéctica del error

En el Discurso de Roma (3) Lacan parte de una pregunta en relación a Dora:

¿Cómo podría el sujeto de un psicoanálisis, centrado sobre el principio de que todas sus formulaciones son sistemas de defensa, ser defendido contra la desorientación total en que ese principio deja a la dialéctica del analista?

Se trata de una auténtica pregunta, planteada a partir de la concepción del análisis según la cual, el discurso del paciente es un sistema de defensas, se trata de una concepción a la que habían llegado algunos de sus contemporáneos, en particular los de la psicología del yo, y a partir de la cual es imposible concebir defender al sujeto contra la desorientación en que este punto de partida lo coloca, desorientación de la dialéctica del analista, es de él de donde emana la resistencia. La resistencia y defensa son colocados en un mismo nivel, y desde allí como reza el dicho jurídico, todo lo que diga el sujeto puede ser utilizado en su contra. Lacan continúa:

La interpretación de Freud, cuyo procedimiento dialéctico aparece tan claramente en la observación de Dora, no presenta estos peligros porque cuando los prejuicios del analista (es decir la contratransferencia, término cuyo empleo correcto en nuestra opinión no podría ser extendido más allá de las razones dialécticas del error) lo han extraviado de su intervención. El paga inmediatamente su precio por una transferencia negativa...Pues ésta se manifiesta con una fuerza tanto mayor cuanto que semejante análisis ha empujado ya más lejos al sujeto en un reconocimiento auténtico, y de ello se sigue habitualmente la ruptura.

Freud no concebía el discurso del paciente como un sistema organizado de defensas, ya hemos visto su concepción del discurso. Y es cuando su contratransferencia que lo hace errar se hace presente, que Dora le hace pagar con la emergencia de la transferencia negativa, dicha contratransferencia lo hemos visto se compone de la suma de los prejuicios del analista. Aquí encontramos una precisión al respecto a la extensión de esa definición. La contratransferencia no es cualquier cosa, es la razón dialéctica del error. Decir la razón dialéctica quiere decir que la contratransferencia entra también en el marco del análisis como proceso dialéctico y allí tiene un estatuto, la causa del error del analista. Esto permite pensar una deducción técnica y hasta ética: allí donde el analista erra, desde el punto de vista de la dialéctica del análisis, un prejuicio suyo ha actuado.

No quiere esto decir que hay una infalibilidad del analista, sino que hay razones dialécticas de sus errores en la dirección de la cura. Lo que implica la necesidad, por ejemplo, de la práctica del control y del análisis, donde se ponen en cuestión los prejuicios. La señal del error también está aquí descrita, aunque no unívocamente, es una de sus manifestaciones, la transferencia negativa con la que el analizante le hace pagar al analista sus prejuicios, es algo calculable, luego entonces manejable, pero de cuya maniobra puede depender incluso la ruptura del vínculo analítico.

Esto es precisamente lo que sucedió en el caso Dora, en razón del encarnizamiento de Freud en querer hacerle reconocer el objeto escondido de su deseo en esa persona del señor K., en el que los prejuicios constituyentes de su contratransferencia le arrastraban a ver la promesa de la felicidad.

Ese es el prejuicio de Freud la creencia inconsciente finalmente de una felicidad, no es gratuito que Lacan a manera de chiste haya dicho que Freud hubiera podido modificar el yo de Dora y lograr que se casara con K. haciendo un matrimonio tan desgraciado como cualquiera otro. Es algo más que un chiste, es el reconocimiento de la desarmonía, de que no hay felicidad completa. Ni totalidad alguna en la relación humana. Freud en el fondo creía en la proporción sexual, en el rapport sexuel.

Sin duda - continua Lacan- Dora misma estaba fingiendo en esta relación, pero no por ello resintió menos vivamente que Freud lo hizo con ella. Pero cuando regresa a verlo, después de un plazo de quince meses...se la siente entrar en la vida de una ficción de haber fingido, y la convergencia de esta ficción en segundo grado con la intención agresiva que Freud le imputa, no sin exactitud seguramente, pero sin reconocer el verdadero resorte, nos presenta la complejidad intersubjetiva que un "análisis de las resistencias" encasillado en sus derechos hubiese podido perpetuar entre ellos.

Dora se da cuenta de la maniobra de Freud, si la tendencia natural de la transferencia es la sugestión, la intervención de los prejuicios del analista como contratransferencia empujan a una sugestión, y en ese sentido la transferencia negativa o resistencia, es una especie de contra - sugestión por parte del analizante. Es el modo como el analizante puede defenderse de la sugestión del analista que conduce el sujeto por ejemplo a la identificación, o a la elección de un cierto objeto del deseo, a través de los significantes que le propone el analista.

Hay entonces una convergencia entre lo que se llama la ficción de haber fingido y la intención agresiva. Nos introduce en el problema de la mentira al servicio de la transferencia negativa. Freud, sin embargo, conoce lo que es la mentira histérica, en 1895, en el Proyecto de Psicología científica había hablado de la Protom pseudos. Poco a poco deduce como la mentira conduce también al sujeto a su verdad subjetiva (4).

Dice Freud: Solo cinco trimestres después de interrumpido el tratamiento...tuve noticias de mi paciente...Apareció Dora en mi consulta para, según dijo, terminar de relatarme su historia y solicitar de nuevo mi ayuda. Pero su expresión al hablarme así delataba claramente la insinceridad de su demanda de auxilio...La supuesta neuralgia [ por la que aparentemente consultó de nuevo] correspondía, pues, a un autocastigo, al remordimiento por la bofetada propinada a K. y por la transferencia sobre mí de los sentimientos de venganza extraídos de aquella situación. No sé que clase de auxilio quería demandarme, pero le aseguré que le había perdonado haberme privado de la satisfacción de haberla libertado más fundamentalmente de sus dolencias.

Es por esto que Lacan enuncia la complejidad intersubjetiva a la que empuja el llamado análisis de las resistencias. Freud continúa interpretando en ese sentido, la neuralgia como autocastigo por la transferencia negativa, bien puede ser acertado, pero expresa también que la complejidad intersubjetiva es el eje a Þ a’ del esquema L. es la dimensión imaginaria. Aquella en la que el analista que hace intervenir su yo, y se pierde él también en la reivindicación de sus derechos frente al analizante, quien en el caso lo privó de la satisfacción de haberla curado, es un tipo de análisis que se perpetua al infinito.

Lacan añade: Freud mismo reconoció a posteriori la fuente perjudicial de su fracaso [no en la resistencia de Dora sino] en el desconocimiento en que él mismo se encontraba entonces de la posición homosexual del objeto a que apuntaba el deseo de la histérica.

Se refiere a la nota que hemos comentado, y retoma el desconocimiento del analista como una de las formas de la contratransferencia.

El lugar del reconocimiento del deseo

Lacan realiza un análisis más detallado de esta situación en el Seminario I (5), en beneficio de una concepción de la transferencia y la resistencia y la ubicación de sus tiempos en el análisis.

Comienza por ilustrar la función de la palabra del otro en el reconocimiento del deseo y sus consecuencias cuando dicha palabra coincide con las fluctuaciones de la libido. Ante la palabra del Otro, el sujeto se encuentra ante un hecho suplementario, una necesidad de desciframiento del mensaje y de lo que el otro más allá del mensaje quiere decirle desde el punto de vista del deseo. El ¿qué quiere el otro? equivale a preguntarse ¿qué me quiere el otro? ¿qué quiere de mí? Al recibir el sujeto del otro órdenes y palabras, también recibe deseos, es lo que poco a poco conduce a Lacan a su fórmula: el deseo del hombre es el deseo del otro.

El sujeto comienza a interrogar su deseo, a partir del lugar y la función que supone el deseo del otro le ha dado. Es la introducción de lo simbólico en la obra de Lacan. Pero comienza diciendo que el deseo del hombre es el deseo del otro por una consecuencia de la construcción imaginaria del sujeto, a partir de la alienación fundamental de creer ser la imagen del otro. No obstante esto no se limita a una concepción imaginaria sino además interhumana, deducida de su lectura hegeliana de Freud, que encadena lo simbólico a esa dialéctica del reconocimiento interhumano que juega el papel de motor, la lucha por el reconocimiento es para Hegel el motor de la historia.

Pero al ser la agresividad la expresión intersubjetiva de la pulsión de muerte esta aporta el carácter destructor, aniquilador a la relación al otro integrado en su deseo. Es en este sentido, y para no estar todo el tiempo a merced del otro, que es preciso el movimiento de oscilación, de báscula, de fluctuación de la libido, en libido del yo y libido de objeto.

Y bien, la palabra es, según Lacan, esta dimensión en la que el sujeto es auténticamente integrado sobre el plano simbólico. Es solamente cuando se formula, se nombra delante de otro, que el deseo, sea cual sea, es reconocido en el pleno sentido del término. No se trata de la satisfacción del deseo, sino del reconocimiento del deseo.

Recuerden lo que Freud hace con Dora - dice Lacan- Dora es una histérica. Freud en ese momento no conoce suficientemente - lo ha escrito, reescrito, repetido en notas por doquier e incluso en el texto mismo- lo que llama el componente homosexual, lo que, según Lacan, no significa nada, pero en fin, es una etiqueta. Esto equivale a lo siguiente: no se dio cuenta de la posición de Dora, es decir no percibió, para decirlo todo, que en O’ estaba para Dora la señora K.

Esta es la simplificación de su esquema óptico. Donde aparece de un lado un espejo cóncavo, en la mitad uno plano, y del otro el reflejo del espejo cóncavo. Entre el espejo cóncavo y el espejo plano Lacan coloca una letra O mayúscula designando el sujeto, lo que en un punto equidistante del espejo plano hace encontrar en el otro lado del espejo la imagen de O, llamada O’, es decir, un lugar reflejado. Se tiene así el punto O del lado del sujeto y O’ en la imagen.

Planteadas así las cosas cuenta Lacan una linda anécdota (6), donde:

una niña - una virtual mujer- y por tanto mucho más comprometida en lo real que los machos- tuvo un día esta hermosa expresión: "Ah! no van a creer que me voy a pasar toda la vida en O y en O’". !Pobre ángel! pasarás toda tu vida en O y en O’ como todo el mundo. Pero a fin de cuentas ella nos dice a que aspira. En homenaje a ella llamaré O y O’ a estos dos puntos.

Esto nos dice que todos nos pasamos en la dimensión imaginaria, es decir, en el júbilo especular y en la agresividad que se tiene también en relación a la imagen del otro que constituye el sujeto alienándolo. Y bien, la libido del objeto oscila de O a O’ en una dialéctica especular; esto es una reedición de la libido narcisista y la libido del objeto de la cual hablaba Freud en una metáfora biológica. Pero aquí Lacan nos dice que es el deseo el que oscila de O a O’.

Freud no se dio cuenta en el caso Dora que quien estaba en O’ no era el señor K. sino la señora K. Si hubiera dicho: "usted ama a la señora K" en el momento en que Dora hubiera oscilado su deseo hacia el punto O’, ella hubiera reconocido allí su deseo. Es lo que Freud se reprocha no haber hecho. Lacan dice:

¿Cómo Freud dirige su intervención? Aborda a Dora sobre el plano que él mismo llama la resistencia. ¿Qué quiere decir esto? lo que ya he explicado. Freud hace intervenir, es absolutamente evidente, su ego, la concepción que tiene, de aquello para lo que está hecha una chica; Una muchacha está hecha para amar a los muchachos. Si hay algo que no funciona, que la atormenta, que está reprimido, eso no puede ser a los ojos de Freud que lo siguiente: Dora ama al señor K. Y tal vez, de paso, ama un poco a Freud. Cuando se entra en esta línea, es completamente evidente.

Esto lo hace Freud, lo hemos dicho, desde un prejuicio, más no un prejuicio cualquiera. Se trata de un prejuicio científico, uno de los más elaborados: el Complejo de Edipo positivo. Esto es la contratransferencia en una definición más apropiada que la de los flujos sentimentales del analista hacia el analizante. Y es con base a este prejuicio que Freud insiste que Dora sufre de tos y afonía es en la ausencia del señor K., porque ya no puede hablarle sino escribirle. Freud quiere meterle por los ojos al señor K.

Es algo sin embargo lógico, si pensamos que Freud quería verificar en el caso la universalización del Complejo de Edipo y en tanto el señor K., como él mismo, eran subrogados del padre; como tales recibían la transferencia de los afectos dirigidos originariamente hacia aquel.

Freud, por ciertas razones que están vinculadas a su punto de partida erróneo, no interpreta en Dora las manifestaciones de su pretendida transferencia con él - lo que le ahorra, al menos, el equivocarse en este punto. Simplemente le habla del señor K. ¿Qué quiere decir esto - sino que le habla al nivel de la experiencia de los otros?. Es en ese nivel donde el sujeto tiene que reconocer y hacer reconocer sus deseos. Y si no son reconocidos, son como tales, prohibidos, y es allí que comienza en efecto la represión.

Y bien, es mientras que Dora está aún en ese estadio, en el que ...ella a aprendido a no comprender nada, que Freud interviene en el nivel del reconocimiento del deseo, al nivel homogéneo desde todos los puntos; en la experiencia del reconocimiento caótico, incluso abortado, en el que ella ya ha construido su vida.

Es en O’ donde el sujeto puede reconocer su deseo y es allí: donde está Freud diciendo a Dora - usted ama al señor K. Freud pensaba que Dora tenía dificultades para desprenderse del objeto primero de su amor edípico, a saber el padre, para poder pasar a otro hombre y es por esto que insiste.

Pero lo dice además de manera tan torpe- al decir de Lacan- que Dora inmediatamente abandona. Si en ese momento Freud hubiera iniciado lo que se llama el análisis de las resistencias; se lo hubiera hecho degustar por pequeñas dosis, hubiera comenzado a enseñarle que tal o cual cosa eran en ella una defensa, y por fuerza, le hubiera en efecto levantado toda una serie de pequeñas defensas. Hubiera así ejercido propiamente hablando, una acción sugestiva, es decir, hubiera introducido en su ego un elemento, una motivación suplementaria.

La diferencia absoluta del deseo del analista: una precisión más sobre la diferencia entre transferencia y sugestión.

Aprovecho la ocasión, para volver sobre lo que había precisado como diferencia entre transferencia y sugestión, a partir del Seminario V de Lacan, allí Lacan diferenciaba en el grafo del deseo la una y la otra diciendo que la sugestión se quedaba en el primer piso del grafo y que de lo que se trataba era de hacer intervenir el segundo piso, a partir del deseo, la pulsión, el significante tachado del Otro y el fantasma. Plano propiamente de la transferencia. Pero luego me encontré este pasaje en el Seminario XI (7):

El esquema que les dejo, como guía para la experiencia y para la lectura, indica que la transferencia se ejerce en el sentido de llevar la demanda a la identificación.

Es posible atravesar el plano de la identificación, por medio de la separación del sujeto en la experiencia, porque el deseo del analista, que sigue siendo una X, no tiende a la identificación sino en el sentido exactamente contrario. Así, se lleva la experiencia del sujeto al plano en el cual puede presentificarse, de la realidad del inconsciente, la pulsión.

Aquí parecería que Lacan contra Lacan, como dice Jacques Alain Miller, se contradijera y colocara la transferencia en el primer piso del grafo del deseo. Sin embargo, no es así, porque si bien la tendencia natural de la transferencia es la sugestión a través de la identificación, lo que se nos plantea es la necesidad de atravesar el plano de la identificación; Por medio de la separación del sujeto del inconsciente del objeto de la pulsión. Y esto, mediante el deseo del analista, del que nos da una definición en la última página del Seminario XI al decir que:

el deseo del analista no es un deseo puro. Es el deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto, confrontado con el significante primordial, accede por primera vez a la posición de sujeción a él. Solo allí puede surgir la significación de un amor sin límites, por estar afuera de los límites de la ley, único lugar donde puede vivir.

El deseo de obtener la diferencia absoluta, es despejar el significante amo que se revela sin sentido, lo que demuestra que el estatuto del sujeto en tanto que está entre dos significantes S1 , S2 .

Es lo que en el discurso del analista se enseña al sujeto. A saber que su condición está en el descubrimiento y caída de ese significante absoluto. Y bien, es justamente lo que pasó con Dora, por eso Lacan recuerda en el Seminario I que:

Freud escribió en alguna parte que la transferencia es eso. Solo que hay que saber en qué nivel, pues él hubiera podido progresivamente modificar suficientemente el ego de Dora para que ella contrajera un matrimonio - tan desgraciado como cualquiera otro matrimonio- con el señor K.

Esa hubiera sido la consecuencia de esa sugestión.

Si el análisis al contrario, hubiera sido correctamente llevado, ¿qué hubiera debido pasar? ¿qué hubiera pasado si , en lugar de hacer intervenir su palabra en O’ , es decir de poner en juego su propio ego con el fin de rehacer, de modelar el de Dora, Freud le hubiera mostrado que era a la señora K. a quien ella amaba?

En efecto, Freud interviene en el momento en que, en el juego de la báscula, el deseo de Dora está en O’, donde ella desea a la señora K. Toda la historia de Dora está en la oscilación en que ella no sabe si solo se ama a sí misma, a su imagen magnificada en la señora K. o bien si ella desea a la señora K. Es precisamente porque esta oscilación se produce sin cesar, porque este movimiento de báscula es perpetuo, que Dora no sale adelante.

Esta lectura nos da ya una pista de la fascinación de Dora por la señora K. Porque nos conduce a diferenciar lo que es desear, por ejemplo a la señora K. y otra cosa es fascinarse por encontrar la propia imagen magnificada, reflejada en el otro, tal cual sucede en el júbilo del infante en la fase del espejo al anticipar su unidad en la imagen que el otro le devuelve.

Es cuando el deseo está en O’ que Freud debe nombrarlo, pues, en ese momento, [el deseo] puede realizarse. Si la intervención es repetida suficientemente y suficientemente completa, la Verliebtheit que es desconocida, quebrada, continuamente refractada como una imagen sobre el agua que no se llega a aprehender, puede realizarse.

Es notable aquí la descripción del estado de fascinación imaginaria, que se da por ejemplo en el amor, Freud lo había ya descrito en el capítulo Enamoramiento e hipnosis, de su Psicología de las masas y análisis del yo, en el instante en que el yo del amante coincide con el ideal del yo en que ha colocado al amado. Y bien, aquí se trata de una coincidencia similar cuando el objeto de deseo es colocado en el lugar O’ y el deseo es nombrado se realiza la Verliebtheit; digo se realiza, no que se satisface, hay en Freud una diferencia entre las dos y eso es precisamente lo que nos puede diferenciar el desear el objeto y el realizar la fascinación narcisista cuando el sujeto percibe en ese lugar su imagen magnificada. Por ello Dora no quiere satisfacerse en la señora K. a pesar de que la tuvo cerca, tanto como para admirar la blancura resplandeciente de su cuerpo y para perder la voz ante su presencia cuando estaba a solas con ella y la fantasía de una satisfacción oral cruzaba su inconsciente. Dora realiza su imagen en la señora K. Pero es una imagen fascinante justamente porque es desconocida por Dora, ella desconoce su imagen de mujer, es una imagen que se le escapa, es metonímica, como señala Lacan es el objeto del deseo, tan pronto se cree habérsele atrapado, está más allá, refractada; del mismo modo que sucede con los rayos luminosos cuando pasan de un medio a otro, como del aire al agua, una cuchara introducida en un vaso de cristal lleno de agua, nos enseñaban en física en la escuela secundaria, produce una refracción, vemos la cuchara quebrada, allí donde no está, eso sucede con el objeto del deseo cuando se da la fascinación amorosa, la vemos allí donde no está y como no es. En ese sentido deviene inaprehensible.

Cuando la libido primitiva llega a su madurez, la relación a la imagen narcisista pasa sobre el plano de la Verliebtheit. La imagen narcisista cautivante, alienante sobre el plano imaginario, se encuentra investida de la Verliebtheit que emerge fenomenológicamente del registro del amor.

En 1914, en su Introducción al narcisismo, Freud hablaba de los tipos de elección de objeto amoroso, aquella que se hace sobre la base de la anáclisis o apoyo, bajo el modelo de la madre nutricia y el padre protector, y la elección de objeto narcisista, que se hace con base en el modelo de sí mismo, y en cuanto el objeto es lo que el sujeto fue, es o aspiró a ser sin lograrlo, igualmente que aquello que hizo parte de sí, como el amor de la madre al hijo. Esta lógica amorosa nos habla de la elección de objeto narcisista, y la fascinación de amarse a sí mismo a través de otro a la que finalmente se reduce el amor. Dora amaba en la señora K. aquello que era su misterio. ¿que es una mujer?, algo a lo que Dora aspiraba a acceder y no lo lograba, pero que en la señora K. encontraba en una feminidad realizada. La condición fundamental de dicha Verliebtheit es pues la producción al máximo de la revelación narcisista sobre la base del plano imaginario.

Es en ese punto - continua Lacan- que Dora podría reconocer su deseo, el objeto de su amor, como siendo efectivamente la señora K.

Es la ilustración de lo que decía antes - si Freud hubiera revelado a Dora que ella estaba enamorada de la señora K. , ella lo hubiera devenido efectivamente. ¿Es este el objetivo del análisis? no, es solamente la primera etapa. Y si, ustedes se pierden ese momento, o bien , quiebran el análisis como Freud, o bien, hacen otra cosa, una ortopedia de ego. En ambos casos no hacen un análisis.

El objetivo del análisis no es que el analista le señale al sujeto su objeto de deseo, de allí la importancia del estudio de la interpretación, que se hace actualmente en el Campo Freudiano, una interpretación directa, "Usted ama a la señora K", o "usted en efecto goza de esta u aquella manera" bien pudiera fijar al sujeto a un tipo de satisfacción gozosa difícil luego de dialectizar. El sujeto mismo a partir de su trabajo, de las interpretaciones al lado del analista, tendrá que elegir, el analista dirige la cura no la vida de sus analizantes, es al analizante a quien le corresponde elegir. Si se insiste en esta vía se terminará en la sugestión o en la ortopedia del ego, lo que no es el psicoanálisis. Puede en cambio sí maniobrarse como primera fase del análisis el que el sujeto haga pasar por O’ los objetos de su deseo, pero eso es solo algo preliminar, no es el fin de conducir el sujeto a una "sexualidad madura" donde haga una "elección genital de objeto". En cambio, no maniobrar correctamente cuando el deseo ha basculado, ha oscilado hacia este punto y actuar tan torpemente como Freud lo hizo, no puede conducir sino a la misma consecuencia, recibir la ruptura del vínculo analítico o encontrar el máximo de transferencia negativa.

Si Freud hubiera intervenido permitiendo al sujeto nombrar su deseo - pues no era necesario que él mismo lo nombrase- se hubiera producido en O’ el estado de Verliebtheit. No obstante, no hay que omitir que el sujeto hubiera podido muy bien saber que era Freud que le había dado este objeto de Verliebtheit. No es aquí donde termina el proceso.

La labor del analista no es darle al sujeto sus objetos de deseo nombrándoselos. Ni dejarlo fascinado en ese estado, al que el sujeto puede llegar por sí mismo.

Una vez realizado este movimiento de báscula, por el cual el sujeto en el mismo momento en que su palabra reintegra la palabra del analista, un reconocimiento de su deseo le es permitido. Esto no se produce en una sola vez. Es porque el sujeto ve esta completud, tan preciosa, que se acerca, avanza entre esas nubes como en un espejismo, y es en la medida en que reconquista su yo-ideal que Freud puede tomar el lugar de ideal del yo...

El sujeto entonces puede reconocer su deseo, cuando reintegra a su palabra la palabra del analista. ¿qué quiere decir esto? no es aceptar sumisamente la palabra del analista, reintegrar su palabra quiere decir que por ejemplo la interpretación es tan equívoca que el sujeto pueda hacer emerger un sentido nuevo que no había visto y lo conduce al reconocimiento de su deseo, enmarañado hasta allí en el deseo del otro. Reintegrar en su palabra, en su discurso, en sus coordenadas vitales, en su historia, desde la lógica de lo particular de su vivencia. Allí le es permitido algo del reconocimiento de su deseo. No es una sugerencia del analista como por qué no aplica su vida a defender tal causa, o a tal profesión, o se casa con tal.

El sujeto anda de O a O’, conforme a las oscilaciones de su libido. Pero, es en O’ que puede reconocer su deseo, al caer de la nube de la fascinación, al salir del espejismo, y bien, eso le dará un lugar al analista, en tanto el sujeto va reconquistando su yo ideal.

Esto es decir que en un instante del análisis, tal como lo veíamos en la representación circular de la experiencia analítica, que deducíamos del texto RSI del 53’ un instante en que el analista puede ocupar el lugar del ideal del yo del sujeto, tal como el líder o el objeto amado o el hipnotizador; la diferencia está en su maniobra, en lo qué hace con ese poder. Lo que Freud hizo fue privarse de él.

La primera fase del análisis está hecha del pasaje de O en O’ - de lo que del yo, es desconocido al sujeto a esa imagen donde reconoce sus investiduras imaginarias

Es una primera etapa que Lacan encuentra análoga con el punto señalado por Balint como narcisismo sin freno, exaltación del deseo, las historias de sueños, desde los inocentes hasta los más escabrosos comienzan a ser desplegados con el personaje del analista, el analizante comienza a interesarse por la persona del analista, con quien se relaciona, que hace, etc..

¿Es el punto que Dora hubiera podido alcanzar? - se pregunta Lacan- ¿pero vamos a dejarla ahí en ese estado de contemplación? en alguna parte de la observación se la ve abismada en la contemplación delante del cuadro - la imagen de la Madona ante la cual un hombre y una mujer están en adoración

Es una imagen fálica esta imagen adorada por hombres y mujeres, de una virgen completada por un niño, es también la visión que obnuvila al joven Werter. La figura misma de la virgen, siempre erecta y cubierta de velos, es una imagen fálica.

¿Cómo debemos concebir la continuación del proceso? [y exclama que para dar el paso siguiente será preciso] profundizar en la noción del ich-ideal del que ven que el analista ocupa el lugar un tiempo, en la medida en que hace su intervención en el lugar adecuado, en el buen momento, en el sitio preciso.

Sigue implícitamente hablando de la prudencia y de la aprehensión del analista del sitio y momento preciso, de lo oportuno que han de ser sus intervenciones. Justamente por ocupar el lugar del ideal del yo del analizante por un tiempo, lo cual como pueden imaginar es de una gran responsabilidad.

En la lección siguiente dice que ha recordado la función de las interpretaciones en el caso Dora, su inadecuación y el bloqueo resultante, el muro mental. [pero esto] no era más que un primer tiempo del descubrimiento freudiano. Hay que seguirlo más adelante.

Finalmente, Lacan aporta una respuesta conclusiva sobre la cuestión de la transferencia en su conjunto, ante el interrogante de mostrar los tres registros Real, Simbólico e imaginario en el caso Dora. Para ello, recuerda que ha señalado tres direcciones en las que diferentes autores comprenden la transferencia, a saber:

1) Quienes comprenden el fenómeno de la transferencia en relación a lo real, es decir en tanto fenómeno actual de un real que no es real sino ilusorio. Lo real es que el sujeto está aquí hablando de sus líos con el tendero, lo ilusorio es que al protestar contra el tendero es a mi a quien regaña... allí [los autores] concluyen que se trata de demostrarle al sujeto que no tiene verdaderamente ninguna razón para regañarme a propósito del tendero...[ pero] proceder sobre esta base - dice Lacan- conduce, a fin de cuentas, a una práctica equivalente a las primeras formas del adoctrinamiento que tanto nos escandaliza en la conducta de Freud con sus primeros casos.

La referencia a lo real no es a entender en el sentido de lo real de la segunda parte de la enseñanza de Lacan, se trata de la realidad referida a un aquí y a un ahora de la experiencia analítica, es el tipo de manejo de la transferencia donde hay mayor presencia del analista e incluso de su persona. Es una interpretación de la transferencia que corre el riesgo de denunciar el error sobre la persona, necesario a la transferencia y si esta no está suficientemente consolidada, quiebra el lazo analítico o conduce el sujeto a la tendencia natural de la transferencia, es decir, a la sugestión.

2) Hay otra forma de abordar el problema de la transferencia, es de hacerlo a nivel imaginario...La teoría analítica no desconoce la función de lo imaginario pero introducirla tan sólo para tratar de la transferencia, equivale a ponerse orejeras, pues la encontramos en todas partes, particularmente cuando se trata de la identificación. Pero tampoco hay que emplearla a la topa tolondra.

El reconocimiento de la proliferación de lo imaginario de la transferencia conoce aquí su furor, mientras que de lo que se trata es de encontrarle su justa función en el análisis, lo justo para instalar la transferencia, pero inmediatamente anudarlo a lo simbólico. Sino es colocarse más que orejeras, un dispositivo equino que solo permite ver hacia un solo lado, lo que conduce irremediablemente a la identificación como medio, e incluso como fin, pues lo imaginario no hay que crearlo, ya está allí y por todas partes.

La imagen del yo - por el sólo hecho de ser imagen, el yo es yo ideal - resume toda la relación imaginaria en el hombre...Esta imagen de sí, el sujeto la encontrará sin cesar, como el marco mismo de sus categorías, de su aprehensión del mundo - objeto, y esto, por intermedio del otro. En el otro donde siempre encontrará su yo ideal, desde donde se desarrolla la dialéctica de sus relaciones al otro. Si el otro satura , colma esa imagen, se convierte en objeto de la Verliebtheit...si el otro aparece como frustrando al sujeto en su ideal y en su propia imagen, genera la tensión destructiva máxima.

Esto hace que también la relación analítica entre en esa interpretación imaginaria del mundo con la que el sujeto se relaciona con sus semejantes. Ubicando el analista en el lugar de su ideal del yo, a partir del cual querrá conformarse; en esa lógica allí el sujeto desarrollará frente a esa imagen su enamoramiento, su fascinación imaginaria, pero desde luego, también su hostilidad, dado el carácter ambivalente de toda relación a la imagen, cuya matriz es el estadio del espejo. En ese sentido el analista inminentemente tendrá que esperar la agresividad, la tensión imaginaria, y tendrá que maniobrar su posición, para saber qué hacer con ella. Ya que de antemano se sabe, su lugar pasará por una frustración en el sentido de no responder a la demanda, allí se juega, por así decir, su tacto, consistente en poder frustrar sin por tanto poner en juego el lazo analítico.

Por casi nada, la relación imaginaria al otro se vuelve en un sentido o en otro, lo que se plantea Freud a propósito de la transformación súbita, en la Verliebtheit, entre el amor y el odio. [ y podemos deducir de aquí la transferencia negativa].

Este fenómeno del investimiento imaginario juega en la transferencia un papel pivote.

3) La transferencia, si es verdad que se establece en y por la dimensión de la palabra, sólo aporta la revelación de esa relación imaginaria cuando alcanza ciertos puntos cruciales del encuentro hablado con otro, es decir aquí con el analista.

Esto nos recuerda que en el análisis de manera esencial se trata de palabras, luego entonces la transferencia de modo fundamental, se juega en el plano de lo simbólico, más que en la obscenidad imaginaria, es un fenómeno que se da en y por la palabra y no obstante revela una verdad de la relación imaginaria, al encuentro, digamos la Tyché con un analista. De donde, se espera que el sujeto tenga con el analista lo que se llama un verdadero encuentro, en el sentido de un punto de detención de la repetición del modo, de la matriz imaginaria, del estilo de vida que es su fantasma y que el sujeto no puede sino repetir en su existencia. Dicho encuentro lo es, únicamente dependiendo de la posición del analista en el análisis donde, advertido de la transferencia, pueda salirse de la serie, ser al menos uno con el que el analizante no repite. Ahora bien, es un encuentro hablado, es decir que de nuevo el analista es reclamado como símbolo. Se trata de un encuentro dialogal. Es allí donde el sujeto puede revelar su verdad de la relaciones imaginarias que establece.

El discurso, desprendido de una serie de convenciones por la regla llamada fundamental, comienza a jugar más o menos libremente respecto al discurso corriente, y abre al sujeto la vía de esa equivocación fecunda en la que la palabra verídica alcanza el discurso del error.

Desprendido el discurso de las convenciones, hay que entender, convenciones sociales, de vergüenza, respeto, consideración, cortesía, pudor; es en ese sentido que es libre, más o menos, por cuanto se sabe no lo es totalmente, en tanto hay leyes significantes que lo determinan así como una lógica del fantasma que lo subyace igualmente, no obstante la invitación del analista es a que el sujeto hable lo más libremente posible. Y es en esa vía que deviene prolífica la equivocación.

Pero también cuando la palabra huye la revelación, la equivocación fecunda, y se desarrolla en el engaño - dimensión esencial que precisamente nos impide eliminar el sujeto como tal de nuestra experiencia y reducirla a términos objetales - esos puntos se descubren que, en la historia del sujeto no fueron integrados, asumidos, sino reprimidos.

Esto nos dice que el lenguaje en su dimensión esencial engaña al sujeto cuando no lo traiciona, allí donde hay equivocación fecunda, en el lapsus, donde se revela la verdad del sujeto, por esto allí donde el lenguaje yerra es donde emerge el sujeto, el sujeto sujetado al inconsciente, el sujeto del inconsciente en pleno, no el sujeto vuelto objeto de conocimiento opuesto a un sujeto que lo escudriña, como se enseña en las clásicas teorías del conocimiento. Eso es lo que impide al psicoanálisis forcluir al sujeto como lo hace la ciencia al volverlo un objeto de conocimiento. En el análisis la equivocación fecunda hace emerger el sujeto del inconsciente, rebelde a su objetivación. Pero en ese movimiento de discurso se encuentran puntos oscuros, no integrados a la historia del sujeto, agujeros negros hechos de olvido. Igualmente esto nos revela que en el psicoanálisis se trata de una tabla de verdad muy particular, pues en la lógica formal un presupuesto verdadero conduce a una consecuencia verdadera, y una premisa falsa a una conclusión falsa; en el análisis no, una premisa falsa, engañosa, puede conducir a una consecuencia verdadera para el sujeto, por esto no es muy preocupante que el sujeto venga allí a sostener un semblante, o a mentir, su verdad en la equivocación fecunda termina por revelarse.

El sujeto desarrolla en el discurso analítico lo que es su verdad, su integración, su historia. Pero hay allí huecos en esa historia, allí donde se produjo lo que ha sido Verworfen [rechazado de manera originaria] o Verdankt, es decir que en un momento accedió al discurso y luego fue rechazado.

En este punto Lacan propone un esquema:

C es el lugar desde donde el sujeto empieza el recorrido, hacia lo que le es desconocido de su yo y en ese discurrir encuentra los agujeros de lo que rechazó primordialmente o reprimió. Son los puntos donde emerge la resistencia, como silencio en la transferencia.

El fenómeno de la transferencia reencuentra la cristalización imaginaria. Gira en torno a ella y debe reunirse con ella... En O, coloco la noción de yo (moi) inconsciente del sujeto. Este inconsciente está constituido por lo que esencialmente desconoce de su imagen estructurante, de la imagen de su yo, es decir, las capturas por las fijaciones, imaginarias que fueron inasimilables en el desarrollo simbólico de su historia; esto significa que eran traumáticos.

Ya hemos trabajado lo que quiere decir traumático, es decir hueco, hiancia, brecha, en el discurso y es lo que se lee en el análisis como resistencia del discurso, pero es una resistencia proveniente de lo que no puede ser dicho, es traumático, real diremos con el Lacan de después. Bien que aquí las nombra fijaciones imaginarias inasimilables en lo simbólico. Creo que es otra manera de nombrar lo que Freud llamaba por ejemplo en relación al sueño, el ombligo. Pero también a lo que revisábamos en Freud en torno a su concepción de ordenamiento del discurso en torno a núcleos patógenos, que entraban en algún punto en conexión con algo del analista y se le transferían. La dirección de la cura según esta concepción será la de construir los ejes de la historia del sujeto. La historia no es el pasado, los neuróticos tienen pasado, pero historizar es encontrar los resortes, los ejes que ordenan el pasado y revelan su lógica. Y esa es su labor en el análisis. Para ello es necesario un oyente.

Lo que está en O pasa a O’. Todo aquello que se profiere desde A, del lado del sujeto, se hace escuchar en B, del lado del analista. El analista lo escucha pero en retorno el sujeto también lo oye. El eco de su discurso es simétrico al carácter especular de la imagen... Si los ecos del discurso se aproximan con excesiva rapidez al punto O’ - es decir, si la transferencia se hace demasiado intensa - se produce un fenómeno crítico que evoca la resistencia; la resistencia en la forma más aguda en que puede ver manifestarse: el silencio.

Si el concepto es el tiempo de la cosa; la transferencia es el tiempo del análisis

Es preciso entonces un tiempo para que esos contenidos se dirijan al analista, no demasiado pronto, pues, capturado el sujeto en la especularidad intensifica la transferencia. Pero además, decir que el sujeto escucha el eco de su discurso en la simetría de su imagen reflejada en el analista, quiere decir, que el analista allí tiene la posición, o mejor la función de un espejo plano. En efecto en escritos contemporáneos, Lacan sostiene que el analista representa esa superficie pulida que solo refleja las palabras del analizante y donde ningún contenido propio del analista es reflejado.

...Como dice Freud, la transferencia se convierte en un obstáculo cuando es excesiva...si este momento se produce oportunamente, el silencio adquiere su pleno valor en tanto silencio: no es simplemente negativo vale como un más allá de la palabra. Ciertos momentos de silencio en la transferencia representan la aprehensión más aguda de la presencia del otro como tal...

Aquí se establece una correlación que se trabajará más adelante entre silencio y presencia del analista.

Las aparentes contradicciones en relación a la transferencia, a la vez resistencia y motor del análisis, sólo se comprenden en la dialéctica de lo imaginario y lo simbólico...

Entre el analista como imagen y discurso como simbólico prevaleciente y donde es claro el analista es un significante a quien el analizante se dirige.

Algunas páginas atrás en el Seminario I (8), Lacan había definido que el concepto es el tiempo de la cosa. Aquí dice que la transferencia es el concepto del análisis, porque es su tiempo, veamos esto en detalle:

Lacan recuerda una frase de Hegel: El concepto es el tiempo de la cosa. Ciertamente el concepto no es la cosa en lo que ella es, por la sencilla razón de que el concepto siempre está, llega para remplazar a la cosa...¿qué es lo que de la cosa puede estar allí? No es su forma, tampoco su realidad, pues en lo actual, todos los lugares están ocupados. Hegel lo dice con mucha rigurosidad: es el concepto el que hace que la cosa esté allí, aún no estando allí

Es la función presentificadora del lenguaje, que entonces prescinde de la cosa.

Heráclito nos informa: si instauramos la existencia de las cosas en un perpetuo movimiento de tal modo que nunca la corriente del mundo vuelva a pasar por la misma situación, es precisamente porque la identidad en la diferencia ya está saturada en la cosa. De donde Hegel deduce que el concepto es el tiempo de la cosa...

El sentido último de la palabra del sujeto frente al analista, es su relación existencial ante el objeto de su deseo...Esta situación no tiene nada que sea actual, nada que sea emocional, nada que sea real. Pero una vez alcanzada...no es más palabra vacía y que carece de efecto...En el análisis de la transferencia, se trata de saber en qué punto de su presencia la palabra es plena.

El esquema anterior representa el tiempo del análisis, el desarrollo de la palabra, que tiende a realizarse en palabra plena, dirigida a un otro, es decir bajo transferencia, es lo que permite a Lacan criticar la referencia a la llamada "repetición" de la transferencia, por eso la referencia a Heráclito, imposible pasar por el mismo lugar, ese era el defecto del esquema que propuso anteriormente como RSI de la transferencia y la resistencia, su circularidad, aquí es un tiempo que se dirige en espiral a lo ignorado por el sujeto, en un análisis, y ese tiempo no es otro que el tiempo de la transferencia vuelto entonces el concepto mismo del análisis. Esta definición aleja la transferencia de concepciones que la pensaban como afectividad o realidad actual del sujeto en relación al analista. Se trata del concepto que da cuenta del tiempo del análisis, un análisis dura lo que la transferencia dure, hay una lógica, un fin, cuando el sujeto alcance construyendo la historia el punto de reconocimiento de su deseo en O, pero a partir de una posición del analista en O’ que le permita el recorrido, e incluso al final su destitución.

Notas

(1) Lacan Jacques Notas del Seminario sobre El hombre de los lobos, 1952, Inédito.

(2) Lacan Jacques, Le symbolique, l’imaginaire, et le réel, inédita, pero reseñada en La scission de 1953 de Jacques Alain Miller.

(3) Lacan Jacques Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis, en Escritos I, Ed. Siglo XXI, p.293-294

(4) Ramírez Mario Elkin Develamientos del fantasma...Verba Scripta, Medellín, 1992, p. 127

(5) Lacan Jacques El Seminario, libro I, Los escritos técnicos de Freud, Ed. Paidós. p. 271

(6) Ibid. p.240.

(7) Lacan Jacques El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Ed. Paidos. p.282.

(8) Lacan Jacques Op cit. p.351


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