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Seminario
Transferencia y Resistencia

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Organizado por : PsicoMundo

Dictado por : Lic. Mario Elkin Ramírez

Clase 8
El deseo de Freud y sus consecuencias en la transferencia y en la resistencia

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También en la relación al analista el fantasma subyace

La pregunta fundamental de Dora, la pregunta que estructura su neurosis, es a propósito de su sexo. Pero según lo especifica Lacan (1) , no es la pregunta por el sexo que ella tiene, sino:

¿Qué es una mujer? Los dos sueños de Dora son absolutamente transparentes en relación a esto - no hablan sino de esto. ¿Qué es una mujer? y específicamente ¿Qué es un órgano femenino.

Dora en efecto sueña de estaciones de tren, cofrecillos, bosques y ninfas, representando con ello la geografía sexual de la señora K. su sexo. Lacan luego extenderá esta pregunta, diciendo que es la pregunta fundamental de la histeria en general. Pero en particular Dora trata de encontrar fallidamente un símbolo para representar ese órgano, equivalente a el falo para el sexo masculino.

Señala Lacan (2) : Si lo que se llama el reforzamiento del yo existe no puede ser más que la acentuación de la relación fantasmática correlativa del yo, y más precisamente en el neurótico de estructura típica. En lo que concierne, el reforzamiento del yo va en el sentido exactamente opuesto al de la disolución, no solamente de los síntomas, que son propiamente hablando su significancia, que pueden dado el caso ser movilizados - sino de la estructura misma..

Como quise manifestarlo en otro lugar (3), hay una ocultación imaginaria y otra simbólica del fantasma fundamental. Este pasaje de Lacan se refiere al velamiento imaginario.

La última fase del grafo del deseo es la fase imaginaria, que incluye cuatro puntos simétricos de dos en dos: (m) el yo, [i(a)] el otro, el semejante como ideal del yo, (d) el deseo y ($à a) el fantasma.

Lacan aísla estos elementos en un pequeño cuadrado (4). Pero aquí nos dice que estos elementos son una estructura, una estructura cuatripartita, completa. ¿Qué relaciones hay en esa estructura? Pues bien, si el piso superior del grafo representa lo inconsciente, éste está oculto por el primero, consciente. Y esto quiere decir que en las relaciones del sujeto con sus semejante m Þ i (a), subyace una relación más profunda, a saber, la del deseo con el fantasma d Þ ($ à a) . Esto es, que el otro está implicado en el fantasma fundamental, donde el deseo a la vez se realiza. Es decir que al amar al otro se le implica en el fantasma fundamental, es mucho menos romántico, claro está, pero esta lógica lo muestra de manera impecable.

Lo que el párrafo dice a propósito del reforzamiento del yo es que dicha práctica en efecto conlleva una exacerbación imaginaria de la relación con el analista, sueños desde los más inocentes a los más escabrosos y una exaltación de la relación fantasmática correlativa a esta relación del yo y sus objetos. Lo cual, se opone a la estructura porque acentúa uno de sus polos, desequilibrando la estructura, lo que es equivalente al reforzamiento del eje a Þ a’, del esquema L.

El yo en su estructuración imaginaria es para el sujeto como uno de sus elementos. De la misma manera que Aristóteles formulaba que no hay que decir El hombre piensa, si el alma piensa, sino el hombre piensa con su alma, decimos que el neurótico plantea su pregunta neurótica, su pregunta secreta y amordazada, con su yo.

Es desde el yo que se plantea la pregunta fundamental del sujeto, pero toda la estructura está presente. Si decimos que la relación fantasmática es correlativa a la relación del yo y sus objetos, esto incluye la relación del analizante con su analista, en un momento dado de desarrollo de la transferencia, por ello supusimos el fantasma de la felación de Dora en su relación con Freud, Freud mismo lo sugiere entre líneas, cuando hace alusión al fumar. Es un carácter de la relación que interviene en la transferencia. Pero correlativamente, lo que se juega en la transferencia tendrá resonancia en la relación fantasmática en el sujeto con su deseo. El analista también estará implicado en el fantasma fundamental del sujeto, lo veremos más claramente en El hombre de las ratas.

Su diferencia absoluta, la del deseo analista, no puede entonces provenir sino de su maniobra; si elige reforzar el yo, las consecuencias de la intersubjetividad no se harán esperar y entrará en la repetición de lo que el sujeto hace con sus relaciones interpersonales, el abandono, el odio, la agresividad, etc. Tal como Dora hace con Freud.

La tópica freudiana del yo nos muestra como una o un histérico, como un obsesivo, usa su yo para plantear la pregunta, es decir justamente para no plantearla. La estructura de una neurosis es esencialmente una pregunta, y por eso mismo fue largo tiempo para nosotros una pura y simple pregunta. La neurosis está en una posición de simetría , es la pregunta que nos hacemos, y es justamente porque nos involucra tanto como a el neurótico que tenemos la más grande repugnancia para formularla con mayor precisión...

El deseo de Dora y el saber de Freud

Nos involucra como analistas, es ineludible. Hay aquí además una bella definición de lo que es una neurosis: una pregunta y es dicha pregunta la que hace sufrir, y existir.

¿Quién es Dora? es alguien capturado en un estado sintomático muy claro, con la salvedad de que Freud, según su propia confesión, erró respecto al objeto de deseo de Dora, en la medida en que él mismo, está demasiado centrado en la cuestión del objeto, es decir, en que no hace intervenir la duplicidad radical subjetiva que está implicada. El se pregunta qué desea Dora antes de preguntarse quien desea Dora.

Dicha duplicidad es la intersubjetividad de la que hablamos, intersubjetividad imaginaria de a Þ a’ o en el grafo del deseo m Û i(a). De otra parte, la consecuencia de este mal planteamiento de la pregunta es que finalmente quiere hacer coincidir el deseo de Dora con su propio saber.

Y Freud termina por darse cuenta - según Lacan- de que, en ese ballet a cuatro - Dora, su padre, el señor y la señora K- es la señora K. el objeto que interesa verdaderamente a Dora; en tanto que ella misma está identificada al señor K. La cuestión de saber donde está el yo de Dora, es así resuelta - el yo de Dora, es el señor K. La función que cumple en el esquema del estadio del espejo por una imagen especular, donde el sujeto sitúa su sentido para reconocerse, donde por primera vez sitúa su yo, ese punto extremo de identificación imaginaria, es en el señor K. que Dora lo ubica. Es en tanto que ella es el señor K. que todos sus síntomas toman su sentido definitivo...

La afonía de Dora se produce durante las ausencias del señor K. y Freud explica de una manera muy bonita - ella ya no necesita hablar si él no está más allí, sólo le queda escribir....

Si ella se calla así, es en efecto que el modo de objetivación no está puesto en ningún otro lado. La afonía aparece porque Dora es dejada directamente en presencia de la señora K. todo lo que pudo escuchar acerca de las relaciones de ésta con su padre gira en torno de la felación, y esto es algo infinitamente más significativo para comprender la intervención de los síntomas orales...

La afonía aparece entonces en cuanto estaba frente a frente con su objeto. Es la ilustración del fantasma puesto en acto en la realidad de la intersubjetividad. Frente a la señora K., su objeto, Dora sufre una erotización especial de la función oral, sustraída de sus usos habituales y referida al cunilingus, equivalente femenino de la felación.

Dora se quiebra en síntomas orales no en tanto se aleja del señor K. soporte de su identificación, sino mientras se acerca demasiado al objeto de su deseo, sin la barrera, sin la mediación de esa identificación, para tramitar su acceso a dicho objeto.

¿Qué dice la mujer histérica? Su pregunta es la siguiente: ¿Qué es ser una mujer?

Y fue en esto que Freud se equivocó respecto al objeto de Dora a causa de su prejuicio teórico del Edipo positivo.

Cuando Dora - Continua Lacan (5)- se encuentra interrogándose sobre ¿Qué es una mujer? intenta simbolizar el órgano femenino como tal a través de sus sueños por ejemplo. Su identificación al hombre portador del pene, le es en esta ocasión un medio de aproximar esta definición que le escapa. El pene le sirve literalmente de instrumento imaginario para aprender lo que ella no alcanza a simbolizar...

Si hay más histéricas mujeres que hombres histéricos...es porque el camino de realización de la mujer es más complicado.

Es esa complicación suplementaria de la sexualidad femenina la que se le escapó en este caso a Freud y lo hizo equivocarse, el insuficiente conocimiento de la sexualidad femenina.

La posición es hasta un cierto punto inasimilable, pero una vez que una mujer se compromete en la histeria, hay que decir también que su posición presenta una estabilización particular, debido a su simplicidad estructural.

La insistencia simbólica en la transferencia

Ahora bien, no hay que olvidar que la histeria masculina concierne también la posición femenina. De otra parte, Lacan reflexiona el caso Dora desde el punto de vista de la resistencia y la transferencia, a partir de su esquema L (6).

Entre S y A , la palabra fundamental que debe revelar el análisis, tenemos una derivación del circuito imaginario que se resiste a su pasaje...

Aquí encontramos, si se quiere, una primera representación topológica de la resistencia, lo imaginario hace barrera, resistencia, al pasaje de la palabra plena por el eje simbólico, esa palabra es la que el análisis debe revelar.

Si queremos colocar al analista en ese esquema de la palabra del sujeto, puede decirse que él está en algún lado en el A. Al menos debe estarlo, si entra en el emparejamiento de la resistencia, lo que le enseño justamente a no hacer, desde a’ habla y entonces se verá en el sujeto. Esto se produce de manera más natural si él no está analizado - lo que sucede a veces, y diría incluso que, desde cierto punto de vista, el analista no es nunca completamente analista, por la simple razón que es hombre y que participa también en los mecanismos imaginarios que le obstaculizan el paso de la palabra.

El lugar del analista es a pensar del lado del A, menos que del a’, pues, situarse en ese lugar comporta colocarse del lado de la resistencia imaginaria a la palabra plena. Es algo de lo que permanentemente el analista debe estar vigilante. Pues en tanto humano continua participando de lo imaginario, luego entonces su dirección será la de abstenerse en la cura de entrar en este eje y permanecer en la palabra.

Se trata para él de no identificarse al sujeto, de estar suficientemente muerto como para no ser tomado preso de la relación imaginaria, al interior de la cual siempre es solicitado a intervenir y permitir la progresiva migración de la imagen del sujeto hacia S, la cosa a revelar y que no tiene nombre, que no puede encontrar nombre si no en tanto que el circuito termine directamente de S hacia A. Lo que el sujeto tenía que decir a través de su falso discurso encontrará un paso con mayor facilidad en tanto que la economía de la relación imaginaria haya sido progresivamente disminuida.

Y para librarse de esa posición de a’ donde el analista es solicitado a intervenir por el analizante, como amante, como amigo, en una terapia más calurosa o comprensiva, es solicitado a responder en la simetría. Pero dice Lacan que para librarse de esa posición el analista debe estar suficientemente muerto.

El analista hace de muerto: la neutralidad del analista.

Es algo enigmático, pero que se aclara con otro escrito de Lacan donde trabaja esta posición del analista. Traté de trabajar este problema en un artículo hace varios años (7), Lacan había hablado de que el analista debía borrarse, es decir, borrar sus intereses y deseos yoicos en la situación analítica. Hoy entendemos mejor esto, por cuanto, sabemos se trata incluso de sus intereses intelectuales, diríamos además que debería borrar sus prejuicios Es otra manera de entender la neutralidad, el analista se hace un ser ne-uter, es decir, ni el uno ni el otro de los que están allí (8). Es un borramiento que conlleva una mortificación del analista. Así neutre es también n’être, es decir, no ser.

Lo que en el esquema L se llama el sesgo mortal de a Þ a’ vislumbrado en el estadio del espejo, si al júbilo le sucede la rivalidad mortífera con el semejante. Eso es lo que le espera al analista al situarse en a’. Se reduce la distancia entre a y a’ y en la confusión con el otro el sujeto puede buscar en el pasaje al acto la diferencia radical. Así por ejemplo en el caso Dora la bofetada que ésta le propina al señor K. es un pasaje al acto de este tipo que pone una diferencia entre ella y él, puesto que si para él su mujer no era nada, para Dora era todo. Y es ante esta declaración "mi mujer no es nada para mi" que Dora abofetea de manera memorable a aquel a quien se había identificado, pero que ahora enfrenta en una vertiente mortal de yo a yo. Esa bofetada coloca la diferencia.

Hacerse el muerto es lo que conviene al analista, no desde el silencio sepulcral, como algunos analistas han entendido esta sentencia, y pueden hablarle al analizante dos veces al año. El analista, dice Lacan, interviene concretamente en la dialéctica del análisis haciendo el muerto, cadaverizando su posición (9). Lo cual hace que el analista ocupe los lugares del otro en el esquema L.

La línea entrecortada que divide el esquema en dos, sería un espejo plano, que parte el esquema colocando de un lado el sujeto, y del otro su yo. Esto hace que al analista le queden dos lugares: el del A, el otro y el del semejante, a’. desde este último debe anular su resistencia y más allá de ese otro instalar en A su silencio, para darle la palabra al sujeto.

Pero las referencias al lugar del muerto, se aplican igualmente al juego del Bridge como metáfora para el lugar del analista (10).

En el juego del Bridge, luego de ganar el contrato, el contratante es aquel que primero mencionó el triunfo, entonces su compañero es el muerto. En el análisis de antemano el analista situado en A juega con el muerto situado en a’ en la medida en que mortifica sus prejuicios, intereses y deseos como persona.

El juego del Bridge es a dos parejas, donde los compañeros se sitúan frente a frente en la mesa. El muerto coloca sus cartas cara arriba delante de sí, no interviene en el carteo, cualquier intervención suya para indicar la carta a jugar, será sancionada, obligándole a jugar la carta que sus adversarios dispongan y, sin embargo, por gestos y señales, deberá comunicarse con su compañero para adivinar las cartas de sus opositores y ganar el juego.

En el análisis, el analista juega con el muerto, su semblante, usualmente su intervención desde el yo por fuera de la dirección de la cura, es decir en la dirección de la vida del paciente, lo que no puede ser sino en la vía de la sugestión, se paga con transferencia negativa; en ese lugar, sin embargo, tiene que servirse de su semblante a’ para actuar desde A, "el rostro frío y la boca cerrada" del muerto tiene una finalidad distinta del Bridge, no se trata de ganar la partida, sino hacer emerger el cuarto término, se trata de que el analizante adivine algo de su compañero de juego, a saber, el yo propio del que sin embargo desconoce un punto ciego.

El analista paga con su persona, su silencio o la palabra, y con su ser, pero en esta abnegación está el deseo del analista.

El automatismo de la repetición, - continua Lacan- como desde el comienzo de toda teoría [de Freud] de la memoria, está fundada sobre la cuestión que le plantea la insistencia de una palabra que en el sujeto vuelve hasta que haya dicho su última palabra, una palabra que debe volver, a pesar de la resistencia del yo que es la defensa, es decir, adherencia al contrasentido imaginario de la identificación al otro. La repetición es fundamentalmente insistencia de una palabra.

Esa es la definición de la resistencia imaginaria, una adherencia al contrasentido de la identificación al otro que obstaculiza el acceso a la palabra verdadera que no obstante insiste.

En el Seminario IV (11) Lacan plantea que en un sueño siempre se encuentran: el deseo inconsciente y otro deseo referido a un factor de la relación dual, debido a que cuando cuenta este sueño, en análisis se dirige a alguien:

En este sentido, un sueño producido durante un análisis comporta siempre cierta dirección inconsciente. Toda la cuestión está en saber si se deben destacar las intenciones. [Que provienen de una intención preconsciente o del deseo inconsciente].

Si Freud titubea ante este contenido - de un sueño de la Joven homosexual- es, precisamente, a falta de llegar a una formulación depurada de la transferencia. Hay en la transferencia un elemento imaginario y otro simbólico y en consecuencia hay que elegir. Si la transferencia tiene sentido, si tiene sentido lo que Freud nos aportó ulteriormente con la noción de Wiederholungzwang [Compulsión a la repetición] ...es que si hay transferencia es en la medida en que hay una insistencia propia de la cadena significante...La transferencia se produce en lo esencial en el plano de la articulación simbólica.

Esto quiere decir que si la transferencia se produce esencialmente en el plano simbólico y el tiempo de la cadena significante es la insistencia, esto es lo que explica una cierta dimensión de repetición que aparece en la transferencia. Pero la transferencia no es la repetición, es una diferencia de la que nos ocuparemos en detalle más adelante, aquí, no obstante, ya hay una respuesta, la repetición propia de la cadena significante hace que por la articulación simbólica de la transferencia aparezca la insistencia de significantes en la transferencia misma, que la hacen confundir con la repetición, lo que hizo perder muchos analistas en el pensamiento de que el sujeto repite el pasado en la transferencia, mientras son los significantes que insisten en la realidad de la transferencia.

Cuando hablamos de transferencia, cuando algo adquiere su sentido al convertirse el analista en el lugar de la transferencia, es precisamente en la medida en que se trata de la articulación simbólica propiamente dicha y ello, por supuesto , antes de que el sujeto la haya asumido.

Se trata finalmente de una transferencia de la articulación simbólica a la dimensión imaginaria de la transferencia propiamente dicha, sin que el sujeto lo haya advertido ni asumido. Así, hay articulaciones significantes que insisten en el sujeto y se cristalizan o encuentran su punto de referencia en la actualidad de la relación al analista, y eso es la transferencia.

Sin duda- continua Lacan, más adelante (12)- Freud se da cuenta après-coup, que si fracasó [con Dora] es en razón de una resistencia de la paciente a admitir la relación amorosa que la liga al señor K. como Freud se lo ha sugerido con todo el peso de su insistencia y de su autoridad. Va incluso hasta indicar en una nota que hubo sin duda un error de su parte, y que hubiera debido comprender que el apego homosexual a la señora K. era la verdadera significación de la institución de la posición primitiva de Dora, y a la vez su crisis..."

Freud entonces erra al insistir y sugestionar desde su autoridad sobre una interpretación que desata la resistencia e incluso la huida del paciente.

El histérico, es alguien que ama por procuración...la histérica es alguien cuyo objeto es homosexual por identificación con el otro sexo...y el yo, solamente el yo de Dora se ha identificado a un personaje viril, el señor K. Los hombres son cristalizaciones posibles de su yo. En otros términos, es por intermedio del señor K. y en tanto que ella es el señor K. , es al punto imaginario que constituye la personalidad del señor K. que Dora está ligada al personaje de la señora K.

[Verliebtheit = función narcisista que en el fondo es todo enamoramiento]

Toda la situación se instaura como si Dora tuviera que plantearse la pregunta ¿Qué es lo que mi padre ama en la señora K.? La señora K. se presenta como lago que su padre puede amar más allá de ella misma [de Dora] Es a lo que Dora se aferra, es a lo que es amado por su padre en otra, en tanto ella no sabe que es.

Dora se interroga - ¿Qué es una mujer? y es en tanto la señora K. encarna la función femenina como tal, que ella es para Dora la representación de aquello en lo que ésta se proyecta como siendo la pregunta.

La señora K. es entonces para Dora su pregunta y fue esto que Freud no reconoció a tiempo.

Pero otro elemento se agrega a la reflexión, en el Seminario V (13), Lacan retoma el hecho de que el padre de Dora es impotente:

ella lo sabe, luego entonces sabe que el deseo del padre por la señora K. es un deseo barrado. Sabemos también, con un poco de retraso, Freud no lo supo sino demasiado tarde que la señora K. es el objeto sexual de Dora, precisamente en función de esto: que es el deseo del padre y que es un deseo barrado.

Dora sabe que su padre es impotente, puesto que el uso particular que hace de la lengua sugiere al decir que Madame K. se interesa en su padre porque este es afortunado (adinerado) lo dice con la palabra Vermogen, lo que a la vez significa impotente. Y es por esto que ella luego debe acudir a la fantasía de la Felación como sustituto del coito entre ellos.

No obstante Dora sostiene el deseo de su padre como un deseo castrado, y mantiene el suyo como deseo insatisfecho.

Por ello tiene que acudir al señor K. para poder apoyarse y acabarse, encontrando ella misma su identificación, su ideal; es preciso que al menos allí haya al nivel de un más allá de la demanda, un encuentro que permita descansar, orientarse sobre esa línea, es allí en el señor K. donde ella la encontró, como es absolutamente evidente en toda la observación, su otro en el sentido de la a minúscula [el semejante] , aquel en el que ella se reconoce...

Acude al señor K. en tanto éste tiene un falo que funciona, lo ha demostrado, es un Don Juan, la escena de la escalera también ha sido decisiva para dora saber que el pene del señor K. funciona. Y es por eso que Dora lo eligió como pivote de su identificación viril, es decir para orientarse en la significación fálica y preguntarse desde esa identificación masculina por la mujer.

Pero el destino de K. como el de Freud será la castración igual que el de Freud, en tanto se siente desalentado respecto a los resultados de este análisis.

... y es bien por esto que [Dora] a la vez se interesa extraordinariamente en él,[en el señor K.] y que engaña en un principio su mundo, a saber, Freud en esta ocasión que cree que ella ama al señor K. Ella no lo ama, sino que él le es indispensable y más indispensable aún que el señor K. aquel que desea la señora K... A partir del momento en que el señor K. le dice la palabra fatal, a saber que él no está allí para soportar su identificación, por la simple razón que su mujer no es nada para él...ella no lo tolera - lo abofetea y luego esto- desencadena su furor...

El inconsciente es el saber que causa el deseo del analista, Freud se fascina con el inconsciente, desea capturar sus leyes y eso explica el:

carácter extraordinariamente intervencionista de las interpretaciones...[Dichas] interpretaciones - él mismo lo reconoce- estaban ligadas justamente a un conocimiento incompleto de la psicología, por ejemplo, de los homosexuales en general ... pero también de las histéricas, es algo entonces que hace que para nosotros las interpretaciones en más de un caso, de Freud, se presentan con un carácter a la vez muy directivo, y casi forzado, con un carácter precipitado que da en efecto a ese término de interpretación al lado, su pleno valor.

Interpretación al lado, es un tipo de interpretación que no apunta directamente al blanco, sino al lado, por cuanto es el paciente quien debe deducir el centro, el blanco; si el analista diera en el blanco, corre el riesgo de fijar el sujeto a un goce, es algo que puede ser incluso cierto, que el sujeto goce así, pero por la investidura transferencial puede tener el efecto de fijar el sujeto a dicho goce, por venir de una persona investida de autoridad, y esa fijación es lo contrario del efecto de movilización del goce que el análisis espera.

El deseo del analista se encuentra en el rechazo de su goce

Un ejemplo palpable es el paciente de Ruht Lebovici, el hombre de la botella de insecticida... Ella le dice que la madre es la armadura armada de la botella de insecticida que aparece en el sueño, y lo interesa en ese objeto, en el falo materno, según la interpretación, lo que hace que él desencadene una perversión dicha transitoria pero que ocupó el sujeto casi dos años, y que consistía en verificar la existencia del falo materno, espiando las mujeres mientras éstas orinaban en un baño público.

No obstante, es cierto que esas interpretaciones [las de Freud] en ese momento eran lo que seguramente se presentaba como la interpretación que debía ser hecha, hasta cierto punto, la interpretación eficaz para la resolución del síntoma...

Al tiempo que Freud hacía sus interpretaciones a Dora, cuando le decía por ejemplo que ella amaba al señor K...le indicaba sin ambages que era con él que normalmente debería rehacer su vida, había aquí algo que nos sorprende, tanto más cuanto que, está claro que algo podía no estar en cuestión y por las mejores razones, a saber que al fin de cuentas Dora no quiere saber absolutamente nada. Sin embargo, una interpretación de este orden en el momento en que Freud la hizo se presenta sobre el fondo de algo que, de parte del sujeto, del paciente, Dora, no comporta ninguna especie de presunción que Freud esté allí para rectificar, si puede decirse, su aprehensión del mundo, para hacer que algo en ella sea llevado a la madurez de su relación de objeto.

Rectificación subjetiva es una expresión que utiliza Lacan en La dirección de la cura y los principios de su poder, para nombrar la finalidad de las entrevistas preliminares, donde hay un desarrollo de la transferencia que permita una interpretación tendiente a rectificar las relaciones del sujeto con la realidad, con la aprehensión que del mundo que tiene, y en este caso con las relaciones de objeto de Dora. Sin embargo, en el caso no hay en realidad material que justifique esto, Dora no requiere ser conducida a la madurez de su relación de objeto, sobre todo que Freud aún no se ha percatado del lazo dicho homosexual. Luego entonces el fondo de la interpretación es con base en el prejuicio de Freud.

Errores y prejuicios del analista.

En este mismo Seminario (14), Lacan declara que: no se trata de hablar de contratransferencia en el sentido personal de las cosas, si no de la contratransferencia en un sentido más general donde se puede considerarla como constituida por lo he llamado los prejuicios del analista; dicho de otra manera el fondo de las cosas dichas y no dichas sobre las cuales se articula su discurso...

Esta es una interesante definición del deseo del analista, a saber aquello que se articula sobre el fondo de su palabra a su silencio en el análisis.

Lo que Dora quería, es en suma subsistir como sujeto en tanto que ella demanda el amor, sin duda como toda buena histérica, sabe que ella sostiene el deseo del Otro en tanto tal. Es ella quien lo sostiene, es ella quien es el apoyo.

El término de que ella sostiene el deseo del Otro, es aquí el término que conviene mejor al estilo de su acción y de su posición respecto a su padre y a la señora K.

Es en este mismo sentido que podemos decir que las histéricas sostuvieron el deseo de Freud, un deseo de saber, y a ello le debemos el psicoanálisis.

Y es en tanto que ella se identifica al señor K. que toda la pequeña construcción es posible. Es en una cierta relación al otro, entonces imaginario, como tal; Es en tanto que frente a ese deseo ella lo sostiene en ese lugar, a saber en el lugar que le es correspondiente.

Ustedes han visto que en suma aquí se dibuja un pequeño cuadrado cuyas puntas son representadas por el yo [ moi], la imagen del otro [ i (a) ] , la relación del sujeto constituida con el otro imaginario [ ($à a)] y el deseo [ d] . Encontramos así los cuatro pies sobre los cuales puede normalmente un sujeto humano constituirse como tal, es decir, ni más ni menos advertir el mecanismo y las cuerdas que tiran la marioneta de otro aquí donde él la ve, es decir, donde él es capaz, más o menos capaz de orientarse en ese componente esencial...

Son pues éstos los cuatro lugares suficientes para la constitución del humano como tal, su mecanismo y móvil. El deseo, el fantasma, su yo y el semejante.

La identificación histérica está esencialmente en que la histérica, para enfrentar ese deseo, que para ella es un punto enigmático, es algo a lo que siempre damos, una especie de interpretación forzada que es aquella que caracteriza todos los primeros abordajes que Freud hizo del análisis de la histeria.

Es para esto que le sirve a Dora y a la histérica en general la identificación. Para enfrentar el deseo del Otro. Se entiende, para enfrentar el deseo de la señora K. poniendo en esa identificación la barrera frente al goce. Para enfrentar el deseo del padre sosteniéndolo por procuración.

Freud no dijo que el deseo está situado para la histérica, en una posición tal que pueda decírsele: que está en éste o aquel de sus decires, es siempre una interpretación forzada, siempre interpretación inexacta, siempre interpretación al lado. No hay ejemplo de que una histérica, sea, en las primeras observaciones que Freud nos dio, sea más tarde, sea en el caso Dora, incluso si extendemos el sentido de histeria el caso de la joven homosexual...que Freud de algún modo no haya cometido un error, y sin ninguna excepción en ningún caso llega al rechazo de la paciente de acceder por el sentido del deseo, de sus síntomas y de sus actos, cada vez que es así que él procede, en efecto, el deseo de la histérica es esencialmente y como tal no deseo de un objeto, sino deseo de un deseo. Esfuerzo para mantenerse frente a ese punto donde ella llama su deseo; el punto donde está el deseo del otro. Ella se identifica al contrario a un objeto. Dora se identifica al señor K.

El deseo entonces es finalmente en la histeria, no un deseo de un objeto. Es metonímico, se desplaza, se transfiere. Es siempre deseo de deseo. Si volvemos sobre los errores de Freud; errores que antes que nadie él mismo los señala, es para desprendernos del ideal del analista infalible. El concepto de deseo del analista sirve para eso. Para desprendernos de la enfermedad infantil de los humanos, que es el narcisismo. Enfermedad que por tanto concierne también a los analistas. Por ello no se puede analizar con el yo. Volvemos sobre los errores de Freud también para verificar que cumplen una función, en la interpretación a pesar de todo, por cuanto no llevan al sujeto al rechazo del sentido del deseo. Deseo de deseo, porque esas interpretaciones , incluso inexactas, forzadas, al lado, dan cuenta del deseo de Freud y también del deseo del analizante que se articula al deseo del analista.

Si el deseo de la histeria es un deseo de un deseo, vemos en el análisis la importancia del deseo del analista; por cuanto en un momento el deseo de la histérica será el deseo del deseo del analista, y por esta razón podrá desear, por ejemplo analizarse, es por eso que la cosa funciona. Pero si el deseo del analista es por ejemplo que su analizante se cure, que se supere, etc. recibirá los contragolpes agresivos de la caridad, que es lo que en el fondo fundamenta todo deseo de ayudar al otro.

La histérica como todos los sujetos, sabe bien que es por un cierto rodeo, y en tanto que se fija a la imagen de otro, que encuentra que tiene fijo el lugar de su yo, el lugar de deseo. Ella obtiene exactamente de la misma manera al nivel superior si puede decirse, que si la histérica se separa, se desvía del otro y del significado del otro, ella llega a situarse en cierto tipo ideal, en una cierta imagen a la cual se identifica. Es igualmente por un rodeo análogo que Dora se identifica al señor K...

Ella encuentra el lugar de deseo del que busca situar el punto, a saber, cómo se puede, si se es una mujer, desear una mujer cuando se es impotente. Ese es el caso para Dora.

Son las implicaciones de la estructura cuatripartita [d, $ à a, m, i (a)] Pero esto quiere decir que lo que le interesa a Dora no es entonces un hombre, sino que un hombre desee por causa suya, es decir, ¿cómo hacer desear a un hombre? es otra variante de su pregunta, y la respuesta la supone resuelta en la señora K. quien sí sabe hacerse causa del deseo de un hombre.

Si Freud se hubiera apoderado a tiempo de la transferencia, hubiera tal vez podido colocarse en un lugar de excepción respecto a la idea que de los hombres tenía Dora: que todos son iguales a K. Tal vez ella se hubiera quedado y enganchado, pero Freud se obsesiona, dice Lacan (15), en lo que le concierne en lo que dice Dora, interroga su deseo ¿qué hombre quiere Dora?

No hay que olvidar la concepción de la transferencia en la época, donde no está bien diferenciada de la repetición en la que el analista está incluido.

Pero el analista en estas circunstancias puede revelarse en su interpretación, al paciente, por ejemplo en las determinaciones del falso reconocimiento; es decir interpretaría la transferencia para separarse de esa inclusión en la repetición que operaría en la transferencia (16).

Qué de la transferencia se interpreta.

Se ha tendido a confundir la repetición de la transferencia con lo que en realidad opera, a saber, la repetición como tiempo, como resorte de la cadena significante, resorte de su lógica, de lo simbólico. Y como lo simbólico es lo que dinamiza la cura y la transferencia misma, su repetición es lo que hace confundir con una repetición en la transferencia. Pero, en rigor, sólo hay repetición significante.

Ahora bien, interpretar la transferencia es ubicar las insignias dadas al analista en el discurso (17). Esto no es denunciar que lo confunde con otro personaje, el paciente sabe que el analista no lo es; se trata de que ese significante desprendido del analista se integre en lo simbólico al discurso y desde allí confirme el sujetamiento del analizado al significante amo, a los significantes que lo historizan.

El riesgo de la prisa en la interpretación de la transferencia es confundir sus tiempos. El primer tiempo es la palabra que falta: resistencia; en el segundo surge la presencia del analista: transferencia; y en el tercero, se reanudan las asociaciones cuando el analizante "traslada a la persona del médico" un elemento del "complejo asociativo, la repetición cumple su papel.

La prisa en la interpretación de la transferencia hace entonces trabar sus tiempos, trabar el tercero retirándole al analizante el analista como soporte de la asociación y se reduce el segundo tiempo al primero, es decir la resistencia de transferencia.

El analista debe mantener el análisis cuando es amado y se le intima. Debe desear continuar el análisis negándose al goce que se le ofrece. El deseo del analista se encuentra en el rechazo del goce.

El problema finalmente ha sido el de encontrar el lugar para el analista, cuando se sabe que es requerido por el amor, el odio, o la erotomanía, y como lugar para sus pasiones y juicios. El problema es real, pero las soluciones han sido inadecuadas: abstinencia, interpretación de la transferencia, técnica activa, contratransferencia

Si la transferencia se interpreta - dice Michel Silvestre (18)- no es en el sentido en que podría ser levantada la ilusión que produce, sino en el sentido en que esta ilusión ha cumplido su tiempo y que otra puede sustituirla...lo que importa es la verdad del analizante y estas ilusiones sucesivas son medios para significarla.

[El saber cuando no es supuesto se vuelve una significación de verdad para el sujeto.]

El analista tiene que hacer un semblante de algo distinto del saber, justamente de lo que no es significante.

Lacan retoma el problema del caso Dora en el Seminario XVIII (19) allí dice:

Hay que leer Dora, y a través de las interpretaciones enrevesadas - empleo el mismo término que Freud da a la economía de sus maniobras- , no perder de vista algo que, osaría decir, Freud recubre con sus prejuicios.

Por ejemplo, la existencia de la armonía sexual, o las insistencias en la prevalencia de la figura paterna.

Hago un pequeño paréntesis. Se acuerden o no del texto, remítanse a él y verán esas frases que a Freud le parecen tan evidentes- por ejemplo, que una chica se las arregla solita en esos trances, incluso cuando un señor se le tira encima, que no hay por qué hacer aspavientos, si es una chica como tiene que ser por supuesto. ¿Por qué? Porque Freud lo cree así. O lo que es más, que una chica normal no tiene porque sentir asco cuando le hacen una cortesía. Esto parece como si fuera evidente. Hay que reconocer el funcionamiento de lo que llamo un prejuicio en la forma de considerar lo que nuestra Dora revela.

Si el texto ha conservado con todo, algunos de esos índices a los que trato de acostumbarles, verán que a ustedes mismos no les parecerá ilícito pronunciar la palabra enrevesado que he pronunciado hace un momento. La fuerza prodigiosa, la astucia, de aquellas inversiones que Freud explica, en cuyos múltiples planos se refracta, a través de tres o cuatro defensas sucesivas, la maniobra como la llamó, de Dora en materia amorosa, en la medida que refleja lo que el propio Freud señaló en el texto de la Traumdeuctung , tal vez les hará ver que estas idas y venidas dependen de cierto modo de planteamientos...¿cómo se ordena lo que tanto le conviene a Dora del señor K. a quien llamaré aquí curiosamente el tercer hombre?...Lo que le va a Dora es la idea de que él tiene un órgano.

Freud se da cuenta y nos indica de manera precisa que es esto lo que tiene el papel decisivo en el primer encuentro, la primera escaramuza, si puedo expresarme así, de Dora con el señor K., cuando ella tiene catorce años y el otro le da un apretón en un portal. Eso no altera en absoluto las relaciones entre las dos familias. Por otra parte nadie se le ocurre sorprenderse.

En efecto, si lo que interesa a Dora del señor K. es el falo, en tanto es él quien tiene un pene que funciona, los avatares de Dora con el señor K. hablan de sus avatares con el falo. Freud sabe esto y por eso relata en detalle la escena de la escalera, o del portal, e interpreta incluso que la opresión en el pecho de la que Dora se queja luego, no es más que el desplazamiento de abajo hacia arriba, por cuanto aquello que debió sentir como opresión era la del órgano sexual erecto, del señor K.

Las interpretaciones de Freud van entonces en el sentido de señalar el objeto del deseo de Dora, más allá de K. , el falo. Es lo que se refracta y ordena en las relaciones de Dora con el señor K. Como toda mujer, su lugar en la sexuación se organiza también en relación a éste significante, pero ella está perdida porque sueña con un significante que represente una equivalencia similar al falo para la feminidad, sueña con bosques, ninfas, lagos, cofrecillos y estaciones de tren.

Ahora bien, lo que es del orden del prejuicio es que Freud piensa que una chica siempre se las arregla solita en estos casos. Lo curioso es precisamente que resulta que ella no se las arregla solita y pone a todo el mundo al corriente, pero más tarde.

Entonces, el tercer hombre, ¿Para qué? Ciertamente, su valor reside en el órgano, pero no para que Dora sea feliz con él, si puede decirse así, sino para que otra lo prive de él...

Es algo muy importante: porque son los prejuicios sobre la sexualidad femenina los que hacen errar a Freud y en general a los analistas que no se apliquen a estudiarla. Es importante ver que Dora no quiere el órgano para ser feliz con él. Como creería, por ejemplo, la escuela inglesa, que el fin sexual de la mujer es la recepción peniana y que allí está su felicidad, por cuanto la del hombre es la penetración. Y bien, no necesariamente, porque esto es hacer corresponder el fin femenino al fin masculino y creer en la armonía.

Dora no quiere el órgano sino para que otra goce y la prive de él, y de este modo no ser ella requerida sexualmente, no ser requerida en su ser de mujer sexuada, como objeto del deseo de un hombre.

La contemplación teórica de la señora K. ,si puede expresarme así, tal como se desarrolla durante la estancia boquiabierta de Dora ante la Madona de Dresde...(20)

Adornando al objeto del deseo en que se ha convertido en su horizonte la mujer, la mujer que es su envoltura corporal y que en la observación se llama señora K., la que va a contemplar bajo la figura de la Madora de Dresde, obtura con esa adoración su reivindicación peniana.

Son las particulares maniobras de Dora con el falo; Adorna la mujer. Adornada quiere decir adorada, es decir deseada, en la representación de la Madona de Dresde, dos pastores, un hombre y una mujer están de rodillas frente a ella. Decir deseada, quiere decir, elevada a la categoría de causa del deseo, esto es, vuelta el falo mismo, o incluso vuelta mujer fálica, por el apéndice que carga en sus brazos. La mujer y el niño es una figura fálica completa.

Pero en esa adoración de la otra, Dora cierra la posibilidad de ser interpelada, de ponerse ella en cuestión. Por eso Freud no estaba tan extraviado cuando en sus interpretaciones enrevesadas quiere en última instancia confrontarla con el falo del señor K., casándola con él.

Pero Dora no reivindica el pene, esa fascinación por la señora K. recubre la reivindicación. esto enseña de paso, para qué puede servir la fascinación.

Esto me permite decir - continua Lacan- que la bella carnicera no ve que a fin de cuentas sería feliz, como Dora, si le dejara ese objeto a otra. - Esta señora K. es la que sabe sostener el deseo del padre idealizado (21), pero también demorar la contrapartida, si puedo decirlo así, y al mismo tiempo privar de ella a Dora, que se haya así, por partida doble, a salvo de ser capturada. Pues bien, este complejo es la marca de la identificación con un goce en tanto que goce del amo.

A Dora el señor K., le ofrece el goce del Otro y ella no lo quiere, porque lo que ella quiere es el saber como medio del goce, pero para que sirva a la verdad, a la verdad del amo que ella encarna como Dora. Y esta verdad, para decirlo de una vez es que el amo está castrado.

Ese saber del goce, a través del señor K. Dora lo pone al servicio de la verdad. Por eso al final ella está muy contenta de haber hecho saber la verdad de que la señora K. era la amante de su padre y que éste quería prostituirla con el señor K. en canje de su silencio. Pero también quiere mostrar que el amo del goce está castrado, porque finalmente es un cornudo.

Esto lo evoco porque si Freud es subrogado del padre castrado, el lugar que Dora le transfiere es el que puede dejarlo en el desaliento o la impotencia.

Es singular entonces la razón para la cual quiere Dora el falo, para que otra la prive de él, para de este modo, resguradarse de su propia castración y señalar que los hombres, Freud incluido, están castrados.

Es una fantasía frecuente en las mujeres castrar a los hombres. Lo vemos en la historia de Judith y Holofernes, o de Salomé y el profeta Bautista, en la bella película El imperio de los sentidos, o en el gran despliegue que en los Estados Unidos dieron recientemente a la mujer ecuatoriana que enfrentaba un juicio en la corte, por haber castrado a su marido en venganza porque éste la violaba.

La transferencia negativa de Dora y dejar a Freud "privado del placer de curarla" va en el mismo sentido. Castrarlo como al señor K. Castrar al analista.

Recuerdo que en el seminario de la Dra. Françoise Gorog, hace algún tiempo, citaba una frase de François Perrier quien decía que la histérica quería ser violada...pero por Júpiter. Y no hay que olvidar que también los dioses greco-romanos eran castrados, recuerden, por ejemplo, la castración de Urano.

En esta misma serie Lacan recuerda que: el segundo sueño señala que el padre simbólico es ciertamente el padre muerto...- ven si quieres, tu padre ha muerto y vamos a enterrarle- le dice la madre y ella se queda leyendo...Dora encuentra fácil sustituto a ese padre en un grueso libro, el diccionario, el mismo donde se aprende lo relativo al sexo. Ella indica así claramente que lo que le interesa, aún más allá de la muerte de su padre, es el saber que éste produce. Un saber, no uno cualquiera, un saber sobre la verdad.

Ustedes ven que la condición para acceder al saber es la muerte del padre. Para permitirse saber.

De la experiencia analítica, con esto tiene bastante. Se quedará bastante satisfecha haciendo reconocer a todo el mundo esa verdad que alcanza con la preciosa ayuda de Freud - así es como él se la gana. Lo que eran en realidad las relaciones de su padre con la señora K., así como las suyas con el señor K. todo lo que los demás han querido ocultar sobre los episodios que, sin embargo, son auténticos y ella se erige en su representante, todo acaba imponiéndose y con esto le basta para concluir dignamente en lo que al análisis se refiere, aunque Freud no parece en absoluto satisfecho de su salida en cuanto a su destino de mujer.

...Si gracias a su lúcido coraje Freud consigue cierto éxito con Dora, sin embargo, decimos nosotros, su torpeza, cuando se trata de retener a su paciente, no queda menos manifiesta.

Lean si no ese pequeño pasaje donde de algún modo a pesar suyo, Freud indica no sé qué transtorno que resulta, a fe mía inquietante, turbador, patético, cuando se dice que tal vez si le hubiera mostrado un mayor interés - y Dios sabe que le interesa, toda la observación lo demuestra- sin duda hubiera conseguido hacerle ir más lejos en esa exploración que, como él mismo reconoce, no puede decirse que la haya conducido libre de errores.

Es una preocupación que se recoge con alguna frecuencia en los controles de los analistas que recién inician su práctica. ¿Por qué se fue el paciente? ¿Qué hice o qué no hice? ¿En qué me equivoqué?

Gracias a Dios Freud no lo hizo. Felizmente, si dándole a Dora esas satisfacciones en forma de interés ante lo que él siente como su demanda, demanda de amor, no se puso, como es habitual, en el lugar de la madre.

En esta época, 1971-1972, estaba en boga la idea de que el analista tenía que hacer de madre del analizante. Freud se interesaba bastante en Dora y le dio ciertas satisfacciones, confirmar la verdad que ella se había empecinado en hacer reconocer por ejemplo. Pero no se coloca en el lugar de la madre, un lugar que a Freud no le gustaba, es lo que le confiesa a Hilda Doolitlle: no me gusta ser la madre en la transferencia (22) prefería hacer de Padre. Y aún así, con su interés ante su demanda de amor no se colocó como una madre.

Porque una cosa es indudable si es cierto que luego ella pudo cambiar de actitud ¿no debemos pues a esta experiencia el hecho de que Freud constatara - cosa que lo deja estupefacto, desanimado- que todo lo que ha podido hacer por las histéricas no conduce a nada más que a lo que él aísla como penis-neid?...lo que se desdobla en, por una parte, castración del padre idealizado, que constituye el secreto del amo, y por otra parte, privación, asunción por parte del sujeto femenino o no, del goce de ser privado.

Es en efecto a lo que siempre conduce el análisis de la histeria. Al penis-neid, no por nada al final de su obra, habla Freud del fin del análisis para el hombre en términos de la roca de la castración y para la mujer del penis-neid.

¿y por qué se equivocó Freud hasta ese punto, teniendo en cuenta que de creer en mi análisis de hoy, no tenía más que tomar lo que le daban así, en la mano? ¿Por qué sustituye el saber que recoge de todos esos picos de oro, Anna, Emmie, Dora, por ese mito, el complejo de Edipo?

[ Porque] el complejo de Edipo desempeña el papel del saber con pretensiones de verdad, es decir el saber que se sitúa en la figura del discurso del analista en el emplazamiento que le corresponde, como he dicho hace un momento, a la verdad.

En el discurso analítico el lugar de la verdad está ocupado por un saber, si allí no se coloca lo que es del orden de lo particular, del detalle, de lo atípico, de lo nuevo que cada caso puede enseñar, sino lo que es del orden de la ley, se erra. Porque el saber constituido hace de prejuicio, en lugar del saber, del S2 el analista no ha de colocar un saber con pretensiones de verdad.

La idea de Ley, ya lo he dicho, funciona como un paradigma que ahora se pone en la física, en cuestión, la ley natural, ya que está basada en la idea de que hay un orden de la naturaleza lo que en el fondo es una idea teológica, porque pretende que ese orden lo ha creado Dios, quien ha ordenado la naturaleza, es una idea que atraviesa Occidente desde Platón a nuestros días. Esa ley no admitía el desorden, el caos, incluso alguien propuso que las leyes de la termodinámica se redujeran a los casos ordenados. Ahora en cambio, la revolución en la física es la ciencia del caos. El caos es otro orden, distinto. Me parece importante, ya que es en esos términos que en 1923 Freud habla del Ello. Pero aquí el Edipo positivo hace para Freud de Ley natural.

En el Seminario XVI (23), describe a Dora : cautivada, interesada por la mujer, en tanto que ella cree que la mujer es aquella que sabe lo que es necesario para el goce de un hombre.

Pero, lo que resulta de esto es la función sujeto mujer, es el caso de decirlo, no sabe que ella sostiene, conduce a la castración del hombre.

Recapitulaciones

Podemos a esta altura, por lo menos en esta parte, articular algunas consideraciones a manera de conclusión parcial, de aquello que el caso Dora, releído por Lacan nos enseña sobre la transferencia y la resistencia.

En efecto verificamos que, el hecho de que Freud hubiera querido insistir en el señor K. como objeto, es un efecto de querer insistir en hacer coincidir su saber con el deseo de Dora: una consecuencia puede sacarse para la dirección de la cura y es que el deseo del analista es el factor que hace justamente oposición al saber del analista (24), en tanto funciona como prejuicio. El deseo del analista permite una disimetría entre el saber del analista y la verdad del sujeto.

De otra parte vemos como, poco a poco el concepto de deseo del analista deviene central para la reflexión de la transferencia y la resistencia. En esta dirección aplicamos la recomendación de Lacan de leer estos conceptos a la luz de su fórmula el deseo del hombre es el deseo del otro y en la medida en que ese otro es el analista es del concepto de deseo del analista del que en adelante se tratará en el análisis. En ese sentido, el texto de Serge Cottet (25) sobre el deseo del analista nos parece clave.

Podemos observar que la transferencia negativa de Dora es directamente proporcional a la contratransferencia de Freud y en esa dirección se comporta como resistencia del analista o al menos suscitada por él.

Lacan analiza en qué puntos la relación analítica de Freud y Dora deviene dual, intersubjetiva, en espejo, a causa de una apreciación insuficiente de la identificación al hombre que hace Dora, sólo tardíamente nombrada lazo homosexual. Es lo que hace confundir a Freud entre el objeto de identificación y el objeto de amor, y esto en razón, lo hemos repetido hasta la saciedad, de un prejuicio de Freud.

En este punto Cottet señala que: la insuficiente apreciación del lazo así llamado homosexual y el error cometido sobre la verdadera naturaleza de la transferencia son una y misma cosa (26).

Es decir, que su contratransferencia se explica en razón del desconocimiento que tenía en ese momento del deseo histérico. Se puede en consecuencia distinguir lo que es del orden del error y aquello que es del orden del prejuicio. Freud mismo invita a distinguir en El porvenir de una ilusión el error de la ilusión, que para el efecto cobija lo que aquí llamamos prejuicio. Dice que una ilusión no es necesariamente lo mismo que un error: llamamos ilusión una creencia cuando, en la motivación de ésta la realización de un deseo es prevalente.

El error de Freud con Dora, consiste en la confusión entre el objeto de identificación y el objeto de amor. Es lo que lo hace deslizar a pensar que K. es un objeto de amor en vez de un objeto de identificación.

Pero la identificación viril de Dora no implica de ninguna manera que ella esté enamorada del señor K. sino simplemente que éste le da la seguridad de una posición de amo que no renuncia a su deseo.

No se trata entonces de su persona, sino de su posición. Lo que, en cambio, es del orden del prejuicio, es lo que como no dicho subyace el error. Este consiste en la ley del deseo de Freud, que ordena previamente la criatura femenina a su bien (27).

En Intervención sobre la transferencia, Lacan propone una interpretación del deseo de Freud que se aclara con su tesis ulterior: "Il n’y a pas de rapport sexuel" es lo mismo que se expresa simplemente en el refrán bien conocido: "como el hilo es para la aguja la muchacha es para el muchacho"

Este prejuicio es, no obstante teórico, lo hemos dicho, Freud está construyendo su teoría del Edipo que considera el amor de la niña por el padre como un dato natural y no como una norma, la prevalencia del amor por el padre. Esto obliga a Freud, para quien esto es un saber en el lugar de la verdad, como acabamos de decirlo, lo obliga a:

hacer depender el destino de las pulsiones del deseo por el padre, y no del deseo del padre, al cual Dora sacrifica su objeto masculino. El interés que la histérica acuerda a la relación del hombre a la mujer, tiene la condición de borrarse, esconderse ella misma como objeto y en detrimento del deseo por el compañero sexual, no es aún para Freud algo demostrable.

El deseo de Freud en ese sentido es su interpretación: usted ama al señor K., y en este caso querer convencer a Dora de que hay armonía sexual entre los sexos y esto determina los avatares de la transferencia en Dora.

Pero es claro que ella sostiene su deseo como deseo insatisfecho, se las arregla para sostener el deseo del padre a través de su intriga, de modo que él pueda desear otra mujer, que contiene para Dora el misterio de su propia feminidad, es en ese sentido que la señora K. se convierte en un objeto de amor por procuración. La identificación viril de Dora (al señor K.) es la que obstaculiza el camino del amor sexual.

En cuanto a la resistencia, podemos decir que se presenta en cuanto el analista deja aparecer su ego en el análisis. Aquí se manifiesta, en tanto Freud deja aparecer su concepción de la mujer hecha para el hombre y el tiempo que invirtió en comprender la fase del Edipo femenino considerado a partir del significante fálico del que la madre la ha frustrado y ella busca en otra parte (28). Fue entonces su ceguera respecto a la sexualidad femenina - problema que, sin embargo, confiesa poco antes de su muerte, permaneció para él, como continente negro- lo que hace atenerse al prejuicio y de allí derivar su error. Al insistir desde un lugar de amo de la verdad que impidió a Dora reconocer el objeto de su deseo en la señora K.

Si Freud imputa la resistencia a Dora es en la medida en que desconoce la propia. Y es por esa resistencia que Freud favorece la agresividad de Dora hacia los hombres, cuando se le escapan: los verdaderos resortes de su relación al hombre que es la de una identificación imaginaria, aquella que estructura la relación narcisista. Resistencia aquí es efecto de la interpretación (29).

En este sentido, la transferencia no es la seguridad del analista a partir de la cual todas las interpretaciones posibles podrían ser dadas. Una vez establecida, no sabría tener lugar, como dice Lacan:

una coartada a una especie de revancha tomada de la timidez inicial, es decir, a una insistencia que abre las puertas a todos los forzamientos puestos sobre el pabellón del reforzamiento del yo (30)

Es la objeción con la que abre el texto de Construcciones en el análisis , la crítica que se le imputaba al analista, un razonamiento del estilo, con caras pierde el analizante y con sello gana el analista.

Es la concepción de la transferencia como un lugar de seguridad desde donde se podría decir cualquier cosa, pero en realidad este es un lugar de sugestión y por ello abre las puertas al reforzamiento del yo.

En el estilo de intervención que Freud utiliza con Dora, - dice Cottet- es notable que es la interpretación que hace obstáculo a la transferencia positiva, en el hecho que favorece la relación dual, ya que queriendo poner a Dora sobre la buena vía, Freud le da una nueva ocasión de atizar su deseo de venganza de los hombres, consecuencia de la alienación narcisista, es decir, de su identificación al señor K. ..y a Freud. La transferencia negativa es entonces efecto de la interpretación de la transferencia y relativa a ella...El deseo de Freud coincide con su interpretación de la causa del deseo...Sin embargo, las dificultades que reserva la conducción de la cura no son todas imputables al deseo del analista; las resistencias son de estructura, si es la resistencia de la palabra y no la del sujeto determinada por su mala voluntad. [Esto quiere decir que hay otras resistencias.]

Desde entonces las manifestaciones de hostilidad de la histérica como su agresividad son menos reacciones que apuntan la "persona del analista" como lo cree Freud, que al significante del analista al cual su persona presta consistencia. En tanto que quiere curar o quiere saber, en efecto el amo-maestro como tal, reactiva la castración histérica quien entiende , por la agresividad que desencadena, conducir el amo a desear y entonces a amarla como castrada.

La posición del amo, reactiva la castración de la histérica que de inmediato reacciona en la vía de castrarlo, esto también da cuenta del lugar del que debe guardarse el analista en ciertos momentos del análisis.

Cuando - dice Lacan (31)- ha llevado el sujeto más lejos, a su reconocimiento auténtico. El precio a pagar será tanto más fuerte si el analista se extravía en su intervención. Pero de otra parte, en tanto que el significante del analista implica para el sujeto un deseo de curar, incluso de salvar, la respuesta no será mejor.

Por esta razón es necesario aclarar cada vez más lo que es el deseo del analista, pues así acierte o se equivoque nada lo salva de la transferencia negativa, hay que contar con ella como un efecto de estructura.

Si el deseo del paciente saca su consistencia de su encuentro con el deseo del analista, una convergencia se establece en la pareja Freud - Dora: el fracaso de la relación sexual.

Todo esto parece converger en que Dora hace de Freud un caso, pero en el fondo enseña que hablar de la transferencia y la resistencia, es hablar de la posición del analista en el análisis, lo que finalmente ilustra la razón de la dificultad de presentar un caso, ya que el analista está implicado en su acto.

Notas

(1) Lacan Jacques, El seminario, libro III, Las psicosis, Ed. Paidos, p.193

(2) Ibid, p.196

(3) Ramírez Mario Elkin Develamiento del fantasma y otras lecturas lacanianas, Ed. Verba Scripta, 1993, Medellín.

(4) Lacan Jacques El Seminario, libro V, Las formaciones del inconsciente, lecciones del 14-v-1958 y 25-v-58, inédito.

(5) Ibid p.200

(6) Ibid, p.181-182, 229,275.

(7) Ramírez Mario Elkin, El lugar del analista, en HILO DE ARIADNA, #4, pag.38-40

(8) Lacan Jacques, El psicoanálisis y su enseñanza, Ecrits, Seuil, París, p.439

(9) Lacan Jacques, La cosa freudiana, en Ecrits, seuil, París, p.429-230

(10) Lacan Jacques, La dirección de la cura y los principios de su poder, en Ecrits, Seuil, París, p.589.

(11) Lacan Jacques , El Seminario, libro IV, La relación de objeto y las estructuras freudianas, Ed. Paidos, p.137-138.

(12) Lacan Jacques , Ibid. p.140

(13) Lacan Jacques, El Seminario, libro V, Las formaciones del inconsciente, lección del 9-iv-1958, inédito.

(14) Ibid, lección del 14-v-58, lección del 21-v-58 y del 25- VI-58 inéditas.

(15) Lacan Jacques Scilicet I, p.22

(16) Ver Jacques Lacan Ecrits , Seuil, p.612

(17) Ibid, p.679.

(18) Silvestre Michel, Mañana el psicoanálisis, Manantial Editores, p.61

(19) Lacan Jacques, El Seminario, libro XVIII, El inverso del psicoanálisis, Ed. Paidos, p.99

(20) Ibid. p.78

(21) Ibid. p.101

(22) H. Doolitlle Visage de Freud, París, Denoel 1977, p.65

(23) Lacan Jacques, El Seminario, libro XVI, De un Otro al otro, lección del 18- VI -1969, inédito.

(24) Estrategias de la transferencia, libro preparatorio del VII, Encuentro del Campo Freudiano, 1992, "Transferencia y lugar del analista"

(25) Cottet Serge Freud et le désir de l’analyste, Navarin, Paris

(26) Ibid, p.45

(27) Ibid, p.46

(28) Freud Sigmund Nuevas Lecciones de introducción al Psicoanálisis, "la sexualidad femenina" 1931.

(29) Cottet, op. cit. pag. 51

(30) Lacan Jacques La dirección de la cura, en Ecrits, Seuil, p.51

(31) Lacan Jacques. Ecrits, p.305


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