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Seminario
El pensamiento de Donald D. Winnicott
http://wwww.edupsi.com/winnicott
winnicott@edupsi.com

Organizado por : PsicoMundo

Coordinado por :
Lic. Andrés Nelken


Clase 31:
Autismo y espacio potencial
Sandra C. Tschirner 1

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Cuando nos conocimos, Daniel tenía 6 años. Actualmente él tiene 8 años, por lo tanto estamos trabajando hace 2 años. Sus padres me buscaron por orientación de la fonoaudióloga que lo atendía hacía 3 años antes de encontrarnos.

En la primer entrevista (solamente con los padres), ellos relataron algunos puntos fuertes sobre la historia del niño, de la familia y también sobre las angustias y expectativas de ellos.

Entrevista con los padres:

Según los padres, Daniel es el hijo menor de 2 hijos. Fue deseado, esperado, y la madre tuvo un embarazo normal, naciendo en el plazo previsto y con salud.

Durante sus primeros meses de vida, observaron que su desarrollo ocurría con un cierto atraso, comparado con el hermano mayor. No dieron mucha importancia hasta que él cumplió 2 años, sin conseguir emitir una sola palabra. Daniel se comunicaba apenas por gestos para pedir lo que necesitaba. Los padres lo matricularon en una escuela maternal por creer que su hijo precisaba convivir con otros niños de su edad para ser estimulado, pues en casa la situación era difícil a raíz de los celos que el hermano mayor sentía por él.. Existía una necesidad de vigilancia constante sobre el hijo mayor, pues ante el mínimo hecho, este agredía de alguna forma al menor.

Luego después de las primeras semanas de frecuentar la escuela, los padres fueron llamados por la coordinación de la misma, advirtiéndoles sobre el atraso en el habla que el niño presentaba, comparado con el desarrollo de otros niños de la misma edad cronológica. Daniel fue llevado por sus padres al pediatra que los encaminó para un neurólogo. Fueron hechos los exámenes llegando a la conclusión que el niño presentaba algún tipo de comprometimiento neurológico constatado por el EEG. Daniel pasó a tomar medicamentos orientado por el neurólogo, pues interpretó que la dificultad en la comunicación se debía al hecho del niño no hablar, por lo que los padres buscaron una fonoaudióloga.

Daniel y la fonoaudióloga hicieron un trabajo juntos de 3 años. En este período ambos entablaron entre sí un vínculo importante, y fue posible para él constituir su habla.

Por intermedio de este vínculo, la fono observó que a pesar de que Daniel consiguiese hablar, verdaderamente presentaba dificultades para comunicarse con ella en la mayor parte del tiempo en que estaban juntos. Ella también observó un comprometimiento emocional en función de algunos comportamientos estereotipados como balanzar el cuerpo, balanzar las manos, girar los ojos, y cuando estaba ansioso buscaba lugares para refugiarse, donde retraía todo el cuerpo, y se auto envolvía.

Después de 3 años de tratamiento neurológico, Daniel recibió el alta porque los últimos EEGs mostraron que el aspecto neurológico se había disipado. Mismo así, los padres de Daniel observaban que sus dificultades de desenvolvimiento continuaban.

Además de los padres de Daniel haber asumido que tenían dificultades familiares importantes (emocionales -principalmente en relación al hijo mayor- , y también atravesando una crisis económica intensa) que interpretaban ser importantes como impedimento para un desarrollo pleno de Daniel, ellos relacionaban que muchas de las dificultades de desarrollo que el niño presentaba se debían a ciertas actitudes inadecuadas y de preconcepto que la propia escuela tenia para con su hijo. Fue así que resolvieron cambiarlo de escuela.

En la escuela, si bien el habla de Daniel estaba plenamente constituido, la dificultad de comunicación, los comportamientos estereotipados y la dificultad en el aprendizaje se manifestaron de la misma forma que en la primera escuela. La fono y la nueva escuela interpretaron que el trabajo fonoaudiológico ya había llegado a su fin. De esta forma fue solicitado a los padres un diagnóstico psicológico del niño.

Primeras sesiones con Daniel

Recibí Daniel para una primera sesión. No presentó dificultades para entrar en la sala lúdica sin su madre. Estando solo conmigo, él andaba de un lado para otro, sin dirección, con flap de manos, y girando la cabeza incesantemente. Me aproxime a él, y busqué un contacto. Sin éxito. Daniel estaba en otro lugar. No estaba allí conmigo. Después de cerca de 20 minutos de mucha agitación, él estaba transpirado y cansado. Lo coloqué en el sofá acostado, apoyado en una almohada mullida, le quité los zapatos y las medias, y me senté a sus pies acariciándole sus piernas y sus pies suavemente.

Daniel giró sus ojos dentro de su propia órbita y manifestó una leve sonrisa, pareciendo gustarle la caricia. Tomó una almohada grande que estaba a su lado, colocándola sobre su cabeza, encogiéndose todo. Lo dejé en esa posición, sin tocarlo, solo permaneciendo a su lado en silencio. Percibí que él se calmaba lentamente hasta casi dormir.

Finalizado el horario, toqué levemente sus pies, y enseguida le puse las medias y los zapatos, mientras le decía que habría que irse, pero que volveríamos a vernos. Se levantó, y salió tranquilamente en dirección a la puerta donde estaba su madre.

Muchas otras sesiones se sucedieron siempre de esa misma forma.

Tustin (1975) apunta dos ideas fundamentales:

La primera es la existencia de una situación que hace parte del proceso natural, que se presenta en una etapa muy primitiva del desarrollo psicológico de un niño. Al nacer, según la autora, un niño no viviría ni percibiría el mundo externo como tal, pero sí lo sentiría a semejanza de sus órganos internos, sus procesos afectivos, sensitivos y corporales, que ella denominó "autismo primario normal".

La segunda, es la posibilidad de un estado "autístico secundario", que sería de patología, de psicosis, por significar "estar fuera de la realidad", de vivir en torno de su propio YO (self) y, paradójicamente, sin noción de ser un YO (self). No habría en esa condición, ningún tipo de alteración, o sea, el niño permanecería centrado en si mismo, reaccionando poco al mundo exterior. La connotación de patología reside en el hecho de esa condición haberse presentado en una edad cronológica, cuando debía esperarse que esa capacidad ya hubiese sido adquirida.

Entendí que el funcionamiento psíquico de Daniel estaría volviendo para una condición muy próxima de esa segunda descripción hecha por Tustin (1975).

En las sesiones siguientes, Daniel creó una cierta rutina. El periodo de agitación durante las sesiones fue disminuyendo, y él pasó a estar más tiempo debajo de las almohadas, agregando una cantidad cada vez mayor para anidarse. Quedaba encogido, presentando una regresión física y psicológica. Parecía un bebé. Yo permanecía a su lado, en silencio, y mi presencia era prácticamente ignorada por él. Observando Daniel acostado de aquella forma, imaginaba que él estuviese en un mundo muy particular de él mismo, pero no me atrevía a perturbarlo para no invadirlo, pues precisaba de su confianza para comunicarme con él. Yo lo veía en esa condición, y entendía que el inicio de una posible comunicación y relacionamiento con él, pasaría por lo que apunta Winnicott (1975e): "La respuesta puede ser que, en experiencia de lo que el bebé tiene de la vida, de la realidad en relación a su madre o figura materna, se desenvuelve generalmente cierto grado de confianza en lo fidedigno de la madre, o (en otro lenguaje propio de la psicoterapia), el paciente comienza a sentir que el interés del terapeuta no se origina en la necesidad de un dependiente, pero si de una capacidad, en ese terapeuta, de identificarse con el paciente, a partir de un sentimiento tipo si estuviese en su lugar" (pag. 150).

Después de algunas sesiones de observación, pasé a imaginar en voz alta. Basada en una cierta identificación que yo tenia con el niño, apelé a mi creatividad y comencé a construir subjetivamente un mundo donde Daniel podría estar. Crié situaciones y personas, comencé a darle nombre a las cosas y a situaciones, conforme ellas venían a mi imaginación. Yo hablaba sobre ese mundo subjetivo e imaginario que yo misma creara, pero que podrían hacer parte del mundo subjetivo, imaginario y exclusivo de alguien, de Daniel por ejemplo. Al lado de él, yo le hablaba mas o menos así:

Qué cosa! … como estoy sola aquí! Quería tanto conversar contigo …! Imagino que debes estar muy bien por ahí. Estás en un mundo solo tuyo, que ni yo, ni nadie puede entrar. Todos los que conozco están excluidos. Será que hay alguien ahí contigo…, alguna persona…, algunas cosas… Será que son iguales a los míos, o parecidos con los que imagino?

Si mi racionamiento estuviese cierto, Daniel estaría en un mundo subjetivo, y nosotros precisaríamos crear un espacio intermediario de experiencia entre su objetividad y la mía para que pudiésemos compartir algún tipo de experiencia.

En una de las sesiones le dije "Me parece que te has mudado al mundo de Bob" Inmediatamente él arrojó la almohada que cubría su rostro, y dijo:

"Que Bob?". Yo respondí: "Bob, tu amigo, dueño del mundo para donde tú vas, dejándome aquí hablando solita…" Él soltó una carcajada y repitió… "Mundo de Bob… Mundo de Bob…" (repetia y reia)

En la sesión siguiente el ritual se repitió, pero al tomar la almohada para colocarla sobre su cabeza, me miró sonriendo y me dijo…"Voy al mundo de Bob!"

Entonces le respondí: " Y yo? Me quedo aquí solita sin hablar con nadie?"

Mientras él permanecía en el mundo de Bob en silencio, yo había creado un personaje imaginario llamado Bob, y comencé a imaginar una conversación con el personaje, donde le pedía ayuda junto a Daniel, para que él interfiriese a mi favor.

Yo le decía que estaba con celos de Bob. Por qué solo Bob recibía la atención de Daniel?, y yo? Daniel se reía debajo de las almohadas. Comencé a hablar, jugar, discutir, contar cosas para Bob, el personaje imaginario. Al comienzo, Daniel apenas sonreía, dependiendo de las cosas que yo le decía a Bob, después comenzó a responder e interferir en mi "diálogo con Bob"

Fue así que creamos un espacio de transición. Una comunicación entre nosotros ya era posible. Fantasía y realidad se mezclaban, y "nuestro Bob" pasó a ser un objeto intermediario que posibilitaba mi inserción en su mundo, y la de él, en el mío. Creamos una realidad de transición. Nuestro Bob pasó a tener vida y existencia entre nosotros.

Winnicott (1975f) afirma: Si el bebé pudiese hablar, diria: "ese objeto hace parte de la realidad externa y yo lo creé" (pag 45)

Daniel experimentaba a Bob, esa "fantasía-realidad" creada por mi que formaba parte de mi mundo subjetivo y que yo se lo presentaba a él en la realidad. Pero, al mismo tiempo, Bob fue creado a partir de mi identificación con ese niño, por lo tanto él también formaba parte del mundo subjetivo de Daniel. Bob era una posesión mía y de él, y al mismo tiempo no era mío ni de él. Bob tenía "cuerpo y alma", experiencias y pensamientos para nosotros, y para cada uno de nosotros dos.

Bob era una creación subjetiva, pero era también objetivamente lo que la dupla experimentaba y compartía. Daniel salía de la fusión con su mundo subjetivo, comenzaba a concebir el no-yo. La realidad externa que hasta entonces se constituía en un fenómeno subjetivo para Daniel, pasó a tener la condición de un no-YO en el espacio de transición. El objeto de transición nos mantenía unidos y separados al mismo tiempo.

Se creó un objeto de transición, y se abrió un espacio potencial entre nosotros como afirma Winnicott (1975c). En nuestro espacio potencial paradójicamente, Daniel y yo éramos uno, y éramos dos también.

Daniel comenzó a jugar representando en palabras lo que experimentaba.Una capacidad simbólica comenzaba a ser adquirida y desenvuelta en un proceso de separación-individuación qui si ocurria y evolucionaba. Daniel hacia intentos de participar de mis conversaciones con Bob, y yo le decía: "No interrumpas, porque yo estoy conversando con Bob, y este asunto es entre nosotros! Tú debes permanecer quieto para no complicar la conversación!" . Daniel sonreía y repudiaba la existencia de una situación no creada por él, como elementos no-YO . Cuanto mas yo hablaba con Bob y le decía que no quería que él (Daniel) interfiriese, más él interfería queriendo formar parte de la conversación. Muchas veces Daniel arrojó las almohadas al piso dirigiéndose a mi directamente.

Comenzamos a comunicarnos algunas veces conversando y dialogando él y yo, sin Bob.

Cuando estaba en casa, Daniel hablaba con los padres sobre Bob, y también muchas veces hablaba con el propio Bob. Esa situación nos mantenía presentes y ausentes al mismo tiempo, juntos y separados.

La inserción de ese espacio potencial entre nosotros, de la situación y de los objetos de transición, exigió de mí como terapeuta una disponibilidad, muy alta, y el mantenimiento de una intensa identificación con el niño.

Pude merecer su confianza como propone Winnicott (1975b): "El espacio potencial ocurre solo en relación a un sentimiento de confianza por parte del bebé, esto es, confianza relacionada a lo fidedigno de la figura materna, o de los elementos ambientales, con la confianza siendo la prueba de eso fidedigno que se está "introjetando" (p.139).

La confianza en nuestra relación (de él conmigo y mía con él) aumentaba sesión tras sesión. Nuestra relación fue constituida sin exigencias, apenas por el respeto, el interés, y la disponibilidad. Nosotros jugábamos (play) un juego sin reglas, en un espacio psíquico y real al mismo tiempo, en el cual nuestra actividad no se definía en el registro de la pulsión ; no había interpretación ni definición: nosotros éramos.

Los padres y profesores relataron que Daniel estaba comunicándose con los adultos y con otros niños. Prefería actividades rutinarias y repetitivas realizándolas con placer y dedicación, siempre que ocurriesen de la misma manera todos los días. En la escuela, al comienzo del día, la profesora hacia una agenda en el pizarrón enumerando los ítems que serian abordados en aquel día. Daniel participaba de la enumeración de los ítems con placer. Cuando llegaba atrasado preguntaba en que ítem la clase estaba para que él pudiese participar. Pero cuando algo salía de la rutina como un paseo extra-clase o una actividad nueva fuese propuesta, aún estando en clase, Daniel no solamente protestaba, sino que también presentaba todos los comportamientos estereotipados, escapando para su mundo. Pero había una diferencia marcante e importante: cuando Daniel escapaba para su mundo perdido demostraba angustia, pero cuando escapaba para el mundo de Bob había placer y alegría.

De este modo podemos entender que en el espacio de transición, a pesar de la coexistencia de opuestos y de la existencia de paradoja, no había angustia, al contrario, había refugio y descanso. Daniel iba para allá cuando el mundo compartido se tornaba muy confuso e angustiante para él.

La madre y la profesora me preguntaron quién era Bob porque cuando él estaba ansioso, afirmaba que iba a hablar con Bob replegándose. Conté y orienté a las personas que convivían diariamente con él sobre lo que estábamos creando y experimentando, y a partir de allí todos comenzaron a compartir con nosotros el mundo de Bob.

Antes de Daniel entrar en las sesiones, la madre me contaba sobre la frecuencia con que él iba para el mundo de Bob: "En estos días él fue mucho, o él fue poco…" Esto hablaba sobre cuanto él estuvo angustiado o no, y cuanto él precisó refugiarse en el mundo de Bob.

Bob se tornó un interlocutor familiar entre todos los que teníamos intimidad con el niño, y pasó a ser un termómetro de su nivel de angustia, pues debido a su permanencia, cada vez mayor en la realidad compartida, haciendo que de vez en cuando él necesitara descansar en el Mundo de Bob.

Todo iba progresando en términos de desarrollo psíquico y de comunicación de Daniel con el mundo compartido. A pesar de reaccionar negativamente cuando objetos y/o situaciones no-Yo se presentaban durante las sesiones, eso parecía soportable para el niño. Pero, fuera de las sesiones, Daniel se tornó extremadamente agresivo.

Llegaba a agredir y lastimar a los compañeros y a adultos que convivían con él sin motivo aparente. Después de agredir a las personas se encerraba en el mundo de Bob. Los padres y la escuela me informaron sobre ese comportamiento hasta entonces inédito de Daniel. Tenté conversar con él, conté sobre las quejas que había oído de sus padres, profesora y compañeros sobre su comportamiento, y pregunté para saber, qué estaba ocurriendo, pero él también se tornó esquivo conmigo. Dijo que las personas, incluyéndome a mí, se reían de él.

Comenzó a refugiarse en el mundo de Bob durante las sesiones con mayor frecuencia. Permanecía retraído en silencio bajo las almohadas, transpirando a veces. Parecía sufrir en silencio.

Jamás me agredió físicamente como hacia con los demás, pero se tornó mas distante de mi, viviendo solo e intensamente sus angustias. Casi no compartía más conmigo lo que ocurría en el mundo de Bob, como acostumbraba a hacer. Yo apenas sostenía la situación en silencio, a su lado, porque aún intentando cualquier intervención mía a través de un simple toque o palabra, era rechazada por él.

En una sesión, yo estaba a su lado en silencio, mientras él estaba bajo las almohadas, cuando de repente arrojó las almohadas al piso y se subió a mi regazo.

Se quedó quieto, encogido, aceptando apenas mis caricias en sus cabellos. Después de algunos minutos en esta posición, me miró y me preguntó: "Por qué mis amigos del mundo de Bob son mas buenos que mis amigos del colegio?" Entonces le pregunté, "que tienen tus amigos del mundo de Bob que los de la escuela no tienen?" Él respondió: "Los amigos del mundo de Bob hacen todo lo que yo quiero, y los amigos de la escuela no. A mi no me gustan ellos. Solo me gustan mis amigos del mundo de Bob".

Comprendí en aquel momento que la mayor permanencia de Daniel en la realidad compartida, la experiencia en el no-Yo favoreció a él la comprensión de que el mundo no estaba bajo su control mágico y subjetivo. Él estaba descubriendo y repudiando la realidad compartida. Entonces respondí: "Daniel, los amigos del mundo do Bob viven en tu cabecita. Hacen todo de la forma que tú quieres porque ellos son iguales a ti.. Ellos son comandados por ti, y en verdad, ellos son tú mismo. Los amigos de la escuela no son tú mismo, son otros. Ellos piensan y hacen cosas generadas por la cabecita de ellos y no de la tuya. Ellos son diferentes a ti." Daniel agregó: "Yo creo que sé lo que es eso. Mi profesora nos enseño las diferencias. Ella explicó que las personas son diferentes. Yo tengo ojos y cabellos castaños, y mi amigo X tiene ojos azules y cabellos rubios. Mi amigo Y tiene cabellos negros. Pero Sandra, tú tienes cabellos y ojos castaños, tú eres igual a mí?" Entonces le respondí:: "En el color de los ojos y de los cabellos soy parecida, pero, yo soy una mujer y tú eres un hombre; yo soy adulta, y tú un niño, entonces también tenemos diferencias". Daniel hizo una serie de comparaciones entre personas de su conocimiento, y preguntó: "Entonces todo el mundo es diferente?" "Si, respondí, y eso es muy bueno! Todo el mundo nos puede enseñar a aprender cosas con los otros por causa de las diferencias. Si todo el mundo fuese igual a nosotros seria muy aburrido porque no tendríamos nada para aprender. Todo el mundo haría las cosas de la misma forma. Tú no podrías enseñarme nada porque yo ya sabría hacer todo como tú!". Daniel sonrió, pensó un poco y respondió: "Pero a veces es feo ser diferente porque las personas no hacen todo lo que queremos!" Yo acepté los argumentos y continuamos conversando sobre cosas de la vida, de las diferencias que él tenia con sus compañeros, siendo que él frecuentaba una clase donde la mayoría eran niños de 5 o 6 años, y él ya tenia 8, o sea que él era mayor, tenia más fuerza que ellos pero que aún no escribía ni leía como los otros conseguían hacer, etc

En esa sesión percibí que el fenómeno de transición que ocurría dentro de las sesiones, fuera de ella Daniel lo transformaba en un fenómeno subjetivo aplicado a la realidad. No estando en el espacio de transición de este modo, no más en el espacio potencial, el niño vivía la realidad compartida como si fuera su realidad subjetiva. Daniel, presentaba algo como un delirio sicótico.

De a poco, Daniel fue consiguiendo entender las diferencias entre fantasía y realidad, como así también a distinguir los espacios (subjetivo, de transición y compartido – no necesariamente con esos nombres), consiguió tener una relación menos beligerante con los amigos y ser alfabetizado en tan solo 2 semanas. Conseguía leer pero, en cuanto a la escritura, solo aceptó hacerla en letra de imprenta, pues no entendía la letra cursiva como "suya" y sí como de los "otros".

A pesar de aceptar, demostrar interés y sentir placer en aprender, entendía el intento de introducirlo en la letra cursiva como una invasión, y llegó a reaccionar negativamente rechazando ir a la escuela, y a hacer los deberes ante la insistencia, por parte de algunas personas, de la necesidad del uso de la letra cursiva conforme a la realidad compartida y no solamente de acuerdo a su subjetividad.

La inserción del game

Nuestro diálogo continuó, hasta que un día, en una de esas conversaciones, él comentó que le gustaba el football. Resolví proponerle un juego (game) con reglas, inserindo la realidad compartida. Sugerí que en aquel día, al revés de hablar y visitar a Bob, podíamos jugar football, solo nosotros dos, sin Bob. Mediante esa propuesta Daniel pregunto: "Pero… y Bob"?. Sugerí que nosotros dos jugásemos football y después, en los intervalos de los juegos, iríamos a visitarlo y a conversar con Bob. Así fue hecho, y la comunicación entre nosotros se inició de una forma objetiva y extremadamente placentera para ambos. Esta propuesta fue hecha considerando en función de su resistencia y dificultad en concebir la alteridad.

Daniel descubrió el placer que sentía cuando ganaba y quería siempre ganar todos los partidos, independientemente si había sido el mejor o había obtenido el mejor puntaje. El placer de jugar, y principalmente de ganar prevalecía sobre cualquier racionalidad. En virtud de esa intención de ganar y del placer que sentía con eso, Daniel invadía mi campo espacio, hacía goles con las manos, me empujaba, me agredía físicamente, en fin, infringía las reglas que habíamos elaborado juntos para conseguir su intento, o su placer. La busca por el placer, su impulso, comenzaba a aflorar.

Daniel contó que acompañaba los juegos del campeonato de football por la televisión. Aprovechando esa oportunidad le pregunté si había observado que en los juegos de football los jugadores tenían reglas para jugar y que los jueces existían para hacerlas cumplir. Daniel concordó con mi observación, así como también permitió que creásemos nuestras reglas y puniciones como consecuencia de haberlas infringido. En fin, creamos una condición de transición de pasaje del mundo subjetivo para el compartido, con nociones de consecuencias inclusive..

Nuestro juego, que al comienzo se situaba predominantemente en el ser, en la búsqueda de la existencia, en el play, pasó a componer la realidad por el hacer, por las reglas, por las consecuencias, por el game.

La primera providencia que tomamos fue dividir la sala en dos partes con una cinta adhesiva, demarcando la separación. Él preguntó el por qué de eso, y yo le expliqué que nosotros dos éramos dos personas, y que cada uno tiene el derecho a la privacidad, y a tener un espacio solo suyo, donde las otras personas solo podrían avanzar, caso el dueño del espacio así lo permitiese. Caso hubiese avance de uno en el espacio del otro, sin la autorización de ese otro, eso podría ser considerado invasión. La persona que fue invadida, tendría el derecho de defender su espacio, y el invasor, consecuentemente podría ser punido con tarjeta amarilla en la primera vez, o la roja si se repitiese. Daniel adoró esa idea y la llevamos a la práctica.

Esas cuestiones han sido transpuestas para su vida, fuera de las sesiones, y de esta forma viene siendo construida su noción de alteridad, del otro y principalmente de ser y existir como un YO, como una persona.

Hasta el presente estamos jugando football, construyendo y derrumbando reglas de acuerdo con las cuestiones que se presentan en la vida de Daniel e en la mía, y principalmente en nuestra relación.

En el presente, nos relacionamos de forma paradoxal: algunas veces fundidos como uno solo, iguales, y otras veces como dos, diferentes, pero siempre dentro de un espacio potencial que creamos por el vinculo que construimos.

Jugamos juegos (games), jugamos (play), nos encontramos muchas veces con Bob (en el espacio de transición) y Daniel, siempre que sea necesario se repliega en su privacidad, y es respetado por mi cuando eso ocurre (él aún tienen mucha dificultad para respetar mi privacidad)

Hemos conseguido crear algunas veces una relación de transferencia, pero sobretodo nos relacionamos, nos comunicamos, nos constituimos, nos construimos y nos des-construimos, siempre.

Notas

1 - Psicóloga, Psicoanalista. Doctora en Salud Mental

Referencias Bibliográficas

TUSTIN,F. -Autismo e Psicose Infantil. Trad. Isabel Casson, Rio de Janeiro, Imago, 1975.

WINNICOTT,D.W.–O brincar: a atividade criativa do Eu (self). In: _______ -O brincar e a realidade. Trad. Jose Octácio de Aguiar Abreu e Vaneide Nobre. Rio de Janeiro, Imago, 1975a.

_______________ –A localização da experiência cultural. In: _______ -O brincar e a realidade. Trad. Jose Octácio de Aguiar Abreu e Vaneide Nobre. Rio de Janeiro, Imago, 1975b.

_______________-Objetos e fenômenos transicionais. In: ________ -O brincar e a realidade. Trad. Jose Octácio de Aguiar Abreu e Vaneide Nobre. Rio de Janeiro, Imago, 1975c.

_______________–O brincar: uma exposição teórica. In: _______ -O brincar e a realidade. Trad. Jose Octácio de Aguiar Abreu e Vaneide Nobre. Rio de Janeiro, Imago, 1975d.

_______________-O lugar em que vivemos In: ________ -O brincar e a realidade. Trad. Jose Octácio de Aguiar Abreu e Vaneide Nobre. Rio de Janeiro, Imago, 1975e.

_______________–Sonhar, fantasiar e viver. In: ________ - O brincar e a realidade. Trad. Jose Octácio de Aguiar Abreu e Vaneide Nobre. Rio de Janeiro, Imago, 1975f .


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