Seminario
El pensamiento de Donald D.
Winnicott
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Organizado por : PsicoMundo
Coordinado
por :
Lic. Andrés Nelken
Clase 4:
Origen del Self
Adriana Anfusso
- Verónica Indart
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Trabajo
presentado en el VI Encuentro Latinoamericano sobre el
Pensamiento de D. Winnicott
Buenos Aires, Noviembre de 1997
Como asunto previo recordemos palabras de Winnicott refiriéndose al self: "Me pregunté si podría escribir algo acerca de este término pero desde luego tan pronto me puse a hacerlo, descubrí que hay mucha incertidumbre, incluso en mi propia mente, acerca del significado que tiene para mí mismo." (13, pág. 271, traducción libre)
Se permite reconocer frente a él y los demás su vacilación entre el saber y la ignorancia (más ignorancia que saber), pauta recurrente en su vida en relación a muchas cosas, casi todas, incluido el concepto de self que sostiene buena parte de su teoría. ¿Descalificante falta de rigor científico o rigor de la incertidumbre en relación al conocimiento?
En otro lugar encontramos el siguiente diálogo que mantiene consigo mismo: "No lo sé. ¡Bien! Tal vez algún día lo sabré. Tal vez no. Pero entonces, quizás otro lo sabrá." (7, pág. 18). He aquí la admisión del desconocimiento como una forma de saber. Sé que no sé. Celebra tener algo para conocer, para hacer, algo que buscar, algo con qué jugar... Se permite esperar, sin negar la posible emergencia de la desesperación, que se neutraliza con el único garante de que la tradición cultural no se va a interrumpir, ya que confía en que otro encontrará placer jugando con las mismas preguntas, hallándoles alguna suerte de respuesta que vendrá acompañada de nuevas interrogantes. Y quizás no nos equivoquemos si decimos que hombres y mujeres damos muchos rodeos para volver a los mismos cuestionamientos esenciales: ¿qué es nacer?, ¿qué es morir?, ¿qué es eso que nos ocurre en el interín, mientras estamos tratando de hacer otra cosa a lo que llamamos vivir?. Tránsito entre un no-ser y otro, entre comienzo y fin, recorrido que, con suerte, haremos entusiasmados y sin suerte, aburridos y aburriendo.
Se sabe que Winnicott amplió la teoría de los conflictos incorporando una multiplicidad de conceptos originales que sería muy largo enumerar exhaustivamente, entre ellos el de self, expresión que amalgama lo personal con lo interpersonal. Como le resultaba insuficiente explicar el cotidiano vivir creativo común y corriente y la riqueza de la vida cultural humana en términos exclusivos de satisfacción pulsional y sus derivados, o de reparaciones que enmendarían agresiones y culpas, sintió la necesidad de extender o reformular el concepto de yo.
En este sentido nos gustaría detenernos en lo que él llama "relación del yo" (Ego-relationship), una forma de tratar con los objetos distinta de las que prosperan desde el ello que sólo fortalecerían al individuo con la condición de que se den en un marco de relación yoica. A esos peculiares vínculos que establece el yo les asigna gran importancia, ya que son "la materia prima de la amistad", la "matriz de la transferencia " y forman parte de la riquísima tercera zona de los fenómenos transicionales.
En "La capacidad para estar a solas" leemos: "la relación yoica es la relación entre dos personas, de las cuales por lo menos una de ellas está sola, quizás lo están ambas, pero la presencia de cada una es importante para la otra." (12, pág. 38). O sea que la experiencia más básica de descubrir la propia vida personal se alcanza exclusivamente cuando se está solo. Primero se trata de estar solo en presencia de alguien real, disponible, que no exige nada y permite la relajación, la no-integración, el estar ahí sin ningún objetivo preconcebido, sin ser meramente un reactor frente a lo externo, ni tampoco alguien activo con intereses y conductas dirigidas a algo.
Con mayor madurez se puede transitar por esta experiencia particular de soledad que permite el auto-contacto, el auto-descubrimiento, no con la condición de la presencia real del otro significativo, sino cuando se ha podido introyectar a ese otro confiable como ambiente interno que genera seguridad.
Desde y dentro de la relación yoica, y sin renunciar al concepto de sublimación, Winnicott se permite considerar algo parecido al "éxtasis". Se trata de lo que puede obtener un niño mientras juega o un adulto cuando disfruta intensamente de una experiencia cultural leyendo, contemplando una obra plástica, oyendo música, o viviendo con placer todo lo que se da entre buenos amigos. Concibe entonces el concepto de "orgasmo del yo" donde se ponen en juego mínimas cantidades de excitación física. Allí nos erizamos, nos quedamos sin aliento, sin palabras, pasmados, boquiabiertos o el corazón nos late más de prisa. Orgasmos del yo en los que no sería deseable convertirnos en especialistas, advierte, abandonando los muy saludables orgasmos sexuales, caracterizados por un máximo de excitación física real.
El self sería un concepto de bajo nivel de abstracción teórica, más bien próximo a la experiencia. Sus traducciones son diversas y variopintas: sí mismo, propio ser, ser, persona, personalidad. A veces se prefiere conservar el vocablo inglés. Winnicott subraya el hecho de que self no es originalmente un término psicológico sino una palabra que todos los ingleses usan a diario.
Los diccionarios la definen como sustantivo que alude a esencia o individualidad. También es un pronombre desinencial que se usa para enfatizar la identidad del sujeto del discurso en oraciones del tipo "Winnicott mismo está dudoso" (Winnicott himself is doubtful). Además es un prefijo traducible por "auto", como en "self-esteem" (autoestima), "self-containment" (auto-contención), etc. Este uso nos muestra lo reflexivo del término y por tanto alude a la posibilidad de acceder a la conciencia de sí.
El concepto de self es inasible, escurridizo, sólo se deja entrever a través de sutiles y evanescentes manifestaciones que gustan de jugar a las escondidas. El self abarca todo lo que como hombre se ha sido, se es y se puede llegar a ser, en su infinita complejidad personal e interactiva.
De acuerdo a Winnicott hablar de origen no es simple, es hablar de una interminable suma de orígenes: aquel en que nuestros padres nos engendraron, o aquel otro en que concibieron la idea de hacerlo cuando eran niños y jugaban a ser padres o, yendo más atrás y adscribiéndonos a la tradición judeo-cristiana, aquel tiempo en que se originó la especie, ya que cada uno de nosotros porta, y eventualmente puede llegar a transmitir, una mínima partícula del plasma germinal inmortal de nuestros primeros antepasados míticos: Adán y Eva. De esta manera tendríamos la potencialidad de sobrevivir, a través de nuestros descendientes, hasta que la vida humana se extinga sobre la tierra. Desde otro punto de vista, sólo sobreviviremos mientras haya alguien que nos recuerde, que nos guarde en su memoria.
Sería imposible e irrespetuoso intentar convertirnos en la sombra de Winnicott y engañarnos creyendo que recorre un sendero lineal. El pretende participar de la ubicuidad que se le atribuye a Dios y, con sincera humildad, aspira presenciar casi todo, desde casi todas partes.
El self del que podemos hablar al comienzo de una vida no está constituido, es una posibilidad. Todo ser humano se inicia con una herencia compleja encerrada en una chispa vital que lleva al sujeto:
- a crecer física y psicológicamente;
- a configurarse como una entidad no coagulada y sumamente móvil, compuesta de pedazos, de partes;
- a madurar, progresar y ampliar sus muy diversas categorías de experiencias;
- a poner en juego su cualidad gregaria que lo impulsa a establecer variadas relaciones con múltiples elementos del mundo circundante.
Todas estas tendencias necesitan integrarse en una línea continua de desarrollo que formará parte de cada individuo a lo largo de toda su existencia. El self como uno y como totalidad cohesiva e integrada admite interrupciones, fallas, intromisiones, siempre que no superen cierto umbral y que se produzcan dentro de un marco de contención. La ruta que nos lleva a seguir siendo nosotros mismos admite y exige mudanzas y alteraciones múltiples.
Self verdadero es un concepto que apunta a lo original e inédito de cada sujeto, que desplegará sus potencialidades desde la espontaneidad, adoptando ritmos, tiempos y modalidades absolutamente propios. Igualmente singulares serán la vivencia que le genera su cuerpo y su realidad psíquica interior.
El núcleo del self verdadero se origina en el self potencial y en salud permanece siempre solitario, inviolado, incomunicado. "... hay un aspecto importante en las relaciones respecto del cual puede decirse que en el contacto más íntimo hay una falta de contacto, de manera que cada individuo retiene en esencia, siempre y para siempre, un aislamiento absoluto." (7, pág. 217)
En la etapa pre-verbal el niño es primero un "tú" de sus padres que al abrigar naturales expectativas respecto de él, sesgarán inevitablemente la inserción de su hijo en el mundo. Para acceder a una normal proporción de self verdadero todas las personas necesitan espejos humanos vivos que, desde su propio self verdadero, las vean y las comprendan, les devuelvan la imagen que se hacen de ellas y les reconozcan el derecho a ser. Presencia del prójimo sustancial e ineludible para que se abra la posibilidad de acción y el vivir con sentido. Terrible experiencia la de ver sin ver, ver sin verse y que no lo vean a uno.
El self se orienta hacia otro aspecto original no considerado antes por el psicoanálisis tradicional. Su desarrollo saludable se relaciona con la vida, una vida excitante que incluya la magia de la intimidad; con el vivir y ver el mundo creativamente, prueba de que se está vivo y con ganas de seguir viviendo, de sentirse real y de ser uno mismo, de apercibir lo que se percibe. Así, recortamos fragmentos de la infinita multiplicidad del mundo con un personal criterio, tiñéndolos con pinceladas propias que surgen de nuestra siempre cambiante paleta de colores.
Al inicio tenemos un cuerpo vivo que alterna movimiento con sosiego, primero en el vientre y luego en los brazos de una madre. Protegiendo adecuadamente al niño indefenso y vulnerable, satisfaciendo cuidadosamente tanto las necesidades del yo como las del ello, se le está dando el primer envión en la vida en condiciones de seguridad.
Estamos frente a un bebé inmaduro, siempre al borde del aniquilamiento, del terror de caer eternamente, de sentirse hecho pedazos, de encontrarse con la ajenidad del propio cuerpo o de sufrir el distanciamiento de la realidad y la imposibilidad de contacto con otros. El adecuado reforzamiento yoico materno evita posibles derrumbes.
Los cuidados propios de esta etapa promueven la cohesión de lo sensorial y lo motriz una forma de integración- y permiten al bebé la ilusión de omnipotencia necesaria para la creación del llamado objeto subjetivo.
Para el infante dormido o en vigilia, la ilusión implica vivir en un mundo onírico de subjetividad pura, en virtud de que la madre admite la mágica ficción de que el bebé crea que creó lo que no creó. De la reiteración de este tipo de encuentros vitales con la madre-mundo surge la posibilidad de confiar, de creer que en cierto tiempo y lugar algunos sueños podrán hacerse realidad.
Así como Winnicott afirma rotundamente que sin yo no hay ello que pueda ser registrado, también sostiene que "el yo se ofrece para su estudio mucho antes que la palabra self tenga alguna pertinencia." (12, pág. 73)
Para comprender cómo se inicia el yo es necesario destacar múltiples y simultáneos procesos de desarrollo. Su descripción seguramente peca de vaguedad e imprecisión ya que se incursiona en el enigmático terreno que linda entre lo biológico y lo psicológico. Se necesita un cuerpo en crecimiento con un cerebro sano. Gracias al apoyo yoico materno se van integrando las excitadas experiencias instintivas con otras tranquilas, lo que hace que el bebé empiece a vivirse como una unidad. Repudia al mundo externo y va construyendo su mundo interno. La madre objeto de la pulsión y la madre medio ambiente se reconocen como aspectos de otra unidad. El bebé se convierte en una persona total que se relaciona con personas totales. En cierto momento se da un acuerdo recíproco entre la psique y el soma (personalización). La piel funciona como límite real del cuerpo y como límite metafórico de la psique. Etapa del "yo soy", momento persecutorio. Citamos: "... he reunido esto y aquello y he proclamado que ese soy yo, desechando todo lo demás; al desechar lo que no es yo, he, por así decirlo, insultado al mundo y debo esperar que me ataquen." (7, pág.68)
En esta etapa, la brecha o "gap" entre yo y no-yo, entre bebé y madre, es lugar de posible reunión de mundo interno y externo. Se trata del espacio potencial y de los fenómenos y objetos transicionales donde, a la ilusión de omnipotencia se suma un cierto dominio, ya no mágico, sino por manipulación concreta.
Las fallas humanas graduales de la madre tienen un efecto positivo en el bebé, en la medida en que acompañen sus estados madurativos." ... en el estado de salud todo lo registrado se cataloga, categoriza y coteja. Esto no es pensar, estrictamente hablando, pero involucra al aparato electrónico usado para pensar." (9, pág. 188). Junto a este ejercicio surgen incipientes recuerdos conscientes e inconscientes. Aparece la mente.
El pensar comienza como una forma personal del bebé para vérselas con las fallas graduales de adaptación materna. Va logrando medir en términos de tiempo y espacio y empieza a relacionar causas y efectos. Es capaz de comprender, predecir y esperar, todo lo cual está al servicio de la necesidad -sentida en el núcleo de su self de convertir en perfecto un ambiente imperfecto.
Esta no-disponibilidad total de la madre posibilita al infante la disminución de la omnipotencia y una adaptación adecuada en sus relaciones con el mundo. Esta es la etapa más temprana del self falso.
En salud, el self verdadero posee un aspecto de sumisión menor, que permite al bebé transacciones que luego se convertirán en actitudes sociales y corteses, civilizadas, características de un falso self normal.
A lo largo de una vida donde predomina el vivir desde un verdadero self pueden darse momentos o períodos breves de funcionamiento en falso self, algo bastante parecido a vivencias de despersonalización y/o desrealización , que sin revestir carácter grave, irrumpen en una línea de vida más o menos rica y sana.
Un brevísimo ensayo de Galeano, que lleva el significativo título de "La pálida", muestra claramente una experiencia de ese orden. Dice: " Mis certezas desayunan dudas. Y hay días en que me siento extranjero en Montevideo y en cualquier otra parte. En esos días, días sin sol, noches sin luna, ningún lugar es mi lugar y no consigo reconocerme en nada, ni en nadie. Las palabras no se parecen a lo que nombran y ni siquiera se parecen a su propio sonido. Entonces no estoy donde estoy. Dejo mi cuerpo y me voy, lejos, a ninguna parte, y no quiero estar con nadie, ni siquiera conmigo, y no tengo, ni quiero tener, nombre ninguno: entonces pierdo las ganas del llamarme o ser llamado." (3, pág. L57)
¿Quién de entre nosotros no habrá sufrido algún mini-derrumbe inicial cuya consecuencia sería algo del orden de este desvahirse, empalidecer de la tonalidad afectiva de nuestra cotidianeidad? Cuando tal situación se vuelve crónica estamos frente a una forma de falso self patológico.
Una joven mujer en análisis, que se dedica al trabajo social, frente a la proximidad del alta contrasta momentos de su vida, hace evaluaciones... Dice: "Ahora me siento humana. No humanitaria, sino una persona igual a otra persona, a la que puedo entender. Antes me era tan difícil entenderme yo, que me quedaba sin disponibilidad para atender a otro, salvo en caso de algo flagrante. Siento que puedo hacer algo, no salvataje de la humanidad... Puedo ayudar a que el otro vaya construyendo su conocimiento, que es de él. Antes pensaba que todo era responsabilidad mía. Ahora puedo acompañar en lo que él o ella quieran hacer. Antes mis problemas eran de supervivencia psíquica, ahora serían de perfeccionamiento... Anoche recordaba lo mal que me sentía, lo conflictivo que era siempre vivir conmigo misma. Ese malestar... No saber si iba a poder continuar resistiendo tal cantidad de angustia... Y el miedo... ¡Las que yo pasé! Sentir que uno se desestructura, que no tenés de donde agarrarte y que te vas, te vas... ¡Es brutal! La paz es nueva para mí... Además, yo ahora la veo a usted como una persona. Antes no la registraba así. Usted era más parte del entorno, del lugar..." .
A través del tratamiento aparecen en esta paciente: el empezar a sentirse humana; persona igual y diferente de otra; con capacidad para la auto-conciencia y la reflexión acerca de sí misma; apta para la empatía y las identificaciones cruzadas; alguien que puede ser, hacer y preocuparse sin temor a sentirse invadida por angustias impensables y que puede ir y venir entre lo subjetivo, lo transicional y lo objetivo...
Esta persona nos muestra cómo encontrar el self es encontrar lo humano.
Psic. ADRIANA ANFUSSO
- Fundación WINNICOTT de Montevideo AUDEPP
- Alberto Zum Felde 1738 ap.6 - Montevideo, Uruguay Tel. (5982) 695260
Psic. VERONICA INDART
- Fundación WINNICOTT de Montevideo AUDEPP
- Roque Graseras 873, ap. 801 Montevideo, Uruguay - Tel. (5982) 709060
Bibliografía
1 BUBER, Martín. ¿Qué es el hombre? México, F.C.E.,l950.
2. CASAS, Myrta. ¿Existen equivalentes al falso self en Freud y en Kleni? (Trabajo presentado en el panel de inauguración de la Fundación Winnicott, mayo de 1996).
3. GALEANO, Eduardo. El libro de los abrazos. Montevideo, Ed. del Chanchito, 1989.
4. PAINCIEIRA, Alfredo. Nacimiento y desarrollo del self, a partir de la obra de Winnicott. Bs. As., Revista del APDEBA, vol. XI, Nº 2, 1989.
5. WINNICOTT, D. W. Conozca su niño. Bs. As., Paidós, 1970.
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