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Seminario
El pensamiento de Donald D. Winnicott
http://wwww.edupsi.com/winnicott
winnicott@edupsi.com

Organizado por : PsicoMundo

Coordinado por :
Lic. Andrés Nelken


Clase 7:
La transicionalidad: de la ilusión al espacio cultural
Sonia Abadi

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Propongo un recorrido desde la ilusión individual a los fenómenos culturales, como trama vital que protege de la consolidación patológica de un sistema de ideas, de una institución, de una sociedad.

Los fenómenos transicionales aparecen así como verdadero motor de la creatividad y del cambio, preservando tanto la libertad individual como el potencial original de la civilización.

La ilusión necesaria

A partir de la experiencia de ilusión - desilusión, se hacen presentes dos necesidades: la de sostener la omnipotencia del pensamiento y la de aceptar el principio de realidad. Esta es para D. W. Winnicott la función de la ilusión.

La actividad mental y sus construcciones creativas o sintomáticas se hallan al servicio de reconocer, negar y a la vez elaborar las primeras separaciones, lo desconocido, y, en última instancia, la muerte.

La vivencia de desilusión genera el anhelo de reencontrar aquel objeto único que satisface todas las necesidades y remite a la madre de los primeros tiempos de vida. A partir de la primera separación este objeto sólo podrá hallarse como promesa que responde al ideal de completud. Ante la separación y la pérdida, se originan movimientos que marcarán el funcionamiento afectivo e intelectual, el deseo y la posibilidad de pensar a través de símbolos.

La nostalgia por el objeto perdido genera dos estilos de elaboración.

Uno de ellos accede a la capacidad de sustituir, creando nuevos caminos para el deseo, a través del desarrollo de los fenómenos transicionales.

El otro aspira al reencuentro total y absoluto con el objeto primario, reencontrarlo todo en el mismo lugar, a través de la persistencia de la omnipotencia. Si bien ambos estilos coexisten en el funcionamiento psíquico normal, la predominancia de este último se orienta hacia la patología.

Así es como desde el principio de la vida las rupturas en la continuidad del sí mismo generan la instrumentación de recursos de integración y elaboración, en procura de la completud y la unión perdidas, por caminos más o menos creativos y simbólicos, o por atajos que llevan directamente a la ilusión omnipotente de reencuentro con el objeto único. Los síntomas, las adicciones, las construcciones delirantes, son sólo algunos ejemplos.

En esta búsqueda aparece la posibilidad de investir nuevos objetos, concretos o abstractos, que servirán para elaborar el espacio y poblar el mundo simbólico. Estos objetos podrán poseer cualidades transicionales, como soportes provisorios de la libido, o cronificarse como objetos fetichizados que emparchan al yo y sueldan su relación con el mundo.

En la teoría winnicottiana existe una continuidad entre la creatividad primaria, la ilusión y la actividad creadora del adulto. A su vez, el espacio transicional entre la madre y el bebé se continúa en el juego compartido y se amplía hacia las actividades culturales.

La experiencia cultural

El individuo puede hacer síntomas en sus intentos de resolver sus conflictos, pero la sociedad también produce síntomas: las guerras, los regímenes totalitarios, los dogmas, las ideologías fanáticas, son intentos de resolver un conflicto de manera rígida y esquemática, con la simplificación patológica de los matices y transformaciones del mundo cultural. El slogan publicitario, el dogma religioso o ideológico responden a una misma significación: un discurso simbólico congelado en un solo sentido y que ha perdido la cualidad transicional.

En el mundo adulto cada uno se relaciona con el otro desde la superposición de sus espacios transicionales. La ilusión compartida es el origen de los grupos. Sin embargo, la cohesión puede ser forzada por la imposición de la subjetividad de algunos que, funcionando como líderes, estrechan el campo de la libertad y creatividad individuales. En esos casos, hablamos de sistemas de pensamiento en los que el discurso se ha fetichizado.

Quisiera sostener la hipótesis de que la cultura entendida como espacio transicional funciona como garante de la salud de un sistema social, ante el riesgo de consolidación permanente de estructuras institucionales y sistemas de poder.

El juego como figura de lo transicional

Si el juego es la experiencia transicional por excelencia, la cultura será entonces un juego "en serio" esencial para la vitalidad de los individuos y la civilización. La actividad lúdica no sólo es un campo privilegiado para sostener la paradoja entre reconocer y negar la realidad sino también un antídoto ante el potencial patógeno de las organizaciones que cohesionan el campo social.

D. W. Winnicott no es el único que se interesó por el tema del juego como experiencia humana. Sociólogos y antropólogos han investigado las formas del jugar, desde los pueblos primitivos hasta la civilización tecnológica.

Uno de ellos, Jean Duvignaud, nos resulta particularmente cercano ya que ha buceado en la teoría winnicottiana articulándola con otros aportes.

En la comprensión del espacio del juego en la civilización, resulta enriquecedor "hacer jugar" las ideas de estos dos autores. Ambos reclaman un modelo teórico que permita ubicar el juego, así como los fenómenos de la cultura.

D. W. Winnicott: "Sugiero que ha llegado el momento de que la teoría psicoanalítica rinda tributo a esta tercera zona, la de la experiencia cultural que es un derivado del juego" (2).

Duvignaud: "Probablemente se necesite otro paso distinto, otra epistemología para hacer frente a esas manifestaciones irrepetibles e inopinadas que son la fiesta, la creación artística, los sueños, la práctica de lo imaginario que es el juego" (1).

La naturaleza fugaz y cambiante del objeto de estudio hace complejo crear una teoría que de cuenta de éste. Al igual que en el juego, la búsqueda de un modelo teórico estructurado limita la posibilidad de dar cabida a fenómenos que son esencialmente inasibles.

Sin embargo, tanto el juego como la experiencia cultural existen por derecho propio, y pueden ser pensados como fondo sobre el cual se dibujan las figuras de la estructura social.

La función de la estructura es ofrecer un marco estable para el despliegue sin riesgo de la exploración y la experimentación.

La búsqueda del juego y del placer sin utilidad escapan a las reglas, por lo tanto, no pueden consolidarse como adquisiciones definitivas. Si bien los fenómenos que en él ocurren son siempre efímeros, el espacio transicional es permanente e indestructible.

Es posible pensar que en todas las culturas existen experiencias que están más allá de la funcionalidad y la productividad. Experiencias relacionadas con lo inédito, lo inútil, lo azaroso, finalmente el juego. Estas experiencias definirían a una cultura más allá de las estructuras establecidas.

La eficacia y la funcionalidad aparentan ser los pilares del progreso. Sin embargo, cabría preguntarse si el motor de los cambios culturales no se oculta en fuentes más sutiles y secretas: la improvisación y la creatividad.

Son parte del universo lúdico ciertas actividades de la vida colectiva que escapan a la razón y la productividad. A la cantidad de trabajo, el capital y la rentabilidad. También al tiempo medido en rendimiento.

El jugar y la experiencia cultural tienen la función de vincular el pasado, el presente y el futuro; ocupan tiempo, espacio y energía. Sin embargo, se caracterizan por la falta de exigencia y obligatoriedad.

Cuando se dejan en suspenso las defensas, se despliegan el ejercicio de la libertad y la ilusión. Espacio potencial que permite imaginar lo imposible.

Afirma Duvignaud: " ¿Habrá que admitir que existe una región en que el hombre dispone libremente de sí mismo, en que se anticipa por amplio margen a lo que aún no es? (1).

Notas

1 Artículo presentado en el IV Encuentro Latinoamericano sobre el pensamiento de D. W. Winnicott. Santiago, Chile. Noviembre de 1995.

Bibliografía:

Augé, Marc: - Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Ed. Gedisa, Barcelona, 1993.

Baudrillard, Jean: - Las estrategias fatales. Ed. Anagrama, Barcelona, 1991.

Duvignaud, Jean: (1) El juego del juego. Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1982.

Lipovetsky, Gilles: - L' ère du vide. Ed. Gallimard, Francia, 1991.

Winnicott, D. W:

- Realidad y juego. Ed. Gedisa, Barcelona, 1992. (2) Cap 7: "La ubicación de la experiencia cultural".

- "Libertad" Revista de Psicoanálisis. N 6; año: 1985.


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